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Juego De Mafiosos! ( Saga I )

Capitulo 1

Hola mis fieles lectoras, aquí he vuelto con una nueva obra. Espero les guste y me acompañen en esta nueva aventura. Les notifico que esta es una novela diferente, no es la típica chica virgen y sumisa que se deja pisotear. Todo lo contrario, pero les aseguro que la van a disfrutar. Ahora sí, ¡a COMENZAR!

11 pm Los Ángeles - Estados Unidos

"Despreciables, corazón negro y podrido, así era aquel par por cuyas manos correría sangre y angustia."

Criados para ser grandes herederos de la mafia Luna Creciente, la noche anunciaba gritando DESGRACIA, sin ser escuchada por los oídos consumidos en el sueño que yacían en la casa de verano del Gran Camflit. Dos jóvenes de tan solo 16 años habían logrado filtrarse al interior de esta enorme fortaleza, entrenados para seguir y cumplir órdenes de altos mandos. ¿Cuál era su objetivo? ¡NI UNO SOLO! Entraron sigilosamente a la habitación principal descargando con furia y satisfacción contra la vida de la pareja que, ignorantes a su destino, dormían plácidamente.

A las 11:01 pm ya habían cumplido el trabajo, ganándose así el respeto y la nominación de herederos. Siendo los más jóvenes en la historia en haber asesinado a uno de los mafiosos más importantes, EL GRAN CAMFLIT. Pero aún los jóvenes no habían terminado de impresionar a los altos mandos de la mafia. Cada misión que se les otorgaba era realizada al pie de la letra. No tenían alma de adolescentes, de hecho, en las calles se murmuraba que ninguno tenía alma alguna. Eran tan fríos y despiadados que hasta algunos de los altos mandos los trataban con sumo respeto. Sabían perfectamente bien que no eran de andarse con rodeos.

10 AÑOS DESPUÉS, MOSCÚ - RUSIA

-- Leonid Zaytseva --

En las calles lo apodaban Demonio, heredero de una de las mafias más importantes y peligrosas de Rusia conocida como Vor V Zakone, que significa "Ladrón En La Ley". Despiadado y altivo, tenía carácter de destruir y comandar. Era un hombre alto de ojos y cabellos claros como la miel, anchos hombros, delgado y con fuertes brazos. Su barba bien definida y dentadura perfectamente lineal, todo un monumento digno de heredar un imperio.

Había sido iniciado en el negocio de su padre a la edad de 16 años, junto a su mejor amigo, ganándose así la admiración y el respeto de todos los altos mandos de la mafia a tan corta edad. Había sido criado para ser el sucesor de su padre Yuri Zaytseva. Había torturado, matado y expropiado a tantos para su padre que ya había perdido la cuenta. En su mundo no existía otra cosa que el poder y el respeto. La compasión no tenía cabida en su vida y el que se atrevía a molestar al heredero terminaba sin cabeza. Era una forma que tenía de hacer saber que fue por su mano que ocurrieron las cosas, lo que había hecho que se convirtiera en el hombre más temido de toda Rusia. Pobre de aquel que se cruzara en su camino, así fuera por simple casualidad.

Tok, tok.

"Joven Leonid, su padre lo espera en el comedor", anunció el ama de llaves y se retiró sin esperar que contestara, sabía que solo debía informar y retirarse de inmediato.

Leonid se dirigió al comedor encontrándose allí con Yuri.

"Padre, no tenías que esperarme, planeaba desayunar fuera", dijo sin interés.

"Precisamente por eso lo hice, ya no te veo en casa y recuerda que tienes obligaciones que cumplir", decía Yuri enojado mientras lanzaba una carpeta sobre la mesa.

"¿Qué es esto?", preguntó sin interés.

"Eso es tu próximo objetivo, descubrimos un espía en uno de nuestros clubes, en Los Ángeles. Viajarás en dos días. Tráeme la cabeza de ese bastardo", sonrió el viejo.

"Dalo por hecho", dijo Leonid con una mirada siniestra.

Por fuera parecía un ser hermoso y lo era. ¿Quién no caería a los pies de este hombre? Pero por dentro era el mismísimo demonio. Salió de la mansión Zaytseva. Rocco, su guardaespaldas de confianza, ya lo esperaba en el auto. Luego de acomodarse en su asiento, ordenó:

"Zona Roja", fue lo único que pronunció.

Rocco puso el auto en movimiento. A pesar de que tenía mucha confianza con su jefe, se tensó al escuchar el lugar a donde se dirigían. Cinco camionetas negras seguían el deportivo negro del heredero. Llegaron a un lugar al fondo de la ciudad. Parecía una pequeña ciudad abandonada y en la entrada había un enorme arco rojo del cual colgaban dos hombres que recién habían sido ejecutados. Por eso el nombre de Zona Roja.

Nadie en la ciudad se atrevía a acercarse a tan horrible lugar y con obvias razones. Se bajó del auto y ajustó su corbata, luego ingresó seguido de diez hombres armados.

- Leonid, ¿a qué debo esta sorpresa? - preguntó el hipócrita hombre sentado en el centro del lugar, con su enorme barriga reposando en sus piernas.

Leonid se sentó frente a él, cruzando sus piernas, mientras llevaba un vaso de whisky a su boca.

- ¿Creíste que podías burlarte de mí en mi territorio, Igor? - con su dedo golpeaba el borde del vaso.

- Jamás me burlaría de un Zaytseva, eso sería estúpido para cualquiera, incluso para mí - contestó el hombre mientras tragaba grueso. Sabía que había sido descubierto.

- Bien, ya que no sabes de qué hablo, entonces no te importará acabar con la persona que lo hizo - Leonid era un hombre que no tenía piedad y hace unos días descubrieron a una intrusa en la mansión que intentó envenenar a Yuri.

- Co... como usted ordene - tartamudeó el hombre.

- Traiganla - ordenó.

Los hombres de Leonid sostenían a una mujer de unos 28 años de estatura alta, la cual tenía severas marcas de tortura en sus brazos y piernas. El hombre palideció al ver que tenían capturada a su hija.

- Leonid, es mi hija - mencionó.

- Mm... ¿con que es eso? Bien, te alistaste con los perros para asesinar a mi padre - afirmó enojado.

- No... no, eso no es cierto, Leon - fue interrumpido.

- Bueno, ya que no es cierto, entonces quiero que ejecutes el castigo a tu hija.

- Papá, por favor, ayúdame, esto fue tu idea - gritaba.

- No... no sé de qué hablas -.

Los hombres de Leonid le entregaron un hacha al hombre, quien palideció. Sabía lo que eso significaba, pues él lo había llevado a cabo muchas veces.

- Yo no puedo, es mi hija -.

- Si lo haces, te perdonaré la vida. Corta la cabeza -.

El hombre sabía que si no obedecía, lo matarían. Por lo que, con las manos temblorosas, levantó el hacha y la cabeza de la joven rodó hasta los pies de Leonid.

- No puedo creer que asesinaras a tu propia hija por tu cobardía y codicia. Jamás te adueñarás del imperio Zaytseva.

"¡Espere!", reclamó, "dijo que me perdonaría la vida".

"¿Crees que cucarachas como tú deben vivir? ¡Pues no! Deben ser exterminadas. ¡Mátenlo!", ordenó, saliendo del lugar y subiendo al deportivo que aguardaba en la entrada.

"Rocco", llamó.

"¿Debemos hacer algo más, Leonid?", preguntó. Era el único de sus hombres que podía llamarlo por su nombre.

"Prepara todo. En dos días volamos a Los Ángeles", respondió Rocco, asintiendo.

NÁPOLES - ITALIA

Cabellos y ojos oscuros, semejantes a una tierra sin luna ni estrellas, así era él, Franco Bennati. Frío y calculador, desprendía un aura de maldad por todas partes, pero aún así, era un joven de tan solo 26 años, italiano nacido en la ciudad de Nápoles. La ciudad que desde antes de nacer había sido puesta a sus pies y ahora anhelaba mucho más: toda Italia. Con un escultural cuerpo, era capaz de enloquecer a cualquier mujer con su porte dominante al igual que su altura. Además, tenía fama de cazador y asesino despiadado que hacían temblar de miedo hasta al más feroz de los hombres.

Heredero de la mafia italiana más peligrosa, conocida como Ndrangheta, que significa "Hombría y Coraje", su padre Luca Bennati lo había preparado bastante bien. Era capaz de infiltrarse en el mismísimo infierno sin ser visto y salir de la misma forma.

- Te necesito en dos días en Los Ángeles - pronunció Lucía, arrebatando la copa de la mano de su hijo y tomando todo el contenido.

- ¿Objetivo? - preguntó, sirviéndose otra copa.

- Hay un espía en uno de los clubs en los que tenemos sociedad con los Zaytseva.

- ¿Y entonces imagino que Leonid también estará presente? - sonrió. Aquellos dos juntos eran un torbellino.

- Por supuesto, ambos son perfectos para esto. Se quedarán unos días investigando. La información está en tu despacho. Recuerden: ¡ni uno solo!

- Ni uno solo - repitió Franco.

Sabía que a quien debían asesinar era alguien importante que amenazaba sus negocios. Por eso habían decidido volver a unir a los cazadores. Leonid había sido su mejor amigo desde que tenía memoria. Iniciaron juntos en esto y siempre son los únicos capacitados cuando se trata de cualquiera que pueda amenazar el imperio Zaytseva o Bennati. Luca y Yuri también son amigos desde muy jóvenes. Por eso, ambas mafias tenían el territorio completo en Estados Unidos: clubs nocturnos, ventas de armas y tráfico de drogas, entre otras cosas como la Zona Roja.

- Vitto.

- ¿Sí, Franco?

- En dos días volamos a Los Ángeles. Y Vitto, llámame Franco, maldición. Ya te lo he dicho. Mi guardaespaldas de confianza no puede andar llamándome joven y menos delante de mis enemigos.

- Sí... sí, Franco - contestó y luego se marchó.

Su jefe era de esos hombres que causaban terror. Y aunque había confianza, debía andarse con cuidado y no hacerlo enojar si quería seguir vivo. Eso estaba más que claro.

Capitulo 2

Los Ángeles, California.

6:45 pm.

Irina se cayó de la cama tras el susto por el fuerte golpe en la puerta. Su hermano Filiphs gritaba del otro lado que ya era hora de preparar la cena para el asqueroso hombre al cual había sido vendida por su hermano adoptivo. Aún recuerda claramente cuando asesinaron sin piedad a sus padres. En ese entonces, Irina tenía apenas unos diez años. Las personas que estaban frente a ella la apuntaban con enormes armas y cuando pensó lo peor, uno de ellos la tomó del brazo dirigiéndola hacia la puerta trasera. Solo le dijeron: "¡Vete!" Y eso fue lo que hizo. Corrió tanto como pudo llorando. Había quedado sola. A la mañana siguiente, servicios sociales la llevó a un refugio para niños desamparados donde dos años después fue adoptada por una familia amorosa. La mujer le dio mucho amor, pero tanto ella como su esposo estaban desahuciados. Cuando Irina cumplió 17 años, ambos dejaron este mundo, quedando así en manos de su hermano Filiphs, quien la vendió a un asqueroso viejo de unos cincuenta y dos años, el cual la tenía como sirvienta por haberse negado a casarse con él.

Irina era una joven de tez blanca, con labios rosados y ojos marrones. Su larga cabellera castaña la hacía parecer toda una belleza y sus largas piernas seguidas de unas curvas de infarto, lo cual atraía a viejos despreciables como el que ahora trabaja.

Llevaba en su mano una bandeja con pollo guisado y vegetales. Tocó la puerta del despacho del viejo Drake y, con desagrado, ingresó dejándola en la mesa de té. Caminó hacia la puerta, pero un brazo canoso se interpuso.

-Acompáñame, Irina- ordenó el viejo.

-No tengo hambre, gracias-.

-Es una orden, no una invitación. ¿O quieres terminar como tu estúpido novio?- sonrió.

-Eres un maldito. Asesinaste a Kole solo por tu asquerosa obsesión y eso hace que más te odie-.

-Eres una zorra- la abofeteó.

Drake tomó a Irina del cuello con fuerza y la aventó a un largo sillón junto a la ventana del despacho. Se subió encima de ella y rasgó el uniforme de sirvienta que esta poseía.

-¡Súeltame, desgraciado!- gritaba mientras pataleaba.

-Quieras o no, serás mía, zorra. Así como lo fuiste de Kole-.

La puerta se abrió de golpe, lo que distrajo al viejo. Irina aprovechó y tomó un buda que adornaba el centro de la mesa. Golpeó al hombre, el cual de inmediato cayó al piso inconsciente.

-Vaya, parece que te me adelantaste- pronunció Leonid mientras verificaba si el hombre seguía con vida.

-¿Quién es usted?- preguntó esta de forma amenazante mientras sostenía el buda dispuesta a usarlo.

-Tranquila, no soy tan descuidado como este vejete traicionero. Andando- la tomó del brazo con brusquedad dirigiéndose a la sala donde tenían a varias personas de rodillas.

-Hermano, creo que te confundiste de persona- decía Franco burlándose.

-No vas a creer, esta belleza se nos adelantó. El bulto de grasa está tendido en la alfombra- reía.

-Con que así es el asunto, creo que merece un castigo por robarnos la diversión- agregó Franco.

-¡No! ¡Soltadme, bastardos!- gritaba Irina furiosa, lo que sorprendió a aquellos desalmados.

-Y también hay que enseñarle modales, ¿no crees? Ya sé, esta se irá conmigo. Veamos cuánto dura trabajando para mí en la mansión- pronunció Leonid con una mirada oscura.

-Bien, cuando te canses de ella, me la prestas, amigo- riendo.

En ese instante, Filiphs decidió abrir la boca para defenderla, lo que sorprendió a Irina.

No pueden llevársela, señor. Hice lo que me pidió, les entregué al espía. Ella es mi hermana - agregó este.

- ¿Cuánto quieres por esta mujer? Si me la vendes, te perdonaremos la vida - preguntó el comprador.

Irina se tensó al escuchar aquellas palabras. Sabía que Filiphs no se preocupaba por ella, solamente le importaba el dinero. Al escuchar aquellas palabras, se enfureció aún más.

- Si me da un millón de dólares, puede hacer con ella lo que quiera, señor - contestó Filiphs.

- Ya nos entendemos mejor - dijo Leonid con una sonrisa siniestra.

- Maldito Filiphs, soy tu hermana. La voluntad de nuestros padres era que me cuidaras, no que me vendieras al mejor postor - reclamó Irina.

- Ya sin tanto drama, cariño. Andando - dijo Franco.

- Lleven a mi nueva mascota a la mansión y encárguense de dejarla muy bien. Quiero el vestido rojo. Tiene buenas piernas. Esta noche celebraremos en el club. Ah, y cortenle la cabeza al bastardo. Se la llevaré a mi padre - ordenó.

- Sí, señor. Andando - a rastras fue llevada Irina mientras maldecía a su hermano.

- ¿A dónde me llevan? - preguntó.

- Tiene que vestirse para acompañar a Leonid - contestó Rocco sin expresión. Le daba un poco de pena la mujer, pero no podía hacer nada.

- Me niego a salir con esa basura - protestó Irina.

- Bien, si quiere quedar sin cabeza, es su decisión. Solo le digo que él no tendrá piedad - advirtió Rocco.

- ¿Qué? Pero no hice nada - se defendió Irina.

- Él la compró, ahora le pertenece. Solo obedezca si quiere seguir viva - sentenció Rocco.

Resignada, no le quedó de otra más que aceptar. Cuando llegaron a la mansión y fue encerrada en una habitación, no pudo evitar llorar. Esta le recordaba la casa donde habían sido ejecutados sus padres. Bien sabía que su padre no era un santo. En su sangre corría el legado de un asesino, pero no quería pensar en eso.

Sobre la cama había un vestido rojo corto con apertura en la pierna y escote en la espalda, también unos zapatos que hacían juego. Se duchó y colocó el vestido. Tocaron la puerta y una mujer joven ingresó informándole que ya era hora de irse.

- No quiero ir. No seré el juguete de ese imbécil - protestó Irina.

Señorita, si no baja ahora mismo, le aseguro que la pasará muy mal. Por favor, obedezca. - suplicó la joven.

Tras un suspiro y sin más opción, caminó escaleras abajo. En la sala estaban los dos idiotas tomando whisky como si nada, hasta que notaron mi presencia. Ambos me miraban sin expresión.

- ¿Tengo algo en la cara? - preguntó con evidente molestia.

- ¡Andando, niña! - ordenó Leonid.

-- Leonid Zaytseva --

Cuando supe que volverían a unir a los cazadores después de tres años sin vernos, me alegré. Franco y yo somos imparables. Sabía que nos divertiríamos como en los viejos tiempos. Rodarían cabezas y correría sangre despreciable. ¿Qué más se puede esperar de nosotros? Después de todo, fuimos criados para ser despiadadas máquinas de matar. Llegué a Los Ángeles e ingresé a la mansión. Y ahí estaba, como siempre, afilando algunos cuchillos.

- Hermano, veo que ya preparaste tus juguetes.

- Bueno, ¿para qué perder el tiempo? Quiero disfrutar antes de regresar. Ya sabes, un par de zorras no estaría mal - decía mientras lanzaba un cuchillo a su amigo, quien lo atrapó sin problemas.

- Tenemos dos horas antes de proceder. ¿Qué tal si practicamos puntería?

- Como en los viejos tiempos. ¿Qué esperas? Te has vuelto algo lento, hermano - rió Franco.

Había un salón de tiro en la mansión. Estos practicaban con sus armas de fuego y sus cuchillos. Después de una hora, Rocco informó que ya todo estaba listo para iniciar.

- Leonid, el viejo está en su casa. Hay poca seguridad. Será fácil - informó Rocco entregándole su arma.

Era una Heckler & Koch VP9, con empuñadura de oro y personalizada con el logotipo de los Zaytseva. El nombre de Leonid relucía en la punta del arma. Era un modelo único y amenazante sin duda. Tomó el arma y la colocó en su espalda. Él y Franco llegaron a la enorme casa de Drake, quien por años había sido el encargado de los clubes que tenían en Estados Unidos. Pero el viejo se había vendido al enemigo. En pocas palabras, había firmado su sentencia de muerte. Llegaron al lugar acabando sin problemas con la seguridad. Rocco y Vitto se encargaron de los empleados, mientras que Leonid fue en busca del traidor.

Pero para su sorpresa, una joven mujer de aproximadamente unos veinte años se les había adelantado. Lo que le impresionó fue que era la única que no se había intimidado ante él, lo que le pareció divertido. Por lo que decidió comprar a la osada mujer, quería ver cuánto tardaba en temblar de miedo ante él. Pero cuando la vio bajar las escaleras con ese sexy vestido, quedó inmediatamente impactado por su belleza, a lo que solo pudo decir:

"Andando, niña".

Con brusquedad, la empujó en el asiento de atrás. Le enojaba el solo hecho de que hubiera podido llamar tanto su atención. Solo era una mujer más del montón, que sería útil solo por un par de noches. Condujo hasta uno de sus clubs seguido de cinco camionetas, como era lo habitual. Al llegar, Franco fue el primero en bajar. En la entrada lo recibieron dos rubias con muy poca ropa y se perdió en el largo pasillo con luces rojas. Leonid abrió la puerta del auto y de un jalón sacó a la mujer que hace un momento y ahora sigue robando su atención, pero no lo demostraba.

"Espero que sepas comportarte, porque de lo contrario te aseguro que no te gustará nada tu castigo", pronunció con media sonrisa mientras colgaba a la mujer de su brazo.

"Imbécil", susurró Irina.

"¿Qué dijiste?", preguntó con el ceño fruncido.

"Nada, que entremos".

"Eres testaruda y eso me divierte, niña".

"Mi nombre no es niña, soy Irina", pronunció con obvia molestia, lo que sacó una sonrisa de Leonid.

"Bien, Irina. Mientras más mal te comportes, peor te irá, así que te aconsejo que me obedezcas", dijo arrogante.

"Pues veamos cuánto tardas en matarme, estúpido mafioso, porque no te la pondré fácil", afirmó.

"Perfecto, me gusta tu reto", la acercó con fuerza hacia él e ingresaron al club.

En la parte alta había una zona exclusiva en tono rojo y negro. En el centro había dos asientos en forma de trono rojos con asientos de cuero fino y el resto del lugar tenía paredes rojas y negras. Leonid se sentó en uno de los asientos y de un jalón sentó a Irina en sus piernas, quien lo veía con desagrado.

Capitulo 3

-- Franco Bennati--

Me pareció muy divertida la cara de la sirvienta cuando Leonid la compró, aunque su altanería es algo que me ha dejado sorprendido. Debo admitir que tiene coraje, nadie se atreve a hablarnos de esa forma y menos una mujer. Leonid y yo tomábamos whisky en la sala mientras hablábamos sobre todo lo que logramos en nuestra infancia, hasta que ella bajó. Su pregunta me causó mucha risa. Cuando mi amigo se levantó y ella se dispuso a caminar hacia la salida, la acorralé en la puerta.

- ¿Qué demonios te pasa, bastardo? - me empujó.

- Ahora sí pareces todo un bombón - la solté con brusquedad y salí riendo.

¿Por qué la acorralé? No lo sé, solo sentí ese impulso de molestarla. Ninguna mujer me ha sostenido la mirada y menos con odio como lo hizo ella. Veamos cuánto tarda en doblegarse.

- ¿Vitto? - pregunté.

- Sí, Franco - contestó.

- Creo que nos daremos unas vacaciones en Rusia. Prepara todo, regresaremos con mi amigo - en su rostro se podía ver la oscura mirada que lo caracterizaba.

- Franco, ¿puedo darte un consejo? - preguntó Vitto al notar lo que sucedía.

- ¿Tú darme un consejo? Bien, veamos qué tienes - decía Franco con evidente burla.

- Franco, te conozco desde hace muchos años. Sé perfectamente bien el significado de esa mirada. Es verdad que la mujer tiene una belleza inigualable, pero le pertenece a Leonid aunque sea solo por diversión. Si ambos no se dan cuenta, terminarán destruyendo el mundo por una simple mujer - dijo Vitto mirando a su jefe.

Franco sabía que había verdad en sus palabras, pero ni a él ni a Leonid les gustaba la mujer para algo más que diversión. No creía que llegara a tanto, así que hizo caso omiso al consejo de Vitto y solo asintió en respuesta.

- Vamos, nenas, las haré gritar mi nombre toda la noche - ordenó Franco a las dos rubias que se encontraban sentadas una a cada lado del apuesto hombre.

Le guiñó un ojo a Irina y se levantó sonriente. Esta solo volteó sus ojos en total desagrado. No podía negar que ambos herederos eran realmente guapos, pero totalmente desagradables y altivos. Aunque de los dos prefería estar con Leonid, este solo la quería como acompañante. En cambio, Franco la veía con una mirada que irradiaba oscuridad. Estaba tan enojada e impotente por su vida que copa tras copa la hicieron ir perdiendo la cordura y sin darse cuenta arrastró a Leonid a la pista y comenzó a bailarle sensualmente.

Creo que ya te diste cuenta de lo irresistible que soy - decía éste acercándola más a él.

Sí, sí, eres el mafioso más guapo, pero eres hip... hip... un bastardo - pronunció con dificultad.

Bueno, me gustan las mujeres que no les da miedo decir lo que piensan - susurró en su oído.

Irina sintió cómo se le erizaba la piel al sentir el cálido aliento de Leonid. Cuando la música se volvió más movida y se giró, las copas ya comenzaban a jugarle sucio. Miró detenidamente a Leonid como si estuviera viendo un ángel y dijo:

¿Kole volviste? Sabía que no me dejarías - y colgándose del cuello de Leonid estampó su boca con la suya en un beso desesperado.

Este abrió sus ojos con asombro. ¿Quién demonios es Kole? se preguntó así mismo mientras fruncía el ceño, pero aún así no apartó a la mujer de labios rosados que lo besaba con desesperación. La atrajo más hacia él profundizando el beso. Luego de que se separó, la condujo al auto donde se dirigió de vuelta a la mansión y entre besos y caricias terminaron en su habitación.

Kole, mi amor, hazme tuya otra vez, aunque sea por última vez - pronunciaba ésta con voz dulce mientras desabotonaba la camisa de Leonid.

Pero éste se sintió humillado, empujó a la mujer hacia el otro lado de la cama enojado.

No te haré mía mientras gritas el nombre de otro. Ahora duerme - ordenó.

Irina cerró sus ojos de inmediato cayendo en un profundo sueño. Frente a ella otra vez se encontraban las dos personas que habían asesinado a sus padres. La apuntaban con el arma.

- ¡NOOO! - gritó y luego despertó.

Por las ventanas se asomaban los destellos de los relámpagos. La mañana estaba fría, tal cual aquella noche de verano. El cielo estaba totalmente gris, parecía un día deprimente. Se sentó en la cama sosteniendo su cabeza. Ésta dolía intensamente. Se quedó así unos minutos hasta que una voz gruesa la hizo saltar del susto.

Por fin despertaste. Comenzabas a aturdirme con tus gritos - reclamó Leonid sin expresión.

Estaba sentado en un sillón en una esquina de la habitación. En una mano sostenía el periódico y en la otra una taza de café. Su pecho estaba totalmente descubierto. Se podía apreciar con detalle su abdomen tonificado. El tatuaje de una línea de estrellas adornaban un lado de su abdomen y lo hacían ver extremadamente sexy.

"Sabía que era atractivo, pero no pensé que tanto", dijo con media sonrisa sin apartar la mirada de su taza de café.

Las mejillas de Irina se calentaron de inmediato al darse cuenta de que lo había estado mirando como tonta por demasiado tiempo.

"Ya quisieras", contestó ella con voz fría. Se levantó de la cama y, al darse cuenta de que estaba en ropa interior, casi sufrió un paro cardíaco.

"¿Por qué estoy sin ropa? ¿Fuiste tú? ¿Te aprovechaste de mí?", preguntó.

"Más bien, tú intentaste aprovecharte de mí. Tranquila, cuando pase, será porque tú me ruegues que esté dentro de ti. Ahora dime, ¿quién es Kole?", pronunció él, posando su mirada en ella.

Irina casi se ahoga con su propia saliva tras la mención de ese nombre. Recuperó su postura y contestó: "No es nadie de tu incumbencia". Luego de eso, se enrolló en una toalla y se dirigió a la otra habitación.

"Aunque no quiera decirme, lo averiguaré", se dijo a sí mismo.

EN ALGÚN LUGAR DEL MUNDO

Un hombre de edad avanzada se encontraba en una llamada de larga distancia.

"¿Lo lograste?", preguntó el anciano.

"Por supuesto, abuelo. El plan salió a la perfección", contestó el otro.

"Bien, es hora de recuperar lo que te pertenece".

"Todo a su tiempo, abuelo. Primero necesito ganarme su confianza, pero no seré yo quien los destruya, sino su ego".

"Cuídate. Ya sabes que a donde vayas, no estás sola. Ben está muy al pendiente de tus pasos".

"Lo sé. Adiós".

"Hijo, dentro de muy poco se volverá a alzar tu sangre. En su mirada puedo ver la tuya: dedicación, coraje y ni una pizca de miedo. Es hora de retomar las riendas del negocio familiar, y ella lo está logrando sin problemas", hablaba el anciano frente a una lujosa lápida bañada en oro blanco

--Franco Bennati --

Las palabras de Vitto seguían rondando en mi cabeza. ¿Podría una mujer desatar el caos y acabar con esta amistad y sociedad de años?, se preguntaba. Por supuesto que no. Es solo una mujer cualquiera. Además, no me gusta, ni a Leonid, y mucho menos le agradamos a ella.

Me sorprendió cuando la vi salir de la habitación de mi amigo envuelta en una toalla. Creí que lo odiaba, pero lo que más me extrañó fue la molestia que sentí al verla salir de esa habitación y de esa forma.

"Parece que te divertiste", le dije.

"Eso a ti no te importa, quítate del medio", exigió Irina.

La molestia de Franco se hizo más evidente. La acorraló en la pared y la apuntó con el arma, pero aún así Irina no tembló.

"Veremos cuánto te dura la valentía", exclamó.

La hizo a un lado y se perdió en el pasillo. "No dejaré que una chiquilla estúpida se burle de mí. Cuando la tenga en mi cama rogando por más y a mis pies, la haré pagar su osadía".

"¿Encontraste algo?", preguntó Franco.

"No, ¿y tú?", contestó Franco sentándose en el comedor.

"Sí, al parecer todo va más allá de nuestras fronteras. Las órdenes vienen de afuera".

"¿De afuera? Así que alguien quiere destrozarnos. Hay que acabar con él".

"Así es. Mañana regreso a Rusia. Podré trabajar desde allá".

"¿Te llevarás a la mujer?", preguntó Franco curioso.

"Obviamente sí. Sé que pronto caerá a mis pies", contestó Leonid.

"Sabes amigo, pensé en tomarme unas cortas vacaciones en Rusia", en la cara de Franco se podía ver la determinación por poseer a aquella mujer.

"Me parece bien. Quiero mostrarte la Zona Roja. Sé que te encantará", respondió con una sonrisa neutra.

Irina escuchaba desde la puerta sin querer entrar al comedor. ¿Qué carajos es la Zona Roja? Se llenó de intriga y aunque no quería compartir la mesa con aquellos dos, el hambre la obligó a hacerlo. Miró a ambos lados pensando dónde sentarse, si al lado de Franco o de Leonid.

"Ven, siéntate a mi lado", ordenó Leonid facilitándole la situación.

Se sentó junto a él sin mirarlo. Los ojos de ambos mafiosos estaban sobre ella.

"¿Pueden dejar de mirarme? Parecen idiotas", pronunció.

"Más te vale que aprendas modales si no quieres que te los enseñe yo", contestó Leonid tomándola de la barbilla con fuerza.

Cuando la soltó, pudo notarse el enrojecimiento por la fuerza que este había aplicado. Franco sólo sonreía con satisfacción mirando la escena.

"Eres un maldito", gritó furiosa.

"Parece que te mereces un castigo. Te enseñaré a respetarme", dijo Leonid.

Se levantó de su asiento y la subió en su hombro como un bulto de arena, y sin esfuerzo caminó.

"No quiero que nadie me moleste", ordenó dirigiéndose escaleras arriba.

Le enseñaría a esta niña a respetarlo de una vez por todas, pero no la forzaría. Eso estaba en contra de sus principios. La haría rogarle que la tomara, la haría rendirse ante su tacto hasta que suplicara por más.

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