—¡Vente, recogedora! —llamo la dueña del puesto de pizzas.
—¡Voy! —increpe con una sonrisa alzando la mano al otro lado de la calle, saque las últimas botellas de la basura y me acerque con rapidez a su puesto, me paro en seco con su mano para decir.
—No entres, muchacha… tengo clientes y ya sabes cómo se ponen cuando entra un sin techo —mire a los clientes que comían mirándome con desagrado.
—aaah, ya entendí. No se preocupe, yo espero aquí afuera. —Dije con una sonrisa cabizbaja.
—No, en la entrada no. Espantarás a la gente, vete para callejón del basurero, ahí te pasaré la bolsa.
—Sí, señora… gracias por su caridad —dije tomando mi bolsa de plásticos mientras miré tras de mí aquellas expresiones de desagrado. Me senté en la escalerilla de la puerta trasera del basurero, tomé una ramita removiendo el charco de agua estancada que había en aquel lugar, yo era como este charco… jamás cambiaria a un agua cristalina y clara.
—Yo también sentiría asco de verme —escuche la puerta y con rapidez me levante, le sonreí y al ver la gran bolsa de plásticos llena una sonrisa se formó en mi boca.
—Muchas gracias, esto es muchísimo.
—Ya, lo sé… ya lo sé, siempre guardo algunas botellas porque sé qué pasan muchos de los tuyos.
—No sabe cuánto ayuda a la gente con estos detalles.
—Ah, y toma esto, son sobras de pizza de ayer… si te pasas todos los días puedes llevártelos —tomé la bolsa, y eran borde de pizza. Decepcionada volvía sonreí agradeciéndole. Guarde las ganas de decir que no, pero tenía ese derecho… supongo que no.
—Ya me voy, tenga buen día. —Salí del callejón con un sentimiento desagradable, siempre había sido una chica agradecida, al fin y al cabo vivir en la calle no era fácil, y cualquier cosa que te daban era un regalo, pero tenía sentimientos… sería lindo que por un momento me fuera la chica de las sobras, eso es todo…
—¡Mila! ¡Ey, Mila! —me giré y vi a pirámide con un cartel en su mano y una manta.
—Llevo llamándote desde hace unas cuadras. Dios, llevas ahí una buena bolsa.
—Hoy me fue muy bien, me metí en algunos parques públicos, casi no había polis hoy. ¿Y tú…? Como te fue con las limosnas.
—Son unos tiesos, parece que esa zona a donde fui había puro trabajador de obra, pobres y arrancados. ¿Iras al albergue hoy?
—No me dejarán entrar con todas estas bolsas de plástico. Así que será otra fría noche en con el cartón de mi caja.
—No las venderás hoy.
—Estoy ahorrando.
—Es por eso que Abu estaba trabajando también hoy, pensé que se turnaban —mis ojos se abrieron de improvisto, detuve mis pasos y le pregunté.
—¿Dónde la viste?
—Estaba en la gran manzana —enojada, salí dispara hacia ese lugar tomando atajos que ya me conocía como la palma de mi mano. Cuantas veces le tenía que repetir a esa mujer que no era necesario que se siguiera matando a trabajo, cuando no se encontraba bien de salud.
¶
Cuando llegue al lugar, Abu disfrutaba con otras amigas de la calle un cigarrillo, mientras sus bolsas de toda la colecta de plástico permanecían a su lado.
—¿Abu, que estás haciendo? —propine arrebatándole el cigarrillo de la mano.
—Qué crees que hacía, fumarme un cigarrillo después de un día duro de trabajo. Pasa para aquí niña tonta… —me lo arrebato de la mano volviéndole a dar una calada.
—pero te dije que hoy saldría yo.
—Y yo te dije que no me podría quedar quieta, soy un espíritu libre.
—¡No estás bien de salud! Así que para de hacer estas cosas que te pongan más en peligro
—¡No eres mi hija, y yo solo soy una vieja de la calle que fue amable contigo cuando tenías hambre! Así que no me trates como si fuera tu familia niña… —mis ojos se llenaron de lágrimas y solté con rabia.
—¡Entonces muérete rápido para que yo no te vea más! —tome mi bolsa, y camine con rapidez secando mis lágrimas. Cuando escuche un fuerte estruendo detrás de mí, la comisión de la gente no se hizo de esperar. Con rapidez me giré y la vi tirada en el suelo.
—¡Abuu!
Volvimos con otra historia para esta plataforma, al final del día, no podía dejar a mis niñas con todo el amor que le dan a las historias, ejejej espero que disfrutemos este nuevo camino.
a ver si adivinan quie es este personaje.
Corrimos al hospital público más cercano, mientras llevaban a Abu en un carrito de la compra oxidado que utilizaba una de las compañeras sin techo para recoger su plástico. Aquí todos se conocían entre todos, y Abu era uno de los integrantes con más años en la calle, todos le tenía un respeto y cariño innegables.
—No te preocupes, Mila… este perro viejo no va a morir tan fácil.
—Lo sé… gracias por ayudarme.
—Eso ni se agradece, si no nos ayudamos entre nosotros quien lo hará. Estamos olvidados… —tome la mano huesuda de Abu apretándola con fuerza, era lo único que tenía… no podía dejarme sola de nuevo.
—Ya estamos cerca, hagan el último, esfuerzos chicos. —propio con fuerza Dalila. Cuando llegamos a la entrada grite.
—Por favor, necesita un médico, no responde y… y… —al alzar mi mirada su expresión de asco al vernos fue indescriptible, se tapó la nariz y con rechazo soltó.
—Tenéis que esperar a fuera, no pueden entrar a las instalaciones gente de su tipo.
—¡esperar! Pero es que no entiende que es una cuestión de emergencias. Fije se usted mismo, mi comadre se está muriendo.
—Son reglas del hospital.
—Este es un hospital público y es así como tratan a la gente.
—Quéjese con el administrador, pero las reglas son las reglas, ahora esperen a que los llamen.
—¡A la mierda, yo voy a entrar hijos de puta! —grito uno de los muchachos empujando el carrito hacia adentro, y con rapidez salieron los de seguridad al oír el alboroto. Cuantas veces más tenía que presenciar la muerte de un compañero por ser una pobre recogedora sin techo.
—Dinero, ¿verdad? Eso es lo que quieren… pues lo conseguiré y le darán el mismo trato a mi abu que a cualquier ciudadano de pie —corrí con rapidez hasta una de nuestras tiendas improvisadas cuando me detuvo Beethoven.
—¿A dónde vas, Mila?
—Cuida de abu hasta que llegue, he estado reunido botellas por unas semanas, me darán un buen dinero para que la dejen entrar.
—pero eso es muy poco.
—Yo sé lo que hago.
—Está bien, no te demores, esta gente no nos dejara que darnos mucho tiempo afuera tampoco, la dejaran morir.
—No en mi presencia, no morirá nadie más frente a mí.
¶
Recogí las dos bolsas llenas de plásticos y con rapidez me dirigí a la máquina de plásticos, en el camino me encontré con un contenedor, no estaba dispuesta a apurarme a buscar más plástico, tenía que apurarme llegar lo antes posible, ¿pero y si había más plástico? Con rapidez me acerqué al contenedor y al rebuscar encontré un maletín… si era un maletín no cavia duda, me lance de bruces al contenedor para tomarlo. Era un maletín elegante, de cuero negro, tan lujoso que mis ojos brillaron, pero… ¿Qué hacía esto en este lugar? Obviamente, le pertenecía a alguien… con cuidado lo abrí al ver su interior, lo que no estaba cerrado con seguro. Me quedé perpleja al ver todo el dinero que había.
—¿Qué es esto? Una especie de prueba… —mire a mi alrededor asustada, esperando que alguien saliera. Esto no era ni siquiera inteligente… si me quedaba con este maletín, solo me metería en problemas con su dueño, tenía… tenía que devolverlo, aunque eso significara que estuviera tan cerca de pagarle un puesto en el hospital a abu…. Cada vez que daba un paso me sentí en conflicto y si su dueño lo daba por pedido.
—¡No, Mila basta! Tengo que encontrarlo rápido… o no seré capaz de no sucumbir a la necesidad, es mucho dinero… podría ir a la cárcel si mi encuentran con esto. —Así que con cuidado de que nadie me viera, busqué algún tipo de identificación, pero solo me encontré con una foto de una familia de lo más elegante, claramente eran acomodados… rubios, ojos azules, el padre y la madre con sus dos gemelos… ¿Eran extranjeros? Una sonrisa se formó en mi boca, se veían realmente felices, yo también querría tener una foto familiar. Uno de los pequeños sonreía alegre, y al ver al otro una seriedad en su mirada fría me calo en los huesos borrando mi sonrisa.
—Que… expresión… más escalofriante —negué con rapidez y guardé todo, metiendo el maletín entre mis prendas rotas. Esto no me ayudo en nada, solo perdí más tiempo, pegué un suspiro caminando. Aunque podría tomar un fajo, solo uno… no se daría ni cuenta, solo con unos cuantos billetes yo… me choque con alguien provocando que diera un paso hacia atrás. Alce mi mirada encontrándome con expresión de desconfianza de un hombre alto de cabellos dorados, e imagen pulcra.
—Esto… yo… —el maletín se resbaló de mis manos temblorosas del susto que mi cuerpo se llevó al verlo, claramente era el dueño del maletín, vio cómo me lo guarde… llamara a la policía. Nadie creerá una sin techo.
—Déjeme explicarme por favor —me quité la capucha que cubría mi rostro, arreglando con rapidez mi marañoso y roñoso cabello. —Yo no iba a arrobar esto, yo solo lo vi… y estaba buscando al dueño, pero no había nadie, así que, yo… yo… en un principio no se me paso por la cabeza llevármelo. Verá… mi situación no es la mejor, pero yo no quiero problemas, así que, por favor, no llame a la policía… —indique con la mirada al suelo.
—Tú… —alce mi mirada temerosa y la sorpresa surcaba su semblante en vez de ira. Desconcertada inquirí.
—Yo…
—Tú… ¿Cómo es posible…? —Propino tomando mi mano de repente, asustada, balbuceé sin sentido.
—Que, no sé… a qué se refiere, yo… —mire tras de mí asegurándome de que fuera yo con la que hablaba. De repente empezó a reír sin control.
—Qué clase de burla de la vida es esta, una sucia recogedora… —volvió a soltar una carcajada aun sosteniendo mi mano. Solté su agarre y asustada corrí imaginando que era algún tipo mafioso que vendía chicas, ese maletín con todo ese dinero no era normal. A punto de salir del callejón propino con fuerza.
—¡Espérate un minuto! —detuve mis pasos cuando lo escuché decir.
—Quieres el dinero… ¿No? —me giré hacia él con una expresión sorprendida. Este fue el comienzo de esta historia, esas malditas palabras…
Negué… y el hombre sonrió viendo a través de mi mentira, por supuesto que quería ese dinero, y también sabía que mi expresión de necesidad hablaba mucho más de mí, camino hasta mí y temerosa agazapé mi mirada sintiendo el aroma de su perfume costoso.
—Mírame… —alce mis ojos tímidos y volvió a sonreír.
—Hagamos un trato justo, quiero trabajar contigo —mis ojos se abrieron de inmediato sin poder creerlo. ¿Quién era este hombre? Y en que estaba a punto de meterme.
¶
**Horas antes **
—No ha habido nuevas noticias, señor.
—Entonces para que estoy pagando, ¡tanto! Sois unos inútiles… —tomé el maletín y salí de aquel lugar con una impotencia que me ardía en alma, detuve mis pasos intentando calmarme. Pero la ira y la rabia hicieron perder el control. Lancé con fuerza el maletín en uno de esos sucios callejones con ira y una tristeza desoladora, lo recogí con desprecio lanzándolo al basurero, nada tenía sentido en esta vida si el dinero no te daba lo que más deseabas. Salí de aquel sucio lugar caminando por las calles como si una nube negra revoloteara mi cabeza, detuve mis pasos y pase mi mano por mi rostro.
—Que estás haciendo Danilo, el dinero no es para tirarlo… —solté un suspiro volviendo a aquel callejón cuando de repente la vi mirándolo.
—¿quién diablos es…? Un ladrón... con esas ropas seguro lo es. Llamaré a la policía —dije sacando mi celular cuando de repente.
—Espera un momento…. No puede ser.
¶
**Presente. **
Toque mis dedos con nerviosismo, viendo la suciedad en mis uñas y dedos. Mire a mi alrededor con vergüenza y por supuesto, como no atraíamos las miradas de asco y repulsión al verme, este café era muy elegante, jamás había estado en un lugar como este. Tan elegante y bonito…
—Pide lo que quieras —dijo de repente y le mire sonreírme, me sonreía a mí.
—Lo… que quiera.
—Sí, por favor. Quiero invitarte algo por el incómodo rato que te hice pasar. —Insisto con su mano a que mirara el menú.
—Incómodo… rato… —murmure era amable contigo por qué le dabas lástima tonta, se siente en deuda porque es buena persona. Niégate le estás incomodado estando a su lado. Me dije a mí misma.
—No se preocupe, señor, tengo la barriga llena desde ayer… además aguanto muy bien, soy muy fuerte. —Indique alegre, intentando aguantar la incomodidad. Río, levemente hipnotizándome con su belleza, era tan guapo… jamás había visto alguien con rasgos tan bonitos… y menos que sonriera para mí, a una simple sin techo a la que todos despreciaban.
—Puedo imaginar lo fuerte que eres, pero me gustaría que aceptaras mi propuesta de pedir lo que quieras. —Haciéndome bolita en la silla solté tímida.
—Con un vaso de agua está bien… —dije apartando la mirada. Soltó un suspiro y dijo.
—Parece que eres difícil.
—¡No! Y-yo solo no quiero que gaste en mí, yo no puedo pagarle…
—Entonces, pediré por ti. El chocolate caliente de este lugar es exquisito y un trozo de tartaleta de queso puede que te guste. —Mis ojos se iluminaron cuando escuche la palabra chocolate, levanto la mano para llamar a la camarera y hacer su pedido. Todo se silenció y ante mis ojos solo existía él, ¿por qué era tan amable conmigo? Ningún hombre lo había sido… solo recordaba malos tratos y desprecio, una sonrisa se formó en mi boca cuando escuche.
»—Este lugar ya ha perdido totalmente su categoría, sin techo comiendo a la par que los clientes, qué vergüenza… huele desagradable.
Olí mi ropa y me sentí culpable por hacerlo quedar tan mal, a pesar de lo amable que estaba siendo conmigo, yo no debería estar aquí. Tenía que pagar su amabilidad de otra manera. Me levanté con rigidez llenándolo de sorpresa.
—Creo… que comeré afuera. —Indique incómoda con una sonrisa.
—No, es mi invitada y cualquier ofensa hacia ella será una ofensa hacia mí.
—Mis disculpas, señor Montenegro. Intentaremos que no se vuelva a repetir —con rapidez la mujer dejo la tartaleta, y aquella pareja salió pegando un fuerte rechisto mientras discutía.
—Ahora por favor siéntate —indico de nuevo hacia mí, y confundida acepté —me miro con una sonrisa instándome a comer, asentí tomando una cuchara para probar un trozo en silencio. Al pasarlo por la superficie de mi boca, una expresión de emoción surco mi semblante.
—Es tan sabroso…
—Me alegra que te gustara, ahora si podremos hablar como es debido, creo que empezamos con el pie izquierdo. Así que, qué te parece si empezamos por decir nuestros nombres —asentí con la boca llena de tarta. Saco un pañuelo y me lo tendió, con vergüenza lo tomé y dije.
—Mi nombre es Mila… bueno, así me llamaron los sintechos que me han cuidado desde que nací. —Frunció el señor y dijo.
—¿Tu madre murió cuando naciste? —asentí.
—¿cuántos años tienes?
—Dieciocho…. —pensativo se quedó mirando a la nada como si miles de preguntas se le pasaran por la cabeza. Así que solté con rapidez.
—¡Yo no hago ese tipo de trabajos! Así que, si piensa que aceptare con los ojos cerrados, se equivoca… tengo más calle que usted—soltó una carcajada y dijo mirándome mientras apoyaba su barbilla en su mano mirando con curiosidad.
—Nunca me había dicho que tenía pinta de proxeneta, ¿tan mal me veo? —negué con rapidez rígida para soltar.
—¡Usted es el hombre más bello y amable con el que me he cruzado! —lo dije con tanta fuerza que llamé la atención. Le iré y parecía sorprendido, pero luego me regalo una de sus sonrisas.
—Mila, el trabajo que te quiero ofrecer es en una mansión, más específicos la casa de los Montenegro. —sorprendida por tal oportunidad, solté con rapidez.
—Sé cocinar, fontanería, y soy muy buena con la jardinería, mi abu me enseño…. —dije con tristeza recordando a mi abu, ¿qué estoy haciendo? Tenía que irme.
—Te-tengo que irme de inmediato. —Me levanté acelerada, provocando su sorpresa por mi repentina actitud.
—¿Qué? ¿Por qué? ¡Espera un minuto! —tomo mi mano y dije firme con una expresión preocupada.
—Si quiere que acepte el trabajo, necesito que me preste ese dinero —me miro en silencio unos segundos y sin pensarlo soltó.
—Trato hecho, vamos… yo te llevo al lugar donde quieres ir. —le miré incrédula dejando el dinero en la mesa con una elegante parsimonia, con una neutra expresión. Sin mucha más palabrería camino hacia la salida. ¿Quién era este hombre y porque me ayudaba tan a la ligera?
Danilo
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