Todo empezó el día que me casé. Yo soy Elizabeth y esta es mi historia. Cuando llegué a casarme y dije la palabra ¡acepto!, me di cuenta de que mi vida iba a cambiar, y que estos cambios también serían en las buenas, malas y en las enfermedades. Eso creía yo, pero todo ese pensar me cambió por completo, pues el día que me casé no me di cuenta de que no era el correcto, y aún así me casé con él sin saber quién era realmente. Pero grave error que después reconocería al darme cuenta de cómo era él cuando nos casamos...
Era un día hermoso, el sol brillaba aún más. "¡El día de hoy me caso!" -dijo Elizabeth-. "Espero que seas muy feliz, hija mía, aunque no me gusta la idea de que sea él con quien te casas" -dijo Karina, la madre-. "Hoy no, por favor. No ves que estoy feliz" -dijo Elizabeth-. "Está bien, hija. Ya todo está listo. Nada más falta la novia" -dijo Karina triste-. "¡Vámonos!" -dijo Elizabeth emocionada-. Así fue que Karina y Elizabeth se fueron a donde se iba a realizar la boda, un lugar lleno de flores y lazos blancos con un largo pasillo donde lo esperaba él y el padre. Elizabeth, al ver a su padre, le tomó del brazo y caminaron hasta llegar con su futuro esposo. Al llegar, su padre lo entregó y le dijo: "Cuídala y protégela porque es mi mayor tesoro" -le dijo a él con tristeza-. "Así será, señor" -le contestó-. Cuando Elizabeth no le paraba el corazón de latir por tanta emoción que hasta parecía que se le iba a salir, pero al contrario de él, él parecía bastante normal como si estuviera haciendo cualquier cosa, pero a Elizabeth no le tomaba importancia. Cuando llegó la hora de decir ¡acepto!, él lo dijo con tanta frialdad, pero para Elizabeth fue como tener el corazón en la boca. Tanta emoción dijo ¡acepto! Después de toda la ceremonia, fueron al salón para seguir la fiesta, pero aunque Elizabeth se la pasaba de maravilla, no era igual para el esposo, quien se la pasaba en todo momento con una seriedad que asustaba a cualquiera que lo mirara o hablara con él.
"¡Amor! ¿Qué tienes? ¿Te sientes mal?" -preguntó Elizabeth preocupada-. "No te preocupes, no tengo nada. Solo que no me gustan las fiestas" -dijo él-. "Lo siento, mi amor. Se me olvidó que a ti no te gusta nada de esto" -dice Elizabeth triste-. "No te pongas así, yo estoy aquí porque quería que fueras feliz. ¿Eres feliz?" -dijo él-. "¿En serio insistes en esto por mí?" -dijo Elizabeth conmovida-. "Sí, mi vida. Entonces, ya que estamos aquí, ¿me harías el honor de bailar con tu esposo?" -dijo él serio-. "¡Claro que sí, mi Martín!" -dijo ella-. Cuando los dos caminaron a la pista de baile, le pusieron una canción lenta y suave para que bailaran su primer baile juntos como esposo y esposa. Ella estaba disfrutando cada momento que pasaba con su esposo, él tan solo quería que todo se acabara ya que nunca le gustó estar con la gente. En unas horas después, todos estaban despidiendo a los esposos, y así fue que ellos se fueron en su carro a dirección a su nueva casa. Elizabeth no conocía la casa, y cuando llegaron, ella se sorprendió demasiado. "Es hermosa" -dijo Elizabeth con emoción y viendo la casa-. "Vamos para adentro" -dijo él con seriedad-. Cuando entraron, Elizabeth estaba maravillada con todo. Aunque ellos no pudieron tener una luna de miel por el trabajo de Martín, ya que tenían que esperar unos meses para poder hacer ese viaje.
Cuando menos lo esperaba, ya era hora de subir a la habitación para pasar su primera noche juntos. Pero lo que no sabía Elizabeth es que su marido no quería pasar la noche con ella. Mientras ella lo esperaba en la habitación principal, él estaba tomando en el despacho. A Elizabeth se le hacía raro que su esposo no fuera todavía a la habitación. Entonces se armó de valor y fue a buscarlo. Después de buscar en toda la casa, se encontró en la puerta del despacho. Tocó para ver si alguien estaba, pero nadie le contestó y decidió abrir aquella puerta. Cuando la abrió, vio a su esposo en su escritorio tomando. Ella se fue hacia su esposo y le preguntó: "¿Por qué no has ido a la habitación? Te estoy esperando". "¡Vete tú! ¡Yo no quiero ir!", dijo él molesto. "¡Martín! Es nuestra primera noche juntos, ¿por qué no quieres venir?", dijo ella enojada. "Porque no quiero estar contigo, alguien a quien tuve que acercarme por obligación de mis padres", dijo el borracho. "¿Será eso o que eres gay?", dijo Elizabeth enojada. Elizabeth, antes de irse, Martín la detuvo y la agarró de la cintura enojado. "¡Repite lo!", dijo el enojado. "Que eres gay, por eso no quieres tocarme. Ahora veo por qué no querías hacerlo desde antes", dijo ella enojada y viéndolo a los ojos. "En serio que te equivocas, y ahora te voy a mostrar cómo soy en realidad y espero que no te arrepientas jamás", dijo el enojado. Elizabeth, al escuchar aquellas palabras que le dijo su esposo, se asustó porque jamás lo había visto así de enojado. Pero también sabe que ella tiene una parte de la culpa para que él estuviera así. "¿Por qué me agarra así el jamón? Fue brusco y menos violento conmigo. No sé qué está pasando", pensó ella cuando veía a su esposo. "¿Por qué me propuse enamorarme de él? Soy una estúpida por creer las palabras vacías de este señor", pensó ella. Cuando menos se dio cuenta, su esposo la cargó como un costal. "¿Qué demonios? ¿Qué haces Martín? ¿A dónde me llevas?", dijo ella. "A nuestra habitación. Te voy a demostrar que lo que acabas de decir es mentira", dijo el enojado. Cuando Elizabeth lo escuchó, se preocupó. "¿Ahora sí quiere ir a la habitación cuando le dije eso? ¿Tanto se ofendió que me lleva a la fuerza a la habitación o será que también me va a forzar hacerlo? Espera, no", pensó Elizabeth. "Oye, déjame. Ya bájame, Martín. Yo no quiero hacer nada", dijo ella asustada.
Elizabeth se encontraba tan asustada que ya no sabía qué hacer para que él se calmara. "Martín, te dije que no quiero, así que bájame", dijo ella alterada y pateándolo. "Haz silencio", dijo él con una voz muy fuerte y amenazante. Cuando llegaron a la habitación, Martín aventó a Elizabeth con una fuerza hacia la cama, haciendo que ella se quejara de dolor. "¡Qué demonios sucede contigo!", enojada dijo Elizabeth. Él no le hizo caso a sus palabras, pero cuando se dio la vuelta, vio que Elizabeth quería escapar de la habitación. Al ver esta acción, la agarró de las muñecas y la azotó en la pared con fuerza. "¡Auch!, ya déjame ir", dijo Elizabeth asustada. "Ahora te quieres ir, pues no querías que viniera para nuestra primera noche juntos. Ya estamos aquí, así que no te vas a escapar de mí y menos con lo que dijiste hace un rato", dijo Martín enojado. Cuando Elizabeth iba a contestarle, este no la dejó, besándola bruscamente. A cambio, ella no correspondió el beso y lo mordió. "¡Auch!, me acabas de morder", dijo él sorprendido. "¡Sí!, ya déjame ir, prometo ya no molestarte", dijo Elizabeth con los ojos llorosos. Martín la miró y al verla así, en vez de sentir remordimiento, sintió una especie de excitación que hizo que su amigo reaccionara sin darse cuenta. "¿Sabes Elizabeth, mirándote bien, estás muy hermosa y se dice que en tu familia son vírgenes hasta que se casan", dijo Martín con una voz malvada. "¡Martín!, ya déjame ir por favor", dijo ella con las piernas temblorosas. "Mira Elizabeth, cuando provocas a un hombre como lo acabas de hacer, tiene consecuencias. Lo debes saber muy bien", dijo Martín con una sonrisa de lado. Elizabeth, al oír estas palabras, ya no supo qué decir y se quedó callada, nada más viéndolos a los ojos, viendo esa excitación malvada que se le notaba tanto que le daba mucho miedo, mientras que Martín le entraba más la duda si era cierto que era virgen. "Será que es virgen", pensó Martín. "Oye Elizabeth, ¿si es cierto que hasta que te casas sigues siendo virgen?", dijo Martín un poco serio. Mientras que Elizabeth oía la pregunta de Martín, desvió la mirada, ya que no quería contestar. Esto para Martín era un sí, y con más ganas quería comprobarlo por sí mismo. Volvió a besar a Elizabeth, pero ahora con más suavidad. Cuando Elizabeth vio lo que estaba haciendo Martín, se sorprendió. "Espera, ¿qué está pasando? Me está besando gentil. Ya no es brusco conmigo. ¿Será porque se dio cuenta de que sí soy virgen? Entonces, a los hombres nada les interesa ser el primero. ¡Fastidio! Yo pensé que él era diferente, pero ya veo que no", pensó Elizabeth. Ellos dos se encontraban en el beso, aunque a Elizabeth no le gustó la forma en que reaccionó. Él no lo detenía porque, al fin y al cabo, era su marido y, aparte, no podía con él por la diferencia de fuerza. Cuando todo iba progresando, Martín se empezó a relajar y empezó a bajar sus manos a las nalgas de Elizabeth, haciendo que ella se erizara al sentir sus toques. Pero esto también hizo que Elizabeth dejara de pensar y se dejara llevar, y empezó a disfrutarlo como Martín. En ese momento, Martín dejó de besarla, la miró un momento y dijo: "¡Demonios! ¿Por qué debe ser tan hermosa? Hace que la desee aún más". "¡Rayos! ¿Por qué paró? Me estaba gustando, pero qué demonios dijo. Si él es igual que los demás", pensó Elizabeth. Martín empezó a besar el cuello de Elizabeth y poco a poco bajaba más hasta llegar a sus senos, donde empezó a masajearlos suavemente y empezó a lamerlos. Esto hacía que Elizabeth, sin darse cuenta, soltara unos gemidos. Y Martín, al oír los gemidos de ella, se excitaba más, tanto que no lo pensó dos veces y volvió a besarla, pero ahora con tanta pasión que la cargó y ella puso sus piernas abrazo el cuerpo de Martín. Martín la sostiene y se la lleva a la cama, dejándola en ella con una suavidad. Después se separa del beso, la mira y se levanta quitándose la camisa. Después se sube arriba de ella y la besa apasionadamente, mientras que sus manos empiezan a recorrer cada parte de su cuerpo. Cuando Martín le quita el vestido y ve la lencería que trae puesta, ya no lo puede resistir y empieza a desnudarla y desnudarse, haciendo que Elizabeth se sonrojara. Cuando se acerca a Elizabeth, la mira a los ojos y ella dice: "Espera (agitada)". "¿Qué sucede?", dijo Martín. "Es... es que si... es mi primera vez", dijo ella nerviosa. "No te preocupes, yo seré gentil contigo", dijo él. "Está bien, confío en ti", dijo ella nerviosa. Cuando ella dejó de hablar, Martín la volvió a besar y empezó a penetrarla poco a poco. Aunque a Elizabeth le dolía al principio, no dijo que parara, sino que dejó que sus besos la envolvieran para que el dolor fuera menos. Cuando él sintió que ya la había penetrado, empezó a dar estocadas lentas y profundas mientras la besaba y con sus manos recorría cada sentimiento de su cuerpo. "Mmmmah", gemía Elizabeth. "Dios, estás bien rica", dijo Martín. Cada minuto que pasaba entre ellos hacía que sus gemidos se escucharan en toda la casa. Cuando los dos se vinieron, se acostaron desnudos y primero se quedó dormida Elizabeth. Cuando Martín vio que se quedó dormida, se quedó unos minutos viéndola. "¡Rayos! Que hermosa estás, pero esto no puede ser", dijo Martín. Y después la abrazó y se quedó dormido minutos después. Cuando los dos dormían, cada vez se sentían más calientitos entre ellos. Se podía decir que era como dos enamorados, pero no era así. Era más como si fueran dos enemigos que se atraen por cómo son parecidos.
¿Será que puede ser un matrimonio con amor o serán enemigos que solo se atraen?
Cuando me desperté, lo vi a él, mi esposo, desnudo boca abajo, durmiendo muy profundamente. Al verlo así, llegaba a mi mente si él realmente me podría amar como yo lo amaba a él o tal solo si lo hacía porque no tenía de otra. ¿Qué pasará después de esto con nosotros? - pensó ella. Después agarró unas pastillas que le había dado su suegra en la boda para cuando pasara el acto. Eran unas pastillas para el dolor. Elizabeth se las tomó y en unos minutos hicieron efecto. Se levantó despacio y después vio la cama y había una pequeña mancha. Dio un pequeño suspiro. "Ahí tienes lo que querías. Mi virginidad ya fue tuya. Espero que desde ahora ya no sea así otra vez" - pensó ella con tristeza. Se dirigió al baño, cerró la puerta y se metió a bañar. Mientras tanto, Martín se estaba levantando y notó que Elizabeth no estaba. Se levantó de golpe y se dirigió al baño, pero escuchó la regadera y quiso abrir la puerta, pero no pudo. Se molestó, se dirigió a la cama y vio esa pequeña mancha. "¡Demonios! Yo pensé que era mentira lo que dijo ella, pero no voy a negar que me gustó estar con ella y realmente no te voy a dejar ir ahora. Me perteneces, Elizabeth" - pensó él. Al ver que Elizabeth todavía estaba en la lucha, empezó a buscar las llaves del baño para abrirla y las encontró. Después abrió el baño con mucho silencio y se metió. Después vio aquella hermosa espalda de su esposa y entró despacio sin que ella se diera cuenta y empezó a enrollarla por la cintura. "¡Demonios, Martín! ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste?" - dijo ella viéndolo a los ojos. "Estoy acompañando a mi esposa. ¿Es eso malo?" - dijo él sin dejarla de mirar. "¡Disculpa! Eso no lo decías ayer cuando fui a buscarte" - dijo ella molesta. "Pero lo dije ahora que estoy aquí contigo" - dijo él viéndola de arriba para abajo. "¡Salte de aquí pero ya, Martín!" - dijo ella. "¡No! Quiero bañarme contigo también" - dijo él. "¿Qué demonios sucede contigo? Primero me tratas como si yo te hubiera engañado y después te ofendes y me tratas de tener a la fuerza. Y luego, después de saber que era virgen, eres gentil conmigo y después esto. Ahora dime qué te pasa a ti" - dijo ella viéndolo a los ojos. "Es que mi padre me obligó a casarme contigo, pero yo quería ver qué tipo de persona eres. Por eso me acerqué a ti y después nos casamos, pero no estoy enamorado de ti. Pe..." - dijo él. "Pero que nada más querías ser el primero y ya. Si es así, pues lo conseguiste. Eres el primero. Ahora déjame en paz" - dijo ella enojada y triste. "Yo no dije eso. Pero me lo haces pensar porque te comportaste de diferente manera cuando descubriste que era virgen. ¿O me vas a decir que son ideas mías?" - dijo ella. "No me acosté contigo porque fueras virgen, sino que quería estar contigo después de la forma en como me desafiaste. Y después descubrí eso y pensé: por ser su primera vez, no puedo ser duro con ella. Nada más eso" - dijo él enojado. Ella no muy convencida lo miró y se volteó y empezó a bañarse. Esto para Martín hacía que enojara, pero a la vez la deseaba tanto que la agarró del cuello y la volteó. "Sabes, Elizabeth, desde que te vi, te me has hecho hermosa. Pero ayer pude ver cómo eres realmente y haces que te desee tanto que no me puedo controlar" - dijo él viéndola a los ojos. Elizabeth, al oír estas palabras, se quedó sin qué decir y cuando menos lo esperó, él la agarró y la besó, haciendo que el beso se intensificara. Elizabeth se sorprendió, pero le correspondió el beso. Y cuando todo iba avanzando, tocaron el timbre y esto hizo que Martín se separara de Elizabeth. Cuando la vio, vio que estaba agotada y sonrojada y que el agua le corría en su cuerpo desnudo. "Ahorita vengo. Voy a ver quién es" - dijo él sin dejarla de mirar. Ella no dijo nada y nada más asintió con la cabeza mientras que ella lo veía irse. Suspiró y se acabó de bañar. "¿Cómo que ya se tardó, no? Mejor me voy a cambiar" - se dijo ella misma. Cuando salió, se cambió y se arregló. Bajó las escaleras buscando a Martín hasta que llegó a la oficina y abrió la puerta sin tocar. Vio a una mujer muy hermosa teniendo sexo con su esposo. Esto a Elizabeth la sorprendió, mientras que Martín nada más sonreía. "Salte de aquí ya" - dijo Martín enojado. Elizabeth, sin saber qué hacer, se salió. Usando salió, se dirigió al cuarto, agarró su cartera y bajó las escaleras. Pero cuando bajaba, vio a su marido despidiendo a la mujer. Cuando se fue la mujer, Elizabeth se dirigió a la puerta de salida, pero Martín la agarró de las muñecas y se la llevó a la oficina y cerró con llave. "¿Qué demonios haces, Martín? ¡Ábreme la puerta!" - dijo ella molesta. "¿Y a dónde vas a ir?" - dijo él sarcástico. "¡A donde sea voy mientras que no esté aquí, mejor!" - dijo ella seria. "Tú no te irás a ningún lado. Tú eres mi esposa y tu lugar es aquí" - dijo él enojado. "Tú no eres mi dueño y con lo que acaba de pasar, menos me voy a quedar a tu lado" - dijo ella enojada. "¡Quiero ver cómo vas a hacer eso!" - dijo él sarcástico y riéndose. "¿En serio, Martín? Ya tuviste lo que querías de mí. Ya déjame ir. Tú muy claro me dijiste que no me amabas y menos tienes cariño hacia mí. Mucho menos vas a tenerme un respeto como tu esposa. ¿Qué quieres de mí?" - dijo ella triste pero enojada. "Quiero que hagas lo que yo quiera" - dijo él serio. "¡No! No quiero quedarme a tu lado" - dijo ella. Cuando ella dijo eso, hizo que Martín se enojara y se acercó a ella y la besó a la fuerza, pero ella no le correspondió y lo mordió para que la dejara de besar...
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