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Isadora El Rostro Del Amor

Denakis.

El silencio era sepulcral, hacia frío llevaba escondida en ese frío y aterrador sótano desde hacía días desde que el niño grande con ojos bonito la había ocultado ahí. Tenía hambre y su ropa olía a orina ya que del miedo habia ensuciado su ropa, su mamá se enojaria mucho con ella. Seguramente le contaría a su padre y el no la llevaría a andar en bicicleta el domingo por la tarde.

Adoraba pasear con su padre Benjamín Asher, solían ir al parque y mientras él le enseñaba a andar en bicicleta su madre Leonor Denakis solía esperarlos debajo del árbol con pic nic era una hermosa tradición familiar, adoraba ver como su madre le sonreía mientras se acariciaba su enorme vientre, pronto tendria un hermanito.

Isadora Asher comenzó a escuchar ruidos provenientes del patio de su casa.

Durante dias había guardado silencio como le habían ordenado.

— ¡ Pórtate bien, has silencio y no salgas de aquí!, le había dicho el niño con ojos de ángel. ¡Si sales te harán daño!, y ella no quería que nadie le hiciera daño.

Los ruidos eran cada vez más fuerte, se escuchaban ladridos, algo rascaba el mueble que había delante de ella...

Era el cuarto día que hacían una inspección en la casa de la familia del Fiscal de New York Benjamín Asher. Él y su esposa habían sido asesinados.

Asher era el principal encargado en la investigación más grande de tráfico de los últimos tiempos, su investigación y acusaciones habían salpicado incluso al departamento de policía.

Ya sabían porqué los habían matado y aunque aún no había pruebas también sabían quien había dado la orden. Solo habia una pregunta sin respuesta ¿dónde estaba Isadora Asher?, la pequeña hija de tan solo siete años del fiscal Asher.

Llevaban días buscándola, su fotografía estaba en todos los periódicos del país.

El agente O'Neil vio la desesperación del perro ladrando en el jardín.

— Ya revisamos ese lugar, solo hay herramientas comento un agente.

— Tal vez la niña estuvo ahí abre la puerta del lugar lo volveremos a revisar respondió O'Neil. Él era padre su hija tenía la misma edad no podía imaginar a su hija en esa situación.

Al abrir la puerta el perro fue directamente a un viejo mueble y comenzó a rascar con sus patas O'Neil alumbró con la linterna.

— Enciende la luz le ordenó a uno de los oficiales que estaba detrás de él.

El perro seguía marcando el mismo mueble O'Neil abrió las puertas era un viejo armario. No había nada dentro de él.

— Deberia traer otro perro dijo uno de los oficiales

— ¿ Tú que opinas amigo ?, dijo O'Neil mirando al perro. Fue cuando vio las marcas de arrastre en el piso.

O'Neil se acercó a la punta del mueble alumbrando la pared y vio un pequeño hueco. — Saquen al perro y vengan a ayudar hay que mover el mueble grito O'Neil. Luego de arrastrar el mueble O'Neil se acuclillo en el piso y alumbró el pequeño hueco con su linterna. Asustada en un oscuro rincón pudo ver a Isadora Asher. — ¡Traigan a los paramedicos!, grito O'Neil. ¡Isadora!, ven por favor exclamó él.

Ella nego con la cabeza, no podía salir de ahí le harían daño.

— Conozco a tu papá, trabajo con él soy oficial de policía. Ven princesa ¿ tienes frío?, pregunto. Ella asintió con la cabeza. Y luego toco su pantalón O'Neil vio de inmediato que estaba mojada.

— Te daré una manta y puedes taparte con ella dijo O'Neil, ella asintió. Uno de los paramedicos le pasó una manta y O'Neil se la entregó a Isadora. Ella la tomó y se cubrió.

— ¡Quiero a mi mamá!, exclamó la pequeña.

— Dame tu mano princesa, y te llevaré con tu familia exclamó O'Neil.

Isadora estiró su mano tomando la de O'Neil y con su ayuda salió del pequeño hueco.

Él la envolvió con la manta y la cargo en brazos. Sacándola de ese lugar al llegar a la ambulancia ella no quiso separarse de O'Neil, busquen a su familia.

O'Neil fue trasladado junto a ella en la ambulancia.

Al llegar al hospital Isadora vio a su abuela junto a un oficial de policía.

— Cariño que bueno verte bien dijo su abuela mientras lloraba y la abrazaba.

— Tranquilízate mujer o asustaras a la niña dijo su abuela Thomas Asher.

Mientras los médicos revisaban a la niña una fuerte custodia se implementaba en el hospital.

— No sabemos si vio o no algo del ataque, por precaución pondremos custodia dijo O'Neil.

— La misma custodia que tenía mi hijo, exclamó Thomas muy molesto.

— Lo sé y no se da una idea de cuanto lo siento pero tiene mi palabra de que nada le pasara a su nieta...

...****************...

Xandro Denakis subió a su auto mientras su chófer se incorporaba al tránsito.

Acompañado por su abogado se dirigía al hospital donde se encontraba internada su sobrina Isadora.

— Padre, si la encontraron con vida me estoy dirigiendo al hospital en este momento. Tranquilo padre haré todo para llevar a la niña a Grecia tienes mi palabra dijo Xandro cortando la llamada.

— ¿ Quiere a la niña ?, pregunto él abogado.

— Nunca a visto a la pequeña, pero es lo único que le queda de Leonor y tiene el nombre de mi madre. Además no va a permitir que los padres de Benjamín se queden con ella.

— ¿ Cuánto hacía que no veía a tu hermana?, pregunto él abogado.

— Desde que Leonor abandono Grecia, ¿ qué posibilidades hay de que nos llevemos a la niña?, pregunto Xandro.

— Económicamente todas, el mayor problema es que sus abuelos paternos pidan la custodia, tendrían ventajas ellos si han tratado a la niña.

— Necesito llevarme a Isadora, le ofreceremos dinero.

— No lo vuelvas a repetir, perdieron a su hijo y es lo único que les queda comento el abogado, no has visto las imágenes de sus abuelos clamando por su nieta.

— Está bien te dejaré manejar este asunto, pero quiero regresar cuanto antes tengo demasiadas obligaciones.

Xandro miró sorprendido la cantidad de oficiales de policías que custodiaban el piso donde se encontraba internada su sobrina.

— Me llamo Xandro Denakis, necesito saber como esta mi sobrina Isadora Asher, comento.

Thomas Asher se acercó a él.

— Soy Thomas Asher el abuelo de Isadora.

— Lamento su pérdida dijo Xandro sin la más mínima emoción. ¿ Cómo está mi sobrina?.

— Los médicos dicen que bien físicamente, mi esposa se encuentra con ella. Estaba preguntando por sus padres.

— ¿ Porque hay tanta custodia?, pregunto Xandro.

— Aún no saben bien lo que pasó pero parece que la niña vio a alguien...

Isadora lloraba desconsoladamente, mientras su abuela intentaba consolarla.

Enterarse de la pérdida de sus padres había sido un golpe muy duro para una pequeña de tan solo siete años.

Dos días después Isadora abandono el hospital en compañía de sus abuelos. Esa misma tarde Xandro visito a su sobrina los medios de comunicación se encontraban en la puerta, también había una custodia policial.

— Todo este circo es beneficioso para nosotros, ellos están muy preocupados por su seguridad le dijo él abogado mintras yo hablo con ellos. Intenta acercarte a tu sobrina.

Mientras el abogado conversaba con los abuelos de Isadora. Xandro aprovecho la oportunidad para acercarse a su sobrina.

El le había llevado un obsequio.

— Isadora, soy hermano de tu mamá mi nombre es...

— El tío Xandro dijo ella mirándolo con interés.

— ¿ Tú mamá te hablo.de mi?, pregunto él sorprendido.

— Si y de él abuelo Vasilios y de la abuela Isadora dijo la niña.

— Eres muy parecida a la abuela. También tienes tres primos dijo él abriendo su billetera y mostrandole una foto de los niños...

— Ustedes no pueden protegerla, no se sabe lo que la niña sabe, eso de ahí afuera no es bueno para ella dijo Xandro.

— Es la única familia que nos queda dijo Thomas Asher emocionado.

— Lo sé, es todo lo que me queda de mi hermana y después de todo lo más importante es su seguridad.

— Es cierto dijo su abuela. Ella los vio como sabemos que no vendrán por ella. Aunque nos duela estará más segura en Grecia.

— Ustedes podrán ir a visitarla siempre que quieran dijo Xandro. Dentro de un tiempo también podemos traerla durante las vacaciones, tengo tres hijos será como una hermana para ellos dijo Xandro. Thomas miró a su esposa, ella asintió con un movimiento de cabeza.

— Está bien puede llevar a Isadora con usted dijo Thomas Asher.

Dos semanas después Isadora abandono Estados Unidos en compañía de su tío.

Después de varias horas de vuelo ella miraba con interés por la ventana mientras el auto atravesaba la ciudad.

Unos enormes portones de hierro y detras de ellos unos inmensos jardines y una enorme casa la cuál desde la perspectiva de Isadora era casa de princesas.

En cuanto bajo del auto no se despegó de su tío.

El elegante salón estaba en proporción con la casa, era enorme, Isadora se sintió desconcertada al ver que estaba lleno de gente, tanto de pie como sentada. Su tio tenía una familia mucho más grande de lo que su madre le había contado. Cuando entraron en la habitación, todo el mundo se giró a mirarlos y a Isadora se le encogió el estómago y se escondió detrás de su tío.

— Isadora ven saluda a tu abuelo dijo Xandro apoyando su mano en su cabeza.

Se oyó un ruido en un rincón y un anciano se levantó y golpeó el suelo con su bastón. Su rostro estaba rígido y habló furioso, en griego, a Xandro. Este le respondió en el mismo idioma y después puso una mano en la espalda de Isabella para acercarla a él.

— Así que tú eres mi bella nieta Isadora, dijo el anciano en inglés. No puedo creer que tu hermana no le enseñará nuestra lengua dijo Vasilios Denakis.

— Hola dijo Isadora acercándose a su abuelo con una cálida sonrisa. El anciano le sonrió con calidez, su tono de voz, su sonrisa, sus ojos para Vasilio era como tener a su hija Leonor delante de él...

— Es igual a Leonor dijo Xandro.

— Lo es, bienvenida a tu casa dijo Vasilios. Agnes ocúpate de instalar a mi nieta , ahora pasemos a almorzar.

Luego del almuerzo Isadora salió al jardín.

— Puedo bajar a la playa pregunto Isadora. Agnes sonrió ella había cuidado de su madre y ahora la cuidaría a ella.

— Puedes bajar, pero con mucho cuidado dijo Agnes.

Mientras tanto en la sala la familia debatía los pasos a seguir.

— Pensé que iría con nosotros comento Xandro sorprendido de que su padre quisiera quedarse con Isadora.

— Quiero conocer mejor a mi nieta en unos días podrá ir contigo. ¿Cómo se ha comportado?, pregunto Vasilios.

— Es una niña muy tranquila y obediente. Aunque su abuela me advirtió que tiene pesadillas, la niña estaba dentro de la casa cuando atacaron a la familia.

— El lunes a primera hora me ocuparé de buscar un colegio para ella dijo Berenice la esposa de Xandro.

— Ocúpate de eso¿cómo quedó la situación con los padres de Benjamín?, pregunto.

— Cedieron la custodia de la niña, obviamente pretenden seguir viéndola respondió Xandro.

— Ya me ocuparé de eso dijo Vasilios.

Esa noche Vasilios leí un libro en su habitación cuando comenzó a escuchar los gritos de su nieta.

Él se puso de pie tomó su bastón y se dirigió a la habitación de Isadora, encendió la luz la niña lloraba aterrada.

En cuanto él se sentó a su lado la niña lo abrazo con fuerza.

— Cálmate Isadora, estás segura en esta casa nadie te hará daño.

— El niño de los ojos de ángel estaba ahí dijo Isadora señalando un rincón.

— Fue un sueño, cuando tu madre era pequeña y tenía miedo yo le dejaba una luz encendida ¿quieres que te deje una luz encendida?.

— Si, ¿sabes contar cuentos?, pregunto ella.

— No, ¿tu mamá te contaba cuentos?, pregunto él.

— Mi papá, mi mamá me cantaba dijo Isadora y comenzó a cantar como solía hacerlo su madre, Vasilios sintió un nudo en la garganta era como escuchar a Leonor cantando con su madre. Él la tapó encendió la luz del velador y apagó las otras luces se sentó junto a su nieta mientras la escuchaba cantar.

Doce años después.

Stavros Kyriakos observó a la multitud reunida en la villa y se permitió esbozar una sonrisa de satisfacción. La fiesta estaba resultando perfecta. Tal y como la había planeado. Hacía una noche magnífica para una celebración. El terciopelo negro del cielo del Egeo estaba plagado de estrellas y corría una suave brisa que atenuaba el calor. Los murmullos y las risas de los invitados se alzaban por encima de la música. Las cajas de botellas de champán se vaciaban tan pronto como llegaban. Stavros enseguida localizó la silla de ruedas de su padre estaba conversando con su viejo amigo Vasilios Denakis. El hombre sonreía, algo poco habitual en él. Incluso de lejos podía percibirse su renovado vigor. Sí. Había sido un acierto decidir hacer el compromiso con la nieta de Vasilios. Vio sin la menor emoción cómo Isadora bajaba las escaleras, atrayendo todas las miradas, incluso las de toda aquella gente guapa y rica. Era una mujer increíblemente elegante que llevaba con total normalidad el collar de diamantes que él le había regalado. Movía las caderas muy ligeramente, como haciendo una especie de sensual promesa. Para el hombre señalado. Era la novia perfecta. Se unió a un grupo de invitados que no eran ni familiares ni amigos. Eran futuros clientes de negocios. Isadora no comprendía la importancia que tenían aquellos nuevos clientes en la expansión comercial de los Denakis Kyriakos. No eran indispensables para Stavros; nadie lo era. Pero sí eran útiles, por lo que merecía la pena dedicarles un poco de tiempo y esfuerzo. Ella ya había conseguido deleitar al grupo con su belleza y su atención. Isadora tenía una mezcla perfecta de inteligencia y atractivo físico, de sensualidad e ingenio, de carácter y obediencia a los deseos de Stavros. Sería la esposa perfecta para el futuro director general de Internacional Denakis Kyriakos. Tras su matrimonio con Isadora las empresas se fusionarían y él se convertiría en el director general de esa fusión. Mejor el primer hijo de ellos se convertiría en el heredero universal de toda esa fortuna.

Isadora miró a su futuro esposo Stavros era increíblemente guapo y ella lo amaba profundamente.

Al acercarse a él, Stavros Kyriakos la tomó por la cintura apoyo su mano sobre su mentón y la besó con delicadeza.

Isadora miró a su abuelo, Vasilios levantó su copa y le sonrió a su nieta.

Hacía doce años que su nieta Isadora había llegado a su vida, el primer tiempo había sido difícil, pero con su cariño y cuidados, Isadora había salido adelante olvidando esos viejos traumas.

Para sorpresa de todos y preocupación de su tío Xandro que miraba a los flamantes novios la ahora Isadora Denakis, ya que su abuelo había insistido en que solo usará el apellido de su madre nunca había abandonado la casa de Vasilios.

Él había insistido en criar a la niña como si fuera su propia hija y eso era la ahora heredera del imperio Denakis.

Con ese matrimonio Vasilios Denakis cumplía el sueño de su vida, el que Leonor le había negado la unión de las dos familias más poderosas de Grecia.

— ¡Voy con mi abuelo!, exclamó Isadora.

— En seguida te alcanzo respondió Stavros viendo que su amigo se acercaba a ellos.

— Felicidades, Isadora estás bellísima, Isadora sonrió encantada. Dorian se acercó a su amigo. ¿Te trae de cabeza?. Yo también me hubiera casado comento Dorian con un poco de cinismo.

— Por supuesto que no, es un buen negocio además de que tiene otros alicientes como una cara preciosa y un cuerpo hecho para el pecado respondió con cinismo Stavros.

— ¿Estás perdido?, ¡te enamoraste!, exclamó Dorian.

—Tú ya sabes la respuesta a esa pregunta, repuso con aire de superioridad. Quiero una criada que mantenga limpia mi casa, una esclava que me dé masajes y una mujer de la que pueda presumir. Además, quiero tener sexo... sexo ilimitado, siempre que lo desee. Solo el matrimonio podría proporcionarme todos esos elementos esenciales Isadora me proporcionará todo eso entre otras cosas como una absoluta y ciega obediencia respondió Stavros viendo a su futura esposa.

— Creo que si tu padre pudiera ponerse de pie te la robaría comento Dorian.

Stavros Kyriakos sonrió su padre estaba encantado con la dulce Isadora.

Saber que la adorada nieta de Vasilios sería su futura nuera, era motivo de orgullo y alegría para el pobre viejo.

La fiesta terminó y los invitados comenzaron a marcharse.

— ¡Te veré mañana en el altar!, le dijo Stavros

— Ansío que llegue ese momento respondió ella con una enorme y cálida sonrisa.

Ya en su habitación Isadora sonrió al ver su vestido de novia puesto sobre el maniquí.

Amaba a Stavros profundamente llevaban juntos un año, él era atento, un caballero con ella.

Stavros Kyriakos bebió un sorbo de su vaso mientras pensaba en lo que ocurriría al día siguiente.

Ellos se habían conocido el verano anterior Stavros había dado una fiesta de caridad para la fundación que apadrinaban los Kyriakos.

Isadora había ido acompañada por su abuelo.

Al escuchar el sonido de la voz de su padre, que había interrumpió la conversación que estaba manteniendo con el embajador griego en Francia y se giró hacia él.

—¿A quién has encontrado?, el hecho de que su padre hubiera hecho el esfuerzo de acudir aquella noche allí era una buena señal. Unos meses atrás era un hombre roto, reacio a salir de su aislada villa tras quedar en silla de ruedas

—A la mujer perfecta para ti dijo su padre sacudió la cabeza con incredulidad, pero se le formaron unas arruguitas alrededor de los ojos cuando sonrió. A veces me pregunto si de verdad eres mi hijo. Este lugar está lleno de mujeres hermosas, y ¿a qué te dedicas tú? A hablar con hombres aburridos vestidos de traje. ¿Qué hice mal contigo? Al ver la sorpresa reflejada en los ojos del embajador, Stavros se disculpó educadamente y se llevó a su padre a un lado apartado.

—Para mí, esta noche es un asunto de negocios. Celebro este baile todos los años. Su propósito es hacer que los ricos y famosos se desprendan de parte de su dinero.

—Negocios, negocios, negocios exclamó visiblemente exasperados, su padre alzó las manos al cielo. ¿Los negocios te dan calor por la noche? ¿Te hacen la cena? ¿Criaran a tus hijos? Tú siempre estás con los negocios, ¡y ya eres millonario! ¡Tienes dinero de sobra! No necesitas más. ¡Lo que necesitas es una buena mujer!. Varias cabezas se giraron hacia ellos, pero Stavros se limitó a reírse.

—Esta noche no estoy ganando dinero, lo estoy repartiendo. Y estás asustando a la gente. Compórtate. Además, no necesito que me busques una mujer.

—¿Por qué? ¿Ya has encontrado una por ti mismo? No, claro que no. Al menos, no la adecuada. Pierdes el tiempo con mujeres que no serían buenas esposas.

—Por eso las elijo murmuró Stavros, pero su padre frunció el ceño con desaprobación.

—¡Ya sé a quién escoges! Lo sabe todo el mundo, Stavros, porque sale en todas las revistas. Una semana es Savannah, la siguiente una tal Gisella... Ninguna te dura más de unas semanas, y siempre están muy, muy delgadas con su fuerte acento griego marcando las palabras, Bastian Kyriakos emitió un sonido de desesperación. ¿Cómo vas a ser feliz con una mujer que no disfruta comiendo? Una mujer así, ¿cocinaría para ti? No. ¿Disfrutaría de la vida? No, por supuesto que no. Las mujeres que escoges tienen piernas y pelo y son como atletas en la cama, pero ¿se ocuparán de tus hijos?.

—Cuando necesite una sirvienta me casaré dijo con cinismo Stavros, por ahora estoy bien con mi personal. Es que tu último matrimonio no te ha enseñado nada sobre las mujeres?

—Sí. Me han enseñado que no te puedes fiar de las delgadas, Bastian recuperó algo de ánimo. Pasan demasiada hambre como para llevar la vida de una mujer normal. La próxima vez me casaré con una de tamaño adecuado.

—Después de todo lo que ha pasado en los últimos seis años, ¿todavía crees que el amor existe? El rostro de su padre se descompuso.

—Estuve enamorado de tu madre durante cuarenta años. Por supuesto que creo que el amor existe. Maldiciéndose por su falta de tacto, Stavros le puso a su padre una mano en el hombro.

—No tienes que preocuparte por mí. Estoy viendo a una mujer, no era una relación como la que su padre esperaba, pero eso no hacía falta que se lo dijera.

—¿Tiene la talla adecuada?, pregunto su padre torciendo el gesto.

—Tiene la talla perfecta respondió Stavros pensando en la actriz de Hollywood con la que había pasado dos noches extremadamente excitantes en la cama la semana anterior. ¿Volvería a verla? Probablemente. Tenía el cabello y las piernas que tenía que tener y desde luego, era una atleta en la cama. ¿Estaba interesado en casarse con ella? En absoluto. Se aburrirían el uno al otro en menos de un mes, por no hablar de la vida entera. Pero los ojos de su padre reflejaban auténtica esperanza.

—¿Y cuándo voy a conocerla? Nunca me presentas a tus novias.

—Cuando una mujer sea importante para mí, la conocerás aseguró Stavros con dulzura. Y ahora quiero presentarte a Susan. Es mi directora de Relaciones Públicas en París, y le encanta comer. Sé que tendréis muchas cosas de que hablar. Guió a su padre hacia la fiel Susan, hizo las presentaciones necesarias y se giró de nuevo hacia la sala de baile. Entonces se quedó paralizado con la atención concentrada en la mujer que estaba justo delante de él. Caminaba como si fuera la dueña del lugar, con un suave balanceo de caderas y una sonrisa apenas esbozada en los labios ligeramente pintados. Llevaba su negro cabello recogido en lo alto y su vestido rojo brillante era como un océano de color deslumbrante en medio de tanto negro predecible y aburrido. Parecía un pájaro exótico volando entre una bandada de cuervos. Olvidándose al instante de la actriz de Hollywood, Stavros observó durante un momento y luego sonrió él también lentamente. Su padre estaría satisfecho por partida doble, pensó mientras avanzaba decidido hacia aquella misteriosa mujer.

Isadora Denakis sonreía mientras avanzaba entre esos cuervos descarados que la miraban con total descaro mientras ella avanzaba inclusos algunos teniendo a su esposa colgada del brazo.

El salón de baile era increíble. Tenía los techos muy altos y estaba lleno de resplandecientes candelabros. Tenía que hacer un esfuerzo para no golpear a alguno de esos cuervos libidinosos y adoptar una expresión de natural indiferencia.

—¿Champán?, oyó la pregunta a su espalda, y se giró rápidamente con los ojos muy abiertos para encontrarse con un hombre tan espantosamente guapo que todas las mujeres de la sala lo estaban mirando con deseo. Le temblaron las piernas. La primera palabra que le vino a la mente fue «arrogante». La segunda, «arrollador». Sus ojos oscuros brillaban con fuerza mientras la observaba con perturbador interés y le tendía una copa. ¿Qué tenían las chaquetas de los trajes de noche, pensó, que convertían a los hombres en dioses? Aunque aquel hombre no necesitaba la ayuda de ropa buena para destacar. Habría tenido buen aspecto con cualquier cosa, o con nada. Una súbita explosión de calor sensual se apoderó de su cuerpo, deslizándose desde la pelvis a los muslos. Él no la había tocado. Ni siquiera le había estrechado la mano. Y, sin embargo... «Peligroso» fue la palabra que finalmente la llevó a dar un paso hacia atrás.

—Creí que conocía a todos los invitados de la lista, pero está claro que me equivoqué el hombre hablaba con una confianza en sí mismo que era la herencia natural de los ricos y poderosos. Tenía la voz seductora y suave, y alzó una de sus oscuras cejas en espera de que ella se presentara. Isadora estaba todavía tratando de comprender la reacción de su cuerpo, e ignoró la pregunta que le hacían sus ojos. No estaba por la labor de presentarse. Lo observó durante un instante, examinando la perfección de su estructura ósea

—Sin duda eres un hombre al que le gusta tener el control de su hábitat.

—¿Lo soy?, respondió él

—Si esperas conocer a todos los invitados de la lista, entonces sí. Eso sugiere una necesidad de ejercer el control, ¿no crees?.

—O tal vez solamente sea selectivo respecto a la gente con la que quiero pasar mi tiempo.

—Lo que significa que prefieres lo predecible a lo posible. Conocer a todo el mundo limita las posibilidades de sorprenderse. Los ojos oscuros de Stavros brillaron apreciando lo que veía y escuchaba.

—No soy fácil de sorprender. Según mi experiencia, lo posible se convierte casi siempre en lo probable. La gente es predecible hasta el aburrimiento, su boca formaba una curva sensual, Isadora supo, sencillamente, lo supo, que aquel hombre sabría todo lo que había que saber sobre cómo besar a una mujer, no como los tontos que la habían cortejado en el instituto.

— Tal vez no esté en la lista de invitados y eso explique por qué todos nos están mirando dijo Isadora

— Podría ser que seas una especie de ladrona que intenta apoderarse de mi cartera dijo el sonriendo tenía una sonrisa insoportablemente sexy, Isadora estaba cautivada por el inesperado toque de humor que brillaba bajo su sofisticado exterior. De hecho, estaba disfrutando tanto de aquella conversación que no veía el momento de ponerle fin, aunque sabía que debía hacerlo su abuelo la estaba esperando y si viera el espectáculo seguramente la reprenderia . Hablar con él era interesante y la hacía sentirse bella, y la atracción que había entre ellos era algo que no había experimentado nunca antes.

—Entonces supongo que es por eso por lo que nos mira todo el mundo dijo a la ligera. Se están preguntando cuándo voy a echarte la mano al bolsillo para robarte. Sin previo aviso, él alzó la mano y se la pasó lentamente por la curva de la mandíbula con expresión pensativa.

—Los hombres te miran porque eres la mujer más hermosa de toda la sala. Aquel inesperado cumplido la dejó sin respiración.

—¿De veras? Isadora hizo un esfuerzo por mantener un tono ligero. Entonces, ¿por qué no están haciendo cola para sacarme a bailar?, pregunto ella.

—Porque estás conmigo lo dijo con naturalidad, pero su tono encerraba una nota de acero que dejaba fuera cualquier intento de competición. «Posesivo», pensó para sus adentros tratando desesperadamente de no pensar en lo que eso la hacía sentir.

—Eso no explica por qué me miran las mujeres. El brillo de los ojos del desconocido sugería que aquella observación le resultaba ridículamente ingenua.

—Las mujeres te miran porque temen por sus hombres. Eres una seria competidora. Y están intentando averiguar qué diseñador es el responsable de tu maravilloso vestido.

—Este vestido es único, diseñado especialmente para mí, aseguró sin mentir. Y tengo la sensación de que las mujeres me miran porque estoy hablando contigo. Y no podía culparlas por ello. Aquel hombre incitaría a los celos donde quiera que fuese. Cortaba la respiración de lo guapo que era, Isadora se preguntó porque aquel hombre estaba con ella. Sí, estaban rodeados de mujeres delgadas como palos y modelos impresionantes. Pero era a ella a quien sonreía. Isadora no se esforzó siquiera en disimular el pequeño destello de triunfo que acompañó a aquella certeza. Tal vez sí había valido la pena ir, después de todo, aunque solo fuera para vivir aquel momento perfecto. En una sala abarrotada con la flor y nata de la sociedad, la había escogido a ella.

—No me están mirando a mí, el hombre dejó caer la mano a un lado. En sus ojos se reflejaba un brillo cínico. Y si me están mirando, no es a mí a quien ven. Están comprobando el tamaño de mi cartera. Isadora se rio, y se contuvo para no señalar que aunque no hubiera tenido un céntimo, las mujeres seguirían mirándolo. —Si eres tan rico que las mujeres no pueden ver más allá de tu cartera, entonces hay una solución clara ,con los ojos brillantes, Isadora se puso de puntillas para susurrarle al oído. Regala todo tu dinero. Él giró levemente la cabeza, de modo que sus labios casi le rozaron la mejilla.

—¿Crees que debería hacerlo? Olía de maravilla, pensó Isadora mareada colocando una mano en su hombro para estabilizarse.

—Eso haría que las mujeres dejaran de encasillarte como un hombre rico y disponible.

—¿Cómo sabes que estoy disponible?, pregunto él.

Sintiéndose completamente perdida, Isadora dio un paso atrás mientras decidía con pesar que ya había llegado el momento de terminar con aquella conversación y con aquel hombre.

—Porque si no lo fueras, alguna mujer celosa me habría clavado ya un cuchillo en la espalda. Stavros deslizó la mirada hacia su boca.

—Entonces, ¿me aconsejas que me desprenda de mi dinero?

—Absolutamente. Solo así podrás estar seguro de las motivaciones de una mujer que se acerca a ti.

La banda comenzó a tocar. El ritmo le resultaba tan familiar que su cuerpo se movió instintivamente, y un instante después alguien le quitó la copa de la mano y sintió que su misterioso compañero le deslizaba una mano por la espalda y la atraía hacia sí. Tanto que si el baile no hubiera sido un vals, habrían llamado la atención.

— ¿Qué haces?, preguntó abriendo mucho los ojos.

—Bailar contigo respondió Stavros con gesto posesivo.

—No me lo has pedido respondió ella.

—Nunca hago una pregunta cuando ya conozco la respuesta. Es una pérdida de tiempo.

—Arrógante, murmuró ella, y Stavros sonrió lentamente.

—Seguro de mí mismo.

—Demasiado confiado riéndose, Isadora ladeó la cabeza y lo miró. Podría haberte dicho que no, sentía el calor de su mano en la piel desnuda de la base de la columna vertebral, y aquel contacto le produjo espirales de calor por todo el cuerpo.

—No me habrías dicho que no. Y tenía toda la razón. No habría sido capaz de decirle que no a aquel hombre. Aquella música estremecedora y sensual los rodeó isadora fue consciente del poder y la fuerza de su cuerpo apretado contra el suyo. Stavros entrelazó la mano con la suya y la atrajo todavía más hacia sí.

La música se había detenido, pero él no había sido capaz de soltarla.

Stavros se distrajo al sentir una mano sobre su hombro.

Al girar un segundo fue tiempo suficiente para que Isadora escaparas.

— Bonito espectáculo, dijo Dorian ¿de dónde has sacado semejante manjar?.

— Creo que es una ladrona de carteras ten cuidado comento Stavros mezclándose entre la gente buscando a la escurridiza ladrona.

Se sentía frustrado cuando la vio de espaldas hablando con su padre y Vasilios Denakis. Seguramente esos dos viejos estarían muy a gusto con la atención de semejante mujer.

— Espero no interrumpir, Vasilios que bueno verte.

— No interrumpes, llegas justo a tiempo para sacar a esta encantadora dama a bailar lo haría yo, pero estoy imposibilitado comento Bastian. Isadora lo miró.

— Mucho gusto soy Stavros Kyriakos dijo él estirando su mano, ella le dio la mano y él se la llevó a los labios.

— Un gusto en conocerlo Isadora Denakis dijo mientras sonreía. Stavros Kyriakos miró a Vasilios.

— Es mi nieta, hija de mi difunta hija Leonor comento Vasilios Denakis orgulloso.

— Es un placer, conozco a tus primas, pero nunca te había visto antes dijo él.

— Isadora trabaja con los niños de la fundación que apadrinamos, no suele frecuentar estas reuniones comento Bastian.

— Si me disculpan un momento dijo Vasilios poniéndose de pie, Isadora se acercó a su abuelo y lo ayudó a ponerse de pie. Stavros Kyriakos se quedó paralizado observando como se iban.

— No te dije yo que había visto a la mujer ideal para ti dijo Bastian.

— ¿Cuántos años tiene?, pregunto Stavros.

— Dieciocho años respondió su padre.

— Es una adolescente y no salgo con adolescentes respondió Stavros fastidiado

— Es una mujer y muy bella mira como la observan respondió Bastian Kyriakos.

Lo que si te lo advierto si le haces daño Vasilios te comerá vivo y yo miraré encantado...

Sueños

El día amaneció soleado, Isadora Denakis sonreía apenas abrió los ojos. Se puso de pie y comenzó a saltar en su cama rebotaba en el colchón como si fuera una pequeña. La puerta se abrió y Agnes hizo un movimiento de cabeza

— Pero niña ¿desde cuándo te comportas como una salvaje?, pregunto Agnes.

— Voy a casarme nana dijo Isadora feliz bajando de la cama saltando al piso.

— Parece que hoy amanecimos con todas las energías renovadas dijo Vasilios parado en la puerta.

— Está festejando que se librará de este par de viejos dijo Agnes.

— No digan eso vendré todos los días comento Isadora besando a su abuelo y luego abrazo a Agnes. Ellos habían sido su pilar en la vida, a sus otros abuelos jamás los había vuelto a ver solo una vez había viajado ella a New York con sus tíos.

Ella los había llamado, pero ellos cambiaron el número telefónico.

Les había escrito, pero ellos nunca habían respondido.

— Te has puesto triste, ¿en qué piensas?,

Pregunto Vasilios.

— En mis padres dijo ella.

— Hoy es un día de festejo respondió Vasilios.

— ¿Ya preparaste tu valija para el viaje de bodas?, pregunto Agnes.

— Antes de ayer respondió Isadora.

— Muy bien ahora desayuna, que en un rato vendrán a prepararte dijo Agnes.

Isadora se sentó con su abuelo a conversar mientras desayunaba en la terraza.

Llevaban conversando varios minutos cuando una de las empleadas los interrumpió para avisarle a Vasilios que su hijo Xandro y Stavros estaban en la sala.

Isadora salió corriendo a la sala saludo a su tío y luego a su futuro esposo.

— ¿Por qué estás aquí?, pregunto Isadora algo nerviosa.

— Estamos aquí por negocios respondió Xandro. Lo que provocó que Stavros lo mirara algo furioso.

— ¿Qué negocios?, pregunto ella sorprendida.

— Que es esa manera de dejarme con la palabra en la boca dijo Vasilios llamándole la atención a su nieta.

— Lo siento abuelo, solo quería saber por qué Stavros estaba aquí dijo ella.

— Vino a verme a mí tenemos asuntos que tratar respondió Vasilios.

— ¿Negocios?, exclamó ella.

— Sí, respondió él. Como sabes las familias se asociaran dijo Vasilios.

—¿Pero por qué hoy?, pregunto Isadora.

— Porque luego se van al viaje de bodas y quiero que todo esté listo cuando regresen.

— Señorita Denakis llego su estilista le informo la empleada.

— Ve a prepararte para la boda ordenó Vasilios. Stavros tomó la mano de Isadora y le dio un beso.

— ¿Te veré más tarde?, dijo él. Xandro miró a su sobrina era tan hermosa

— Sí, dijo ella sonriéndole y abandono la sala.

— No me mires así papá, Isadora es joven y no estoy de acuerdo con este matrimonio es mucho lo que está en juego.

— Les recuerdo que como condición pedí que Isadora no supiera que pondré dinero para salvar al corporativo Denakis exclamó Stavros.

— Cómo si nos hicieras un favor, a la larga te favorecerás de este acuerdo exclamó Xandro.

‐ A largo plazo tal vez, no soy yo quien está en crisis y este acuerdo fue idea de Vasilios, por mí podemos suspender el acuerdo exclamó Stavros.

— Por supuesto que no, este acuerdo es el nuevo inicio para nuestras familias y quedará sellado esta tarde cuando ustedes se casen.

Luego de darse un baño Isadora se entregó por completo a los preparativos para su boda.

Isadora sintió que se le encogía el estómago. Ajena a sus pensamientos, la modista destapo el traje. Era un vestido de satén blanco sin mangas, con una forma muy sexy de reloj de arena y que se abría tras las rodillas en una larga cola de seda. La cola era muy romántica, con un volante que se curvaba sobre sí mismo.

La modista esperaba con ansiedad el comentario de Isadora.

—Esto es para sostener el velo, Isadora se quedó boquiabierta al ver en manos de la modista la tiara de diamantes más magnífica que había visto en su vida. Era alta, con pequeños y frágiles arcos y elegantes curvas que parecían ondular como las arenas de la playa. En el centro de cada arcada colgaba un perfecto diamante rosa, nueve en total, rodeado de otros ocho más pequeños.

—Es increíble murmuró. Es una reliquia de su familia. Era de su bisabuela. Ha ido pasando por la familia a lo largo de los años.

—Desde luego. La ha conservado el señor Kyriakos para la futura esposa de su hijo desde la muerte de la madre de este le dijo la modista sonriéndole.

Ya con el vestido y velo puesto Isadora se miró en el espejo. Ayudada por la modista abandono la habitación.

Su abuelo Vasilios la esperaba en la sala.

Él sonrió al ver a su nieta vestida de blanco, sabía que Stavros cuidaría de ella.

Vasilios beso a su nieta y le dio la bendición luego le bajo el velo y la tomo del brazo.

Había poco más de un kilómetro hasta la catedral, pero a Isadora se le hizo eterno.

—Estás guapísimo, abuelo susurró junto a su oído después de besarlo.

Vacilios no ocultó su emoción cuando la miró.

—Dime que eres feliz, querida.

Isadora sonrió. Sabía que habría sido capaz de caminar sobre fuego por hacer feliz a su abuelo.

—Soy muy feliz dijo, y volvió a abrazarlo impulsivamente lo que casi provoca que Vasilios se caiga. Perdón exclamó. A veces olvido que tienes setenta y cinco años y yo solo diecinueve.

En aquel momento, se abrieron las puertas de la iglesia y unas niñas pequeñas con sus preciosos vestidos rosas se asomaron al exterior y comenzaron a caminar delante de ellos.

Al caminar por el pasillo de la iglesia junto a su abuelo y ver a Stavros esperando en el altar, a Isadora le temblaron las piernas su corazón palpitaba desbocado.

Stavros la tomó del brazo besando su mano y se la llevó a los labios.

La ceremonia transcurrió como un sueño para Isadora apenas recordaba los rezos, las palabras del oficiante, los momentos en que sonó el coro de la iglesia acompañado por el majestuoso sonido del órgano. Todo transcurrió como en un mundo irreal, y no despertó hasta que Stavros le alzó el velo.

—Hola, amor susurró, y su sonrisa hizo que Isadora se derritiera besándola.

Parecía un final sacado de un libro de cuentos.

Durante la fastuosa recepción en la villa de la familia Denakis, Stavros y ella no se separaron ni un momento. Comieron, bailaron, se besaron, charlaron con los invitados y cortaron la tarta... y en

cuanto pudieron se escaparon frente a la ovación de todos los invitados.

Nada más entrar en el dormitorio, Stavros se hizo con el control de la situación.

Había esperado ese momento durante meses.

Él le sirvió una copa y se la entregó.

— ¡Por nosotros!, dijo él.

— Por nosotros, respondió ella chocando su copa con la de él.

Él le quitó su copa de la mano y las dejó sobre la mesa.

Se acercó a ella y la besó lentamente y con dulzura.

Él se quitó el saco y se acercó a ella bajándole la cremallera del vestido la ayudó a salir de él, tomo el vestido y lo dejo sobre el sofá.

— ¿Por qué no apagas la luz?, comento ella algo incómoda de estar desnuda frente a él.

A continuación, deslizó la mano hasta su mandíbula, acarició la curva de su labio inferior e inclinó la cabeza hacia ella. Sus labios se tocaron con una caricia suave que dejó a Isadora el deseo de algo más. Deslizó los labios por su garganta y percibió cómo a Isadora se le ahogaba la respiración. Por las caricias evocadora, suaves, seguida de un beso abrasador en la boca. Stavros le acarició la espalda, la columna vertebral y la cintura mientras Isadora se dejaba hacer y absorbía su aroma masculino al acariciarle los hombros, los brazos a las costillas. No era suficiente. Quería tocarlo, quería sentir su piel desnuda, quería explorar su cuerpo.

Comenzó a desabrocharle la camisa hasta dejar su torso al descubierto.

Ahora ya lo tenía desnudo de cintura para arriba y no dudó en tocarlo. Al principio, lo hizo tímidamente… en el pecho… y luego el otro, explorando… luego, siguiendo la necesidad de saborearlo, sacó la lengua y la deslizó por su torso en círculos con ella. Stavros la besó con pasión, le acarició con la yema del dedo pulgar la base del cuello y siguió bajando, hasta su escote. Isadora sentía que el deseo se apoderaba de ella. Sentía las manos de Stavros en la cintura y, poco a poco, se acuclilló frente a ella le quitó un zapato y luego el otro levantando despojándola de su ropa interior hasta que se lo quitó todo y sus pieles desnudas entraron en contacto. Al principio, ella sintió la necesidad de cubrirse, pero Stavros no se lo permitió.

—Apaga la luz le indicó entonces.

—No contestó Stavros muy serio. Me gusta mirarte. Eres preciosa. Isadora bajo la mirada y sonrío tímidamente.

—Tú todavía no estás desnudo del todo protestó.

—Eso se arregla en un momento contestó él bajándose la cremallera de los pantalones despojándose de ellos. Era maravilloso verlo completamente desnudo excitado. Le gustaba tanto, que Isadora no dudó alargar el brazo, fascinada por la forma y la textura y por el envoltorio de aspecto sedoso.

A continuación comenzó a besarla hasta hacerla gemir.

Isadora ahogó una exclamación en su hombro cuando le separo las piernas y comenzó a explorar sin prisas.

Isadora le pasó los brazos por el cuello mientras se colocaba sobre ella. Isadora sintiendo la invasión, los tejidos apretados que se iban acomodando al desconocido, la barrera, algo de dolor… De repente, se dio cuenta de que Stavros se había quedado muy quieto dejando que su cuerpo se acostumbrará al intruso...

Después, la abrazó con fuerza. Isadora cerró los ojos y se sumergió en un profundo sueño… mientras el hombre que tenía a su lado permanecía despierto toda la noche.

Isadora despertó ya era de día, se dirigió al baño, pero Stavros no estaba se duchó y luego se vistió para buscar a su esposo.

Stavros Kyriakos tomaba su café en el comedor.

— Por favor Agnes que preparen el desayuno para mi esposa se lo llevaré en cuanto esté listo dijo Stavros.

— Quién diría que Stavros Kyriakos sería un devoto esposo comento Xandro con cinismo.

— Tienes un serio problema, sabes que tú pusiste a tu familia en esta situación suponiendo que tu unico problema sea la empresa respondió Stavros.

— Tienes razón deberíamos besarte los pies eres nuestro salvador, pero como todo mesías hay que darte un tributo una virgen tonta para que te caliente la cama dijo Xandro.

— No te permito que te refieras así de mi esposa respétala exclamó Stavros poniéndose de pie ya se había cansado de escuchar a Xandro.

Isadora escuchó la voz de Stavros proveniente del comedor y

— Conmigo no tienes que fingir a ti no te importa Isadora, seguramente le serás infiel en cuanto te canses de ella.

¡Me comentaron que te vieron en el departamento de Calista la semana pasada!, tú y ella siguen siendo amantes dijo Xandro mientras Isadora escuchaba del otro lado de la casa.

— No digas idioteces grito Stavros furioso.

— Idioteces, ¿Isadora sabe que a cambio de su matrimonio tú te volverías el dueño del Corporativo Denakis?, exclamó Xandro.

Isadora se llevó la mano al estómago. Sintió unos pasos detrás de ella y vio a su abuelo.

— ¿Le diste la empresa a Stavros por nuestro matrimonio?, pregunto ella llorando.

— Si es cierto, pero... Isadora no dejo que su abuelo terminará la frase salió corriendo necesitaba escapar de ese lugar, se subió al auto que estaba estacionado en la puerta y abandono el lugar llorando.

Stavros salió corriendo detrás de ella, pero no pudo detenerla.

— No sabía que Isadora estaba escuchando dijo Xandro.

— No quiero volver a verte nunca más en lo que me queda de vida dijo Vasilios.

— Esto no es por la empresa exclamó Stavros poniéndose frente a frente con Xandro. Te gusta demasiado el dinero como para perderlo todo. Esto es por Isadora, pero nunca la podrás tener jamás te mirará con otros ojos.

— ¡Cállate!, no sabes lo que dices grito Xandro.

— ¿Qué estás diciendo?, pregunto Vasilios.

— Que su hijo tiene un interés sexual por su propia sobrina.

— Ni yo soy su hijo ni ella es mi sobrina grito Xandro.

— Te crie como a un hijo, te di mi apellido te hice mi heredero, la viste crecer como puedes pensar en ella de otro modo que no sea como tu sobrina grito Vasilios. Vete de mi casa.

Stavros Kyriakos tomó su teléfono y comenzó a realizar llamadas necesitaba encontrar a su esposa.

Isadora detuvo el auto al borde del precipicio mientras lloraba desconsoladamente. Él no la amaba ¿cómo era tan idiota?, las pruebas estaban ahí, pero ella no pudo verlas. El teléfono que había en el coche comenzó a sonar. Era el celular de su abuelo.

Ella atendió.

— Isadora regresa a casa es una orden exclamó Vasilios.

— Ya no voy a seguir tus órdenes, nunca voy a volver me mentiste deliberadamente ¿qué soy para ti?, solo una mercancía sollozo ella cortando la llamada.

Vasilios soltó el teléfono dejándolo caer.

— No va a regresar anuncio Vasilios.

— Por supuesto que si no voy a parar hasta encontrarla y traerla de regreso.

Stavros Kyriakos tomó su teléfono y comenzó a llamar al teléfono del coche.

— Isadora por favor cálmate exclamó él.

No es lo que piensas por favor.

— ¿Te pagaron por casarte conmigo?, pregunto ella. ¿Cuál fue tu precio para llevarme a la cama?

— No digas tonterías por favor reunamos

— Eso soy para ti la tonta de Isadora. Yo te amo Stavros ¿y qué soy yo para ti?, un bien tangible, ¿ tú me amas Stavros?, pregunto ella llorando sintiéndose completamente idiota. Él sería capaz de cualquier de cosa con tal de no ser abandonado en la víspera de su matrimonio...

— Si, por supuesto que si grito él, pero Isadora no escucho ya había cortado la llamada.

Stavros Kyriakos tomo un auto y abandono la casa en busca de su esposa y puso a todos sus hombres a buscar a Isadora.

Ella tomó su teléfono y llamó a la única persona que había dicho la verdad.

— Tío, necesito irme de Grecia por favor ayúdame suplico Isadora.

— Por supuesto, dime donde estas iré por ti exclamó Xandro Denakis.

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