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Entre El Amor Y El Odio

01

—Oh, vamos, ¿De verdad vas a llorar por esto? — Miro con desprecio a la persona arrodillada en el piso, sintiéndose superior por toda la atención que estaba recibiendo en el momento —. No sos más que una inútil, cobarde ¿De verdad pensaste que tendrías alguna oportunidad con Darío?

El nombrado bajo la mirada al piso, sintiéndose demasiado asustado como para ponerse firme y defender a la chica de aspecto desalineado que lo miraba con súplica. Él había aceptado participar en eso desde un inicio, pero en ese momento ya no lo quería. Los ojos de los demás se clavaban como puñales sobre él, dejándole herido y asustado.

—Ella es horrible, Darío no tiene tan mal gusto —comento con burla una chica de cabello castaño, quien mantenía en todo momento su celular en mano grabando todo.

—Vamos, Darío, di algo —añadió alguien entre la multitud.

Ante su pedido, todos centraron su atención en Darío, incluso la chica tirada en el piso. La presión era tanta, que forzó su mejor sonrisa burlona y, tragando el nudo en su garganta, dijo.

—Es cierto, jamás saldría con alguien tan fea.

Las risas inundaron el lugar, con comentarios hirientes dirigidos a ella. Darío quiso decirle que nada de eso era verdad, que lamentaba ser tan cobarde y que ella se merecía alguien mejor, pero al final no dijo nada, limitándose a intentar transmitir eso con su mirada. Ella no lo notó, ahogada completamente en su dolor, no fue capaz de percibir lo que el chico tanto deseaba hacerle saber, pero la que si lo hizo fue Amber.

—Traeme la botella —le pidió a la chica de la derecha.

Ella no tardo ni dos segundos en buscar la botella, la cual desprendía un olor asqueroso. Amber, con una sonrisa maliciosa en el rostro, destapo la botella y tiro la mitad del contenido sobre la chica en el suelo. Todos alrededor reían, sin dejar de grabar, aunque también había algunos que se tapaban la nariz porque no podían soportar el olor tan desagradable.

Amber de repente se detuvo, mirando a Darío con burla disfrazada.

—Vamos, Dar, seguí vos.

—¿Yo? —Se señaló a sí mismo, atónito.

—¡Vamos Darío! —grito alguien.

Eso ánimo a los otros para que se unan a corear su nombre, queriendo ver el espectáculo. Darío no se animó a decir que no, así que agarro la botella y tiro el líquido restante sobre ella.

3 años después

—¡Yo tengo muchas ganas de ver "El secreto de la luna"! —exclamó Camila con emoción.

—No, esa es aburrida —se quejó Sofía —ni siquiera sé por qué te gustan tanto las películas de hombres lobos.

—¡Porque son sexis! —aseguro de inmediato.

—No son la gran cosa, prefiero los vampiros.

—Los vampiros son aburridos.

—No lo son. Tienen superfuerza, velocidad ¡Y no envejecen!

—Sí, y no pueden salir de día porque la luz del sol les hace daño.

Sofía frunció el ceño, en contra de las palabras de su amiga, sin embargo, apenas abrió la boca para decir algo sintió que alguien chocaba contra ella y la tiraba al piso.

—Pero que mier...

La chica en frente suyo se puso pálida, sin saber qué decir para salvarse.

—Miren quien tenía que ser, la inútil de Amber. Lo hiciste a propósito ¿Cierto? Para eso es lo único que sirves, para molestar a los demás. Dime ¿También quieres acabar conmigo? Igual que lo hiciste con...

—¡Ya basta! —grito al fin, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas.

Antes de que puedan hacerle algo por haber gritado, salió corriendo sin mirar atrás. Mientras Sofía y Camila reían con burla, un chico de campera negra miraba la escena con una sonrisa. Ya era hora, llego el momento de la venganza.

Amber, por su parte, corrió hasta llegar a una calle solitaria, dejándose caer al suelo y llorando con amargura. Por más que intento escapar de su pasado, era imposible, este la seguía a donde sea que vaya. Era una maldición que ella misma había buscado.

Si tan solo se hubiera comportado mejor en el pasado, si tan solo se hubiera detenido antes de cruzar la línea, si tan solo...

Dejo escapar un grito de rabia, golpeando el suelo tantas veces como pudo, dejando su mano con algunos moretones. Su respiración se encontraba acelerada y sentía como si alguien la mirara y se riera de su desgracia. Era eso lo que se merecía ¿Verdad? Entonces, todo lo que debía hacer era aguantar.

Una mano cálida se apoyó en su espalda, reconfortándola. Cuando alzo la mirada, vio un par de ojos café mirándola con preocupación. Era Dayana, su mejor y única amiga.

—¿Fueron ellas otra vez?

Amber asintió.

—¡No puede ser posible! Tenemos que hacer algo, no podemos dejar que siga molestándote y saliéndose con la suya.

—¿Por qué? Esto es lo que merezco —susurro Amber con la voz rota.

—¿Por qué? ¿Por algo que paso hace tres años? No voy a decirte que no pasa nada, porque lo que le hiciste a la chica es muy feo, pero estas viva y eso es por algo, no puedes seguir estancada en eso.

Amber no dijo nada, pero Dayana sabía que nada de lo que dijo haría que cambie de opinión. No era la primera vez que pasaba. No entendía por qué tanto odio, ellas ni siquiera la conocían a ella, ¿Por qué parecía que se lo tomaban tan personal?

—Vamos a casa —dijo finalmente Dayana con resignación.

Amber se levantó del suelo para seguir a su amiga, sin embargo, no alcanzo a dar más de unos pasos cuando algo impacto contra su rostro: era una bola de papel. Giro alrededor esperando ver a las mismas chicas que la molestaron antes, pero no había nadie.

Pensó en seguir su camino, dejando de lado aquel papel igual que siempre lo hacía, pero algo la impulso a agarrarlo y ver si tenía algo escrito. "Elena Flores" decía y abajo, en color rojo aparecía una fecha "23/05/23". Podría haber sido alguna de las chicas que la molestaban, pero había algo que le decía que no era así. No era ninguna de ellas. Alguien más estaba buscando venganza.

02

—¿De verdad vas a estar bien? —insistió Dayana, sin poder ocultar su preocupación.

Amber asintió, asegurando que las palabras de esas chicas ya no le dolían tanto, pero era mentira y las dos eran consientes de ello. Las pesadillas todavía la atormentaban de noche. La culpa, el dolor, sumado al constante recordatorio de los demás, la hundían en un profundo pozo sin oportunidad de escapar.

—Vamos a salir mañana —aseguro Dayana, no era una pregunta.

—Está bien, mañana no tengo nada que hacer.

—Mucho mejor, nos vemos mañana.

Dayana dio unos pasos, mirando a su amiga de reojo, como si no quisiera irse, antes de mover la mano en modo de saludo y subirse a su auto para irse.

Sola por fin, Amber dejo escapar un suspiro tembloroso mientras sacaba aquel papel de su bolsillo. Lograba entender que el nombre de Elena era otro recordatorio de su pasado, de lo que había hecho, pero ¿qué pasaba con esa fecha? Miro su celular, dándose cuenta de que faltaba exactamente un mes para que llegue el 23 de mayo.

«Tal vez solo estoy imaginando cosas» pensó, intentando animarse a sí misma. Con eso en mente dejo el papel tirado y se fue a dormir.

Al día siguiente despertó por unos golpes en la puerta. Creyó que se trataba de su mejor amiga, así que fue a abrir con una expresión somnolienta, acomodando solo un poco su cabello, sin embargo, no había nadie. Pensó que tal vez se lo había imaginado debido al sueño, así que cerro la puerta, sin notar al chico que la miraba con odio.

Una hora después se oyeron de nuevo unos golpes en la puerta, solo que esa vez sí había alguien detrás.

—Pensé que seguirías dormida —comento Dayana pasando al lado suyo, mirando la hora en su celular: eran las 9:00 de la mañana.

—Me pareció escuchar unos golpes en la puerta y me levanté, creí que eras tú.

—¿Yo? Pero si yo nunca llego antes de las 8:30 ¿Quién era?

—No era nadie.

—¿Cómo?

—Abrí la puerta y no había nadie.

—Solo espero que no sean esas pesadas —murmuró con molestia —¿te fijaste si no dejaron un paquete o algo? En las películas siempre hacen eso: dejan algo, tocan el timbre y huyen.

—Pero no estamos en una película, y no, no dejaron nada.

Dayana frunció el ceño sin estar del todo satisfecha con su respuesta, tenía el presentimiento de que alguien estaba molestando a su amiga, pero Amber se veía demasiado tranquila al respecto, después de todo, incluso si esas chicas la molestaban siempre que podían, nunca llegaron a su casa. Al parecer ese era su límite. Estaba a salvo en su hogar.

—Bueno, si estás tan segura entonces te voy a creer.

—Mejor así, ¿Ya desayunaste?

—Claro, hace rato ¿y tú?

—También, ya lo hice.

—¡Genial! Vamos entonces, no quiero llegar tarde.

—No me dijiste a donde vamos —le recordó, cruzando los brazos y mirándola con una ceja levantada.

—Te quiero presentar a una amiga, estoy segura de que se van a llevar bien.

—¿Una amiga?

—Sí, la conozco desde que era pequeña, pero ella tuvo que irse hace un tiempo.

—Y ahora esta de regreso...

Dayana asintió emocionada. Amber fingió una sonrisa.

No era que le molestará que su amiga se juntara con más gente, ni que fuera una persona gruñona, pero tenía miedo de que ellas le hicieran saber de su pasado tan pronto como la conozcan. No sería la primera vez que lo hagan.

Sentía sus manos sudar en el momento que el auto se detuvo en frente de una plaza, había muchas personas, no podía adivinar quien era la chica a la que buscaban.

—Hoy es el clima perfecto para estar afuera —comento Dayana con entusiasmo.

—Lo esta, sí.

—¡Oh, mirá! Allá esta Celeste. Vamos, estoy segura de que van a ser mejores amigas.

Amber asintió, forzando una sonrisa una vez más antes de bajar del auto y seguir a su amiga. Una chica de estatura baja y deslumbrante sonrisa se acercó a ellas, saludando a Dayana con un fuerte abrazo, seguido de un beso en la mejilla.

—¡Cele! Que bueno volver a verte, te extrañé muchísimo.

—Yo también, allá ninguna se reía de mis chistes.

—Tus chistes son malísimos —se burló, pero se detuvo al ver la expresión incómoda de Amber —por cierto, ella es Amber, mi amiga, la conocí hace dos años.

—Mucho gusto, mi nombre es Celeste. Day me hablo mucho de vos.

—Espero que solo cosas buenas... —murmuró, lanzando una pequeña broma para no sentirse tan nerviosa.

Celeste agrandó su sonrisa, si es que era posible, lo que le hizo pensar a Amber que era el tipo de persona que sonreía muy seguido y que era el alma del grupo. Había conocido a una chica así en el pasado, que siempre estaba sonriente, pero cuando se enojaba daba muchísimo miedo, incluso en aquellos tiempos en los que disfrutaba haciendo sentir mal a los demás nunca se atrevió a meterse con ella. Era una mala persona, pero lo suficientemente inteligente como para darse cuenta con quién debía evitar buscar problemas.

—No te preocupes, solo cosas buenas —aseguro Celeste con una sonrisa.

—¿Vamos a sentarnos? No me gusta estar parada por mucho tiempo —se quejó Dayana.

Las otras dos chicas la miraron con confusión, después de todo recién llegaban y Dayana ya quería sentarse. De verdad era una chica muy floja.

—Allá hay un banco desocupado —señalo Amber.

—Vamos entonces, ya me están doliendo los pies.

Amber rodó los ojos con diversión ante el comentario de su mejor amiga y las tres fueron a sentarse. Estaba feliz, todavía un poco nerviosa, pero feliz, después de todo las cosas no habían iniciado tan mal como creyó «Tal vez hasta podríamos ser amigas» pensó con una sonrisa, sin embargo, la sonrisa que tenía hasta el momento se borró cuando vio llegar a dos chicas que conocía más que bien. Se había emocionado demasiado rápido, nunca podría escapar de ellas ni del destino.

03

Sus piernas dolían de tanto correr, pero no quería ni podía detenerse. Al final, las cosas si resultaron siendo un desastre. Apenas vio a Camila y Sofía acercarse a ellas el miedo la inundo por completo y su primer instinto fue huir, así que eso hizo. No se detuvo ni siquiera ante los llamados de su mejor amiga ¿Qué sentido tenía? Había arruinado todo solo con su presencia, otra vez.

Dejo de correr recién cuando llego a su casa, entrando y cerrando con fuerza la puerta. Estaba cansada de todos, incluso de ella misma ¿Se merecía todo eso como un castigo? Tal vez sí, pero no quería seguir pasando por todo eso. Deseaba que todo se detuviera de una vez.

Estaba por dejarse caer en el sillón cuando alguien golpeo su puerta. No podía ser Dayana, ella había quedado en la plaza con Celeste ¿o tal vez llegaron tan rápido porque fueron en auto?

Con algo de dudas abrió la puerta, viendo que de nuevo no había nadie, pero tampoco dejaron algo. Tal vez eran las mismas personas que siempre la molestaban, de ser así significaba que sus bromas se estaban volviendo cada vez más tontas e infantiles.

—¡Inmaduros! —grito, mirando alrededor para ver si encontraba al responsable.

No vio a nadie sospechoso, por el contrario, solo se ganó una mirada de desagrado de su vecina, que en ese momento se encontraba regando las plantas.

Con las mejillas rojas por la vergüenza al haberse dejado llevar, cerro nuevamente la puerta. No tenía sentido gritarle a la nada, la o las personas que la molestaban ya se habían ido. Era molesto sentir que ya no podría estar tranquila ni siquiera en su propia casa, pero mientras no pasaran de golpear la puerta e irse corriendo estaba todo bien ¿verdad? Solo debía ignorarlos, tal vez así se cansarían y la dejarían en paz. Sí, eso era lo mejor.

Los golpes volvieron a escucharse unos segundos después, asustando a Amber lo suficiente como para hacer que se quede quieta en el lugar sin saber que hacer ¿Acaso eran ellos? ¿Habían vuelto para seguir molestando? Los golpes siguieron, hasta que escucho una voz familiar llamándola por su nombre.

—¿Dayana? —pregunto con precaución.

Quería estar segura de que se trataba de su mejor amiga.

—Sí, soy yo.

Su cuerpo se relajó en el momento que confirmo que sí, había sido Dayana la que hablo y no su mente imaginando cosas. Abrió la puerta, pero había un problema, Dayana no estaba sola.

—¿Qué ocurre?

—¿Qué hacen aquí?

Preguntaron las dos al mismo tiempo.

Celeste solo las miró en silencio, sin saber qué decir, limitándose a mirar a Amber con un poco de desagrado pero también con lástima. No le agradaban las personas que molestaban a los demás para sentirse superiores, pero tampoco podía juzgarla sin conocerla.

—¿De verdad hiciste eso? —pregunto, interrumpiendo la conversación que ambas mantenían.

Amber se quedó quieta unos segundos, incapaz de formular una frase entendible en esos momentos. Miro a su mejor amiga, luego a Celeste, antes de asentir y bajar la cabeza.

—¿Vas... a molestarme también? —se atrevió a preguntar.

—Claro que no. Lo que hiciste estuvo mal, pero yo no sería mejor persona si hago lo mismo.

Amber asintió, sintiéndose aliviada de que al menos Celeste no parecía querer molestarla igual que los demás, así que levanto la cabeza, sintiéndose más tranquila, sin embargo, la tranquilidad duro poco tiempo, ya que algo duro impacto contra su frente. Llevo una mano hasta el lugar del impacto, viendo sus dedos con sangre.

—¡Amber! — grito Dayana con pánico al ver la sangre cayendo por el rostro de su amiga.

Ninguna de las tres miro alrededor para averiguar quién había sido, demasiado asustadas como para pensar en algo más que llegar al hospital tan pronto como sea posible.

Celeste estaba pálida del miedo. Debido a la cercanía esa piedra podría incluso haberle dado a ella o a Dayana. «Estar cerca de ella es peligroso» pensó, mirando de reojo a Amber que se encontraba sentada al lado suyo en los asientos de atrás ¿Sería capaz de quedarse al lado de alguien que tenía tanta gente odiándola? Podría ser peligroso.

—¿Te duele mucho? —pregunto Dayana, sin embargo no le dejo tiempo de responder porque siguió hablando —ya vamos a llegar, el hospital está cerca, no te preocupes y mantén la calma.

Cerca de ellas, en un Fiat Cronos, un chico de cabello castaño claro las seguía de cerca, sonriendo con burla al recordar la mirada desesperada que habían tenido las tres antes de correr al auto. Ninguna volteo en su dirección, y él estaba tan cerca, le parecía hasta patético que no lo hubieran notado.

Deseaba acabar con Amber de una vez por todas, pero debía ser paciente, primero la haría sufrir como ella lo había hecho con Elena, sufriría el doble, iba a encargarse de eso personalmente.

—Supongo que por hoy es suficiente —murmuró para sí mismo.

Dejo de seguir a las chicas, parando en frente de una casa y sacando su celular para hacer una llamada.

—¿Hola?

—Sofía —saludo con voz alegré —¿va todo bien?

—Todo perfecto, la inútil esa siempre huye de forma patética cada vez que nos ve.

—Y me parece bien, pero no es suficiente.

Sofía frunció el ceño sin saber que decir, ya había hecho muchas cosas que vio en películas para adolescentes ¿qué más podía hacer?

—¿Qué quieres que hagamos? —pregunto al final.

—Usa la imaginación: tienes que hacer que la culpa sea cada vez más fuerte, quiero que la humilles y la lleves al límite. Recuérdale todo el tiempo el tipo de persona que es. No dejes que lo olvide.

—Ya la molesté bastante.

—Tus bromas son de niñas, quiero algo más fuerte.

Sofía suspiró con frustración. Bien, tal vez sus "bromas" no estaban a la altura de lo que esperaban de ella. Tenía que esforzarse más y no hacerlo parecer algo de adolescentes.

—Está bien, yo me encargo de que ella se sienta tan mal como sea posible.

—En cuanto a Dayana, deshazte de ella, no es alguien importante. Solo alejala de Amber.

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