Prólogo
Emilia es una joven que ha sufrido mucho en su vida. Aun así, lleva una luz en su interior inquebrantable. Ella se la atribuye al amor que siente por alguien que cambió su manera de pensar hace muchos años. Sin embargo, cuando supone que al fin podrá ser feliz al lado de ese hombre. Descubre que su matrimonio con él solo fue arreglado por sus familias y en realidad él no la recuerda. Ella hará todo lo posible para que el brillo en sus ojos no se apague hasta que él la reconozca. Aun así, Marco no es un hombre fácil. Diagnosticado desde joven con un desorden mental que le impide acercarse a las mujeres, termina aceptando un matrimonio por contrato que para él es solo un fastidio.
¿Logrará recordar a Emilia antes de que el brillo en sus ojos, reflejo del amor que siente por él, desaparezca?
Nota de la autora
Bienvenidos a esta novela del 2023. Gracias por acompañarme en este proceso de escritura y aprendizaje constante. Voy a dejar algunas aclaraciones para que podamos transitar este momento especial de la mejor manera posible. Mis historias se caracterizan por siempre tener una vuelta de turca, algo que haga que te sorprendas. Por lo que siempre recomiendo llegar hasta el final si van a dar una calificación baja. Ya que me estás palabras son el producto de mucho esfuerzo y horas frente a la computadora. Y muchas veces pasan cosas que podrían parecer chocantes, incluso nos enojamos con los personajes. Pero al final todo tiene una respuesta.
Algunas aclaraciones
Esta novela fue pensada para un concurso, por lo que es posible que comparta algunas características con otras que hayan leído. Mi intención es dar mi perspectiva y tratar de sorprenderlos. No quiere decir que comparto el pensamiento, ni concuerdo con las acciones que realizan los personajes.
Sus opiniones y mensajes son bienvenidos, ya que enriquecen a la historia, sobre todo mientras la estoy escribiendo. Recuerden hacerlo desde el respeto.
Trataré de responder a sus comentarios y dudas siempre que esté a mi alcance.
Por último
Si mi novela les gusta, no se olviden de dejar sus votos y sus me gusta; porque eso me hace saber a cuantas personas he llegado, posibilitando así también a que más personas me lean. Puesto que es inmenso el tiempo que le dedico a crear historias que ustedes son capaces de devorar en días. Desde ya muchas gracias por ser parte de estas aventuras junto a mí.
**Otras novelas completas **
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“El demonio de mi hermanastro” 2020-09-23
“La malquerida” 2020-10-16
“Ámame” 2022-05-16
“Una niñera para el CEO II” 2022-09-12
“Venganza, en el infierno” 2022-10-08
“El corazón del CEO” 2022-10-22
“Un amor imposible” 2022-11-02
“Titán, tres son multitud” 2022-11-23
“Lisandro, un amor inolvidable” 2023-01-02
“Violeta, la nueva esposa del CEO” 2023-02-13
“Lo hago por ti” 2023-02-22
“Amanda, una mirada distinta” 2023-03-18
“Un día de febrero” 2023-04-10
“Ella es Mía” 2023-04-11
“Me enamoré, del despiadado CEO” 2023-05-03
“Ponle La Firma, Serás Mía” 2023-06-13
“Lo que no quiero que veas” 2023-08-08
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Saludos, Osaku
Me enamoré, del despiadado CEO
Capítulo uno
La iglesia era enorme, estaba decorada con flores y muchos adornos que decían aquí estamos, mírenos. Incluso estaba llena de reporteros, de personas famosas y de una cantidad enorme de familiares de ambos novios. Aun así, era la primera vez que estos se tomaban de la mano. Él usando sus característicos guantes que ahora eran blancos por la ocasión y ella unos muy bellos que, aunque le daban calor, le llegaban hasta arriba del codo. Eran algunas de las especificaciones que el novio había pedido cuando mandaron a hacer el vestido para su futura esposa.
—Marco. ¿Aceptas a Emilia Miles como tu esposa, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza hasta que la muerte los separe? —preguntó el sacerdote al hombre de porte macizo, ceño fruncido, ojos furiosos y boca tensa. Estaba claro que no deseaba estar ahí. Sin embargo, solo quien estuviera a la altura del sacerdote o Emilia podría darse cuenta de ello.
—Aceptó —dijo él sin titubear, lo que sorprendió al religioso. Este pensaba que por la cantidad de dinero que la familia del muchacho le habían entregado se resistiría un poco más. Pero la realidad era que lo único que Marco pretendía con esa respuesta era terminar su tormento. El cual era causado por la presencia de tantas personas. Incluso la que estaba a su lado sonriendo y sujetando su mano.
—Emilia. ¿Aceptas a Marco Echeverría como tu esposo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza hasta que la muerte los separe? —preguntó el sacerdote a la muchacha que no dejaba de temblar.
—Acepto —dijo está con un hilo de voz.
El hombre frente a ella era imponente. Media por lo menos dos cabezas más que ella. De cabello claro, ojos azul claro y tez dorada. Todo un don juan, y ahora se había vuelto su esposo.
—Si no hay nadie que se oponga, los declaro marido y mujer —dijo el sacerdote feliz de poder llegar a esa parte de su discurso sin sentido, lo había repetido tantas veces que ya no lo conmovía—. Puede besar a la novia.
Marco se acercó a ella, menuda, pequeña y delicada, Emilia parecía una muñequita. Su esposo le dio un beso tan rápido que ni siquiera lo sintió. ¿Se lo había dado en verdad? Ella había cerrado los ojos, por lo que no podía confirmar si en verdad lo había recibido. Sin embargo, no le importaba. Ella también estaba muy nerviosa delante de toda esa gente. El corazón de la muchacha se aceleró aún más al abrir los ojos y encontrarse con la mirada de su, al fin, esposo. No podía imaginar que el hombre con el que había soñado toda su vida se había vuelto al fin su compañero incondicional. Por lo menos era lo que ella esperaba. Dos puntos completamente opuestos en la mirada de la misma situación. Pero, ¿por qué? Que pasaba por la cabeza de estas dos personas que una podía amar tanto y la otra odiar más aún.
Todo comenzó semanas atrás cuando el padre de Marco le invitó a la empresa para que tomara un par de decisiones. Este quería que su hijo entendiera que no podía seguir escondiéndose detrás de su oficina. Pro que al fin y al cabo uno trabajaba para tener tiempo para pasar con sus seres querido. Algo que Marco no hacía seguido.
—Encontré a la mujer ideal para ti. Incluso la conoces de cuando ustedes eran chicos —dijo su padre esperando que su hijo se sintiera feliz.
—¿Es Margarita? —preguntó este abriendo los ojos llenos de ilusión.
—Cuantas veces debo decirte que esa mujer nunca va a ser parte de esta familia. Te usó hijo, ¿por qué no puedes verlo? —su padre estaba furioso de solo escuchar el nombre de esa chica.
—Si no es ella no quiero casarme con nadie —inquirió el heredero.
—No estoy preguntándote. Te casarás y tendrás un heredero. Después, si quieres puedes divorciarte. Pero hasta que yo no tenga un nieto a quien heredar mi empresa y tú seas el único hijo que tengo harás lo que diga —el hombre no deseaba ser tan severo con su hijo después de todas las cosas horribles que había pasado. Es más, estaba seguro de que esta chica lo haría feliz. Sin embargo, su hijo no se daba tiempo de olvidar a esa horrible mujer.
Por otro lado, Emilia había estado trabajando como cadete para la empresa de su padre. Ya que debía terminar de pagar sus estudios para poder inscribirse en la facultad. El hombre le había hecho devolverle cada centavo que había gastado por ella cuando la tuvo. Y aún le quedaba bastante. Sin embargo, cuando llevó un paquete a empresas, Echeverría se topó con un hombre que se quedó viéndola cuando ella subía en el ascensor.
—¿Trabaja aquí, señorita? —preguntó el hombre mayor.
—No, solo he venido a traer un paquete. Me parece que son unos documentos importantes que el CEO debe firmar —dijo la muchacha de manera amable.
—No sé por qué, su rostro me parece conocido —dijo el hombre tratando de saber más de la muchacha.
—Supongo que lo recordaría, de todas maneras, es un gusto conocerlo. Mi nombre es Emilia Miles —dijo la joven y el hombre casi salta de la sorpresa.
—¿Emilia Miles, hija del empresario Ricardo Miles? —preguntó el hombre confundido.
—Sí, ese es mi padre. Aunque no soy muy reconocida en su empresa. Solo me pide que lleve documentos —dijo la muchacha y le mostró su gafete, que decía repartidora.
—Pensé que habías fallecido —reconoció el hombre sin tacto.
—No, la que murió fue mi mamá, también se llamaba Emilia —indicó ella.
Él la invitó a su oficina y después de hacerle las preguntas adecuadas se dio cuenta de que ella era la chica que había estado buscando por tantos años. Por lo que se alegró de saber que su hijo no se había casado con esa muchacha que solo era una farsante.
—Zorro viejo, pero con mañas —se dijo a sí mismo después de dejar ir a la muchacha.
Inmediatamente, llamó a su padre y tras aceptar un contrato que ni siquiera había visto y que era de unas propiedades que lo tenían sin cuidado, le preguntó al pequeño empresario si este tenía una hija que pudiera presentarle a su hijo, el cual quería casar. Algo que al hombre le pareció una buena idea.
Autora: Osaku
Capítulo dos
No iba a haber fiesta, ya que Marco no soportaba los espacios cerrados con mucha gente, y su familia, aunque a regañadientes, había aceptado darle el gusto pese a que era el día de su boda. Por lo que, al salir de la iglesia, caminando por esa alfombra roja recién comprada, porque a Marco le daba asco pisarla sabiendo que otros lo habían hecho antes que él, y que su padre había mandado a colocar en su presencia. Los recién casados subieron al coche que los estaba esperando frente a las enormes puertas del culto, emprendieron viaje a la que ahora sería su casa, hogar.
—¿Estás feliz? —preguntó marco a Emilia al notar como esta miraba la enorme vivienda.
—Sí, gracias por aceptarme —dijo ella con timidez.
—Entonces sal de mi coche —dijo él mirándola con desprecio, ya de por sí le molestaba no haber podido hacer que la llevaran en otro automóvil—. No pensarás que en verdad acepté casarme contigo porque me pareciste interesante. Me da asco, toda esta situación me repugna. No puedo creer que engañaras a mi familia para que aceptaran obligarme a casarme contigo. Aun así, la farsa terminó aquí. Métete en mi vida y te juro que pagaras por ello.
Después de ser tan cruel con su esposa, la hizo salir del automóvil casi por la fuerza y se marchó. Ella estaba asustada, no conocía a nadie dentro de la mansión y temía que también la maltrataran. Sin embargo, tomó el picaporte de la puerta y entró. No se quitó el vestido porque no sabía cuál sería su cuarto. Si no que se sentó con las lágrimas en su rostro a esperar a que alguien apareciera. De preferencia su esposo, el cual recién volvió al otro día completamente ebrio. Lo traía uno de sus amigos, que al verla con el vestido puesto y los ojos rojos sintió pena por el destino de la muchacha.
Emilia no sintió nada ante los ojos tristes del muchacho que traía a su esposo. Su vida había sido dura, por lo cual no le importaba lo que la gente pudiera pensar de ella. La joven sabía que algún día Marco la recordaría y todo volvería a ser como debió ser desde el comienzo. Lo ayudó a entrar mientras que el amigo de su esposo le decía donde era el cuarto del hombre.
El joven se preguntó. ¿Por qué estaba dispuesta a soportar a un hombre que la trataba como basura? ¿Qué era lo que ella había hecho para tener que casarse con él? Este se fue y Emilia le pidió que no le mencionara nada a Marco, no deseaba que también la mirara con un tono acusador por no ser capaz de llamar a los empleados para buscar su cuarto.
—Mi familia me ha tratado peor, puedo soportar esto —se dijo al espejo mientras secaba sus lágrimas y se recomponía para poder limpiar el desastre que Marco había dejado tras sus pasos.
—Señora, ¿necesita ayuda? —preguntó el mayordomo al darse cuenta de que esta estaba limpiando aún con su vestido de novia puesto.
—No, está bien, ya terminé —dijo ella sacándose los guantes de látex que nada combinaban con su elegante vestimenta.
—El señor debe sentirse feliz al saber que tiene una esposa tan dedicada —dijo este y ella hizo ademanes con las manos.
—Por favor, no le diga que fui yo la que hizo la limpieza. Si pregunta usted contrató a alguien. Él me pidió que no me acercara —indicó ella preocupada, estaba acostumbrada a lidiar con hombres que se enojaban. Su padre y sus tres hermanastros siempre le decían esa clase de cosas, las cuales si ella no obedecía implicaban un horrendo castigo.
—Pero …—el mayordomo no estaba de acuerdo. Sin embargo, aceptó al ver la preocupación en el rostro de Emilia.
Ella se fue a acostar, ya que no había logrado descansar en dos días. Marco le había dado una habitación al final de la mansión, incluso era más pequeña que la de varios de sus empleados. Aun así, él no sabía que ella mientras estaba en la casa de su padre, después de que su madre muriera, había dormido la mayor parte del tiempo en el suelo del sótano, parte del castigo que se ganaba por no cumplir con algunas de las indicaciones de sus hermanastros. Para Emilia tener una comida caliente y una cama tibia era la gloria. Por lo que el maltrato de Marco le parecía solo más de lo mismo, incluso lo veía como un ser piadoso.
—¿Dónde está mi esposa? —preguntó Marco cuando se levantó después de dormir toda la mañana y parte del medio día.
—La señora está descansando —indicó el mayordomo. Estaba por decirle a su jefe que ella había limpiado el desastre que hizo al regresar, pero recordó lo que ella le pidió.
—Es una holgazana, al igual que todas las lacras de su familia —dijo él y se levantó, tomó su saco y se marchó de nuevo.
—Señor, cuan herrado está —dijo el mayordomo ofuscado, y le pidió a una de las mucamas que le llevara el almuerzo a su señora al dormitorio.
—Sí, señor —dijo esta y preparó comida para Emilia. Cuando ella despertó y vio la comida en su cuarto se sintió agradecida. Sin embargo, Marco entró y al ver que ella comía ahí tiró todo al piso.
—¿Quién te piensas que eres para pedirles a mis empleados que te consientan? Ve al comedor cuando tengas hambre y asegúrate de por lo menos hacerlo a la hora que corresponde —dijo él y salió de su cuarto más enojado de lo que había entrado.
Emilia sonrió, esto era mejor que soportar como sus hermanastros, cuando eran pequeños, tiraban su ración de pan en la tierra del jardín y después la obligaban a comer de este todo sucio. Podía resistirlo, después de todo Marco era así con ella porque no sabía la verdad.
Emilia comenzó a limpiar el suelo, pero cuando una de las empleadas entró la asustó y se cortó la mano.
—Señora, lamento mucho lo que ocurrió —dijo la muchacha al ver cómo sangraba.
—No te preocupes, es solo mi descuido. Debí buscar una escoba —dijo ella sonriendo.
—No, además de esto. Fue mi culpa que el señor se enojara con usted. Pensé que él me había dado la orden de traerle la comida y cuando le dije que ya lo había hecho se enojó mucho —la muchacha parecía querer ponerse a llorar.
Autora: Osaku
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