El sol se ocultaba tras las montañas, tiñendo el cielo de naranja y violeta. Yo, David, me abría paso entre la nieve que cubría el bosque, con mi rifle al hombro y mi aliento formando nubes de vapor. Necesitaba encontrar alguna presa antes de que cayera la noche y el frío se hiciera insoportable.
De pronto, un sonido débil y lastimero llamó mi atención.
Parecía venir de unos matorrales a mi derecha. Con el corazón acelerado, me acerqué sigilosamente, esperando hallar un animal herido o atrapado. Lo que vi me dejó sin aliento:
Era una mujer de una belleza sobrenatural, con el cabello negro como el azabache y los ojos rojos como el rubí. Estaba tendida sobre la nieve, inmóvil y helada, con la ropa rasgada hasta la ingle, sangraba. Su piel era tan blanca que casi se confundía con el paisaje invernal, y sus labios estaban teñidos de un azul oscuro. Lo único que resaltaba era el rojo intenso de su sangre, que se esparcía por la nieve como una mancha de vino.
Me acerqué a ella con cuidado, pensando que quizás aún estuviera viva. La tomé del pulso y sentí un leve latido. Entonces, vi algo que me heló la sangre. En su boca entreabierta, asomaban dos colmillos afilados.
• ¡Una vampira! —Pensé exaltado, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda.
Sabía que las criaturas sobrenaturales eran peligrosas y que debía mantenerme alejado de ellas, pero algo en la mirada de la chica me hizo cambiar de opinión.
Sus ojos rojos me suplicaban que la ayudara. No podía dejarla morir en la nieve. Con delicadeza, la tomé en brazos y corrí hacia mi cabaña. Allí, la acosté en mi cama y le quité la ropa mojada y rasgada. Me sorprendió, estaba muy maltratada. Sus heridas eran profundas y sangrantes.
Con un paño húmedo esterilizado, limpié la sangre de su piel pálida y le vendé sus cortes. La chica estaba tan débil que apenas podía susurrar algunas palabras. Me contó que su nombre era Isabella y que había escapado de una manada de hombres lobo que la querían asesinar. Me dijo que no se detendrían hasta capturarla o matarla.
Sentí una mezcla de compasión y admiración por ella. Era valiente y decidida, pero también vulnerable y asustada. Su voz era dulce y melodiosa, y sus ojos me hipnotizaban. Cada vez que la miraba, sentía algo en mi pecho que no podía explicar. Era como si hubiera encontrado a mi alma gemela.
Pero también era realista. Sabía que éramos muy diferentes, que pertenecíamos a mundos opuestos. Ella era una criatura de la noche, yo un simple humano. Ella tenía una vida eterna, yo una existencia efímera. Además, ella tenía enemigos poderosos, yo solo tenía mi rifle.
Así que me conformaba con cuidarla y protegerla, con hacerla reír y sonreír, con compartir con ella mis sueños y esperanzas. Mientras pasaban los días Isabella también se abría conmigo, me contaba sus recuerdos y anhelos, me enseñaba sus habilidades y secretos. Nos hicimos amigos, cómplices, confidentes.
Isabella, por su parte, se mostraba cada vez más interesada en mí. Me hacía preguntas sobre mi vida, mis gustos y mis temores, pero siempre intentando obtener algo más. Yo, por mi parte, trataba de mantenerme alejado de sus insinuaciones y evadir sus preguntas. No quería caer en sus garras y convertirme en un títere más de sus caprichos.
Un día, mientras le cambiaba las vendas, ella me tomó la mano, me miró fijamente con una mirada seductora y me susurró.
• David, ¿no te das cuenta de que somos perfectos el uno para el otro? Yo puedo darte todo lo que necesitas, todo lo que anhelas. Solo tienes que dejarte llevar.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Sabía que Isabella era peligrosa y que no podía confiar en ella, pero al mismo tiempo, sentía una atracción irrefrenable hacia ella. Me separé de ella con brusquedad y le dije:
• Isabella, no puedo dejarme llevar por tus caprichos. No quiero ser un títere más en tus manos. Si quieres algo conmigo, tendrás que ganártelo.
Isabella me miró con una mezcla de furia y deseo, pero no dijo nada. Simplemente, se alejó de mí y se sentó en un rincón de la cabaña, con una expresión de frustración en su rostro.
A partir de ese momento, nuestra relación se volvió tensa y complicada. Isabella seguía intentando seducirme y yo seguía resistiéndome a sus encantos. Pero a pesar de todo, no podía evitar sentir una extraña atracción hacia ella. Sabía que debía mantenerme alejado, pero al mismo tiempo, no podía dejar de pensar en sus ojos carmesí, sus perfectas curvas y eso me preocupaba. La realidad era que no podía bajar mi guardia.
Una noche, mientras Isabella dormía a mi lado, sentí una extraña sensación en mi pecho. Era una mezcla de miedo y nerviosismo. No podía dormir, como si algo terrible fuera a pasar.
De repente, un fuerte golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos. Me levanté de la cama y me acerqué con cautela a la puerta, preguntando quién era. La respuesta fue un gruñido gutural que me hizo temblar. Sabía que algo malo estaba sucediendo.
Abrí la puerta con cuidado y me encontré con una manada de hombres lobo frente a mí. Me lancé hacia atrás, pero uno de ellos me agarró por el cuello y me lanzó contra la pared. Sentí un dolor agudo en mi cabeza y luego todo se volvió negro.
Cuando desperté, me encontré en una habitación desconocida, en un castillo colonial, con luces opacas. No sabía dónde estaba ni qué había pasado. Me sentía débil y confundido. Fue entonces cuando vi a Isabella a mi lado, con una expresión preocupada en su rostro.
• ¿Qué ha pasado? —Pregunté con voz débil.
• Te encontré herido en el bosque y te traje aquí. Esta es mi mansión —explicó—. Los hombres lobo te atacaron. Te arrastraron al bosque pero logré salvarte, ahora estás a salvo, David.
Sentí un alivio inmenso al saber que estaba a salvo, pero al mismo tiempo, sentía una extraña sensación de peligro a mi alrededor. Sabía que no podía conformarme con estar bien, debía estar alerta. Todo ese lugar me daba una sensación de opresión sobre mí, nunca estuve en un lugar así.
La mansión de estilo medieval se alzaba imponente sobre el bosque. Sus torres puntiagudas y sus arcos ojivales le daban un aire gótico y misterioso. La luz de la luna se filtraba por las vidrieras de colores, creando un juego de sombras y reflejos. El interior estaba decorado con tapices, armaduras y candelabros de hierro.
Pero tras pasar unos días comencé a acostumbrarme. A pesar de la oscuridad, se respiraba una atmósfera acogedora y elegante. La mansión era el hogar de isabella, parecia que guardaba secretos y leyendas en sus muros de piedra.
A medida que pasaban los días me fui acostumbrando a vivir en la mansión con Isabella y sus demás integrantes, la mayoría eran sirvientes y mascotas. El mayor domo, un vampiro de mucha edad, me mostró las partes más interesantes y contó historias fascinantes sobre la vida en el castillo y su antigüedad. Me sentía agradecido por su hospitalidad, pero al mismo tiempo, sentía una extraña sensación de inquietud a mi alrededor.
Un día, mientras exploraba los pasillos del castillo, me encontré con Isabella. Estaba vestida con un vestido corto y decoraciones extravagantes en su pelo, su cabello oscuro caía en cascada sobre sus hombros. Me acerqué a ella con una sonrisa, pero ella me detuvo con una mirada fría.
• David, necesito hablar contigo —dijo con voz seria—. No puedes abandonar la mansión.
• ¿Qué quieres decir? —Pregunté sorprendido.
• Mis sirvientes me ha advertido que hay peligros afuera. Las criaturas de la noche te están buscando y no puedes arriesgarte a salir.
Sentí una ira incontenible en mi interior. No podía creer que Isabella me estuviera tratando como a un prisionero. Quería salir y vivir mi vida normalmente, no quedarme encerrado en una mansión para siempre.
• Isabella, no puedes tratarme así —dije con voz firme—. Soy un hombre libre y no voy a permitir que me mantengas encerrado aquí.
Isabella me miró con una mezcla de enojo y tristeza, pero no dijo nada. Simplemente se alejó de mí y se dirigió hacia la puerta.
A partir de ese momento, nuestra relación se volvió algo complicada. Yo seguía sintiendo una extraña atracción hacia ella, pero al mismo tiempo, no podía soportar su actitud controladora. Me sentía atrapado en una situación que no podía controlar. Pero a medida que pasaban los días, comencé a descubrir secretos oscuros sobre el castillo colonial y sus habitantes.
Un día, mientras exploraba el castillo, llegué a la biblioteca. Me encantaba leer y siempre estaba buscando nuevos libros para leer. Mientras buscaba entre los estantes, me llamó la atención un libro abierto en un pedestal. Me acerqué y comencé a leer las páginas.
El libro narraba la historia de una familia antigua cuya sangre era capaz de aumentar el poder de las criaturas mágicas. Me pareció una historia fascinante y seguí leyendo con atención. Pero en ese momento, Isabella apareció detrás de mí.
• ¿Qué estás haciendo? Preguntó con voz fría.
• Solo estaba leyendo este libro, respondí con una sonrisa. Isabella se acercó al pedestal y cerró el libro de golpe, usando sus dedos y su magia.
• Ese libro es solo una leyenda para niños, dijo con desprecio. No tiene nada de verdad.
Sentí una extraña sensación de incomodidad en mi interior. No podía creer que Isabella estuviera ocultando algo. Quería saber más sobre la historia de la familia antigua y su sangre poderosa.
• ¿Estás segura de que no hay nada de verdad en ese libro? —Pregunté con alzando una ceja.
Isabella me miró con una expresión fría en su rostro.
• Sí, estoy segura. Ese libro no tiene nada que ver con nosotros.
Entonces de un momento a otro Isabella cambio el ambiente misterioso por uno pícaro y picante, se me acerco acariciando mi rostro mientras sus labios rozaban mi cuello.
• Que te parece si vamos a un lugar más privado.
Sus perfectos senos chocaban con mi cuerpo, sabia que era una situación peligrosa y tenía que actuar rápido.
• Es suficiente —dije apartándola de mí—, sabes que pienso al respecto de esto.
Entonces sus ojos se llenaron de ira incontenible y exclamó:
• ¡Algún día te hare mío, David! -Dijo con prepotencia y cerro la puerta con fuerza detrás de ella.
Había pisoteado su orgullo, pero sabía que no sería la última vez.
Volví a buscar el libro después que se marchó, no podía dejar de sentir que Isabella estaba ocultando algo. Quería saber más sobre la historia de la familia antigua y su sangre poderosa. Decidí investigar por mi cuenta.
En los días siguientes, comencé a buscar más información sobre la familia antigua y su sangre única. Descubrí que había una conexión entre ellos y los vampiros más poderosos del mundo. Sin embargo por algún motivo nunca más se volvieron a ver. Y, Cada vez que intentaba hablar con Isabella sobre el tema, ella se mostraba evasiva y rechazaba mis preguntas. La tensión entre nosotros creció cada vez más, y mientras ella se me insinuaba yo la evitaba. Hasta que un día, Isabella desapareció sin dejar rastro.
Isabella había desaparecido sin dejar rastro. No sabía dónde estaba ni qué había pasado. Me sentía preocupado y confundido. ¿Por qué se había ido sin decirme nada? ¿Qué peligros la acechaban? ¿Volvería a verla algún día?
Me quedé en el castillo colonial, esperando alguna señal de ella. Los sirvientes me trataban con respeto y cortesía, pero yo notaba que había algo extraño en ellos. Parecían ocultar un secreto que no querían que yo supiera.
Aproveché que Isabella no estaba para escapar de la mansión. Sabía que tenía que actuar rápido y con cuidado, pues los sirvientes y las mascotas de Isabella podrían estar vigilando. Decidí buscar pistas, objetos y salidas ocultas.
Primero, fui a la biblioteca y busque el libro que había leído sobre la familia antigua y su sangre poderosa. Pensé que tal vez el libro tenía algún secreto o alguna pista sobre cómo salir de la mansión. Al abrir el libro, encontré una nota escrita con una letra elegante:
David, sé que estás buscando la verdad sobre mi familia y esa extraña sangre. Sé que quieres escapar de esta mansión y de mí. Pero no puedes hacerlo. Estás destinado a quedarte conmigo para siempre. Te deseo, Isabella.
Sentía escalofrío al leer la nota. No podía creer que Isabella supiera lo que estaba haciendo. Me pregunté cómo había sabido y si había dejado alguna trampa para mi. Decidí ignorar la nota y seguir buscando.
Encontré un pasadizo secreto detrás de uno de los estantes de libros.
La entrada era pequeña y estrecha, asi que entre con cuidado. Era oscuro y con poca iluminación, mientras más avanzaba más oscuro de hacía, pero tenía una linterna que había encontrado en mi habitación. Continué el pasadizo hasta llegar a una puerta de metal con un candado.
Recordé que había visto un video en YouTube sobre cómo abrir candados con clips. Decidí intentarlo y busqué un clip en mi bolsillo. Lo doblé y lo introduje en el candado, tratando de mover los pernos hasta escuchar un clic. Después de varios intentos, logré abrir el candado.
Abrí la puerta con cuidado y me encontré con un patio trasero lleno de árboles y flores. había una verja de hierro que rodeaba el patio y una salida hacia la calle y me sentí aliviado al ver que había logrado escapar de la mansión.
Pero antes de salir, vi algo que me llamó la atención. Era una lápida con el nombre de Isabella y una fecha: 1799-1817. Me quedé helado al verla. No podía creer que Isabella fuera una vampira tan antigua y que hubiera muerto hace más de doscientos años.
Me pregunté quién era realmente Isabella y qué quería de mi. Me pregunte si volvería a verla y si ella me buscaría. Me pregunté si debía quedarme o huir.
No sabía a dónde ir ni qué hacer, pero sabía que tenía que alejarme de Isabella y de su mansión. No podía quedarme allí esperando a que ella volviera. Yo no era un esclavo. Yo era un hombre libre y orgulloso, que no se dejaba dominar por nadie. Yo era un hombre fuerte e indomable, que no se rendía ante nadie.
Y eso era lo que hacía nuestra relación tan difícil. Éramos dos polos opuestos, dos fuerzas en conflicto, dos almas rebeldes.
Encontré un coche oscuro abandonado con las llaves puestas. Lo tomé sin pensarlo dos veces y conduje hacia el pueblo más próximo. No sabía dónde ir exactamente, pero tenía que irme.
Busqué en el coche un mapa del país y lo desplegué sobre el asiento del copiloto. Busqué el nombre del pueblo más cercano al castillo colonial y lo marqué con un lápiz.
Había una distancia considerable entre los dos puntos, pero había una carretera que los unía. Decidí seguir esa ruta.
Conduje por la carretera durante horas, sin parar ni descansar. Tenía prisa por llegar al pueblo.
No sabía qué esperar al llegar allí. ¿Sería libre al fin? ¿O solo me metería en más problemas?
Mientras conducía, pensaba en Isabella y en todo lo que había vivido con ella. Recordaba cada uno de sus caprichos he intentos y cómo me había hecho sentir deseado, pero lo único que logré fue molestarme con sus mentiras, sus secretos, sus manipulaciones. Recordaba cómo me había tratado como a un prisionero y cómo me había usado para su beneficio.
¿Qué sentía realmente por ella? ¿Amor o odio? ¿Atracción o repulsión? ¿Confianza o desconfianza?
No lo sabía. Solo sabía que tenía que tenía que salir lo más rápido posible de ese lugar.
Al fin llegué al pueblo. Era un lugar pequeño y tranquilo, rodeado de montañas y bosques. Parecía un lugar idílico y pacífico, pero podía ocultar secretos oscuros y peligrosos.
Aparqué el coche en una calle lateral y salí a explorar el lugar. Buscaba algún indicio de la presencia de Isabella, y si me había seguido. Pero no encontré nada. El pueblo parecía normal y corriente, sin nada que llamara mi atención. La gente me miraba con curiosidad, pero nadie se acercaba a hablarme.
Decidí ir a la posada del pueblo, pensando que quizás allí encontraría alguna información o alguna ayuda. Entré en el establecimiento y me acerqué al mostrador. Allí había un hombre gordo y calvo, con un delantal sucio y una sonrisa falsa.
• Buenas tardes, señor. ¿Qué desea? - Me dijo con voz melosa.
• Buenas tardes - Quisiera una habitación para pasar la noche - Le respondí con educación.
• Por supuesto, señor. Tenemos una habitación libre en el segundo piso. Son cincuenta pesos la noche, incluido el desayuno.
• Está bien. Aquí tiene el dinero.
Le di el dinero al hombre y él me dio la llave de la habitación. Luego me dio curiosidad y pregunté si sabía algo sobre una mujer llamada Isabella que había vivido en el pueblo hace años.
• Isabella... Isabella... No, no me suena ese nombre. Lo siento, señor.
El hombre me miró con una expresión de inocencia que no me convenció. Sentí que me estaba mintiendo o ocultando algo.
• ¿Seguro que no sabe nada? Insistí con firmeza.
• Seguro, seguro, señor. No sé nada de ninguna Isabella.
El hombre se puso nervioso y empezó a sudar. Miró a su alrededor como buscando una salida.
• Mire, señor. No quiero problemas. No sé quién es usted ni qué busca, pero le aconsejo que se olvide de esa tal Isabella. Aquí nadie la conoce ni la quiere conocer. Es mejor que se vaya del pueblo cuanto antes y no vuelva nunca más.
El hombre me habló con voz temblorosa y asustada. Parecía tener miedo de algo o de alguien.
• ¿Por qué dice eso? ¿Qué pasa con Isabella? ¿Qué es lo que oculta este pueblo?
El hombre se quedó callado y bajó la cabeza. No quiso responder a mis preguntas. Me di cuenta de que no iba a sacarle nada más, decidí dejar al hombre en paz y subir a mi habitación. No iba a conseguir nada más de él. Tal vez pudiera encontrar alguna otra forma de averiguar algo sobre Isabella.
Subí las escaleras y llegué al segundo piso. Busqué el número de mi habitación y abrí la puerta con la llave. Entré y cerré la puerta tras de mí.
La habitación era algo apretada, sencilla, con una cama, una mesa, una silla, algunos libros y un armario. Había una ventana que daba a la calle y una lámparas que iluminaban el espacio.
Dejé la mochila sobre la mesa y me quité la chaqueta. Me sentía cansado y agotado por el viaje y por la frustración. Necesitaba descansar y relajarme.
Me tumbé en la cama y cerré los ojos. Intenté dormir, pero no pude. Tenía la mente llena de pensamientos. Me preguntaba dónde estaría Isabella, qué estaría haciendo y si me dejaría ir en paz.
De repente, sentí un escalofrío en la espalda. Algo me hizo abrir los ojos y mirar hacia la ventana.
Allí estaba ella.
Isabella.
Me quedé helado al verla. Estaba de pie en el alféizar de la ventana, mirándome con una sonrisa maliciosa y seductora. Llevaba un vestido negro ajustado que resaltaba sus curvas y su piel pálida. Su cabello oscuro caía sobre sus hombros y sus ojos rojos brillaban con un brillo sobrenatural.
• Isabella... ¿Eres tú? Murmuré con voz incrédula.
• Hola, David. ¿Me echabas de menos? - Me dijo con voz dulce y burlona.
• ¿Qué haces aquí? ¿Cómo me has encontrado? - Le pregunté con voz confusa y asustada.
• Oh, David. No seas ingenuo. Yo siempre sé dónde estás y qué haces. Te he estado siguiendo desde que saliste del castillo. Te he visto conducir por la carretera, entrar en el pueblo, hablar con el posadero... Te he visto todo el tiempo.
• ¿Por qué? ¿Qué quieres de mí? - Le pregunté con voz enfadada y desafiante.
• Quiero lo que siempre he querido: tú. Quiero tu sangre, tu cuerpo, tu alma....
Isabella saltó de la ventana y se acercó a mí con paso felino y retrocedí hasta quedar atrapado entre la cama y la pared. Me miró con una sonrisa maliciosa y seductora mientras yo la miré con una mezcla de miedo y deseo.
• No puedes escapar de mí, David. Eres mío y yo soy tuya. Estamos destinados a estar juntos para siempre. Te deseo, David.
Isabella (que en realidad era un cambia formas) se abalanzó sobre mi con una sonrisa malvada. Sus colmillos brillaban en la oscuridad y sus garras se clavaban en mi piel, rasgandome la ropa. Intenté resistirme, pero el cambia formas era más fuerte y rápido que yo.
Sentí un dolor agudo en el cuello cuando el monstruo me mordió y me succionó la sangre.
Inmediatamente, el cambia formas se dio cuenta de que su sangre era especial.
• ¡Suéltalo! - oyó una voz familiar y autoritaria.
Era la verdadera Isabella, que había llegado al pueblo siguiendo el rastro de David. Se había dado cuenta de que el cambia formas había tomado su forma para engañar a David y lo había seguido hasta la posada. Ahora estaba frente a la ventana, con una expresión de furia y celos.
El cambia formas soltó a David y se giró hacia mi. Su rostro se deformó y adoptó su verdadera apariencia: la de un hombre lobo de pelo gris y ojos amarillos.
• ¿Qué haces aquí, vampira? -me gruñó el cambia formas.
• Vine a recuperar lo que es mío -respondí preparando mi magia.
• ¿Lo que es tuyo? -se burló el cambia formas- ¿Acaso no sabes que este humano tiene la sangre milenaria? ¿La sangre de los antiguos dioses? ¿La sangre que nos da poder y longevidad?
Frunci el ceño. No sabía nada de eso. Solo sabía que David tenía una sangre especial, que me atraía como ninguna otra. Pero no me importaba su origen ni su destino. Únicamente me importaba él.
• No me importa su sangre -conteste - Me importa él, y no voy a permitir que le hagas daño.
• Pues yo no voy a permitir que te lo lleves -dijo el cambia formas- Él me pertenece. Su sangre me pertenece. Y tú vas a morir aquí y ahora.
El cambia formas saltó sobre mi con un rugido. Esquive su ataque y le solté una patada en el pecho, enzarzándonos en una feroz pelea. El lobo era más grande y fuerte, pero yo era más rápida y ágil. Esquivaba sus zarpazos y usaba mi magia de sangre en forma de cuchillas contra el, causándole mucho daño. Él cambia formas rugía de dolor y rabia, pero no se rendía. Quería la sangre de David y el poder que le otorgaba.
David estaba tirado en el suelo, inconsciente y sangrando. Su pulso era débil y su piel estaba pálida. Yo lo miraba con preocupación cada vez que podía, temiendo perderlo para siempre. Sabía que tenía que acabar con el cambia formas pronto o sería demasiado tarde.
Aprovechando un descuido del lobo, le salte encima y le hundi las uñas en los ojos. El cambia formas aulló de agonía y soltó un último aliento antes de caer muerto al suelo. Me baje de su cuerpo y corri hacia David. Lo tome en sus brazos y lo acerque a mi pecho. Le bese la frente y le susurre al oído.
• Te voy a salvar. Te voy a llevar a mi castillo, donde estarás a salvo. Allí te curaré las heridas. No te dejaré morir, te lo prometo.
Rapidamente arrastre a David hasta el coche, que estaba aparcado cerca de la posada. Lo meti en el asiento trasero y conduje a toda velocidad hacia mi mansión. No sabía si él cambia formas había muerto o no, pero no quería arriesgarme a que volviera a atacarnos.
Llegamos a mi mansión lo más rápido que pude y llame al timbre. Mi mayordomo, Jones, abrió la puerta y se quedó boquiabierto al ver la escena.
• Señorita Isabella, ¿qué ha pasado? ¿Qué le paso al señorito David? -preguntó con preocupación.
• No hay tiempo para explicaciones, Jones. Ayúdame a llevarlo adentro. Está herido y necesita atención médica -dije desesperada.
• Por supuesto, señorita. Sígame -dijo Jones y cogió a David por los pies.
Entre los dos lo llevamos hasta una de las habitaciones de invitados y lo acostamos en la cama. Le quite la camisa y vi la herida sangrante en su cuello, rápidamente puse un paño húmedo para limpiar y presionar la herida.
• ¿Qué le ha hecho eso, señorita? -preguntó Alfred.
• Un cambia formas. Un hombre lobo que se hizo pasar por mí para engañarlo -dijo Isabella con rabia.
• ¿Un cambia formas? ¿Aquí? ¿Cómo es posible? -dijo Jones con incredulidad.
• No lo sé, Jones. Pero no es el momento de hacer preguntas. Necesito que llames al doctor Ron y le digas que venga cuanto antes. Y que no le diga nada a nadie sobre esto -Ordene preocupada.
• Está bien, señorita. Voy enseguida -dijo Jones y salió de la habitación.
Me quede junto a David y le acaricie el pelo. Lo mire con ternura y no pude evitar sentirme culpable por lo que le había pasado. Tenía que salvarlo como fuera.
Después de unos minutos, el doctor Ron llegó a la mansión. Era un hada, de cabello canoso y extrañas decoraciones en la cabeza.
Era el médico de confianza de mi familia y sabía sobre mi condición de vampira.
• ¿Qué ha pasado aquí, señorita Isabella? - me preguntó el doctor al ver a David en la cama.
• Doctor, por favor, ayúdeme. Él es David, un amigo de confianza. Ha sido atacado por un cambia formas, un hombre lobo que se hizo pasar por mí para engañarlo -dije con angustia.
• ¿Un cambia formas? ¿Aquí? ¿Cómo es posible? -repitió el doctor lo mismo que Jones.
• No lo sé, doctor. Pero no es el momento de hacer preguntas. Necesito que lo salve. Por favor -Le rogué.
• Está bien, señorita. Déjeme examinarlo -dijo el doctor y se acercó a David.
Le tomó el pulso, le miró las pupilas y le examinó la herida del cuello. Luego sacó un pequeño frasco de su maletín y le extrajo una muestra de sangre.
• ¿Qué está haciendo, doctor? -pregunté con nerviosismo.
• Solo una prueba rápida, señorita. Quiero ver si hay algo anormal en su sangre y si la licantropía a avanzado mucho -dijo el doctor y puso la muestra en un pequeño aparato que llevaba consigo.
Esperó unos segundos y miró la pantalla del aparato. Sus ojos se abrieron con sorpresa.
• ¡Por todos los cielos! -exclamó el doctor.
• ¿Qué pasa, doctor? ¿Qué tiene? -pregunte con preocupación.
• Señorita Isabella, esto es increíble. Su sangre está combatiendo la licantropía -me explico el doctor.
• ¿La sangre qué? -pregunte sin entender.
• Que es inmune a la maldición. Es una condición muy rara y misteriosa que afecta a algunos humanos. Su sangre tiene propiedades curativas y regenerativas extraordinarias. También les otorga una resistencia sobrenatural a las enfermedades y al envejecimiento. Se dice que son los elegidos de Dios para algún propósito divino, pero han pasado milenios desde que sucedió un caso como este -explicó el Ron con detalle.
• ¿Y eso qué significa para él? ¿Está bien? - pregunté tomando la mano de David.
• Significa que tiene una gran ventaja para sobrevivir a este ataque. Su sangre está luchando contra el veneno del cambia formas y está cerrando la herida. Si todo va bien, se recuperará pronto y sin secuelas -dijo el doctor con alivio.
• ¡Oh, gracias a Dios! ¡Gracias, doctor! - conteste llena de alegría y abrace al médico.
• No hay de qué, señorita. Es un milagro que haya encontrado a alguien así. Cuide bien de él -dijo el doctor y me devolvió el abrazo.
Volvi a acercarme a David, le bese la frente y le sonrei con esperanza.
Mientras tanto, David estaba sumido en un sueño profundo y turbulento. Soñaba que estaba en un bosque oscuro y frío, rodeado de sombras amenazantes. De repente, vio una luz brillante que lo llamaba, era hermosa y radiante como un ángel. Corrió hacia ella, pero antes de llegar, una bestia feroz se interpuso en su camino. Era un lobo enorme y negro, con ojos rojos y colmillos afilados. El lobo se lanzó sobre él y le mordió el cuello con fuerza. David sintió un dolor insoportable y gritó.
Despertó sobresaltado y sudoroso en la cama. Miró a su alrededor y estaba sólo en la habitación de siempre.
Download MangaToon APP on App Store and Google Play