Cada noche el mundo de los sueños era cruel con ella y le hacía recordar sus últimas memorias antes de haber muerto, cuando su cáncer la torturaba y como no pudo ayudar a sus compañeros caídos en la toma fallida del capitolio. Siempre se levantaba llorando, con la culpa del superviviente a mil por hora. El haber tenido una nueva oportunidad de vida, gracias a los dioses, no significaba que su síndrome postraumático se hubiera ido.
Habían pasado más de dos años desde la última vez que vio al amor de su vida, dos años en que recordaba como si hubiera sido ayer como ella le daba su raíz mágica para poder salvarle la vida, luego de la conquista fallida de Azuri a Karmin y donde a causa de eso su cáncer pulmonar avanzó terminando con su existencia mucho antes de lo previsto.
Ahora, como nueva paladín de los dioses, luego de ser renacida por la diosa de la verdad oculta, Aletheia, tenía una misión no solo para saber realmente quiénes fueron los que la traicionaron junto a sus compañeros y ayudaron a que el emperador entrara a territorio karminense, sino para evitar que Azuri vuelva a atacar a su país y que miles de inocentes mueran.
La madrugada estaba fresca, aún sentía el frío propio de la temporada. Para todo el pueblo de una ciudad costera, aquel día era el inicio de unos buenos meses de pesca; sin embargo, para una joven iniciaba una guerra sin tregua contra una fuerza imparable: la ira de un dios tirano. Luego de bañarse y ponerse el uniforme de enfermera, bajó los más de diez pisos que tenía la torre mágica hasta el vestíbulo principal, donde estaba siendo esperada por una chica casi de su misma edad.
—Buenos días—tomó un sorbo de té—¿Lista para tu día de trabajo?
—Sí—solo se limitó a responder aquello mientras desayunaba un poco—seguiré buscando en el hospital al primer general.
—¿Recuerdas bien tu primera misión?—preguntó la chica frente suyo, observando detalladamente.
—buscar al primer general de la liga universal y evitar contacto con el mayor Sebastian—vio como la mujer asintió ante su respuesta.
Aletheia observaba aún expectante lo que estaba ocurriendo dentro de su paladín, quién tenía muchos sentimientos encontrados debido al mayor del ejército pese a tener que mantener como prioridad su misión. Se mordió un poco los cachetes internos, al saber que contra el destino un dios no podría ir en contra, por lo que sabía que tarde o temprano, si eran caprichos de este, ambos se volverían a encontrar.
—No te digo que lo ignores—la respuesta sorprendió a su paladín—solo que te mantengas enfocada principalmente en tu misión; sin embargo, si ves que el mayor Kristoff Sebastian corre peligro o necesita ayuda, puedes acudir en su rescate sin revelar quién eres realmente. ¿Me entendiste?
Asintió ante la orden de la diosa, con el corazón a mil. Siendo ese el caso, aún podría mantener contacto con el hombre que una vez amó y rescató en su vida pasada, aunque fuese con otra identidad.
Mientras tanto, a varios metros por debajo de la torre, ubicada en el centro de la ciudad, se encontraba un hombre que no dejaba de pensar en aquel extraño sueño que había tenido esa madrugada.
“mia…mia…"
Cerró sus ojos con frustración, cada que escuchaba esa voz su cabeza quería estallar. Desde que aquella mujer había aparecido en sus sueños, las dudas lo mortificaban. El antiguo capitán Kristoff Sebastian, quién había sido ascendido hace poco como mayor, y quién por años sirvió al ejército como líder de uno de los mejores escuadrones, pasó por muchas secuelas luego de evitar el primer ataque del emperador Abelardo I, para tomar la ciudad de Qarta y seguir invadiendo el resto de Karmin.
De entre todas las secuelas que le habían quedado, fue un trauma en su pierna izquierda que le impedía luchar de manera completa y le traía dolores agudos en especial por las noches, haciendo que no pudiera dormir de forma correcta.
—Necesito verla—se dijo en un susurro mientras se masajeaba sus sienes.
Hace poco una nueva enfermera había entrado al hospital y lo había ayudado esa noche en el pabellón de urgencias, luego de tener otra crisis que casi le hace perder la cordura por el dolor tan desgraciado que no lo dejaba ni un segundo. Desde que había visto esa enfermera, y el sueño tan extraño donde una mujer de cabello rosa y rizado hablaba a lo lejos, tenía la imagen extrapolada de ambas mujeres como si su cuerpo las quisiera a ambas.
Suspiró con fuerza, debía calmarse. Dentro de poco vendrían a darle el alta y debía seguir con sus tareas en la milicia. Pero decirlo era una cosa y hacerlo era otra, la raíz mágica que le había salvado su vida luego de quedar al borde de la muerte dejó de arder para sentirse cálida, pero no había mermado aquellos pensamientos tan extraños.
Laury, lista para el trabajo, descendió a tierra firme en un rincón apartado de la clínica para que nadie sospechara su verdadera identidad. Solo faltaba una hora para que el sol comenzara a salir, pero quería ver el estado del mayor antes de comenzar su turno; sin embargo, jamás pensó que en esas horas viera al frente suyo como se organizaba un ataque contra el mayor.
—ya el gas debe estar listo—escuchó escondida a un hombre que vestía la ropa de un doctor y quién le hablaba a otra enfermera—apenas entres debes hacer que él te tome y dentro de unos minutos entraré con varios empleados a formar un escándalo.
Cuando el hombre se marchó del pasillo oscuro, donde solo estaban varios pacientes descansando, la mujer había entrado sin dudar al cuarto del mayor. Al ver como Kristoff se retorcía del calor que sentía, producto del gas que se había filtrado a su habitación, la mujer comenzó a desvestirse con una sonrisa maliciosa; sin embargo, Laury ingresó de inmediato noqueándola.
Aturdida un poco por el extraño olor en la habitación, llevó a la noqueada mujer al baño y la encerró con una barrera que solo ella podía sacarla. Al dirigirse donde estaba Kristoff, comenzó a tambalearse. Sin saber lo que estaba pasando y confundida, ya que se supone que debía tener resistencia a cualquier ataque, no pudo evitar que el hombre la tomara del brazo y la tirara a la cama.
Kristoff, quién estaba encima de ella con el rostro sonrojado, empezó a quitarse la ropa debido al calor que sentía. La paladín intentaba moverse, pero esa toxina en forma de gas era tan fuerte que le hacía imposible resistirse.
—Me haré responsable de ti—dijo Kristoff comenzando a besar el cuello de la enfermera, mientras abría los botones de su uniforme.
El mayor, quién creía que todo eso era un sueño, al ver a la enfermera que lo había ayudado y por la cual se sentía atraído, se dejó llevar por la pasión. Laury, sin poder hacer más, besó de inmediato al hombre con el sentimiento de que se arrepentiría de aquello.
Esa misma madrugada, el mayor Kristoff Sebastian estaba arrebatando la virginidad a la enfermera Laury Montoya, ambos sin saber el plan malicioso que se estaba formando a sus espaldas para desacreditar al hombre.
Adolorida, quedó exhausta en los brazos de Kristoff, el cual había quedado rendido y dormido profundamente luego de dejar su semilla dentro suyo. Se mordió los labios llena de culpa, mientras su corazón se calmaba. Había hecho lo primero que le advirtieron no hiciera, sin saber como fue que se dejó llevar por sus deseos más carnales.
“Serás mi esposa”
Fueron las últimas palabras que había escuchado decir de él, antes de dormirse. Llena de pánico, suspiró buscando calmarse, y se levantó para intentar cambiarse. No obstante, al ver la mancha de sangre en la cama le dejó sin palabras. Por lo que al escuchar como la puerta se abría y varias personas ingresaban no pudo evitar saltar del susto.
—¡Allí está la enfermera indecente que se acostó con un paciente!—gritó el hombre que unos minutos antes había visto hablar en el pasillo.
El hombre frunció el ceño, aquella mujer no era con la que había hecho el trato; sin embargo, mientras el resultado fuera el mismo, la usaría igual. Lo más importante es que recibiría un pago muy bueno si lograba desacreditar el buen nombre del mayor.
Laury apretó con fuerza las sabanas con las que ocultaba su desnudez, llena de indignación con ella misma. Su trabajo era simple, proteger a ese hombre desde las sombras, pero no solo había caído en una trampa con el sino que su misión principal corría peligro al haberse acostado con un paciente. Se maldijo para sus adentros, aquello era un problema bien grande.
Laury se encontraba sentada en el sofá de la oficina de enfermeras, después de haber sido encerrada allí por varias de sus compañeras. La orden había sido clara: no dejarla salir hasta aclarar lo sucedido. Todo el mundo había pensado que había drogado al mayor, quién no despertaba por más intentos que hicieran y gracias al olor de la toxina en forma de gas que aún seguía en la habitación.
Aquella soledad le estaba ayudando para pensar en su siguiente paso, aunque pudiera irse de allí si forzaba la cerradura con un poco de poder mágico, le preocupaba que alguien le hubiera tendido esa trampa a Kristoff. Siendo ese el caso, no podría huir para liberarse del asunto, debía quedarse y descubrir quién era el que quería hacerle daño.
—Lo primero que te advierto, es lo primero que haces—dijo Aletheia apareciendo a su lado, sentada en la otra esquina del sofá y observándola con ojos acusadores—¿Ahora qué harás?
La enfermera movió un poco su cabello llena de estrés, de verdad que había cometido un error garrafal. No solo había comprometido su misión como paladín, sino que no había protegido como se debía al mayor.
—Mi trabajo como paladín sigue al igual que proteger al mayor, ¿Cierto?—la diosa asintió—comuníquele a los dioses de la liga universal que seguiré con lo acordado, estaré enviando informes diarios.
—Siendo ese el caso—Aletheia se levantó para observar a la paladín antes de irse—recuerda bien que por nada en el mundo se debe descubrir tu verdadera identidad, así como tampoco Kristoff puede descubrir quién fuiste en el pasado y la conexión que hay entre ambos.
Laury asintió en señal de acuerdo para luego ver marchar en una bruma dorada a la diosa. Se recostó contra el espaldar del sofá, muy cansada por lo sucedido. Sabía muy bien que su vida pasada como Rebecca Snow, curandera mágica del escuadrón Nightfall bajo las órdenes del entonces Capitán Kristoff Sebastian, debía permanecer en secreto. Así mismo, nadie podía saber que había renacido ahora como la paladín de un grupo de dioses llamados “La liga universal” quienes querían evitar que Azuri los conquistara.
—Enfermera Montoya—escuchó hablar a la jefa de enfermeras, la cual abrió con suma frialdad la puerta—se le solicita su presencia en la habitación 516.
Laury se levantó intentando tolerar el disgusto en la cara de su jefa, la cual se notaba que estaba muy furiosa por su comportamiento. A medida que caminaba detrás de ella, en cada rincón de los pasillos de la clínica, podía escuchar los murmullos de la gente. Suspiró con cansancio, lo más probable es que ya lo sucedido se hubiera esparcido por todo el territorio.
—No puedo creer lo que hizo—murmuró una enfermera—¿Seducir de esa forma al héroe de la guerra para amarrarlo?
Apenas escuchó esas palabras cerró un momento sus ojos en búsqueda de paz, de verdad que la sociedad era muy cruel sin conocer los verdaderos hechos. Aunque en cierto modo era bueno que se le vinieran encima de ella y no de Kristoff, de ese modo había una posibilidad de que su reputación se protegiera; sin embargo, eso complicaba mucho más su misión principal.
—Espero que sepas comportarte, no avergüences más de lo que ya has hecho a la clínica—dijo antes de ingresar junto con ella a la habitación.
Allí se encontraba el capitán Emerson, su antiguo compañero, junto con varios guardias que intentaban abrir la puerta del baño y Kristoff, quién estaba recostado sin dejar de mirarla.
—Disculpe, enfermera—dijo uno de los guardias—¿Usted fue la cerró la puerta, cierto?
Laury al observar la cara de cansancio de los hombres, movió un poco los dedos para quitar la barrera con la que había encerrado a la mujer.
—Enciérrenla en la comisaria, necesito hablar con ella apenas despierte—ordenó sin tapujos Kristoff.
Tanto los hombres, como la jefa de enfermeras, salieron de la habitación dejando solo a Kristoff, Emerson y a la paladín. Laury sintió una pequeña pisca de alegría al ver como su antiguo compañero se había vuelto más fuerte y como había ascendido de teniente a ocupar el puesto del capitán; sin embargo, no podía dejar de estar preocupada por la salud del mayor.
—¿Está bien, mayor?—preguntó manteniendo cierta distancia para parecer asustada.
—¿Usted fue la que evitó que esa mujer abusara de mí, cierto?—increpó enseguida el hombre—necesito que me cuente todo acerca de lo sucedido.
—Cuando estaba por comenzar mi ronda, antes de la cinco de la mañana, vi como un hombre vestido de médico hablaba con una enfermera sobre usted, mayor Sebastian. Dejé que el extraño se fuera para poder acercarme y pude ver lo que estaba haciendo esa mujer, pude noquearla un poco golpeando su nuca, pero…—empezó a sonrojarse, sentía su corazón desbordarse—la extraña toxina que había en el aire me hizo perder el control.
Kristoff asintió, miró por última vez a su subordinado y este con una reverencia salió de la habitación rumbo a aclarar algunos asuntos alrededor de lo sucedido.
—No tiene que avergonzarse, usted no fue la única que se descontroló—dijo componiendo un poco su postura—en vista de lo sucedido, me haré responsable. Usted se casará conmigo.
Laury abrió los ojos como si delante de ella hubiera un espanto, jamás pensó que las cosas llegaran a ese extremo. Hizo una leve mueca de disgusto, debía encontrar la forma de librarse de ello o ver como podía seguir trabajando en la clínica.
—Pero…—no pudo seguir hablando porque el mayor la interrumpió.
—Sé que es difícil, no llevamos ni un día de conocernos—aunque para él no lo era, desde que ella lo ayudó la noche que ingresó a urgencias no pudo negar que sentía una atracción por ella—pero ya ha oído la habladuría de la gente, quién quiera que hubiera querido hacerme daño le salió mal su plan, ya que la única afectada en realidad es usted. Ya he enviado a mi subordinado a encargarse de lo ocurrido, pero debo protegerla.
Krisfott levantó la sabana llena de sangre haciendo que la paladín se sonrojara enseguida, agachando su mirada. El mayor tenía mucha pena por la enfermera, más allá del gusto que tenía por ella, le dolía ver que una persona inocente estuviera involucrada.
—Me haré responsable no solo de haberte arrebatado tu virginidad—dijo muy serio—sino por el posible hecho de que puedas quedar en embarazo.
Cerró los ojos, intentando analizar la situación con más calma. Sabía muy bien la actitud recta de Kristoff, había sido su superior por más de diez años cuando ella servía en el ejército, todos en su escuadrón lo respetaban por su postura tan correcta. Sabía que no sería fácil rechazarlo, en especial sabiendo que para la época en la que estaban, si una mujer perdía su virginidad lo propio de un caballero sin importar su estatus social era hacerse cargo de ella.
—No tienes que preocuparte por el matrimonio—habló Kristoff manteniendo su semblante serio—no creo en la iglesia, por lo que no nos casaremos por ceremonia religiosa; sin embargo, si lo haremos por la civil. No te dejaré sola y menos si lo más probable es que quedes embarazada debido a esto.
Laury asintió bastante segura que ese hombre iría adelante con ta de verla como su esposa, pero pese a que esa idea en su momento le hubiese encantado, se sentía un poco triste porque en su anterior vida no podía tener ni siquiera un pensamiento romántico de parte del mayor hacía con ella. Dejó escapar un largo suspiro, lo más probable es que la raíz mágica estuviese sintiendo atracción por su antigua dueña y el mayor estuviera confundiendo sus sentimientos.
—Aceptaré ser su esposa—lo observó directamente—pero seguiré trabajando como enfermera, mayor.
—¿Por qué?—preguntó bastante desconcertado—gano un buen sueldo en el ejército, tengo varias inversiones y negocios, por lo que no te faltaría nada.
La paladín tuvo que pensar muy bien en su respuesta antes de hablar, debía ser muy cuidadosa con sus palabras o de lo contrario todo se arruinaría. No podía negar el hecho de que una parte de ella se sentía feliz, por fin estaría con el hombre que siempre amó, pero al recordar a todas las personas que dependían de que ella cumpliera su misión, tuvo que abstenerse a gozar ese sentimiento.
—Me siento muy mal—intentó no llorar, pero no pudo evitar que una lágrima saliera, al menos intentaría apelar a la sensibilidad del mayor para convencerlo—si pierdo mi trabajo como enfermera, me sentiré peor. Por favor, permítame seguir trabajando acá.
Kristoff se conmovió con la enfermera, sintiéndose en parte responsable por lo sucedido; sin embargo, siendo que ella lo salvó, entonces la apoyaría en lo que pudiera. Aunque no estaba de acuerdo que ella trabajara, en especial porque en ese lugar estaría mal por el acoso de aquellos que no estuvieran de acuerdo con lo que hizo, intentaría usar sus influencias para evitar eso.
—Entiendo, no llores—dijo tragando un poco fuerte, no le gustaba ver a una mujer llorar—puedes seguir trabajando, le diré al director de la clínica y a la enfermera sobre tu decisión. En unos días vendré a buscarte para ir al ministerio de familia y firmar nuestra acta de matrimonio.
Con una reverencia, la enfermera salió del lugar rumbo al baño. Antes de enfrentarse a la odiosa de su jefa, quería vomitar un poco. No por estar embarazada, ya que lo más probable es que no lo estuviera debido a que al no haber reencarnado de manera natural, sino que renació partir de su cuerpo muerto, lo más lógico sería que tuviera problemas de infertilidad a no ser que lo fuera realmente.
Esperó varios minutos hasta que una de sus compañeras salió del baño individual y entró para cerrarlo de inmediato. Luego de vomitar todo su desayuno, ya que aún sentía los efectos desgraciados de la toxina, sacó de su bolsillo interno la brújula con detalles de rosas que la diosa le había dado antes de infiltrarse en la clínica y dejó que el artefacto pudiera comunicarla con ella.
—Comprendo—respondió sin apartar su vista de la pantalla, debido a que la brújula permitía no solo escuchar la voz de la otra persona, sino ver su imagen—lo más importante es cumplir con la meta, no importa el modo. Lo ideal era estar al margen, pero debes mantener seguro al mayor Kristoff. Recuerda que él es vital para ganar esta guerra, cásate con él, pero siempre actúa con cuidado.
Luego de que la diosa colgara, volvió a guardar la brújula para recostar su cabeza en la puerta del baño. Sonrió un poco, ya que le parecía increíble como una mujer que murió debido a un cáncer pulmonar, y cuyo cuerpo estaba por ser incinerado en la morgue, fue llevada en manos de una parca al lado de los dioses para ser renacida a partir de su cuerpo muerto.
—como detesto esto—dijo mientras acariciaba su mano.
Todos los días sentía una extraña sensación que le recordaba a cuando ella estaba muerta, pero que también chocaba con el hecho de sentirse viva. Aquel sentimiento contradictorio era uno de sus mayores obstáculos para al menos actuar más tranquila.
Sin embargo, al aceptar ser la paladín de la liga universal, no solo obtuvo la misión de detener el avance del imperio de Azuri y evitar que Karmin fuera invadida, sino que la involucró en una guerra mucho más grande donde divinidades malvadas movían los hilos para dominar a la humanidad por medio del emperador de Azuri y como otros dioses, que estaban a favor de la libertad de los humanos, luchaban sin piedad.
Ahora no solo debía buscar a los generales que ayudarían en la guerra favor de la humanidad, empezando por un paciente misterioso que no lograba aún ubicar dentro de la clínica, sino que debía proteger al hombre que una vez amó y que también era un factor importante para obtener la victoria.
Download MangaToon APP on App Store and Google Play