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Corazón De Cristal

UN HOMBRE EN LA HACIENDA

...SANDRA:...

La última vez que ví a mi hermana Liliam estaba sobre el hombro del rey, siendo obligada a marcharse. Al principio no comprendíamos lo ocurrido, Clara y yo fuimos directamente a confrontar a nuestro padre, quién nos dió una explicación increíble, el Rey Evans había decidido tomar a la fuerza a Liliam como esposa, ambas no podíamos asimilarlo. Clara se alteró y grito, diciendo que era mentira pero mi padre desmintió tan convincente que le creímos. Ninguna se alegró, solo él.

Ambas lloramos por la partida pero más Clara, sabía que el día en que un hombre nos separara una de la otra llegaría pero no pensé que Liliam fuera la primera y menos con el rey, eso significaba que ella sería Reina de Adalania, así que mi padre ya no estaba deprimido, mostró una desconcertante emoción y más cuando un mensajero del rey llegó con unas piezas de oro, le exigí una explicación, le pregunté si había vendido a nuestra hermana para pagar su deuda pero lo negó, dijo que ese era un presente del rey por darle a Liliam.

Me ordenó ir a comprar mucha comida mientras me aventaba una de las piezas, sinceramente no tenía hambre con todo lo que había pasado pero fuí obligada a ir y Clara no quiso acompañarme, no dejaba de llorar, pidiendo a Liliam de vuelta.

Liliam se veía tan aterrada, en manos de ese hombre y yo también lo estaría pero una parte de mí deseó estar en su lugar ya que los siguientes días fueron los peores de mi vida.

Mi padre me obligó a ayudarlo, ya que no estaba Liliam yo tendría que asumir sus obligaciones. Salí de mi zona de confort para trabajar alimentando animales, limpiar y cocinar a los campesinos recién contratados. Por primera vez estuve en los zapatos de Liliam y me percaté de que ella era la más fuerte de las tres.

Rezaba todos los días para que su prometido la estuviera tratando bien, eso era lo único que importaba.

Yo no tenía descanso.

Clara se había vuelto rebelde ante mi padre, no le hablaba y si lo hacía era para reclamar que había sido su culpa que se llevaran a Liliam. Se encerraba en su habitación y solo salía de allí para comer y bañarse, en las noches dormía conmigo. Jamás le gustaba dormir sola en su habitación, Liliam siempre le había hecho compañía.

Mi rutina empezaba antes del amanecer, haciendo el desayuno para mí padre y los diez campesinos contratados. Luego debía lavar toda la ropa e ir a alimentar los nuevos animales comprados, los cochinos, vacas, gallinas y caballos. El primer día el olor me daba náuseas pero tuve que acostumbrarme.

Ya no me quedaba tiempo para pintar, no para cuidar de mi apariencia.

Ya no me molestaba en peinarme, no maquillarme y dejé las zapatillas de tacón para reemplazarla por unas botas trenzadas. Los vestidos que usaba eran los más viejos y los recorté hasta las pantorrillas para que no se ensuciara al caminar por la tierra y el barro.

Creí que podría vivir como Liliam pero no, era débil y patética. Yo era todo lo contrario a ella, era una señorita refinada que solía estar atenta a verse siempre educada y cortés, no se aceptaba ni una mala postura, ni una mala palabra suelta de mis labios pintados de carmesí, menos un gesto grotesco y eso siempre se lo critiqué a Liliam cuando comía con la boca abierta al propósito y se manchaba la barbilla cuando comía como salvaje. Me decía que era libre de hacer lo que quisiera y yo me indignaba por su falta de feminidad y le advertía que no iba conseguir un hombre si seguía así.

No le hizo falta, ya que había conseguido al mejor prospecto del reino, el más poderoso y el más hermoso.

Pero no pasó mucho tiempo para que el rey nos recordara que ahora mi hermana le pertenecía y que su obsequio en piezas de oro debía ser usada correctamente, lo que no comprendí y era sumamente extraño ya que si era un obsequio podía usarse en lo que mi padre quisiera, pudo haber elegido mudarse a Urla y empezar una buena vida pero el rey al parecer le había obligado a usar las piezas para que mi padre recuperara las tierras.

Así que alguien se presentó en la hacienda.

Estaba raspando el musgo del suelo y las columnas del patio con una pala. Agachada, con mi vista en el musgo y mis oído soportando el sonido metálico de la pala al raspar la humedad. Secando el sudor de mi frente con la manga de mi vestido y enojada, gruñendo a menudo cuando salía una cochinilla, una hormiga o un escarabajo de entre el musgo, solté un grito cuando se me subió uno de esos bichos en el brazo.

— Disculpe... Señorita — Escuché una voz detrás de mí.

— Estoy ocupada, siga con sus labores que aún no es hora de almorzar, vuelva después — Dije con irritación, pensando que era uno de los campesinos, otro problema que se había sumado a mi vida era el constante acoso de esos hombres y de sus piropos y miradas lascivas.

— Entonces he llegado en un momento bastante inoportuno, lo siento pero mi presencia aquí es de carácter obligatorio y no puedo irme, tengo una misión y debo concretarla, sino le molesta quisiera tener una conversación con el Señor Cuper¿ Él se encuentra? — Preguntó aquel hombre, su voz era demasiado educada y letrada, un campesino jamás hablaría de esa forma.

Detuve mi trabajo y observé hacia atrás.

Unas botas pulidas negras hasta las rodillas me recibieron, subí mi mirada lentamente. Pantalones de vestir gris junto a una chaqueta del mismo tono y también una capa sobre unos anchos hombros.

Me quedé observando su rostro, era un hombre joven y guapo, de ojos azules y cabello rubio corto, muy bien peinado a un lado, de semblante varonil y esbelto, me observó de forma neutral.

Me levanté de inmediato y por primera vez en tanto tiempo me preocupé de la forma en que me veía, estaba despeinada, seguramente tenía el rostro demacrado y las ropas sucias.

Me sonrojé avergonzada, debía estar horrible, llena di musgo y tierra, pero el hombre no hizo ningún gesto de disgusto sino que se mantuvieron indiferente a mi persona.

Se quedó esperando mi respuesta con rostro de duda.

— ¿ Escuchó lo que dije ? — Preguntó, llevaba una valija en la mano.

— Sí... Disculpe, el Señor Cuper si se encuentra —Recuperé el habla — Pero... ¿ Quién lo busca ?

— Oh, dispense mi descuido, soy el General del ejército real, Itans Dely, a su servicio — Dijo e hizo una reverencia.

Un general sin uniforme, pero su rostro se me hacía conocido, tal vez había llegado el último día que ví a Liliam salir de la casa. Sentí un poco de desconfianza, tal vez ese hombre venía a amenazarnos.

Hice una pequeña reverencia de vuelta.

— Es un gusto General Itans, soy Sandra Cuper, la hija del Señor Cuper — Dije e hizo un asentimiento como gesto de cortesía — Si gusta podemos pasar a la sala de estar, le avisaré a mi padre sobre su llegada.

— Muchas gracias, señorita... ¿ No habrá problema si dejo mi caballo atado al árbol? — Señaló un caballo negro que estaba amarrado al árbol donde Liliam solía comer.

— No, descuide, allí no le sucederá nada.

Lo guié hacia la puerta de la entrada, la abrí e hice ademán con mi mano para que pase.

— Después de usted — Dijo y agradecí, lo guié a la sala, entró con pasos silenciosos y lentos.

— Póngase cómodo si gusta, volveré en un minuto — Avisé y sonrió agradecido, se le hizo un hoyuelo en la mejilla derecha.

Caminé apresuradamente hasta el estudio de mi padre, mientras me acomodaba el cabello y lo recogía en una cebolla. Abrí la puerta sin tocar.

— ¿ Por qué me interrumpes ? — Preguntó sin siquiera molestarse en observarme — ¿ Ya terminaste el trabajo que te pedí?

— Ha llegado un hombre que dice ser el General Itans del ejército del rey y quiere tratar un asunto contigo — Voy al grano.

Mi padre se levantó del golpe con rostro tenso.

— ¿ Lo haz hecho pasar?

— Sí, está esperando en la sala.

Caminó y salió del estudio apresuradamente, lo seguí. El general al vernos se levantó del sofá en el que se había sentado.

Mi padre se acercó y estrechó su mano.

— General Itans, un gusto verlo... Pero... Veo que no lleva su uniforme.

— Tuve que dejarlo guardado en mi valija, temas de discreción.

— Comprendo ¿ A qué se debe ésta grata y repentina visita? — Preguntó mi padre con una sonrisa lame suela.

El hombre se quedó un momento en silencio y me observó. Otro que pensaba que mi padre tenía las mismas costumbres que los demás hombres de familia, mi padre había roto la regla el día que se reunió con el rey a puerta cerrada.

— Siempre hablo cualquier asunto frente a mis hijas, ellas pueden escuchar todo e incluso opinar — Dijo mi padre y el general se notó sorprendido.

— Increíblemente novedoso — Fijo el general con emoción.

Me sorprendió, no se mostró reacio como los demás hombres con los que mi padre hizo negocios en el pasado.

— Señor Cuper, mi presencia aquí es de vital importancia para el rey, él me ha encomendado la tarea de supervisar la administración que le está dando a las piezas, de velar que todo éste marchando según lo tratado — El General entornó una expresión seria.

Entonces no era un simple obsequio.

Mi padre asintió con la cabeza — Me parece excelente que el rey tome esas precauciones, así verá que estoy haciendo las cosas correctamente.

— Temo que debo quedarme un tiempo para el seguimiento.

Por eso traía una valija.

— Excelente, no se preocupe, puede quedarse el tiempo que guste — Mi padre sonrió mientras entrelazaba sus manos con impaciencia, sí, impaciencia por mostrarle al general sus pocos avances.

— Muchas gracias.

— Podemos prepararle una habitación aquí...

— Padre, no hay habitaciones aquí, la única es la de Liliam — Dije sin importarme la presencia del general, se removió incómodo, mi padre me reprendió sutilmente con la mirada — Pero... Hay una anexada afuera, cerca de los establos, puede alojarse allí — Sugerí para aligerar la situación.

— Sandra, eso sería descortés, el General Itans debe estar cansado por el viaje y esa habitación no está en condiciones para ser usada de inmediato — Dijo mi padre — Aprovechemos la que era de Liliam.

— Pero a Clara no le gustará — Susurré.

— Clara no manda aquí y ella tiene que aceptar que Liliam ya tiene una vida a parte.

— No me molesta quedarme en la habitación anexada, con gusto me alojaré allí — Dijo el General Itans.

— Usted debe ser tratado como se debe...

— No se moleste, me alojaré allí — Cortó el General Itans y mi padre asintió a regañadientes.

— ¿ Por qué no seguimos conversando en el comedor? — Pregunta mi padre y me observa — Prepara un almuerzo ligero, el general debe tener hambre.

Tuve que reprimir un gesto de cansancio y molestia.

Me dirigí a la cocina mientras mi padre guiaba al general al comedor.

Clara estaba en la cocina bebiendo agua de un vaso, era raro verla fuera de su habitación pero seguramente tenía sed.

— ¿ Quién es ese hombre? — Preguntó mientras yo empezaba a encender la estufa después de lavarme las manos.

— Es el General Itans, del ejército real.

Clara se tensó, casi escupe el agua, sus ojos se llenaron de miedo.

— ¿ Por qué a venido un perro del rey ? ¿ Acaso también se llevará una de nosotras ?

— No, vino a supervisar los avances de papá y que el obsequio sea utilizado correctamente.

— Sospechoso ¿ Se va quedar?

Estaba asustada y ya conocía el motivo, desde que aquel soldado quiso abusar de ella, la chica parecía temerle a los hombres extraños, especialmente a los uniformados.

No podía imaginarme a Liliam asesinando a un hombre, pero yo hubiera hecho lo mismo, agradecí que los soldados desaparecieron el cuerpo aunque Clara me dió detalles, dijo que Liliam le había clavado una daga en la garganta y que murió desangrado.

— Sí, pero dormirá en la habitación de afuera, no aquí.

— Ay, no esto es el colmo... No voy a dormir tranquila con un hombre del rey aquí...

Me acerqué y le acaricié el hombro.

— Tranquila, no debes temer, yo no voy a dejar que te hagan daño.

— Tú no eres Liliam, quiero que ella vuelva.

Se zafó de mi agarre, no tenía tiempo escuchar sus niñerías. No soportaba que me echara en cara que no era tan valiente y fuerte como Liliam.

— ¿ Comerás con nosotros? — Pregunté mientras colocaba una olla enorme en la estufa, solo iba calentar la carne guisada que había cocinado más temprano.

— Por supuesto que no, voy a comer en mi habitación, esperaré aquí a que termines de calentar la comida.

Le dí una mirada de enojo pero pareció no notarlo y se quedó allí parada. Se había vuelto insoportable y no me ayudaba en nada. Una vez se le había ocurrido la brillante idea, me había propuesto ir a buscar a Liliam y escapar con ella a otra parte pero como me negué se había vuelto pedante.

Traté de explicarle que Liliam tenía su vida a parte con el rey y que así debía ser, que en cualquier momento yo también me iría y luego ella.

Para ser sincera quería que ese día llegara ya, sonaba egoísta pero quería irme de la hacienda.

SUJETO A LA MISIÓN

...SANDRA:...

Le serví los platos a ambos hombres y también un poco de vino, el general agradeció. Me senté en junto a mi padre y empezamos a comer, noté que el General Itans comía de forma fina y refinada, manejando los tenedores con elegancia, noté también la coincidencia, yo sostenía los tenedores del mismo modo. Se había quitado los guantes y no pude evitar fijarme en el detalle de que no llevaba ningún anillo de compromiso o de boda. ¡ Qué extraño! un hombre tan guapo y de tan elevado puesto debería estar casado.

Aparté la mirada hacia mi comida. Lo estaba observando mucho.

— General Itans, quisiera hacerle una pregunta — Dijo mi padre, cortando el silencio.

El General se tragó bocado y se limpió la barbilla con una de las servilletas de la mesa.

— Adelante.

— ¿ Cuál sería la primera inversión que haría para recuperar unas tierras? — Mi padre solo estaba tratando de alardear y pisotear al general con su conocimiento.

Por un momento pensé que preguntaría por Liliam, desde que el rey se la llevó mi padre parecía ignorar su existencia, no la nombraba casi.

Él no se mostró perdido ante la pregunta.

— Las herramientas, no se puede comenzar sin eso.

— Por supuesto...

— General Itans — Interrumpí a mi padre, no me gustaba que hablara de negocios en la mesa, él se mostró irritado pero esperó a que yo hablara — ¿ Cómo está mi hermana ? Supongo que la ha visto en el palacio.

El General Itans se mostró sorprendido ante mi pregunta, me observó, con detenimiento.

— Su hermana está bien y no solo ví en el palacio también hablé con ella en algunas oportunidades... Ella y yo somos buenos amigos — Dijo con cautela y alcé mis cejas, Liliam con un amigo, eso era nuevo, me alegraba, sonreí — Se está adaptando a la nueva vida.

— Oh, me alegra tanto saber que está bien — Dije y mi padre.

— Está en buenas manos, no debes preocuparte Sandra, después de la comida guía al general a su nueva habitación y la acondicionas — Me ordenó mi padre.

...ITANS:...

Era de esperarse que el Señor Cuper me tratara tan cortésmente como si estuviera ante el Rey Evans. Cuando su hija se marchó a cocinar, me puso al tanto de que ninguna sabía que las piezas habían sido un préstamo, él inventó que era un obsequio por haber entregado su hija en matrimonio al rey.

Después de un viaje corto de unas horas estaba ante las tierras de los Cuper y me sorprendió al encontrar el lugar diferente a como era cuando la pisé por primera vez, ya no estaba descuidado, ni maleza, el lugar ante mí estaba limpio, se podía visualizar el camino y también la casa. Ese día entré en la propiedad y até el caballo a un árbol. Observé los muchos campesinos que trabajaban y me sorprendió de nuevo. Al parecer el Señor Cuper no perdió el tiempo para aprovechar el préstamo.

Me acerqué por el camino y llegué al patio, lejos del sol bajo un techo de tejas y con columnas descoloridas, me sentí más fresco.

Escuché el sonido de una pala raspando contra una superficie, una señorita estaba agachada en el suelo, quitando el musgo y quejándose por los insectos que salían, incluso soltó un pequeño grito cuando se le subió uno. Casi me río pero aproveché que estaba allí para preguntarle. Me respondió sin siquiera dejar su trabajo de lado, parecía estresada, me contestó como si yo fuera algún campesino pero se lo aclaré de inmediato.

La señorita detuvo el sonido de la pala y me observó desde el suelo. Era pelirroja, el cabello más rojo que había visto en una mujer, su piel blanca y sus ojos verdes realizaban el color. Al verme se enrojeció, estaba sudada y con ondas de cabello saliendo de su trenza y rozando su rostro.

Se levantó y se quedó petrificada, observándome como si fuera visto una aparición. Pareció no escuchar lo que dije, rápidamente salió de su trance.

Aquella señorita se llamaba Sandra, me trató con cortesía, invitando a pasar.

Era muy diferente a Liliam, quién era morena, de cabello café rizado y también al Señor Cuper quién tenía la piel oscura pero Liliam ya me había mencionado que eran adoptadas y que cada una era diferente a las otras.

Después de comer la Señorita Sandra me guió por detrás de la casa hacia un pequeño cuarto anexado cerca de unos establos.

Caminaba estilizada pero con prisa. Noté que los campesinos dejaban su trabajo de lado para observar a la señorita, incluso escuché algunos silbidos y piropos.

— ¿ Cuándo nos traes el almuerzo preciosa ? — Preguntó uno.

La señorita se mostró incómoda pero los ignoró ¡ Qué falta de respeto ! unos hombres acosando de esa forma a una señorita, les dí una mirada que los hizo volver al trabajo y eso que no llevaba mi uniforme.

Se detuvo frente a la puerta y colocó una llave en la cerradura, la giró y tiró de la manilla pero aquella puerta parecía estar atorada.

— Permítame — Me ofrecí.

— No, gracias, yo puedo sola — Dijo con mirada firme y le dió un empujón tan fuerte que se abrió de par en par, elevé mis cejas sorprendido.

Al parecer la fuerza corría por las hermanas Cuper a pesar de no tener la misma sangre.

El polvo le hizo toser cuando entramos.

Me quedé observando aquel lugar mientras entraba con mi valija en mano. Era pequeño con una cama pegada a la pared de enfrente, una mesa pequeña y una repisa dónde había algunos frasco vacíos.

Coloqué mi valija sobre la mesa después de soplar el polvo.

— Está un poco sucio pero yo me encargaré de limpiarlo — Dijo la señorita mientras tomaba las sábanas de la cama y las quitaba.

— Le ayudaré con eso.

No objetó como con la puerta.

Me acerqué a una puerta y la abrí. Había un baño allí, abrí la llave del lavabo, estaba un poco dura pero al fin se movió y el agua salió sucia, la dejé correr hasta que se aclaró. Me lavé las manos y salí de nuevo.

La señorita había colocado las sábanas en una cesta y había encontrado una escoba.

— ¿ Qué le parece? — Preguntó mientras empezaba a barrer.

— Es más que suficiente.

— Dispense la suciedad, los socios de mi padre se quedaban aquí, hace mucho que no se usaba — Murmuró ella.

Era más refinada que Liliam, incluso al barrer parecía hacerlo con delicadeza.

— Yo haré eso — Dije y me acerqué para tomar la escoba de sus manos.

— No es necesario, es mi deber limpiar, usted es el huésped y sería descortés que limpie el desastre — Dijo mientras se detenía, su naríz estaba roja, su piel era tan blanca que parecía delicada.

— Es lo menos que puedo hacer, dormiré aquí y debo mantener limpio éste lugar — Objeté mientras me quitaba la capa junto con la chaqueta, las colgué en un gancho que sobresalía de la pared y me recogí las mangas.

— Voy a buscar mantas limpias para la cama — Avisó mientras tomaba la cesta con las sábanas polvorientas y salía del cuarto, dejó la escoba en el suelo, la tomé y empecé a barrer.

El polvo salió en gran cantidad pero poco a poco empezó a cambiar. Recogí el sucio con una pala que encontré y también usé la escoba para quitar las telarañas en las esquinas de las paredes del techo.

La señorita volvió con mantas nuevas y se sorprendió al ver lo que había adelantado. Me acerqué y la ayudé con la cesta, la coloqué sobre la mesa, se quedó igual de sorprendía, no comprendía su actitud, como si fuera la primera vez que un hombre la ayudara. Desde pequeño aprendí de mis padres que siempre había que tratar con respeto a las damas, ayudarlas y tratarlas bien. Eso siempre lo tenía presente.

Me recordó a cuando ayudé a Liliam con su problema de las zapatillas, eso fue tan solo unos cuantos días atrás, pero el pensamiento saltó a Anabella, la única dama que no se merecía ni una pizca de cortesía así que lo aparte de inmediato.

Ella sacó las mantas de la cesta y se acercó a la cama.

Fue inevitable notar que su vestido era más corto de lo acostumbrado, se le veían las pantorrillas, no traía medias y me tensé, eran igual de pálidas que toda su piel y estilizadas, como caballero no debería ver pero ella como señorita no debería enseñar las pantorrillas y más con esos campesinos indecentes acosandola allá afuera.

Aparté mi mirada en seguida cuando se agachó para tender las mantas y recoger las esquinas.

Abrí mi valija, saqué mi uniforme y tomé unos ganchos de ropa que había traído la señorita en la cesta y colgué el uniforme.

Sentí una mirada detrás de mí.

La Señorita Sandra observaba el uniforme, especialmente a las medallas y condecoraciones.

— ¿ Todos son reconocimientos ?

— Todas lo son.

— ¿ Qué lo identifica como general ?

— Las condecoraciones en los hombros son las que me acreditan como el líder, es un compromiso, una responsabilidad de guiar, mantener disciplinado al ejército a mi cargo, llevo cuatro años como general — Dije y me observó sorprendida.

— Es muy joven para comandar un ejército.

— Siempre dicen lo mismo, pero no es el tiempo lo que define la posición en el ejército real, es la dedicación, disciplina y obediencia — Dije mientras me cruzaba de brazos.

Sinceramente no quería ésta misión, mis obligaciones estaban en el ejército, no en esas tierras pero yo no era quién para cuestionar las decisiones del Rey Evans, sólo me restó obedecer a su mandato, era sumamente difícil ganarse la confianza del rey y yo lo había logrado, así que no podía defraudarlo, no me quedó de otra que ceder mis obligaciones de general mientras estaba ausente.

— ¿ Cuántos años tiene ? — Preguntó la señorita.

— Veintiséis años, díez años en el ejército.

Se quedó desconcertada por un momento.

— ¿ Es la mayor de sus hermanas? — Me atreví a indagar.

Se tensó y frunció el ceño como si la hubiese ofendido.

— No, tengo dieciocho, Liliam es la mayor.

— Disculpe, no quise ofenderla.

— No se preocupe, espero que se sienta cómodo aquí, tengo cosas que hacer — Dijo, parecía enojada.

— Muchas gracias.

Salió del cuarto.

Dieciocho, aún era una niña pero parecía mayor que Liliam, no debí decir eso en voz alta.

MAL ENTENDIDOS

...SANDRA:...

Llegó la noche y después de cenar con mi padre y el General Itans al fin había llegado mi descanso, estaba tan agotada que me retiré de la mesa antes de que los hombres terminaran de comer y me retiré, tenía demasiado sueño. No hablé, comí en silencio mientras mi padre hablaba únicamente de su trabajo. El general me observó en ocasiones, no con interés sino con pena.

— Padre, buenas noches, yo me retiro, estoy agotada — Informe mientras me levantaba.

— Está bien, buenas noches hija que descanses — Dijo mi padre, al menos no me ordenó lavar los platos.

— Buenas noches Señorita Sandra — Dijo el general.

— Buenas noches — Dije con un tono cortante.

Todavía recordaba su ofensa, me veía vieja pero ningún hombre me lo había dicho de frente, esa vida que no era mía me estaba acabando.

Pareció desconcertado ante mi actitud pero me marché.

Me cambié la ropa después de bañarme y me coloqué un blusón. Me acosté en la cama y Clara entró sin permiso pero ya estaba acostumbrada, se trepó a la cama a mi lado.

— ¿ Cómo estuvo tu día ? — Preguntó cuando notó que estaba llorando.

— Clara, no estoy de humor, estoy cansada, mi vida ya no es como antes, tanto trabajo me está agotando, yo soy demasiado débil — Dije mientras soltaba lágrimas en la almohada — Esto no es lo que me gusta... Tienes razón, yo no soy Liliam.

— Desde que se fue Liliam no solo tú vida cambió, también la mía... Ya no quiero salir de la habitación, me da terror el mundo, me siento indefensa sin ella — Confesó Clara mientras me acariciaba la cabeza.

— La vida sigue Clara debes hacer lo que te gusta sin llenarte de miedos, no todas las personas son malas — Dije mientras la observaba bajo la luz de la lámpara de queroseno.

— Tú tampoco estás haciendo lo que te gusta.

— Es que yo no tengo salida, tú si... Mi padre me necesita — Me limpié las lágrimas.

— Lo siento si no te ayudo pero tengo miedo de salir, cada vez que recuerdo a ese hombre atrapando mi cuerpo y tratando de abusar de mí me da un miedo terrible — Dijo mientras empezaba a temblar, la abracé y besé su frente.

— Tranquila hermana, con el tiempo lo superarás.

— Descansa Sandra.

— Descansa Clara — Murmuré y cerró sus ojos.

Nos arropamos hasta la cabeza con la manta.

— Clara... — Dije de nuevo y soltó un gruñido de molestia.

— ¿ Qué sucede? — Preguntó.

— ¿ Crees qué me veo mayor que Liliam ? — Pregunté y abrió sus ojos, me observó debajo de la manta con el ceño fruncido.

— ¿ A qué viene esa pregunta? — Preguntó extrañada.

— Solo responde.

— No, eres bonita, cada una tiene su encanto — Cortó y cerró sus ojos — ¿ Quién te llamó vieja ?

— Bueno... No fuí literalmente llamada vieja... Solo me preguntó si era la mayor de las tres...

Clara se rió — ¿ Y por eso te ofendiste?

— Por supuesto.

— Estás muy sensible hermana — Se burló y fruncí el ceño.

— Últimamente me he descuidado y que me pregunten eso me deja en claro que me veo mayor.

— Ya dime quién te preguntó eso.

Suspiré pesadamente — Fue ese hombre, el General Itans.

Abrió sus ojos de nuevo.

— Ya veo porque te afecta tanto, el que un hombre te haya preguntado eso te dejó el autoestima por el suelo y más un hombre tan guapo — Sonrió con insinuación — A pesar de que no lo he visto de cerca, me dí cuenta de que es un hombre hermoso — Explicó ante mis cejas alzadas — Pero eso no significa que sea buena persona — Aclaró.

— Me pareció una falta de respeto lo que insinuó, fue tan amable desde que llegó pero no podía ser tan perfecto, ningún hombre es tan cortés, eso tú y yo lo sabemos, casi todos nuestros pretendientes nos ofendieron de alguna forma.

— No eres una anciana, tienes dieciocho... Además, el General Itans no es un pretendiente ¿ Por qué te tiene que importar lo que diga ? — Estrechó sus ojos y me sonrojé.

— No me importa — Corté rápidamente.

— ¿ A caso te interesa como hombre?

— ¡ No, en lo absoluto ! — Alcé la voz y se rió — Clara, no me parece gracioso que estés inventando cosas que no son, lleva solo un día aquí, yo no lo conozco.

— No dije nada — Dejó de reírse e hizo un gesto de un cierre con sus dedos en sus labios.

— Duérmete — Gruñí y le dí la espalda.

Cerré mis ojos, esos ojos azules aparecieron en mi mente.

...****************...

Me levanté antes de alba, me coloqué la ropa de trabajo y bajé a la cocina, monte un poco de té, me lo bebí mientras preparaba el desayuno de los cuatro, mi padre, Clara, el General Itans y yo. En otra olla cociné el desayuno de los campesinos.

Después de eso salí con la comida, ya los campesinos habían llegado, estaban en el patio y les dejé el desayuno mientras aguantaba sus piropos de mal gusto, no me estaba gustando la manera en que me recorrían el cuerpo con sus miradas, mi padre salió a recibirlos para entregarles las herramientas.

Después de desayunar me fuí a los establos, hoy me tocaba lavar el asqueroso cochinero, mientras llenaba los baldes de agua de una llave afuera del establo empecé a cantar para distraerme del hedor del corral, los cerdos chillaron cuando les rocié agua, odiaba tanto mi nueva vida, odiaba esto y cantar me desahogaba.

Tenía tantas ganas de pintar pero no tenía tiempo así que cantar era como un desahogo, aunque mi voz no fuera angelical me gustaba hacerlo en ocasiones, mientras lanzaba el agua y seguía cantando, los animales se inquietaron por mi escándalo.

Llené el balde de nuevo y rocié más agua al corral, ésta vez lo hice con más fuerza después de dar un giro.

El agua salpicó un charco de estiercol pero no fue solo eso, me sobresalté cuando roció al General Itans, el barro le salpicó parte de sus botas, sus pantalones y su camisa blanca, también le cayó una gota en la mejilla.

No sabía en qué momento había entrado.

Se quedó inmóvil, con los brazos a los lados después de bajar su mirada al barro salpicado, se observó la ropa con el ceño fruncido.

Solté el balde y me avergüenzo.

— Oh, lo siento tanto... No fue adrede, no quise hacerlo, no lo ví entrar General Itans — Dije mientras me llevaba las manos a la cabeza, había metido la pata.

Me observó, apretó su mandíbula pero negó con la cabeza — No se preocupe, fue un accidente... Se arregla cambiandola por una limpia.

Empezó a reírse, de una forma elegante.

— ¿ Por qué se ríe? — Pregunté.

— Me parece gracioso esto, está tan preocupada por un poco de sucio — Dijo mientras seguía riendo.

— No es gracioso, fue una torpeza, yo puedo arreglarlo — Me acerqué — Puedo lavar su ropa.

Volvió a su seriedad.

— No es necesario, yo lo haré, usted está ocupada — Notó el corral, me sonrojé, ningún hombre me había visto en ésta situación, seguramente apestaba como el cochinero, sentí tanta vergüenza de mí misma.

— No, debo hacerlo, por mi culpa se le ensució la ropa... — Me acerqué a él, pero me resbalé con el agua del suelo y caí encima del General Itans, se tropezó y caímos juntos sobre el montón de eno.

Lo que faltaba.

Me quedé inmóvil, estaba encima del General Itans, mis manos sobre su pecho y mi rostro a centímetros del suyo, se quedó observándome a los ojos, nuestras respiraciones rozaron cálidas.

Se quedó parpadeando, sumergido en mi rostro.

Me aparté rápidamente, levantándome.

— Lo siento, de nuevo... Soy una torpe — Tartamudeé completamente nerviosa, mi corazón palpitaba desbocado.

Se levantó de golpe.

— No se disculpe, fue un accidente... Mejor me voy, debo ir a cambiarme y empezar el trabajo con su padre... ¡ Qué tenga un felíz día Señorita Sandra! — Dijo mientras caminaba hacia la entrada del establo, se marchó tan rápido que no me dejó decir más, me golpeé la frente con la palma.

— Eres una tonta, una torpe — Murmuré para mí misma mientras tomaba el balde del suelo.

...ITANS:...

Anoté todo lo que el Señor Cuper me decía, me explicó junto con las pruebas de su primera inversión, era un hombre muy bueno en su trabajo, no podía negar eso. Yo tenía que hacer el reporte, escribí todo en un cuaderno, le hice algunas preguntas y las respondió correctamente. Teniendo unos padres comerciante conocía un poco sobre la administración y podía descubrir cualquier error, pero hasta los momentos no había ninguno.

Estábamos sentados en su escritorio y yo recorría con la pluma las hojas.

La Señorita Sandra apareció en mi mente, desconcentrando mi consciencia del trabajo.

Cuando salí del cuarto escuché una voz dulce proveniente de los establos, cantaba una canción sobre lienzos, pinturas y pinceles, jamás había oído nada semejante. No aguanté la curiosidad y me acerqué a la puerta, estaba abierta y salía agua sucia desde interior, me acerqué con cuidado y entré.

La Señorita Sandra era la dueña de esa voz, daba giros mientras limpiaba el corral, ni siquiera notó mi presencia cuando me quedé observando como cantaba y se movía. Los animales se inquietaron por el ruido y parecían hacerle coro.

Me hacía un poco de gracia, sonreí mientras ella seguía cantando, llenó el balde de nuevo y estaba tan concentrado en ella que no me percaté de que estaba atravesado y cuando lanzó el agua en el corral, el estiércol de los cerdos salpicó parte de mi ropa, sentí una gota aterrizar en mi mejilla.

La Señorita Sandra paró su canto y soltó el balde, empezó a disculparse avergonzada, pero no me enfureció sino que me dió ganas de reír, ella pareció no causarle gracia la situación, seguía nerviosa por lo ocurrido y yo tratando de explicarle que no era para tanto, había sido un accidente. En tal caso si había un culpable era yo, nadie me mandó a curiosear dentro del establo.

Se acercó, insistiendo en que iba lavar mi ropa. Había notado que aquella señorita tenía mucho trabajo, no iba ser tan desconsiderado como para ordenar que lo hiciera, yo mismo podía hacerlo sin ningún problema.

Pero resbaló contra el suelo lleno de agua y cayó encima de mí, no lo esperaba así que no pude reaccionar y caí sobre el eno. La Señorita Sandra cayó encima de mí y su rostro quedó tan cerca del mío, la observé, se quedó igual de paralizada, con sus delicadas manos sobre mi pecho.

El rubor creció en sus mejillas, sus ojos verdes brillaban y algunos mechones rojizos se le escaparon de la trenza. Tendría que estar ciego para no notar su belleza.

Se levantó avergonzada y de nuevo empezó a disculparse de nuevo, mi corazón estaba latiendo rápido, así que me levanté a prisa y salí rápidamente del establo después de dejarle en claro nuevamente que no era nada.

Me sentí extrañamente nervioso.

Fuí a cambiarme, lavé la ropa en el baño y la colgué en los ganchos, tuve que dejarla afuera en las ventanas para que el sol la secara. Yo no había llevado conmigo mucha muda de ropa y tenía que tratar de no ensuciarla demasiado pero en aquel campo era difícil.

La Señorita Sandra era dulcemente torpe.

La puerta del estudio sonó y la Señorita Sandra apareció como si la fuera llamado con el pensamiento, llevaba una bandeja y unos emparedados en ella, también dos tazas con té.

Su mirada se encontró con la mía, se sonrojó nuevamente. Nos colocó un emparedado y a una taza de té a cada uno.

— No han desayunado así que les traje algo de comer — Dijo y sonreí.

—No se hubiera molestado, muchas gracias Señorita Sandra.

Sonrió de vuelta con timidez.

— Disculpa Sandra pero nos enfrascamos en el trabajo, aún así muchas gracias por la comida — Dijo su padre.

La señorita se marchó y volví mi atención al Señor Cuper.

— Mis hijas son muy talentosas y dedicadas, sobre todo Sandra, espero que consiga un pretendiente digno... Lamentablemente cuando caí en quiebra sus pretendientes ya no tuvieron interés en ella... De las tres siempre fue la más deseada por los chicos — Dijo como si fuera un asunto de mi interés — Me da pesar hacerla trabajar tanto pero es la única que me puede ayudar con los quehaceres.

— Debería contratar a una sirvienta para que le ayude a su hija — Sugerí.

— Lo he estado pensando pero no es prioridad en estos momentos, además, tengo a mi otra hija, aunque no quiera hacerlo es su obligación ayudar, solo se la pasa en su habitación.

A decir verdad aún no la había visto desde que llegué, recordaba a Liliam abrazando a una pequeña señorita rubia cuando la encontré al lado del soldado muerto.

Después de comer me ofrecí a llevar la bandeja a la cocina, el Señor Cuper me indicó dónde se hallaba.

Salí del estudio y me dirigí a la cocina cuando escuché dos voces femeninas por el pasillo.

— Caí encima del General Itans — Dijo Sandra, me seguí acercando.

Alguien soltó un silbido — Ay hermana, no pensé que fueras tan rápida en hacer semejante cosa.

Una voz más aguda se oyó, después una carcajada.

Me tensé.

— Fue un accidente, no fue a propósito, yo jamás voy a seducir al General Itans, a ningún hombre, eso no está bien — Dijo la Señorita Sandra completamente alterada, fruncí el ceño.

— Es obvio que te gustó ese accidente.

Llegué al umbral, la Señorita Sandra estaba en la cocina con su hermana, ella lavaba la loza mientras su hermana masticaba un emparedado.

Así que las señoritas hablaban de mí con interés, no le dí importancia ya que todas las chicas solían fantasear con hombres.

— Clara, deja de inventar cosas... Me dió tanta vergüenza... Lo salpiqué de estiércol y luego le caí encima, eso no fue nada agradable — Se quejó.

— ¿ Qué tal si es el destino? — Preguntó su hermana — Tal vez ese hombre puede hacer que tu vida cambie.

— Clara, estás leyendo muchos libros de romance, mucha fantasía — Dije ella mientras soplaba un mechón molesto de su frente.

— Deberías aprovechar que está aquí para acercarte más.

— Clara ¿ Qué clase de consejos son esos ? Eres una chiquilla, no sabes nada.

— He leído todo tipo de libros y eso me da la suficiente experiencia, usa tus dotes para hacer que el general se fije en tí...

— ¡ Ya cállate!

— Lo digo por tu bien, no puedes permitir que mi padre te mantenga aquí trabajando como mula... Toda tu vida estarás aquí, morirás vieja y soltera, es por eso que yo no hago lo que pide, porque sino será mi fin también, tu felicidad depende de eso.

Se quedaron en silencio, no discutieron más, pero la Señorita Sandra parecía sopesar esas palabras.

¿ Qué clase de señoritas eran las Cuper ? No otra vez. Definitivamente, el mundo estaba lleno de mujeres indecentes e interesadas.

La Señorita Sandra pretendía acercarse a mí para salir de su situación, eso era indigno, me entró un enojo y yo que pensaba que era decente.

Aproveché que se habían quedado calladas para entrar, ambas se tensaron al sentir mis pasos, ambas se sonrojaron. Dejé la bandeja sobre la repisa.

— Muchas gracias por el desayuno.

— Eh... A la orden — Dijo la Señorita Sandra, un poco nerviosa, observó a su hermana — Ella es Clara, mi hermana menor.

Hice una reverencia.

— Mucho gusto señorita... Soy el General Itans.

— Mucho gusto general — Murmuró y siguió comiendo.

— Con su permiso, me retiro.

Me marché de nuevo, completamente seguro de algo, mantenerme alejado de esas señoritas era lo mejor.

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