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El Dios Del Fuego

Prólogo

IVÁN

Mientras todos nosotros, ilusos de mierda, celebramos nuestra victoria sobre la Orden de la Luz, en el mundo científico y político, se estaban volviendo locos. 

Si tan solo hubiéramos sabido lo que las palabras del Rey Dragón significaban, podríamos habernos dado cuenta de que además de condenar a los humanos normales, lo hizo también con todos los que habitamos este jodido planeta.  

¿Huir? Imposible, ¿Esconderse? Inútil. 

Al Rey Dragón otra vez se le fue la mano y por su culpa, no sólo nosotros los centinelas sufriremos esta vez, sino el planeta entero será exterminado.

Empezó tan lentamente que ninguno de nosotros nos dimos cuenta, al principio era una noticia aquí y allá en el noticiero, pronto fueron más comunes los sucesos, tanto que la gente saltó a la conclusión obvia, culparon al calentamiento global. 

Salían en televisión cada vez más "expertos", explicando que si no cambiamos nuestro modo de vida, nuestro planeta no lo soportaría y que estábamos cerca del punto de no retorno. 

Protestas en todo el mundo empezaron a surgir, algunas contra las industrias, otras contra políticos, en realidad todos culpaban a alguien más, sin saber que la realidad era mucho más aterradora. 

¿Calentamiento global? ¿Fenómenos fuera de lo común? Sólo tonterías. La respuesta estaba lejos del alcance de las personas normales, incluso de nosotros, quienes no nos percatamos de nada hasta que la verdadera información se filtró. 

Uno de los proveedores de armas de Lucas, quien también es vendedor de armas legalmente para el gobierno, fue el que nos alertó primero. 

La verdad era tan ridícula, como aterradora y aunque no creímos del todo lo que nos dijo, tampoco lo descartamos sin más. 

Comida, medios de comunicaciones antiguos, armamento, es lo que conseguimos en el caso de que fuera verdad. Aunque debo decir que comprar armas no significó un cambio, ya que siempre lo hicimos.

Lo que ratificó la teoría, fue que los fenómenos meteorológicos empezaron a ser más agresivos y prolongados. Huracanes, inundaciones, olas de calor nunca antes vistas. Millones de muertos y muchos más desplazados. 

Las comunicaciones empezaron a ser afectadas y para cuando las autoridades del mundo decidieron utilizar los medios de comunicación para decir la verdad, antes de que estos terminarán de fallar, el mundo ya estaba inmerso en el caos. 

¿La verdad? La verdad era que la tierra estaba dejando de girar, lenta, pero progresivamente. Y como consecuencia, el día se estaba alargando en la mitad del planeta y acortando en el otro. 

El pronóstico era desolador. Un lado sería abrasado por el calor y la contraparte estaría expuesto a extremadamente bajas temperaturas. 

De cualquier manera, la vida en la tierra no era auspiciosa. Con el tiempo sería nuestro fin. 

Una vez conocido el destino al que se enfrentaba nuestro planeta, los ricos más audaces empezaron a desesperarse por conseguir una manera de poder habitar otro planeta, mientras que el resto intentaba viajar a los lugares menos afectados, procurando acumular recursos. 

Los agricultores dejaron de sembrar y cosechar sus campos, debido a las inclemencias del clima, pero también por el miedo de que fueran atacados para robar lo que ellos pudieran producir.

Lo cierto es que la mayoría de las personas comprendió lo que el anuncio de las autoridades significaba y eso era el fin de la humanidad. Los trabajadores dejaron de ir a sus trabajos, policías y militares optaron por ir a proteger a sus propias familias y a sus hogares, en lugar de cumplir órdenes inútiles, si de todos modos morirían de igual manera. Los políticos desaparecieron, huyendo con todo lo que pudieron llevarse. Pero de cualquier modo, no había en realidad lugar seguro, no a largo plazo. 

Es en esos momentos cuando se multiplicaron los saqueos, los robos, los asesinatos. Los fuertes, los malvados, los desalmados, los monstruos enfermos, todos ellos dejaron las sombras y sin nadie que les pusiera freno, fueron libres. 

Todos aquellos instintos que muchos reprimieron, todos los que pretendieron, no lo hicieron más. Personas que fueron decentes, ya no lo eran, personas que se llenaban la boca hablando de cuidar a otros, fueron los primeros en atacar al que tenían al lado. 

La verdadera naturaleza de las personas salió a la luz y aún las personas que intentaron mantener sus valores, tuvieron que hacerse crueles para poder sobrevivir. 

Las cuidades se volvieron peligrosas y muchos escaparon a los campos, de manera que los campos también se volvieron peligrosos. 

Todo eso y más pasó en unos pocos meses y en medio de ese caos, buscamos incansablemente al Rey Dragón, concientes de que era el único con el poder para haber provocado tal desastre y por consecuencia, el que podía detenerlo. Pero no lo encontramos en ningún lugar, no importa lo mucho que lo intentamos. 

Debido a la desesperación, fue que recurrimos a buscar soluciones creativas, tanto que rayaban lo ridículo, pero una esperanza esquiva e inverosímil es todo lo que nos quedaba. 

Capítulo 1

MARA

Me falta el aliento, mientras corro lo más rápido que puedo. Nunca he sido demasiado atlética, todo lo contrario, pero ahora doy todo de mí para que mis doloridas piernas se muevan, porque en el momento en que me atrapen, no estoy segura de qué harán ellos conmigo. 

-¡Tienes que atraparla, imbécil!- grita uno de los tipos que tengo a mi espalda. 

-¡Lo haré! ¡Déjame divertirme un rato!- responde un segundo de ellos. 

-¡Nos divertiremos con ella una vez que la tengamos!- reclama una diferente voz. 

-¡Tienes razón!- responde el tipo que quería divertirse, mientras me persigue un poco más. 

¡Nunca debí haber venido!

Yo sólo quería ayudar una vez. Todos piensan que soy una inútil y simplemente me ignoran cuando hay que hacer algo importante, pero ¿cómo puedo quedarme sin hacer nada, cuando la comida está empezando a escasear? No puedo, no debería hacerlo, sin embargo, por actuar por mi cuenta ahora estoy metida en problemas y nadie sabe dónde estoy. Ni siquiera le dije a mi hermano Nico. 

Corro y jadeo y casi no puedo escuchar nada más allá de eso, mucho menos sé dónde se supone que estoy yendo. Es de noche y la electricidad hace un tiempo que ya no funciona.

Simplemente corro hacia adelante, hacia donde estoy vuelta y si encuentro un obstáculo, cambio de dirección. Es una mala estrategia, lo sé, pero no quiero ver hacia atrás y que ellos estén sobre mí. 

Supongo que tienen razón en llamarme Mara la miedosa, Mara la inútil, Mara la afligida. 

Eso último porque eso es lo que mi nombre significa. Afligida, Amargada, no es un lindo significado para elegir un nombre para un hijo. 

Una mano me agarra el hombro y grito, mientras me dan vuelta de golpe, tan fuerte que terminó cayendo fuerte al suelo. 

-Te atrapé por fin- dice la voz de un hombre. Levanto mi mirada y puedo distinguir que se trata de un tipo desaliñado y apestoso. Aunque no puedo ver mucho de sus características, puedo darme cuenta de eso. 

-¿Qué quieres conmigo?- pregunto, mientras trato de arrastrarme hacia atrás para crear espacio y poder levantarme. 

Él se acuclilla y mira. 

-Ya deberías saber lo que pasa con las mujeres en este tiempo, nos divertiremos contigo y luego, si aún vives, veremos si puedes servir para algo más- su aliento rancio me llega junto con sus palabras, las que me hacen estremecer. -A mi amigo le gustan como tú, un poco gorditas, así que probablemente te conserve. 

Mi mano da con una pared a mi espalda y la utilizo para ayudarme a levantar, pero el tipo lo hace conmigo y para ese momento, sus compañeros están llegando también. 

-Bien hecho, idiota- felicita uno de los llegados, hablando de manera entrecortada. 

-Vale la pena darte de comer- dice el otro. 

-No bromees, siempre soy útil- reclama el tipo que me atrapó. 

-Lo que digas- responden los otros dos.

-Ahora, qué tal si disfrutamos de nuestra mujercita. 

-Por fin estás diciendo algo inteligente. 

Veo como una mano es estirada hacia mí y cierro mis ojos, sabiendo que eso es todo, que se divertirán conmigo hasta que no quede nada y que no podré resistirme contra tres hombres adultos. 

Al menos me hubiera gustado despedirme de mis hermanos. 

Estoy pensando en eso, cuando una luz potente me hace abrir los ojos y lo que veo es a los tres hombres prendidos en llamas. Me alejo de ellos, mientras que gritan y tratan de correr, sacándose la ropa de encima, desesperados. 

De pronto una mano toma mi muñeca, asustada miro hacia mi costado y veo a un hombre joven, mirándome.

-Salgamos de aquí, mientras están distraídos. No te quedes sólo viendo- dice él.  

Trago saliva, dándome cuenta que en realidad sólo estaba mirando sin hacer nada, aturdida. Sigo al hombre, ya que parece más confiable que quedarme cerca de esos tres, aunque puede que también sea un error. Ya no puedes confiar en la gente, no desde que el mundo empezó a cambiar. 

El hombre me lleva con él y recorremos un par de cuadras, llegando hasta una motocicleta medio oculta entre los autos allí abandonados. 

Él se detiene al lado de la moto y luego se vuelve a mirarme. 

-¿Dónde?- pregunta. 

-¿Dónde?- repito sin entender. 

-¿Dónde quieres que te lleve? 

-Vivo hacia el este, a las afueras de la ciudad- respondo, apuntando en esa dirección. 

-Bien, arriba- dice, mientras que él se sube a la moto y la enciende, prendiendo una suave luz que sólo ilumina unos tres metros hacia delante. -Rápido sube. Esta cosa llama un poco la atención. 

-Sí- le digo y me apresuro a subir detrás suyo. Luego dudo de dónde poner mis manos, ya que es la primera vez que subo a una moto. 

-En mi cintura- dice él con impaciencia, dándome una mirada por sobre su hombro. 

Lo abrazo y él inicia el viaje hacia la dirección que le indiqué. La moto, a diferencia de lo que esperé, es más silenciosa que cualquiera que haya escuchado antes y con la movilidad con la que cuenta, rápidamente dejamos atrás a todos esos autos chocados o abandonados que ocupan las calles. 

Capítulo 2

Ese camino que me costó varias horas recorrer, es devorado rápidamente por la moto y mientras hacemos nuestra salida de la cuidad, me pregunto cómo es que terminé viajando con un completo desconocido. 

Por favor Dios, que él sea de los buenos. 

En realidad fue una idiotez de mi parte venir sola a la ciudad, sin siquiera un pequeño cuchillo o algo con lo que me pudiera defender, pero cada vez que tengo hambre o veo como me miran los demás, como si fuera un desperdicio gastar comida en mí, siento que no quiero seguir de la misma manera. Quiero poder ser quien provea, quiero ser valiente. 

Pero ni cuando me esfuerzo, logro hacerlo bien. Todos mis intentos siempre terminan de la misma manera. 

Veo cuando dejamos las estructuras oscuras atrás y el terreno pasa a ser plano. Antes, estas tierras eran un lugar donde se sembraba y cosechaba, ahora no son nada más que tierra muerta. 

Toco al tipo que me lleva, para hacerle saber que por aquí está bien, rogando para que él no intente atacarme también. 

Él detiene la moto y me bajo de ella. 

-¿Estás segura de que aquí está bien?- pregunta el hombre, mirando alrededor, al oscuro lugar. 

-Sí, vivo cerca de aquí. Gracias por traerme- respondo. De ninguna manera puedo llevarlo más cerca de los demás. 

-Oye, quiero saber algo. ¿Sabes algo sobre una puerta al infierno?- pregunta de la nada, sorprendiéndome. 

¿En serio dijo una puerta al infierno? 

Intento mantenerme lo más calmada posible y no dar muestras de que podría saber algo. 

-¿No estamos ya en el infierno?- respondo con sarcasmo, tratando de ocultar el temblor en mi voz. 

-Ese tipo inútil dijo que estaba aquí, ¿Acaso tendré que interrogar a todo el mundo?- habla para sí mismo, más que para mí. 

¿A qué se refiere con interrogar? 

-No sé nada, pero me tengo que ir- digo. 

-Bien, no te metas en mierdas. Este mundo ya no es tan amable con ustedes- dice él, supongo que lo dice refiriéndose a las mujeres y aunque suene un poco machista, es la dura realidad. No tomo sus palabras a mal y agradezco porque parece que me dejará ir sin hacerme nada y sin preguntar más sobre la puerta al infierno. 

¿Dónde escuchó sobre ella y qué quiere hacer cuando la encuentre? ¿Alguien puede preguntar algo tan raro sin parecer un loco siquiera? 

-No volveré a hacerlo, gracias- digo, él asiente y me doy vuelta, empezando a caminar hacia el costado del camino, pasando por un lugar donde la cerca ya no está en pie. 

Me interno un par de minutos y luego escucho como la motocicleta nuevamente se pone en marcha, lo que me tranquiliza finalmente. 

La puerta del infierno… Esa maldita cosa. Él no debería saber nada sobre ella y corre peligro si continúa buscando información. 

Camino por alrededor de otra hora, hasta llegar a mi comunidad. Un pueblo pequeño en el que sólo viven alrededor de siete familias, todas ellas guardando el gran secreto de la puerta del infierno que el hombre joven buscaba. 

Es irónico que él la busque y yo no quiero otra cosa que desaparezca. 

Las familias de la comunidad han sido por generaciones las guardianas de la puerta, pero mi familia es la única con la capacidad para abrirla y cerrarla. En específico, las mujeres de mi familia. 

Mi abuela Mariana, es la matriarca de la comunidad y contaba con la habilidad de abrir la puerta al infierno, hasta que nació mi madre. En el momento en que otra mujer nace, la anterior pierde su poder y pasa al bebe recién nacido. Y así debería haber sido conmigo también, pero en el momento en que nací, mi madre perdió su poder sobre la puerta, sin embargo, yo nunca obtuve el poder. 

Mi abuela dice que quizá el poder no se traspasó porque nacimos mellizos y eso pudo interferir de alguna manera. Es por eso que mi hermano Nico y yo, siempre hemos sido tratados como un fracaso, sobre todo son crueles conmigo, como si yo hubiera decidido no nacer con el poder. 

Cuando vieron que no lo tenía en mí, mi madre intentó tener otra niña, pero en su lugar nació mi hermano Johan, que ahora tiene diez años y como fue un parto complicado, no pudo intentarlo nuevamente. 

Así que ahora nadie tiene el poder de controlar la puerta hacia el infierno y lo que es peor, nadie tiene la habilidad de cerrarla. Si es que algo logra abrirla, será el fin de la humanidad. 

No es que el fin de la humanidad esté demasiado lejos de todos modos. 

Me escabullo dentro de la comunidad y en mi casa, sin que nadie se de cuenta. Luego me acuesto en mi cama y acepto que fracasé en encontrar comida y tuve suerte en regresar con vida e intacta. 

Si no fuera por ese hombre que me salvó… Ahora que lo pienso, ¿Cómo empezaron a quemarse los hombres que me intentaron atacar?

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