Enana, ¿puedo pasar?- dijo Nico con la cabeza adentro de la habitación de su hermana pequeña y eso le alcanzó para ver a la chica limpiarse el rostro - Ciara¿ Estás llorando?
- No, no te preocupes, no pasa nada.- le respondió ella tratando de que él no hiciera preguntas.
- Si pasa Ciara, y es mejor que me lo digas, al final lo voy a averiguar y va a ser peor.
- Sólo- dijo la chica y comenzó a llorar otra vez- Sólo es que, yo tengo veinte años ¿ Tú crees qué es justo que llore por un chico de dieciséis?
- ¿ Dieciséis Ciara?¿ Sabes que es menor de edad verdad?
- Lo sé, no te pedí opinión sobre su edad y la mía, no es que lo vaya a violar ni nada, solamente que lo amo y él ni me ve y a veces hasta siento que me usa para que sus amigos crean lo que no es y sentirse importante.
- Hay Ciara, es un chiquillo todavía, déjalo que madure algo y tú mientras ve mirando otras cosas, quizás no lo ames tanto como tú crees.
...........
Ciara Parisi Doyle era la menor de la familia Parisi, considerando que la diferencia de edad con su hermano mellizo era por haber nacido cuatro minutos después que él.
Desde pequeña fue voluntariosa y reservada, como la describía su madre, pero la niña más amorosa del mundo.
Cuando ella y su hermano Aidan tenían cuatro años, llegó a su vida su padre, el padre que siempre habían imaginado trabajando, pero que cuando crecieron, supieron que la historia era otra, y con su padre llegó Enmanuel.
Enmanuel era más que uno de los guardias de su padre, él y Angelo eran los únicos en los que verdaderamente confiaba, aunque debido a la naturaleza seria de el hombre, siempre se encontraba en un segundo plano.
Unos meses antes de ir a Irlanda con Enzo, Enmanuel había conocido a una chica y estaba llevando una relación con ella, y al regresar, se encontró que la chica estaba embarazada y que no le había dicho nada pues él prácticamente había desaparecido de la noche a la mañana. Entonces comprendió que si quería tener una familia y ver feliz a la mujer que le había robado el corazón tenía que cambiar su forma de vida. Él y Enzo llegaron a un acuerdo en el qué él saldría de la organización pero no de la vida de Enzo y Angelo, quedó como requisito seguir con la amistad.
Del amor de Enmanuel y Sofía nació Luciano, era un niño hermoso, más grande que lo habitual, pero con el tamaño del padre eso no era extraño, tenía unos ojos color miel que casi daban ganas de probarlos y la piel era muy blanca, como la de su madre.
A la pequeña Ciara aquel niño le llamó la atención desde el primer momento que lo vio, cuando iban de visita a casa de Enmanuel, la niña pasaba todo el tiempo al lado de la cuna del bebé y si estaba a la mano intentaba tocarlo siempre que se lo permitían.
Aquellos niños fueron creciendo y para el pequeño Luciano nunca fue un problema tener para sí la atención de Ciara, lo que en ocasiones hasta provocaba los celos de Aidan que sentía que su hermana lo sustituía por otro niño.
- ¿ Tendremos problemas en un futuro por cuenta de nuestros hijos?- le dijo Sofía a Anna mientras veían a Ciara, ya con siete años pasear de la mano con Luciano de tres, hablándole de algo que las madres no podían escuchar.
- Esperemos que no, esperemos que si llega a haber algo entre ellos sepan solucionarlo sin involucrarnos a nosotros, aunque con los maridos que tenemos, no sabría decirte- Anna miraba también los niños ir y venir por el jardín sin saber que en verdad tendrían una historia un tanto complicada en el futuro.
Aquellos niños siguieron creciendo, y a diferencia de Nico que siempre estudió en casa, Aidan y Ciara si fueron al colegio y se relacionaron con otros niños, y en ese mismo colegio fue inscrito Luciano nada más tener la edad. Eso ayudó a que Ciara pasara más tiempo al tanto de el niño, que siempre pareció mayor a los de su edad debido a los genes heredados de su padre.
Para Luciano al cumplir los diez años era súper gratificante que una chica de catorce años estuviera siempre pendiente de él, eso lo volvía el más popular de su clase y era algo que no molestaba para nada al niño pues ella no lo asfixiaba y le daba su espacio para que el chico compartiera con los de su edad.
A los trece años Luciano más que un adolescente de esa edad parecía tener dieciséis y Ciara con diecisiete era una de las chicas más hermosas de su colegio, aunque nunca había dejado que un chico se acercara a ella con algo más que no fuera una amistad pues su corazón ya estaba ocupado y ella estaba dispuesta a esperar.
Con esos trece años él se atrevió por primera vez a acercarse a ella de manera más íntima, estuvo días esperándola afuera del colegio para acompañarla y terminar siempre en un parque, bastante alejado, solamente abrazándola y pegandola a su cuerpo mientras conversaban de cualquier cosa, hasta que se decidió a besarla.
Ese fue el primer beso de los dos, y después de ese vinieron muchos más, siempre en lugares lejos de la gente, donde nadie pudiera sospechar lo que ocurría entre aquellos dos, en cambio, si estaban frente a los demás volvían a ser solo los amigos de toda la vida, y eso a ella le rompía el corazón, pero se dejaba llevar.
El tiempo siguió pasando y los besos siguieron entre ellos, aunque a veces subían un poco de tono, porque de la soledad de un parque a veces se pasaban a la soledad de la habitación de Luciano, en la que no era extraño ver a Ciara desde pequeños y en la que terminaban sobre la cama, en situaciones de las que en muchas ocasiones se les hizo difícil escapar.
La vida siguió su andar y las cosas estaban cambiando mucho, la menor de los Parisi ya asistía a la universidad, y ya Luciano iba de fiesta con sus amigos y con otras chicas y la pobre de Ciara tenía que verlo como coqueteaba y en ocasiones se besaba con otras mientras ella esperaba que se fuera la mayoría para que él le prestara atención y terminara la noche entre besos con ella.
La chica ya tenía veinte años y la situación entre ella y Luciano no había cambiado nada desde hacía un tiempo, ella seguía manteniéndose fiel a su amor y él seguía disfrutando su vida de joven sin preocupaciones y sin aparente pareja, y eso hacía mella en su corazón.
Luciano empezó a cambiar su actitud según pasaban los meses, ya no se escondía tanto para comerse a besos a Ciara, por lo menos no delante de sus amigos, pero ella sentía como si la estuviera usando para darse a conocer delante de ellos como el gran Don Juan, que tenía a su disposición una chica muy hermosa y para rematar, mayor que él, lo que hablaba muy bien de sus dotes de supuesto buen amante.
Ciara no había día que no llorara por esa causa, y hasta su rendimiento en la universidad estaba flaqueando, pero cada vez que intentaba alejarse, él la convencía con sus mimos y sus besos para que siguieran en la misma situación, ella solo era visible para él según las circunstancias, si habían chicas de su círculo de amigos delante, ella no existía, cuando sólo fueran chicos, todo cambiaba.
Al poco de la chica cumplir sus veintiuno su hermano Nico tuvo un accidente y la vida se le complicó a los Parisi. Debido a lo ocurrido Nico había perdido parcialmente la memoria, su madre estaba casi siempre triste, su padre viajando a cargo de todos los negocios y su hermano Aidan, era Aidan, su carácter no lo hacía muy serio a los ojos de ella, así que sus problemas con Luciano pasaron a segundo plano y en vez de alejarse, ella se refugió más en esa relación tóxica en la que se encontraban.
Una noche, después de haber estado hasta bien tarde en una discoteca y terminar como siempre en la boca de Luciano, fueron a la casa de él, que se encontraba sola pues sus padres estaban de viaje.
Para bien o para mal, aquella noche pasó lo que hace mucho tiempo venían ensayando y que no se habían atrevido a hacer. Nada más traspasaron el umbral de la puerta de entrada, comenzaron a devorarse con la boca y cuando llegaron a la habitación del chico ya él llevaba el torso desnudo y ella había dejado su vestido en el pasillo.
- Ciara, no sabes cuanto te deseo, cuantas noches he soñado con que estés en mi cama y yo dentro de ti- le decía él mientras se deshacía de la poca ropa que quedaba en su cuerpo y se acercaba con la chica a la cama.
- Yo también te deseo, te quiero mucho Luciano- ella fue más allá con su confesión y con eso logró poner una sonrisa de medio lado en la cara del joven que besaba todo lo que podía del cuerpo de la chica.
Cayeron en la cama, él sobre ella, y las manos de ambos en una búsqueda de no se sabe qué, que parecían no encontrar. Él, ya posicionado en su entrada, arremetió de golpe y se introdujo en ella haciéndola gritar.
- Lo siento, lo siento- le decía él mientras besaba su cara repetidamente y a la vez se reponía de sentir las uñas de ella encajadas en su espalda- ya verás que va a ser mejor- le decía para consolarla, por que aunque para él también era su primera vez, se había encargado de documentarse bien.
- Ya va pasando, lo siento por tu espalda.
- No te preocupes, eso será un buen recuerdo- le dijo con una media sonrisa y comenzó a moverse lentamente dentro de ella, hasta qué él, sin poderlo evitar, terminó prematuramente - Lo siento Ciara, pero no pude aguantarme, deja que me reponga un momento y te juro que voy a hacerte terminar de cuantas maneras existan- se disculpó todavía con la respiración agitada y la cara en el hueco del cuello de la chica.
El joven estuvo un rato quieto, y después de eso, ya estaban besándose otra vez desesperadamente y volvía a entrar en ella para cumplir su promesa de hacerla sentir lo que ellos podrían considerar la mejor noche de sus vidas.
Cuando la luz de la mañana los sorprendió, estaban dormidos uno sobre otro, extenuados por la intensa noche que tuvieron, pero que estaban seguros les iba a cambiar la vida, aunque ninguno de los dos se imaginaba cuanto, ni de que forma.
- Ciara, bonita, despierta- él fue el primero en abrir los ojos aquella mañana y trataba de despertarla - Ciara- le repartía pequeños besos por el rostro mientras la llamaba- linda, vamos al baño, tienes que irte antes que en tu casa salgan a buscarte por todos lados.
Ella, que ya había despertado, pero quería seguir recibiendo aquellos besos, se desperezo y abrió los ojos.
- ¿ Tengo que irme en verdad?- le pregunto con voz de ñoña.
- Tienes, a menos que quieras que mi padrino me desolle vivo mientras tus hermanos esperan su turno para hacerme Dios sabe qué.
- Vaya, sí qué crees que mi familia te tiene en estima- ella pareció medio enfadada.
- No te molestes bonita- le dijo dejándole un beso en la nariz- pero eso es lo que me pasará si ellos se imaginan nada más, todo lo que tú y yo hicimos anoche en esta cama, y el primero en caer en combate será mi amigo aquí presente.- ambos rieron, por que ambos sabían que lo qué Luciano había dicho no estaba muy lejos de la verdad, si Enzo se imaginaba esto, a ella la mandaría con su tío Angelo o su tío Eric y a Luciano lo haría padecer bastante, sin importarle que era el hijo de Enmanuel y su ahijado, lo único importante es que Ciara es su niña y él se atrevió a tocarla.
- Está bien, ya me levanto y me doy un baño y me voy a mi casa.
- Espera, no es así la cosa, es como te voy a decir, nos levantamos, nos damos un baño laaaaargo- dijo estirando la a y pegándole a su amigo como él mismo lo llamó- desayunamos y te llevo a tu casa.
- Ya lo tienes todo pensado, no sé, creo que voy a cambiar algo del plan- le dijo y él la miró fijamente- mientras me baño voy a querer muchos besos o no hay trato.
- Te prometo que habrán muchos besos, y caricias, y volverás a sentirme dentro de ti- le contestó él restregándole su crecido miembro en una invitación clara a seguir lo que habían comenzado la noche anterior.
El baño fue muy placentero, y aún con la muestra de que los dos eran novatos en la situación se supieron satisfacer uno al otro muy bien.
Él se encargó de prepararle un desayuno especial y hacer que el momento que habían vivido continuara siendo el mejor, comieron juntos y entre besos se alimentaban uno al otro. Al terminar, tuvieron otra ronda de besos en el sofá, hasta que decidieron que era hora de que ella volviera a su casa.
- Ciara, vamos ya o te voy a hacer el amor aquí mismo otra vez.- le dijo él al oído cuando lograron despegar sus bocas.
- Sí, tienes razón, mejor nos vamos. Antes de ir a mi casa, tengo que pasar por la farmacia.
- Es verdad, perdón por eso, pero nada de lo que pasó estaba planificado, así que no pensé en las consecuencias.
- Lo sé, tampoco esperaba yo esto que sucedió, pero no me arrepiento, te quiero.- volvió a repetirle ella como tantas veces lo hizo en la noche anterior y como las otras, recibió de él solamente silencio.
- Vamos ya.- le dijo levantándose del sofá y extendiéndole una mano para ayudarla a levantar a ella.
Ciara estaba sobre su cama, miraba el techo y recordaba las últimas horas de su vida con una sonrisa en la cara, ya se había tomado la pastilla del día después, y todo parecía perfecto hasta el momento, incluso Luciano no había querido que se bajara ella del auto en la farmacia y él se había encargado de traerle el medicamento. Al parecer él estaba cambiando, desde la noche anterior era todo dulzura y delicadeza para con ella.
Lástima que al otro día ella se tendría que ir a la universidad y no regresaría hasta el viernes siguiente, hubiera querido pasar todos esos días pegada a Luciano y sintiéndose querida y deseada, aunque él no dijera nada de sentimientos.
- Enana- escuchó la voz de su hermano Nico, que desde su accidente estaba otra vez viviendo con ellos, ya dentro de su habitación- ¿ Puedo pasar?
- Nico, ya estás dentro, para que preguntas- le respondió con una sonrisa.
- Vaya, hacía días que no te veía sonreir así¿ tiene que ver con que no hayas venido a dormir a la casa anoche?
- Nico, por Dios- se sentó de pronto Ciara en la cama- nadie se puede enterar que yo no regresé anoche, si no papá me va a matar y va a desaparecer el cuerpo- ella casi da gracias a que las conversaciones anteriores que había tenido con su hermano sobre amores habían quedado en la parte olvidada por su mente desde el accidente.
- Tranquila, papá se fue a Italia y ni se enteró que no estabas, pero y yo¿ me tengo que preocupar?¿ Tengo que recordarte que tú eres la niña de esta casa?- le dijo cayendo a su lado en la cama.
- No, no tienes que preocuparte, deja a tu mente que descanse para ver si recuerdas lo que te falta, en esa parte estoy segura que está lo de que ya sabías que Samantha es una lagarta aprovechada y la echas al fin de tu vida. De verdad hermano, ¿ tú no ves quién es ella?
- Ciara déjalo, yo sé que ya los debo de tener cansados con la historia de qué me parece que me falta algo, pero ya verás que lo voy a descubrir, mientras, tendré que creer lo que me cuenta Samantha, por que recordarla si la recuerdo de antes y sí teníamos algo aunque estoy seguro que de la época que la recuerdo nunca se me habría ocurrido proponerle matrimonio, pero quizás cambié de opinión en estos dos años y no lo sé.- Nico no entendía por qué debía tener siempre la misma conversación con toda la familia, a él Samantha no le parecía tan mala, un poco interesada sí, pero él tenía una cuenta bancaria para responder a ese interés, además de que ya iba siendo hora de que pusiera un rostro femenino a su puesto en la mafia.
- Bueno, tú sabrás Nico, es tu vida aunque a mi no me guste ella, ahora vete de aquí y déjame disfrutar de mi silencio.- le dijo empujándolo fuera de su cama, pero sin conseguirlo.
- De tu silencio, de tus recuerdos querrás decir, por que yo estoy seguro que algo hiciste para que tengas esa alegria.
- Estoy bien hermano, y no he hecho nada malo, te quiero mucho, pero vete de aquí o buscaré una escoba y te echaré- Ciara en verdad no podía quitar la sonrisa de su cara y a Nico eso le gustó mucho, al menos había alguien feliz en aquella casa después de su accidente, así que no quiso molestarla más y salió de la habitación dándole un beso.
El lunes en la mañana la chica llegó temprano a sus clases y se encontró con una buena noticia, el miércoles tendrían una prueba, y los que salieran de ella sin problemas se irían a casa por el resto de la semana después de terminar, y como dicha prueba era en el ordenador, pues una aplicación se encargaría de calificar, lo que agilizaba lo de saber la nota.
Ciara pasó los dos días sumergida en los libros de la materia a evaluar para lograr irse a casa lo más rápido posible, y lo que pudo comunicarse con Luciano fue muy poco, y lo poco que conversaron fue casi como otras veces, él había vuelto a los monosílabos y a las conversaciones que parecían de compromiso y a los te veo después para terminar rápido con lo que ella le decía, además de que de fondo la chica escuchaba que él no perdía tiempo de estar en fiestas.
Por un momento ella volvió a pensar que estaba perdiendo su tiempo con él, sobre todo cuando escuchó a sus amigos burlarse de la llamada que le estaba haciendo y el chico sólo respondió " hay que contentarla con algo". Contentarla, esa palabras le hizo un hueco a su corazón y comprendió que era imprescindible que ella sacara esa materia en la mañana, tenía que dejar las cosas claras con Luciano de una vez y por todas y no podía esperar más.
Pasó la noche estudiando como la anterior, aunque esta le costó un poco más de trabajo concentrarse por no poder sacar de su cabeza la respuesta de Luciano, y qué le diría en la conversación que tendría al otro día con él.
Se hacía miles de historias en su cabeza y miles de preguntas y respuestas de ella a él o de él a ella o simplemente pensaba si era mejor quedarse callada y continuar con aquella relación que se notaba a mil leguas que solo una de las partes le veía un futuro.
Quizás ella se había acostumbrado a ser la única que quisiera o él se había dejado querer para tener siempre un puerto seguro al que regresa, no lo sabía, y lamentablemente no tenía a quién preguntar o a quién pedirle un consejo, en su casa no podían saber de su relación con Luciano o eso traería problemas a la amistad de sus padres y por desgracia ella nunca había sido una chica de tener una amiga para contar sus intimidades, hasta ahora nadie que se le hubiera acercado le había demostrado ser merecedora de ese privilegio en su vida.
El miércoles escuchó la alarma de su teléfono indicando que era la hora de levantarse y ella seguía despierta, sentada delante de su escritorio, con siete tasas de café vacías en el cesto de la basura a un costado, un montón de apuntes, unas ojeras que le llegaban al borde de la boca y la cabeza hecha un lío, un verdadero lío, que entre el examen y arreglar su vida, no sabía como la iba a desenmarañar.
Se levantó de la silla, fue al baño y se metió bajo la ducha fría, lo necesitaba para despertar las neuronas que parecía iban a colapsar y se puso frente al espejo.
- Ciara Parisi- se habló a si misma, era algo que había aprendido de Nico que según él le funcionaba- es hora que pongas tu vida en orden, no puedes seguir dejando que otros te manipulen o te pongan pautas, es ahora o nunca.
Sacó su estuche de maquillaje y se escondió las horribles ojeras de su cara, se vistió con la ropa que más le agradaba tomó sus apuntes y salió hacía el edificio en el que se desarrollaría el examen, no importaba cuanto iba a demorar delante de aquel ordenador, ella estaba segura que de allí saldría con una nota que le dejaría libre el resto de la semana para poder resolver su situación sentimental.
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