Capítulo 1
En tierras lejanas donde el desierto cuenta historias de esperanza y amor, en lugares lejanos que no creerías que existen se encontraba una comunidad musulmana cerca del Cairo llamada Ibshanna. En esa comunidad uno de los hombres con más prestigio era Mohamed Rashid era un comerciante importante de telas y curtidor de cuero. Tenía solamente una esposa llamada Karima, como se sabe en esa tierra mística se vive en base a las leyes del Coran su libro más sagrado. Karima había tardado en tener hijos, después de cinco años de matrimonio tuvo consecutivamente a cuatro hijos varones Amin, Mustafa, Ali y Abdul. Mohamed se sentía dichoso por todos los varones que tenía para continuar con la preservación de su apellido y familia. Cinco años después del nacimiento de su cuarto hijo Karima estaba embarazada de nuevo, Mohamed deseaba tener una niña imploraba a Allah que le enviara una pequeña.
El día en que su quinto hijo vendría al mundo llegó, sin embargo el parto había sido el más largo y difícil que Karima había tenido, se extendió hasta el anochecer. En la sala de su casa Mohamed y su hijo mayor Amin estaban esperando que llegara.
—Padre ya se tardo, ¿no?— preguntó Amin
—Hijo recuerda que Allah sabe la hora exacta de nuestro nacimiento, nada sucede si no es su voluntad.— contestó Mohamed
En ese momento se escuchó el llanto del recién nacido, Mohamed subió de inmediato a la recámara para conocer a su nuevo hijo. Allah había escuchado sus súplicas y le había concedido ser padre de una niña. Mohamed hacia el llamamiento de Allah al oído de su hija.
Allahu Akbar (x 4) «Alá es grande, Alá es grande» Ashhadu an la ilaha illa Allah (x 2) «Testifico que no hay más dios que Alá» Ashadu anna Muhammadan Rasool Allah (x 2) «Y testifico que Muhammad es el mensajero de Alá» Hayya ‘ala-s-Salah (x 2) «Acudid a la oración» Hayya ‘ala-l-Falah (x 2) «Acudid a la salvación» As-salatu Khayrun Minan-nawm (x 2) «La oración es mejor que dormir» Allahu Akbar (x 2) «Alá es el más grande» La ilaha illa Allah «No hay más dios que Alá»
Después pronunció el nombre que le daría.
—Te llamaras Mahtob.— dijo Mohamed
La nombró como la luz de la luna que entraba siempre por la puerta de su recámara y en esa misma habitación ella llegó al mundo bajo la luz de la luna.
Karima siempre era dedicada totalmente a su casa, sus hijos y su esposo. Mohamed viajaba mucho a cerrar sus negocios al Cairo. El tiempo pasa, el tiempo es sabio. Mohamed se hacía cada vez más rico dando estabilidad a su familia. Sus hijos crecieron y estudiaron en el extranjero; cuando volvieron aprendieron de su padre poco a poco como hacer negocios, cada uno de ellos fue haciéndose de su propia riqueza. Así uno por uno comenzaron a casarse como enseñaba la religión, excepto Ali y Mahtob.
Ali daba clases en la facultad en El Cairo su padre apoyaba su vocación como docente. Tal vez un día él decidiría casarse. Pero Mahtob siempre fue diferente, ella quería estudiar; acababa de cumplir diecisiete años y pretendientes tenía muchos. Pero Mohamed no quería casarla. Ella era la luz de sus ojos, no era para cualquiera según su criterio. Mahtob era la belleza de la comunidad, y eso que solo dejaba ver sus ojos.
—Salam Aleikum, Padre ya decidiste ¿Si vas a dejarme estudiar en El Cairo?.— preguntó Mahtob
—Aleikum Salam mi dulce luz. Yo estoy de acuerdo en que estudies, pero tú madre dice que deberías seguir aprendiendo el coran y que debes casarte como todas las demás mujeres.— respondió Mohamed
—Yo no he dicho que no quiero casarme, lo único que digo es que quiero una carrera. Así como mis hermanos, además si estudio medicina solo atenderé mujeres y niños lo juro tres veces. Por favor padre déjeme estudiar, por el profeta que no deshonraré su nombre.— suplicaba Mahtob
—Mañana irás con tu hermano Ali a la universidad, él te ayudará a inscribirte en la facultad, ¿te parece? Ya yo lidiare con tu madre.— respondió Mohamed
—Shukran padre, usted es la alegría qué hay en mi vida.— decía Mahtob mientras abrazaba a su padre.
—Recuerda no olvidar las enseñanzas del profeta, debes usar el velo y no debes andar de exhibicionista o conversando con hombres.— señaló Mohamed
—Como usted ordené padre, su bendición.—dijo Mahtob
Mahtob bailada por toda la casa, podría seguir estudiando y tener una carrera. Ella se sentía realmente bendecida, su padre era un hombre de religión pero también había estudiado en el extranjero, era por eso que sus pensamientos no eran inflexibles.
Es difícil para una mujer musulmana tener algunas libertades, pero ella las tenía gracias a su padre. Así que tenía que aprovecharlas, sin deshonrar a su padre y sobre todo a su familia.
—¿Por qué estás tan feliz Mahtob?— preguntó su madre
—Porque tengo al mejor papá de este mundo, obvio también a la mejor mamá.— respondió Mahtob mientras le daba un beso en la mejilla.
—Te consciente demasiado, espero que realmente no olvides lo que te hemos enseñado. No lleves a tu padre a la vergüenza y más a tus hermanos. Allah nos libre del fuego del infierno, y de que provoques que el techo de esta casa caiga sobre nosotros.— dijo Karima
— Claro que no madre, al contrario al tener una carrera podré ayudar. Sentirme útil y después pensaré en el matrimonio— respondió Mahtob
Ella estaba radiante, se sentía inmensamente feliz y plena. Agradecía por la familia que tenía, ya que la mayoría de sus amigas y primas ya estaban casadas, a muy temprana edad. Todas eran obligadas a renunciar a sus sueños.
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Capítulo 2
Como lo había prometido Mohamed, Mahtob y Ali salieron rumbo a la facultad, Ali estaba sorprendido de que su hermana logró convencer a su padre de dejarla estudiar aún en contra de la voluntad de su madre.
—Mahtob no defraudes a papá, está oportunidad no la tiene ninguna mujer musulmana.— dijo Ali
—No te preocupes lo sé, estoy consciente. No avergonzare a nuestra familia.— respondió Mahtob
—Sobre todo sigue las reglas, lo bueno es que en la facultad están divididos hombres y mujeres, la segregación siempre va a existir y no debes contradecirla.— dijo Ali
—Con mayor razón podré darle tranquilidad a mi padre de que todo estará bien. Solo quiero cumplir mi sueño y después seguiré la costumbre sobre casarme.— dijo Mahtob
Ali tenía un mal presentimiento, pero no sabía el ¿por qué?. Solo quedaba pedir que todo saliera bien. Más tarde el director de la facultad le había dado la buena noticia a Ali, ella sería parte de los estudiantes de medicina.
—Lo lograste! ¿Estás feliz hermana?.—preguntó Ali
—Si, mucho. Gracias hermano por apoyarme y ayudarme a hablar con el director.—respondió Mahtob
—Hay que llamar a nuestro padre, para darle las buenas noticias.—dijo Ali
Mahtob se sentía dichosa, cumpliría su sueño. Mientras Ali hablaba con su padre, Mahtob miraba los velos ahí en la Ataba, sobre todo las telas, era todo tan bonito. Definitivamente debía comprar unos nuevos, para verse linda para su nueva vida. Estaba tan distraída admirando los velos que no se percató que alguien la observaba.
El extraño se acercó para observarla más de cerca, él quedó hipnotizado por sus ojos. Eran los ojos más hermosos que había visto en su vida, su mirada era profunda. A pesar de que no podía ver su figura su mirada le mostraba su alma. Era la primera vez que una mujer de una cultura extraña atrapaba su atención. De pronto observó que un hombre joven se acercaba a ella, llamándola por su nombre.
—Mahtob! Aquí estás me asuste no te alejes, pueden robarte. Que cuentas le daría a nuestro padre.—decia Ali
—Quiero comprar estos Velos para cuando comience ir a la facultad. Lo siento hermano sin darme cuenta me aleje.—respondió Mahtob
—Anda cómpralos para irnos, antes de que se nos haga más tarde.— dijo Ali
Aquel hombre observaba cómo ambos hermanos se iban de aquella tienda. No podía acercarse a la mujer ya que estaba prohibido, además el solo estaba ahí por negocios. Lo mejor era dejar todo por la paz. Él llegó con el dueño de esa tienda para recoger su mercancía. Mientras estaban negociando no podía dejar de pensar en ella. Pedro Ruiz Velasco Vidal venía de Italia, aunque su raíces eran de España, había crecido en Milán, era el líder de la mafia un hombre peligroso. Él era alto moreno claro, sus ojos eran oscuros, su cuerpo era atlético y delgado, era un hombre que imponía con su presencia el tenía veintiocho años de edad. Era tan encantador que las mujeres caían a sus pies, amantes tenía muchas pero su único compromiso era con su familia.
—¿Entonces señor está conforme con el precio?.—preguntó Farid
—Tampoco te quieras jubilar.— respondió Pedro
—Jamás he abusado en nuestros tratos si a eso se refiere.— dijo Farid
—No te pases de listo, te recuerdo que todos son reemplazables. Si no quieres que arrase con tu tienda y tu familia es mejor que sigas caminando derecho, ¿entiendes?.—le preguntó Pedro
—Si, si señor. Es que este cargamento no lo dieron más caro por qué no fue fácil conseguirlo.— respondió Farid
—Está bien, mandaré por mi encargo. Aquí tienes el dinero. Te reiteró cuidado con que quieras hacernos una mala jugada.— dijo Pedro
—Como cree señor, siempre hemos hecho tratos con su familia. Desde su abuelo y su padre.—respondió Farid
—cuando llegue, había una joven aquí, estaba comprando Velos, ¿sabes quien es?—preguntó Pedro
—A ella no la conocía, pero al Joven que venía con ella si. Él es maestro en la facultad su nombre es Ali Rashid, y sus hermanos tienen negocios aquí mismo en la Ataba. Pero ellos vienen de una comunidad aquí cerca del Cairo, actualmente viven en el nuevo Cairo. La joven debe ser su hermana las mujeres no pueden salir solas y tengo entendido que tenía una hermana menor. Debe ser ella ya que el maestro es soltero, debo decirle que su familia es muy apegada a la religión. Así que no creo que tenga oportunidad de acercarse a la joven señor.—respondió Farid
—Solo estoy haciendo plática, quien te dijo que me interesaba esa joven y más siendo musulmana.—aclaró Pedro
—Discúlpeme señor sólo estaba suponiendo.—dijo Farid
—Mañana enviaré a mi gente por la mercancía. Y por favor báñate más seguido es desagradable con este calor aguantar tu olor.— dijo Pedro
Farid sabía que su cliente era peligroso, ahora que se había ido pensó si había sido correcto hablarle sobre el maestro Ali y su familia.
Pedro y su gente volvían a su casa que tenían en El Cairo en el trayecto no pudo dejar de pensar en ella. ¿Que estaba pasando? Se preguntaba, como es posible que unos ojos lo hayan trastornado. Él estaba acostumbrado a admirar a las mujeres por su belleza física no solo por sus ojos. Tal vez aquella joven tenía los ojos más hermosos, pero debajo de su ropa suponía que no había nada más que admirarle. A lo mejor eso era lo que lo atraía el enigma debajo del velo.
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Capítulo 3
Pedro volvió a Milán, ya que debía estar al pendiente de su hermana y sus demás negocios. Sin embargo no podía apartar de su mente aquella joven el solo recordar su mirada hacia que le ardiera la sangre.
—Hermano has vuelto!— dijo Paris
—Claro y te traje todo lo que me encargaste. ¿Todo bien?.— Preguntó Pedro
—Si hermano todo estuvo bien. Y tú te ves diferente. ¿Todo bien?—respondió Paris
—Si, todo estuvo como siempre.—respondió Pedro
—La que no dejó de buscarte es Florencia, de todo tu Harem es la más aferrada a ti.—dijo Paris
—Ya le he dicho que no tiene que llamar a esta casa. Hablaré con ella.—respondió Pedro
En realidad él no quería compartir lo que estaba abrumando sus pensamientos, esa joven se estaba volviendo una obsesión. Se cuestionaba cómo sería su cabello y la forma de su boca, el color de toda su piel o la forma de su cuerpo. Tenía que luchar contra la tormenta que había llegado a su cabeza.
Pasaron los días, Pedro fue a buscar a Florencia. Como siempre ella totalmente disponible para él.
—Amor te extrañe tanto, me tienes muy abandonada.— dijo Florencia mientras se colgaba de su cuello.
—Cuantas veces te he dicho que no llames a mi casa, ahí vive mi hermana tienes prohibido llamar o visitar mi casa. Por respeto a mi hermana.— dijo Pedro molesto.
—Perdóname es que no sabía nada de ti, y no resistí buscarte. Además tu hermana se portó demasiado pedante.— respondió Florencia
—Cuida tus palabras, no permitiré que te expreses así de mi hermana.—dijo Pedro
—Está bien, lo siento. No quiero que discutamos, me alegra que ya estés aquí. Deja que te llene de mi.— dijo Florencia mientras besaba apasionadamente a Pedro.
Para Pedro era un escape a sus pensamientos y deseos. Pero no dejaba de pensar en la joven musulmana.
Pasaban los meses y Mahtob se convertía en la alumna más destacada de la facultad, disfrutaba mucho de la carrera que había elegido. Antes no había tenido amigas tan cercanas, hasta que conoció a Khadijah la hija de Farid, el mismo comerciante donde Pedro hacía sus negocios cuando llegaba al Cairo.
—Khadijah tengo rato llamándote y no contestas, ¿que te tiene tan distraída?.—pregunto Mahtob
—Mahtob mi padre acaba de decirme que debo dejar la facultad porque debo casarme. Ya hay un arreglo matrimonial con un hombre que se dedica a hacer zapatos, al parecer su hermana me conoció en el cumpleaños de la Doctora Haqq. Vinieron hacer la propuesta y mi padre aceptó.— respondió Khadijah entre lágrimas.
—No llores, dile a tu padre que te deje terminar la escuela y que buscaras matrimonio como la religión lo manda.—dijo Mahtob
—No entiendes, no todos tenemos un padre como el tuyo. Mi padre dijo que si mi esposo lo permite volveré a la facultad.—respondió Khadijah
—Si tu esposo lo permite, eso no es justo.—dijo Mahtob
—Recuerda que cuando nosotras nos casamos ya no pertenecemos a nuestra familia, pertenecemos a la familia de nuestro esposo.—respondió Khadijah
Mahtob se sentía llena de coraje porque no podía ayudar a su amiga.
—Haré oración por ti, para que Allah te ayude con el destino que te espera.—dijo Mahtob mientras abrazaba a Khadijah
Mahtob se sentía bendecida de que su padre había decidido apoyarla a que estudiara y no obligarla a casarse. Sabía que en su religión era difícil ser una mujer, el matrimonio se considera un negocio, una obligación ya que se estipula que al padre de la novia se les da una cantidad de dinero por su hija. Pero si también se resistía al casamiento podría ser castigada o encerrada para siempre en su casa. La mujer no tenía voz, eran esclavas de las leyes del Corán. Más tarde en su casa Mahtob se acercó a su padre.
—¿Que sucede luz de mi vida? ¿Que te tiene tan triste?.—preguntó Mohamed
—Su bendición padre, papá si surgiera un pretendiente en lo que terminó la facultad ¿usted me obligaría a casarme?.— preguntó Mahtob
—Propuestas así he recibido muchas, pero no te preocupes mientras yo esté aquí no aceptaré ninguna. Dejare que tú me digas cuando te sientas lista entonces ahí es cuando te buscaré un esposo.— dijo Mohamed
—Shukran papá.— dijo Mahtob mientras abrazaba a su padre.
Mohamed sabía que su hija era una buena mujer, y que siempre habia sido seguidora de las leyes del Corán. No haría nada en contra de él o de la religión.
Mahtob se sentía tranquila de haber hablado con su padre, Mohamed era muy respetado en su comunidad. Él era un hombre muy religioso, pero aún así sabia usar su inteligencia. Llegado el momento el elegiría a su esposo y Mahtob sabía que encontraría el adecuado en base a la sabiduría de su padre.
Aún así no evitaba sentirse afligida por su amiga, ahora se volvería a quedar sola en la facultad. Ella no era muy buena para hacer amistades.
Un mes después Khadijah ya no asistía a la universidad, así que mientras Ali el hermano de Mahtob terminaba de dar clases, a ella se le ocurrió ir a visitar a su amiga al Ataba.
—Salam Aleikum, ¿puedo ver a Khadijah?.— preguntó Mahtob
—Jovencita no debes andar sola por las calles, tu padre sabe que andas exhibiéndote, además las mujeres no deben hablar con los hombres.—respondio Farid
—Estoy esperando a mi hermano, vine a visitar a su hija con el permiso de ellos. No me estoy exhibiendo.—respondió Mahtob
—Insha’Allah mi hija no seguirá en esa escuela donde solo les enseñan cosas que las llevan a la perdición.—decía Farid, De pronto la voz de un hombre se escucha en la tienda.
—Así que ahora te dedicas a dar cátedras de moral.—dijo Pedro, Mahtob sintió un escalofrío volteó a ver al desconocido, que estaba atrás de ella, inmediatamente él la reconoció. El se quedó embelesado observándola. Ahora su velo no cubría su rostro, él pudo ver a detalle la mujer que durante meses había sido su tormento no solo tenía los ojos mas hermosos, también tenía un rostro angelical. Aún sin maquillaje, su boca tenía el color de las rosas y una nariz perfecta.
Mahtob bajó inmediatamente la mirada, sin poder moverse solo evitó seguir mirándolo o que el la observara. No estaba bien visto que un hombre le hablara a una mujer musulmana podrían ambos ser apresados.
—Señor disculpe solo que tenemos reglas y ella es una joven aún a cargo de su familia, no está permitido que ande sola. Solo estoy evitando que deshonre a su familia.— respondió Farid
Mahtob sin decir una sola palabra se retiró deprisa, no quería que por una imprudencia su padre decidiera castigarla o perder su oportunidad de estar en la facultad. Pedro intentó detenerla pero ella fue rápida y sigilosa, mientras para él había sido un grato encuentro.
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