-Ella es tan sucia, solo es una hija ilegítima y aún así se casará con un Duque.
-Shhh, ya tranquilícese, ella ahora es una duquesa.
Juliet se detuvo a pocos metros de su carruaje. Aunque sus voces eran suaves, también eran lo suficientemente fuertes como para que todos las escucharan. Más aún, sin embargo, se mantuvo callada y mantuvo sus hermosos ojos azules bajos, incluso mientras apretaba su vestido blanco.
Su padre, el Conde Suárez, quien venía detrás de ella, golpeó el hombro de su hija con su bastón.
-No tenemos todo el día, date prisa. Debemos conocer a tu esposo.
Como de costumbre, no le importaba quién insultara a su única hija hembra.
Su cabello rubio aún estaba bastante arreglado y aún se conservaba grueso pese a su edad. La ropa de su gordo cuerpo también estaba debidamente lavada y planchada. Miró con frialdad a su hija quien entraba en el carruaje.
Cuando Liliana, su niñera, iba a ingresar al carruaje, usó el bastón para impedirlo y le dijo:
-Mantén un ojo en ella. No debe morir, mucho menos lastimarse hasta que dé a luz a un hijo del Duque.
-Lo tendré en cuenta, mi señor.
El viaje duró dos semanas, en ese tiempo, hubo muy poca conversación entre los pasajeros.
Juliet pasó la mayor parte del tiempo viendo el panorama por la ventana, había un hermoso paisaje por donde pasaban.
Cuando estaban muy cerca de su destino, su niñera habló con amargura.
-Estoy sumamente agradecida de que haya una familia noble que acepte a una hija ilegítima como tú. Escúchame bien, de ahora en adelante quédate como si fueras una muñeca. Si obedeces al duque en todo lo que te pida, todo saldrá bien.
El rostro de Juliet se oscureció, pero la comisura de su boca se elevó.
-De todas maneras, todos me odiarán sin importar cuán obediente sea.
Recordó sus días en la mansión de su padre, todos se burlaban de ella debido a que su padre nunca prestó atención a sus necesidades, ni le importaba lo que dijeran de ella. Sufrió de constante bullying, incluso las sirvientas la menospreciaban. Todo por ser una hija ilegítima, producto de la aventura del conde y una prostituta.
La única persona que siempre la defendió y estuvo a su lado fue Elías, su hermano menor.
Aún recordaba cuando la había defendido de una vieja loca que decía que su madre se había acostado con su marido.
-Por culpa de tu asquerosa madre, perdí a mi marido -la vizcondesa fue y la agarró del pelo. Juliet simplemente lo soportó en silencio. -No me importa lo rica que sea tu familia, ¡no deberías ser la hija de una ramera! ¡Busca a tu asquerosa madre y devuélveme a mi marido!
La primera persona que había entrado corriendo en la habitación había sido Elías.
-Tú... Vieja loca... ¿por qué culpas a mi hermana de los pecados de su madre? -apartó las manos de la vizcondesa de Juliet. Juliet se tambaleó, cayendo al suelo.
-¿Por qué crees que mi marido se fue de un día para otro? ¡Es una bruja! ¡Y ella, por ser su hija, también lo es!
La vizcondesa vio que Elías era más fuerte, así que agarró el bastón que había tirado al suelo. Juliet se lanzó entre ambos para defender a su hermano.
PLASF
El sonido del bastón golpeando el rostro de Juliet resonó por toda la habitación.
-Detente ya... ¡Yo no tengo la culpa de que tu marido te haya traicionado y te haya abandonado!
Las doncellas entraron rápidamente a la habitación. La miraban fijamente mientras sostenían a la anciana que lloraba.
Juliet, sintiéndose mal, mantuvo la cabeza gacha como una pecadora, agarrando fuertemente a su hermano para que no se levantara y le echara más leña al fuego.
Elías se volvió enojado hacia su hermana tan pronto como la anciana salió de la habitación.
Detalló a Juliet. Su cabello rubio estaba alborotado, los labios sangraban y tenía las mejillas hinchadas. Incluso se podía ver moretones que comenzaban a formarse a lo largo de su párpado donde fue golpeada por el bastón.
-¿Por qué demonios me detuviste? ¡A mí no me importa cuántos bastones tenga esa vieja! Y... ¿por qué demonios estás tan flaca? ¡Pareces un árbol muerto!
-Elias, esto no es nada. Pronto serás la cabeza de nuestra familia, no debes dejar que tus sentimientos te controlen.
-Ay, siempre eres así, ¡lo único que haces es aguantar! ¡Esto no es vida!
-Ya cálmate, somos hermanos, pero parece que solo yo soy paciente.
Elías estaba a punto de responder, pero la puerta de la habitación se abría e hizo que se contuviera.
-Padre -dijo Elías.
Juliet se tensó, prefería estar nuevamente lidiando con la vizcondesa, que tener que enfrentarse a su padre.
Pero a diferencia de ella, Elías pareció aliviarse con la presencia de su padre.
-Deberíamos llamar rápidamente a un médico. Justo ahora la vizcondesa...
-Elías, yo me ocuparé de todo, así que sal y no dejes que nadie entre hasta que termine de hablar con tu hermana.
Elías asintió y se marchó.
La atmósfera que quedaba en la habitación era tan pesada como el plomo. Los hombros de Juliet se tensaron cuando su padre la miró.
-Prepárate para tu matrimonio. Conseguiré un médico, uno de los caros para que se encargue de las cicatrices de tu cara.
-¿Casarme? -Los ojos de Juliet se agrandaron por la sorpresa- Pero...
El conde levantó una ceja en respuesta.
-Ya te he dicho en innumerables ocasiones, no pienso dejar a una mujer sin hijos en mi familia.
Juliet se mordió los labios. Por cierta parte, sabía por qué su padre actuaba de esa manera. No obstante, una necesidad desesperada de hablar se apoderó de ella.
-¿Y qué pasa si no puedo...?
-Juliet, escúchame muy bien, si no te casas con un miembro de una familia noble, volveremos a ser plebeyos. ¿Acaso quieres vernos perderlo todo? -su padre no se detuvo ahí- Tenemos que encontrar a una familia noble que pueda apoyarnos. Sé que has contribuido mucho. El negocio de las piedras mágicas, desde el principio hasta la distribución, sigue bajo mi control. -hizo una pausa y luego agregó- Pero aún así tienes que casarte, niña estúpida. ¿Sabes qué hay gente detrás del negocio de las piedras mágicas? Es por eso que debes casarte, para que podamos recibir apoyo. De lo contrario, todos tendremos que vivir en la calle como cuando eras niña.
Juliet dejó de respirar al recordar cuando vivía con su madre, quien la golpeaba constantemente. Su vida era miserable y debía mendigar un bocado de comida. Su madre no dudó en abandonarla cuando tuvo la oportunidad, fue cuando el conde Suárez llegó diciendo: "-Parece que eres mi hija, entonces ven-". La trajo a casa y la reconoció como mitad de los Suárez. Los ojos del conde brillaron al darse cuenta de que había logrado lo que quería: que Juliet recordara su miserable inicio. Pero no solo eso, ella debía cuidar de sus hermanos menores. "-Escucha Juliet, tus hermanos no saben lo que es la pobreza. Como la hija mayor y la única mujer, ¿realmente dejarás que tus hermanos menores mueran de hambre miserable? -al ver que Juliet bajaba los hombros con resignación, agregó - Debes dar a luz a un niño lo antes posible, no importa si tu esposo es un hombre feo o no. Si das a luz a un niño, podrás vivir tu vida como una dama noble". El último recuerdo de Juliet de ese día fue cuando el conde acarició su barbilla. Ella sabía que para su padre no era más que una yegua de cría en los establos. La única razón de su patética existencia era tener el cuerpo de una aristócrata y dar a luz a un niño. Para su padre, solo era una herramienta, por eso la obligaba a casarse con un hombre que no conocía.
Noah estaba en su mansión resignado. Días atrás había llegado una solicitud del conde Suárez pidiendo que se casara con su única hija mujer, pero la solicitud había llegado directamente del imperio. "-¿A qué te refieres? ¡¿Casarte con una hija ilegítima?! -¡No podemos aceptar a un demonio como ella como la gran Duquesa! ¿Acaso no sabe cómo llaman a esa mujer? -¡Una asesina enloquecida!" Aunque Noah no podía ver debido a su discapacidad, podía sentir el aura de todos a su alrededor. Sabía que no había ningún presente que no estuviera enojado. Él mismo tenía la carta en la mano, la cual leyó con sus dedos. "Supuestamente quemó a su niñera hasta la muerte y sus sirvientas no aguantan ni una semana".
Pronto escuché cómo cada uno de los presentes se arrodillaba al suelo.
-¡Por favor, reconsidérelo!
"Todos me dicen que debo rechazar esta oferta de matrimonio. Pero no puedo hacerlo, si lo hago entonces el imperio apuntará hacia los míos. ¿Podré soportar vivir con esa mujer? ¿Con la hija de mi peor enemigo? No, si no lo hago, entonces mis jóvenes se volverán un sacrificio para la espada del imperio, entonces solo hay una respuesta..."
-He escuchado sus opiniones, pero aceptaré la propuesta de matrimonio.
-Pero, mi señor...
-¡No puede hacerlo!
-Es mejor para nosotros ir a la guerra que aceptar a esa mujer como nuestra duquesa.
-No cambiaré de idea. El imperio no se quedará sentado si rechazamos la oferta. Y yo no puedo darme el gusto de tomar ese riesgo. -Noah sonrió para tranquilizar a los presentes - Estoy bien con ello, solo necesitamos tener un niño y asunto arreglado.
"Puedo salvar a todos si me sacrifico yo, ¿qué importa si no estoy bien con ello?"
-Enviaré una carta de aceptación al imperio.
Fue así como empezó la historia de una hija ilegítima y de un hombre ciego, que es considerado el monstruo que acabó con cuatro reinos.
Ya era de mañana cuando Juliet se levantó en la capilla. Se bañó y se refrescó, y cuando terminó, le habían preparado cuidadosamente sopa caliente y comida.
Al terminar, siguieron su camino. Faltaba ya poco para llegar a la finca del Duque.
De repente, los gritos de los mercenarios contratados como escolta comenzaron a escucharse.
-¡Maldita sea! ¡Es un demonio! ¿Qué carajos pasa con este demonio que se dirige directamente al castillo?
Poco después, el espeluznante sonido de los gritos de una bestia atravesó sus tímpanos y asustó a sus caballos. El sol ya se había ocultado, así que el bosque estaba oscuro. Y tal vez por culpa de una rueda suelta, el carruaje en el que estaba Juliet se cayó.
La niñera y Juliet gritaron, pronto salieron como pudieron del carruaje volcado.
Juliet sentía como si su cuero cabelludo ardiera cuando su cabeza fue levantada por alguien que la agarró del cabello.
-¿Qué estás haciendo?
-¡Definitivamente es por esta perra! ¡Es la maldita hija de una bruja quien llamó al demonio!
-¡¿Estás loco?! ¡Ella es la Duquesa! ¡La razón por la que moriremos no será por el demonio sino por ti! ¡Si algo le sucede, el Duque nos colgará!
-Prefiero morir en las manos del Duque que por un demonio. ¡Ni siquiera creo que podamos vivir para salir de aquí!
En lugar de resistirse, Juliet estaba demasiado abrumada para comprender la situación. El cielo estaba oscuro y el área circundante era como un campo de batalla debido a los gritos de los caballos, los mercenarios y el rugido del demonio.
Mientras tanto, la mano áspera tiró dolorosamente de su cabello como un costal de papas.
Juliet intentó agarrar la mano que el hombre tenía en su cabello con su mano delicada.
Sin embargo, no hubo piedad en las manos temerosas. Independientemente de que sus colegas intentaron convencerlo de que soltara a Juliet, el hombre sacó una daga y la colocó en el cuello de Juliet. La hoja de la daga reflejaba la fría luz de la luna.
-¡Espera...! -gritó Juliet con toda la fuerza que le quedaba-
Su cara se puso pálida en cuestión de segundos. Sintió que la sangre de su cabeza la abandonaba. "¿Es así como voy a morir?" Mientras pensaba en la muerte, Juliet escuchó cómo algo volaba por los aires. El hombre bajó gradualmente su daga, no mostró piedad.
Justo entonces, un arpón de hierro atravesó la sien del mercenario junto al carruaje, provocando que se estrellara. El mercenario ni siquiera tuvo la oportunidad de gritar, la sangre comenzó a caer de su cabeza donde el arma aún estaba estancada junto al carruaje.
Juliet estaba paralizada, sentía que estaba siendo aplastada por la realidad, provocando que no pudiera moverse. Fue entonces cuando sus piernas cedieron y se derrumbó, de su garganta salió un ruido extraño entre un quejido y un gemido. El arpón que acababa de atravesar el carruaje voló hacia atrás, en dirección de donde había provenido, pero ya que fue arrancado con fuerza de las paredes del carruaje...
-¡El carruaje se está cayendo!
La niñera de Juliet comenzó a gritar. Juliet levantó la cabeza para ver el carruaje caer hacia ella mientras proyectaba una gran sombra sobre su pequeña figura.
En ese momento, alguien en un caballo negro saltó para protegerla. Un sonido ensordecedor de cadenas traqueteando se mantuvo en todo el entorno.
Bajo la tenue luz de la luna, Juliet apenas pudo distinguir su silueta de la oscuridad del espeso bosque. Todo lo que pudo ver fue a un hombre con armadura negra sobre un enorme caballo negro con una melena plateada.
Incluso parecía que su figura absorbía toda la luz a su alrededor para poder permanecer en la oscuridad.
Sosteniendo una cadena larga en una mano y envolviéndola alrededor de las ruedas del carruaje, el hombre parecía la presentación del señor Hades, el rey del Inframundo.
-Con una mano... detuvo el carruaje... -dijo la niñera de Juliet.
Juliet sintió cierto alivio al escuchar los murmullos de su niñera, así podía confirmar que lo que veía era real.
El caballo negro estaba abultado con músculos igual que su amo, quien aún estaba literalmente soportando el peso del carruaje con una mano.
El caballo resopló de emoción mientras retrocedía unos pasos, mientras que el hombre balanceaba el carruaje hacia otro lado del bosque. El sonido del carruaje chocando contra el otro lado del bosque hizo eco con fuerza. Los caballos, que también habían caído, rechinaban dolorosamente.
Como si estuviera en un campo de batalla, giró la cabeza y miró a Juliet a los ojos. Sus ojos grises penetraron en el alma de Juliet. Noah era ciego, pero podía ver el aura de todo ser vivo, y el aura que reflejaba el alma de Juliet era pura. Hizo una mueca: "¿Y qué con todas las historias de ella?" Noah había escuchado innumerables historias, que ella era una asesina principalmente. Por su parte, Juliet podía escuchar los latidos de su propio corazón latiendo en sus oídos y sintió que su boca se secaba como si fuera a ser consumida por él.
La atmósfera que los rodeaba era espeluznante, estaba densa y cargada de tensión.
Fueron los vítores de su niñera los que salvaron a Juliet del largo e impactante contacto visual.
-¡Wooo.. Wohooo! -gritó la niñera.
Juliet rápidamente se volvió hacia el sonido. Su niñera ni siquiera pudo encontrar la mirada de Juliet, agarró el carruaje que se había caído en busca de apoyo, pero entonces su mandíbula cayó.
Juliet parpadeó. "¿Qué es lo que acaba de suceder?" Temblando como una hoja, volvió a mirar al mercenario que le había jalado del cabello hacía un rato. Su cabeza perforada por el arpón... Simplemente era una escena demasiado horrenda para mirar, incluso en la oscuridad.
Había un gran charco de sangre cerca. Fue entonces cuando Juliet llevó sus manos a su boca para taparla, fue entonces que reaccionó y se dio cuenta de que acababa de morir un hombre frente a ella. No habría sido extraño que se desmayara en ese momento. Sin embargo, Juliet se arrastró lejos del cadáver, soportando las náuseas.
-¡Vienen más! -uno de los mercenarios gritó, mientras el sonido de los caballos al galope se acercaban cada vez más.
Los caballeros saltaron de la oscuridad y rodearon a los mercenarios instantáneamente con sus espadas en sus manos. El hombre que salvó a Juliet, quien parecía ser su superior, saltó de su caballo y miró a los caballeros.
- Señor, ¿quiénes son estos tipos? Pensé que era un demonio porque de repente corrió de esta manera.
Fue entonces que los ojos de Juliet se iluminaron, quizá, solo quizá por ser un señor, entonces sea...
- ¿Quizás es usted... mi esposo?
El silencio cayó instantáneamente. Juliet, quien aún tenía el estimado revuelto, se puso de pie lentamente, sin apartar los ojos de él. Su figura le llamó la atención.
El casco que llevaba le oscurecía todo su rostro, pero el resto de su armadura acentuaba el cuerpo. Hombros anchos y un pecho sólido debajo de sus hombreras y coraza, afinándose en una cintura estrecha. Quizá sus largas piernas lo hacían parecer tan delgado a pesar de la voluminosa armadura.
- Mi esposo, el Duque Noah Reyes, cierto... ah...
El rugido de un demonio sonó más cerca de lo que estaba y Juliet instintivamente se acurrucó sobre sí misma y se tapó los oídos. Escalofríos recorrieron su columna vertebral mientras se rascaba la piel contra una piedra afilada.
Después de que los sonidos del demonio se detuvieron, una voz dulce, profunda y potente habló.
- Protege a mi esposa bajo mi nombre, iré por los demonios.
Debido a la armadura, su voz sonó aún más profunda. Estando frente a él, Juliet sintió que se estaba ahogando.
- ¡Entendemos!
Juliet se sonrojó cuando los caballeros levantaron sus armas.
- E-espera...! -Juliet se acercó apresuradamente a él, el traumático accidente se olvidó en un instante cuando otro pensamiento se volvió más urgente - ¿vas a ir solo? El demonio debe saber que la gente lo persigue. Es absurdo ir solo...
Ella tembló. El día que se suponía debía llegar a la finca de su marido, apareció un demonio, un mercenario la iba a matar y ahora su esposo iba a cazar un demonio solo ¿deseaba morir?
"¡Maldita mujer!"
Las palabras que gritaron los mercenarios seguían retumbando en sus oídos, haciendo que estuviera mareada.
El estómago de Juliet estaba revuelto por el miedo de la situación actual. Sin embargo, este tipo de miedo era insignificante con la idea de que el hombre delante de ella se marchara solo y lo mataran. ¡No había amor de por medio, pero aún así era su esposo! No podía entender la indiferencia de los caballeros, en oposición a su propia ansiedad. "¿Por qué los caballeros no detienen al Duque? ¿Acaso no están preocupados por él?" Pasó un momento de silencio. Juliet estaba segura de que no había dicho nada fuera de lugar, pero la atmósfera parecía extraña.
-¿Estás... preocupada...? -Era la voz melodiosa y profunda de su esposo de nuevo, parecía haber una risa al final de su oración -Anda y espérame en la habitación, vuelvo enseguida.
Al terminar, el duque giró el caballo en dirección opuesta, agarrando las riendas.
-Mike, cabalga con ella, que nada le suceda. -dijo mirando a los caballeros.
Y así, en un abrir y cerrar de ojos, desapareció en la espesa oscuridad del bosque antes de que Juliet pudiera decir algo. El sonido de su caballo a galope se desvaneció rápidamente. Por unos leves segundos, la mente de Juliet se quedó en blanco. "¿No es esta una extraña manera de conocer a tu esposo? Y... ¿De verdad lo estoy despidiendo así? ¿Qué pasa si muere...?" Si llegase a sucederle algo, Juliet no sabría qué hacer con su vida, así de patética era.
Inquieta, se subió al caballo cuando el caballero vino a recogerla. Antes de que comenzara a cabalgar, le dijo:
-No estoy contradiciendo las órdenes que te han dado. Pero, ¿pueden venir los mercenarios a la finca del Duque?
-Mi señor ha dado una orden -la voz del caballero era seca, ni aguda ni grave. Juliet contuvo la respiración al darse cuenta de que su voz era demasiado aterradora.
Liliana, la niñera de Juliet, quien los observaba, se acercó a ellos limpiando su vestido.
-Señorita... Perdón, señora. No te molestes en ayudarlos más, uno de ellos estuvo a punto de matarla. Vayamos al castillo. Debes estar asustada, así que por hoy deberías dormir conmigo y...
-La señora es la única que ingresará al castillo.
Los ojos de Liliana se abrieron casi hasta el punto de salirse. Lo mismo ocurrió con un mercenario que estaba cerca.
-¡Pero soy su niñera! ¡No puedo enviarla a una tierra extraña sola!
-¿Cómo se atreve una simple niñera a desobedecer las órdenes de mi señor?
Cada vez que soplaba el viento, el bosque oscuro se balanceaba con un sonido espeluznante. Su niñera aterrorizada miró a su alrededor y se aferró al vestido de Juliet.
-Mi señora, por favor, haga algo. ¡No me digas que me vas a dejar en este horrible lugar! Hay muchos mercenarios, pero en la noche es cuando los demonios están activos. ¿Me llevará con usted, verdad?
Juliet se lamió sus secos labios, mientras sus ojos azules, que habían estado viendo a su niñera suplicante, se volvieron fríos como el hielo.
-Tienes que seguir las órdenes que te han dado.
El rostro de su niñera se puso rígido.
El caballero galopó hacia su destino. Los ojos de Juliet, que poco a poco se fueron acostumbrando a la oscuridad, vieron el castillo en la cima de la montaña a lo lejos. La imponente estructura relucía de modo que se podía vislumbrar incluso desde lejos.
Después de tantas victorias, el Duque solo pidió una recompensa a la familia real. Ahora este era el lugar donde Juliet debía vivir hasta el día de su muerte.
El sonido de las trompetas de cuerno anunció la llegada de la Duquesa.
Al llegar al castillo del Duque, el caballero se bajó del caballo antes de ayudar a Juliet.
El jefe de personal, que sostenía una lámpara en sus manos, parpadeó.
-Parece que has llegado, ¿y dónde dejaste a nuestro señor? ¿Y quién es ella?
-Ella es la nueva duquesa de nuestras tierras, señor.
Sus ojos se abrieron como platos. Por otro lado, Juliet gimió en estado de shock cuando vio al Jefe.
Había escuchado historias de personas que nacieron con labio leporino. La piel desde abajo de la fosa nasal izquierda hasta los labios se partió verticalmente. La sociedad despreciaba a las personas nacidas con discapacidades, diciendo que Dios las odiaba. Y sin embargo, el mismo duque y el jefe que tenía delante, pertenecían a una familia aristócrata de alto rango. Todo era increíble. Aunque todavía no había podido ocultar su sorpresa, Juliet ya había ajustado su mirada.
El jefe se inclinó cortésmente ante Juliet.
-Por favor, perdóname, señora. Entendí mal su fecha de llegada y mi hospitalidad es pobre. Primero la guiaré a su habitación para que pueda descansar.
El espacioso dormitorio estaba decorado con sencillez y no tenía muebles, por lo que hacía bastante frío. Las cortinas traslúcidas de la cama no combinaban bien con la habitación y sus escasas decoraciones.
Terminó de bañarse y, sin embargo, el Duque aún no había llegado. Juliet se vistió con un negligé y salió lentamente al balcón. Su cuerpo inmediatamente se puso rígido debido al aire frío de la noche, pero no podía dejar su posición. Los cuernos nuevamente comenzaron a sonar desde la distancia. Juliet se puso de puntillas para ver, pero debido a la oscuridad de la noche no pudo ver nada. Afortunadamente, una sirvienta le informó cortésmente que el Duque estaba a punto de llegar.
-¿El Duque está bien? ¿Se lesionó?
Su corazón latía fuertemente contra su pecho. Sintió que habían pasado mil años antes de que la sirvienta respondiera.
-El cuerno suena dos veces cuando el señor está herido. Cuando está bien, suena una vez.
Juliet suspiró aliviada, sentía que había contenido la respiración en todo ese rato.
-Ahora te guiaré sobre lo que debes hacer cuando saludes a nuestro señor.
Juliet se puso rígida nuevamente. Finalmente, había llegado el momento de conocer a su esposo, quien había sido el tema principal de muchos rumores, aún así ella no sabía nada de su marido. Aunque era consciente de que de ella también habían innumerables rumores.
Hoy fue su primera noche oficial. Hace mucho tiempo ellos se habían encontrado en la capilla donde celebraron su boda, pero él se negó a verla como era debido. Y así, simplemente firmaron papeles.
La sirvienta sacó con cuidado algo de uno de sus bolsillos y se lo pasó a Juliet, quien dudó en aceptarlo.
-¿Qué haré con una tela negra?
Era una tela lujosa terminada con delicados encajes en ambos lados de la tela gruesa. La textura suave reveló lo valiosa que era, aunque no había nada visiblemente especial en la tela.
La sirvienta miró a Juliet con indiferencia y dijo:
-Úselo para cubrirse los ojos. Y pase lo que pase, nunca se lo quite a menos que el señor lo haga.
Juliet se quedó sin aliento. El día que se casaron, el Duque no mostró su rostro. Ella pensó que eran cosas suyas, pero se había dado cuenta de que no era así.
-Nunca debes mirar a nuestro señor a los ojos, a menos que él te lo ordene -dijo la sirvienta.
Juliet apretó la mano donde tenía la tela negra. Por un momento dudó en preguntar, pero la necesidad de hacerlo la hizo hablar.
-¿Qué pasa si lo veo a los ojos?
Juliet miró a la sirvienta vacilar, pero ésta logró responderle, aunque con cierta torpeza.
-Nadie jamás ha desobedecido al señor.
Juliet descartó inmediatamente todas las preguntas que venían a su mente. Ella había sido vendida, forzada a casarse con un hombre que no conocía. Era inútil preguntar tanto por el duque, su única misión era tener un niño. Juliet se hundió en la cama impotente. La sirvienta la vio y le dijo:
-Tienes que quedarte de pie y esperar.
-¿Con los ojos vendados? -preguntó Juliet.
La sirvienta asintió, mirando directamente a los ojos azules de Juliet.
Juliet caminó lentamente hacia el centro de la habitación. Sentía el viento fresco de la noche recorriendo su piel y se tapó los ojos con la tela.
Pronto, un completo silencio y oscuridad la invadieron. Todo su cuerpo tembló. Se dio cuenta de que de esa manera había vivido toda su vida su esposo, en la oscuridad... Luego se dio cuenta de que había una gran diferencia entre cerrar los ojos y cubrirse los ojos. Todos sus nervios estaban tan sensibles que incluso su respiración sonaba demasiado fuerte para sus propios oídos.
Juliet ni siquiera sabía cuánto tiempo había pasado. Cuando todos sus sentidos se oscurecieron, su sentido del tiempo desapareció. Podía notar su propio cuerpo en la habitación. Era una experiencia nueva. Juliet se abrazó a sí misma, arrugando su negligé. Tenía frío, sentía sus manos húmedas y tenía muchas ganas de quitarse la venda de sus ojos. Pero no lo hizo, por miedo a que su esposo entrara justo cuando se la quitara. Al final, simplemente presionó sus suaves dedos sobre la tela negra. En el momento en que bajó la mano, se escuchó el clic desde la entrada de la habitación.
El miedo se apoderó de su mente y, por reflejo, retrocedió tambaleándose. Sus brazos temblaron mientras se inclinaba peligrosamente. Afortunadamente, un brazo duro como una roca sostuvo su cintura y tiró de ella.
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