La sangre fluía como un río carmesí, sus ojos se volvían pesados y su respiración era casi nula.
La mujer brillante frente a él con la enorme sonrisa le daba a su rostro angelical una malicia interesante.
—Fuiste bueno, hasta el último momento... te lo agradezco— Esa última parte fue tan cerca de su oído que fue repulsivo, ahora, su vida se estaba yendo y no podía mover un solo dedo.
Esta era la forma en la que le agradecía haber salvado Avalor de aquella temible bestia que los atormentaba, tanto a nobles como simples habitantes que no dudaron en darle la espalda apenas la diosa dio la orden de captura.
"Esos mal agradecidos de mierda, me las van a pagar" Fueron las últimas palabras que pudo decir antes de que aquella mujer cortara su cuello de forma limpia.
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Sin embargo, al despertar en la cama de hospital de su mundo original el coraje y el odio se hicieron presentes. Se levantó de golpe aventando las sábanas que lo cubrían y los tubos y catéteres que tenía debajo de la piel sangraron.
La alarma de su habitación sonó, un ejército de enfermeras entró en su habitación para intentar calmarlo pues era la primera vez que alguien en coma despertaba de forma tan agresiva.
"De acuerdo está bien, me acostaré" Fue lo que dijo para que aquellas mujeres pudieran hacer su trabajo, ya que este no era el mundo donde aquella mujer lo había hecho desgraciado.
Gente entraba y salía haciéndole preguntas revisando sus reflejos, haciendo exámenes, tomando sangre, radiografías, que una a una mermaban su paciencia.
Todo continuo hasta ya entrada la noche, "Los siento señor Northon este es el protocolo, ya que es un milagro de la medicina" Esas eran las palabras de aliento de una mujer que intentaba animarlo, pero que salió huyendo apenas la volteó a ver. Estaba de tan mal humor que la visita de su indiferente madre le dio igual, tampoco es como si ella acudiera a abrazarlo o animarlo para salir de allí, más bien era como para asegurarse que efectivamente estaba vivo. "La empresa está cayendo en picada, tú asunto salió contraproducente" Fue lo que dijo antes de darle la espalda.
Nada de eso le importaba, le importaba más lo que había dejado atrás, lo que sin miramientos le fue arrebatado, su esposa Riza y su hijo Kalian que estaba por nacer. Apretó los puños de forma inconsciente, las uñas se le enterraron hasta sangrar, y su boca de igual manera se cubría del sabor metálico.
"Todos, todos aquellos que se atrevieron a traicionarme pagarán" Su falta de control ante emociones tan fuertes y vivas estaba a punto de estallar, cuando recordó la pulsera que Riza le regaló antes de empezar la batalla más difícil que enfrentó en su otra vida. "Piensa en mí, y te traerá de vuelta" Era lo que le había dicho, pero ahora, recordando tal escena, no era para que lo usara en ese momento, los ojos Riza decían otra cosa, tal vez, más allá de la traición de aquella diosa, algo más oscuro se tejía en la obscuridad.
La comida insípida de un hospital es lo primero que odiaría recibir después de estar en supuesto coma tanto tiempo, por un momento pensó que Avalor, Riza y aquella diosa no era real, solo un producto de su memoria dañada tras aquel intento de asesinato que lo desangró hasta casi morir.
Sin embargo, la pulsera seguía en su mano, no entendía como lo había seguido hasta este punto, pero no había duda de que era real. Eso no hizo más que llenarlo de rabia impotente pues significa que ella estaba esperándolo, de pie, con la frente en alto, con el orgullo intacto sabiendo que el hombre que amaba regresaría.
Significaba tanto para el que puso la comida a un lado, sin haber dado un solo bocado y salió de la habitación, que al ser de un grado bastante alto al nivel de la nobleza nadie lo vigilaba para darle su privacidad como el segundo hijo del dueño de una empresa importante.
Por alguna razón afuera del hospital se escuchaba un gran escándalo, pero eso le dio la oportunidad de subir al techo sin que nadie lo viera, escabulléndose con los pies descalzos y el cuerpo desnudo cubierto por una fina bata, era evidente que el frío viento de la noche le helaría la sangre.
Era liberador, el par de días que estuvo hospitalizado con la consciencia restablecida fueron un infierno, ser tratado como un inútil era costumbre antes de ir a Avalor, pero ya que su coraje y destreza habían sido puestas a prueba, ahora lo consideraba humillante.
Camino por el frío pavimento del lugar, que también era un helipuerto, tanta excentricidad alteraba su estómago, ya no quería nada de eso, no quería volver a ser la oveja negra de la familia en la que nació. Quería ver a Rize, quería sentirla de nuevo entre sus brazos, sin notarlo, cerró los ojos sin dejar de caminar, la imagen de su mujer era claro, el momento en el que la conoció pasó por su mente, su paso se aceleró, el asfalto pasaba rápidamente debajo de sus pies y finalmente se detuvo a la orilla del edificio.
El viento soplaba alzando su bata, dejando su carne aún más expuesta, era liberador hasta cierto punto.
Debajo de él, el director en jefe del hospital ofrecía una entrevista, hablando sobre el estado de salud del joven hijo Northon que había estado en coma por tres años. Un diagnóstico favorable y un par de preguntas más... Alguien lo notó soltando un chillido y señalando hacia el techo. Todos miraron la asombrosa escena, de aquel hombre sostenido solo por la punta de sus pies abría los brazos como un acto liberador y amenazante, dando a entender que se lanzaría en cualquier momento.
Las cámaras apuntaron de inmediato a su dirección y una transmisión en vivo sobre el intento de suicidio estaba en todos los canales de televisión. Nadie entendía como ese hombre había llegado hasta ahí, los oficiales a cargo de cuidar el lugar de la entrevista subieron de inmediato en un intento de llegar antes de que se lanzará.
Varios hombres subiendo las últimas escaleras de emergencia llegaron a su oído, sonrió, pues para cuando abrieran la puerta él ya estaría de vuelta con Rize, cuya imagen se grabó dentro de sus párpados y su perfume se había aferrado a su nariz.
—¡¡¡¡NO!!!— Gritó el primer hombre que abrió la puerta, siendo recibido por la brillante sonrisa del joven Darren, quien alzó su mano y en señal de adiós, se aventó del precipicio. Gritos se escuchaban, pero para él era como si el tiempo se hubiera detenido en la joven imagen de Rize, hace tres años...
¿Tres años? Al tocar la pulsera su primer recuerdo en Avalor apareció. El impacto de su cuerpo inerte contra el pavimento fue un fuerte tronar de huesos, pues si volvería a su otra vida, se aseguraría de que ya no hubiera otra a la cual regresar.
Todo era confuso, hasta que, de nuevo, la voz de aquella supuesta diosa tocó su oído.
—Tu muerte fue trágica, alguien que acortó tan pronto su vida, supongo que había mucho sufrimiento, dolor. Sin embargo, mi benevolencia me ha llevado a pedirte ayuda, a ti, hombre común, para salvar a mi pueblo...
Todo eso sonaba a tonterías, aunque la primera vez que la escucho le pareció una oferta increíble, tenía tanto miedo a la muerte que dio un sí de inmediato. El coraje y la rabia lo invadió una vez más, cuanto deseaba tomar el cuello de aquella mujer y romperlo.
—Está bien, lo haré— Lo dijo apretando los dientes, si servir de nuevo a esa diosa de pacotilla significaba volver a ver a Riza lo haría.
—De acuerdo... te otorgaré parte de mi poder para que puedas destruir a aquel demonio que atormenta mi pueblo... Siempre estaré en contacto contigo...
Fue en ese momento en el que ella por fin calló, Darren se encontraba complacido, pues el haber escuchado esa voz significaba que todo empezaría de nuevo, teniendo los poderes de la
supuesta diosa sería más fácil derrotarla en esta ocasión, aunque tendría que ser muy sigiloso con lo que pensaba o hacía, para no despertar sus sospechas.
Esta vez se dedicaría en cuerpo y alma, a matar a la diosa más poderosa del otro mundo...
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Cuando despertó, estaba justo donde se encontró la primera vez, era un día lluvioso, más que eso era torrencial, el estaba tirado en medio del campo, de inmediato busco refugio en la casa más cercana, a media hora de donde se encontraba. Camino bajo la lluvia, recordando cuando estuvo ahí, al borde de las lágrimas, deseando volver con su familia.
Era un cobarde, un perro faldero de la diosa, a quien también llegó a adorar y servir como el más fiel de sus seguidores. Esta vez, avanzaba a paso firme, con la lluvia golpeando su rostro, era evidente que en sus ojos había una llama ardiente.
Recordaba a la habitante de la casa, una mujer adoradora de la diosa que se acostó con el la primera noche que pasó en su casa, deslizándose como serpiente bajo las sábanas, era visible que su intención era quedar embarazada del héroe y cobrar una gran recompensa por mantener la boca callada. Sin embargo, a pesar de esa noche jamás volvieron a verse y no hubo embarazo alguno.
Se preguntaba si ir allí era prudente, pero debía hacerlo, ya que ella le daba el dinero suficiente para ir al mercado de esclavos y comprar a Selfis, quien sería su mejor amigo y compañero. Los recuerdos agradables llegaban a su cabeza, pero también los malos. Sus manos llenas de sangre escurriendo por los costados era el mayor indicio de lo que seguía.
Mucha sangre de enemigos y amigos corrieron en el campo de batalla, dejó que muchos sacrificaran su vida en nombre de esa mujer. El odio a sí mismo se hacía cada vez más mayor con cada paso que daba, y sin darse ya estaba frente a la puerta de la mujer que lo ayudaría.
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