El cielo se oscureció rápidamente y las nubes grises comenzaron a cubrir el sol, anunciando la llegada de una tarde lluviosa y tormentosa en el reino de Yuchán. El viento comenzó a soplar con fuerza, agitando las ramas de los árboles y haciendo sonar las ventanas y puertas.
De repente, un relámpago brilló en el cielo, iluminando el paisaje con un resplandor blanco y cegador. El trueno que siguió resonó en toda la zona, haciendo que las aves salieran volando y los perros ladraran.
La lluvia comenzó a caer en gotas gruesas y pesadas, golpeando el suelo y los techos con fuerza. El viento soplaba las hojas y ramitas, haciendo un ruido constante y relajante.
A medida que la tarde avanzaba, el cielo se oscurecía aún más y los relámpagos y truenos se volvían más frecuentes y fuertes. La lluvia seguía cayendo sin cesar, creando charcos y corrientes de agua por todas partes.
A pesar de la intensidad de la tormenta, había algo tranquilizador en el sonido de la lluvia y el viento. Era como si todo el mundo se hubiera ralentizado, y todo lo que importaba era estar en un lugar cálido y acogedor, mirando la lluvia caer.
Dentro del palacio imperial el ambiente era frío y sombrío haciendo juego con el ambiente del exterior, en la corte imperial se encontraba el emperador en su trono, su rostro estaba de un color rojo intenso mientras sus ojos se entrecerraban y fruncía el ceño con fuerza, su voz resonaba en todo el palacio, su sola presencia imponía temor a cualquiera.
Frente al emperador permanecía un hombre joven arrodillado en el suelo su cabeza está inclinada, sus ojos miraban hacia abajo en señal de respeto, su rostro estaba pálido y sudoroso, mientras su cuerpo temblaba ligeramente, sus manos estaban apretadas en puños, como si estuviera tratando de controlar su propia ira y frustración, la mirada del emperador lo hacía sentir pequeño e indefenso y su voz autoritaria y fría resonaba en su cabeza. Este hombre era el príncipe Wú Yújade del reino Yushan, el ambiente en la corte era tenso y los guardias vigilaban cada movimiento del príncipe.
Emperador: —Wú Yújade, como bien sabes, tus acciones han puesto en peligro la estabilidad de nuestro reino. Tu imprudencia nos ha llevado a la guerra con nuestros vecinos, y ahora debemos pagar un alto precio.
Wú Yújade: (inclinándose respetuosamente) — Padre, he sido castigado por mis errores. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para reparar mi error y restaurar el honor de nuestra familia.
— (Con gesto severo) —Tus palabras son vacías, hijo mío. Ya no confío en ti. A partir de este momento, te destierro del palacio imperial y te despojo de tus títulos y privilegio
— (Sorprendido y afligido) —Padre, ¿cómo puedo vivir sin tu protección y ayuda? ¿A dónde debo ir?
— (Con tono frío) — Ya no eres mi hijo, ni un príncipe. Eres un hombre común, y debes aprender a sobrevivir por ti mismo. Abandona el palacio inmediatamente.
— (Tragando saliva y luchando por contener las lágrimas) — Entiendo, su alteza... me iré.
Wú Yújade salió del palacio mientras la lluvia cubría su cuerpo y enmascaraba las lágrimas que corrían por su rostro, su corazón estaba lleno de una mezcla de emociones difíciles de describir, sentía una profunda tristeza y dolor por haber perdido todo lo que había conocido y amado. La vergüenza y la humillación también lo abrumaban, sintiéndose como si hubiera fallado a su familia y a su país, pero al mismo tiempo había una llama de determinación ardiendo dentro de él
Wú Yújade era el príncipe heredero del Reino de Yushan y tenía grandes ambiciones de expandir el territorio de su reino. Él creía que su reino estaba limitado por las montañas que lo rodeaban y que, para crecer y prosperar, debía conquistar nuevas tierras.
En su afán por cumplir sus ambiciones, Wú Yújade emprendió una campaña militar contra un reino vecino, lo que llevó a su reino a una sangrienta guerra. Aunque Wú Yújade logró algunas victorias, la guerra se prolongó y causó una gran cantidad de bajas en ambos bandos.
Aunque no todo era verdad, Wú Yújade quería lo mejor para su reino por lo que siempre trato de establecer buenas relaciones con los reinos vecinos y trabajar por el bien común, pero nunca imagino que caería en una de las más grandes trampas perpetrada por uno de los príncipes del reino de Xuan Wu y por su propio tío.
Wú Yújade fue invitado a la frontera del reino de Xuan Wu a festejar el festival de la luna, Wú Yújade vio esto como una oportunidad de mejorar la relación entre ambos reinos y decidió asistir, cruzo la frontera del reino acompañado de sus soldados, pero al llegar al campamento se encontró con el peor escenario todos los soldados estaban muertos, el campamento había sido arrasado.
El príncipe de Xuan Wu acuso a Wú Yújade de invadir el reino y matar a sus soldados lo que dio inicio a una sangrienta batalla, fue la excusa perfecta del príncipe de Xuan Wu para tratar de invadir las ciudades de la frontera.
En ese entonces el emperador se encontraba en un viaje en reinos lejanos en busca de expandir el comercio de su reino por lo que siempre estaba lejos y por ello había nombrado un regente que se encargaba de sus obligaciones como gobernante y había encomendado al príncipe los asuntos militares, cuando el padre de Wú Yújade se enteró de la guerra, estaba consternado y desilusionado con su hijo. Él había enseñado a Wú Yújade los valores de la prudencia y la moderación, pero su hijo había ignorado sus enseñanzas y había llevado a su reino a una guerra innecesaria. Por eso, lo desterró y lo despojó de su título de príncipe heredero.
Aquella noche torrencial, su ropa empapada y su cuerpo temblando de frío, despojado de sus títulos y sin protección, sus sentimientos y emociones aún estaban confusos, — ¿Qué voy a hacer ahora? —Se preguntaba mientras caminaba por la ciudad imperial, — No puedo quedarme acá, ello seguros vendrán por mí, tengo que desaparecer y esperar el momento adecuado.
Por el momento tenía que buscar un refugio donde pasar la noche y esperar que la tormenta pasara, y así se dirigió a los barrios bajos de la ciudad con una capucha sobre su cabeza para evitar ser reconocido, entro a una pequeña posada.
— ¿Necesita una habitación? — Pregunto el posadero
— Sí, pero no tengo dinero, podría intercambiar este colgante a cambio, dijo despojándose de un hermoso colgante de jade que llevaba en su cinturón.
—Esto es muy valioso, es más de lo que necesita— dijo el posadero muy asombrado
— Puede quedárselo a cambio de una pequeña habitación, también necesito que me consiga ropa la más sencilla que tenga y un sombrero— el posadero asintió con un movimiento de la cabeza mientras dirigía a Wú Yújade a la habitación más sencilla que tenía.
Al cerrar la puerta de aquella habitación oscura con una solo vela parpadeando en una mesa mientras los relámpagos iluminaban a través dela ventana Wú Yújade sintió que se desmoronó ya no pudo contener sus sentimientos se sentó en el piso llorando amargamente, después de un largo rato se encontraba sin fuerza casi sin aliento se levantó al escuchar que sonaron la puerta de la habitación era el posadero que le llevo la vestimenta que pidió, la tomo se cambió las ropas mojadas que aún llevaba puesta, con muchos pensamientos en su cabeza solo pudo dormir un par de horas en toda la noche.
La ciudad imperial amanece después de la tormenta, el sol brilla en el cielo y se asoma tras la montaña, las gotas de lluvia caen como diamantes del techo, y en las calles, el barro y la suciedad son arrastrados por el agua.
Las hojas de los árboles brillan con un verde más vivo, las flores y los jardines ahora resplandecen, los pájaros vuelan libremente por el aire, y el olor de la hierba mojada lo envuelve todo.
Las personas salen de sus casas después de la lluvia, los niños saltan en los charcos y ríen sin parar, los mercados están llenos de gente vendiendo y comprando, y los vendedores de paraguas ya no tienen nada que ofrecer.
Es una mañana refrescante después de la tormenta, donde todo parece renacer y tener nueva forma, un recordatorio de que después de la oscuridad siempre llega la luz, y de que la vida sigue adelante sin importar el tiempo que pase.
Al despertar Wú Yújade salió de la posada y mezclándose entre la gente se dirigió hacia la salida de la ciudad, — ¿Podría llevarme?— le dijo a un campesino que llevaba una carreta jalada por unos burros, el campesino asintió y Wú Yújade se dispuso a subirse en la parte trasera de la carreta, sentado en una posición en la que sus pies colgaban en el aire.
Al llegar a una intersección decidió seguir otro camino bajándose de la carreta para seguir a pies la trayectoria.
— Tome este panecillo, ese camino es muy largo hasta llegar al siguiente pueblo, necesitará fuerza— dijo el campesino
Tomando el panecillo se inclinó para agradecerle y así continuo su camino, él sabía que debía moverse y no quedarse tanto tiempo un solo lugar pues así sería más difícil que dieran con él.
Camino y camino por aquel lugar sin fin que no parecía terminar, cansado por estar expuesto tantas horas en el sol y su pies casi en sangrentado, sediento y hambriento, se preguntaba si todo valdría la pena algún día, al atardecer por fin pudo divisar un pueblo y decidió pasar para encontrar un poco de agua y algo de comida.
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Nota (significados)
Príncipe Wú Yújade: Jade precioso de la familia Wú
Emperador Wú Tianyuán: Persona con talento excepcional
Reino (Yushan): Montaña de jade
El emperador de Yushan, Wú Tianyuán, después del destierro de Wú Yújade se encargó de castigar a todos aquellos que eran leales al príncipe tanto soldados y comandantes al igual que a sus amigos más cercanos que lo acompañaron en la guerra que se desato con el reino vecino, sin embargo había una persona muy poderosa que el emperador había pasado por alto al no tener ninguna evidencia de sus actos y este era el regente imperial.
El regente imperial Liang Xie tenía un aspecto corpulento con un bigote largo y una expresión seria, era el encargado de la administración del territorio imperial, la defensa del reino y la coordinación de las fuerzas militares, así como la toma de decisiones en ausencia del emperador o del príncipe.
El Regente Imperial, Liang Xie, era un hombre astuto y maquiavélico que sabía cómo manipular las situaciones a su favor. Durante la guerra en la que participó el príncipe Wú Yújade, Liang Xie se aseguró de que sus tropas llevaran insignias y estandartes distintos a los del ejército regular del reino, de manera que no pudieran ser identificados fácilmente como soldados imperiales.
Además, Liang Xie mantuvo una estrecha comunicación con el príncipe Wú Yújade, pero siempre a través de intermediarios y de manera discreta, para que el emperador no se enterara de su participación en la guerra. Una vez que la guerra había terminado y el príncipe Wú Yújade había sido desterrado, Liang Xie se aseguró de que no hubiera rastro alguno que pudiera vincularlo con la guerra o con el príncipe desterrado.
En las afuera no muy lejos del palacio imperial se encontraba la mansión del regente un espacio amplio, custodiado por soldados, lleno de sirvientes y subordinados así como diferentes patio donde vivían sus concubinas. Liang Xie se encontraba en su mansión, en un cuarto oscuro y suntuoso, con una mirada fría y calculadora en sus ojos, ordenó a un grupo de soldados que estaban alineados frente a él.
El regente parecía inquieto, caminaba de un lado a otro mientras hablaba con sus soldados: —Es imperativo que capturemos a Wú Yújade, si el rey se entera de nuestros planes, no habrá forma de que nos perdone. Debemos encontrarlo antes de que tenga la oportunidad de reunirse con el rey.
—Quiero que encuentren al príncipe Wú Yújade y lo capturen— ordenó el regente con voz firme.
—No importa lo que cueste, no puede ser permitido que viva para exponerme ante el rey por haberlo incitado a la guerra.
Los soldados asintieron con determinación y se apresuraron a salir de la habitación para cumplir la orden del regente. Este se quedó solo en el cuarto, inquieto y pensativo, pensando en cómo asegurarse de que su secreto permaneciera a salvo.
—Debo hacer algo para evitar que Wú Yújade hable, si el rey se entera de lo que he hecho, mi cabeza rodará, — murmuró el regente mientras se acercaba a una ventana y observaba el horizonte.
La tensión era palpable en el aire, y el regente sabía que no podía permitirse ningún error. Debía encontrar a Wú Yújade y deshacerse de él antes de que fuera demasiado tarde.
El príncipe Wú Yújade camina por las polvorientas calles de un pequeño pueblo en la frontera del reino, tratando de pasar desapercibido entre la multitud. Viste ropa simple y gastada, una camisa blanca y unos pantalones oscuros.
Un sombrero de paja cubre su cabello oscuro y ojos brillantes que, de otra manera, lo habría delatado. La gente lo miraba con desprecio y desconfianza, como si fuera un mendigo más.
Wú Yújade caminaba por las calles empedradas del pueblo, con la cabeza gacha y una mano extendida, sosteniendo un pequeño cuenco de madera en busca de limosna Wú Yújade avanzaba lentamente, deteniéndose de vez en cuando para pedir dinero a los transeúntes.
Wú Yújade se acercó a un grupo de comerciantes que vendían frutas y verduras en una esquina de la plaza, con voz humilde, les pidió una moneda para poder comprar un poco de comida. Los comerciantes se burlaron de él y lo echaron de allí con insultos y golpes.
Él no se desanimó, sabía que debía hacer lo que fuera necesario para sobrevivir, así que continuó caminando por las calles del pueblo, buscando cualquier trabajo o caridad que pudiera encontrar. Finalmente, un hombre joven con aspecto amable se detuvo frente a él y le dejó una pequeña moneda en su cuenco. Wú Yújade levantó la mirada para agradecerle, el hombre solo le ofreció una sonrisa sin decir nada y siguió su camino.
Finalmente, ve un pequeño establecimiento donde venden comida y bebida, y decide entrar.
Al entrar en la pequeña taberna, se encuentra con un ambiente ruidoso y acogedor, gente de todas las edades se sienta en mesas y bancos, charlando y riendo mientras beben y comen. Wú Yújade se sienta en una mesa en un rincón oscuro, tratando de no llamar la atención, pide un tazón de sopa y una jarra de vino de arroz, esperando pasar desapercibido.
Sin embargo, su suerte no parece estar de su lado en una mesa cercana, un grupo de hombres borrachos empiezan a mirarle con curiosidad, y uno de ellos se acerca a su mesa.
— ¿Qué hace un hombre con ese aspecto vestido con esas ropas sucias? — dice el hombre, riendo.
—Estoy de paso por aquí, — responde el Wú Yújade, tratando de parecer calmado.
—Bueno, aquí en el campo no estamos acostumbrados a ver a gente como tú, — responde el hombre, acercándose aún más.
Wú Yújade se siente incómodo, pero trata de mantener la compostura. Sabe que no puede revelar su verdadera identidad, pero tampoco puede permitir que estos hombres lo descubran.
—Solo estoy aquí para descansar un poco, —responde, tratando de ser amable.
— ¿Y qué tal si nos cuentas de dónde vienes y a dónde te diriges?, —pregunta otro de los hombres.
Wú Yújade se siente atrapado y piensa rápidamente en una respuesta que no revele su verdadera identidad. Finalmente, dice:
—Vengo de una pequeña aldea cercana y voy en dirección al sur, buscando trabajo.
Los hombres lo miran con desconfianza, pero finalmente vuelven a su mesa, dejando a Wú Yújade solo en su rincón oscuro. Wú Yújade suspira aliviado, agradecido de que nadie haya descubierto su secreto, termina su sopa y su vino de arroz, pagando con monedas de bajo valor, antes de salir a la calle y continuar su camino hacia el sur.
Mientras caminaba por las calles del pueblo, se topó con un grupo de soldados del regente imperial que patrullaban la zona.
Asustado de ser descubierto, Wú Yújade se escondió detrás de unas cajas de madera en un callejón cercano y comenzó a escuchar la conversación de los soldados, con el corazón latiendo con fuerza, Wú Yújade agudizó sus sentidos para no perder detalle de lo que los soldados decían.
— El Regente ha ordenado que capturemos al príncipe Wú Yújade, vivo o muerto, hay una recompensa por su cabeza y no podemos dejar que se escape, — dijo uno de los soldados.
El príncipe apretó los dientes con fuerza y trató de mantener la calma mientras seguía escuchando la conversación de los soldados. Sabía que estaba en peligro, pero también sabía que no podía dejarse capturar.
Wú Yújade escuchaba atentamente, y por dentro, sentía una mezcla de miedo, tristeza y rabia. Sabía que su vida estaba en peligro y que no podía confiar en nadie.
Después de unos minutos, los soldados se alejaron y Wú Yújade salió de su escondite, con una mirada determinada en sus ojos, decidió seguir adelante con su plan de redimirse y así se dirigió en sentido contrario de los soldados hacia el sur, sin saber lo que le depararía el destino.
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Nota (significados)
Liang Xie: Malvado de Liang
Al sur del reino se encuentra ubicado un pequeño pueblo, rodeado de bastas llanuras y colinas verdes (pueblo Xinghua), sus casas están construidas de adobe y madera, sus calles son estrechas y polvorienta, sus habitantes pasan sus días cultivando la tierra y criando sus animales.
En Xinghua la sociedad es tradicional y conservadora y se rige por estrechas normas y costumbre, aunque su gente es muy amable, también es muy reservada y cerrada. La religión es importante en la vida diaria y regularmente acuden a un pequeño templo local para rendir homenaje a los dioses.
En este pequeño pueblo tan tradicional vive un joven campesino de alrededor de 20 años, con una estatura alta y una constitución delgada pero musculosa, fruto de años de trabajar en el campo. Su piel es morena y sus ojos son de un marrón oscuro, que parecen reflejar la serenidad y la sabiduría de un hombre que ha pasado por muchas dificultades en la vida.
Líu Zhan creció en una familia campesina modesta y trabajadora en el pueblo de Xinghua, desafortunadamente, perdió a sus padres cuando era joven debido a una plaga que azotó el pueblo, dejándolo huérfano y solo en el mundo. Desde entonces, Líu Zhan ha tenido que trabajar duro en el campo para sobrevivir y mantenerse a sí mismo, convirtiéndose en un campesino solitario que rara vez sale del pueblo y prefiere pasar su tiempo solo en la naturaleza.
Alejado un poco del pueblo se encuentra la pequeña cabaña de Líu Zhan, de madera rústica y humilde construcción, con ventanas rotas y techos de paja, una sola habitación, sin lujos ni ostentación, un fuego humeante en el rincón y una cama de paja con colchas gastadas, son suficiente para su corazón.
En las paredes cuelgan láminas desgastadas, testigos mudos de sus andanzas, de su soledad y sufrimiento, de su anhelo por un amor que no alcanza, es un oasis en medio de la nada un remanso de paz para su alma herida, un lugar donde olvidar su dolor y su llanto, donde soñar con una vida mejor, sin medida.
El sol radiante iluminaba el pequeño campo donde Líu Zhan trabajaba, con su sombrero de paja y su camisa remangada, araba la tierra con su buey, moviéndose en armonía con los sonidos de la naturaleza que lo rodeaban.
El viento soplaba suavemente, haciendo ondear las hojas de los árboles cercanos, el aroma de la tierra húmeda y fresca llenaba el aire mientras Líu Zhan seguía cavando.
De vez en cuando, se detenía para limpiar el sudor de su frente y observar el trabajo realizado con una sonrisa de satisfacción. Parecía en paz consigo mismo y con el mundo a su alrededor.
Líu Zhan se detiene por un momento para beber un poco de agua de un pequeño arroyo cercano, al levantar la vista, ve algo que captó su atención: un hombre se encontraba a unos metros de distancia, y parecía estar en muy mal estado.
Líu Zhan dejó su herramienta a un lado y se acercó al hombre, era joven y estaba cubierto de polvo, sudor y suciedad. Parecía a punto de desfallecer en cualquier momento. Líu Zhan se preocupó por él y le preguntó con gentileza:
— ¿Estás bien, joven?
El hombre levantó la cabeza y lo miró con los ojos vidriosos, era Wú Yújade, el príncipe desterrado que había visto antes en el pueblo (Hépíng Jiāng) cerca de la frontera del reino a donde había hecho un pequeño viaje a conseguir semillas. Líu Zhan se sorprendió al reconocerlo y apresuró a ayudarlo.
— ¿Quién eres? — preguntó Wú Yújade, intentando recuperar el aliento.
—Soy Líu Zhan, un simple campesino que vive aquí — respondió el joven — ¿Necesitas ayuda? —
Wú Yújade asintió débilmente, y Líu Zhan lo ayudó a ponerse en pie, le ofreció un poco de agua y lo ayudó a sentarse a la sombra de un árbol cercano.
— ¿Cuál es tu nombre?— Pregunto Líu Zhan
Wú Yújade con temor de que lo reconociera decidió ocultar su nombre y en cambio dijo: —mi… nombre es An Lin—
Aunque Líu Zhan sabía bien quien era, pues esta no era la primera vez que lo veía, decidió no decir nada y simplemente seguirle el juego.
Después, Líu Zhan regresó a su labor mientras Wú Yújade descansaba, pero no pudo evitar preocuparse por el extraño joven que acababa de llegar a su hogar.
Wú Yújade observa a Líu Zhan mientras trabaja con una expresión de admiración en su rostro, sus ojos se fijan en cada uno de los movimientos precisos que hace con sus manos y su cuerpo, puede sentir la energía y la pasión que él pone en su trabajo. Wú Yújade se da cuenta de que Líu Zhan es un hombre de gran fortaleza y determinación, algo que él mismo carece.
Líu Zhan y Wú Yújade entraron juntos en la pequeña cabaña después de un largo día de trabajo en el campo, mientras las llamas del fogón ardían calentando la pequeña cabaña Líu Zhan le ofreció un poco de té y panecillos a Wú Yújade.
— No es mucho, es lo que tengo por hoy — dijo Líu Zhan un poco avergonzado
Wú Yújade: (agradecido) —Muchas gracias. No sé cómo agradecerte lo suficiente—
Líu Zhan enciende una vela y la coloca en la mesa de madera. Se sienta en un pequeño taburete mientras Wú Yújade se apoya en la pared cercana. Los dos hombres se miran en silencio mientras cenaban. Líu Zhan ve a los ojos a Wú Yújade mientras sonríe recuerda la primera vez que lo conoció hace muchos años que aunque Wú Yújade no lo recuerde él jamás podría olvidar aquellos hermosos ojos.
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Nota (significados)
Líu Zhan: Líu el virtuoso (es un nombre compuesto, no tiene un significa en sí)
Xinghua: Belleza radiante y brillante
Hépíng Jiāng: Río de la paz
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