Prólogo
Belén trabaja en una guardería, ya que ama a los niños. Todo parece ir bien en su vida hasta que es llamada por su padre, un hombre que nunca se hizo cargo de ella y no la ama. Este se casó con su amante y abandonó a su madre cuando ella era muy pequeña. Sin embargo, el magnate ahora le pide un favor.
¿Cómo un casamiento por obligación termina uniéndote con tu alma gemela?
Nota de la autora
Bienvenidos a esta novela del 2023. Gracias por acompañarme en este proceso de escritura y aprendizaje constante. Voy a dejar algunas aclaraciones para que podamos transitar este momento especial de la mejor manera posible. Mis historias se caracterizan por siempre tener una vuelta de turca, algo que haga que te sorprendas. Por lo que siempre recomiendo llegar hasta el final si van a dar una calificación baja. Ya que me estás palabras son el producto de mucho esfuerzo y horas frente a la computadora. Y muchas veces pasan cosas que podrían parecer chocantes, incluso nos enojamos con los personajes. Pero al final todo tiene una respuesta.
Algunas aclaraciones
Esta novela fue pensada para un concurso, por lo que es posible que comparta algunas características con otras que hayan leído. Mi intención es dar mi perspectiva y tratar de sorprenderlos. No quiere decir que comparto el pensamiento, ni concuerdo con las acciones que realizan los personajes.
Sus opiniones y mensajes son bienvenidos, ya que enriquecen a la historia, sobre todo mientras la estoy escribiendo. Recuerden hacerlo desde el respeto.
Trataré de responder a sus comentarios y dudas siempre que esté a mi alcance.
Volviendo a la novela
Esta novela viene a dar un cierre a otra historia que escribí con anterioridad. Para quienes ya han leído “Un amor imposible” les será más sencillo encontrar ese condimento extra. Sin embargo, no quiere decir que no se la pueda disfrutar sin haber leído la precuela. Ya que cada una de mis historias está escrita de manera independiente, para que no sea una saga sino una serie. Así que no se preocupen por ello y disfruten tranquilas de esta bella historia.
Por último
Si mi novela les gusta, no se olviden de dejar sus votos y sus me gusta; porque eso me hace saber a cuantas personas he llegado, posibilitando así también a que más personas me lean. Puesto que es inmenso el tiempo que le dedico a crear historias que ustedes son capaces de devorar en días. Desde ya muchas gracias por ser parte de estas aventuras junto a mí.
**Otras novelas completas **
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“La malquerida” 2020-10-16
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Saludos, Osaku
Belén despertó por la mañana después de haber estado toda la noche leyendo un libro de crianza que una amiga le había prestado, y debía devolver ese mismo día, pero que no había tenido la oportunidad de terminarlo y sabía que su amiga se molestaría con ella.
Además, había vuelto a soñar con ese hombre. Uno que ella no conocía, pero que cuando lo veía despertabas sus instintos más primitivos. Desde que tenía memoria recordaba a esa persona. Como si él viviera dentro de ella. Cada vez se hacía más nítido. Aunque todo el tiempo pasaba lo mismo, él le pedía que la mirara y le diera la mano. ¿Quién era este hombre? Ya se había cansado de hacerse esas preguntas.
Se levantó a toda prisa al ver que su despertador se había vuelto a quedar sin baterías y se preguntó cómo fue que pasó, ya que ella recordaba que lo había anotado en la lista que tenía pegada en la nevera. Aunque, era una mujer tan despistada que el día que fue a hacer las compras la olvidó sobre la mesa del comedor. Típica situación en la vida de Belén, no es que lo hiciera a propósito. Había lidiado toda su vida con su manera despistada de ser, solo era un rasgo exagerado de su personalidad.
Era tan común en ella ese tipo de cosas que en su trabajo no se sorprendieron al verla llegar tarde y llevando un calcetín de cada color.
—Aún espero que un día vengas en ropa interior —dijo una de sus compañeras riendo.
—No sería capaz. Aunque tal vez pueda llegar a venir en pijama —dijo otra mientras le daba la merienda a los niños.
—No sé, ¿cuándo vino con pantuflas no cuenta?
Sus compañeras no dejaban de bromear y hacer chistes. Una de ellas incluso le dijo que recibiría una agradable sorpresa ese día por ser tan despistada.
—Si fuera así, Belén viviría recibiendo cosas buenas —dijo una que salía del salón.
—Seño, seño… Jazmín no puede comer maní —dijo una de las niñas a Belén y esta corrió a quitarle la barra de cereal que la niña quería meterse en la boca.
Ese día tuvo que llamar a emergencias para que constataran que la pequeña no sufriera una intoxicación, y por ese motivo su jefa le llamó la atención. Pese a tener un día complicado en el trabajo, al salir de ahí fue a comprar unos pastelitos que eran los favoritos de su madre, la cual iría a visitar al día siguiente.
Mientras caminaba notó que había un hombre que deseaba cruzar la calle, pero que llevaba un bastón de los que suelen utilizar las personas con la visión reducida. Ella tomó el brazo del desconocido y después de saludarlo cordialmente y decirle su nombre lo acompañó a cruzar la calle.
—Gracias supongo —dijo el hombre que llevaba lentes de sol y que parecía ser mucho más serio que ella.
—No se preocupe, es un placer. Que tenga un buen día —dijo Belén mientras regresaba a la tienda.
Lo que ella no sabía era que ese hombre no estaba ciego y que incluso lo que llevaba en la mano no era un bastón para personas no videntes. Tan despistada era Belén que confundió la situación. Aun así, esto no solo le causó gracia a ese hombre sin sentido del humor, sino que mandó a uno de sus empleados a averiguar quién era esa joven tan amable y despistada.
Pasaron un par de semanas y Belén fue llamada por su padre, un hombre muy desagradable el cual había abandonado a su madre cuando ella era pequeña y se había casado con su amante, con la cual ahora tenía dos hijas. Él jamás la llamó para su cumpleaños, la fue a ver al colegio, ni preguntó por su salud mientras estaba creciendo. Cuando Belén le preguntaba a su madre por qué su padre no la quería, ella solo le decía que él se lo perdía. Aunque dudó la razón por la cual el magnate había solicitado que fuera a su empresa, ella sabía que al cumplir la mayoría de edad tendría que recibir la escritura de la casa donde actualmente su madre vivía. La cual habían comprado junto a su padre cuando ella aún no había nacido y que, según su madre, el hombre iba a darle cuando Belén cumpliera los veintiún años.
—Hija, no es necesario que vayas. Le pagaremos a un abogado para que lo haga. Tengo un mal presentimiento —confesó su madre.
—Mamá, tus medicamentos son costosos, no podemos darnos el lujo de contratar un abogado. Iré y firmaré los documentos yo misma. No te preocupes, trataré de estar atenta —dijo la muchacha pensando que podría con la situación.
—Eso es lo que más me preocupa, cariño —dijo su madre acariciando su rostro.
La mujer sabía que no podía esperar nada bueno del hombre que le había ayudado a darle la vida a su amada hija. Ella se había casado con él por insistencia de su familia, ya que estuvieron cinco años de novios mientras estudiaban en la facultad, pero en el fondo se sentía extraña. Así como ahora con Belén, resultó que él era un hombre distinto a como se mostraba con ella. Cuando lo descubrió engañándola, sus padres trataron de que se reconciliaran. Sin embargo, él dejó embarazada a su amante cuando Belén tenía pocos años de vida. Lo que significaba que él nunca había dejado de engañarla.
No quería que su hija tuviera que vivir en una casa sin amor. Por lo cual decidió desvincularse de su familia y de su exesposo para tener una vida común con la compañía de su hija. Algo de lo que Belén no estaba al tanto, ya que su madre se había cambiado incluso el apellido para que sus familiares no se entrometieran en la vida de la joven. Ahora su padre la había encontrado y le pedía verla, estaba segura de que no traería buenas noticias. Pero a la vez no podía acompañar a su hija a la empresa, por el hecho de que padecía de una enfermedad de la piel que le hacía sensible a ciertos ambientes. Hacía solo unos días había estado internada. Por lo cual, tras no poder convencerla de desistir, no le quedó otra opción que aceptar que Belén fuera sola ese viernes a ver a su padre.
—Escucha bien lo que voy a decirte. Cualquier cosa que ocurra, sin importar lo que sea, llámame —le indicó su madre.
—Mamá, casi tengo treinta años. Ya no soy una niña —dijo Belén sonriendo.
Autora: Osaku
—Nacería mil veces más por ella, si solo una vez pudiera mirarme cómo yo la veo—
Belén llegó tarde a la cita, ya que se quedó dormida en el metro. Después de sus clases en el gimnasio solía terminar agotada. Y ese día ni siquiera había podido ir a ducharse a su casa, por lo que debió cambiarse en los vestuarios e ir directamente de ahí. Al llegar al edificio donde estaba la empresa de su padre se sorprendió al notar que era tan grande. Tenía más de veinte pisos el lugar. Al llegar a recepción, la joven que trabajaba ahí la miró de manera desagradable. Al parecer ella no había elegido la ropa correcta para ir o tenía un mono en el rostro porque esa chica no dejaba de mirarla.
—Disculpe, tengo una cita con el CEO. Llegué un poco tarde —indicó Belén, quien no se había percatado de nada.
—Sí, claro —dijo la muchacha a modo de burla—. Dígame su nombre y apellido.
—Soy Belén Isaurralde —dijo ella y la muchacha la miró con indignación.
Para ella solo había dos jovenes con ese apellido. Seguramente esta muchacha mentía, ya que no era ninguna de las hijas de su jefe.
Aun así, la secretaria llamó a su jefe, pero nadie respondió en la oficina.
—Lo siento señorita —dijo despectivamente la recepcionista—. Seguramente no pudieron esperarla.
—¿Está segura? —preguntó Belén, no quería tener que volver otro día—. ¿Podría llamarlo a su teléfono y decirle que si le parece puedo verle en un bar?
—Mire, el señor Isaurralde tiene mucho trabajo que hacer. No puedo estar molestándolo por tonterías —indicó la empleada de malos modos.
—Es que mi padre me citó aquí, y traté de llegar antes, pero tuve un percance —Belén seguía tratando de ser razonable, pero la joven no dejaba de burlarse de ella.
—Llamaré a seguridad, usted es solo una alborotadora —la recepcionista tomó el teléfono; sin embargo, un hombre delgado y muy alto colgó por ella.
—Aquí está señorita Isaurralde, la estábamos esperando —dijo y la invitó a pasar, la secretaria se quedó sorprendida.
—Disculpe, es que no podíamos ubicar a mi padre con la secretaria —dijo Belén y el hombre sonrió.
—No se preocupe, la reunión cambió de sitio, por lo que todos estamos acomodándonos —dijo el secretario del presidente.
Una vez que Belén y él entraron a un salón, su padre se puso de pie. La invitó a sentarse y le ofreció algo de beber. Ella no era una chica que pensara mal de las personas, por lo que no le extrañó la amabilidad. No se esperaba lo que estaba a punto de vivir.
—Aquí está el contrato, fírmalo y te dejaré ir —dijo su padre y ella se sentó y empezó a revisarlo—. ¿Qué haces?
—Verifico lo que voy a firmar —dijo Belén, pero su padre le quitó los documentos.
—Primero tomemos algo, hace mucho que no nos vemos —dijo el hombre algo nervioso.
—No nos vemos porque elegiste abandonar a mi madre y tus responsabilidades como padre. Ahora déjame leer y firmar para así poder irme. Belén era distraída, pero tenía en claro el vínculo que deseaba tener con su padre, ninguno. Por lo que una vez que tuviera listo eso se despediría para siempre de él.
—Escucha, eres mi hija y siempre lo serás. Más allá de esas tontas escrituras tengo una propuesta para hacerte, hay un muchacho con quien hago negocios que está interesado en casarse contigo —dijo su padre de manera incisiva. ¿Cómo podría estar alguien interesado en ella si ni siquiera la conocía?
—No tengo intenciones de casarme. Gracias, pero solo dame el contrato de la casa —Belén empezaba a perder la paciencia.
—No puedo creer lo egoísta que eres, tu padre consiguió a alguien de buena familia para ti y no te tomaras el tiempo de conocerlo siquiera —el hombre comenzaba a tornarse más insistente.
—Tienes otras hijas, pídele a alguna de ellas que se case con ese muchacho —dijo Belén y le quitó los documentos para revisarlos—. ¿Qué es esto? Esto no es por la casa, es un acuerdo de matrimonio.
Antes de que Belén pudiera ponerse de pie, dos hombres a su lado le sujetaron los hombros.
—Espera. ¿Qué están haciéndome? —preguntó ella molesta.
—La realidad es que iba a casar a mi hija Karen con el CEO de industrias Dufort, pero hace un par de semanas tuvo un accidente y quedó ciego. No voy a dejar que mi hija se case con un hombre de veinte años que no puede ni caminar sin ayuda —dijo el hombre en tono de burla.
—No puedo creer que sea capaz de hablar así de una persona que sufrió tan terrible situación —dijo Belén indignada.
—Ya que te apenas tanto por él, serás una excelente esposa —dijo su padre alardeando.
—¿De qué estás hablando? No voy a casarme con alguien que no conozco. Si me llamaste por esto estás equivocado —dijo Belén, aun sin entender que su padre no aceptaría un no por respuesta.
—¿Tú piensas que puedes decirme que no? Sabes lo que va a pasar, firmarás ese acuerdo prenupcial y esta noche te casarás con el señor Dufort para que yo pueda seguir operando tranquilamente en mi empresa. Si no lo haces haré de tu vida y la de tu madre un infierno —amenazó el hombre a Belén—. Esperas volver a tu casa, pues mira lo que hice en un día con tu departamento.
Le mostraron una foto donde decía que estaba a la venta.
—Si te niegas, esta misma noche haré incendiar la casa de tu madre, y de ser posible con ella dentro. Nadie rechaza a un Isaurralde y vive para contarlo. Demasiado dejé vivir a esa maldita mujer —dijo como si nada le importara, Belén no podía imaginar que era hija de un hombre así—. ¿Qué me miras? Si supones que lo dejaré ahí estás equivocada. Haz lo que te pido o prepárate para vivir con tu madre en la miseria, haré que la despidan al igual que a ti y cuando trates de conseguir otro empleo te rechazarán, porque yo mando en esta ciudad. Ahora firma y deja de hacerme perder mi tiempo.
—Te haré pagar por esto —dijo Belén después de firmar el contrato prenupcial.
—Dicen que tu prometido no es un hombre fácil de tratar. En caso de que se canse de ti te quedarás en la ruina, aun así, yo obtendré los millones que su familia me prometió. Ves hija, papá siempre gana —dijo el maldito y empezó a reírse.
Autora: Osaku
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