SINOPSIS
Velkan Kovacs, un hombre que siempre demostró seriedad, responsabilidad e inteligencia dedicado a sus estudios y trabajo, demostrando a su familia que era capaz de ser el nuevo líder de la empresa Kovacs Architects, había logrado tener un excelente contrato con una empresa dedicada a la construcción de villas en una zona residencial de Italia. Lo que no se imaginaba es que una mujer rebelde, alocada y sin prejuicios, dos años mayor que él, lo volvería loco en todos los sentidos, alterando su ordenada vida para convertirla en un amoroso caos.
HOLA QUERID@S LECTORES, ESCRIBIRÉ LAS HISTORIAS DE LOS HIJOS DE ESME Y DRAGOS. NOS IREMOS CON EL MAYOR VELKAN KOVACS, DESPUÉS CON EMILIANO KOVACS Y PARA TERMINAR CON NUESTRA QUERIDA ELDA KOVACS. ESPERO LES GUSTE TANTO COMO LA DE SUS QUERIDOS PADRES. POR FAVOR, LES INVITO A VOTAR Y CALIFICAR MI NOVELA. SABEN QUE ME GUSTA MUCHO SABER SUS OPINIONES, SEAN CUALES SEAN.
Prólogo.
Italia, enero de 2023.
Velkan Kovacs Montés se encontraba en la villa junto con sus padres y hermanos. Hacía cinco años que se habían decidido ir a vivir a ese país y dejar Rumanía. Ya tenían 23 años respectivamente y él se encontraba trabajando en un proyecto que requería pasar más tiempo en ese país. Y aunque les dolió a todos dejar a Anca y su familia, ellos eran muy unidos y no podían estar lejos unos de otros.
Dragos trabaja menos desde que le había dado COVID-19, pues aquello le trajo repercusiones a su salud. Así, su empresa se la cedió a su hijo mayor, claro que de vez en cuando la visitaba.
Por otro lado, Velkan tenía que buscar una nueva asistente porque, claro, su madre hacía unos meses había renunciado para pasar más tiempo con su amado esposo. Ahí conocería a la nueva y rebelde italiana Erea Fusco Palmieri, que cambiaría completamente su vida para llenarla de amor de una manera alocada.
Empezaba el año y ya se encontraba trabajando desde que amaneció en su oficina cerca de la zona de obra. El día de hoy comenzaría las entrevistas para contratar a la nueva asistente. No pedía mucho, en realidad quería a una joven estudiante que demostrara las ganas de trabajar y aprender para adquirir experiencia. Lo que nunca se imaginó Velkan Kovacs es que esa mujer que en ese momento se presentó con apariencia fina y buen vestir sería la que pondría su vida de cabeza.
Erea Fusco es egresada de la universidad en el área de idiomas. Ella, al ser la segunda hija de una familia adinerada, era la oveja negra de la familia. Le gusta la música de cualquier género, pero más la clásica. Sin embargo, para no cumplir con los estereotipos, comenzó a gustarle la música metalera y rock pesado. Le encantan las motos y los autos clásicos. Por lo regular, siempre vestía de negro, pero también le gustaba mucho el color amarillo. Era una mujer que le gustaba escoger a los hombres que se llevaría a la cama, pero hacía un año que no encontraba al adecuado. Se había pintado su cabello de blanco, rosa y morado. Estaba en contra de todo lo que su familia le había enseñado y más porque la querían obligar a ser alguien que no era, por el simple hecho de ser de la socialité. Ella quería estudiar música, pero en su familia no se lo permitieron, así que decidió trabajar por su cuenta y juntar dinero para estudiar una carrera corta de música y así poder poner una pequeña escuela y enseñar música.
DÍA DE LA ENTREVISTA
Velkan ya llevaba una hora en la entrevista y solo faltaba la pregunta que cambiaría su vida.
Erea Fusco, como era su costumbre, siempre llegaba tarde, pero con su moto nunca era demasiado tarde. Así que llegó a la dirección acordada en su moto negra y su casco. Había ido a la entrevista con un vestido ajustado a su cuerpo en color negro que se abrochaba por unos pequeños botones en el cuello y una abertura en el escote que dejaba a la imaginación si eran grandes o pequeños sus atributos. En sus muñecas llevaba unos guantes de cuero a juego con su vestido y su cabello amarrado en una coleta, con unos mechones en cada lado. Sus ojos estaban maquillados en un tono negro muy leve, con delineador negro y un toque de sombra en el lagrimal. Sus labios estaban pintados de rojo. Velkan salió de su oficina y llamó a Erea, pero nunca imaginó que vería a semejante mujer.
— Velkan recorrió con sus ojos de arriba hacia abajo a la señorita presente.
— ¿Es usted la señorita Erea Fusco?
— Así es, señor. Buenas tardes.
— Buenas tardes, señorita. Pase y tome asiento, por favor. ¿Qué manera de venir vestida así? ¿Sabe que viene a una entrevista de trabajo, verdad?
— ¿Qué tiene mi manera de vestir? ¿Acaso me está diciendo que solo por mi vestimenta no me contratará?
— Ha escuchado que como te ven te tratan.
— Y usted no ha escuchado que el león no es como lo pintan.
— Dígame, señorita Erea, vayamos al grano. ¿Cómo se ve usted a corto, mediano y largo plazo?
— ¿En serio me pregunta eso?
— ¿No se cree capaz de verse a futuro?
— Claro que sí. A corto plazo, quedarme en este puesto. A mediano plazo, tener dinero ahorrado para seguir estudiando. Y a largo plazo, poner mi propia escuela.
— La felicito, señorita. Espero que logre sus objetivos.
— Gracias, señor. ¿Entonces me contratarán?
— Revisaré nuevamente sus perfiles y les llamaré mañana.
— Porque ustedes, los que se dedican a contratar personal, hacen eso de decir "mañana les llamamos". No se supone que por eso están viendo nuestras hojas de vida. Además, ¿cómo va a usted analizar si nadie tiene experiencia?
Velkan estaba sorprendido por el atrevimiento de esa señorita para contestarle sin siquiera tener el trabajo todavía. "Es hermosa", se decía él. "Jamás había tenido la fortuna de ver a una mujer más bella que ella. Quiero tenerla cerca. Tengo que averiguar cómo hacerlo".
— Queda usted contratada, señorita Erea. Pero al más mínimo error, créame, al más mínimo error, no seré tan condescendiente con usted. Así como ha tenido el valor para refutar la manera en cómo decido escoger a mi asistente...
— ¡Asistente, ha dicho! Bueno, no sabía para qué era el puesto. No lo especificaban en el anuncio.
— Y no tengo por qué especificarlo, porque para eso reviso a detalle sus hojas de vida y sus respuestas. Pero ya que usted no aprueba mi método, hagámoslo a su modo. La veo mañana a las 7 de la mañana, ni un minuto más ni uno menos.
— Aquí estaré, señor...
— Velkan Kovacs, señorita Erea.
Los dos se quedaron viéndose un segundo y Erea salió de aquella oficina, nerviosa pero maravillada. ¿Cómo es que nunca había escuchado de ese semejante hombre que tenía enfrente? Ella había tenido varios hombres en su haber, ya no era virgen en definitiva, pero ese hombre la había cautivado en todos los sentidos. Comenzó a sentir un hormigueo en su estómago que no sabía descifrar si eran nervios o qué. Pero de algo estaba segura: se llevaría a la cama a aquel hombre a como diera lugar.
Faltaban escasos 5 minutos para que dieran las 7 de la mañana. Velkan estaba ya en la oficina arreglando algunos documentos y ubicando el escritorio de su nueva asistente dentro de su misma oficina. ¿Por qué? Ni él mismo lo sabía, pero para justificarse había mandado poner unos archiveros en donde anteriormente estaba el escritorio de su madre. Hasta que escuchó una moto llegar y esperó a que esa bella mujer entrara.
Erea llegó en su moto a toda velocidad. Faltaban tres minutos para que dieran las 7. Se maldecía una y mil veces porque siempre se desvelaba leyendo sus novelas románticas, pero se había quedado dormida. Así que se bañó rapidísimo. Llegó a la oficina exactamente a las 6:59. Lucía un hermoso traje negro pegado a su cuerpo que dejaba ver sus largas piernas y pequeña cintura, con unos pechos de tamaño mediano proporcionados a su cuerpo y unas botas de plataformas negras que le llegaban más arriba del tobillo. Con su cabello blanco suelto y, claro, no podía faltar su labial rojo quemado.
— Buenos días, señor Kovacs. Como usted me dijo, aquí estoy exactamente a las 7.
— Pensé que no llegaría, señorita Erea. Este será su escritorio.
— Pensé que estaría afuera, donde lo vi ayer.
— Me llegaron esos nuevos archiveros, así que entre más cerca estemos, mejor. La necesito conmigo las 24 horas al día. Bueno, no tanto, pero por eso me urgía tener una asistente. Dígame, ¿está dispuesta a viajar constantemente?
— Por mí no hay problema, señor.
— Excelente. Le pagaré XXX, y cuando yo le diga que la necesito, ahí estará. ¿Está de acuerdo?
— ¡Vaya! Jamás me imaginé que sin experiencia ganaría esa cantidad.
— Si no le parece, le disminuyo el sueldo.
— No, no está bien así. Si usted quiere que le bese los pies, no hay problema.
— Qué graciosa, señorita Erea. Nunca le pediría eso. Bueno, comenzamos. Sobre el escritorio, dejé unos planos y documentos del próximo contrato que tenemos.
— Claro, ahora lo acomodo. ¿Quiere algo en específico?
— Sí, quiero que tenga usted la iniciativa de hacerlo como mejor se acomode. Usted es la que manejará esos documentos, no yo.
— Huy, no se enoje, jefecito. Comenzaré a trabajar en ello.
Velkan no dijo más y, enfrente de ella, se dispuso a trabajar. Comenzó haciendo llamadas en español, después en rumano, para terminar en inglés, sin imaginar que su hermosa y peculiar asistente no le quitaba los ojos recorriendo todo su cuerpo de manera lujuriosa.
Ella es nuestra querida Erea Fusco.
He aquí a nuestro querido Velkan Kovacs.
Y así llego nuestra querida Erea a su nuevo trabajo.
Con un ritmo de trabajo muy pesado, Velkan había traído a su asistente Erea. Solo le daba tiempo para comer, la llevaba de acá para allá, sacaba citas, copias, hacía llamadas telefónicas, realizaba escritos y le pedía que le tuviera preparado su café antes de que llegara él o en cuanto llegara ella. Estaba realmente agotada. Lo que no sabía nuestra adorada asistente es que en esos días tendrían que salir a México para resolver algunas anomalías en la empresa de su padre de aquel lado.
— ¿Tienes tu pasaporte y visa en regla, Erea?
— Sí, señor.
— Prepara tus maletas, nos iremos mañana en la mañana a México.
— ¡Mañana!, ¿a México?
— Sí, ¿tienes algún problema? Se supone que fui claro cuando entraste.
— Sí, solo que no pensé que viajaríamos tan pronto, y bueno, solo me sorprendí, eso es todo.
— Puedes irte ya, para que prepares tus maletas. Nos vemos mañana en el aeropuerto a las 6 de la mañana. El avión sale a las 8.
— Está bien. Le dejo los documentos que me dio en la mañana. Ya están todos los de la caja archivados, y los del escritorio ya están listos para enviar.
— Excelente. Antes de que te vayas, envíalos, por favor.
Así lo hizo. Después, ella se retiró a su casa y preparó sus maletas. Para variar, su familia estaba reunida en el comedor, hablando de las frivolidades de su vida, como qué carro habían comprado en ese mes, las joyas, la ropa y cosas así. Ese tipo de pláticas a ella le molestaban, pero también para qué engañarse, ella también utilizaba el dinero de su familia para comprarse uno que otro gustito, y más si era autos clásicos, motos o discos de acetato de música clásica. Después de que había preparado ya sus maletas, se acercó al comedor.
— Buenas noches, familia. Les comento que por mi trabajo viajaré.
— Todavía sigues con lo mismo, Erea -dijo su padre-.
— Sí, ¿por qué?
— ¿Cómo que por qué? Eres una Fusco. Más vale que dejes ese trabajo y te dediques a la empresa familiar. No de en balde tu carrera de Relaciones Internacionales.
— Pues yo te dije que quiero seguir en este trabajo hasta que tuviera los 30 años, así quedamos, padre.
— Ya vete, que cada vez que te veo vestida así, me dan ganas de desheredarte y quitarte mi apellido, eres una vergüenza.
— Adiós.
Erea salió con lágrimas en los ojos, subió su maleta al auto de la empresa de su padre y le pidió que la llevara al hotel que estaba enfrente del aeropuerto. Había decidido no dormir en la casa de su padre. Llegó al hotel y se quedó dormida llorando en posición fetal.
Mientras tanto, en la casa Kovacs, todos estaban como locos haciendo sus maletas. Aunque era un viaje de negocios, iría toda la familia en el avión privado. Querían visitar a Víctor, el amigo de Dragos, que hacía aproximadamente 23 años que no se veían. Víctor había llevado bien el negocio. En estos años habían comprado un terreno e hicieron unas oficinas hermosas. Así que ahí estaban todos preparando maletas.
— Por fin conoceremos a esa famosa asistente que te vuelve loco, hijo - dijo Esme.
— Cuando la conozcan, sabrán por qué me vuelve loco. Pero hasta ahora es muy buena haciendo su trabajo, así que no la puedo correr solo porque no tolere su música y la forma en cómo se viste y habla.
— Ja, ja, ja, pobre de ti, hermanito. Pero dices que del odio al amor hay solo un paso - dijo Emiliano - y le secundo su hermana.
— Hay sí, "tan, tan, tatan" - comenzó a tararear la marcha nupcial, burlándose los dos de él.
— Ya basta los dos, déjenme tranquilo. Ella y yo somos como el agua y el aceite. Estamos porque es nuestro trabajo.
— Jajajá, hay mi niño. Ya quiero conocer a esa muchacha - dijo Esme.
Dragos solo reía por las ocurrencias de sus hijos. Cómo es que siendo los menores pudieran desquiciar a su hermano mayor. A veces Dragos veía reflejado el carácter de Esme en su hijo mayor. Era noble, inteligente y siempre buscaba ver el lado bueno de las personas. Pero cuando se topaba con gente que no encajara en sus gustos, ni siquiera les dirigía la palabra. Por eso, su hijo mayor nunca se le había conocido un amigo más que sus hermanos.
Todos se dispusieron a dormir para salir directo al aeropuerto a las 5 de la mañana.
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