Mi historia comienza con un prematuro final, que es preciso conocer y recordar, objetivo con el cual estoy escribiendo mi historia. Soy Cassandra Ackerman, estoy estudiando el último año de preparatoria, tengo 17 años y con todas mis fuerzas estoy decidida a aprovechar esta segunda oportunidad.
Ahora que conozco el desenlace, descubrí que todo fue planeado desde el principio, hasta que finalmente, una vez casada, se deshicieron de mí.
Era el día de mi boda, yo estaba feliz e ilusionada de poder estar al lado del hombre que amaba para compartir nuestro amor, nuestras ilusiones y nuestras vidas... que ilusa. Los últimos meses había estado tan inmersa en la planeación de la boda y la luna de miel; quería que todo fuera de ensueño y, además, compaginado con el demandante trabajo en la empresa, que también me encantaba, no noté nada extraño ni fuera de lo normal en el comportamiento de aquellos que se confabularon para acabar conmigo.
La primera vez que atentaron contra mi vida fue durante la recepción, cuando ya habíamos firmado los papeles y estábamos legalmente casados; durante el brindis, alguien me empujó provocando que el contenido de mi copa se derramara y mi esposo, Leandro Rossi, se puso furioso, sus ojos casi se salían de sus órbitas, su mandíbula apretada, sus puños cerrados, su cuerpo rígido y su voz gélida que solo pudo decir "Estúpida", antes de marcharse dejándome helada por no entender como todo lo que parecía perfecto hasta ese momento, se convirtió de pronto en una pesadilla, pues no solo su reacción fue demasiado, el vino derramado sobre mi vestido blanco transformó la escena en algo dramático
Ese pequeño, pero importante accidente, provocó que mi final fuera terrible, pero también que yo conociera la verdad y es esa certeza la que ahora corre mis venas, haciendo que mi corazón lata con fuerza y determinación, que la ilusa Cassandra se convirtiera en una mujer calculadora.
Cuando terminó la fiesta, que ya no pude disfrutar, debido a la actitud agria de Leandro, nos marchamos juntos hacia el hotel de lujo, ya que durante 2 días por cuestiones de trabajo, teníamos que posponer nuestro viaje y sus padres insistieron en que nos hospedáramos en hotel de su familia para poder pasar una noche de bodas que ambos disfrutáramos. Yo estaba tan nerviosa por "esa" noche, puesto que Leandro había sido muy respetuoso durante los años que duró nuestro noviazgo y ahora por fin él me haría suya, el trayecto me pareció fugaz, no supe ni como llegamos, ni cuanto demoramos. Cuando nos encontramos solos en nuestra habitación él tan solo comentó que estaba cansado y se fue directo a dormir. Quise entenderlo y no darle mucha importancia, por un lado, estaba aliviada y por otro pensaba que nos quedaba toda la vida por delante.
Esa noche, cuando la oscuridad y el silencio reinaban, mi sueño se vio interrumpido por unas manos firmes que rodeaban mi cuello, asfixiandome, quise gritar pero no pude, en mi desesperación decidí tratar de caer al suelo y tal vez así podría tener una oportunidad para, según creí, salvarnos a mi marido y a mí, así que giré mi cuerpo con fuerza y, como estaba en la orilla de la cama, caí al suelo con mi atacante que, sorprendido, en un pequeño descuido me permitió escapar, corrí a encender la luz aún no podía gritar por la presión que acaba de soportar en la garganta, pero al encender la luz tomé una botella de vidrio que estaba justo en frente y al voltear quedé en shock al notar que no había nadie más que Leandro y yo. Tal vez fue entonces que perdí las fuerzas para pelear y tal vez él lo notó así.
Mi mirada le suplicó una explicación y él, sabiendo que se acercaba el final, me la ofreció sin censura alguna. El día que nos conocimos, cada detalle, su insistencia hasta que logró conquistarme, pedirme matrimonio, todo estaba planeado y no fue él sólo quien lo hizo. La fusión de las empresas de ambas familias, la suya de grandes hoteles y la mía de grandes conglomerados multinacionales, era una transacción tan poderosa que algunos miembros de ambas parte se reunieron para llevarlo a cabo. Tomaron la decisión de que tenían que acabar con mi vida debido a lo bien que estaba manejando los negocios, entendieron que yo no cedería el poder y que sería cada vez mayor con el paso del tiempo.
Entonces él, mi esposo, el guapísimo Leandro Rossi, que tenía cara de ángel, resultó ser un demonio despiadado. Después de decirme los detalles de su plan, nombres de los involucrados y confesarme que su verdadero amor era mi, hasta entonces, queridísima prima Olivia, con quien llevaba tres años de relación y que ella lo estaba esperando en el lugar donde íbamos a pasar nuestra luna de miel, recién operada para hacerce pasar por mí y regresar juntos a ocupar mi lugar, con esto acabó de destrozar mi corazón y tomó mi vida sin que yo luchara por conservarla.
Cuando perdí el conocimiento y ya no supe más, quedé sumida en el dolor, en la desesperanza y, después, en el vacío.
En el limbo, en la nada, una fuerza comenzó a crecer dentro de mí, una determinación, un anhelo, un sueño. A pesar de estar muerta, de no sentir mi cuerpo y saber que mi corazón hacía rato que había dejado de latir, esa conciencia se extendía por mi ser. Sentí que una fuerza poderosísima me arrastraba a una velocidad extraordinaria, hasta que se detuvo de pronto y ya no supe más.
Desperté desorientada, asustada, mareada, me dolía la cabeza y cuando me levanté me percaté de que mi cuerpo se encontraba bien y que no sufría daño alguno, pero cómo? Estaba segura de lo que acababa de pasar, cada palabra, cada herida habían quedado indeleblemente tatuadas en mi alma, así que no podía entender como es que había despertado sintiéndome tan bien por fuera y con las emociones hechas pedazos.
Observé mi habitación y me encontraba en casa de mis padres, en la que había sido mi recámara toda la vida y que antes de la boda se encontraba prácticamente vacía. Estaba como siempre, con la foto familiar colgada frente a mi, era lo primero que veía al despertar desde que cumplí 12 años, a mi derecha el amplio y pulcro vestidor se encontraba repleto, el sofá, el tocador, todo estaba como hacía tiempo no lo veía, no entendí que pasaba, tal vez había estado en coma, pero por qué desperté en mi cama y no en un hospital?
De pronto mi puerta se abrió y por ella entró mi nanny Felisa; una mujer de mediana edad, de facciones amables, modos suaves, voz cantarina, sumamente cariñosa y cuidadosa conmigo desde que nací y la persona que más quiero después de mis padres. Se sorprendió de verme despierta, así que después de un breve silencio, me sonrió dulcemente y me dijo que me apurara a arreglarme para la escuela, de lo contrario no alcanzaría a comer el delicioso desayuno que me estaba preparando, me guiñó un ojo y cerró la puerta tras de sí, dejándome ahí, en shock, y sin poder creer lo que acababa de escuchar "apúrate a arreglarte para la escuela",
Entonces experimenté una epifanía: había renacido en mi mismo cuerpo, justo antes de conocer a la persona que significaría mi destrucción y que pondría fin a mi vida de manera despiadada. El destino me daba una segunda oportunidad para cambiarlo y no sería yo quien la desaprovechara. Comencé a llorar, casi involuntariamente, pues esto me sobrepasaba, en ese momento experimenté tantas emociones a la vez que las lágrimas desbordándose por mis ojos casi eran necesarias.
Poco a poco pude calmarme, respirar y enfocarme en el presente
Después de asearme y arreglarme bajé a desayunar, como siempre, la única que desayunó conmigo fue mi nanny, cuando terminamos me despidió en la puerta, donde me esperaba el chófer para llevarme a la escuela.
Aunque me siento esporádicamente abrumada por una sensación de fatalidad, otras de tragedia, de ira o miedo, en general decidí que mejor sería enfocarme en prestar atención al presente; por un lado, entender que la vida puede terminar en cualquier momento y que la muerte es la única certeza que se nos ofrece al nacer, me hace querer aprovechar cada instante, por intrascendente que parezca, sobre todo, sé que soy una excepción y esa fortuna me compromete a ello. Por otro lado, debo prepararme para determinar como actuar cuando llegue el momento y ser yo quien paso a paso labre mi propio camino.
Han pasado unos días desde que regresé, al principio fue muy extraño y experimenté toda clase de emociones, ahora estoy tranquila y creo ha llegado la hora de que me conozcas mejor y poner contexto a todo cuanto ha acontecido hasta ahora.
Cuatro generaciones atrás William Ackerman fundaba una pequeña empresa de importación de telas, esa empresa creció hasta convertirse en un poderoso conglomerado en la actualidad. La empresa matriz es liderada por mi padre, el reconocido hombre de negocios Arnold Ackerman. Bajo su dirección la empresa a ganado posicionamiento global, no solo por las ganancias y el acertado rumbo que le ha dado, sino por las vanguardistas políticas empresariales y sociales que ha implementado, con una visión humanista y ambientalista que lo han caracterizado y lo han hecho acreedor de prestigio, admiración y respeto. Como padre y esposo tiene el don de hacer mágicos los escasos momentos que podemos compartir juntos, sus valores también son los míos y sé que debo fortalecer nuestra relación, para protegernos de quienes quieren hacernos daño.
Mi madre, Anna Lujan de Ackerman, es una mujer muy guapa, inteligente, está siempre al lado de mi padre brindándole su amor y apoyo incondicionales. Actualmente lidera diversas fundaciones y programas de interés social que son financiados por la empresa. Ha sido mi gran ejemplo, pues es una mujer elegante, distinguida, cariñosa y amable.
Es cierto que mis padres, debido a su posición y compromiso, viajan constantemente, incluso estando en casa, pueden pasar días sin que los vea, pero siempre han estado ahí, me han educado y protegido, me escuchan, me alientan, etc., en general, puedo decir que soy feliz, que me gusta mi vida. Sin saberlo, esa burbuja fue, en la parte, la me volvió una presa fácil. Ahora entiendo que mis padres deben de haber enfrentado traiciones, problemas, calumnias, etc. Y sé que es hora de que yo me preparé para enfrentarlos.
Tengo tres pilares en mi vida y ya los conoces, mi papá, mi mamá y mi nanny, los tres me han hecho ser quien soy: Me considero una mujer pensante, algo introvertida, me gusta la soledad, la lectura es mi mejor compañera. También me gusta la escuela, ahí aprendo y convivo con mis compañeros, me gusta viajar y conocer lugares nuevos, pero también me gusta mi casa, mi cama y mi espacio. Mi carácter es decidido, me considero tenaz, aunque los que me rodean me traten como si solo fuera una niña superflua. También me gusta hacer ejercicio, nadar y comer rico. Físicamente me considero bonita, mi cabello ha sido siempre sedoso, me llega a la cintura, es color castaño. Mis ojos son color miel y mis cejas y pestañas son abundantes, lo que enmarca muy bien mi rostro. Mi piel es canela, era más clara, pero poco a poco el sol ha hecho de las suyas y ahora tengo un tono bronceado. Mi cuerpo es atlético, mis músculos son firmes y están tonificados, mi complexión es delgada, mido 1.70m, me gusta la ropa casual, aunque de cuando en cuando me encanta lucir despampanante, ya sabes, de eso que todo el mundo se queda con la boca abierta.
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