NovelToon NovelToon

Tenias Que Ser Tú...

Prólogo

—¿Qué tienes, mi amor? ¿Por qué no me habías dicho que estabas enferma? —preguntó Emiliano, entrando con el rostro lleno de preocupación a la habitación de su esposa.

—Perdóname, amor… creí que podía superar esto sola, pero está siendo más fuerte que yo —respondió Laura con una voz tan frágil que apenas se escuchaba.

—No digas eso, mi vida. Te llevaré con los mejores especialistas. Si es necesario viajamos al extranjero, pero no voy a permitir que nada malo te pase —replicó Emiliano, tomando su mano con desesperación.

—Amor, ya nada se puede hacer. Siento que la vida se me escapa poco a poco… solo quiero pedirte una cosa: cuida a nuestros hijos, prométeme que estarás para ellos, siempre —susurró Laura, luchando por mantener los ojos abiertos.

—Te lo juro, mi amor, pero no me dejes… no nos dejes. Te necesitamos. Esta familia no funciona sin ti —dijo Emiliano con lágrimas corriendo por su rostro.

—Eres el amor de mi vida… cuida a mis niños, cuídalos por favor. Te amo… —alcanzó a decir Laura antes de dar su último suspiro.

—¡Laura, no! Despierta, mi amor, despierta. No me dejes… tus hijos te necesitan… yo te necesito… ¡Laura! —gritó Emiliano, rompiéndose en mil pedazos.

—Lo sentimos, señor… su esposa ha muerto —anunció el médico antes de abandonar la habitación.

El invierno pasó, pero en casa nada volvió a florecer.

Un año después…

—Esto no puede continuar así, María Camila. Eres la mayor, no puede ser que esta sea la quinta niñera que renuncia en menos de un año —reclamó Emiliano, ya sin paciencia.

—No queremos una extraña en casa, papá. Yo puedo cuidar a mis hermanos —respondió María Camila, cruzando los brazos.

—Eso no está en discusión. Sabes que tengo que trabajar. Habla con tus hermanos de inmediato —dijo Emiliano, mirando de nuevo su computador.

—Desde que mamá murió has cambiado mucho. ¡Te necesitamos en casa! Mamá ya no está, y sí, duele… pero no solo a ti —respondió su hija, con los ojos llenos de lágrimas, antes de salir del despacho.

—María Camila, no te vayas así… hija, escúchame —pidió Emiliano, impotente.

Pero la puerta ya se había cerrado.

Laura… ¿por qué tenías que dejarnos solos justo cuando más te necesitábamos? pensó, mientras el silencio se apoderaba del lugar.

He pasado el año más difícil de mi vida.

Perdí a mi gran amor, a mi esposa, a la madre de mis hijos. Y ahora no sé cómo seguir sin ella. Me refugié en el trabajo porque esta casa me duele… cada rincón me recuerda su risa, su voz, su aroma.

Tengo cinco hijos.

María Camila, la mayor, con 18 años, a punto de ingresar a la universidad. Se ha convertido en la madre que sus hermanos perdieron.

Emiliano, mi segundo hijo, de 16 años: reservado, inteligente, tan parecido a mí que a veces me asusta.

Joaquín y Jerónimo, los gemelos de 7 años, un torbellino de travesuras y energía.

Y la pequeña Sol… mi niña de 4 años, que desde que su madre murió no ha vuelto a pronunciar una sola palabra.

He intentado cumplir la promesa que le hice a Laura, pero no ha sido fácil. Apenas paso tiempo en casa, y aunque no les falte nada, me doy cuenta de que estoy perdiendo algo más valioso: su amor, su confianza, su infancia.

Por eso necesito una niñera.

Alguien que cuide de ellos, que los escuche, que los acompañe… pero cada mujer que contrato renuncia. Mis hijos parecen decididos a espantar a cualquiera que intente ocupar el lugar de su madre.

—Señor, mañana se han citado a las nuevas candidatas para el puesto de niñera. ¿Desea que yo misma haga las entrevistas? —preguntó Diana, mi asistente.

—No es necesario, Diana. Yo me encargaré. Pero haz que las entrevistas sean en la oficina, por favor.

—Entendido, señor —respondió ella antes de salir.

Suspiré.

Ojalá mañana encuentre a la persona indicada…

La que logre devolverle la calma a mis hijos…

Y, sin saberlo, también al corazón que yo creía muerto.

Bienvenidos a esta nueva historia muy familiar, llena de alegrías y tristezas, pero muy real, espero que la disfruten…

Capítulo 1: Luciana.

Es inútil, no hay trabajo en ninguna parte. Cada vez es más difícil sin un diploma —murmuró Luciana, dejando caer la bolsa con pan sobre la mesa y soltando un suspiro cansado.

—No te preocupes, hermana. Ya verás que pronto consigues algo —dijo Clara, rodeándola con un abrazo.

—Estudia, hermanita. No dejes el colegio. Mírame a mí… tengo que trabajar en ese bar cada noche, y no es un lugar agradable —confesó Luciana con los ojos llenos de lágrimas.

—Déjame ayudarte, Luci. Déjame buscar un trabajo —insistió Clara, tomándole las manos.

—No, pequeña. Tu deber es estudiar, yo me encargo del resto. Ven, vamos a preparar la cena —respondió Luciana, forzando una sonrisa mientras caminaba hacia la cocina.

—¿Tomaste tus medicinas, Clara? Te veo muy pálida —preguntó al verla apoyarse en la mesa.

—Sí, hermana, por supuesto —mintió Clara con una sonrisa débil.

Luciana la miró con ternura y preocupación.

—No olvides tomarlas, amor. Si se acaban, me lo dices. Sabes que las necesitas —le dijo, dándole un beso en la frente.

Luciana…

Mi vida no ha sido fácil.

Perdí a mamá cuando tenía dieciséis años y desde entonces me hice cargo de mi hermana. Clara era apenas un bebé cuando todo cambió. Papá desapareció poco después, y nunca volvimos a saber de él.

Ahora ella es una adolescente, y aunque insiste en trabajar, no puedo permitirlo. Quiero que tenga el futuro que yo no pude tener.

Trabajo como mesera en un bar oscuro, lleno de hombres borrachos que cada noche intentan sobrepasarse. Mi jefe me presiona para que me “venda”, dice que es la única forma de ganar dinero rápido… pero jamás lo haré. No pienso perder mi dignidad. Solo quiero salir de ese lugar, conseguir algo mejor y poder pagar las medicinas de Clara. Su corazón no está bien, y eso me mata de miedo.

Doña María, nuestra vecina, se encarga de cuidarla mientras trabajo. Cada noche salgo con el alma en un hilo, temiendo que algo pueda pasarle.

Esa noche, el bar estaba más lleno de lo normal. Los gritos, las risas, el olor a alcohol… todo era un caos. Yo servía mesas tratando de evitar las miradas insistentes de los clientes.

—¡Luci! Doña María te llama —me avisó Taliana, mi mejor amiga.

—¿Qué pasa, Tita? ¿Le ocurrió algo a Clara? —pregunté, sintiendo un nudo en el estómago.

—Sí, mi niña. La encontré desmayada en su recámara. La traje al hospital, pero los médicos dicen que necesita sus medicinas con urgencia —respondió María, angustiada.

—¡Voy para allá! —grité, colgando la llamada.

Corrí a la oficina de mi jefe. Sabía que me iba a arrepentir, pero no tenía otra opción.

—¿Otra vez dinero, Luciana? —preguntó él con una sonrisa cínica—. Ni siquiera has pagado los intereses de lo que ya me debes.

—Por favor, es una urgencia. Mi hermana está en el hospital, necesito comprarle las medicinas —supliqué.

—Tendrás que pensar en la propuesta que te hice. Si no, trabajarás para mí el resto de tu vida —dijo, arrojando el dinero al suelo.

Tragué mi orgullo, recogí los billetes y salí corriendo con Taliana. Compramos los medicamentos y fuimos directo al hospital.

—Necesito ver a mi hermana —le dije a la enfermera al entregar las cajas.

—Cuando esté estable podrá pasar, por ahora espere en la sala —respondió ella.

Me senté y no pude contener las lágrimas. Todo se sentía demasiado grande para mí. Mis deudas, mi miedo, el dolor de ver sufrir a Clara… me ahogaban.

María y Taliana me abrazaron sin decir nada. Su silencio fue mi consuelo.

Al día siguiente, Clara abrió los ojos y me recibió con una sonrisa.

—Prométeme que no volverás a mentirme con tus medicinas —le dije, tratando de sonar firme.

—Perdóname, Luci. No quería preocuparte. Sé que no te alcanza el dinero… solo quería ayudarte —susurró.

—Eso no está a discusión, señorita. Eres lo único que tengo. Mi obligación es cuidarte, no la tuya. Promételo —dije, abrazándola con fuerza.

—Te lo prometo. Gracias por cuidarme, hermana —respondió dándome un beso.

Horas después regresamos a casa. Sabía que no podía seguir así. Necesitaba otro trabajo, uno digno, algo que me permitiera pagar las medicinas y mantenernos a salvo.

—Luci, ¿y si vamos a la oficina de empleo? Tal vez allí te ayuden —propuso Taliana, esperanzada.

—Es una buena idea. No tengo más opciones —admití.

Dejé a Clara con doña María y salí con Tali. La oficina estaba repleta; la gente empujaba, discutía, todos buscaban lo mismo: una oportunidad.

Entregamos los documentos y, entre el caos, Taliana alcanzó a ver una carpeta con mi nombre. La tomó sin pensarlo y salimos corriendo de allí.

Cuando revisamos los papeles en casa, fruncí el ceño.

—Amiga, creo que te equivocaste. Esta hoja es de otra Luciana.

—No, mira bien —dijo Tali, sonriendo—. Es para un puesto de niñera, y tiene tu nombre y apellido. No me equivoqué. Deberías ir a la entrevista, podría ser tu oportunidad. Cuidar niños no debe ser tan complicado, ¿o sí?

Levanté la mirada hacia ella, insegura.

—No lo sé, Tali… pero no tengo otra opción. Iré. —Y por primera vez en mucho tiempo, sentí una chispa de esperanza.

Gracias a todos por su paciencia, estaré actualizando lo más seguido que pueda.

Disfruten de esta hermosa historia.

Ay Luciana y ahora en que te metiste 🫠😅

Capítulo 2: el primer encuentro

Luciana…

El día de la entrevista llegó antes de lo que esperaba.

Tenía que presentarme en una empresa muy importante; según me habían dicho, el dueño estaba buscando una niñera para sus hijos.

Intenté vestirme lo más presentable posible, aunque mi ropa no era de la mejor calidad. Hacía mucho que no compraba nada para mí.

Taliana insistió en acompañarme. Dijo que esto no debía hacerlo sola, y se lo agradecí con el alma. Estaba tan nerviosa que las manos me temblaban. Sentía que era mi última oportunidad.

Viajamos en autobús, pero la parada quedaba lejos del edificio, así que tuvimos que caminar más de diez minutos bajo el sol. Los pies me dolían y los tacones prestados de mi amiga no ayudaban.

Finalmente me los quité y seguí descalza hasta el parqueadero de aquel inmenso lugar.

Apenas llegamos, me senté un momento para recuperar el aire… y fue un error.

De pronto, un auto negro y lujoso se acercó a toda velocidad. Intenté levantarme, pero mis pies no respondieron y caí al suelo.

El coche frenó de golpe.

—¡No entiendo qué hacen estas mujeres aquí! ¿No ven que casi causan un accidente? —gritó un hombre bajando del auto. Era alto, elegante… y con una mirada tan intensa que me dejó sin aliento.

—Lo siento, señor. Mis pies no respondieron y me caí —dije, incorporándome con dificultad.

—Pon más cuidado la próxima vez. Me estás haciendo perder el tiempo en algo insignificante… y no creo que tengas cómo pagarlo —respondió con frialdad, abriendo la puerta de su auto.

—¿¡Insignificante!? ¡Mi amiga no es insignificante! —intervino Taliana, furiosa—. ¡Usted es un hombre grosero y arrogante!

—No se preocupe —le dije rápidamente, tomando a mi amiga del brazo—. No le falté al respeto. Ya nos vamos.

Nos alejamos mientras él entraba al edificio. Mi corazón latía con fuerza. Qué hombre tan soberbio… y tan guapo, pensé, intentando convencerme de lo contrario.

—Deberíamos regresar a casa —le dije a Taliana, desanimada.

—Ni lo sueñes, Luci. Esta es tu oportunidad. No te rindas ahora —respondió, animándome.

—Eso sí —agregó suspirando—, qué lástima que ese hombre tan hermoso sea tan gruñón.

—No creo que sea tan guapo —dije fingiendo indiferencia, aunque por dentro pensaba: es guapísimo.

Respiré profundo. —Vamos, salgamos de esto de una vez por todas.

La oficina estaba repleta de mujeres elegantes, vestidas con ropa de diseñador. Yo solo miraba mis zapatos desgastados y supe que, probablemente, no encajaba allí.

Una secretaria muy amable recibió nuestras hojas de vida y explicó que su jefe las revisaría antes de decidir a quién entrevistaría. Media hora… media hora eterna.

Como Taliana no pudo entrar, me esperaba afuera, sin forma de avisarle nada. Decidí caminar un poco por el lugar para distraerme.

El edificio era impresionante: amplios ventanales, pisos brillantes y un aroma suave a jazmín. Pero lo que realmente llamó mi atención fue una pequeña niña, sentada sola en una oficina, coloreando un libro.

Me acerqué despacio.

—Hola, pequeña, ¿qué haces aquí solita? —pregunté con ternura.

La niña levantó la mirada, pero no dijo nada. Tenía el cabello rubio, rizado, los ojos azules más hermosos que había visto… y una tristeza profunda en ellos.

—¿Estás sola, mi amor? ¿Quieres que te lleve con tu mamá? —insistí suavemente.

Ella volvió a mirarme y bajó la cabeza sin decir palabra.

Me senté a su lado.

—Estás coloreando muy bonito. Esas mariposas parecen volar de verdad —le dije sonriendo—. Me llamo Luciana, pero puedes decirme Luci. ¿Quieres que seamos amigas?

Una pequeña sonrisa apareció en su rostro. Me prestó uno de sus colores y seguimos pintando juntas.

—¿Cómo te llamas? —pregunté curiosa.

Ella no respondió. Solo me miró, pensativa.

—¿No quieres hablar? Está bien… pero soy muy buena con las adivinanzas. ¿Jugamos? —propuse.

La niña asintió emocionada.

Señaló la bombilla del techo.

—¿Te llamas… lámpara? —pregunté, y ella negó con la cabeza riendo bajito.

Luego señaló el cielo por la ventana, haciendo un círculo con sus manitos, como si imitara algo brillante.

—¿Estrella? —No.

—¿Luna? —Tampoco.

—¿Cielo? ¿Nube? —Ella se llevó la mano a la frente, fingiendo desesperación.

Entonces lo entendí.

—¡Ya sé! ¡Te llamas Sol! —exclamé emocionada.

La niña asintió con una sonrisa luminosa, y sin pensarlo la abracé. Ella me rodeó el cuello con sus bracitos y por primera vez vi alegría en sus ojos.

—Sol… qué nombre tan hermoso —le dije mientras ambas reíamos.

En ese momento, una voz firme interrumpió la escena.

—Sol, hija… me tenías preocupado. ¿Por qué saliste del despacho así?

Levanté la mirada. Era él.

El hombre del auto.

—¿Tú? —preguntó, mirándome con sorpresa y cierta desconfianza—. ¿Qué haces aquí?

—Yo… solo estaba… —balbuceé nerviosa.

—Disculpe, señor —intervino la secretaria con una sonrisa—. Ella es una de las candidatas al puesto de niñera. Y, al parecer, ya conoció a la pequeña Sol.

Él la miró unos segundos… luego bajó la mirada hacia su hija, que aún me abrazaba con fuerza.

Una media sonrisa se dibujó en su rostro.

—Precisamente —dijo en voz baja—, tenías que ser tú.

Muchas gracias por esperar cada actualización... prometo actualizar en mis ratos libres.

Creen que Luciana Logrará conseguir este trabajo que tanto necesita.

Estaré actualizando lo más pronto posible, estoy atenta a sus comentarios.

Download MangaToon APP on App Store and Google Play

novel PDF download
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play