Es un gusto y un placer presentarles una nueva novela de mi autoría. Espero sea de su agrado y la disfruten tanto como yo disfruté de hacerla. Aún estoy formándome en esto de la escritura, pero doy todo de mí para mejorar cada día. Me enfoqué en la personalidad de cada personaje y de lo que piensan. Será una trama entretenida, divertida y llena de lujuria.
Deseo de todo corazón que puedan darme su apoyo. Sin más preámbulos, bienvenidos a "Yahír: 10 años después"
Es medianoche. Puede sentirse el olor a alcohol en todo el lugar. Las paredes blancas y el frío tan intenso nos hace saber que estamos dentro de una clínica.
Hace más de 6 meses, Hanna Fontaine ha estado trabajando en la Clínica General del Este. Es especialista en cardiologia y acaba de salir del quirófano luego de una operación exitosa. Después de haberse limpiado la manos y de asegurarse que todo estuviera bien, decidió dirigirse al área de la cafeteria. Directamente se acercó a la máquina de café y esperó a que se preparara un mokaccino grande. Aquella mirada angelical y tierna se perdía por el pasillo que daba hacia el área de espera. Era una mujer bastante hermosa: piel bronceada y tonificada, esbelta figura: senos más o menos grandes, glúteos prominentes y firmes, grandes piernas, caderas exuberantes y cintura pequeña. Sus ojos y cabello largo y rizado eran negros y brillantes como el inmenso cielo nocturno. Sus manos estaban siempre cuidadas, exhibiendo unas uñas naturales y magníficas.
Había un inmenso silencio, ella jugaba con su carnet de identificación mientras tomaba su bebida y se perdía en sus pensamientos, recordando todo lo que había vivido en los últimos años.
Su turno en la clínica había terminado, pero generalmente bebía un poco de café antes de irse, pues debía conducir al menos media hora para llegar a su apartamento, así que debía mantenerse activa durante un poco más de tiempo.
Sin percatarse, unas manos grandes y pesadas rodearon su diminuta cintura, haciendo que su cuerpo chocará contra un tórax duro. De pronto comienza a oír una voz masculina muy cerca de su oído, que con cada palabra que decía hacia estremecer su cuerpo.
—Estás muy pensativa...¿acaso estás recordando lo delicioso que la pasamos anoche?—Hanna ya reconocía aquella voz tan sensual y sabía quien era el personaje. Dió media vuelta para verle a los ojos y le dijo:
—No exactamente, pero déjame decirte que quiero que se repita algún día—se atrevió a regalarle una mirada pícara.
—¿Qué te parece si lo hacemos hoy?
—Pues estaría más que complacida—le sonríe.
Aquel hombre se llamaba Edward, tenía 30 años y era un colega de Hanna. Desde hace alrededor 3 meses, habían comenzado una relación, no era de novios, simplemente de placer. Edward estaba recién divorciado, atravesaba por un mal momento, pues estaba a punto de perder la custodia de su hija. Pero justo en ese momento llegó Hanna a su vida para animarlo y motivarlo. Siempre tuvieron una buena relación y una extraña química surgió entre ellos. Hanna desde joven ha sido una chica independiente y decidida. Sabía que nada bueno surgiría de una relación con un hombre con hijos. Además, simplemente creía que no estaba hecha para el romance. Así que desde el comienzo dejó muy en claro que la relación sería meramente por placer y diversión.
En ese sentido, Hanna sigue siendo inmadura, ya no es una adolescente rebelde con las hormonas alborotadas y sin embargo, aún vive la vida de fiesta en fiesta disfrutando por cortos lapsos de tiempo con los mejores hombres que encuentra. Por ahora, es Edward, quien es el quinto en 10 años, desde que se graduó de la preparatoria.
Sin que ella lo esperara, Edward bajó sus manos hasta su trasero y los apretó sutilmente. Mientras tanto, sus labios se juntaban y sus lenguas jugaban. Poco a poco, ese hombre empezó a desabotonar su bata de médico para luego quitársela y proceder a bajar las tiras de su vestido. Pero en eso, se escucha un estruendo que los pone en alerta, haciendo que se separaran. Es allí cuando la mirada de Hanna coincide con los ojos marrones de un Dios griego, que estaba detrás de una silla de la cafetería. Al perecer había chocado con ella. 《Pero que hombre tan sexy me has traído, Diosito》 pensaba la chica. Un poco avergonzada se acomodó las tiras y dijo.
—¿Estás bien?—el tipo no respondía, solo se tambaleaba de un lado a otro. Claramente se notaba que estaba en un nivel de ebriedad bastante considerable. Edward, un poco atemorizado de que le hiciera algo a la chica por el alcohol, intervino rápidamente.
—Hermano, no puedes estar aquí en ese estado. Las horas de visita terminaron hace mucho tiempo. Le pido que se retire, por favor—Se acercó a él para auxiliarlo, pero no quiso.
—No me toques. Fuera de aquí—respondió molesto y con mala pronunciación de palabras—asiseno—añadió.
—¿Pero éste de que habla?—dijo Edward dirigiéndose a la chica, a lo que ella le respondió con un movimiento de hombros, demostrando que no tenía idea de lo que estaba ocurriendo.
De pronto, aparece Williams, el dueño de la clínica, un poco agitado y con el cabello revuelto.
—Eres un verdadero fastidio, hombre ¿Cómo te atreves a venir a mi lugar de trabajo en esas condiciones?—le reprochaba mientras se acercaba y hacia que él rodeará un brazo sobre su cuello para ayudarlo a caminar. Luego dijo.
—¿Y ustedes que hacen acá?
Hanna carraspeó su garganta y le respondió—Estaba a punto de retirarme, Doctor Williams, solo vine por un poco de café. Usted bien sabe que vivo un poco alejado de acá—en ese momento, intervino Edward.
—Yo vine por el fuerte ruido. Sabía que ella estaba aquí y creí que le había ocurrido algo. Aún estoy de turno así que debo regresar—Claramente estaban mintiendo, pero es bien sabido que las relaciones en el ámbito laboral están prohibidas, así que deben mantenerlo en oculto.
—Entiendo. Bueno. Continúe en lo suyo. Todo está bien. Nada pasó—luego miró a la mujer—Cuidado de regreso a su morada.
—Gracias Doctor. Tenga buenas noches.
La chica antes de recoger sus cosas para marcharse a casa, le hizo señas a Edward, para hacerle saber que lo esperaba más tarde en su apartamento. Finalmente, caminó hacia el estacionamiento de la clínica y buscó el auto de su hermano, el cual le dejó a su cuidado mientras hacía su doctorado como historiador en Estados Unidos.
Era un auto de gama media. Muy bien cuidado. Era color negro con vidrios ahumados. La chica le quitó el seguro, acomodó sus pertenencias en la parte trasera y se montó. Antes de arrancar, tiró una mirada fugaz hacia la oficina de Williams, y para su mala suerte, había alguien viéndola fijamente. Era aquel hombre ebrio, quien apoyaba un brazo en el gran ventanal y se arrecostaba del mismo. Aquella mirada era penetrante, haciendo que Hanna se incomodaba un poco. Pero algo en él llamaba poderosamente su atención. Se había interesado en él...
Luego del largo viaje hasta su casa, Hanna se quitó los tacones que cargaba y caminó por el apartamento en dirección a su habitación, mientras se despojaba de toda la tela que cubría su cuerpo, quedando solo en ropa interior. Estaba tan cansada que ni siquiera quiso darse un baño antes de lanzarse a los brazos de Morfeo. No sabe cuento tiempo pasó desde que se quedó dormida, hasta que el timbre la hizo levantar un poco exaltada. Se dirigió a la entrada y sin miedo alguno abrió la puerta, pues ya imaginaba que era Edward quien llamaba. Éste le regaló un sonrisa al ver como Hanna no podía ni mantenerse en pie por el sueño.
—Nena. ¿Qué pasó con la chica que estaba en la cafetería?
—Está muerta en vida, Edward. Lamento que hayas tenido que venir porque te lo pedí. Pero en estos momentos no estoy para hacer un viaje hasta el cielo.
—No pasa nada, preciosa. Al menos voy a desearte buenas noches.
—Igual para ti.
Ambos se despidieron con un beso fugaz. Ella cerró la puerta. Tenía tanto sueño, que no se molestó en llegar hasta la cama esta vez, sino que se terminó acostando en el sofá de la sala.
A la mañana siguiente, la morena se levantó tarde, pues nunca escuchó la alarma de su teléfono, el cual, quedó tirado en la mesa de noche que está al lado de su cama.
—¡Mierda! El jefe me va a matar—exclamó.
El cuerpo le dolía cada vez que se movía. La posición en la que durmió toda la noche, estaba haciendo estragos ahora.
Se dirigió al baño: hizo sus necesidades, se bañó. Luego buscó algo de ropa en su closet. Tomó una taza de café y tomó su cartera y telefono antes de irse rumbo a la clínica.
Para su mala suerte, había trafico. Al llegar, firmó la nómina de asistencia y se adentró al área de personal autorizado para iniciar con su jornada.
El día estuvo movido. Cuando por fin pudo relajarse, decidió salir a almorzar. Pensaba hacerlo acompañada de su amante, pero éste se encontraba manejando una situación complicada en el quirófano. Mientras esperaba el ascensor, comenzó a mover y masajear su cuello, para calmar un poco la tensión y el dolor producto de la noche anterior. Levantaba los brazos y los extendía hacia los lados, para luego hacer movimientos circulares.
Ella estaba tan entretenida en su cuestión, que no se dió cuenta en qué momento llegó alguien, quien sin querer, terminó recibiendo un golpe en la cara.
—¡Carajo!—Exclamó quejándose—¿Tienes complejo de helicoptero o qué?—continuó diciendo muy cabreado.
La chica volteó y muy apenada dijo:
—¡Qué pena, señor!. Discúlpeme. ¿Se encuentra bien? Déjeme revisarlo—trató de quitar sus manos de su rostro para poder inspeccionarlo y asegurarse de que no le haya roto la nariz.
Para su sorpresa, ¡era el mismo hombre de anoche! 《Dios mio, pero que guapo es. ¿Por qué me obligas a medir mi fe con semejante tentación?》
—¿Por qué te quedas ahí parada viendo tanto? Más bien dime, ¿estoy sangrando?—La chica reaccionó al oír tal pregunta. No había caído en cuenta que le estaba viendo fijamente mientras se perdía en sus pensamientos pecaminosos.
—No señor. No está sangrando.
Que vergüenza con usted. Es solo que ayer tuve una mala noche y pues ahora tengo tensión.
—¿Me ves cada de que me importa?—le contestó obstinado. Cargaba un dolor de cabeza de los mil demonios debido a la resaca. Y para su mala suerte se había topado con una loca que le metió tremendo golpe en toda la cara. El día definitivamente no podía terminar de una mejor manera.
—No era necesario responder de esa manera. De nuevo le pido disculpas. Si quiere, le invito un café como arrepentimiento.
—No es necesario. Estoy muy ocupado. No tengo tiempo para eso—en ese momento llegó el ascensor, por lo que aquel hombre se acomodó el traje que cargaba y se subió—Algo más: No tomo café—terminó de decir con una voz mucho más gruesa, antes de que presionara el botón para que las puertas se cerraran, dejando a la chica sola en aquel pasillo.
《Maldito arrogante. ¿Por qué lo bueno decepciona, Diosito? Tanta belleza desperdiciada por semejante personalidad... espero no tener que verlo nunca más》
La chica fue al restaurante más cercano muy indignada por lo que había pasado. Y para empeorar la situación, aquel Dios Griego estaba allí también, hablando con otros dos hombres de forma entretenida.
Hanna estaba que botaba fuego por la boca. Recién le había dicho que estaba muy ocupado para aceptarle una miserable taza de café, pero allí estaba, disfrutando de un pollo a la brasa acompañado con un vino.
La hora de almuerzo terminó. La mujer casi que ni probó bocado por estar pendiente del hombre ebrio.
Ella lo miraba con mucha atención. Al principio sentía mucho enojo debido al desplante que le hizo, que luego iba desapareciendo y era sustituido por un peculiar interés, pasando por su mente preguntas como: ¿Cuál es su nombre? ¿Dónde trabaja? ¿Tendrá novia, esposa? ¿O será que terminaron y por eso ayer estaba tan ebrio?
Sus ojos marrones le atraían enormemente. Su porte tan masculino y sexy, su cabello de lado y su barba tan bien cuidada... su cuerpo estaba bien definido y marcado, esos brazos que parecían fuertes...
《¿Qué maravillas hará en la cama?》
Download MangaToon APP on App Store and Google Play