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La Nobleza De Una Villana

Nunca más seré amada.

Nuestra naturaleza humana nos obliga a depender siempre de otros. Buscamos ser apreciados o aprobados por la sociedad. Deseamos el cariño que nos brindan nuestros seres más queridos y necesitamos su apoyo para poder seguir adelante. Es tan fácil poder obtener esto que casi nunca apreciamos el gran valor que posee un abrazo o un beso de una persona importante para nosotros.

La joven de cabellos azules reflexionaba en la oscuridad que la envolvía, donde ni un solo rayo del sol podía alumbrar la tétrica celda. Ariana temblaba de frío y trataba de cubrirse con las escasas ropas que traía.

"¿Qué hice mal? ¿Qué hice mal?", se preguntaba a sí misma con desesperación. "No quería mucho y jamás pedí demasiado. Con tan solo un poco de cariño y algo de amor me bastaba. Solo buscaba ser una hija para mi madre y una hermana para mis hermanos... Ser parte de mi propia familia era lo único que quería y para mí conseguirlo fue demasiado. Se me privó de las sonrisas al realizar algo bien y de la preocupación cuando me sentía mal o estaba enferma, se prohibieron rotundamente los abrazos y besos para esta deplorable mujer. Una persona normal lo recibiría con tanta naturalidad como respirar, pero en cambio yo no. ¿Fui demasiado codiciosa al pedir tal cosa? ¿O acaso valgo tan poco que merezco este final tan horrible?"

Ha pasado un año desde que Ariana fue encarcelada en la mazmorra más profunda del castillo de Rosen. Ninguna de las personas en que la joven chica confiaba y amaba vinieron a verla.

"Quizás mañana... Tal vez mañana... De seguro mañana vendrán...", pensaba, pero tales expectativas se habían esfumado hacía mucho tiempo. La soledad era aún más difícil de soportar incluso que el hambre y la sed severas.

El imperio de Cámeros estaba dividido en cuatro reinos: Argoz, Berlan, Rosen y Sueton. Ariana había nacido de Rachel y el emperador Calixto, viviendo por un tiempo en Argoz. Pero tan pronto como dio a luz, Rachel con su pequeña hija en brazos se divorció del emperador Calixto y se dirigió a Rosen, donde se volvió a casar con el duque Jacob Bronte.

Rachel era la hija del Emperador de Rosen y, por lo tanto, una princesa. A los 26 años, fue obligada a casarse con Calixto por beneficios, pero ella ya amaba profundamente a Jacob Bronte. Cuando se enteró de que estaba embarazada, intentó asesinar varias veces al niño, pero fue en vano. Desesperadamente, huyó de Argoz con el objetivo de alejarse de su esposo, que, muy lejos de amarlo, ella lo odiaba, y regresó a Rosen, donde se casó con su gran amor.

Ariana recordaba claramente sus días en la mansión Bronte: su madre siempre sonriente, su padre adoptivo que era muy cariñoso, Helena, su hermana mayor que era un poco inmadura pero alegre, Victoria, la segunda menor que es noble más allá de su edad, y el más pequeño, Yoyson. La mansión Bronte era cálida y pacífica, pero allí no había ningún lugar para la pequeña Ariana. Cuando fue obligada a casarse, a su mente llegaron los recuerdos de cuando vivió en la casa del conde Alfred, su suegra Alone y Elise, su cuñada, pero allí tampoco había lugar para Ariana, y no tardó mucho tiempo en ser expulsada.

Leonardo Blenwit, príncipe de Rosen y actual rey, fue la luz que brilló en la tormenta de Ariana. Le brindó el tan añorado cariño y amor que ella ansiaba, le concedió la confianza y seguridad... sin dudarlo, ella se lo entregó todo.

— Si subo al trono, te convertiré en mi emperatriz.

— Ariana, eres la mujer más inteligente y hermosa que he conocido.

— Me encantan las chicas como tú, serías una excelente emperatriz.

Banaras palabras le dedicó a la joven, quien se convirtió en su espada oculta. Ariana realizaba todo el trabajo sucio para que Leonardo pudiera conseguir lo que quería. Robó, mintió, engañó, buscaba información y creó condiciones a favor del príncipe. Su última misión fue abrirle paso a Leonardo para que pudiera asesinar a su propio padre y a su hermano mayor, y de esta manera se libró de todos los obstáculos, tomando la corona en sus manos. Ella fue capturada y torturada varias veces por sus actos, pero aún así lo soportó todo para demostrar sus sentimientos hacia aquel hombre. Para Ariana, era tan importante serle útil que hasta el dolor se volvió dulce. Ahora, el Palacio y el trono le pertenecían a Leonardo, pero aún así, para Ariana, no existía un rincón en aquel enorme lugar.

— ¿Por qué el mundo es tan duro conmigo? ¿Qué hice? ¿Qué más se suponía que debía hacer para poder alcanzar un poco de felicidad?

La voz ronca y rota de Ariana, mientras lloraba, se escuchó en el estrecho lugar donde se encontraba. En un acto de desesperación, se cubrió la cara con ambas manos y podía sentir su piel agrietada en las yemas de los dedos. Solo quedaban escasos mechones de su hermosa melena azul y debido a lo poco que había comido en las últimas semanas, solo bastaba con tocar su cabello para que se desmoronara.

Después de un tiempo envuelta en el silencio que cubría cada parte de aquel lugar, el sonido de la pesada puerta abriéndose resonó por toda la mazmorra. Los ligeros pasos que se acercaban eran distintos a los del guardia que estaba trayendo la comida.

Ariana levantó lentamente la cabeza y para su sorpresa, frente a la puerta se encontraba una señorita que sostenía una lámpara. No tenía la cara muy bonita, pero su sonrisa de satisfacción la hacía relucir.

Sin perder mucho tiempo, Ariana reconoció de inmediato a la joven.

— Hermana...

— Yo no soy tu hermana, llámame duquesa de Deccan.

Helena habló con arrogancia y se dedicó a mirar detenidamente el aspecto de Ariana.

— Por cierto, Ariana, ya ni te pareces a una chica. Pobre de ti... todo tu cabello se ha caído y tu linda cara ahora está llena de cicatrices. Cuando la gente te vea, pensarán que eres un monstruo.

Incluso, viendo el estado en que se encontraba, Helena parecía feliz y hablaba con un tono burlón. Ariana, con la poca fuerza que le quedaba, se arrodilló y colocando sus manos en los barrotes de la reja, miró hacia arriba.

— Hermana... ¿Cuándo podré salir de aquí?

Ante la reciente pregunta, Helena entrecerró los ojos y pateó a Ariana golpeando su cabeza con los tacones que traía.

— Te dije que era la duquesa, no tu hermana. ¿Acaso no escuchaste?

Debido a la horrible hambre y la falta de alimentos, el delicado y frágil cuerpo de Ariana fue fácilmente derribado por las piernas de la dama y Helena se gozaba al verla rodar por el suelo sin poder levantarse.

— No te preocupes, dentro de unos minutos te irás...

Entonces, ella comprendió la verdadera razón por la cual su hermana estaba allí y la pequeña luz de esperanza que surgió se apagó tan rápido como una llama en medio de la tormenta. De inmediato, una sonrisa macabra se extendió por el rostro de Helena.

— Estás aquí para matarme, ¿cierto?

— ¿No te parece un castigo justo después de todo lo que hiciste? Acabaste con la vida del antiguo emperador y también mataste a su hijo, el príncipe heredero.

— ¡Yo no maté a nadie! Solo era un chivo expiatorio para Leonardo.

Trató de defenderse, pero apenas se escucharon las escasas palabras que acababa de pronunciar.

— Chivo expiatorio o lo que sea que fueses, lo que hiciste fue horrible...

Es cierto que Ariana construyó la oportunidad y trajo la información para que todo sucediera, pero ella era incapaz de asesinar a alguien. Sabiendo que estas excusas no servirían de nada, reunió fuerzas y preguntó una última cosa.

— ¿Leonardo no ha dicho nada sobre mí?

La expresión seria de Ariana provocó que la sonrisa cruel se extendiera aún más por el rostro de Helena, observando feliz el tormento y sufrimiento de su hermana.

— Su Majestad está con Victoria ahora mismo... Ah, cierto, no es "Victoria", sino su alteza la Emperatriz Victoria. Él se encuentra ocupado pasando un buen rato con su nueva esposa, no hay razón para estar pensando en ti.

— ¿Acaso él sabe que yo estoy aquí?

Helena lentamente se acercó al rostro de Ariana y le susurró al oído.

— ¿Por qué no iba a saberlo? Después de todo, fue él quien ordenó tu encarcelamiento.

Dentro de su delgado cuerpo, el roto corazón de Ariana acababa de hacerse añicos. Había sido tan tonta y estúpida al pensar que todo fue un error. Quería golpearse por ser tan imbécil.

"Siempre fui una idiota ¡siempre me utilizaron!"

Una y otra vez se repetía lo mismo mientras sostenía su cabeza a punto de gritar. Por supuesto, que Helena disfrutaba mucho de aquella escena al punto de sonreír al ver el estado de su hermana.

— ¡¿Por qué me odias tanto?!

Preguntó desesperadamente uniéndose en su delirio a lo que la joven dama contestó.

— ¿Por qué? Todo es tu culpa, Ariana, nunca debiste haber nacido. Tú eras la culpable de que mamá sintiera náuseas al ver tu rostro que tanto le recordaba a su exesposo, siempre fuiste un estorbo para todos. TÚ NUNCA DEBISTE HABER NACIDO.

Una por una, las palabras de Helena fueron clavándose en lo más profundo de su alma y toda expresión de su rostro se borró. Poco a poco, los hombres que venían con ella fueron apareciendo de entre las tinieblas. Dos chicos extremadamente grandes y fuertes se colocaron junto a Helena.

— No te preocupes, querida Ariana. No te daré una muerte dolorosa. Es lo único que te mereces por haber limpiado el camino para Leonardo y Victoria. Solamente se producirán algunas críticas entre los nobles por tu reciente suicidio, pero el emperador lo puede solucionar.

"Es mi culpa por querer amor, es mi culpa por desear una familia y afecto, es mi culpa por haber nacido como una bastarda."

Los intensos ojos azules de Ariana se tornaron fríos, al igual que su expresión. Los hombres lentamente cruzaron la cuerda en el pequeño cuello de la joven.

"La vida fue injusta. Si me dieran otra oportunidad, solo una última vez, acabaría con ellos. Lo menos que me buscaría sería el amor. Repudiaría a todos como mismo hicieron conmigo. Seré cruel y jamás tendré consideración con nadie..."

La cuerda cada vez se apretaba más y más en el cuello de Ariana, quien no parecía sentir tal dolor. Al contrario, en su rostro una sonrisa escalofriante provocó que Helena temblara, hasta que su menudo cuerpo quedó inmóvil y el aire ya no fluyó por sus pulmones.

Una nueva oportunidad

Los nobles, especialmente las mujeres, estaban entusiasmados y había un gran revuelo en el Reino, pues corría la noticia: que el príncipe de Sueton, Cyrus Karha visitaría pronto Rosen. Muchos eran los rumores que envolvían a Cyrus, quien se sentó en el trono a la edad más joven de todos los demás príncipes. Entre ellos, el que más emocionó a las damas, trataba de su incomparable belleza y su semejanza con la apariencia de un Dios. El apuesto príncipe, pronto se apoderó de las noticias y era el tema de conversaciones en cada una de las reuniones de la jóvenes aristócratas.

— Escuché que su rostro es tan bello como una Perla.

— Tanto así, que incluso la apática princesa Charlotte de la capital imperial daría todo por casarse con él.

— Su cabello plateado brilla como la luz de la Luna en el cielo oscuro.

— ¡Y sus ojos! Escuché que son tan rojos e intensos que incluso los retratos que circulan en el mercado oculto no pueden captar su verdadera esencia.

— Dicen que crea preciosas esculturas de hielo en un segundo y de la nada ¿será cierto?

— Es magia fría y solo la familia Karha puede utilizarla.

Si tantos eran los rumores sobre su apariencia así también los habían describiendo su carácter violento.

— La otra vez, asesinó a una de las bailarinas que se escondía en el jardín sin permiso por la noche.

— Escuché que a menudo ignoraba a la princesa Charlotte cuando lo saludaba.

— También circula el rumor de que le gustan los hombres ¿han oído hablar sobre el chico que siempre lo acompaña? Creo que su nombre es Isaac y parecen ser cercanos.

Lo que todos ellos desconocían, era que Cyrus, el alborotador del mundo social desde Oriente hasta Occidente, en verdad ya se encontraba desde hacía un tiempo en Rosen, escondido en la mansión del duque de Bronte.

Desde lo más alto de la copa de un árbol, se encontraba el chico de ojos carmesí y cabello plateado junto a Isaac, observando con detenimiento la mansión Bronte y fijaba su mirada especialmente en la joven que tranquilamente permanecía sentada en la misma posición sin moverse durante bastante tiempo, como si esperara que algo sucediera.

Todavía hacía frío debido al reciente paso del invierno y las ramas del árbol estaban desnudas con la ausencia de las verdes hojas pero ninguno de los que deambulaban por la zona, podían percatarse de ambos.

— ¿Esa chica es la hija del emperador Calixto y la duquesa Rachel, verdad? Que lamentablemente condición. No es difícil percatarse por su gran parecido con el emperador.

Comentó Isaac con tono aburrido. A diferencia de su señor, él era un chico mucho más alegre, pero no le parecía nada entretenido observar por horas el mismo paisaje y es que ya podía sentir sus piernas adormecidas. Isaac era además un excelente alquimista capaz de crear cualquier tipo de medicinas o pociones con efectos extraordinarios.

— Si se hubiera quedado con su padre ahora sería una princesa en Argoz y no tendría una vida tan cruel. La duquesa de Bronte es una mujer muy dura ¿Cómo puede tratar así a su hija?

Como dijo Isaac, la chica más allá de la ventana tenía una apariencia deplorable y su mirada era totalmente inexpresiva. Su cabello azul estaba todo enredado por no lavarlo y tratarlo bien, el cuerpo era tan delgado debido a la inanición y el desgastado atuendo que traía puesto a penas le cubría sus frágiles extremidades. La habitación en donde se encontraba solamente tenía en su interior un pequeño escritorio y no había ni siquiera una cama. La chica se encontraba en una situación que cualquiera sentiría lástima pero los ojos de Cyrus que la observaban era tan fríos como un témpano de hielo.

— La joven Bronte es la hija del enemigo de tus padres, Cyrus pero ella es inocente. No tiene culpa de nada, seguramente se lamenta constantemente por su posición. Pobre chica, no puedo imaginar cuanto sufrimiento hay en su corazón.

Continuó el de los cabellos rubios mientras caminaba por la rama de un lado a otro. Pero su fiel señor y viejo amigo, pensaba de una forma totalmente opuesta a la de él. Cyrus había estudiado el comportamiento de Ariana y sus ojos... Sus ojos intensamente azules lo menos que reflejaban eran tristeza, de ellos emanaba un odio tan profundo que era casi imposible de comprender. Un enorme resentimiento permanecía en su corazón, acumulado por muchos años. Pero a pesar de todo lo que conocía sobre ella, aun había algo en Ariana que él no podía descifrar.

°°•°•°•°•°•°•°•°°

Ariana se sentó erguida en la silla de aquel viejo y empolvado escritorio mirando como siempre a través de la ventana. Con cabello azul cielo, ojos de igual color pero aún más intensos, una cara pequeña y blanca semejante a la porcelana, unas cejas elegantemente curvadas y unos carnosos labios rojos se posaban bajo la diminuta nariz , tenía un rostro hermoso y típico de una chica de 16 años, pero su corazón ni su alma lo eran. El odio y el dolor difícilmente encontrados en alguien tan joven se veían reflejados vívidamente en sus ojos y los intensos días de sufrimiento y desesperación que habían transcurrido en aquella mugrosa cárcel... Y también el momento de su muerte cuando todo se oscureció ¿fue hace 4 días?

La sensación de la cuerda rasgando el cuello de Ariana aún seguía siendo vívida e incluso dolía en aquel lugar, pero ella no sabe el por qué cuando abrió de nuevo sus ojos se encontraba en el pasado, 12 años atrás de que todo sucediera cuando fue encerrada en su habitación por una falsa acusación de robar el collar de su madre Rachel.

— Cualquiera que halla sido la causa tengo una segunda oportunidad. No se cuales son las artimañas de este loco destino pero se me concedió otra vida y no puedo desaprovecharla.

"Es tu culpa por nacer, Ariana"

"Si tan solo hubieras muerto en mi vientre, Ariana"

Anteriormente cada una de las personas que la joven conoció negaron su existencia, la odiaron sin ningún motivo y la maltrataron hasta el mismo día de su muerte, comportándose siempre como una estúpida,pero ahora permitieron que viviera una vez más. Entonces una fría sonrisa se extendió por los labios de Ariana dándole una expresión sombría y aterradora.

— Me odiabas desde que me encontraba en tu vientre, madre y sin ninguna explicación me trataste peor que a una esclava... Pero ahora te daré razones más que suficientes para detestarme hasta el punto de querer matarme. Te haré la vida un infierno Rachel Bronte, acabaré con la familia que tu has creado y de la cual nunca fui parte. Lamentaras aún más que alguien como yo naciera.

Los pasos apresurados se acercaban a la habitación, la criada que venía con las típicas sobras de comida abrió la puerta provocando un gran estruendo. Ignes acababa de entrar con una pequeña bandeja en sus manos y miraba con desprecio a la joven de cabellos azules.

Ingnes era la sirvienta personal de Helena y era ella misma quien la enviaba a traer la comida de su hermana, pues la doncella disfrutaba abusar de Ariana y Helena lo sabía muy bien. Se sentía a gusto haciéndole pasar un mal rato a la chica, pues como era y estaba encantada de ver a la segunda señorita, que es de un linaje noble temblar y suplicar frente a ella. Ignes se sentía superior al ver cómo Ariana ni siquiera podía dirigirle la palabra a una simple sirvienta como ella.

La segunda señorita ahora tenía una postura elegante a pesar de estar sentada en una silla vieja y aunque lo ocultaba muy bien, en su interior Ignes sentía escalofríos cada vez que Ariana la observaba. Desde hacía unos días su personalidad había cambiado drásticamente.

—¿Qué miras mocosa?

Ariana se quedó en silencio por un momento y luego contestó sin expresión alguna en su rostro.

— Estoy esperando que me entregues mi comida ¿Acaso no pretendes dármela?

La criada ofendida ante las palabras de Ariana, lanzó con brusquedad el recipiente que contenía unos pequeños pedazos de pan y un poco de sopa, cuyo olor desagradable resaltaba. Ignes miró con resentimiento a la de los cabellos azules, esperando impaciente a que Ariana, como de costumbre hiciera un berrinche negándose a comer aquello y le diera la oportunidad a ella para gritarle y ofenderla. Pero para su sorpresa, Ariana contuvo la respiración y comenzó a beber la sopa, como si de un manjar se tratase.

"Y sí, Ignes. Mi venganza comienza por ti"

Primer movimiento

Mientras se llevaba la cuchara a la boca, la joven recordaba lo que había sucedido hacía 12 años. Ese día, en su vida pasada, Ariana estaba realmente triste y lo único que podía hacer era llorar, pensando que había hecho algo realmente mal que disgustó a su madre. Ignes traía la habitual comida podrida y esa vez Ariana se negó a comerla por su olor asqueroso, provocando que Ignes la golpeara. Ante el gran escándalo, la señora Bronte, madre del duque Jacob que casualmente paseaba por los alrededores, se percató del ruido e irrumpió en la habitación de la señorita preguntando:

— ¿Qué diablos está sucediendo aquí?

A lo que Rachel, quien la acompañaba en su recorrido, colocó su mano en el hombro de la señora y contestó:

— Ariana ha robado uno de mis collares y ahora solo está castigada por un tiempo, pero sigue siendo desobediente y no se conforma con la comida que le es traída.

— ¡No, madre! ¡Yo no he robado nada, debe ser un error! ¡Por favor, créeme!

Pero al parecer, la propia Ignes fue quien robó la piedra preciosa y cuando nadie veía, la escondió en el cajón del único escritorio de Ariana y no fue para nada difícil encontrarlo.

La anciana, después de ver la supuesta evidencia, creyó en las palabras de Rachel y enfadada, pensó que Ariana era una imprudente e indigna de hacerse llamar aristócrata; ordenando a Ignes que la golpeara con un látigo y su castigo se extendería por una semana más. Aquella tarde, cuando la pobre chica se cansó de lamentarse y llorar desesperadamente, Rachel la visitó una vez más y mirándola dijo:

— Ariana, estoy muy decepcionada de cómo actuaste hoy. Incluso si no lo robaste, las hermanas deben saber cómo cubrir las faltas de la otra. Mamá quería que protegieras a Helena.

Fue Helena la que dijo que Ariana había robado el collar, y Rachel quería que su hija tapara las mentiras de la otra. Ariana no deseaba decepcionar a su madre, por lo que inmediatamente se arrodilló frente a aquella mujer.

— Perdón, madre. Me equivoqué. No te decepcionaré nunca más.

"¡Qué patética era! ¿Cómo fue posible que toda mi vida intenté agradarle a una mujer que me despreciaba tanto?", pensaba Ariana mientras comía con calma. Por otra parte, Ignes no podía apartar la vista de la joven dama y es que estaba sorprendida mirando su comportamiento. Era increíble cómo esa chica había cambiado. Cada vez que traía la comida en mal estado, su rostro hacía una expresión de disgusto y después lloraba, pero ahora sus ojos ya no muestran ningún tipo de sentimientos. La joven torció la comisura de uno de sus labios, como si algo fuera divertido, haciendo que Ignes se sintiera nerviosa ante la fría sonrisa de Ariana.

— ¿Acaso eres tan tonta de pensar que el duque y la señora Bronte te querrán si te comportas de forma elegante? - preguntó Ariana.

Ella levantó lentamente la mirada, dejando al descubierto sus bellos ojos azules, que eran tan claros como un lago en pleno verano, provocando que la criada apartara la vista.

— ¿Te parezco elegante? - preguntó Ariana.

El tono de Ariana raspó el estómago de Ignes y un escalofrío se apoderó de su espalda.

— ¡Termina de comer! ¡Estoy ocupada! - ordenó Ignes.

Ariana recogió la cuchara y continuó comiendo tranquilamente. Fue después de un rato cuando...

— ¡Aaaaah! - gritó Ariana mientras caía al suelo y comenzaba a vomitar.

Ignes se sorprendió ante la repentina situación y el miedo se apoderó de ella, pues por mucho que la chica no fuera tratada como una señorita de la alta sociedad, si moría era otro asunto. Si Ariana fallecía por la comida que Ignes traía, no serviría de nada decir que era Helena la que ordenaba la comida podrida, cualquier excusa es en vano y ella sería severamente castigada.

— ¿Qué diablos está sucediendo? - preguntó Ignes.

No fue hasta el estruendo de la puerta abriéndose, que Ignes recobró la conciencia mirando petrificada a la señora Bronte que acababa de aparecer, junto a Rachel y sus damas de compañía.

— ¿Qué es ese olor tan asqueroso? - preguntó Ariana mientras se cubría con las manos el estómago, como si sintiera un gran dolor.

Pese a esta situación, su madre no se ocupó de acercarse a ella o al menos preguntar qué sucedió y manteniendo una sonrisa sutil se dirigió a su suegra.

— No se preocupe, señora. Ese mal olor debe ser lo que Ariana acaba de vomitar, tal vez la comida no le gustó. Yo me encargaré de ella. Lo mejor será que espere en el jardín, enseguida me incorporaré con ustedes.

La anciana no quería interferir en esos asuntos triviales de su nuera y ya casi estaba a punto de irse cuando Ariana hizo algo inusual.

— Abuela... ¡Por favor, ayuda!... Me duele mucho... Esa comida sabía muy mal... Ahh.

La señora Bronte, al ver el estado en que se encontraba la jovencita, sintió mucha pena por ella y las damas que venían como acompañantes también se lamentaron. Como todas las mujeres que estaban presentes pertenecían a la aristocracia, la anciana ya no podía dejar pasar por alto este asunto, pues tenía que mantener su buena imagen. No importa cuánto te esfuerces por mantener la boca cerrada de los demás, siempre circularían rumores acerca de los maltratos de su nuera hacia una de sus nietas. Aunque a ella no le agradaba Ariana porque era la hija del emperador Calixto, viéndola suplicar debilitó su añejo corazón.

— Traigan al médico.

La orden fue clara y de inmediato trasladaron a Ariana hacia otra habitación antes de que el médico llegara. A la par, Rachel le daba las instrucciones a Ignes de que se marchara, pero ya casi salía cuando la anciana dijo:

— Tú te quedas. Necesito saber qué le diste de comer.

— Señora, debe ser porque comió a toda prisa. Ariana suele tener gran apetito y a veces no suele masticar bien los alimentos.

Rachel intentaba proteger a Ignes, pero la señora seguía siendo terca, pues muchos ojos estaban viendo.

— Tú también te percataste de aquel repugnante olor, Rachel. Además, mira el cuerpo de tu hija, no creo que ella coma mucho.

Después de unos minutos, el médico requerido por fin llegó y no tardó en examinar a Ariana.

— ¿Qué comió hoy la señorita?

— No lo sé... Estaba todo mezclado, pero el olor era horrible y era muy difícil comerlo.

— Entonces, si los alimentos estaban en mal estado, no debió comerlos, jovencita.

— Pero es que si no me lo comía todo, Inés se enfadaría y me golpearía.

La expresión de cada uno cambió por completo mientras la chica hablaba cuidadosamente. Rachel miraba a su hija con una mezcla de odio e ira. Por otra parte, la anciana junto a sus doncellas quedaron horrorizadas y ni hablar de Inés, que ya se encontraba pálida.

— ¡¿La criada?!

Preguntó sorprendido aquel doctor, pero Ariana no respondió sus preguntas, solo se encogía de hombros y miraba con inocencia como si tuviera miedo. Fue hasta entonces que el médico se percató de la verdadera situación de Ariana y no era una dama noble común.

— La señorita no debería utilizar ropa tan delgada con este clima frío, señora.

El señor la describió como "delgada", pero en realidad era una prenda tan sucia y vieja que ni siquiera una criada usaría. El rostro de Rachel se tornó rojo sin ninguna intención de cambiar la ropa de su hija. Después de terminar su revisión, el médico hizo una expresión de preocupación y dio su informe a los presentes.

— La señorita se enfermó por comer alimentos en muy mal estado y además hay signos de desnutrición. Entonces, señora Bronte, si la situación del ducado no es mala, deberían por lo menos preparar comidas con ingredientes frescos.

Aquel señor fue grosero con sus palabras, pero nadie se quejó porque decía la verdad.

— Está equivocado, doctor. Ariana siempre come los mejores alimentos, pero hoy la criada se equivocó y le llevó la bandeja errónea.

Las palabras de Rachel no consiguieron convencer al médico, quien le recetó los medicamentos requeridos para Ariana y luego se marchó, dejando un pesado silencio en la habitación. Inés miraba temblorosa la expresión de Rachel y la anciana, mientras Ariana pensaba en su siguiente movimiento.

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En las lejanías, Isaac y Cyrus miraban toda aquella serie de acontecimientos. Desde su reacción hacia la criada, como fingía retorcerse del dolor y ahora la situación que había provocado.

— ¡Vaya, esa peliazul es atrevida! Por fin algo entretenido que ver —comentó sorprendido Isaac mientras comía una manzana que acababa de robar en la cocina. Por otra parte, Cyrus Karha miraba fríamente los ojos de Ariana, que sin ninguna expresión permanecían alerta.

— ¿Cuál es tu próximo movimiento, segunda princesa? —se preguntaba el joven de ojos carmesí.

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