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Obligado A Casarse Con Un Viudo

1

...

Noah sintió el dolor punzante en el estómago, y una parte de su mente se quedó en shock sin poder comprender lo que estaba sucediendo. La sensación de ardor empeoró cuando el hombre se alejó asustado, pues en su descuido, había sacado la cuchilla, provocando que el profundo corte ampliara su tamaño. Él sintió que el mundo se detenía y todo perdía sentido.

Apretando la mandíbula, se llenó de valentía y bajó la cabeza para mirar la herida. Quería reír al ver la sangre caliente que emanaba por todo su vientre, y empapaba la costosa ropa de marca. Lástima que el dolor provocaba que su rostro se deformara en feas muecas y no pudiera sonreír.

En ese mismo instante, el olor de las rosas inundó el lugar. Cualquier alfa podría sentirse tentado si oliera dicha feromona en un día común, pero ahora la esencia de las rosas iba acompañada por el intenso olor metálico de la sangre. Ningún ser vivo se sentiría atraído por un olor a muerte tan intenso.

Noah sin poder sostenerse otro segundo, cayó al suelo. Pero no se golpeó contra este, pues unos brazos fuertes lo sostuvieron antes. Al comprobar, se dio cuenta que de alguna manera, había caído encima de un hombre.

Sorprendido, miró hacía un lado. En su visión entró una fuerte mandíbula. Alzó la cabeza y se encontró con el rostro más atractivo que había visto en toda su vida, y veintisiete años no eran una vida tan corta. Casi hipnotizado, estudió el cabello largo, recogido en una coleta desenfadada; las facciones definidas y lineales; incluso el intenso aroma del licor lo envolvía, empañando casi por completo su sangriento olor. Sin pensarlo mucho, alzó la mano y tocó desinhibido las cejas gruesas del otro. Luego de pasar la mano, reparó en que había dejado un ligero rastro de sangre.

—Lo siento Jerome, te he ensuciado. —Se disculpó.

El hombre no respondió, solo intentó hacer presión en su herida. Fue una lástima que a pesar de sus esfuerzos, Noah no dejó de sentir la sangre correr por todo su vientre. Con cada gota que brotaba, se le escapaba un segundo de vida.

—Tranquilo, no es tan doloroso como parece —balbuceó él. La verdad estaba mintiendo, esto podía entrar en su top cinco de cosas más dolorosas y ocupar uno de los primeros puestos con suma facilidad, pero nunca había visto a Jerome con un aura tan pesada desde que se conocieron, ni siquiera cuando había sido tan audaz con el otro; y le asustó un poco que se comportara de esa manera. Quería que el alfa siguiera siendo el mismo personaje indiferente de siempre. Pues al menos en esa indiferencia, había algo conocido.

En ese momento, su mirada chocó contra la de Jerome. Por primera vez, los ojos negros parecían estar viéndolo. A él. Solo a él. Su alma no pudo evitar temblar a pesar de sí mismo.

Además, se percató que esta era la primera vez que el alfa lo abrazaba en los cuatro años que duró su matrimonio. Noah tuvo el impulso de apartarse, pues sabía de sobra lo desagradable que era su contacto para el hombre, pero este le impidió alejarse.

—Incluso…el gran Jerome tiene momentos… —balbuceó con una débil sonrisa, que solo hizo que la mirada del hombre lo carcomiera. Siempre que eso pasaba, él solía callarse. Pero esta vez, quizás era su último día con vida, merecía hablar y quejarse un poco más. —…En los que se siente conmovido…casi no puedo creerlo… ¿seguro qué eres mi esposo?

—Solo cállate —dijo con voz áspera el hombre, mientras intentaba detener el sangrado. Para esto, había dejado que Noah se apoyara en la dura pared, y él a pesar del impedimento de sus piernas, se arrastró por el suelo y se colocó en una posición que le facilitaba hacer presión sobre la herida sangrante e intentar hacer un torniquete con su camisa negra.

Noah se permitió ver al otro sin ninguna restricción por primera vez en mucho tiempo. El alfa siempre había amado su apariencia limpia y prolija, casi al punto de la misofobia, sin embargo, ahora su ropa estaba llena de manchas de tierra, sudor y unas cuantas manchas de su propia sangre.

Al verlo esforzarse tanto por detener el sangrado, Noah se sintió conmovido; aunque él sabía que todo eso no era por sí mismo, sino por quien lo había apuñalado. Por ese omega, el orgulloso y estoico Jerome, incluso se había arrastrado por todo el pasillo lleno de tierra, perdiendo su habitual imagen.

Su corazón tembló, pero ya estaba acostumbrado a esa clase de dolor sordo.

—Creí que el poderoso Jerome odiaba enfrascarse en peleas sin propósito.

Siendo así, Noah no se explicaba por qué Jerome intentaba salvarlo, y no seguía arrastrándose hasta el otro omega, quién todavía tenía el cuchillo con su sangre en las manos y estaba llorando en una esquina, pareciendo tan lamentable como si fuera a él a quien habían apuñalado.

—No te preocupes. Aunque muera, los Ballestero no harán nada contra tu omega. Sabes que no soy su hijo biológico. No les importa lo que pase conmigo. Incluso ellos fueron quiénes organizaron todo esto.

Hace ya mucho tiempo, Noah había perdido el deseo de ser amado por Víctor, o su familia, mucho menos por Jerome, y se había resignado a su destino, así que no fue un problema para él decir palabras tan duras. Podía estar casado con el hombre, pero estaban tan cerca de enamorarse mutuamente, como la distancia del cielo al infierno.

Noah sabía eso, vaya que lo sabía…pero ahí estaba el alfa, dándole esa clase de mirada. Una molestia surgió en su corazón y las quejas lo ahogaron. Aunque quería llorar, apretó los dientes y se obligó a sonreír.

—Ya no tendrás que fingir más Jerome. Por fin te librarás de mí —dijo con algo de cinismo el omega, mientras apartaba la mirada.

—¿Tan rápido te rendirás? ¿Por qué nunca supe que eras tan cobarde? —acribilló el alfa. Noah quería alejarse, pero no podía.

—Es que nunca me has conocido en realidad —susurró, soportando el intenso dolor en su vientre. El sudor frío corría por su frente, y el calor abandonaba su cuerpo a cada segundo.

Su visión se fue tornando negra y su conciencia se desvanecía de a poco. El helado aliento de la muerte le susurraba en la nuca.

Jerome pareció darse cuenta de su situación, y no tuvo más remedio que detener sus esfuerzos infructuosos de salvarle la vida.  La apabullante verdad de que nada de lo que pudiera hacer, haría la diferencia, lo destrozó de una manera que nunca se imaginó.

Durante toda su vida, se había sentido como alguien capaz de afrontar cada reto que se le presentara, por eso cuando perdió la movilidad de las piernas por su propio orgullo, no se lamentó y siguió adelante. Eso no era nada para el poderoso hijo de los Barlovento. Solo ahora comprendió su pequeñez e impotencia al no obtener los resultados deseados de sus esfuerzos.

Casi en trance, volvió a tomar a Noah en brazos y lo apoyó en su pecho.

Un alfa y un omega. Casi parecía que no había nadie más en el polvoriento lugar.

—¿Por qué lo hiciste? —preguntó con voz ronca. —¿Por qué te interpusiste? —Noah alcanzó a escuchar e intentó responder.

—…Por qué…

Tan pronto como las palabras salieron de su boca ensangrentada, Jerome abrió los ojos anonadado. Inconscientemente, apretó su abrazo, pero el cuerpo en sus brazos ya no emitía calor alguno. El cuerpo de Noah estaba inerte, ya sin vida.

Así, precisamente en el día de su cuarto aniversario de matrimonio, Noah Ballestero murió en los brazos de Jerome Barlovento.

Fue casi una burla del destino, que cinco minutos después de que la respiración de Noah se había extinguido, llegó la policía a rescatarlos, junto con su equipo privado de guardaespaldas.

Jerome bajó la mirada y vio el rostro terriblemente pálido de la persona que nunca había aceptado. El mismo que había dado su vida en el último segundo y le había rescatado.

Si…Este omega era su esposo. Y había muerto entre sus brazos. Quizás este era el destino que el cielo tenía reservado para las personas corrompidas como él.

Así que no lloró. No se lo permitió.

...

2

...

Un brillo cegador le obligó a cerrar los ojos por algunos segundos, después de los cuales pudo ver a su alrededor con normalidad. Noah estudió el lugar con un poco de temor pues según su percepción, ya debería estar muerto…pero ahí estaba. En una pequeña habitación vacía.

A donde sea que fuera su mirada, todo lo que podía ver era el color blanco. Las paredes, el techo, y el suelo eran blancos. Incluso su ropa era blanca. Vestía un tipo de camisón e iba descalzo. No había nada más sobre su cuerpo. Con curiosidad, revisó el lugar donde había sido apuñalado. Para su sorpresa, la herida mortal había desaparecido, aunque conservaba una ligera marca en el lugar, que casi no podía verse si no prestabas atención. Era una delgada línea bordeada sobre su piel tersa. Noah pasó los dedos encima y sintió el relieve.

—Parece que no hay nada…

Saciada su curiosidad, caminó de un lado a otro, rodeando varias veces la habitación, pero nunca encontró una salida.

En semejante ambiente desolador, lo único que podía hacer era soportar la terrible soledad.

Noah se sentó en el suelo, y mientras era aplastado por el silencio y la nostalgia, no pudo evitar recordar sus segundos finales. Tal parecía que dio su último aliento al salvar a su esposo. Y lo más alarmante, había muerto entre sus brazos.

Por alguna razón, la vergüenza hizo que su rostro blanco se sonrojara.

—Cuatro años de matrimonio, y es hasta ahora que aprendes a ser amable… ¡idiota! —regañó.

.

Una cantidad desconocida de tiempo pasó, y descubrió que él ya no sentía hambre, sed o sueño. Lo que lo alarmó aún más. ¿Seguía siendo humano al menos?

.

Pudieron haber sido solo segundos, o siglos. Noah nunca lo supo, pero cuando creyó que se quedaría dentro de la habitación vacía hasta el final de los tiempos, apareció de la nada una mesa sencilla con una silla, justo en el centro de todo el lugar. Los dos nuevos objetos también eran blancos.

Con mil preguntas en el corazón, Noah se acercó a la mesa y vio que también había un libro al centro de esta. Pensando que dentro de las páginas podría encontrar alguna clase de respuesta, lo hojeó sin perder un segundo.

Por la cubierta en tonos rosados, lucía como un libro romántico. Al tenerlo cerca, vio el título: “Mi Amado Ángel”.

Tan pronto como leyó la primer página, Noah se congeló. Contempló el libro con asombro, y sobre todo, ligeramente furioso.

Quería lanzarlo lejos, pero resistió el impulso y siguió leyendo. Tal vez por aburrimiento, o un poco de morbo, leyó el libro completo en tres horas.

Dio un vistazo a la última página y cerró el libro con suma naturalidad. Vio la portada, y suspiró. Entonces, tomó el libro con enojo y lo lanzó contra la pared con toda la fuerza que poseía. El pobre libro fue destrozado así. Las páginas se esparcieron y volaron por el piso. Aunque a Noah ni siquiera le importó. Tal parecía que ese conjunto de hojas era algo sucio de ver, y no merecía una segunda mirada.

—¡Maldito libro de porquería! —gritó a todo pulmón. —¿Quién se atrevió a escribir esto? ¿Acaso es un dios o el destino? ¡Pues váyanse a la mierda! —declaró sin una pizca de arrepentimiento.

Como una especie de burla, las hojas desperdigadas comenzaron a temblar y al poco tiempo, se habían vuelto a reunir, formando de nuevo un libro en perfecto estado.

Noah vio todo el proceso, y aunque sintió algo de miedo, lo ignoró y apretó los puños.

—¡Jódanse! Eso no fue lo que pasó.

Cuando recién abrió los ojos y se dio cuenta de que, probablemente estaba en una clase extraña de limbo, no se quejó, ni lloró. Puesto que al final, había sido su decisión bloquear ese cuchillo. Bien o mal, él lo había elegido.

Pero luego de leer este libro “romántico”, no pudo contenerse y rompió a llorar. No por tristeza o arrepentimiento, sino por rabia.

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“Mi Amado Ángel” era una historia sobre un alfa que creció en la inmundicia, y a pesar de eso, brillaba como un diamante. Soportando las penurias que le impuso la vida, salió adelante. Incluso se vio obligado a soportar a un patético beta que se colgaba de él. Pero todo dio un giro cuando entró a la universidad, pues ahí conoció a su destinado, un precioso omega, puro y noble de corazón. ¿Qué era a lado de esta belleza, un beta común y corriente? Nada.

Claro que las cosas no fueron tan fáciles para los tórtolos, pues ambos tenían relaciones detrás de ellos. El alfa era asediado por el beta día y noche; y el omega era acosado por su prometido paralítico, y también quién resultaba ser el villano principal. ¡Pobres tórtolos!

Como si el destino los compensara, tiempo después salieron a la luz una serie de secretos, tales como que el alfa era hijo de una familia rica, etcétera, etcétera. Luego de varios enredos similares —y por alguna razón que se omite por completo—, el beta que acosaba al alfa tuvo una transformación y su género secundario cambió al de omega.

Cualquiera pensaría que los problemas de la adorable pareja empeorarían, es solo que el destino los volvió a bendecir.

Este nuevo omega, fue obligado a casarse con el villano paralítico, luego de ser encontrados en una situación demasiado vergonzosa. ¡Esto resolvió los problemas de los tórtolos! Quiénes por cierto, quedaron como las víctimas engañadas.

Después de eso, ¿alguien se atrevería a señalarlos por “formalizar” su relación?

¡Pero que conveniente!

Es a media novela cuando este repulsivo omega encuentra su final a manos del amante del villano. Y así, tienen media vida solucionada los pobres protagonistas. Nadie llora la muerte del omega olvidado, pues a nadie le interesa. Y muchos incluso dijeron que se lo merecía, por subirse a la cama de los demás con artimañas ocultas.

Si, los protagonistas dan unas palabras “amables” por ese chico asesinado, pero no es ni media frase. Siguen con su vida, tomados de las manos y sonriendo.

Es solo que no todo es color de rosa por mucho tiempo, pues lo mejor está por venir. Aún deben lidiar con el villano principal, quién tiene la desvergüenza de acusar a sus familias de una lista de crímenes bastante serios. Cuando la sombra se arremolina sobre los brillantes futuros de ambos protagonistas, el alfa cita al villano en la cima de un acantilado. ¿Por qué motivo? ¡Para más dramatismo por supuesto!

Y al final, por su propia desvergüenza, el villano cae por el acantilado y muere al estrellarse contra las rocas. Así, todos los principales enemigos de los protagonistas desaparecen y se dedican a amarse el uno al otro, pues los demás villanos pequeños no merecen ni siquiera su atención. Un simple movimiento de mano, y son barridos hasta desaparecer.

Fin, tan-tan.

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Las lágrimas ardientes escurrían por las mejillas de Noah. Cada palabra que leyó, sintió que encendía su espíritu de lucha.

—¡Nada de eso es verdad! —reprochó. La historia que él había vivido fue totalmente diferente. Es cierto que las escenas parecían ser las mismas, pero el trasfondo era algo muy distinto.

—No es justo que esta clase de embusteros salga impune —musitó, mientras caminaba hasta donde estaba el libro. Con resentimiento en su corazón, pisó con fuerza sobre él. —¡Ellos son los verdaderos villanos! ¿Es así cómo eliges a tus favoritos, dios, destino, o lo que seas? ¿Este tipo de ser traicionero merece la felicidad, pero yo no? —terminó gritando, tan alto que su garganta dolió. Se limpió las lágrimas con brusquedad, y siguió: —¿Qué fue lo que hice mal, eh? ¿Enamorarme de ese idiota? ¿Seguir las palabras de mi madre…de esa mujer? ¡Con una mierda! Cuando me enteré que se amaban, ¡me hice a un lado! ¿No merecía ni una pizca de compasión?

La luz lo cegó en ese instante y él no tuvo más opción que cubrirse los ojos.

—Ya, ya, ya. Si, el destino jugó contigo. ¿A quién le importa? Ya supéralo —dijo una voz femenina, que venía de todas direcciones. —No dejas ni descansar. —Se quejó de una manera infantil el ente.

—¿Qué eres? —El omega se armó de valor para preguntar. Intentó abrir los ojos, pero la luz era demasiado cegadora. No tuvo más remedio que seguir con los ojos cerrados.

—¿Importa? Ay, está bien, te lo diré. Estoy aburrida y hace milenios que no hablo con nada. Soy la deidad encargada de las historias. Es mi trabajo darles el camino correcto a los hijos dorados.

Noah asimiló las palabras con suma rapidez, después de todo, había estado en esta habitación sin la necesidad de dormir, comer o ir al baño. Una experiencia así no podía ser humana. Por lo que encontrarse frente a frente con una deidad, no parecía algo tan descabellado.

...

3

...

—¿Por qué estoy aquí? Recuerdo que morí. ¿No debería mi alma…desaparecer? —Noah dio en el punto. La auto-nombrada deidad de las historias, afirmó no haber hablado con nada en milenios, ¿qué volvía diferente al omega para incitarla a hacerlo ahora? Él no creía que fuera tan especial. No es que se menospreciara, pero ¿hacer hablar a una deidad consigo mismo por su gran carisma? No sonaba muy creíble.

—No solo sabes llorar —dijo ella con voz optimista. —Tienes razón, tu alma debía entrar al perpetuo ciclo de la reencarnación e ir a una nueva vida, pero intervine y te encerré aquí. —Su voz era orgullosa, como si esperara un cumplido, que desde luego, no llegó. —Por cierto, ya puedes abrir los ojos. Reduje mi impresionante y maravillosa aura para, ash, no dejarte ciego.

Noah abrió los ojos y frente a él vio a la mujer más hermosa y aterradora que había visto en toda su vida. El cabello lacio y dorado, llegaba hasta el suelo y se arrastraba varios metros detrás de ella; su piel era literalmente dorada; y sus ojos eran rojos en su totalidad. Por ropa, solo vestía una tela semi transparente que apenas cubría su cuerpo. Y toda su presencia emitía un ligero brillo cálido. Noah nunca antes se había sentido tan pequeño e insignificante.

—¿Por qué me trajiste aquí? —El omega repitió su pregunta, obligándose a mantener la compostura.

Ella clavó la mirada en el humano y luego de considerar algo, habló.

—Hay un par de cosas que están mal con tu mundo —dijo sin restricciones la deidad, mientras señalaba el libro que seguía bajo el pie de Noah.

—¿Qué? —De todas las razones, esta era la menos esperada.

—El final de la historia, es el que leíste, pero no debería ser así. En este final, los villanos mueren y los protagonistas viven felices para siempre.

—Demasiado trillado.

—Todos aman los buenos clichés —balbuceó ella, encogiéndose de hombros. —Es cierto que en la mayoría de los casos, alguien está destinado a ser el bueno y alguien más el malo. Pero ese no es el problema.

—¿Y, cuál debería ser el final?

—Eso no importa. El punto es que en esta versión, el villano principal no murió luego de caer por ese acantilado —informó, tomando a Noah por sorpresa.

—¡Entonces, Jerome…! —Al darse cuenta de que su preocupación estaba en el lugar equivocado, el omega cerró la boca. ¿Y qué si Jerome sobrevivía? No es que le interesara.

La deidad extendió un brazo, y el libro se deslizó bajo su pie mientras seguía su dirección. Terminó flotando sobre la mano dorada.

—Y cinco años después, él regresó buscando venganza. Al final lo logró, y en el proceso destruyó el mundo.

—¿Qué? ¿Es alguna clase de metáfora?

—No. Literalmente el mundo fue destruido. —Su voz era despreocupada, como si solo hablara de un bello día soleado.

—¿Cómo una simple venganza puede destruir todo un mundo? —Noah comenzó a creer que estaba siendo estafado, ¡y por una deidad!

—No comprendes, lo que da vida a cada mundo son las historias. En especial, las historias de los hijos dorados. Si ellos desaparecen sin una buena razón y reemplazo de un día para otro, el mundo pierde lógica y se destruye a sí mismo. Mi trabajo es evitar que eso suceda y mantener el equilibrio, para que las historias y sus mundos sigan existiendo.

—Si… Y, ¿esto tiene alguna relación con tu motivo para traerme aquí?

—¡Pues obvio! —dijo ella, como si se tratara de lo más lógico. —Todo iba mal en la historia, al punto de que…no importa. Lo peor sucedió después de tu muerte. El villano perdió la cordura por completo e ignoró las cosas buenas que podía ofrecer la vida en sí.

—Sigo sin comprender. ¿Por qué afectaría mi muerte en algo? ¿No era mi destino morir? —Esta última suposición provocó que el corazón de Noah se acelerara.

—El destino de todo ser vivo es perecer y volver a nacer, en un ciclo infinito. Pero en un caso más específico, siempre hay un momento indicado. Y en efecto, no era el tuyo.

—¿Qué quieres decir con eso? Si no debía morir… ¿Por qué lo hice?

—Podría ser un error con el halo del hijo dorado. Tal vez su luz fue demasiada y te eliminó por accidente. Aún no sé bien por qué.

—¿Tal vez? ¿Eres una deidad y no lo sabes? —preguntó molesto.

—No soy omnipotente, ¿está bien? —reclamó. —Pero ya nos desviamos del tema, aquí lo importante es que el villano hizo que el mundo fuera destruido.

—Pudiste advertirle —lanzó mordazmente Noah. Se sentía defraudado al saber que en ese momento no debió morir. Pero aunque estuviera renuente en su corazón, ya no había nada que hacer. Él mismo había tomado la decisión de interponerse entre Jerome y su amante.

—Durante su sangriento camino, recibió advertencias, pero nada le importó. —Se quejó la deidad.

—¿Advertencias?

—Sueños proféticos. Se le mostró que de seguir en esa vereda, el mundo sería destruido, pero aún así continuó.

Noah escuchó las palabras, y pudo perfectamente asociarlas con el Jerome que conocía.

—Si tu trabajo es mantener el equilibrio, ¿no podías deshacerte de él con un solo movimiento de mano?

—Mi trabajo es guiar, no imponer. Yo doy las opciones, los humanos deciden cual escoger.

—Con que es así. En fin, no debía morir, pero lo hice. ¿Para qué me cuentas todo esto? No tiene nada que ver conmigo, yo no fui quien destruyó el mundo. En tal caso, deberías traer aquí a Jerome, no a mí —exclamó Noah. A decir verdad, su argumento era muy sólido. No lo culpes por no ser un santo desinteresado, simplemente ese mundo lo abandonó, ¿por qué no podría él abandonar al mundo?

—Necesito que arregles este problema que creaste con tu muerte —anunció ella.

—Ya dije que no tiene nada que ver conmigo. Además, si el mundo se destruye o no, no me interesa.

En ese segundo, una luz blanca brilló alrededor de la deidad y ella pareció leer algo en el aire. Un sentimiento ominoso nació en el pecho de Noah. Presentía que esa luz estaba relacionada con él, y no de una buena manera.

—¡Fue aprobado! —gritó la deidad con emoción, haciendo que todo el espacio retumbara. El chico incluso fue empujado un par de pasos.

—¿Qué?

—¡Volverás! —La alegría era obvia en el rostro dorado.

—¡No! Quiero ir al ciclo de reencarnación. ¡Es mi derecho! —gritó Noah.

—Eres un caso especial, puedes volver. ¡No me lo agradezcas!

—¡Puedes mandar a alguien más! Hay cientos de historias así. —Intentó razonar él.

—Nop. No servirá si no eres tú.

—¡No cumpliré con lo que deseas! —juró el omega. Una fuerte esencia de rosas inundó el lugar. Si un humano estuviera presente y cerrara los ojos, percibiría el olor y sentiría que estaba en un hermoso campo de rosas; pronto, sería seducido y controlado por la esencia, buscando complacer y poseer al dueño de dicho olor. Pero solo estaban Noah y la deidad. Y ella jamás sería tentada o advertida, por la feromona de un humano.

—Descuida. No recordarás nada de tu charla conmigo.

—¡No!

—¿Sabías? La mente humana no es capaz de soportar información que rebasa su percepción de la realidad, así que cuando vuelvas, no me recordarás —dijo con una sonrisa triunfante en el rostro dorado.

Al instante siguiente, ella estaba de pie frente a Noah, a tan solo unos centímetros de distancia. Levantó la mano y la colocó en la frente del omega.

—Solo debes recordar esto: “No quiero morir a manos de la trama”.

Noah sintió que su conciencia se desvanecía y aunque quería luchar, no pudo hacer nada.

Su forma humana tembló y se convirtió en una cálida luz dorada. La deidad hizo arder el libro, y en su lugar tomó a lo que era Noah con sumo cuidado entre sus manos y le miró con amabilidad.

—Noah Ballestero, eres libre de elegir el camino que desees…solo no mueras. Y así, tu mundo podría recuperarse. Si tienes éxito, te recompensaré.

Ella alzó las manos hacia arriba y la luz fue desvaneciéndose, hasta que no quedó nada.

En ese momento, a un lado de la deidad apareció una sombra.

—Solo es un mundo más. No importa mucho si es destruido. ¿Por qué el esfuerzo?

—Arazthor… tal vez es cierto lo que dices, tengo millones de mundos para ver, y perder uno no es nada. Es solo que no puedo soportar que alguien se interponga en mi trabajo y cambie el guión. Ese sistema cree que puede burlarse de mí y engañarme. Pero yo sé quién es mi verdadero hijo dorado.

—Podrías simplemente reportarlo. ¿Por qué hacer que un humano vuelva a experimentar su sufrimiento?

—Así es más entretenido. Después de todo, soy Fábula, la deidad de las historias. Y amo ver una buena historia.

...

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