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Si Me Pudieras Querer

Uno

Nico,  ven un momento, quiero que conozcas a alguien. Ella es Anna,  te ayudará a aprender cosas y te cuidará.

- Hola Nico- se agachó a la altura de un pequeño que más que sobrino parecía hijo del italiano, tenía sus mismos ojos verdes y un pelo tan negro que parecía pintado.- Espero que seas mi amigo, me está haciendo falta uno.

- De verdad te hace falta un amigo, eres muy linda,  seguro lo encuentras pronto.- Enzo esbozó una sonrisa,  la inocencia de los niños, ver aquello lindo.

- Si me dejas, puedo quedarme contigo y que seas tú.

- ¿Seguro? Yo también quiero.

- Pues ven, dime que estás aprendiendo y ya seguimos.

......................

Así conoció un día,  hace ya más de veinte años, Nicolas Parisi a su madre, su madre no biológica, la verdadera había muerto junto a su padre en un intento de secuestro un día después que él naciera, Anna era la madre que le había traído la vida,  o más bien su tío,  Enzo Parisi, cuando la obligó a hacerse cargo de su enseñanza, pero se había convertido en la mejor madre del mundo, ni se imaginaba, ni quería otra mejor que ella, por ella haría lo que fuera.

Ella y su tío se habían casado y tenían dos hijos. Pero para el mundo él era el primogénito de Anna Doyle y Enzo Parisi,  hermano mayor de Ciara y Aidan Parisi.

Ahora ya era un hombre que pronto cumpliría veintiséis años, era el Ceo de la compañía creada por su padre, Parisi S.A., un negocio completamente legal,  y además tenía gran parte del mando de la familia Parisi en la mafia italiana, la otra parte la compartía en acuerdo con su padre y su tío Angelo Ricci.

- Helena- le habló a su secretaría por intercomunicador desde su oficina- Contacte con la señorita Harrison y dígale que iré a verla hoy.

- Sí señor Parisi,  en este momento lo hago- le respondió ella.

- Gracias.

A Samantha Harrison la había conocido en un bar a donde había ido a cerrar un negocio hacía ya tres años, era una rubia despampanante que llamaba la atención nada más entrar a donde quiera que fuera,  pero su relación no había ido más allá de solo sexo para sacar la tensión que a veces se acumulaba sobre su espalda, ella siempre estaba dispuesta cuando él la necesitaba y a cambio él le mantenía sus gustos caros y un departamento en una de las mejores zonas del centro de New York,  pero lamentablemente no era una mujer para presentársela a su familia, ella no era una prostituta, pero se veía a lo lejos que no estaba hecha para esposa.

- Señor Parisi- tocó Helena la puerta de la oficina.

- Pase.

- Aquí le traigo su café,  la señorita Harrison confirmó que estará en su casa y le manda a decir que no olvide llevarle lo que dejó encargado en Tiffany.

- Ya lo había olvidado, manda por favor al chófer a recogerlo, para no tener que desviarme y así poder evitar el tráfico.

- Si señor ¿Algo más?

- No Helena,  gracias, cuando yo me vaya, puedes irte también.

Él vio a su secretaria dar una vuelta y salir de la oficina.

Helena era una joven de veinte años, muy hermosa,  nació en Estados Unidos pero es hija de brasileños, gracias a eso tenía un color de piel envidiable y un cuerpo de infarto sin necesidad de ir a un gimnasio,  un pelo rizado que llegaba hasta debajo de sus nalgas y unos ojos color miel que hipnotizaban a cualquiera. Era una diosa con todas las letras, pero, era una chica simple, y aunque era muy inteligente,  no tenía maldad para enfrentar el mundo que la rodeaba, para ella todas las personas eran buenas mientras no demostraran lo contrario. Sin embargo no la cambiaría por nada,  había empezado a trabajar como auxiliar de su antigua secretaria por medio tiempo hacía ya dos años,  mientra iba a clases en la universidad y al jubilarse esta ella se quedó el puesto y cambió sus clases a la noche, era la más eficiente y la más discreta de toda la empresa.

Al verla marcharse se dio cuenta que, aunque ella tenía buen salario, no le había visto nunca más joya que una cadena con una cruz y unos pendientes pequeños, siempre usaba un maquillaje sobrio, que la hacía lucir más hermosa, la ropa que llevaba no era barata, eso se notaba, pero tampoco era una exclusividad y el pelo casi siempre lo llevaba trenzado cayendo en su espalda. No llevaba anillo, así que si tenía pareja, no era nada serio. De pronto se percató que estaba analizando a su secretaria sin causa alguna y eso no le gustó. ¿ Que le pasaba? Él nunca la había mirado más allá de verla entrar y salir con documentos o con algo que él fuera a comer o tomar.

- Señor Parisi- la escuchó otra vez a su lado¿ No era que ya se había ido?- ¿Le pasa algo?- él la miró extrañado- Su madre llamó a mi teléfono porque usted no respondió al suyo y le extrañó eso. Además ya le he hablado dos veces y no me responde.

- ¿Mi madre? No escuché el teléfono,  dile que ya le devuelvo la llamada ahora mismo. Gracias Helena.

Ella salió nuevamente de la oficina y él se quedó moviendo los hombros y la cabeza para espabilarse, sí que necesitaba ir a ver a Samantha.

- Mamá- dijo cuando escuchó a su madre del otro lado.

- Nico¿ Te pasa algo?

- No mamá,  solo estaba tan metido en lo que estaba haciendo que no escuché que llamaste. - mintió, no podía decirle que estaba pensando en su secretaria.

- Menos mal que Helena estaba allí todavía,  si no, me preocupo por gusto.

- No tienes que preocuparte mamá.

- Soy tu madre, siempre me preocupo. ¿Vendrás hoy a cenar a casa?

- No mamá,  hoy ya quedé con alguien,  te parece bien si lo dejamos para mañana.

- Bien, no lo olvides, ya le digo a tus hermanos para que estén ellos también,  me gusta tenerlos a todos juntos.

- Estaré allí, no te preocupes, no faltaré. Un beso y otro a papá.

- Un beso mi amor.

Se terminó la llamada y el escuchó de nuevo un toque en su puerta.

- Pase

- Señor Parisi- entró Helena con una bolsa muy fina en la mano- ya el chófer trajo su encargo.

- Gracias Helena,  ya puedes irte, yo saldré dentro de un momento,  hasta mañana.

- Hasta mañana señor. - y salió por la puerta y solo agarró su bolso pues ya tenía todo recogido para marcharse.

Dos

Helena era una chica como otra cualquiera,  hija de emigrantes y criada con mucho sacrificio para que pudiera llegar a donde no llegaron sus padres. Logró entrar a la universidad  y estudiaba Licenciatura en negocios internacionales, conseguir trabajar a medio tiempo en Parisi SA era un gran aval para su carrera, lástima que sus abuelos habían enfermado en Brasil y sus padres tuvieron que regresar, lo que provocó que Helena necesitara aumentar sus horas de trabajo y solicitar un cambio de beca para un horario nocturno.

Por suerte, el departamento en el que vivía era propio, sus padres se habían sacrificado mucho para comprarlo y al no estar ellos, lo tenía para ella sola y el dinero que se habría gastado pagando una renta, se lo enviaba a sus padres.

No era una chica de muchas fiestas, tenía poco tiempo para eso, tampoco para amores, había tenido un novio que primero fue todo cariño y cortesía,  pero al ver que ella no llegaba hasta la cama, se volvió casi agresivo, y un día logró zafarse de él, gracias a que su vecino y amigo llegó cuando él intentaba violentarla en el mismo pasillo de su piso. A ella no le interesaba tener una relación por el momento, pero tampoco le interesaba andar acostándose con nadie.

Aunque pensándolo bien, si se fuera a interesar por alguien,  sería por su jefe. Nunca conoció a nadie tan serio, pero tan guapo y sexi tampoco,a ella le había gustado desde que lo vio, pero ella era solo la secretaria, a veces,  cuando estaban en alguna junta, perdía la noción de lo que sucedía a su alrededor mientras lo miraba escuchándolo hablar, por suerte las juntas se grababan o no podría transcribir algunas cosas que se habían tratado.

Pero el hombre ni siquiera la veía, ella era invisible a sus ojos, él estaba en una relación a su ver bastante rara, pero era fiel a aquella mujer, en la empresa nadie nunca la había visto,  ellos solo se comunicaban por teléfono, mediante citas que la misma Helena se encargaba de concertar. Cada vez que él le pedía que la llamara o esa mujer lo llamaba, a Helena se le encogía el pecho recordándose que ella no era suficiente para él,  que debía mirar hacia otro lado.

..............

Esa noche, cuando Nico salió de casa de Samantha,  iba más estresado que cuando llegó. No sabe porqué,  cuando la tenía de espaldas, con su pelo rubio enredado en su puño para sujetarla bien mientras la embestía,  le vino a la cabeza como sería tener en su mano el pelo negro y rizado de Helena,  y como sería estar acariciando sus anchas caderas con la mano que tenia libre y que sus grandes glúteos fueran los que rebotaran contra su pelvis. Le parecía que se iba a volver loco, terminó a duras penas con Samantha,  se sacó el preservativo y sin siquiera ir al baño, se puso la ropa y se fue sin decirle ni una palabra.

Al otro día en la oficina,  tenía un dolor de cabeza de los mil demonios, cuando salió de casa de Samantha,  antes de ir a su casa, fue a la de Helena,  sabía donde era pues la había llevado muchas veces si el trabajo se alargaba, estuvo más de una hora aparcado afuera mirando su ventana encendida, hasta que la vio apagarse,  después se fue y ni con el baño que se dio cuando llegó o con la casi media botella de whisky que se tomó pudo dormir.

..............

- Señor Parisi,  recuerde que hoy cenará con sus padres- él levantó la vista para mirar a su secretaria- Lo sé porque su madre me encargó que no lo olvidara.

- Gracias Helena,  no sé que haría sin ti.

- ¿Contratar otra secretaria?- le dijo ella en broma y él sonrió.

- Me alegra que me hagas reír,  hoy tengo un mal día y sí, lamentablemente tendría que contratar otra secretaria pero te extrañaría.- ella lo miró con la boca un poco abierta y no supo que contestar, pestañeo varias veces y solo dijo.

- Gracias señor.- dejó las carpetas que tenía en la mano sobre el escritorio y salió de la oficina.

- Dios¿ Que me pasa? Ella no va a aguantar mi vida, no puedo seguir pensando en ella.- habló para él cuando ella salió.

El resto del día había sido un infierno, y ahora estaba sentado con su padre, hablando mientras su madre avisaba que ya podían cenar.

- Papá¿ Como se tomó mamá la noticia de la vida que llevabas cuando se lo dijiste?- le preguntó a su padre sin mirarlo, no quería que él intentara buscar nada en sus ojos y sacara conclusiones erróneas.

- Nunca tuve que decírselo,  ella lo supo desde siempre,  recuerda como fue que llegó a nuestra casa, me imagino que cuando abrió los ojos y vio a tu tío Angelo frente a ella, sacó sus propias conclusiones. ¿ Porqué esa pregunta ahora?- él sabía la respuesta pero quería escucharla de su hijo.

- No es nada, no te hagas líos,  es solo curiosidad.

- Vamos a decir que te creo ¿Esa curiosidad lleva faldas o ropa de deporte como tu madre ?- le dijo tratando de bromear con la manera de vestirse que usaba Anna en ese tiempo.

- Déjalo papá, no sé para qué te pregunto nada.

- Te diré lo mismo que le dijo tu madre a Angelo cuando se enamoró de Lucía,  si no lo hablas con ella, no te vas a enterar que es lo que piensa.

- Gracias por el consejo, pero no, es mejor dejarlo así.

- Si tú lo dices.

- Hombres de negocios- entró Anna a la sala- dejen de hablar de cosas serias y vengan a cenar, Nico,  por favor avisa a tus hermanos.

- ¿ Puedo gritar desde aquí?

- No, no puedes, eso lo habría hecho yo, sube y búscalos.- le dijo su madre con las manos puestas en la cintura.

Cuando subió las escaleras,  la primera habitación que encontró fue la de su hermana.

- Enana,  puedo pasar- dijo con la cabeza adentro y eso le alcanzó para ver a la chica limpiarse el rostro - Ciara¿ Estás llorando?

- No, no te preocupes,  no pasa nada.

- Si pasa Ciara,  y es mejor que me lo digas, al final lo voy a averiguar y va a ser peor.

- Solo- dijo la chica y comenzó a llorar otra vez- solo es que, yo tengo veinte años ¿ Tú crees que es justo que llore por un chico de dieciséis?

- ¿ Dieciséis Ciara?¿ Sabes que es menor de edad verdad?

- Lo sé,  no es que lo vaya a violar ni nada, solo que lo amo y él ni me ve y a veces hasta siento que me usa para que sus amigos crean lo que no es y sentirse importante. - decía mientras pasaba sus manos por la cara para limpiar las lágrimas.

- Hay Ciara,  es un chiquillo todavía,  déjalo que madure algo y tú mientras ve mirando otras cosas, quizás no lo ames tanto como tú crees.

- ¿Será ?

- Prueba a ver y si piensas que te está usando no te dejes, si quiere sentirse importante que luche y se lo gane.¿ Puedo saber quién es?

- No, no puedes, tú y papá son iguales, y no quiero que al otro día él venga a suplicar mi perdón por algo que a lo mejor ni sabe que hizo.

- Tienes razón,  mejor no me digas,  ahora lávate la cara y baja a cenar o la señora Parisi subirá a por tí y a esa sí tendrás que decirle el nombre del causante de esas lágrimas y créeme,  eso es peor.

- Gracias Nico,  cuando tengas una novia va a ser la mujer más feliz del mundo. - él solo le sonrió y pasó su mano por el pelo de la chica y antes de salir de la habitación en busca del hermano le dijo.

- No estés tan segura de eso hermanita.

Tres

La semana siguiente fue todo caos, llevaron días de cerrar contratos importantes, reuniones y análisis de pros y contras, para el jueves ya todos estában exhaustos y era bastante tarde cuando terminaron todo para la presentación que sería el viernes por la mañana.

- Vamos Helena,  te dejo en tu casa, ya es bastante tarde.

- No se preocupe señor Parisi,  yo pido un taxi y llego pronto.- le dijo ella.

- Helena,  no te irás en taxi a esta hora, yo te llevaré y no discutas por favor- le dijo como una orden.

- Bien, déjeme recoger mis cosas.- ella sabía que seguir protestando no la llevaría a nada con aquel hombre.

Cuando ya estaba lista para salir fueron al ascensor,  a ella nunca le había parecido tan corto el viaje en la caja de metal, poder mirarlo con disimulo en los espejos era una delicia que la chica no dejaba escapar nunca, esos brazos y esos ojos y el pelo que ella daría cualquier cosa por tener sus dedos jugando con él. Sin embargo a el hombre le pareció que bajar ese día demoraba una eternidad, ella tenía un olor que no lo dejaba pensar en otra cosa que no fuera tomarla allí mismo en aquel ascensor y olvidarse del mundo, y ya no sabía como iba a aguantar la erección que se le estaba formando, cuando escuchó el pitido de que habían llegado al aparcamiento de la empresa fue música para sus oídos.

En todo el viaje hasta la casa de ella hablaron poco, al llegar él se bajó y dio la vuelta para abrirle la puerta del copiloto. Pero cuando ya ella estaba de pie junto a él apareció un hombre que empezó a gritarle.

- Ya sabía yo, eres una zorra,  conmigo no te acuestas, pero con este andas por ahí revolcándote porque es rico, tú no vales una mierda.

- Raúl por favor, que estás diciendo, cállate- se escuchaba ella apenada.

- No me callo nada, tú eres una zorra y te voy a dar lo que mereces ahora mismo- y levantó su mano para pegarle, pero no llegó a bajarla.

- Si vuelves a levantar una mano para pegarle, te la voy a cortar- le dijo Nico mientras le sostenía la mano al hombre frente a la cara de Helena.

- Vaya, parece que  trabaja bien la zorra, el riquillo hasta la defiende. - gritó aquel hombre con sarcasmo.

Esa fue la última palabra que pronunció antes de que el puño de Nico cayera sobre su cara y él rodara por el suelo.

- Señor Parisi,  por favor, déjelo,  no vale la pena. - le pidió ella avergonzada y llena de miedo mientras veía como Nico le pegaba con su puño una y otra vez a Raúl y cuando el hombre detuvo los golpes gracias a los gritos de la chica, el cobarde aprovechó para huir a toda carrera.

- Gracias- le dijo ella y le levantó la mano para vérsela lastimada- venga un momento adentro para curarle la mano,  mañana la va a necesitar para firmar unos papeles importantes.

Él la siguió hasta el segundo piso y entraron a su casa. No era muy grande, pero estaba limpia y ordenada, y se veía acogedora,  no como su enorme y solitario departamento de soltero.

- Siéntese,  ya vengo con las cosas para curarlo.- entró a una habitación y cuando regresó traía un botiquín y se sentó a su lado- esto seguro le va a doler un poco, pero tiene que ser así.- le pasó un algodón con algo que debía ser alcohol por los nudillos  y él se quejó,  entonces ella subió la mano hasta su boca y comenzó a soplar suavemente.

Sentir el cálido aliento que le chocaba en la mano fue peor que si le hubiera tirado todo el frasco de alcohol en ella, si se podía sentir la sensación de estar teniendo un orgasmo solo porque alguien te soplara una mano, él lo estaba sufriendo en esos momentos, cerró los ojos y cuando le pareció que se estaba dejando llevar se puso de pie rápidamente.

- Creo que ya debo irme- le dijo al levantarse.

- Pero señor Parisi,  déjeme ponerle una pomada.

- No, no te preocupes, gracias por todo- y salió casi corriendo sin que ella pudiera decir nada más, dejándola en el medio de la sala, más confundida que ratón en una ferretería, pensando en que había hecho mal para que él huyera de esa forma.

A la misma velocidad que salió de la casa de Helena, entró en su auto y corrió hasta la suya, necesitaba un baño frio con urgencia a ver si calmaba la ansiedad sexual que lo estaba volviendo loco, llegó y desde la entrada ya iba quitándose la camisa, cosa que cuando se paró delante de la ducha solo le quedaba en el cuerpo el bóxer que casi se arrancó , abrió la ducha fría y se puso debajo, lástima que no remedió nada y terminó con la solución que no usaba desde adolescente,  su mano, la misma mano lastimada que había provocado todo esto y que lo ayudó a terminar gimiendo el nombre de su secretaria.

Más calmado salió del baño, sin siquiera secarse y se tiró sobre la cama, boca abajo,  mojado y totalmente desnudo, esta parecía que iba a ser una noche muy larga y no creía que fuera a dormir mucho.

Cuando su alarma sonó el seguía con los ojos más abiertos que un pescado, se levantó y fue hasta el baño, se miró en el espejo y vio las ojeras que adornaban su cara.

- Nicolas Parisi,  hoy vas a necesitar un barril de café- le dijo a la imagen que tenía enfrente.

Se metió a la ducha y trató de despertar un poco, se vistió y pidió al chófer que lo llevara, no estaba en condiciones de conducir.

Al llegar al piso en el que estaba su oficina ella ya estaba allí,  la saludó y entró a su lugar con la chica detrás y vio que  un café ya estaba sobre su escritorio.

- Señor ¿Quiere tomar su café primero o le digo los pendientes de hoy?

- Dime los pendientes primero- ella comenzó a decir todo lo que él debía hacer en el día y él solo la observaba.

- Señor, quiero agradecerle lo que hizo por mi anoche- le dijo cuando terminó los asuntos de la empresa.

- No te preocupes Helena,  solo espero que te deje tranquila ¿ Es tu novio?

- Era, lo dejamos hace varios meses pero él no lo comprende.

-Trata de mantenerte alejada de ese tipo.

-  Sí,  trataré señor Parisi. Ahora lo dejo, le aviso nada más lleguen los inversionistas.

- Gracias  Helena. - y la vio salir, tan elegante, tan pura, tan, tan, y de nuevo su miembro empezó a crecer - Dios esto no puede ser verdad, Helena, que me hiciste.

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