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Mi Apasionado Frederick (Dinastía Belf IV)

Capítulo I

Londres.

"Entre el viento puedo oler, el dulce aroma que desprende de tu piel. Y aquella risa tan espléndida, es la melodía más armoniosa qué acaricia a mis oídos"…

Susurro, Frederick Pussett.

Un suspiro casi profundo y con un toque de tristeza, salió de sus labios pocos carnosos, pero bien definidos y con una tonalidad rojiza.

Frunció el entrecejo, se acomodó sus lentes y continuó con sus apuntes.

No muy lejos de ahí, una bella mujer lo observa con detalle.

Frederick Pussett, se encontraba sentado bajo la sombra de un gran árbol, mientras estaba concentrado en ese cuadernillo con el que siempre andaba a todos lados, o al menos así lo parecía.

Para aquella mujer, Frederick era un ser extraño, de un color pálido y un cuerpo escuálido. Sus brazos largos y sin músculos parecían fideos. Era tan introvertido y siempre se movía en silencio, con la vista fija en el suelo.

En definitiva, no era su tipo.

Más sin embargo, Frederick tenía ese "Je ne sais quoi" / "yo no sé qué", qué despertaba su gran curiosidad por él.

Por instinto, Frederick levantó el rostro y sus ojos se toparon con los ojos curiosos de la bella mujer. En ese momento sus mejillas se tornó de un rojo carmesí y su corazón, latió desbocado.

Cerro con rapidez el cuadernillo que reposaba en su regazo, donde plasmaba sus pensamientos y el bello rostro de aquella mujer, que era musa. Y con torpeza se levantó del pasto.

Las comisuras de los labios de la bella mujer, se elevaron. Esta no era la primera vez que lo veía correr como un cachorro asustadizo, lejos de su vista.

—Archi Pussett—¿A caso debe de preocuparme, que mi prometida preste atención a otro hombre?.

Le cuestionó con enfado y grandes celos.

Ella regresó su vista hacia el apuesto hombre, a su lado.

—Susan—No, no tienes por que. Ya que acabo de romper el compromiso contigo.

Archi se apresuró a tomarla entre sus brazos.

—Archi—No, no puedes hacerme esto. Sabes lo mucho que te amo ¿Verdad?.

Acerco su boca hacia los labios de Susan, con la intención de deshacer aquella decisión con un simple beso.

Susan desvió su rostro.

Aquel acto fue como una puñalada más profunda, para Archi Pussett.

—Archi—¡No, no voy a aceptar esta ruptura Susan!. Tú serás mi esposa.

Las palabras que salían de su boca, eran desesperadas y dolorosas.

—Susan—Lo siento, Archi. Pero es mejor así.

Susan se soltó de sus brazos y dio algunos pasos, pero Archi la tomo por la espalda con fuerza.

—Archi—Dame la razón por la que quieres romper lo nuestro.

—Susan—...

¿Una razón?. Para Susan Belf, había una en particular, más sin embargo, no deseaba romper más su corazón.

—Archi—Por favor Susan, no termines así lo nuestro.

—Susan—Archi...

—Archi—¿Quieres tiempo?. Te daré el necesario.

Susan exhaló con fuerza.

—Susan—... Estás bien. Tomemos un tiempo para nosotros.

Acepto resignada.

Frederick había llegado hasta la cocina y tomo uno de las sillas cerca de la barra, para sentarse.

—Leopoldo—Aquí estas, toma.

El hombre con un delantal blanco, dejo sobre la barra de la cocina, un plato con algunas galletas recién horneadas.

—Leopoldo—Es mi nueva receta. ¿Debes decirme que tal es su sabor?.

Frederick tomo una galleta y la llevo a su boca para saborearla.

—Frederick—Es muy buena.

—Leopoldo—¿Lo crees?.

—Frederick—Por supuesto, no tendría porque mentirte.

Frederick abrió el cuadernillo en la última hoja, en la que se había quedado.

—Leopoldo—¿Cuándo me dejarás ver lo que contiene esa libreta?.

Le cuestionó Leopoldo, apuntando al cuadernillo.

—Frederick—Tal vez... nunca.

Leopoldo lo miro mal.

—Leopoldo—Hieres mis sentimientos ¿sabes?

Frederick ignoro su comentario luego de que escucho el tono de su celular.

—Leopoldo—¿Una chica?.

Pregunto emocionado.

Frederick asintió con la cabeza.

—Frederick—Es una amiga, me mando la invitación para un evento en esta noche.

—Leopoldo—Amiga ¿eh?. Acepta la cita, tal vez y esta noche corras con la suerte de obtener algo de diversión con esa chica.

—Frederick—Ella solo es una buena amiga, Leopoldo.

Respondió de inmediato con algo de pena.

—Frederick—Además no podría, la situación de mi padre...

—Leopoldo—Eres joven Frederick, te hace falta divertirte y salir de ese mundo en el que siempre te encierras. Y estoy seguro, que el lugar estará lleno de chicas bonitas que conquistar.

Leopoldo tomó un trapo y comenzó a limpiar la barra, mientras alardeaba sobre sus días de juventud y sus grandes conquistas.

—Leopoldo—Escucha, te daré algunos consejos para conquistar a las mujeres.

—Frederick—No los necesito Leopoldo.

Leopoldo sé detuvo y lo miro con seriedad.

—Leopoldo—Oh yo creo que sí, chico virgen.

Frederick abrió los ojos de golpe por la vergüenza.

—Frederick—Mmno… No, soy virgen, Leopoldo.

—Leopoldo—Claro. Y la última chica con la que tuviste algo íntimo, ¿se llamaba?...

—Frederick—Mm... Bueno, tu conoces mi historia con Margot.

Aunque tenía más experiencia en sus sueños, donde tomaba entre sus brazos a una bella mujer de ojos grises.

Leopoldo resoplo.

—Leopoldo—¿Esa chiquilla?... Lo que necesitas es a una mujer de verdad, una qué te quite lo virginal.

Frederick se quedo en silencio mirando sus apuntes, intentando ocultar su vergüenza.

—Leopold—Escucha, lo primero que debes de hacer cuando ves a una mujer hermosa, es acercarte a ella con plena seguridad, a ellas les gusta un hombre seguro de sí mismo. Después tienes que sonreír, ya sabes, esa sonrisa que dice que eres el hombre perfecto, el sueño de toda mujer.

Leopoldo se recargó en la barra.

—Leopold—Cuando logras qué la chica se embobe con tu sonrisa, haces el siguiente movimiento.

—Frederick—¿Cuál es el siguiente movimiento?.

—Leopold—Invitarla a una cita. La llevarás al mejor restaurante de la ciudad, o tal vez a ver una película. Pero, no olvides los detalles, a las mujeres les gustan los detalles como las flores y la caballerosidad, eso nunca pasa de moda Frederick.

Frederick asintió.

—Leopold—Debes dejarlas parlotear, a las mujeres les gustan los hombres que saben escuchar. Toma su mano de vez en cuando con sutileza y alaga su belleza.

Leopold tomo una galleta del plato y continuó con sus consejos.

—Leopold—Mm... Todos los puntos que sumes esa noche, te llevara al mejor momento de la cita.

—Frederick—¿Hay un mejor momento?.

—Leopold—¡Por su puesto!. Sucede después de que te ofreces a llevarlas a su casa.

Frederick lo miro sin entender.

—Frederick—¿Qué es...?

—Leopoldo—¿De verdad me estas preguntando eso?.

Leopoldo elevó los ojos al cielo.

—Leopoldo—Y dices no ser virgen.

Las mejillas de Frederick se tornaron rojas.

—Leopold—Mira, cuando lleves a la chica hasta su puerta, la tomas por sorpresa del rostro y la besas. Tiene que ser un beso fogoso, pero a la vez dulce. Que la deje sin aliento y al mismo tiempo que la mate de ternura, ¿entiendes?.

Frederick asintió.

—Leopold—Después de ese beso, ella abrirá la puerta con una gran sonrisa y luego te invitará a pasar una noche grandiosa.

—Frederick—¿Y se supone que eso siempre te funcionó con las mujeres?.

—Leopoldo—Por su puesto, yo fui un gran conquistador en mi juventud. Las mujeres caían a mis pies como dóminos.

Presumió.

—Frederick—Y de que te sirvieron tantas conquistas, si sigues solo y amargado a tus 41 años.

Leopoldo lo miro mal.

—Leopoldo—Vergüenza te debería dar a ti, por ser virgen a tu edad.

Frederick abrió la boca para protestar, cuando una mujer detrás de él, lo nombró.

—Kate Pussett—Frederick, tu padre quiere verte.

Capítulo II

Estando frente a la puerta, Frederick giro el picaporte y la abrió con cautela.

Hall Pussett se encontraba recostado sobre su amplia cama, con un semblante demacrado.

—Hall—Frederick.

Frederick camino hasta el pie de la cama.

—Frederick—¿Cómo te sientes hoy?.

Hall quiso enderezar su cuerpo, para poder apreciar mejor a Frederick; sin embargo, las pocas fuerzas con las que contaba, no se lo permitieron. Así que solo hizo el intento de sonreír.

—Hall—No me queda más fuerzas para continuar.

Hablo con franqueza.

Frederick soltó todo el aire retenido en sus pulmones y con pasos lentos, se acercó a su padre convaleciente.

—Hall—El abogado ya tiene mis indicaciones...

—Frederick—Padre...

—Hall—Apóyate en tu tía Kate y tu primo Archi, ellos serán de mucha ayuda para ti, cuando yo no esté.

Frederick asintió, queriendo darle un poco de tranquilidad a su padre.

—Frederick—Está bien. Yo te prometo que haré todo mi esfuerzo, para que la empresa continúe como hasta ahora.

—Hall—Confío qué así será, Frederick.

Hall giró su rostro hasta la mesa de noche, donde se encontraba el retrato de su amada esposa.

—Hall—Pronto estaremos juntos, mi amada esposa.

Frederick miro el retrato de la mujer que nunca llego a conocer, de la que nunca sintió un abrazo cálido y miradas llenas de ternura.

El resto de la tarde, Frederick se quedo en la habitación cuidando de Hall.

Sentado frente a la cama, traía a su mente el efímero momento en el que pudo apreciar aquellos ojos grises y con tinta negra, plasmo entre las hojas blancas de su cuadernillo, esos ojos que producían alocadas emociones en su corazón.

En el despacho, Kate Pussett miraba con rabia el testamento de Hall Pussett.

—Archi—¿Para qué querías verme?.

Le cuestionó, antes de sentarse frente a ella.

Kate le entrego los papeles a su hijo Archi.

El hombre abrió los ojos con sorpresa y evidente molestia, al leer la primera parte de los papeles.

—Archi—¿Solo recibirás el 10% de las acciones de la empresa y yo nada? ¡Esto es una maldita burla!.

—Kate—Eso no es todo, terminar de leer el resto.

Luego de revisar cada parte de las hojas, las arrojó con inquietud.

—Archi—Ese viejo está loco.

—Kate—Podemos tomar esto a nuestro favor.

—Archi—¿Quién en su sano juicio, querrá desposar a un anormal como Frederick?.

—Kate—No te preocupes, ya tendré a alguien en mente. No nos quedaremos sin nada. El resto de las acciones de la empresa H&H estarán a tu nombre.

—Archi—Ojalá sea pronto.

Kate guardó los documentos bajo llave, en uno de los cajones del escritorio.

Archi se recargó en el respaldo y se llevó las manos a su abundante cabello.

Al ver el semblante triste en el rostro de su hijo, Kate mostró mucho interés.

—Kate—¿Pasa algo?.

—Archi—Susan quiere romper nuestro compromiso.

—Kate—¡¿Qué?!.

Desesperado y con la quijada tensa, Archi se levantó de golpe.

—Archi—No la puedo perder.

Kate se levantó y camino hasta su hijo.

—Kate—No lo harás. Esa mujer será tuya, cariño.

Dijo acariciando el cabello de su hijo.

Archi asintió.

En la villa Belf Hertford.

Susan se miraba frente al espejo cada detalle del vestido que llevaba puesto, para esa noche.

—Tanya—¡Wow! Es muy hermoso.

—Susan—Claro que lo es. ¿O alguna vez has dudado de mi buen gusto?.

Tanya soltó una pequeña risa.

—Tanya—¡Nunca!.

Tanya se paró a lado de Susan y recargo su cabeza en el hombro de ella.

—Tanya—Quisiera poder decirte que lamento tu ruptura con Archi. Pero la verdad es que me hace tan feliz que hayas terminado con ese idiota petulante.

Susan soltó un suspiro y recargó su cabeza en la de Tanya.

—Susan—Al menos a ti, si te pude hacer feliz con mi decisión.

Dijo con una sonrisa.

—Tanya—Ahora que resolviste ese asunto, vuelve conmigo a París.

—Susan—Por ahora no puedo, debo de concentrarme en mi sueño de crear mi propia marca de ropa. Y tú, debes esforzarte en ser esa exitosa y reconocida arquitecta qué siempre alardeabas qué serias.

Tanya hizo un puchero.

—Tanya—Cuando me vaya, te extrañaré horrores.

—Susan—Procuraré viajar a París, cada vez que me necesites.

El teléfono de Tanya sonó y después de leer el contenido, soltó un suspiro cargado de desilusión.

Lo que llamo la atención de Susan.

—Tanya—Es Theo. Cancelo su vuelo a Londres y no podrá acompañarme en mi celebración.

Susan bufo con fastidio.

—Susan—¡Es un idiota!.

—Tanya—¡Susan!.

—Susan—¿Qué? Sabes que tengo toda la razón.

—Tanya—Claro que no. Es solo que está muy cargado de trabajo últimamente y...

—Susan—Patrañas.

—Tanya—Y además no puede negarse a quedarse de último momento, se esforzó mucho por conseguir ese empleo...

—Susan—Claro, porque nadie quería contratar a ese ser tan patético.

—Tanya—¡Susan!.

—Susan—Está bien, ya no ensuciaré mi boca con el nombre de ese...

—Tanya—¡Susan!.

Tanya la miro mal.

—Susan—Bien, ya entendí...

Tanya se sentó en la esquina de la cama. Susan caminó detrás de ella y se sentó a su lado.

—Susan—Vamos, cambia esa cara Tanya. Nadie nos echará a perder esta noche, donde tú y yo, nos divertiremos a lo grande.

Susan se levantó y tiro de la mano de Tanya.

—Susan—Además ya quiero ver tu rostro cuando veas tu sorpresa.

Tanya entrecierro los ojos al verla.

—Tanya—No será otra vez el cuarteto de hombres vestidos de policía, qué contrataste para mi cumpleaños. ¿Verdad?.

—Susan—No. Es algo... Diferente. Aunque, pensándolo bien debí haber contratado de nuevo a esos chicos. Creo que el uniforme de bombero, también le quedaría bien a esos cuerpos llenos de músculos.

Tanya rodó los ojos.

El sitio donde se llevaría a cabo la fiesta de Tanya, estaba en su máximo de gente. Susan Belf era una de las chicas más populares en su círculo social, sus fiestas siempre solían ser la sensación en la sociedad.

Years & Years/ Desire resonaba en el lugar.

Susan tomó dos copas de champán y dejo una en la mano de Tanya.

—Susan—¡Disfrutemos esta noche!.

Soltó con emoción. Tomo la mano de Tanya y la arrastró hasta el centro.

Entre el baile y los sensuales movimientos de ambas mujeres, de un momento a otro, apareció un chico pelinegro frente a ellas, robando la atención de Tanya.

—Tanya—¿Zachary?.

Susan sonrió.

—Tanya—Susan ¿Qué hace el aquí?.

Pregunto nerviosa.

—Susan—Llego esta tarde. Al parecer se quedará unos días en Londres, en la villa.

—Tanya—¿Qué?.

—Susan—Deberías ir a saludarlo, es tu fiesta y es de mala educación no saludar a tus invitados.

Tanya la miro mal.

—Tanya—¿Lo invitaste con un propósito?.

—Susan—¿Qué?. Claro que no, como crees.

Respondió desviando la mirada.

—Tanya—¡Susan!.

—Susan—Hay vamos Tanya, ya supera lo que paso la última vez, estoy segura de que Zachary ya lo hizo.

—Tanya—¿Estás segura?.

—Susan—Por su puesto. Ya dejo atrás ese día en el que lo rechazaste en tu fiesta de cumpleaños frente a todos, cuando te declaró su amor... Aunque yo aún guardo el video de ese momento tan bochornoso.

Tanya se tapó la cara de vergüenza.

—Tanya—Aun no puedo creer que hayas grabado esa situación tan vergonzosa.

—Susan—Fue un momento épico, qué debía quedar guardado en la historia de los Belf.

Dijo con burla.

Tanya negó con la cabeza.

Zachary no desviaba la mirada de la silueta de Tanya.

—Tanya—Como sea, espero que no se te ocurra la brillante idea de dejarme a solas con él.

Murmuró Tanya, cuando vio a Zachary caminar hacia ellas.

Susan sonrió y escondió su mano por la espalda al cruzar los dedos.

—Susan—Lo prometo.

Zachary había llegado a lado de Tanya y Susan, con un pequeño regalo en sus manos.

—Zachary—Hola Tanya...

Tanya sintió que el mundo se detuvo, en el momento que Zachary le sonrió.

Y al parecer, para Zachary fue igual.

...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...

Frederick Pussett.

Capítulo III

Entre la multitud, Frederick caminaba con torpeza.

Al final, Leopoldo lo había convencido de asistir al evento. Pero justo ahora, se arrepentía de llegar a aquel sitio, pues no era el tipo de lugares que solía frecuentar.

En sí, Frederick Pussett no solía frecuentar ningún lugar. Era un hombre tan introvertido, qué solamente encontraba divertido escabullirse en su mundo.

Un gran suspiro salió de su boca y se dio media vuelta, dispuesto a salir del lugar, cuando una voz conocida lo llamó.

—Tanya—¿Frederick?.

Frederick sonrió al ver a su vieja amiga.

—Frederick—Hola Tanya.

—Tanya—Es increíble verte aquí. Por fin aceptaste una invitación mía.

—Frederick—Sí, bueno, no quería perder la oportunidad de felicitarte.

Saco de su bolso una pequeña caja de regalo.

—Frederick—Es una pluma, tiene tu nombre grabado.

Tanya tomo el regalo y lo abrió.

—Tanya—Gracias, es un bonito detalle. Acompáñame, te llevaré a mi mesa.

Tanya lo jalo de la mano y lo llevo hasta la zona vip.

Zachary frunció el entrecejo, al verla volver de la mano de un hombre. Se preguntaba si acaso ese tipo, era el flamante novio del que Tanya tanto hablaba y Susan odiaba.

Tanya sentó a Frederick a lado de Susan, esa bella mujer que sonreía alegré y que él plasmaba siempre en sus hojas blancas. Él la admiraba en silencio, le parecía un bello ángel caído del cielo. Un precioso ángel qué solo podía apreciar desde lejos.

—Tanya—Vuelvo en un momento.

Zachary se levantó después de ella.

—Zachary—Te acompaño.

Tanya posó de inmediato su vista en Susan, pidiendo casi a gritos su ayuda.

Pero la astuta chica extendió su mano hacía Frederick.

—Susan—Acepto ese baile, Frederick.

Dijo con una espléndida sonrisa, esperando que él le siguiera la corriente.

Como era de esperarse, el rostro de Frederick se tornó de rojo.

—Frederick—Ah... Yo... Yo...

Susan sonrió divertida, en dos años de conocerlo, nunca se había acercado tanto a él, ya que siempre salía huyendo de ella.

Pero esta vez trataría de evitar eso, así que lo jaló de la mano y se lo llevo lejos de ahí, dejando solos a Tanya y a Zachary.

Llegando al centro de lugar, Susan comenzó a moverse.

—Susan—Si no te gusta este ritmo, podemos pedir una canción lenta.

Dijo divertida, al verlo tan tieso.

—Frederick—Yo... Yo, no sé... bailar.

Él desvió la mirada para evitar la de Susan, sentía vergüenza de confesar ese pequeño detalle.

Ella esbozó una amplia sonrisa.

—Susan—Para mi será un placer enseñarte.

Dijo divertida.

Tomó las manos de Frederick para ponerlas en su cintura y después coloco las suyas, sobre los hombros de él.

Las manos de Frederick temblaron al tocarla y su pálido rostro se tornó de rojo carmesí.

Susan solo podía pensar en lo adorable qué parecía y con la intención de provocarlo más, deslizo sus manos un poco más arriba y se acercó más a él.

El corazón de Frederick latió con frenesí, al sentirla más cerca.

Lo que era una situación incómoda para Frederick, era divertida para Susan Belf.

Cuando la canción termino, la atención de Susan fue robada por sus amigas. Y él, en su intento de regresar a la mesa, choco con el hombro de otra persona.

—Nick—Mira quien salió de su madriguera.

Frederick hizo una mueca de molestia.

—Nick—No creí que en este lugar, aceptarán a gente anormal.

Frederick se movió, quería salir del lugar, pero Nick lo tomo del hombro y aplicó un poco de fuerza para empujarlo hacia su mesa, donde se encontraba el resto de sus amigos.

—Nick—No pensarás irte sin divertirte con nosotros ¿verdad?.

Dijo de forma tosca.

Llamo a un mesero, quien se acercó deprisa con una botella y vertió el líquido en un vaso.

—Nick—Bébelo.

Frederick movió el vaso hacia un lado.

—Frederick—No me gusta el alcohol.

Sin embargo, Nick tomo el vaso y lo movió de vuelta hasta Frederick.

—Nick—Vamos, esta vez no te comportes como una delicada florecita.

Frederick tenso la quijada. Lo que más detestaba, era la manera que siempre encontraba para humillarlo.

Sin pensarlo dos veces tomo el vaso y lo llevo a su boca. El líquido ardió en su garganta.

Los hombres en la mesa soltaron una risa estrepitosa, llena de burla. Nick llenó el vaso de nuevo y lo dejo frente a Frederick.

—Nick—Bebe otro.

Al cabo de media hora, Frederick sentía que perdía poco a poco el control de su cuerpo.

—Nick—Vamos, bebé otro trago.

—Susan—Creo que ya fue suficiente.

Los hombres en la mesa, giraron su rostro hacia Susan.

Mientras Nick sonreía, las mejillas de Frederick se tornaron rojas.

—Nick—No lo creo. Frederick y yo nos estamos divirtiendo mucho. ¿Cierto?.

Susan observó a Frederick, el chico se tambaleaba un poco, debido a su poca tolerancia al alcohol.

—Nick—Vamos, continuaremos la fiesta en otro lugar.

Nick tomo del hombro a Frederick, con la intención de llevarlo con él.

—Susan—Frederick no irá a ningún lado contigo, Nick.

Se giró hacia Frederick y lo tomo de la mano.

—Susan—Vamos, te llevaré a tu casa.

Nick volvió a sonreír, aunque por dentro solo sentía molestia por la intromisión de Susan.

—Nick—Lo mejor será que lo lleve yo. No creó que a tu prometido le agrade la idea de ver que llegues con él, Susan.

—Susan—En todo caso, ese sería mi problema, Nick.

Nick tenso la quijada y miro por última vez a Frederick.

—Nick—Bien.

Cuando se disponía a retirarse, golpeó el hombro de Frederick, ocasionando una gran molestia en Susan.

—Susan—¿Estás bien?.

Susan tocó sus mejillas rojas.

Frederick bajo la vista al suelo lleno de vergüenza. En ese momento todo daba vueltas a su alrededor, no sabía si solo era el alcohol en su sistema o la sensación que provocaba una simple caricia de Susan.

—Frederick—Ss... Sí. Estoy bien.

—Susan—¿Estás seguro?.

—Frederick—Yo... Sí, sí estoy...seguro.

Volvió a responder con torpeza.

Susan frunció el entrecejo y después de observarlo unos segundos, dijo.

—Susan—Supongo qué debo creerte.

Lo tomo de la mano para llevarlo hacia la salida del lugar. Las manos de Frederick temblaron de nuevo.

Ya en el auto, después de unos minutos, Frederick se había quedado dormido.

Susan lo observaba con cautela. Frederick tenía unas pestañas largas, una nariz perfilada y sus labios, a pesar de ser poco carnosos, le parecían sensuales.

Con gran curiosidad, extendió su mano hacia la boca de Frederick, para tocar sus labios. El chico frunció el entrecejo dormido, al sentir el tacto en su boca.

Lo que provocó una pequeña risa en ella.

—Chófer—Estamos llegando a la mansión Pussett, señorita Belf.

Susan levantó la vista hacia el frente.

—Susan—Dirígete a la villa.

El chófer asintió y cambio de dirección.

En la villa Belf, el chófer había subido a Frederick hasta la habitación de Susan.

—Susan—Ya te puedes retirar.

Le ordenó al chófer, después de dejar a Frederick en la cama.

Pero antes de que el hombre saliera, Frederick comenzó a desvestirse, imaginando que se encontraba en su habitación.

El chofer se tapó los ojos y salió con prisa.

Aun con su sorpresa, Susan no perdió ningún movimiento del hombre que desesperado arrojaba su ropa al piso, dejando ver poco a poco su anatomía.

Bien dicen que "no hay que juzgar a un libro por su portada". Ahora Susan entendía el por que.

Después de no sentir prenda alguna en su cuerpo, Frederick se dejó caer en la cama casi inconsciente por el alcohol.

Susan soltó una pequeña risa y se acercó a la cama, para tapar la desnudes de Frederick con una manta.

—Susan—Lindo espectáculo, tigre.

Tomo su piyama y salió de la habitación.

Por la mañana, Frederick despertó desorientado y con fuerte dolor de cabeza.

—Susan—Por fin despertaste, bello durmiente.

Dijo Susan desde la puerta.

El color pálido de Frederick se volvió completamente rojo.

Susan soltó una pequeña risa y se acercó a la mesa de noche. Dejo sobre ella un vaso con agua y una pastilla para la resaca.

—Susan—Tómala, te hará sentir mejor.

—Frederick—Gra... gracias.

Cuando se movió para tomar la pastilla, se percató de que se encontraba desnudo bajo la manta.

Frederick miro todo su ropa en el suelo y después regreso su vista hacia los ojos de Susan.

—Susan—¿Pasa algo?.

Pregunto con un semblante casi serio.

—Frederick—Yo... Yo...

—Susan—¿Tú?.

Ella hacia un gran esfuerzo por no reír, pues imaginaba que pasaba por la cabecita de Frederick Pussett.

—Susan—¿Quieres saber por qué estas desnudo en mi cama?.

—Frederick—Sí...

Respondió desviando la mirada.

Susan se acercó un poco a él y con las yemas de sus dedos, rozó una pierna de Frederick.

—Susan—La respuesta es muy obvia.

Le habló de manera sensual.

Él abrió los ojos, más de lo común.

—Susan—Pero no te preocupes, anoche estuviste magnífico, tigre.

Luego de sonreírle de nuevo, le guiño el ojo.

Frederick se cubrió el rostro, quería morir en ese instante por la vergüenza.

Sin soportarlo más, Susan soltó una risa estrepitosa.

—Susan—El baño está detrás de aquella puerta, cuando estés listo te espero abajo, tigre.

Dijo ella mientras caminaba hacia la puerta.

Frederick se derrumbó en la cama, sentía sus mejillas arder y su corazón latir desbocado.

...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...

Archi Pussett.

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