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ARREBATÓ DE PASIÓN

Capitulo 1

NARRADORA

En estas líneas se plasmaran la historia de amor de dos personas que se conocieron en un tiempo muy lejano a los de hoy. Donde la tecnología aún estaba en pañales. Donde el modo de comunicarse era a través de cartas escritas a mano, que a veces tardaban un mes o más en llegar a su destino dependiendo de la distancia, y solo los que eran millonarios contaban con teléfono de línea, vehículos para trasladarse y los que no, andaban a caballo, en bicicleta o a pie si ya pertenecía a la escala más pobre de la población.

Se desarrolla en la provincia de Formosa desde el año 1960 en adelante, cuando recién se estaba formando la provincia con calles de tierras y el centro se encontraba cerca de la plaza San Martín hasta el puerto, en esta zona se ubicaban la estación de bomberos, la estación de la policía federal, la policía local, la casa de gobierno. En ese entonces se dividían en manzana y solo habían pocos barrios, aunque la población se extendía rápidamente, y dónde ahora es el estadio de Fútbol ahí estaba el aeropuerto o como le decían el aeródromo que recibía aviones de pequeño porté. Cuando un accidente tragico terminó con la vida de muchos pasajeros y viendo el riesgo que significaba tener un aeródromo cerca de la población que se expandía, lo cambiaron hacia el año 1968 donde esta en la actualidad conocido como aeropuerto el Pucú, adquiriendo el nombre por estar rodeado por este Riacho.

Se trata de una joven que a sus veinte años conservaba su inocencia intacta. Criada bajo la regla de llegar virgen al matrimonio. Esta chica es conocida como Gringa de figura delgada en forma de reloj de arena, de unos 1.65 metros de estatura con unos color de ojos violeta- azulado poco común, tés blanca, labios carnosos y rosados naturalmente y una cabellera rubia. Su padre era polaco y cuando ella era una niña de un añito y su hermana mayor de tres añitos su padre las llevo con su abuela cuando su madre enfermo, con la promesa de regresar por ellas. Pero lo que iso fue dejar a su esposa bajo el cuidado de las monjas y fue a casarse en el Paraguay con su amante, regresando adueñándose de su casa y dejando olvidada a su mujer y a sus hijos, como era millonario no le importaba que ocurriera con ellas, solo le dejo unos cuantos pesos a las monjas.

Cuando su exmujer se recuperó y fue a la casa se encontró que otra ocupaba su lugar, lejos de ponerle mal, pensó en sus hijas. Le pidió que le dijera dónde estaban y eso fue todo. Busco sus hijas, se mudó a la ciudad a buscar trabajo un ganadero que estaba contratando cocineras la vio y se enamoró de ella aceptando la con sus niñas pequeñas y así logro ponerle de pie junto a él. A causa de las inundaciones debió vender su ganado para no perder capital. Se mudaron a la ciudad y ahí abrieron un negocio. Cuando su hija mayor tenía la edad de 15 años una Tía millonaria le pudio llevarla para que sea su compañía y de paso hacerla instruir. La niña como quería ir demasiado aceptaron que vaya, también pidió por Gringa pero ella prefirió quedarse con sus padres. Por lo que es la que atiende el negocio familiar.

Por cosas del destino conoce a un joven muy guapo y galante Oficial de la policía federal, llamado Pablo Fernández de 29 años de edad, de unos 1.72 metros de estatura, delgado, musculoso, cabellos negros, ojos marrones claros, piel tostada por el sol que hacen sobresaltar el color de ojos y unos bigotes bien prolijos en forma de media luna. Del cual se enamora perdidamente. Y tras unos cuantos encuentros se le entrega sin condiciones y él al darse cuenta de ser el primer hombre en su vida se enamora de ella. Tan solo que existe un pequeño inconveniente, él está casado y su supuesta esposa vive en Corrientes, pero la realidad es que a él lo cazaron a punta de pistola a los 17 años, porque él padre lo pescó en el cuarto de su hija, una morocha voluptuosa Brasilera que era ninfómana, pero sus padres no lo sabían, y Pablo fue seducido por ella, ignorando ese problema que tenía, lo metió en su cuarto bajo la escusa de que le ayude a arreglar algo, pero en realidad otras intenciones tenía y antes de ejecutarlas sus padres llegaron, antes de tiempo, por lo que lo encontraron en el cuarto de su hija y ante la duda de si la había tocado o no, lo obligaron a casar. Después con el tiempo descubrió que mientras él salía a trabajar ella lo engañaba con el que sea. Devastandolo por completo está revelacion y se enteró antes de irse a estudiar para Oficial de la policía Federal, por lo que su alejamiento de su esposa no lo sintió para nada.

Para que su amor sea una realidad van a tener mucho que ver la abuela de Gringa doña Tona y su Tía Maria. Pero surgirán otros personajes que le provocarán conflictos que tendrán que saber manejar y si su amor es fuerte podrán superarlos.

Espero que les guste esta nueva novela. Besos y gracias por su apoyo.

CAPITULO 1

En los años 1960 cuando recién se estaba formando la provincia de Formosa un joven Oficial de la Federal recién recibido conoció el amor verdadero en una joven muy bella.(...)

Desde que se recibió de Oficial en la policía Federal Papito, como le decían sus amigos, cumplió funciones en diferentes puntos del país, como Buenos Aires, Corrientes y está ves le dieron su pase en Formosa, una provincia joven.

Papito se sentía cansado, después de pasar tantas horas sentado en su móvil, vigilando y dando vueltas. Suspiro y estirando su cuerpo en el asiento hasta tocar la espalda con el respaldo le dijo a su compañero:

- Voy a comprar algo para comer, de paso estiró las piernas.

- Fíjate si conseguis mortadela, así nos hacemos unos sándwiches...Toma te colaboró para comprar. Estiró la mano y le pasó unas cuantas monedas.

- Bueno, a ver qué alcanza...Dijo frunciendo el ceño al ver lo poco que le daba, siendo de comer mucho, su amigo Gutierrez.

En ese momento vio un pequeño negocio, en el despertó la necesidad de comprar ahí, detuvo el vehículo colocándose en frente.

Gringa al ver el oficial bajar del móvil, le pálpito el corazón, tenía el bigote bien prolijo en forma de media luna, el uniforme, le sentaba muy bien de una figura delgada pero musculoso, se ve que era alto de unos 1.72 metros o más y los zapatos tan brillosos en color negro, se notaba que cuidaba su imagen.

- Buenos días ¿Qué se le ofrece? Le dijo de manera cordial, ni bien cruzo la puerta.

Papito levanto la mirada, y se encontró con esos ojos color violeta- Azulados, se quedó embelesado. Solo escucho "Buenos días" salir de su boca, una frase pegada.

- Si, dígame. Insistió Gringa, con sus manos sobre el mostrador, para que no se note la emoción que sentía, se recargaba con fuerza.

- Pues...¿Tiene mortadela?. Logro decir y no podía dejar de recorrerla con la mirada, esa muchacha de mirada alegre y figura de sirena como solía decir, cuando era demasiado linda, lo dejo anonadado.

- Si, ¿Cuánto quiere? Respondió de inmediato, mientras pensaba, como poder evitar sonar emocionada, ¡No podía bajar el tono de su voz!

- Deme medio kilo, y pan. Respondió mirando y viendo que tenía de todo el negocio...Quería algo de beber para hacer correr y se fijaba que podía ser.

Gringa corto y peso la mortadela, se limpio las manos con una rejilla y sentía que los colores le subían en sus mejillas, cuando escucho que le preguntaba.

- ¿Vas a Bailar?, además de tener tú negocio. (Trataba de entablar una conversación, queriendo saber un poco más de ella).

Ella abrió grande los ojos, y recordó los bailes de su pago, en el patio de la casa de su abuela que se armaban y eran alegres. Pero desde que tuvieron que vivir ahí no había bailado, además de atender todo el día su negocio, no pensó en ello hasta ese momento.

- No, la verdad debo atender el negocio. Le dijo en un tono de añoranza, pasándole el paquete de mortadela y el pan.

- Tomé cobrase, le dijo a la vez que agarraba lo que le pasaba. Pensando en volver y poder conversar más tiempo, ya que justo en ese momento su compañero lo llamaba, tocando la bocina, avisándole que lo estában solicitando en la estación.

- Bueno, muchas gracias por su compra, que tenga un buen día.

-De nada hasta pronto y se retiró apresurado.

- ¿Qué pasó chamigo? ¿Porqué tardaste?. Le interrogó impaciente. Ya nos solicitan de nuevo, a ver qué nos encomiendan.

- Toma y prepara mientras conduzco. Respondió secamente, como para que no adivine que le pasaba, eran compañeros y amigos desde hace mucho y lo conocía a la perfección.

-Pero...Te faltó algo para tomar. Le recalcó revisando los paquetes.

- Con lo que me diste apenas alcanzó esto. Fue su respuesta para librarse de las preguntas.

-Ya, ya entendí...Por suerte tenemos el termo de agua. Miro hacia atrás, divisando dónde puso el termo.

Gringa quedó embelesada pensando en ese oficial, su corazón latía fuerte y acelerado. Hasta ese momento nunca había sentido nada igual. Una vez le pregunto a su abuela

-" Tona ¿Qué es el amor? ¿Cómo saber cuándo uno está enamorada?"

- Mira mí hija... -Le respondió su abuela, que ya muy viejita, sabía muchas cosas, y lo explicaba tan bien que era fácil de entender. Mientras tenía, como siempre la veía, enredando lana tras lana y de cuyas manos brotaban frazadas, suéter, manteles, como magia...- Primero vas a ver qué lindos zapatos brillosos, después que bien vestido esta y cuando quieras darte cuenta no dejaras de pensar en él y todo lo que gire a su alrededor será bellos para ti.

Y así era, no podía dejar de pensar en él.

Papito estaba sumergido en sus pensamientos cuando su jefe lo llamo.

- ¡Fernández! te toca recorrer las calles está tarde, Gutiérrez tiene asignada una guardia así que vas sólo.

- ¡Si señor!. Respondió levantándose de su escritorio, dando un suspiro, se acomodo el uniforme, controlo su arma, se sentía agotado, largas guardias, recorridos por la ciudad para controlar que no existan disturbios o algo fuera de la ley, tenía ganas de tirarse un rato a dormir.

Manejaba como mirando a la nada cuando una figura le llamo la atención, dio la vuelta en la esquina y retorno despacio, vio que era la chica del mini mercado, dónde había ido la vez pasada, lo dejo deslumbrado, planeaba volver pero como cosa del destino la cruzó en su camino.

- ¿La llevo señorita? Le pregunto en un tono suave, tratando de no sonar galante para no asustarla.

Gringa que iba caminando sumergida en sus pensamientos, escucho que alguien le hablaba, se giro como para negarse y vio que era él oficial, le temblaron las piernas y solo atino a asentir con la cabeza en un gesto de que si. Se subió al vehículo y por más que le habían dicho miles de veces que no lo hiciera, que debía de cuidarse, sentía la necesidad de estar a su lado y su aroma embriagador la hechizada.

- Pues, usted dirá ¿Dónde le acercó?. Le dijo con una mueca de sonrisa.

- Me dirigía al Hospital, mí abuela está internada e iba a visitarla. Le dijo en un tono apenado y triste, porque su abuela era muy querida y en ese momento estaba muy delicada.

- Con gusto, la llevo, de paso le comprare unas manzanas para ella. Le respondió ni bien retomaba la marcha, Por cierto, mí nombre es Pablo Fernández, para servirle.

- Me dicen Gringa. Respondió ella, mientras se miraba la falda acomodandola para no enseñar sus rodillas, y coloco el bolso que era floreado y grande, sobre su regazo.

Capitulo 2

Y cuéntame, ¿por qué está internada tu abuela? -le pregunté interesado.

-Pues... le subió la presión y le dio mucho mareo... Mamá la cuidó toda la noche y ahora la reemplazo, mientras ella descansa -respondió con un tono suave y acongojado.

-Y ¿quién atiende el negocio? -insistió Papito tratando de saber más de ella.

-Mi padre atiende, aunque a él le gusta más su huerta -se le dibujó una sonrisa al recordar que su padre le había dicho que se cobraría comiéndose todos los caramelos, al sentirse empujado a estar encerrado en un lugar, en vez de poder disfrutar del aire libre.

Papito sonrió y la miró.- Tienes una bella sonrisa -le dijo, al parar el vehículo, ni bien divisó un puesto donde vendían frutas.- Espere un momento. Y bajó a comprar.

Gringa lo observó, mientras compraba las manzanas, lo elegante que se veía con el uniforme.

Papito se subió nuevamente, pasándole las manzanas y retomando la marcha.

-¿Desde cuándo eres oficial? -no pudo aguantar la curiosidad quería saber de él.

-Me incorporé cuando tenía 19 años, al principio como chófer y mecánico del comisario, en Corrientes. Él me ayudó a que terminara mis estudios y después viajé a Buenos Aires para rendir y ser oficial.

Al llegar al hospital, se apresuró a bajar y abrió la puerta del pasajero, para que Gringa bajara.

La acompañó hasta la sala donde estaba la abuela, se aseguró de saludar cordialmente y se despidió enseguida, recordando que estaba aún de servicio.

-Mi hija, ese hombre es un buen candidato para que te cases con él -le dijo la abuela al ver al elegante oficial retirarse de la habitación.

-De nuevo, la abuela queriendo hacerme casar, deja de hablar tanto y descansa -le dijo Gringa, siendo que por dentro le revoloteaba el corazón a mil por hora, tratando de asimilar todo lo que le pasó en ese corto momento y anhelando que pase nuevamente.

-Pero mi hija, ya te digo, él se portó muy cordial, compró manzanas, te acompañó y aseguró de que llegaras. Ya te digo, él se interesa por ti.

Pablo Fernández estaba sentado en su escritorio en la central, con la mirada fija en unos archivos, aunque en realidad estaba pensando en una hermosa muchacha. Tenía la piel blanca, los ojos de color violeta-azulado, la cabellera rubia, los labios carnosos, una sonrisa encantadora y un contoneo que lo tenía hechizado. En ese momento, su amigo y compañero lo interrumpió.

- ¿Qué planes tienes para este fin de semana? -le preguntó-. Tienes libre el sábado, como yo. Podríamos ir a bailar y conocer chicas -dijo, moviendo los brazos como si bailara un chamamé.

- No tengo planes, me vendría bien despejarme un poco -respondió Fernández. En ese momento, los llamó el comisario.

- ¡Gutiérrez, Fernández, preséntense en mi despacho! -ordenó el comisario.

- Sí, señor -respondieron al unísono.

- Quiero que vayan encubiertos el sábado en la pista de baile Rincón Florido. ¿Conocen ese lugar? -preguntó el comisario.

- Sí, señor -respondió Gutiérrez.

- ¿Y a qué se debe? -preguntó Fernández.

- Nos solicitaron que estemos allí para asegurar el bienestar de un grupo de músicos que se presentan. No se preocupen, habrá otros oficiales de guardia. Pero quiero que estén adentro como si fueran del público, vigilando. Si ven cualquier inconveniente, avisen para que actuemos enseguida -explicó el comisario.

- Sí, señor -respondieron los dos policías, retirándose.

- Bueno, Fernández, parece que será para la próxima -dijo su amigo con gesto de baile.

En el lugar del baile, Papito estaba vestido con una camisa celeste, un saco gris y unos pantalones haciendo juego. Se prendió bien el saco para cubrir su arma, que llevaba en la cintura, y observó la gran pista de baile, que era un enorme patio de tierra al aire libre, con un escenario al costado y unas mesas hacia los rincones.

- ¿Qué te parece? -le preguntó su amigo, con ganas de unirse a la pista de baile.

- Recuerda que estamos de servicio -le recordó Papito, mientras fumaba un cigarrillo para calmar el fresco que sentía.

- Vamos, Gringa, ahí hay una mesa -dijo la tía María, ni bien llegaron a la bailanta.

"Sí, tía", respondió ella, prendida de su brazo. "¿Dónde está el tío?", preguntó.

"Fue a comprar unas bebidas, ya viene", contestó la tía.

El lugar estaba lleno y todos estaban a un costado de la pista, tomando, comiendo y esperando que comenzara el baile, mientras en el escenario se acomodaban los músicos.

"¿Qué te parece, sobrina?", le dijo el tío al tiempo que le pasaba una gaseosa.

"Muy lindo, gracias por traerme", respondió ella, mirando con gusto todo.

"Pedí unas empanadas, así cenamos antes de bailar", le dijo el tío a su esposa, al tiempo que se sentaba.

La música comenzó a sonar y ya estaba tocando un grupo, por lo que la tía de ella tuvo ganas de bailar.

"Mi hija, nosotros vamos a bailar mientras", avisó la tía, al tiempo que le pasaba su abrigo.

"Bueno, tía", dijo Gringa con ansias de que a ella también la invitaran a bailar.

Papito caminaba como estirando sus piernas, mirando alrededor, y en eso la vio a ella, y en su mente gritó: "¡Es GRINGA! Qué hermosa se ve con ese vestido". Aunque en su rostro no se reflejaba ninguna expresión, se mantenía serio.

"Buenas noches", la saludó colocándose a su lado.

Gringa levantó la mirada y lo vio. "Buenas noches", respondió, poniéndose coloradas sus mejillas.

"¿Bailas?", la invitó, extendiendo su mano hacia ella.

"Sí, gracias", respondió, dando un brinco de su asiento.

En el ambiente sonaba un chamamé romántico como para bailar muy juntos. Ella se sentía volar en sus brazos. Era muy buen bailarín y sentía su perfume teniendo su rostro hundido en su cuello.

"Qué casualidad que nos encontremos", le susurró en el oído, inhalando el aroma a flores que sentía de ella.

En eso, sus tíos volvieron a su mesa y, al no verla, miraron alrededor y la vieron bailando. La tía la observó y vio al caballero de su sobrina tan guapo y elegante que sintió un cosquilleo de orgullo por ella.

"Tranquilo, querido", le habló a su esposo, señalando en la dirección de la pareja bailarina.

"A bueno, está bien", respondió, sentándose.

Luego de bailar, la llevó a su lugar y saludó con un gesto cordial a los que acompañaban a Gringa.

Son mis tíos, los presento, mientras se sentaba.

Fue un placer, con su permiso. Se despidió y se dirigió hacia su compañero.

¡Te me perdiste, Fernández! - le habló su amigo. - Ya van a llegar nuestros reemplazos.

Buenísimo, ya quiero retirarme a descansar - respondió, pensando en su oportunidad de pasar más tiempo con la muchacha que tanto le gusta.

Ahí están - le avisó su amigo cuando vio que se acercaban sus compañeros.

Papito se acercó a la mesa donde estaban Gringa y sus tíos. Justo en ese momento, los tíos se levantaron para bailar una pieza de chamamé movida y alegre.

Sentía como si un imán lo llevara hacia ella. Su forma de ser alegre lo hacía olvidar el cansancio y todo lo que lo aquejaba.

Buenas, nuevamente, ¿me permiten bailar con su sobrina? - les dijo en un tono simpático, sabiendo que anteriormente lo hizo sin pedir permiso.

Por supuesto - respondieron, y todos se encaminaron a la pista de baile.

Papito y Gringa se miraban embelesados. Sus miradas brillaban. El ritmo era alegre, pero para ellos era como si fuera lento. De repente, la música cambió a un chamamé romántico para estar más juntos al bailar.

Gringa sintió que le recorría un cosquilleo al sentir su mano en la espalda y su rostro cerca de su oreja. Papito aspiró su aroma y se movió al ritmo de la música, sintiendo el latido de su corazón.

En un momento, giró su rostro para mirarla a los ojos y sus labios se rozaron. Él se retiró un poco para no asfixiarla o incomodarla, pero antes de que pudiera hacerlo, se vio besándola y ella le respondió de igual manera. Sus besos se tornaron apasionados, saborearon sus labios. Pablo sintió un cosquilleo de placer al sentir sus labios carnosos unidos a los suyos, saboreó el dulce néctar de ellos, la abrazó apretándola contra su cuerpo, y al terminar la música, finalizó su beso con suavidad. Le ofreció su brazo para encaminarla a su mesa. Gringa sentía su corazón latir con fuerza, se sintió en las nubes. Él la besó de una manera que la elevó a lo alto del firmamento. Al llegar a la mesa, sus tíos se estaban alistando para irse.

-Querida, nosotros nos queremos ir a descansar -le dijo su tía, poniéndose su abrigo.

-¿En qué vinieron? ¿Puedo llevarlos si no tienen ningún problema? -se ofreció Papito.

-Oh, no te preocupes, tenemos nuestro auto. ¿Gringa, vienes con nosotros?

-Yo la llevo, no se preocupen -insistió Papito.

-No quisiera molestarlo -agregó la Gringa.

-No hay problema, mi turno terminó.

-Ya está decidido, ustedes nos siguen -dijo el tío.

Y se encaminaron a la salida. Cada uno subió en su vehículo. Su tío, sacudiendo la mano, les hizo señas de que lo siguieran. Y Papito siguió el vehículo hasta la casa de los tíos. Al descender, le invitaron a tomar café para calentarse un poco antes de despedirse y agradecerle la amabilidad.

-No quisiera molestar -respondió amablemente Papito.

-No es problema, además ya mañana es domingo -insistió el tío, que tenía curiosidad por conocer a ese hombre por el que tenía tanto interés su sobrina, se había dado cuenta al observar cómo se miraban.

-Ingresaron a la casa, cuyo interior era muy elegante. Tenía una sala grande de estar con un sofá en el centro, color marrón oscuro, y una mesita ratona de algarrobo en el frente. En un costado, hacia una enorme ventana, tenían un mueble que era una radio y tocadiscos de vinilo a la vez.

El tío se dirigió al mueble y colocó un disco de una samba, en volumen despacio, para que no esté tan silencioso como solía decir. Siempre ponía música o la estación de radio cuando estaba en la casa.

-Y dígame, señor Pablo, ¿lo puedo llamar así? -preguntó el tío, ni bien le extendía un vaso cargado de vino tinto.

-No, gracias -dijo Papito-. Si no hay problema, puede llamarme así, aunque le seré sincero, todos me dicen Papito, es el apodo que me pusieron mis compañeros.

El tío lo miró intrigado por ese sobrenombre, mientras se sentaba en el sofá y le hacía un gesto para que se siente. Mientras Gringa y su tía estaban en la cocina preparando café, y la tía la interrogaba por el elegante hombre con el que bailó toda la noche.

-Y dime, sobrina, ¿cómo lo conociste? Porque se ve que ya lo conoces, o sino no hubieras bailado con él toda la noche. La miro fijamente para evaluar cada gesto de su querida sobrina.

-Una vez pasó por el negocio a comprar. Es oficial de la Policía Federal. Otra vez me encontró caminando, cuando iba a visitar a la abuela, y me llevó hasta el hospital. Fue muy amable y educado. A la abuela le cayó muy bien. Su tono fue casi un susurro al responder.

No podía dejar de sentirse incómoda con las preguntas de la tía, pero como no hizo nada malo, no tenía por qué preocuparse.

-Sabes que debes cuidarte, mi hija. Antes que nada, preséntalo a tus padres. Ahí, si acepta, es porque tiene buenas intenciones. La tía la quería como a una hija y no podía dejar de preocuparse por ella.

-Sí, tía. Lo voy a invitar a mi cumple y ahí lo presento. Le respondió Gringa, sabiendo a dónde su tía quería llegar.

Al ingresar a la sala con la bandeja de tacitas de café, su tío se estaba descostillando de risas y Pablo también.

-¿Qué fue tan gracioso? Preguntó su tía María.

-No te das una idea, Papito tiene unas historias increíbles, que son reales y muy graciosas. Le dijo el tío al secarse una lágrima que le brotó por reír tanto.

Capitulo 3

¿"Papito"?, pensó Gringa- ¿Porqué lo llamaría así su tío?. Y miro a Pablo sorprendida, por conseguir que su tío se ría, casi nadie conseguía eso.

- Bueno, aquí está el cafe. Y después nos cuentas una de tus historias, le dijo la tía,mientras le pasaba una tasa de porcelana blanca con un cafe humeante y un platito con galletitas de vainilla y chispas de chocolate.

Pasaron el rato compartiendo historias y Papito relato un hecho que los dejo, en que pensar.

..."-*Puede que resulte increíble y para muchos sea imposible de creer. Pero me pasó a mi, y les aseguro que no me asustó con nada, por lo que me encomendaron una tarea que a los demás les daba miedo realizar. Inició su relato, que tenía atentos a su audiencia....

Una vez, cuando prestaba servicios en Corrientes, en Mercedes precisamente, me encargaron estar de guardia cerca de una alcantarilla que estaban construyendo, y debía estar de noche vigilando que nadie vaya a caerse en el poso, estaban por hacer un puente o algo así. Asi que mi jefe me dijo

-" Fernández te encargo a vos esta tarea, los demas son unos cobardes, dicen que hay fantasmas y no se que más".

- Si Señor. Respondí sin ninguna queja, recién iniciaba y anhelaba que cada tarea que realizará me sumará para ascender. Fui a caballo a vigilar, dónde me indicaron, la noche era tranquila, una luna llena iluminaba todo, por lo que la visión no era mala. Alertó a unos borrachos que no prestaban atención por dónde hiban.Pero fuera de ello, no pasaba nada. Me dirigí con mi caballo hacia la alcantarilla, me pareció ver a alguien por ahí, pensé que era una pareja de jóvenes buscando privacidad, así que me dirijo hacia esa dirección y de repente mi caballo no quiere avanzar , relincha y se hecha para atrás. Pienso que se habrá asustado con alguna vibora, miro el suelo pero no diviso nada, alumbro con la linterna y no hay nada. Asi que decido descender del caballo, alumbro con la linterna y veo que es una chica vestida de blanco y le gritó "¡ Señorita, no puede andar por ahí, es peligroso hay un pozo!".

Pero ella no me contesta y veo que sigue caminando hacia la alcantarilla. Así que la sigo, y alumbro con la linterna para no pisar ninguna víbora, porque había pastizal alto en el lugar.

-"¡ SEÑORITA". Grito nuevamente y no contesta. La sigo y después no la veo más. Pienso ¿se habrá caído?. Me acerco y alumbro con la linterna y no hay nada. Así que ahí fue que me di cuenta de que era un fantasma.

Despues me entere que una chica se encaminaba con su esposo en carreta, hace tiempo, y que en ese lugar volcó al salirse una rueda, donde la novia falleció. Y que su espíritu rondaba por ahí."

Y así fue que ví un fantasma, hasta le hable y ni siquiera me enteré en el momento, hasta que no encontraba explicación de como se desvaneció sin dejar rastro.

_ ¡Oh vaya ! . Exclamó el tío, (tirándose para atrás, recostando su espalda por el respaldo el sofá), sin saber que pensar, pero historias así había escuchado antes, pero no conocía quien lo viviera. Por lo que le recorrió un aire frío en la espalda al imaginarse si le pasará lo mismo.

- Bueno fue agradable, pero si no les molesta me retiro. Dijo Papito, al sentir el cansancio que le invadió.

- Cuando guste, estás en tú casa. Lo salud pasándole la mano, el tío.

- La tía lo saluda con un beso en la mejilla.

- Te acompaño a la puerta, le dijo Gringa. Y la tía le hizo un gesto al tío para que lo dejen solos y fueron

a la cocina, como llevando las cosas.

- Fue agradable pasar el rato. Y antes de que pudiera decir algo más, él la beso apasionadamente y ella le respondió de la misma manera, él la abrazo rodeando su cintura y ella le acarició la nuca.

Él se sentía en las nubes y de esta manera comprobaba si el sentimiento era mutuo, y como le respondía era evidente que así era. Ella sentía languidecer, sus labios suaves rosando los suyos eran tan tiernos y dulces, la manera delicada que la besaba le hacía volar.

- A mi también me agrado pasar el rato contigo. Le dijo él. Y si te parece podemos salir un día y acordar la hora.

- Con la mirada embelesada, sin poder soltarlo, Gringa le dice: Si podés el sábado, me festejan mi cumple en casa, ya conoces donde queda, te invito a asistir.

- Si, con gusto voy. Te dejo un número de teléfono pregunta por Fernández, siempre estoy temprano y me dices a qué hora asistir.

- Bueno, le responde Gringa y lo despidió con otro beso.

*En su cama él no podía conciliar el sueño pensando en la Gringa y preguntándose si hacia bien en haberla besado de esa manera, pero no pudo contenerse, se sentía atraído. Quería que está vez funcionará y de verdad que lo quería. Se durmió con una sonrisa dibujada en su rostro.

*La Gringa se preparaba para dormir, se quedaba con sus tíos y mañana volvía a su casa, su corazón latía acelerado, estaba tan emocionado con lo que sentía que no podía dejar de pensar en él, así que tomo un pequeño cuaderno que le tenía guardado donde escribía sus vivencias, era su Diario privado: " Querido diario hoy 13 de julio, te cuento que conocí a un hombre maravilloso, no es como los que conocía, él es respetuoso, delicado en el trato, siento que me conocíera de toda la vida, su manera de abrazarme y besarme me hacen flotar en el aire, y lo que más me gusta es que no me insinuó de una en tener " privacidad" conmigo como hacían los demás, para mí, él es el indicado para mí, así lo siento".

Ese Domingo a la mañana Pablo no podía dejar de pensar en Gringa y decidió encaminarse a la casa de sus padres y presentarse como corresponde. Fue al negocio compro un poco de costilla, unas lechugas para la ensalada y pan. Volvio a su casa para prepararse y en eso llegó su amigo. Al verlo pensó " PUCHA ¿QUE QUERRA?", no queria contarle aún sus intensiones.

- Buen día Papito ¿Cómo estás?. Traje para preparar un asadito y un vino.

-Hola Gregorio. Bien, como ves.

- ¿Qué pasa? ¿Interrumpo algo? ¿Tenés a una guardada? Le insinuó en un tono cómplice. Sabiendo que su amigo era un imán para las chicas.

- No, nada que ver. Vine derecho a descansar.

- Me dijeron que te vieron con una linda muchacha salir del Baile. Y que estaba punto caramelo, que tenía unas curvas que Dios me libre.

- Si, es cierto, pero con ella es diferente. No quiero que sea algo de paso. Ya sabes, con ella siento algo diferente.

- Cuidado, cuidado, conocela bien antes. No sea cosa, que te pase lo mismo que pasaste con la Brasilera.

- Si, ya se, pero está vez no soy novato. Le respondio, acordandoce de cuando conoció aquella garota, la había visto bailar y lo dejo enseguesido, tan tonto fue, cayó tan inocente en su red, con engaños hizo que lo obligaran a casar con ella. Pero ya era histori vieja mejor Olvidar.

- Tomamos unos mates mientras preparamos el fuego. Le sugirió Gregorio.

- ¿Qué?, si por supuesto. Respondió pensativo y suspiro.

Su amigo al darse cuenta que estaba pensando lejos Papito, le dijo:

- Vamos hombre arriba el ánimo, ya aquello paso.

Se pusieron a preparar el fuego en una parrilla cerca del suelo. Mientras Calentaba la pava para el mate.

El terreno donde vivía era grande, tenía un enorme galpón en el centro y a un costado su casita, que el mismo construyó.

En corrientes tenía una casa, pero dejo todo y pidió que lo trasladen a otro lugar. La decepción que sufrió fue tan grande que quería alejarse, su esposa con la que se casó joven en sus cartas le juraba que lo amaba, que cambio y que esperaba su regreso, pero la promesa se lo llevó el viento porque lo traicionó, le mintió.

Desde entonces no se tomaba en serio las relaciones, ya no creía en el amor y cambiaba de pareja siempre, nunca se mostraba comprometido, eran relaciones de una noche como solía decir.

Pero está vez sintió algo que creyó olvidar, un cosquilleo en el centro del estómago, y sabía que esa muchacha de ojos color violeta-azulados, con ese aire alegre y fresco lo traía a pedir de boca.

"Primero me voy asegurar de que lo que siento sea correspondido, pensó, no voy a caer de nuevo".

Su amigo conocía bien su historia, fue quien lo levanto del desánimo y lo alejo de la bebida. Tú vales más que eso, le había dicho, no vale la pena de que te ahogues en alcohol. Compartían unos tragos, pero siempre se aseguraba de que no se pase.

El estar siempre ocupado en su oficio lo mantenía concentrado y el único vicio que tenía era el cigarrillo, todos lo tenían, eso le mantenía despierto y hacia llevadero las horas de guardia.

- Bueno, preparemos la mesa. Le sugirió a su amigo quien estaba tomando un mate en ese momento.

- Si, claro. Toma sirvete. Esta muy caliente, me quemó la lengua.

- Jaja. Se ríe Pablo. Solo a vos te pasa

En eso escuchan una vos femenina. - Pablo. Buen día. Era la señora Carmen que le lavaba la ropa y le traía los Domingos, cuando podía encontrarlo.

- Buen día, señora Carmen ¿Qué se le ofrece? Le respondió Pablo.

- Te traigo la ropa. Me tomé la libertad de plancharla.

- Bueno, muchas Gracias. Él tomo el bolso con las prendas y le pago.

-¡Qué capo, tenés quien te lave la ropa!. Se le burló su amigo, insinuandole como que tenía algo con la señora.

- No, nada que ver. Le ayudo de esa manera, tiene muchos hijos a quien alimentar.

-¡ Hijos!, repitió Gregorio y se sacudió como si tuviera escalofríos.

- Y vos que me decís ¿ Qué pasó con la morocha pechocha que tenías tras tuyo?. Recordandole que no era ningún santo.

- Nada, ya pasó. Le di lo que buscaba y ya no la veo más. Ya sabes cómo es, con nuestros horarios no podemos darnos el lujo de una relación seria

- Cierto. Bueno, ya está todo vamos a comer.

Cortaron las costillas, el chorizo y se sentaron a comer, mientras escuchaban un chamamé de fondo que pasaba la Radio Nacional.

- Y dime Papito ¿Ya te presentaste a los padres?. Lo interrogó Gregorio queriendo saber más de lo que andaba planeando su amigo.

- No, solo a sus tíos.¿ Sabías que uno de los grupos que se presentó esa noche son sus hijos?. Pues bien, fueron a verlos.

- Pues, no me acuerdo muy bien.

- Me invadieron de preguntas, como si fueran los padres. Por lo que entendi era su madrina y siempre anduvo con ellos. Y como solo tenían hijos varones. Ya sabes, le tienen mucho cariño.

- Pues, si te interesa como decís, anda con cuidado. Aunque tú no tienes problemas en ganarte a los viejos.

- Y si. Ya veremos. Respondió tomando un poco de vino.

Gringa al llegar a su casa fue derecho a saludar a su padre que, como siempre, estaba con su asada moviendo la tierra en su huerta. La tía saluda a su hermana, la mamá de Gringa, que en ese momento estaba en la cocina.

- Buenos días Pocha, le decía de cariño.

- Buenos días María. Y ¿Qué tal estuvo? Le pregunto mientras picaba unas verduras.

- Muy lindo, excelente. La pasamos bien. Y sobre todo la Gringa, que conoció a alguien. Se le escapó esto último, con el entusiasmo, no se dio cuenta. Y para disimular se puso a picar unas cebollas.

-¿ Conoció a alguien?. Inquirió con curiosidad, dejando a un lado de picar.

- Pues si, un Oficial. Que por cierto se porto cortes. Le dijo en un tono agudo, como esperando que su hermana la amacache con reproches.

- Me alegro, ya va siendo hora. Respondió tranquila.

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