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ME DUELE AMARTE

Capitulo 1:

CAPÍTULO 1

IRENE

Detesto volar… ¡ODIO VOLAR! No creo que alguna vez pueda con esta mierda. Pero es esto o quedarme en un país desconocido, en uno que no es el mío… definitivamente preferiría enfrentarme a esto antes que quedarme. Miro a las personas abordando el avión, que se supone que debo subir, con una confianza que me da asco (secretamente las envidio). Peor aún, ver algunas con una sonrisa. Y luego estoy yo, con una cara seria como quién odia a todo el mundo cuando no es así. Solo odio volar en el inmenso pájaro de metal.

Respiro hondo y cruzo el pasillo de embarque lo más rápido que puedo, siguiendo a las demás personas y no me detengo hasta llegar a mi puesto asignado. Le doy una breve mirada al hombre en el asiento de al lado mientras me concentro en tomar suaves y tranquilizadoras respiraciones. Saco de una vez los audífonos con manos temblorosas y me los coloco, activo la aplicación de música en mi celular y dejo que la voz de Sam Smith inunde mi cabeza y opaque mis nervios. Joder, todo está bien, voy a estar bien. Solo necesito salir de Alemania y llegar a Nueva York, hacer de cuenta que estos dos últimos años nunca existieron. Que estás tres semanas en casa de Eric nunca existieron… aunque es imposible que me olvide de un buen amigo, ya que fue a su casa a la que tuve que acudir luego de llegar al apartamento donde vivía con mi ex prometido, Paul, y verlo en cuatro sobre el sofá mientras estaba siendo follado por otro hombre.

En ese momento, mis emociones eran una mezcla de shock, desilusión, confusión y traición. El hombre que había amado y que me había prometido amor, me había mentido. Sentí como si me hubieran arrancado el corazón. Apenas podía respirar. No podía hablar. Solo podía mirar, impotente, mientras mis sueños se desvanecían. Me sentí destrozada. Salí de allí lo más rápido que pude al terminar de agarrar mis cosas, y no mirar atrás. El tiempo se detuvo y no recuerdo en qué momento dejé de llorar. Me sentía vacía, como si mi corazón hubiera cerrado sus puertas para siempre. No puedo creer que alguien a quien tanto amaba me hubiera traicionado de esa manera. ¡MALDITA SEA! ¿Cómo es que nunca me di cuenta de sus gustos? Y si es bisexual, ¿por qué no me lo dijo?

Al poco tiempo de estar sentada en el avión, una suave sacudida en mi hombro izquierdo me hace abrir los ojos y mirar a la auxiliar de vuelo de uniforme negro y dorado, que me dedica una radiante sonrisa, que era más que evidente lo falsa y ensayada que es. Con un movimiento de su mano me pide que me quite los audífonos.

—Lamento molestarla. Pero estamos a punto de despegar, si pudiera prestar atención por favor.

—Por supuesto. —la mujer se va para reunirse con su compañera. Apago el celular y los audífonos y espero las señales para abrochar mi cinturón.

—Buenas noches señores pasajeros. El comandante y todos nosotros les damos las gracias por elegir este vuelo de la compañía Lufthansa con destino a Nueva York. La duración estimada del vuelo será de once horas y media. Por motivos de seguridad y para evitar interferencias con los instrumentos de vuelo, les recordamos que los teléfonos móviles deberán permanecer desconectados desde el cierre de puertas y hasta su apertura en el aeropuerto de destino. Los dispositivos electrónicos portátiles podrán utilizarse cuando se apague la señal luminosa de cinturones, previa consulta a la tripulación. Les rogamos que guarden todo su equipaje de mano en los compartimentos superiores o debajo del asiento delantero, dejando despejados el pasillo y las salidas de emergencia. Ahora, por favor, abróchense el cinturón de seguridad, mantengan el respaldo de su asiento en posición vertical y su mesita plegada. Les recordamos que no está permitido fumar en el avión. Gracias por su atención y feliz vuelo.

La auxiliar de vuelo continúa hablando sobre el DEMO DE SEGURIDAD mientras que otra chica se coloca en el pasillo y hace las señales de todo lo que la otra va diciendo. Una vez que el avión se pone en movimiento y despegamos, puedo decir que logro medio relajarme lo suficiente para sacar el libro que Richard me había enviado hace meses, pero del cual no había tenido la oportunidad de leer. Leo la portada EL MEJOR ADIÓS DE SIENNA escrito por Sienna Grey, la chica tuvo el valor de escribir su propia historia. Me pregunto, ¿Cuánto de esta historia será verdad? Abro el libro y comienzo a leerlo, supongo que casi doce horas de vuelo es tiempo suficiente para terminar una novela corta… lo fuera si los nervios no estuvieran acabando conmigo. Al poco tiempo de estar leyendo la hermosa novela, decido comer unos aperitivos que la auxiliar de vuelo me ofreció y de ver cómo el hombre a mi lado la rechazaba con un movimiento sutil de la cabeza. Decido tomarme una pastilla que me ayudará a relajarme durante el resto del vuelo, con suerte dormiré todo el vuelo.

No, nunca se puede esperar eso. La voz de la auxiliar suena por los altavoces del avión, rompiendo así el silencio que albergaba. Tardo un momento en entender sus palabras gracias a mi cerebro adormilado y bajo las influencias del calmante. Todo sucede muy deprisa; en el mismo momento en que las palabras de la mujer llegan a mi cabeza, el hombre a mi lado se gira con brusquedad hacia mí, lanzándose por mi cinturón de seguridad y abrochándolo a toda prisa, luego me mira. Mis ojos se abren, presa del pánico, encontrándose con los suyos esmeraldas.

—Señores pasajeros, vamos a atravesar un área de turbulencias. Por este motivo, nos vemos obligados a cancelar el servicio. Por favor, permanezcan sentados en todo momento. Asegúrense de que su cinturón de seguridad está abrochado. Gracias.

—Respira profundo y mantén la calma. —la voz del extraño es profunda y cálida, con un marcado acento ruso, cuando intenta decirme que me calme. Si bueno, eso es más fácil decirlo que hacerlo. Siento a mi corazón queriendo salir de mi pecho, ¿íbamos a morir? El avión da fuertes sacudidas y gritos de pánico se escuchan cuando las luces de emergencia se activan, las bolsas de oxígeno se despliegan encima de cada asiento. Me agarro con fuerza a los posabrazos, solo que en lugar de agarrar el de mi derecha, termino agarrando la mano del hombre a mi lado y apretándola. Cierro mis ojos, concentrándome solo en las horribles vibraciones del avión. ¡Por favor, no te vayas a caer! Le imploro en silencio. Entonces, la mano del extraño me suelta y no sé por qué eso me da más miedo aún. Abro los ojos solo para verlo girar su mano llena de tatuajes, poniendo la palma hacia arriba y agarrar mi mano con fuerza. Miro nuestras manos unidas y luego a él, que, aunque no me sonríe, su mirada me transmite seguridad. Asiento en forma de agradecimiento y espero en silencio a que la interminable sacudida termine. Cosa que no dura más que un par de minutos, pero que para mí fueron lo peor de toda mi experiencia volando. Por fin, las sacudidas se detienen y las luces se encienden. Las auxiliares se apresuran a asegurarse de que todos estamos bien y explican que se encontraron con una repentina tormenta. Que pronto llegaríamos a nuestro destino.

Capitulo 2: Tendré el contrato listo para esta noche.

CAPITULO 2

IRENE

—¿Estas bien? —giro la cabeza en dirección de mi acompañante de vuelo.

—Si, gracias. Odio volar, estoy segura que esta será la última vez que me subo a uno.

—Bueno, si vienes de visita dudo mucho que sea el último. Pero tranquila, puedes tenerla durante lo que queda de vuelo.

—¿Qué?

—Mi mano. Puedes tenerla el resto del viaje.

—Oh, lo siento. —mis mejillas arden de vergüenza, lo suelto—. Puedes tenerla de regreso.

—¿Segura? No lo decía en forma sarcástica, se lo malo que puede ser para algunos volar.

—Si. Gracias por tu ayuda. Y como decía; no pienso volar otra vez, tampoco estoy de visita ya que vivo aquí.

—Yo también vivo aquí, pero no puedo decir que dejaré de volar ya que mi trabajo me pide que este en constante movimiento.

—Por suerte no le tienes miedo a volar.

—No le tengo miedo a nada. —algo en su profunda mirada me dijo que decía la verdad. El tipo tiene los ojos más bonitos que alguna vez haya visto, con ese color esmeralda que me recordaba a los del actor Ian Somerhalder, con la diferencia que este chico es completamente rubio… bueno había muchas diferencias entre mi actor favorito y este hombre. Ahora que el susto inicial a pasado puedo darle una buena mirada; el hombre tiene el cabello rubio largo hasta lavase del cuello casi rozando sus hombros pese a que lleva parte del mismo recogido con algunos mechones sueltos. Tiene mandíbula cuadrada, pero no tanto, labios delgados pero llenos. Nariz perfilada con algunas pecas muy pronunciadas, difíciles de ignorar. Y a pesar de sus claros ojos, tiene una mirada profunda. No se podía ignorar que el hombre es completamente guapo de una manera rustica, con su estilo despreocupado.

—Me llamo Darko.

—Irene.

—Como la diosa griega. —sonrío por el hecho de que haya asociado tan rápido mi nombre con una diosa mitológica.

—Si, a mi madre le gusta la mitología griega. Pero eres el primero que asocia mi nombre con ella.

—Me gusta la mitología.

—Oh, entonces te llevarías genial con mi madre. —le sonrío. Darko me mira en silencio por uno segundos haciéndome sentir inquieta. Soy la primera en apartar la mirada y ver a los demás pasajeros. ¿Porqué de pronto me sentía inquieta… o era su mirada la que me hizo sentir así?

—No te gusta la mitología. —sonaba a una pregunta, pero por su tono de afirmación supe que no lo era.

—No, no me gusta.

—Comprendo.

Luego de eso no volvimos hablar, una vez que el avión aterrizó en NY pensé que Darko saldría rápido del avión, pero en su lugar me esperó. Al estar ambos de pies fue cuando verdaderamente pude ver cuan alto era, debía estar rondando 1,85 a 1,90 metro de altura. Meneo la cabeza sin decir nada y salgo del avión detrás de los demás, al salir Darko se despide de mi con un movimiento de cabeza, lo veo alejarse y es fascínate como las personas se apartan para dejarle pasar con solo sentir su presencia aproximarse a ellos, sacudo la cabeza con una sonrisa y voy por mi equipaje. Darko es la clase de amistad breve que formas con desconocido del cual sabes que nunca más volverás a ver.

Tardo media hora en recupero mi equipaje, al salir del aeropuerto no veo a Richard esperándome. Compruebo la hora en mi celular, 7:25 a.m. ¡Mierda, espero no hayas olvidado que venía hoy! Cómo puedo me paro a un lado con las maletas para no estorbar, pensando en que hacer. Decido llamarlo, después de varios intentos por fin contesta.

—¿Sí? —su voz suena adormilada.

—Cariño, ya estoy en el aeropuerto, ¿Dónde estás? —sabia dónde se encontraba por su tono de voz. Aún así no pude dejar pasar la oportunidad de joderlo—. No puedo verte, dudo que haya tráfico.

—¡Carajos, Ire, olvide que llegabas temprano! —lo oigo moverse, luego otra maldición y una voz femenina de fondo—. Pao, nena, necesito irme. Debo ir a buscar a Irene. —rayos, ahora me sentía culpable.

—Richard, ya voy en un taxi, ¿Me oyes? ¡Estoy montada en un taxi!

—¿Qué?

—Lo que escuchaste, ya estoy en un taxi.

—Ve directo a mi casa, estaré ahí en breve. —no, no sería el mal tercio en una relación.

—He llamando a mi madre —miento— ella me recibirá por un par de días hasta que me estabilice de nuevo.

—Mierda, Sara será dura. Me siento como la peor escoria del mundo.

—No, ese puesto ya lo tiene Paul. Pero tranquilo, igual puedes redimirte dándome empleo.

—Eso no tienes ni que preguntarlo, cariño. Es más, te volveré socia. —ambos nos reímos.

—Con que me des empleo es más que suficiente.

—Cuenta con ello. Tendré el contrato listo para esta noche.

—Perfecto. Paso mañana entonces. Cuídate y saludos a Paola de mi parte.

—Ella te manda besos. Cuídate. —termino la llamada con mi mejor amigo, suspiro agotada y más derrotada que nunca. Aquí no iba hacer nada, así que lo primero es coger ese taxi, llegar a casa de mi madre, bajar la cabeza y dejar que me eche la bronca y luego, una vez a solas, poder lamer mis heridas.

(####)

—¿Irene? —mamá se encontraba parada en la puerta de entrada de su casa, luciendo tan hermosa como siempre; su cabello castaño claro recogido en un moño y llevaba un lindo conjunto de jeans negros, camisa rosa y una chaqueta a juego con el jean.

—Hola, mamá —mi voz sale algo insegura, ella mueve su mano en una señal para que me acerque y eso hago; subo los escalones de la entrada. Ella abre sus brazos para mí y me arrojo a ellos, dándole un abrazo antes de entrar a su casa.

—No quiero interrumpir si vas de salida.

—No te preocupes, iba al trabajo, pero siempre puedo abrir la tienda un poco tarde o Clara la abrirá por mi. Mejor porque no me cuentas, ¿Qué te trae por aquí? —pregunta mientras me sirve una taza de café juntos con un plato de panqueques.

—Las cosas en Alemania no funcionaron como esperaba.

Capitulo 3: —No te preocupes, hija. Eso ya pasó.

CAPÍTULO 3

IRENE

—Oh, cariño, lo siento mucho. ¿Quieres hablar de ello? —No era esta la reacción que esperaba de mi madre, no después de la forma tan estúpida en la que me fui.

Le cuento a mi madre todo lo que ha pasado en los últimos dos años, luego invento una historia totalmente distinta sobre mi ruptura con Paul, porque no había manera en el infierno de que le contara lo que de verdad pasó. También le hablo de mi encuentro con aquel hombre llamado Darko en el avión, y cómo me ayudó. Ella me escucha atentamente y me da su opinión y consejos, como siempre ha hecho.

—Lo importante es que estás aquí ahora, conmigo —dice mientras me abraza por detrás—. Y no te preocupes por el trabajo, ya verás cómo todo se soluciona. Siempre puedes trabajar conmigo en la tienda de ropa o aceptar trabajar con Richard.

—Gracias, mamá. Siempre sabes qué decir para hacerme sentir mejor. Yo… quiero pedirte disculpas por cómo me fui aquella vez. Por cómo te traté. Siempre tuviste razón.

—No te preocupes, hija. Eso ya pasó.

—Gracias, mamá, por recibirme y apoyarme cuando fui una hija de mierda.

—Shhh, Irene, sin palabrotas. Eres mi nena y, aunque nunca estuve de acuerdo con tu relación con aquel, nunca vas a dejar de ser mi hija. Al poco tiempo de irte comprendí que debía dejarte vivir tu propia experiencia. Dejar que tomaras tus propias decisiones y aprendieras de tus errores. Hay un dicho (no sé quién lo dijo) que nadie aprende por cabeza ajena. Así que eso es exactamente lo que debía dejarte hacer. Te dejé aprender. —El nudo que siento en la garganta es tan grande que tengo ganas de llorar, porque si ella supiera el verdadero infierno que viví los últimos tres meses con Paul, pensando que debido a mi trabajo lo estaba descuidando y por eso él se estaba refugiando en el suyo… más bien se estaba refugiando en los brazos de otro hombre. Meneo la cabeza para ahuyentar las imágenes de mi cabeza, las inevitables lágrimas ruedan por mis mejillas—. Oh, nena, no llores. Todo estará bien. Verás cómo en unos pocos días vuelves a ser tú, nada dura para siempre, cariño. —Sí, creía fielmente en esas palabras. Nada podía durar para siempre.

—Te creo, mamá —no me gustaba llorar delante de las personas, ya que sentía que eso me hacía parecer débil.

—¿Te cuento un secreto que nadie sabe, ni tu hermano? —ahora eso tiene mi total atención, seco mis lágrimas con el dorso de la mano cuando me despego de su abrazo. Ella me da una leve sonrisa nerviosa. Mi corazón aumenta un poquito el ritmo.

—Conocí a alguien hace poco más de cinco meses y estamos conociéndonos.

—¡Tienes novio! —exclamo sorprendida—: Nadie sale durante cinco meses con alguien y dice que solo se están conociendo. —mi madre se ruboriza avergonzada. Baja la mirada pareciendo tímida, y en el fondo puedo entenderla, ya que a sus cincuenta y cinco años no ha tenido a un hombre. Bueno, a no ser que contemos a mi donante biológico que se largó cuando se enteró que Sara estaba embarazada de mí. Mi madre solo ha estado con dos hombres en su vida que nosotros sepamos; su primer y único esposo, padre de Apolo, falleció en un accidente automovilístico. Más bien sufrió un infarto mientras manejaba, el hombre era mucho mayor que mi madre. Y por supuesto, luego estaba el hombre que donó su esperma para tenerme a mí.

—Bueno, sí, se podría decir que somos novios hace dos meses.

—Vaya, así que has hecho esperar al hombre.

—No lo veo de esa manera. —Sara, tan elegante como siempre, se levanta acomodando su impecable cabello mientras va a la nevera. Nunca me cansaré de decir que quiero llegar a esa edad y tener el cuerpo como el de ella, siempre pensé que mi madre tiene cierto aire con la actriz JP, con la diferencia que se ha hecho los senos y tal vez algunos retoques en su abdomen. Pero su rostro está igual de bello, así que es notable que el lápiz mágico no pasó por allí. Claramente su belleza proviene de la sangre latina que corre por nuestras venas. Sara había venido a vivir desde muy pequeña a Estados Unidos cuando sus padres emigraron de Venezuela, por lo que yo llevo sangre latina también, pero mi donante es nativo de aquí. Así que sí, soy un mixto y me gusta ser así. Y puedo decir que nunca he escuchado a Apolo quejarse de lo contrario. Pero donde yo soy morena más pareciéndome a mi madre, Apolo es blanco. Ella suspira antes de girar a verme mientras me llevo un bocado de panqueques a la boca—. Tal vez solo un poco.

Me río a carcajadas por su cara cómica, eso no tiene precio.

—Apolo va a pegar un grito que llegará al cielo y más allá. Luego, por supuesto, investirá la vida de este hombre. —Mi madre pone los ojos en blanco—. Por cierto, ¿has sabido algo de Apolo? —Ella suspira y niega con la cabeza.

—Lo último que supe de él fue hace un mes, y fue a través de una carta. Me dijo que estaba hasta arriba de trabajo, pero que pronto volvería.

—Agh, odio que sea militar.

—Yo también, pero ya lleva años allí y dudo mucho que se vaya a dar de baja a estas alturas.

—Sí, yo también pienso igual. ¿Y Elizabeth?

—Terminaron hace un año. ¡Ay, hija mía, tenemos que ponernos al día!

—Estoy de acuerdo contigo, mamá.

Pasamos el resto del día juntas, aunque yo pensé que podría llegar a dormir, mi madre tuvo otros planes. Planes que consistían en agotarme todo lo que pudiera, llevándome a su tienda de ropa donde me presentó a Clara; una hermosa chica rubia de grandes ojos grises y mirada tímida, de quizás mi edad o un poco mayor que yo, que llevaba solo unos cuantos meses trabajando con mi madre. Por la noche, una vez en casa y luego de cenar, llamé a Richard para decirle que nos veríamos mañana temprano. Ya una vez acostada en la cama de mi antigua habitación y sintiendo un poco de paz por primera vez en mucho tiempo, cierro los ojos. Tal vez no tenga todo resuelto, pero estar aquí con mi madre me hace sentir que todo va a estar bien.

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