Clara lanzó un bufido mientras trataba de atar sus cordones y en el proceso limpiar aquella popo de pájaro que había caído sobre su zapato.
Sin querer miró al cielo como si quisiera reclamarle el porqué de su desafortunada suerte. Sin embargo, el cielo no le dio ninguna respuesta, es más, este se encontraba despejado, incluso algunas aves se hallaban cantando como si pudieran predecir que hoy sería un gran día para todos, excepto, Clara.
Después de todo, desde que había amanecido le había pasado de todo.
— Al menos no fue popo de perro — musitó tratando de animarse.
Hoy era su primer día de clase, debido a que su padre trabajaba en el área comercial de una gran empresa, siempre estaba viajando por diferentes ciudades del país. Por lo que Clara podía recordar que nunca se quedaban en el mismo lugar más de un año, razón por la que siempre estaba cambiando de instituto.
A pesar de que al principio era algo tedioso para ella no permanecer por más de un año en una misma ciudad, al final no tuvo más opción que adaptarse. Después de todo, no era como si su padre fuera a renunciar a su trabajo o ella pedirle que lo haga.
Ella sintió que no era justo para ninguno de los dos, por lo que al final dejó la suerte echada al azar, pensando que en el futuro su padre tal vez cambiará de trabajo.
Pero…
Como la suerte era algo que le faltaba, pasaron más de diez años y en su vida no hubo ningún cambio, es más, la última vez tuvo que cambiar de instituto a mitad de año.
Lo único bueno es que este era su último año.
Clara, luego de terminar de arreglar sus pertenencias, empezó a caminar. Aunque esté era su primer día de clases, ella había estado viviendo durante más de un mes en la ciudad, por lo que las rutas y calles era algo que ya reconocía e incluso había conocido a un par de personas.
Luego de caminar un par de cuadras, llegó a la parada de bus en dónde pudo observar a otros estudiantes.
Al ver la falda corta de algunas chicas no pudo evitar mirar la falda celeste que estaba usando, la cual le quedaba un poco apretada debido a que su padre se había confundido de talla. Sin embargo, como vio que ella no era la única que la estaba utilizando más arriba de las rodillas, se sintió un poco mejor.
— ¡Escuchaste la última! ¡Dicen que Daniel está preso! — parloteo alguien a su oído.
Debido a que Clara no tenía nada más que hacer, decidió escuchar aquella conversación que tenía tan exaltado al joven que estaba a su lado.
— ¿Cómo puede estar preso? Aún es menor de edad. Además, cuántas veces al año han dicho lo mismo. ¿Crees que teniendo los antecedentes que tiene lo dejarían preso? Vamos, ya viene el bus, no perdamos el tiempo.
Al escuchar aquello, Clara se levantó rápidamente con la intención de seguirlos. Sin embargo, en su afán por no perder el bus, aplastó algo suave.
Ella miró hacia abajo para ver qué era lo que había aplastado. Al darse cuenta de lo que era no pudo evitar maldecir hacia sus adentros.
— Esta vez si es popo de perro — musito con la expresión que hubiese tenido alguien que ha perdido el alma.
Debido a esta situación, Clara no tuvo más opción que dejar pasar el bus. Después de todo, no quería que la tachen de apestosa el primer día de clase.
Por lo que, caminó hasta la tienda de la Sra. Margarita para pedirle un poco de agua para limpiarse.
— ¿Qué te pasó esta vez, pequeña? — cuestionó aquella anciana con una sonrisa maternal en el rostro.
Clara frunció los labios antes de hablar — Pisé popó de perro. Me regala un poco de agua.
La Sra. Margarita miró a la joven de cabellos cafés y ojos almendrados con diversión antes de pasarle un bote con agua.
Después de todo, aquella muchacha desde que se había mudado se había convertido en su cliente habitual. A veces, se sentía preocupada por esta niña tan descuidada que siempre estaba cayéndose o pisando cosas extrañas.
— Llegarás tarde a clase, lávate rápido, cariño — le dijo.
Ante sus palabras, Clara asintió.
— Muchas gracias — comentó antes de alejarse.
Aunque durante todo el intercambio entre aquella señora había tratado de mantener una actitud distante, solamente ella sabía lo avergonzada que se había sentido por dentro.
— A este paso la señora Margarita pensará que soy alguna clase de tonta.
Tras decir aquello decidió no esperar el bus y correr hasta el instituto, después de todo no quedaba tan lejos.
Clara corrió por algunos minutos, en el proceso no podía dejar de mirar la hora en su reloj.
— ¡Llegaré tarde! — anunció tratando de correr un poco más rápido.
Sin embargo, cuando estaba a solo un par de cuadras de llegar, tuvo que parar de correr debido a la presencia de cierto grupo de estudiantes.
Eran como seis chicos, por el uniforme celeste pudo ver qué eran de la misma escuela, sin embargo, la actitud y la forma en la que la miraban hizo que se sintiera desconfiada.
Sin querer apretó su bolso a un costado y bajó la cabeza como si quisiera pasar desapercibida.
— ¡La estudiante de ahí! ¡Detente! — proclamó el que parecía ser el líder.
¡Oh, no!
Pensó Clara para sus adentros mientras aceleraba sus pasos.
Sin embargo, cuando menos lo espero, se vio arrastrada hacia un callejón oscuro.
— Niñita, ¿acaso no escuchaste que te estaba llamando?, veo que eres nueva, nunca he visto tu rostro, tal vez por eso no sabes que todos en el instituto «Everest» deben pagar una cuota para entrar.
Los otros jóvenes alrededor soltaron una carcajada cuando aquel chico calvo termino de hablar.
Clara frunció los labios al escuchar aquello.
¿Acaso ese tipo calvo creía que ella era estúpida? Claramente, se había dado cuenta de que todo lo que dijo era una mentira.
De todos modos, ¿A quién demonios asaltan su primer día de clases?
Nota de Autora
Holi otra historia está a la vista, está la dulce historia de amor de dos tontos así que no esperen tramas complicadas y disfruten del romance adolecentes y la comedia que crearé.
PD: Las actualizaciones son diarias. Cómo estoy subiendo otra historia al mismo tiempo será solo de un capítulo por día hasta nuevo aviso. :)
Al final, Clara no tuvo más remedio que darle el poco dinero de bolsillo que tenía en su poder, debido a que no apareció ningún guapo héroe que salvé a la belleza.
Olvídate de un héroe, ni siquiera un mosquito hizo acto de presencia.
— Je, ahora que Daniel está preso, esta escuela me pertenece, vamos a ver quién se atreve a detenerme — especuló aquel joven medio calvo haciendo que sus seguidores silben como si lo estuvieran animando.
Clara bajó la mirada, sintiéndose resentida con el mundo.
¿Por qué le sucedían este tipo de cosas a ella?
Luego de que aquel grupo de delincuentes se fuera, Clara suspiro mientras caminaba hacia la entrada del instituto, la cual se encontraba cerrada, después de todo, ya había pasado cerca de media hora desde que se suponía que ella debía haber entrado.
Justo cuando iba a llamar al guardia para qué la dejará entrar, alguien le tapo la boca haciendo que ella empezará a luchar de manera desesperada.
Después de todo, hace menos de diez minutos había sido asaltada, por lo que sus nervios estaban aún alborotados.
— ¡Tranquila! ¡No te haré daño! ¡No me muerdas! ¡Cielos! ¡Solo te quiero ayudar para que no te regañen el primer día de clases! — gruñó aquel sujeto en su oído haciendo que la lucha de Clara se detenga por completo.
Daniel, al notar que Clara había dejado de luchar, sacó su mano de la boca de ella y la enfrentó con la intención de decirle lo loca que estaba.
Sin embargo, en cuanto notó los ojos de Clara, todas las palabras llenas de ira se quedaron atrapadas en su garganta, incluso sintió que su corazón latió un poco más rápido de lo normal.
Él nunca había visto una mirada tan pura en el rostro de alguien, como si fuera un pequeño cachorro que recién veía el mundo.
La chica delante de sus ojos era de estatura promedio, su tez era algo pálida, lo que la hacía parecer frágil como si fuera una porcelana a la que había que tratar con cuidado, pero lo que más le llamó la atención fueron sus ojos, los cuales parecían un par de almendras. Aquella chica tenía una mirada suave, era como si en sus ojos se pudieran reflejar las estrellas.
Ante este pensamiento, Daniel sacudió la cabeza tratando de volver a sus sentidos.
— ¿Qué pasa? — cuestionó Clara al notar que aquel chico la miraba de una manera fija.
Ella por un momento pensó que había algo en su rostro, así que rápidamente se pasó una mano por la cara con la intención de limpiarse.
Daniel se aclaró la garganta antes de mirar a otro lado. Después de todo, se sentía incómodo al mirarla directamente.
Ni siquiera él sabía lo que estaba mal con él.
— Ven, saltemos el muro, te ayudaré — comentó mirándola de reojo.
Al escuchar aquello, Clara lo evaluó de arriba hacia abajo, tratando de ver si este joven delante de ella no la estaba engañando.
El chico delante de ella era alto, muy alto, tal vez medía cerca de 180 cm, por su uniforme ella dedujo que era un estudiante del instituto Everest. Pero, de nuevo, ser un estudiante no lo eximía de ser un criminal. Además, cuando ella vio la forma en la que usaba el uniforme, que no era para nada correcta, se sintió algo temerosa. Sin embargo, no sabía la razón, pero en cuanto vio la mirada firme en el rostro de aquel joven, ella quiso confiar en él.
Clara bajó la mirada antes de levantarla de nuevo para enfrentar los ojos grises de aquel chico con sus ojos cafés. Ella lo miró por algún tiempo como si quisiera leer su alma.
Después de todo, el chico delante de ella parecía no estar engañándola por lo que decidió ir con él.
— Está bien, iré contigo.
Tras decir aquello le extendió su mano con la intención de presentarse.
— Soy Clara — dijo sonriente.
Sin embargo, el apretón de manos que había esperado nunca llegó. Por lo que tuvo que bajar la mano, algo avergonzada.
Daniel no le dio la mano no porque estaba siendo un idiota, sino porque se quedó embobado con su sonrisa.
Por lo que cuando vio la mirada avergonzada de Clara sintió una sensación de pérdida. Cómo para aligerar el ambiente decidió presentarse también.
— Soy Daniel — se presentó.
Al escuchar aquello, Clara abrió los ojos como si estuviera realmente sorprendida. Y no era para menos, después de todo, desde que había iniciado su día no había parado de escuchar rumores acerca de un tal Daniel.
Y los rumores que había escuchado lo tachaban como si fuera un criminal.
— ¿Acaso eres ese Daniel que dicen que está en la cárcel? — le preguntó con cautela.
El chico delante de ella dudó por un momento antes de hablar.
— ¡No! ¡No lo soy! ¡Definitivamente, no soy ese Daniel! — lo negó rápidamente.
Él, que siempre había estado orgulloso de su historial, ahora lo estaba negando como si lo hiciera avergonzar y lo peor es que ni siquiera sabía por qué lo estaba haciendo.
Daniel no pudo evitar sentirse frustrado, por lo que miró a Clara con seriedad y dijo. — Llegaremos tarde, así que vamos.
Tras decir aquello empezó a caminar rápidamente, por lo que, Clara no tuvo más remedio que seguirlo.
Luego de un par de minutos llegaron a un lugar algo desolado. El muro se veía demasiado alto, por lo que Clara pensó si había sido una buena idea seguir a este chico.
— Mejor entremos por la puerta principal. El muro parece un poco alto para treparlo — dijo Clara.
Daniel suspiró mientras se acercaba a ella.
— No es tan alto, vamos te ayudaré.
Ante sus palabras, Clara arrugó la nariz como si no le creyera.
Sin embargo, no tuvo tiempo de rechazar la oferta de Daniel debido a que en menos de un segundo él había envuelto sus manos alrededor de su cintura y la había levantado como si ella no pesará nada.
— ¿Qué estás tratando de hacer? — cuestionó ella con nervios debido a la cercanía.
— Ayudándote a subir — respondió Daniel como si fuera lo más normal del mundo. — Vamos, trata de impulsar tu cuerpo un poco.
Clara dejó de hacer un escándalo de este momento y se concentró en la petición de Daniel.
En menos de lo que espero ya se encontraba al otro lado del muro. Sin embargo, antes de que pudiera cantar victoria y festejar su triunfo con su compañero de crimen.
Alguien apareció, era el inspector.
— ¡Daniel! ¿Qué se supone que estás haciendo? — gritó aquel hombre.
Daniel, que aún no había cruzado el muro, miró a Clara antes de decirle — ¡Corre!
Al escuchar aquello, Clara corrió como si su vida dependiera de ello. Solamente se detuvo cuando llegó al salón que se suponía que era el de ella.
Tocó la puerta un par de veces.
Cuando la puerta se abrió, lo que la recibió fue el rostro malhumorado de la profesora, la cual parecía tener entre unos cuarenta o cincuenta años.
La profesora se arregló los lentes mientras la observaba.
— Buenos días, profesora, disculpe la tardanza, soy una estudiante nueva, por lo que aún no estoy muy familiarizada con el instituto — comentó Clara con el rostro serio.
La profesora la miró fijamente como si tratara de averiguar si ella estaba mintiendo. Sin embargo, debido a que Clara estaba acostumbrada a tener una expresión plana, su pequeña mentira no fue desvelada.
— Está bien, pasa. Espero que esta sea la última vez — dijo la profesora de literatura — ¡Chicos! Tenemos una nueva compañera, vamos preséntate.
Clara hizo un puchero mientras miraba a sus nuevos compañeros. En el salón había más chicas que chicos. Debido a que la miraban fijamente se sintió algo avergonzada. Así que se aclaró la garganta antes de mirar a un punto fijo.
— Soy Clara Reina, espero que seamos amigos.
Luego de su presentación, la maestra le dijo que podía sentarse.
Clara asintió mientras buscaba un asiento. Sin embargo, los únicos asientos disponibles estaban al final del salón.
Debido a que ella nació de manera prematura, tenía un pequeño problema con su audición. Por lo que Clara no podía escuchar claramente a la distancia, no era que no pudiera escuchar solo que no lo hacía correctamente.
Sin embargo, debido a su personalidad complaciente, no dijo nada y se tragó por completo su pequeña molestia.
Ella pensó para sí misma que podía arreglárselas. Era solo que debía concentrarse un poco más para captar bien lo que debía escuchar.
La clase se reanudó de nuevo, como era el primer día de clases, solo estaban haciendo un pequeño recordatorio de los temas aprendidos.
Por suerte, Clara era lista, además de que aunque no era la mejor estudiante, eso no significaba que era vaga. Ella siempre terminaba estando en el tercer o cuarto lugar de toda la escuela. Por lo que fue fácil para ella adaptarse.
Cuando la maestra iba a leer una historia, la puerta se abrió.
La persona que había entrado era el inspector junto con aquel chico llamado Daniel.
— Lamento interrumpir su clase, maestra Lara. Es solo que estaba regalando al joven Caballero — se excusó.
La profesora asintió ante esto mientras le echaba una mala mirada a Daniel.
— Busca tu asiento — espetó.
Daniel resopló, sin embargo, en cuanto sus ojos captaron a Clara. Tuvo que tragarse los comentarios sarcásticos que estaban a punto de salir de su garganta.
— Está bien — dijo con una sonrisa que a todo el salón atemorizó.
Incluso la tiza que estaba sosteniendo la profesora se cayó.
Bajó la mirada atónita de todos, Daniel se dirigió hacia el asunto a lado de Clara y se sentó como nunca antes lo había hecho.
La postura que tenía era la de un estudiante modelo que estaba dichoso de seguir expandiendo su conocimiento, muy diferente de la postura para dormir que siempre había utilizado en el pasado.
— Hola — dijo con el rostro serio.
Clara sonrió ante su saludo.
Ella sintió que había hecho un nuevo amigo. Aunque parecía un rufián, era un buen chico. Después de todo, la había ayudado a escapar e incluso había soportado ser regañado en el proceso.
— Hola, de nuevo — comentó mientras partía la mitad de un borrador para dársela a Daniel — De ahora en adelante seamos amigos.
Daniel aceptó la muestra de su amistad, algo confundido. Sin embargo, cuando cayó en cuenta lo que quería decir Clara, sonrió de manera discreta.
Pero, aunque él estaba feliz, sus pequeños seguidores estaban teniendo una crisis existencial. El chat grupal que tenían estaba a punto de explotar. Incluso no les importaba sacar el celular en frente de la profesora.
Luigi: ¿Qué está pasando con el jefe?
Fercho: Eso mismo me preguntó. ¿Acaso está enfermo?
Cesar: Parece que la cárcel lo cambió. De todas maneras, ¿qué le dio la chica nueva que lo hizo sonreír?
El chat se mantuvo en silencio por un momento.
Luigi: Jefe, confiese que está pasando.
— Ustedes tres, ¿qué creen que están haciendo con su celular? ¡Guarden eso ahora mismo antes de que se los quite!
Debido al regaño de la profesora, aquel trío tuvieron que guardar sus celulares sin poder ver la respuesta de Daniel.
Daniel: Parece que voy a enderezar mis caminos.
Clara, que no sabía nada de esto, debido al regaño de la profesora, empujó su celular al fondo de su maleta. Después de todo, con su suerte, quizás si la maestra la cachara no se ganaría un simple regaño.
La clase pasó rápidamente, casi en un abrir y cerrar de ojos, ya era la hora del almuerzo.
Sin embargo, antes de que ella pudiera salir. Tres chicos algo extraños la rodearon, bueno, en realidad a la persona que rodearon fue a Daniel.
— ¡Jefe! Los…
— ¡Jefe! Vamos a…
— ¡Jefe! La car…
Antes de que pudiera alguno de ellos terminar de hablar. Daniel les pasó una mano por los hombros como si los estuviera abrazando. Acción que hizo al trío callar.
Después de todo, Daniel nunca se había portado de esa forma tan íntima con alguno de ellos. A decir verdad, en todos los años que lo conocían, Daniel nunca los había abrazado.
— Deben estar confundidos, amigos, ja, ja, vengan, vamos a almorzar. Parece que aún están metidos en su personaje, ja, ja — comentó mientras los arrastraba fuera del salón.
Clara miró con confusión su salida.
— Ya se fue. Ya veo. Daniel tiene sus propios amigos. Que lastima me hubiese gustado comer con él — pensó para sus adentros.
Ella recogió sus cuadernos con desgana al darse cuenta de que tampoco tenía dinero debido a que había sido asaltada.
— Eres Clara, ¿cierto? — cuestionó una chica haciendo que saliera de su ensoñación.
Clara se emocionó por dentro creyendo que había una nueva amiga en su radar. Sin embargo, en cuanto escuchó las próximas palabras de aquella chica se sintió decepcionada.
— Parece que tu periodo ya llego — dijo mientras señalaba la falda de Clara y le entregaba una toalla sanitaria — Parece que la mancha no es tan grave, así que con esto bastará.
Luego de decir aquello se alejó.
Clara no sabía si reír y llorar ante toda esta situación. Su suerte parecía no ser la mejor.
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