Rouse
Mi nombre completo es Rosa Marie Gómez. Nací de padres latinos que se fueron a vivir a América y yo nací allá. Mi vida de niña era tan feliz. Mis padres eran los mejores padres del mundo. Siempre salíamos, me compraban la cajita feliz de McDonald's...
Hasta que un día tuvimos un accidente automovilístico. Mis padres eran inmigrantes y yo caí en el sistema de gobierno. Ahí me crié entre niños desconocidos anhelando un hogar. Yo siempre tuve los pies en la tierra. Sabía que jamás vendrían por los niños grandes.
Casi siempre se llevaban a los bebés. Así que yo decidí aislarme. Aprendí a leer y mi vida era de la hora de la comida a la biblioteca. Y así fue hasta que tuve 16 años y empecé a trabajar como asistente de farmacia.
Pues me volví muy buena en matemáticas y la ciencia. Así pagaba a las cuidadoras (aunque eso era ilegal) para que me dieran comida todos los días. Hasta que un día de enero empecé a sentirme cansada todos los días, tanto que me costaba levantarme de la cama.
Pero aún lo hacía porque tenía que trabajar. Pero bueno, también empecé a tener dolor de cabeza, muchísimo y muy fuerte. Y por las noches empecé a sudar. Yo sabía que el ventilador casi no funcionaba, pero era demasiado. Hasta que empecé a notar que estaba perdiendo peso. Para un metro setenta de altura, un peso de 54 kilos no estaba muy bien.
Aproveché que mi jefa me dejó hacerme los análisis sin cobrarme. Y después de casi un mes, tuve los resultados en mis manos: Linfoma de Hodgkin en etapa cuatro. Estaba por todas partes, en mis costillas, en la cadena ganglionar... Yo había decidido que era muy tarde para mí.
Yo no quería perder lo que me quedara de tiempo intentando curarme con quimios mientras se me caía el cabello y perdía mi vitalidad. Así que sólo me recetaron analgésicos para el dolor, unas cuantas vitaminas y algo para dormir porque tenía mucho insomnio.
Lo mantuve en secreto hasta que una de mis cuidadoras limpió mi cuarto y entró la carta con el diagnóstico. Así que decidieron que como ya tenía casi 18 años, para no tener que pagar los gastos de todo el servicio funerario, me casara con un multimillonario, el único hijo de Mrs. Hassan.
Ellos son los dueños de la empresa comercial más grande de América del Norte y que se ha extendido a ciertos países de Europa. Así ellos cubrirían todo y además les quedaría algo a ellas. Sólo que fueron unas tramposas y no dijeron nada de la enfermedad.
¿Triste? Mucho, pero es la vida que me ha tocado. ¿Vale la pena pelear cuando sabré que perdí mi vida desde que mis padres murieron? Pues la verdad es que no. Y a ese hijo de Mrs. Hassan yo no lo conozco. Su padre al parecer nos dará 6 meses para que nos casemos y por supuesto que su hijo no quiere casarse.
Por lo que he oído, es un maltratador de mujeres, además es frío y no deja que nadie sentimentalmente se le acerque ni lo toque y tiene una gran red flag de su lado: tiene SIDA. Aunque en mi caso supongo que no importaría mucho ya que yo estoy muriendo.
Su madre los abandonó cuando él era un niño, apenas un niño, y quizás por eso puedo entender el odio a las mujeres. En mi caso, yo odio a las maestras. Mañana vendrán a buscarme y tengo toda mi maleta lista, mi ropa arreglada y mi cuarto recogido. Son las 7 de la mañana y estoy esperando el bus para ir a trabajar en el laboratorio.
Hago lo de siempre, me subo al bus, llego a la parada, camino un poco y saludo a Linda, la recepcionista del laboratorio.
-Hola, Linda. Buenos días- le sonrío.
-Buenos días, Rouse- me dice.
Ella me entrega un cupcake y café con leche como todos los días y yo paso al interior de la nevera para empezar a limpiar, organizar, marcar y actualizar el inventario.
Mis tareas han bajado un poco luego de mi diagnóstico, ya no hago las tareas de peso, y tampoco las mediciones porque a veces me tiemblan las manos, pero del resto de mis tareas puedo cumplirlas al pie de la letra como siempre.
-Buenos días, mi niña- me dice la señora Ana.
-Buenos días, Ana. ¿Qué tal tu mañana?- le pregunto.
-Lo mismo de siempre, ir al gimnasio y venir aquí- dice con pesar.
-¿Has sabido algo de tus hijos?- Le pregunto pero realmente ya sé cuál es la respuesta.
-Siempre igual, mi niña. Ni Lucas ni Sabanna tienen buenos lazos conmigo, y es muy poca la comunicación que tengo con ellos- responde, y suspira. -Pero es bueno verte aquí todos los días. ¿Tú cómo has amanecido hoy?- Me sonríe.
Ana es una señora de 55 años cuyo esposo falleció de cáncer cuando sus hijos eran unos niños. Ella tuvo que trabajar el doble y no pasaba mucho tiempo con ellos, así que ninguno desarrolló un verdadero apego hacia ella y desde que ellos crecieron e hicieron sus vidas, ninguno tiene que ver con Ana para más que enviarle una tarjeta de cumpleaños una vez al año.
Cuando conocí a Ana, prácticamente ella quiso adoptarme. Yo tenía 16 y fue cuando vine aquí a solicitar trabajo. Ella hizo todo lo posible, pero las cuidadoras alegaron que era "de muy avanzada edad" para adoptar, así que me dio el empleo y pasamos tiempo juntas. A decir verdad, ella es lo más cercano que tengo a una madre.
-Pues bien, dentro de 6 meses voy a cumplir la mayoría de edad y supongo que podré empezar a hacer lo que está en mi lista de deseos- le sonrío.
Cuando me diagnosticaron, Ana fue la primera en llorar. Supe que revivió el mismo pesar que cuando diagnosticaron a su esposo. Entonces ella me dijo que era muy joven, y que aún me faltaba mucho por vivir, así que debía hacer una "Lista de deseo" para cumplirla.
Yo pensé que era algo tonto, pero al darme cuenta de las cosas que quería hacer, la lista pasó a tener 10 deseos que podré cumplir cuando tenga 18 años, si es que mi futuro esposo me lo permite. Pongo los ojos en blanco al pensar en eso.
-¿Qué quieres hacer por tu cumpleaños?- me pregunta Ana.
-Hm, supongo que comer mucho pastel- y ella y yo nos reímos a carcajadas.
Rouse
Terminé un día más de mi trabajo y voy camino a casa, quiero lanzarme en la cama y dormir hasta que lleguen por mí, quizás ni siquiera venga a buscarme el hijo de Mrs Hassan, no recuerdo cómo se llama...
En fin, imagino que me lo dirán cuando nos veamos, o se presentará o algo así. Pienso en lo todo lo que mi vida cambiará cuando me case... Realmente nunca lo pensé, así que la vida te lleva por lugares que nunca pensaste que recorrerías, ¿No? Bueno.
...----------------...
Hoy es el día más triste de mi vida, hoy vendrán por mí para mudarme a la casa de los Hassan. Me estoy mirando al espejo, y me veo tan terrible, tengo unas ligeras ojeras, quizás debería arreglar mi cabello un poco y mis labios están pálidos.
Ahhh, qué se joda, él tampoco quiere casarse conmigo así que ¿Para qué perder el tiempo arreglándome? decido sentarme a revisar que todo esté en mis maletas, y la cuidadora me dijo claramente: No se pueden enterar de mi diagnóstico.
Por nada del mundo se deben enterar, y quizás sea más interesante así, fingir ser una esposa perfecta... ¿A quién quiero engañar? Mi vida es terrible.
-Rosa, llegaron por ti- Me llama la cuidadora.
-Ahí voy- Le digo.
Respiro profundamente. Hoy es el día, me digo a mí misma. Tomo las maletas y me doy cuenta que se cae mi historial médico, entonces decido dejarlo en un cajón en esa habitación y no llevarlo conmigo. No quiero botarlo porque se trata de mi salud, pero no puedo llevarlo conmigo. Abro la puerta y hay dos hombres vestidos con trajes negros.
-Ahm- Miro hacia los lados. -¿Puedo ayudarlos?- les digo frunciendo el ceño.
-¿Es la señorita Rosa?- Me pregunta el de la derecha.
-Sí- le respondo.
-Venimos a llevar su equipaje- Me dicen.
Y yo me encojo de hombros, les dejo pasar y se dan cuenta que realmente no tengo muchas cosas, sólo una maleta de 10 kilos y mi bolsito de mano donde llevo mi identificación y todo eso. Uno de ellos la carga y yo los sigo a la salida.
Por supuesto que no hay de quién yo vaya a despedirme, pero me quedo boquiabierta cuando mira la gran Four Runner en la que vinieron a buscarme.
-¿Adónde iremos?- Les pregunto en cuanto estoy dentro del auto.
-Vamos a la casa de los Hassan- Me responde el mismo que me habló la primera vez.
Todo el camino fue muy silencioso, yo sólo me concentré mi mente en el hermoso paisaje del camino hacia la casa de los Hassan. Cuando llegamos, me quedo más boquiabierta al posar mis ojos en la enorme casa. ¿Para qué una casa tan grande? ¡Sólo viven dos personas allí! Dios santo.
-Hemos llegado señorita Rosa- Me dice el otro.
-Llámenme Rouse, por favor- Les pido.
-De acuerdo, señorita Rouse- Y yo pongo los ojos en blanco. ¿Señorita Rouse? ¡Es tanta formalidad!
Ellos bajan mi pequeña maleta y tocan el timbre, una chica del servicio nos abre la puerta.
-Buenos días, señorita Rosa, pasen- Dice cordialmente.
-Gracias- yo le sonrío. Si voy a vivir aquí, pues tengo que tener al menos una amiga.
Cuando estoy dentro del salón principal están dos hombres sentados que se levantan al verme, un señor un poco gordo, con canas en su cabeza y con una sonrisa jovial y el otro, más joven quizás de unos 27 años, todo serio y con cara de que está apunto de ser sentenciado a muerte. Bienvenido al club, pienso para mis adentros.
-Querida Rosa, pasa adelante- Me sonríe ampliamente el señor mayor, -Yo soy Cristóbal Hassan- me estrecha la mano y yo voy directo a tomarla.
-Es un placer- Le digo también, su energía es contagiosa.
-Y él es mi hijo, Cristian- me lo señala, y yo voy a darle la mano pero sólo la mira y luego mira hacia otro lado. -Es un poco odioso pero estoy seguro de que se llevarán muy bien- Yo lo miro y asiento con la cabeza.
¡Éste Cristian es un maleducado! Si nos vamos a casar, por lo menos que tenga la decencia de presentarse ante su futura esposa.
-Esta a partir de ahora es tu casa, querida-, el mira a Cristian y luego a mí. -Estoy seguro que se llevarán de maravilla- y nos ahoga un silencio. -Bueno, los dejaré solos para que hablen y se conozcan- Y el empieza a subir las escaleras.
-Señorita Rouse, le dejaremos el equipaje en su habitación- Me dice uno de los guardias. Y yo asiento.
Cristian me mira como si me tuviera rabia, pero yo no le he hecho nada. Él se sienta de golpe y yo me siento después de él a una distancia larga.
-Imagino que sabes que no puedes hacerte mucho a mí- Es lo que sale de sus labios, y me sorprendo al saber que su voz es muy gruesa.
-Ehm, algo de eso he oído-, es todo lo que digo, nerviosa.
-Tengo Sida y es mejor que te mantengas alejada, niñita. Estás aquí porque mi padre quiere que me case para no pasar el resto de mi vida solo-
Igualmente lo pasarás así, sin importar si nos casamos, pienso. Pero me da coraje la forma en la que habla y le respondo:
-Yo sólo estoy aquí porque no tuve opción, no estoy interesada en ti o en tu familia, pero si es lo que toca, es mejor que comencemos a llevarnos mejor- Y le estrecho mi mano otra vez. -Bueno, lo haremos sin manos- le digo, y por un segundo siento que veo el reflejo de una risa. -Soy Rosa pero puedes llamarme Rouse- termino diciendo.
-Perfecto Rouse- Y yo me lo quedo mirando como esperando algo. -¿Qué?- me mira curioso, -No pensarás que puedes llamarme Cris- Me dice seriamente.
Y yo pongo mis ojos en blanco ante sus palabras.
-Como digas- Es todo lo que me queda por decir y me cruzo de brazos.
Siento su mirada encima de mí con una chispa de... ¿Curiosidad?
Rouse
-Bueno, déjame enseñarte tu habitación-, me dice Cristian.
Y yo logro respirar otra vez, ¡Qué bueno que tendremos cuartas separados porque él tiene SIDA y pues.... Quizás suene un poco malo, pero tener sida es como un repelente de mujeres ¿A quién le gustaría contagiarse? Uf, a nadie.
-Okey-, le respondo mientras subimos las escaleras.
-Nada de Okey, aquí sí hay educación y se responde: "Sí", "De acuerdo", "Está bien" ¿Me entendiste? Sé que la educación en ese Orfanato es muy mala pero aquí te vas a comportar como una señorita- Y me mira amenazante. Pero eso no me asusta, he recibido tratos peores, así que:
-Okey.
Y él me mira con cara como si quisiera matarme, y también mira la habitación del frente.
-Te voy a decir algo claramente-, empiezo diciendo. -Yo no voy a cambiar mi personalidad por ti, por tu casa o tu familia. Me ha costado mucho forjar mi carácter para que tú de un día para otro quieras cambiarlo, ¡Así que eso no va a suceder!- Me mantengo firme.
-¿Crees eso realmente?- Me mira sonriendo.
Entonces él hace algo que yo no esperaba y termina siendo demasiado rápido para mí, me toma del brazo y me empuja hacia el cuarto, cierra la puerta con llave y me deja allí. Y yo me desespero.
-Cuando aprendas a obedecer, saldrás de allí- terminó diciendo con voz firme.
-¿Hey?- Empiezo a llamarlo, -¿Cristian? ¡Ábreme la puerta! ¿¡Qué es ésto!?- Y le doy más golpes a la puerta, pero nadie parece oírme, hasta que le doy un golpe final y me frustro.
Me lanzo en la cama con los brazos extendidos y suspiro. ¿Acaso mi vida de esposa será así? ¡Será un infierno!, hablo para mis adentros. Y algo en mí aquí encerrada se rompe y empiezo a llorar. En mi cabeza se acumulan pensamientos sobre cómo hubiera Sido mi vida si mis padres no hubieran fallecido.
¿Por qué tuviste que llevártelos, Dios? ¿Por qué tuviste que dejarme sola en este maldito mundo de mierda? Y mis lágrimas siguen cayendo por todas partes y empiezo a sollozar sin poder controlarme.
¡Y para el maldito colmo, me estoy muriendo lentamente cada día! No tengo la oportunidad si quiera de vivir o de querer ser feliz, esa esperanza se me fue arrebatada hace muchos años...
Y pasaré el resto de mis contados días con un hombre que tiene problemas psicológicos y por lo visto es un controlador y de paso tiene Sida, ¿Acaso no pudieron venderme a un hombre menos horrible?
Porque sí, no voy a negar que físicamente es muy atractivo, es más alto que yo, tiene un cuerpo bien distribuido, cabello y barba castaña perfectamente arreglada y con muchísimo dinero, ¡Pero lo que tiene de hermoso lo tiene de loco y enfermo! Pongo mis manos y estrujo mis ojos con fuerza.
Tienes que aguantar, es todo lo que le digo a mi fuero interno. Hoy es sábado mañana tampoco trabajo, supongo que podré seguir trabajando como siempre aunque viva con ésta gente.
...----------------...
Algo suena en mi habitación con un tono muy molesto, y al parecer yo me quedé dormida ¿¡En serio, Rouse!? ¿¡Dormida!?, le digo a mi fuero interno. Me despierto de golpe y me levanto, escucho que alguien me llama desde el otro lado de la puerta.
-Estoy encerrada y no tengo llaves- Es todo lo que digo.
-Señorita, Aquí le traigo la cena, el joven Hassan dijo que no se sentía muy bien- me dice la sirvienta. Este descarado, pienso.
-Pero no tengo llaves- Vuelvo a insistir.
Pero para mí sorpresa, la sirvienta pasa directamente al cuarto.
-Estaba abierta- Me dice la sirvienta, mirando a la cerradura y a mí frunciendo el ceño. -Aquí está, le traje ensalada de frutas y sándwich de pollo con un poco de Jugo de Manzana-, me dice amablemente.
-Gracias- Y yo le sonrío.
-Que descanse, señorita- Me dice para despedirse, pero después de sentirme encerrada me haría bien un poco de compañía.
-Ahm, ¿Cuál es tu nombre?- Le pregunto.
-Me llamo Clara, señorita- Me responde un poco incómoda, me supongo que no está acostumbrada a este trato.
-Bien, Clara. Siento que esta es demasiada comida para mí y me gustaría compartirla contigo- Le digo firmemente.
-Ouh no, señorita. No puedo hacer eso-, me dice apenada.
-Claro que puedes, voy a ser parte de esta casa y te pido que te quedes- termino diciendo con determinación.
-Bueno...- ella mira hacía la puerta y lo piensa un segundo, hasta que me mira. -Pero sólo será un momento- concluye.
-Eso será suficiente para mí-, le sonrío.
-Entonces, ¿Cuánto tiempo tienes trabajando aquí?- Empiezo a preguntar mientras ella se sienta a mi lado en la cama y empezamos a comer.
-Desde que la madre del joven Hassan se fue y nunca más se supo de ella- me dice.
-Cuentame sobre eso, ¿Cómo fue la infancia de Cristian desde que eso sucedió?- Y ella mira con cara cautelosa, -Clara, Cristian es mi futuro esposo, estoy en el derecho de saber sobre su vida- Y la convenzo.
-El joven Hassan en el primer año todos los días se sentaba en la puerta con la esperanza de que ella volviera, hasta que se cansó y luego lloró por meses hasta que lo superó, desde los 13 años empezó a traer mujeres a la casa y siempre se escuchaban algunos gritos- y respira.
Pero yo le tomo la mano para que siga, y ella lo hace:
-Él empezó a meterse en peleas sin sentido en la escuela y una vez fue expulsado a medio año, él señor Hassan tuvo que dar una buena suma de dinero a otro colegio para que lo aceptaran porque era mitad de año estudiantil. Luego de eso él empezó una vida desordenada de mujeres y alcohol, hasta que un día recibió la noticia que tenía...- ella duda en decirme.
-Sida, que tiene sida-, le termino.
-Sí, desde entonces él se volvió otro hombre. Se volvió más reservado, empezó a trabajar en la empresa de su padre y a tener responsabilidades, desde entonces no se le conoció ninguna otra mujer durante unos 4 años, hasta que llegó usted-, y me mira.
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