—Yo, el emperador del Imperio del Norte, declaro que a partir de este momento, la segunda princesa, Amelia Elaine Ignis Caesar, ha sido removida de su puesto como princesa heredera, y mi primogénito, el primer príncipe, Alec Sebastian Ignis Duvessa, volverá a ser el único heredero al trono.— La multitud se escandalizó al escuchar la declaración de mi padre y las opiniones se dividieron entre aquellos que estaban felices y los que estaban completamente en contra de un cambio tan repentino.
Me quedé helada y tuve que tomar la mano de mi madre para mantenerme de pie. Ella me rodeó con uno de sus brazos y me mantuvo erguida. Su rostro se quedó de piedra. Yo era consciente de lo dolida que ella estaba, pero ambas sabíamos que demostrar debilidad era lo peor que podíamos hacer en estos momentos. Entonces ella apretó mi hombro con firmeza, buscando valor para poder transmitírmelo.
—Recuerda quién eres— me consoló—. Ellos no podrán derribarte tan fácil. La convicción con la que mi madre me regaló aquellas palabras y el fuego que se encendió en sus ojos me devolvieron las fuerzas que creí haber perdido por la conmoción.
Respiré profundamente y solté su mano. Regresé la vista al frente mientras erguía aún más mi cuerpo y levantaba un poco mi cabeza, imponiendo fortaleza. Mis ojos se cruzaron con los de mi padre. En estos distinguí esas sombras que apagaban el color usualmente dorado y brillante que había en ellos, y me dolió ver que ya no encontraba ni una pizca del hombre que alguna vez conocí.
Entonces mi vista se desvió a un lado suyo, donde se encontraba sentada la ex emperatriz, la mujer de la que mi padre ya se había divorciado hace 19 años.
Ella se encontraba sentada en el trono que le pertenece a la verdadera y única emperatriz, mi madre. La miré con desprecio y ella me sonrió de forma burlona. Apreté los dientes de la impotencia.
Yo lo sabía, todo era su culpa. Esa mujer se estaba robando toda mi vida, todo por lo que había trabajado desde el momento en el que tuve uso de razón. Ella codicia el trono, el amor, la magia y el poder que yo tengo.
Ahora había logrado quitarme el poco aprecio de mi padre y mi ascendencia al trono, para dárselos a su inútil hijo, pero jamás va a poder quitarme mi magia ni mi poder.
—Voy a luchar, no dejaré este imperio en manos de esa mujer tan siniestra y egoísta— le prometí a mi madre sin quitarle la vista de encima a la mujer.
La ex emperatriz robó la atención de todos los que estábamos en la sala al levantarse del trono, caminó un poco más cerca de la multitud y llevándose una mano al pecho, habló.
—Hoy es un día de celebración para todo el imperio, finalmente el primogénito vuelve a tomar el sitio que le pertenece. Aquel lugar, que le fue arrebatado por la segunda princesa en un intento de robar todo el poder para ella, y llevar a nuestro imperio a la perdición. Sé que hay quienes la apoyan, pero quiero que recuerden lo que sucedió hace 250 años, cuando el último Maestro de la luz nacido bajo el eclipse de la luna de sangre apareció, esos años están bañados en sangre y dolor— la sala comenzó a murmurar mientras las miradas recaían en mí.
Traté de mantenerme firme e inmutable, sin embargo, el peso de las miradas y el miedo que comenzaba a florecer en los que estaban a mi alrededor, hizo que mi corazón me pesara, tantos años de esfuerzo se estaban yendo a la basura, gracias a las mentiras de una mujer ambiciosa y maligna, a ella ni siquiera le importaría si todos los aquí presentes murieran.
—Lo he pensado junto con nuestro amado emperador, pero, aunque ambos estimamos a la princesa y sabemos que gran parte del imperio la ama. Gracias a la historia, sabemos que un Maestro de la luz bendecido por el eclipse de la luna de sangre, puede ser un gran peligro para nosotros. Y al recabar en el gran poder y fuerza mágicos que ella tiene, descubrimos que es capaz de destruir todo el imperio si así lo quisiese, con sus propias manos. Solo imaginen qué pasaría si la malicia y la ambición se apoderan de ella, nuestros niños morirían incinerados en un abrir y cerrar de ojos, sin que pudiéramos hacer nada para detenerla— las personas que se encontraban cerca de mí, se alejaron horrorizados ante la idea, haciendo un espacio cada vez más grande, que nos distanciaba a mi madre y a mí del resto de los que estaban en la sala, ahora todos los ojos podían recaer sobre mí sin problemas.
Mi cuerpo tembló ante la angustia de saber que ahora todos los presentes me temían, aun cuando por muchos años usé ese poder que los asustaba para protegerlos.
Me mordí el labio tratando de reprimir una mueca de enojo y tristeza. Quería llorar, me sentía sumamente traicionada. Ahora entendía que aunque el pueblo decía amarme, lo cierto es que fingían simpatía por miedo a mi poder.
—Es por eso que hemos llegado a la conclusión de que la princesa no puede vivir en este imperio. Finalmente, no sabemos en qué momento puede llegar a atacar a nuestro príncipe o incluso al emperador debido a la sed de poder que siempre ha definido a los de su tipo— su tono de voz era fingidamente dolido.
El resto incluso parecía creer en su aparente tristeza y preocupación por la seguridad del pueblo, pero yo pude ver claramente la malicia en su mirada y entonces comprendí sus intenciones.
Ella quería desterrarme para quitarme del camino, haciéndole pensar a la gente que soy peligrosa y que puedo llegar a ser como el último Maestro de la luz rojo. Sin embargo, él ni siquiera llegó a ser emperador y fue el único que demostró hostilidad. Y aunque es mi predecesor, ni por asomo somos iguales.
Cuando la ex emperatriz se preparaba para seguir, me lanzó una mirada maliciosa, lo que confirmó mis sospechas, y me preparé para intervenir en mi defensa. Sin embargo, el movimiento detrás de nosotras llamó mi atención.
—No tiene por qué preocuparse, Lady Duvessa— interfirió la voz de un hombre desde el centro del salón. Su voz era clara y fuerte.
—¿Quién eres tú para interrumpirme de esa manera?— inquirió ella, molesta por el título que le dio aquel hombre, mientras lo buscaba entre la multitud.
Busqué con la mirada al portador de aquella voz tan imponente hasta que se apareció entre la multitud, caminando hacia mi dirección. Cuando nuestros ojos se encontraron, él me sonrió con suavidad, mostrando confianza.
—Soy Niran Alaric Nix Gethwine, primer príncipe del imperio del Sur— se presentó al llegar hasta donde yo estaba y se plantó a un lado mío, encarando a la ex emperatriz.
Ella titubeó al escuchar el título. Él era el príncipe heredero al trono del Imperio del Sur, nuestro más grande aliado y el segundo imperio más poderoso después del nuestro.
—Y vengo en representación de mi padre, el emperador del sur, para llevarme a la princesa Amelia a nuestro imperio, ya que al parecer aquí no logran valorarla como lo que es: una increíblemente valiosa investigadora de la magia, pionera en el uso de magia ajena a la definida de forma sanguínea, la maestra de la luz más poderosa de los últimos 500 años, una experta en el uso de las artes marciales, magia de protección y defensa. Por no hablar de su extenso historial de talentos, conocimientos en ciencia, estrategia, lenguas y artes.
Me quedé sorprendida ante la declaración del príncipe, y especialmente me asombró la manera tan maravillosa en la que habló de mí con tanto orgullo.
Pude casi escuchar la fuerza con la que los dientes de Lady Duvessa chirriaron por la ira. Tuve que suprimir una sonrisa al verla tan conmocionada.
—¿Qué le hace creer que puede llevarse a la princesa solo porque quiere? —interrogó ella mientras mantenía la compostura. No estaba dispuesta a dejarle el camino fácil al príncipe.
—Bueno... no me la llevaré sin una buena razón, en realidad... —el príncipe volteó a verme mientras su voz se tornaba un poco más profunda y suave, entonces me tomó de la mano— me enamoré de ella durante su estadía en el sur, mientras seguía con sus estudios de la magia, y vengo con la bendición del emperador del sur, para pedir su mano en sagrado matrimonio.
Lady Duvessa se quedó pálida, y todos los presentes levantaron la voz con distintas opiniones. Muchas de ellas eran de asombro ante una noticia tan impactante. En este punto, yo me había quedado en blanco.
Ambos seguíamos viéndonos. La forma en la que él me miraba era de completa devoción, como si viera a una diosa, y precisamente en ese momento yo no me sentía, ni por asomo cercana a algo así. Sin embargo, él me miraba con tanto anhelo, como si fuera el ser más preciado en todo el Imperio del Norte, y tal vez incluso del Sur.
—Mi querida princesa... Lo siento mucho.
Cuando mi dama de compañía se desplomó frente a mí, el mundo se me vino encima. Corrí hacia ella y puse mis manos en su pecho buscando sanarla por medio del poder de la luz que me otorgó la luna. Sin embargo, ella había muerto con tal rapidez que ya no podía hacer nada para salvarla. Únicamente pude llorar desconsolada con su cuerpo entre mis brazos.
Cuando los caballeros escucharon mis gritos y finalmente llegaron a mi alcoba, las sospechas de todos los que estaban cuidándome se confirmaron. Y sin decirme nada, me llevaron a la sala de conferencias donde estaba mi padre, el emperador.
—Mi amada hija, lo lamento tanto... —dijo mi padre en cuanto me vio entrar y me extendió los brazos.
Aquella acción tan antinatural en él, me desconcertó, pero como toda hija que había sido criada fría y estrictamente, al verlo dispuesto a darme el amor que he añorado por años, corrí hacia él sin dudarlo. Él me resguardó en un fuerte abrazo, que me llenó el corazón, especialmente después de haber presenciado una muerte tan horrible.
Pasó un rato hasta que finalmente pude calmar las lágrimas y me separé de él. Entonces me condujo a un sofá que estaba situado en una esquina del salón, y él se sentó en el que estaba frente a mí. En su rostro había pena y una fuerte expresión de disculpa.
—Sé que vas a molestarte mucho conmigo, pero era algo con lo que todos los que trabajan en el palacio y eran de suma confianza, estuvieron de acuerdo —comenzó a decirme con cautela— Hace una semana, las sombras del castillo encargadas de seguir a la ex emperatriz, descubrieron que ella tenía varios infiltrados entre nuestro personal, y ella logró introducir un veneno letal al palacio. Sin embargo, no estábamos seguros de quiénes eran los infiltrados ni para quién estaba destinado el uso de ese veneno.
Mi padre detuvo sus palabras y se acercó a mí para tomar mi mano. Yo aún me encontraba fuera de mí por la conmoción y traté de comprender qué era lo que estaba pasando. Sus dorados y brillantes ojos me miraron con pesar.
—Así que, para poder descubrir a los infiltrados, debimos dejar que la preparación de los alimentos se hiciera como normalmente, registrando a todos los que estuvieron involucrados en la cocina. Y antes de que estos fueran servidos, las damas de compañía y asistentes de tu madre, de ti y de mí, se turnaron para probar la comida y bebida antes de servirla. Así fue durante toda la semana. Los primeros días no pasó nada, lo que nos dejó un tanto expectantes. Hasta que finalmente tu dama de compañía probó tu desayuno el día de hoy y... bueno —sollocé al saber que ella había muerto por mi culpa y me llevé las manos a la cabeza.
—¿Por qué... por qué no me dijeron nada? — cuestioné en un hilo de voz, sintiendo cómo el enojo se juntaba desde mi estómago.
—Sabíamos que no estarías de acuerdo, así que todos acordaron dejar este plan en secreto. Nadie fue obligado a hacerlo, por el contrario, ellos se unieron para poder protegerte, y tu dama de compañía fue la primera en ponerse de pie. Ella te quería muchísimo y sabía lo importante que era salvaguardar tu vida, por encima de cualquier otra cosa. — Negué con la cabeza. Mi padre me tomó de los hombros tratando de encontrar mi mirada de nuevo.
Cuando nuestros ojos se encontraron, la ira ya había superado a la tristeza que había en mi interior. Él suspiró apenado y bajó la mirada al piso. Volví en mis recuerdos al momento en que mi dama de compañía llegó a mi habitación con la comida. Lo más probable era que la hubiera probado justo antes de entrar, ya que estuvo conmigo todo el tiempo hasta que tocaron la puerta. Ella salió y volvió con la comida.
En cuanto ella cerró la puerta y tomó el carrito de servicio para empujarlo hasta mí, comenzó a salirle sangre de la nariz. Inmediatamente después, su semblante palideció y se llevó los brazos al vientre, abrazándose con fuerza.
—¿Amanda? — Cuando la llamé y sus ojos encontraron los míos, pude ver que en ambos aparecieron grandes derrames.
Entonces me levanté de mi asiento con rapidez, y Amanda vomitó sangre con mucho dolor. Sin pensarlo, corrí hacia ella, y antes de que lograra alcanzarla, me miró con una serenidad y tristeza que me angustiaron.
—Mi querida princesa... Lo siento mucho.
Suspiré pensando en lo rápido que sucedieron todos los acontecimientos, y me limpié una lágrima del rostro.
—¿Saben dónde consiguió la ex emperatriz el veneno? — le pregunté a mi padre, aún sin poder verlo a los ojos. No podía evitar pensar que de alguna manera él sacrificó a mi dama de compañía.
—Hasta donde sabemos, ella lo recibió de un mercader del mercado negro de la capital. — Yo negué con la cabeza al escuchar la información.
—Dudo mucho que ese sea el lugar original en el que se hizo el veneno, la rapidez con la que hizo efecto y lo letal que era... El poder de la luz convencional no es capaz de hacer algo así, especialmente porque está controlado por el poder del trono imperial. Investiga a dónde ha viajado ese mercader, creo que se trata más bien de magia negra —mi padre se miraba preocupado al escuchar mis palabras, pero curiosamente, no se miraba sorprendido.
—Amelia, sé que no es el mejor momento, pero es preciso que se tomen medidas urgentes contra la ex emperatriz por sus actos. Ahora tenemos pruebas para comenzar un juicio, pero temo que este tan solo sea el primero de muchos intentos para atentar contra tu vida —mi padre se detuvo un momento, pensando en sus palabras, fue entonces cuando volteé a verlo— Es por eso que tu madre y yo hemos decidido mandarte al imperio del sur.
Fruncí el ceño, confundida y desconcertada. De todas las medidas que creí que tal vez podría tomar mi padre, esa era la que menos esperaba, y mucho menos deseaba.
—Pero... Me estoy preparando para tomar el trono, tengo al menos seis años para estar lista. ¿Cómo se supone que entre en los asuntos de nuestro imperio si ni siquiera voy a estar en el territorio? —cuestioné incrédula, mientras me levantaba de mi asiento.
—No es algo por lo que debas preocuparte. Sabes que el emperador del sur y yo somos amigos, así que él personalmente te recibirá en el palacio del emperador y te permitirá entrar a la universidad Lunae, donde podrás aprender más sobre los poderes otorgados por nuestro dios y ayudarás en investigaciones avanzadas. Incluso podrás financiar la investigación sobre el poder sanguíneo que comenzaste hace dos años —la emoción con la que mi padre me explicó todo lo que había preparado para mí me desconcertó, especialmente porque hace al menos veinte minutos había muerto una persona.
Pero entonces consideré sus palabras. El hecho de que yo tuviera el derecho de llegar directamente al palacio del emperador ya era un privilegio.
El imperio del sur tiene al menos cuatro palacios en su capital: el Palacio del Príncipe, donde se queda el heredero al trono, los maestros de la espada y los caballeros. A ese palacio llegan todos los grandes generales militares, caballeros y todo aquel que tenga un puesto de importancia militar de otros territorios, cuando visitan el imperio.
El Palacio de la Emperatriz, es donde debe vivir emperatriz junto a las hijas que pueda llegar a tener. Ahí llegan princesas, reinas y emperatrices de otros territorios, al igual que posibles aprendices a princesa heredera o protegidos de la Universidad Lunae que vienen de otros territorios. Es el lugar al que yo esperaría llegar y en el que debería quedarme.
El Palacio Invernal, es donde se celebran todos los bailes y reuniones organizados por la familia imperial. Tiene una capilla que se usa exclusivamente para las bodas de la familia imperial, y también es donde se celebra la recepción y la coronación de los emperadores. Es uno de los palacios más hermosos de entre los cuatro imperios, dotado de al menos seis jardines inmensos, donde hay flores que solo se encuentran en el sur. Las fiestas de té que organizaba la emperatriz del sur, siempre se celebran en esos jardines.
Finalmente, está el Palacio del Emperador, donde se realizan todas las reuniones políticas, estratégicas o de investigación. Ahí pueden entrar reyes, duques, científicos o investigadores de la luz, y emperadores de otros territorios. El resto del pueblo tiene asambleas con el emperador en el templo. A este palacio solo pueden entrar el príncipe heredero y la emperatriz sin aviso o cita previa.
Es un sitio en donde solo las personas de mayor rango e importancia pueden entrar. El hecho de que ese será mi lugar de residencia por al menos tres años, hará que mi posición se vuelva aún más poderosa ante el resto de los imperios.
—Princesa, ten por seguro que el emperador del sur se encargará de enseñarte todo lo necesario para ser emperatriz, y cuando vuelvas, este imperio será seguro para ti, y así podré terminar de pulir la hermosa gema que volverá a casa, para que finalmente puedas ascender al trono con toda la gloria que te mereces— me prometió mi padre mientras se llevaba una mano al corazón.
Suspiré inquieta al pensar en ir al sur, sabiendo que en casa se desataría una pelea contra la ex emperatriz traidora. Esto me hacía sentir insegura. Lo cierto es que mi poder sobre la luz era más potente que el de mi padre, pero él era mucho más sabio y tenía más conocimiento que yo.
No debía haber razón para temer por su seguridad o la de mi madre, sin embargo, algo muy dentro de mí me seguía alertando del peligro.
—Por favor, si algo pasa, llámame— le supliqué a mi padre, mientras el recuerdo de Amanda volvía a mí, y el miedo de que lo mismo le pasara a él me inundó el pecho.
—Hija mía, yo también soy un Maestro de la luz, confía en tu padre y ve a lograr cosas más grandes. El imperio del norte estará bien— me aseguró y entonces depositó un beso en mi frente.
Nuevamente, me sentí extraña ante todo el cariño que estaba recibiendo de su parte, pero asumí que era debido a que pronto nos separaríamos, y me permití sentir su amor.
Fue así como acepté embarcarme en un viaje desconocido hacia el sur, en busca de seguridad y conocimiento, sin saber lo que me esperaba, y la ola de desgracias que se desatarían en el imperio del norte apenas me fuera.
Hace 2000 años, cuatro príncipes, hijos del emperador de un imperio en decadencia y sin esperanza, zarparon en busca de nuevas tierras.
Pasaron meses en el mar, que con el tiempo se convirtieron en un año. Los hermanos, temerosos de morir sin poder encontrar tierra firme, oraron a los dioses durante una noche de eclipse de luna llena. Fue entonces cuando el Dios de la luna los escuchó y los guió. Durante el trayecto, el dios decidió premiarlos por su inmensa fe.
Así fue como el Dios de la Luna los nombró maestros elementales y les dio habilidades sobre los cuatro elementos. Los príncipes, al escucharlo, se pusieron eufóricos y comenzaron a pelear entre ellos, tratando de decidir quién sería el primero. Sin embargo, fue el más joven quien dijo con calma:
—No se preocupen, yo puedo esperar, así que seré el último.
Tomando ventaja de las palabras del más joven, el hermano mayor se acercó al Dios diciendo:
—Ya que soy el hermano mayor, merezco ser el primero en recibir la bendición.
El resto de los príncipes aceptaron con resignación y finalmente se formaron por orden de nacimiento.
El primer príncipe fue bendecido con el poder sobre la tierra y dichoso, se fue sin siquiera despedirse de sus hermanos. Decidió ir a conquistar las tierras del Este, se convirtió en emperador y heredó su poder a sus hijos.
El segundo príncipe, fue bendecido con el poder sobre el aire. Él les lanzó una suave y amistosa despedida a sus hermanos, y se fue a las tierras del Oeste, donde también se convirtió en emperador. Su territorio era un poco más grande que el del imperio del Este, y de igual manera tuvo hijos que heredaron su poder.
El tercer príncipe, fue bendecido con el poder sobre las aguas. Le agradeció al Dios y, volteándose hacia su último hermano, lo abrazó con fuerza, le deseó la mayor de las suertes y se fue al frío territorio del sur, donde logró ser emperador de inmensas tierras y heredó su poder a sus descendientes.
Finalmente, el último príncipe, que había decidido ser paciente, se quedó a conversar con la luna.
Él, a comparación de los otros hermanos, mostró interés genuino en el dios y pensó que, al igual que él, tal vez el Dios se sentía solo.
Conversaron hasta que la noche estuvo por terminar y fue entonces cuando el Dios recordó su bendición.
Al ver al joven príncipe, su corazón rebosó de alegría al darse cuenta de que en él había encontrado un amigo, y decidió darle una bendición un poco distinta a la de sus hermanos. Lo nombró maestro de la luz, le dio el poder sobre ésta, sobre el fuego, junto con la habilidad para sanar a los enfermos y heridos. Convirtiéndolo así en el maestro elemental más fuerte.
Fue así como el joven príncipe, abrazó al Dios, le dio las gracias y le prometió levantar un gran altar en su nombre. Ambos se despidieron y el príncipe se fue hacia las tierras del norte, donde conquistó y levantó el imperio más grande y poderoso, y sus hijos heredaron su poder.
Así pasaron los años y los príncipes murieron. Con el paso del tiempo y las combinaciones de sangre cambiando, los poderes heredados por la luna disminuyeron y finalmente se dividieron en derivaciones del principal poder de la bendición.
Así, el poder que el Este tenía sobre la tierra se derivó en cuatro habilidades mágicas específicas: el poder sobre las flores, el poder sobre la siembra, el poder para moldear la tierra y el poder sobre los minerales. Al principio, el primer emperador tenía poder sobre todas esas derivaciones, pero finalmente estas son heredadas por el 50% de la población, de forma separada y cada nuevo maestro de la tierra domina alguna de las derivaciones.
El poder del aire, dado al imperio del Oeste, se derivó en el poder sobre las bestias y el poder sobre la brisa. Los maestros más fuertes han logrado la levitación y velocidad por medio del aire, así como crear grandes tornados y librar devastadoras tormentas. Sin embargo, este imperio no es especialmente fuerte en cuestiones mágicas.
El imperio del Sur, fue dotado no solo de un gran poder, sino también de increíble inteligencia. El poder sobre las aguas fue derivado en el poder sobre las bestias del mar, poder sobre la marea y navegación, creación del agua, creación de hielo y nieve, poder sobre el clima y el poder de la deshidratación.
El Imperio del Norte, al ser bendecido de forma especial por la Luna, tuvo una derivación diferente. Su poder, para aquellos que no estaban destinados a ser emperadores, se derivó en el poder del fuego, el de la sanación, el poder sobre la electricidad y la estática, el poder de la iluminación, el poder de la herrería, entre muchos otros poderes derivados específicos.
Los únicos que hacen la excepción son aquellos escogidos por la Luna para ser emperadores del Imperio del Norte. Ellos son escogidos antes de nacer y todos los futuros herederos al trono siempre nacen bajo un eclipse de luna llena. Son bendecidos con los poderes del emperador original, siendo así los magos más poderosos, capaces de controlar todas las derivaciones. A estos herederos se les llama Maestros de la Luz, y sólo nace uno cada vez que es necesario preparar a un nuevo emperador. Sin embargo, este es el secreto imperial más grande de nuestro mundo, que sólo los que llegan a ser emperadores conocen.
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