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KOLENKA

1: El día

Sus ojos estaban clavados en el suelo del primer piso, específicamente en un grupo reducido de gente adulta que intercambiaba palabras. La mayoría se trataba de hombre entrajados acompañados de hombres uniformados que se encargaban de velar su seguridad. Estaban absortos en su conversación con la directora del colegio. Tanto ella como ellos lucían serios y toscos, al borde de comenzar una discusión.

Los ojos cálidos de la directora fueron a parar hacia ella, las arrugas en su rostro ya no representaban hostilidad, ahora habían vuelto a ser suaves y amables, como normalmente los conocía.

Solo uno de aquellos extraños había volteado a ver de que se trataba, suponía que los demás la habían sentido y no la consideraban un peligro inminente. Decidió bajar los últimos escalones y darle una pequeña sonrisa a su superiora para indicarle que todo esta bien.

-¿No habias dicho que todos tus alumnos se encontraban en la sala de celebración?-soltó uno de ellos. Un hombre de contextura ancha con espesos bigotes blancos- ¿Qué hace esta aqui?

-Lord Jackman, ella es la señorita McDonald. Hace ya varios días me dio aviso que llegaría unos minutos tarde a la sala por un trabajo final-se interpuso rápidamente la señora Black, su querida directora y, también, profesora de Historia- Puede seguir su camino, McDonald.

-Con su permiso-hizo una leve reverencia hacia los hombres presentes quienes, con cierto orgullo, le miraron desde arriba.

Comenzó a caminar rápido hacia la sala de celebración. Sus piernas le flaqueaban más de lo normal y entendía bien que era una reacción común por lo que estaba por vivir. Hacia tan solo unas horas algunos de sus compañeros de clase se habian largado a llorar o hasta incluso vomitar. Después de todo, era un día crucial para ellos.

Se detuvo unos segundos en la puerta del colegio, fijando su mirada en ella. Podría intentar huir si lo quisiera, pero eso sería estúpido, muy estúpido de su parte. Podía escuchar la voz suave de la señora Black diciéndole que era más inteligente que eso.

Suspiró cansada y volvió a caminar por el pasillo. No entendía porqué se ponía tan nerviosa al igual que la mayoría de los estudiantes que se van a graduar junto a ella. Después de todo, tenía a sus dos padres, que la amaban y se amaban entre sí, no había posibilidad de que algo saliera mal.

¿Verdad?

Abrió ligeramente la puerta para entrar por el pequeño espacio libre. A pesar de que el salón estaba inundado de voces que hablaban desesperadamente, no queria hacer algún ruido. La reacción de los graduados era distinta: había quienes hablaban entre sus amigos buscando alguna señal de paz, otros que en realidad estaban tranquilos y ya habían ocupado las primeras filas de sillas a la espera de la conferencia, y por último, otros que estaban entrando en una crisis nerviosa llorando en alguna esquina o siendo atendidos por compañeros. Los ataques de pánico y ansiedad iban en suba por estas fechas.

-¡Lea!-escuchó por entre el bullicio- ¡Por aquí!-pudo divisar una mana saliendo entre unas cabezas. Se hizo paso entre medio de los dos bloques de sillas, interrumpiendo algunas conversaciones de personas que se encontraban sentadas de forma enfrentada. Llegó rápido al asiento originario de la voz chillona- Te ha llevado más tiempo de lo que dijiste-habló un chico delgado, cabello oscuros y piel blanca- Anda, sientate-dio unas palmadas a su asiento que tenía al lado.

Dejó caer su cuerpo en la silla de al lado y clavó su mirada en sus pies. El momento en el que vio a aquellos Lores hablar con la directora Black se repetía en su mente. Uno de ellos simplemente podía haberla...

Negó con la cabeza, aquellos pensamientos la llevarían a volcarse en el suelo a llorar al igual que los demás. Respiró hondo y le dirigió la vista a su amigo.

-¿Te encuentras bien?

-Si eso pudiera llamarse bien... supongo que sí-suspiró cansada- Lo que si, te veo bastante tranquilo.

-Bueno, considero que no tengo porqué preocuparme como tú tampoco deberías. Sabes perfectamente que los jóvenes huérfanos o con padrastros son los más propensos a ser seleccionados en estas cosas. Ambos tenemos nuestros dos padres que son completamente normales. Relaja, ¿si?

-No todos somos despreocupados como tu, Ryan-dijo impaciente haciendo reir al chico-Espero que a los demás no les hayas dado tal advertencia.

-Creo que es obvio que cuando me preguntaban como estaba les mentía diciendo que estaba por desmayarme. Lo que me recuerda...-rebuscó dentro del bolsillo de su sudadera, sacando unos caramelos- Ligue unos dulces de la enfermería por ello, de nada-ambos callaron al instante cuando el chico sentado delante de ellos se desmayó hacia un costado, cayendo sobre su compañero- El ambiente si que ayuda a la paz mental.

-Cuando estaba viniendo me cruce con ellos, ¿sabes?-Ryan dejó de desenvolver el caramelo que habia sacado, ahora la escuchaba con mucha atención.

-¿Los... viste?-esta vez si podía detectar el miedo en su voz. Era de esperarse, aquellas personas ahi paradas eran sanguinarias y temerosas. No debían meterse con ellos- ¿Te han dicho algo?-preguntó preocupado a lo que la chica negó al instante.

-Justo estaba la señora Black con ellos. Se interpuso ni bien uno me dirigió la palabra-hubo un escaso silencio- Irradian tanta... ¿mala vibra sería?

-Pues claro que irradian mala vibra, Laetitia. Su único cometido es hacernos miserables. Seguro se regocijaban por dentro al sentir tus nervios-ella asintió. No iba a negarlo, había libros y cuentos como evidencia clara de su trato especial hacia la humanidad.

Ambos terminaron su charla cuando las luces del salón habían bajado su intensidad y volvieron a brillar. Algunos largaron algunos sollozos y gritos ahogados, todos sabían lo que se avecinaba. De forma instantanea, Lae agarró la mano de su amigo buscando algo de confort, tenía que volver a ver a aquellos sujetos, con sus mentones en alto, preparados para tomarlos de sus cabellos y lanzarlos a un abismo de tortura.

Los primeros en entrar eran trabajadores del gobierno y los soldados de los Lores y Condesas. Después de todo, eran quienes controlaban la sociedad en si, no habia escapatoria alguna.

Aquellos tipos robustos y algunas mujeres de gran musculatura se pararon en las posibles salidas del salón y por último en el frente donde, en tan solo segundos, aparecería la señora Black con su porte elegante y cariñoso.

Como se esperaba, la directora se hizo paso entre los dos bloques de sillas, sin dirigir la mirada a nadie. Lae suponía que si lo hacía, iba a sentir el espantoso sentimiento de la culpa. Después de todo, ella conocía a cada uno de sus estudiantes, durante seis años era difícil no relacionarse emocionalmente con alguno.

Cuando llegó completamente al frente de todos los alumnos graduados, giró sobre sus talones y miró un punto a los lejos, comenzando a hablar:

-Antes de darle la bienvenida a las respetables autoridades del circulo de sangre, quiero agradecerles con su buen comportamiento y puntualidad. Por suerte, este año no tuvimos que presenciar el acto de captura de uno de sus compañeros- las mandíbulas de Ryan y Lae se tensaron al escuchar aquellos. Recordaban estar en clase de matemáticas cuando escucharon gritos desde el patio. Uno del último año estaba corriendo hacia el bosque y era perseguido por dos guardias quienes le dispararon hasta que un Lord se hizo presente. Ahi fue cuando vieron por completo cómo funcionaban aquellos sujetos.

Se apretaron con fuerza sus manos, los gritos de aquel chico retumbaban en sus oídos y la escena de miles de ramas atrapandolo en el suelo, perforando y, por último, ahorcandolo, se hacía cada vez más nítida en sus cerebros.

-Por último, espero que la baja de estudiantes sea reducida en comparación a otros años-dijo con voz neutra- Que el egoísmo de sus padres no los sentencie. Sin nada más que agregar, de pie para la entrada de nuestro querido Círculo-todos los chicos sentado se fueron parando de a poco. Cuando todos ya tenian sus piernas extendidas y sus espaldas erguidas, la puerta principal se abrió, dejándole el paso una serie de Lores y Condesas.

Lae decidió mirar de soslayo a las personas que estaban sentadas cerca de ella. Como esperaba, sus ojos estaban desorbitados y notaba gotas de sudor caer por el costado de sus rostros. Estaban petrificados. Como la mayoria lo estaba.

Dirigió su mirada al grupo de adultos uniformados. Las siete cabezas de los clanes más fuertes de la Nueva Alemania. Cuatro Lores y tres flamantes Condesas, las siete personas más fuertes de su país, las siete personas que controlaban todo y que, si lo deseaban, podían masacrar a todo el alumnado en ese instante.

-¿Cuándo van a exterminarse? Es agotador tener que venir cada año-murmuró uno de los Lores en voz baja para que solo su compañera pudiera escuchar.

-Si tanto molesta tu escasa lista de tareas, entonces deberías cederle el puesto a tu hijo y dejar de quejarte cual niño inútil-contestó una de las Condesas alzando más su mentón y desviando la mirada hacia el montón de jóvenes- Se ven más aterrados que años anteriores.

-Agradable, ¿verdad?-agregó el Lord con bigote prominente- Desde aquí puede olerse como sudan del miedo.

-Por una vez en el año deja de lado tu asqueroso deseo de sangre humana. Es repugnante- intervino otro de los Lores, quien parecía ser el más joven entre ellos. El hombre de gran peso solo le miró de soslayo y con el ceño fruncido.

-Señor Reinhardt, ¿quisiera hacer los honores?-habló otra de las Condesas interfiriendo en la pequeña charla. El más joven de ellos, quien parecía estar entrando en el arco de los cincuenta años, dio un paso al frente.

-¿Eh? Él no parecía estar cuando me los cruce-dijo por lo bajo Lae para que solo su amigo pudiera escucharla- ¿Será que lo estaban esperando?

-No parece tener una buena relación con los demás clanes, ¿verdad?-le respondió al instante tratando de mantener un tono de voz bajo- ¿Líder de cual clan es?

-El clan Reinhardt-la chica que se encontraba al lado de Ryan contestó por lo bajo. Era menuda y delgada, o al menos eso parecía ser por sus ropas super holgadas y su rostro fino- Se dice que es el más joven en haberse convertido en líder de su clan-ambos amigos alzaron las cejas y miraron nuevamente al hombre- Parece ser el más agradable pero... debe de ser igual o peor que ellos para ser aceptado ahí, ¿verdad?

-Pues claro que si—contestó con obviedad Ryan y algo de ansiedad. Lae suponía que el peso de la situación estaba cayendo por fin sobre los hombros de su amigo, al igual que sobre las personas que antes tenían una actitud indiferente.

-Comenzaremos por lista alfabética para hacerles el chequeo. No intenten hacerse los listos, no hay acción que sus anteriores compañeros no hayan intentado—le dirigió una leve mira hacia la directora Black— La autoridad del colegio dictará sus apellidos, cuando se escuchen, no se hagan esperar y vengan rápido al frente. Estamos dejando nuestros recaudos de lado por su existencia—sonrio ampliamente. Una sonrisa que, se podría decir, lo último que quería transmitir era tranquilidad— Black, ¿podría... ?

-Como ordene, señor Reinhardt—ahora era la directora quien le dirigió la mirada a alguien más. Una persona del personal del colegio le acercó un libro de gran volumen que, a lo lejos, podía divisarse el número del año que se encontraban en números romanos— Escuchen con atención. Como han dicho previamente, no se aceptarán movimientos lentos de su parte. Así que por favor, cooperen a la situación—algunos sollozos se escucharon vagamente— Adler Katrina.

Los ojos oscuros de Lae fueron hacia una chica que se levantó de su asiento. Se encontraba en el fondo, recordaba haber cruzado palabras con ellas en alguna clase de gimnasia o en los pasillos cuando estaba en busca de algo. Tenía el cabello oscuro y corto por encima de los hombros.

Ella llegó hasta quedar frente a la directora Black, una de las Condesas, la más antigua de ellas, se acercó con una especie de brazalete plateado con pequeñas garras. La mujer lo colocó en la muñeca de Katrina cuando ésta extendió el brazo, dejando la Palma de su mano mirando al techo. Las garras del brazalete se aferraron con fuerza y una expresión de dolor apareció en su rostro.

Aquel brazalete con garras poseía un orificio cubierto por cristal en donde, de a poco, empezó a aparecer un líquido rojo que daba vueltas en su interior. La sangre de Katrina estaba siendo testeada. Solo había dos opciones: si se mantenía carmesí, entonces eras un humano hecho y derecho, si se convertía en un tono violeta, eras un mestizo y debías ser inmediatamente aniquilado. Obviamente, no eran las únicas opciones, se sabe que, si alguien puro de sangre demoníaca lo hacía, el color se tornaría en un azul brillante. Por obvias razones, jamas se ha presenciado algo así, y Lae dudaba que los resultados para esa persona fueran buenos.

El líquido de Katrina se detuvo mostrando ningún cambio. La joven soltó un suspiro aliviada mientras que la Condesa le arrebata el brazalete de la muñeca.

-Siéntese—le ordenó la directora Black— Siguiente: Allerborn Luther—un chico de los primeros asientos se levantó y fue rápido hacia el frente, extendiendo su brazo.

-¿No te parece morboso que estemos viendo el destino de nuestros compañeros?—le susurró Lae a su amigo mientras tenía la vista clavada en el brazalete que daba vueltas.

-Me has leído la mente la verdad—susurró por lo bajo e hizo una mueca— No me agrada la idea de ver a uno de nuestro compañeros ser arrastrado afuera y ser llevado a quien sabe dónde—largó una bocanada de alivio cuando el brazalete de Luther se mostró rojo. Ni bien él fue corriendo a su antiguo asiento, fueron llamando a otro— Más te vale que no salgas violeta—le amenazó por lo bajo— No creo que pueda vivir con la imagen.

-Mas te vale a ti tampoco—ambos se miraron y sonrieron. El solo hecho de imaginarse al otro siendo llevado por uno de esos tipos les hacía revolver sus estómagos. Nadie sabía que pasaba con los chicos graduados mestizos. La única información verídica eran las torturas, sus gritos podían escucharse dentro de las casas de los Lores y Condesas. Recordaban ir de pequeños, jugando en la calle, y escucharon pedidos de ayuda de una de las salas.

No querían escuchar los gritos del otro dentro de esas paredes.

Aunque Lae seguía planteando sus ojos en las personas que se levantaban e iban al frente. Su mente había comenzado a divagar. Ahora que cada vez se acercaban más a su apellido y al de su amigo, sólo podía recordar a su familia y buenos momentos con ellos. ¿Sería una especie de defensa de su cerebro? Algo para apaciguar un posible resultado negativo.

No quería ser separada de su familia. O al menos no de esta manera. Mucho menos de Ryan, sería una enorme tortura, no podría vivir sin su mejor amigo. ¿A quien llamaría cuando se sentía mal? ¿Cómo sería no recibir más golpeteos llamando a su puerta? Trataba de no darle vueltas al asunto pero el miedo se repetía cada vez más rápido

Su mente volvió a tierra cuando escucharon gritos. Alzó las cejas de la sorpresa y sintió que Ryan le tomaba fuerte del brazo, como si intentara detenerla de hacer una idiotez. Al ver mejor, veia que a una chica la habían agarrado de ambos brazos e intentaban llevársela.

-¡Esperen! ¡No!—gritaba desesperada y llorando. Las lágrimas y los mocos recorrían su rostro, era la primera de la camada que salía identificada como mestiza— Es imposible—cuando volteó asustada, Lae pudo ver bien su rostro, se trataba de su compañera Noelle. No eran amigas pero siempre conversaban cuando podían. Al ver que la estaba tratando como un animal, arrastrando sus pies por el suelo, quería levantarse y golpearlo en la cara. Hizo el aman de separarse de su asiento, pero una fuerza superior se lo impedía. Al voltear, se encontró con Ryan hecho una estatua, mirando desorbitada mente hacia el frente.

-Sientate—le murmuró— No seas estupida—le jalo hacia abajo, haciendo que su traerlo se reventara con la silla de madera— No lo entiendo...—su voz temblaba— ¿Ella no tiene a sus dos padres?—las cejas de Lae volvieron a elevarse cuando lo escuchó.

-Entonces... ¿su madre se lo ha ocultado?—pregunto sin creerlo. ¿Cómo podía hacerle eso? Suponía que Noelle no estaba preparada para irse de esa forma, estando tan Segura que sus dos padres eran biológicos— Pero...

-Lae... ¿y si mis padres me han mentido también? ¿O mi madre?—pregunto temeroso— O hasta tus padres—respiró profundo— Se supone que quienes dan positivo saben que tienen padrastros o madrastras, o solo viven con su madre... o hasta son huérfanos. Nunca son hijos de parejas estables.

-Claro que no... es solo... ella tuvo mucha mala suerte. Simplemente eso. Las probabilidades de que vuelva a pasar rozan el cero—trato de sonreír para tranquilizarme mientras de fondo seguía escuchando los gritos desgarradores de Noelle que decían que era imposible. Desvió sus ojos hacia algunas personas del fondo, si antes sus rostros mostraban preocupación, ahora estaban sucumbimos en el pánico. Nadie se atrevía a mirar al frente, todos se interesaban más en qué zapatos se habían puesto esta mañana.

El pánico también se había operado de ella, pero prefería no demostrarlo, no iba a darle el placer a aquellos demonios asquerosos. Volvió su mirada al frente cuando otra persona fue llamada. Su sangre se congeló cuando tenía dos profundos orbes azules clavados sobre ella.

El señor Reinhardt, el Lord más joven, tenía su mirada intimidante y profunda sobre Lae. No podía identificar bien que trataba de hacer. ¿Por qué la miraba? Esperaba que no fuera algo malo.

Una fuerte descarga eléctrica fue por sus venas cuando decidió mirarle fijamente. Aunque estuviera lejos, podía decir que sus ojos eran oscuros y brillantes. Misteriosos y profundos. Como el agua. Decidió desconectar las mistadas, sentía que si seguía centrándose en sus ojos se terminaría ahogando como si estuviera en el frío océano.

La chica que estaba al frente fue a sentarse rápido cuando el examen le dio negativo. Ni bien se acercó a sus amigos se largó a llorar. Era entendible considerando que iba luego de la escena de Noelle.

-Müller Ryan—recitó la directora.

Sentía que la presión se le había bajado. Quería desmayarse. Agarró rápido a su amigo del brazo, no quería que fuera hasta allá. Tenía un mal presentimiento, uno muy malo.

-Lae, suéltame o nos meteremos en problemas—le dijo entre dientes apartando su mano de la sudadera que tenía puesta. Se incorporó y caminó rápido hacia adelante dándole una pequeña mirada a la directora. Al extender el brazo, las lágrimas se apoderaron de los ojos de Lae.

-Tranquila—sintió un brazo tocar su hombro. Cuando volteó se encontró con la chica sentada al lado de Ryan. Trataba de animarla a pesar de que sus ojos también estaban brillosos y su labio temblaba. Ella quería irse de ahí como todos los demás.

Respiró hondo y volvió la vista hacia el frente. El brazalete estaba en su muñeca y el líquido daba vueltas dentro de ella. La sangre le bombeaba con fuerza por sus oídos y su sexto sentido le gritaba que agarrara a Ryan y saliera corriendo de allí. No debían estar haciendo esto, no debían. Deberían estar en un lugar tranquilo o en sus casas junto a sus familias.

Podía sentir que el aire había abandonado por completo su cuerpo cuando vio que el color tomado por el accesorio era nada más que el espantoso violenta. Pudo distinguir algunos gritos ahogados de sus compañeros. ¿Cómo era posible? ¿Por qué Ryan? No había posibilidades de que pudiera pasar. Se habían equivocado. Sí, debía ser eso. Se tuvieron que haber equivocado en todo esto. Su cabeza daba vueltas, no podía ver con claridad. ¿Se había desmayado? No se sorprendería, su mejor amigo, casi hermano, iba a ser alejado de ella, y, tal vez, le esperaba lo peor del mundo moderno.

Pero no fue hasta que todo se aclaró y se encontró con los enormes ojos oscuros de Ryan frente a ella. Mostraban más pánico que antes, estaba pálido, ¿y por qué estaba tan cerca?

-¿Lea? ¿Qué haces? Ve a sentarte—le entendió entre dientes, mediante el pánico.

No comprendía que hacia ahí adelante, ¿en qué momento se había levantado de su asiento y caminado hasta el frente? No entró en conciencia hasta que siento que algo se incrustaba en su muñeca y la tomaban de los hombros.

-Ni se te ocurra hacer una escena—entendió que uno de los gorilas le estaba hablando cerca del oído. ¿La estaba testeando? — Si piensas que no se va a ir con nosotros, estas equivocada.

Forcejeó con fuerza y apoyó rápido su mano sobre él, tratando de separarse. El terror se apoderó de ella cuando escuchó al hombre gritar de dolor. No comprendía que sucedía. Al alejarse, vio unas terribles marcas sobre su pecho, dos marcas semejantes a manos que habían hecho desaparecer la ropa y llegado a tocar la piel del sujeto, dejandolo en carne viva.

El silencio reinaba en el salón, si no contamos los ligeros gemidos del sujeto. Las manos de Lae temblaban. Su mirada se encontró con el rostro de la señora Black, su directora, quien tenía la mirada fija sobre su muñeca al igual que los demás Lores y Duquesas que se encontraban. Bajó su mirada y no creía que su suerte podía empeorar.

¿Por qué el brazalete mostraba un fuerte y brilloso azul?

Lo último que recordaba, eran los gritos de Ryan pidiendo que alguien la asistiera y la sombra de un hombre entrajado que se acercaba a ella.

2: Escondidos

No podía escuchar más que llantos y lamentos, más el sonido de hierro golpeando contra el suelo. Lentamente, fue abriendo sus ojos. Necesitaba saber dónde se encontraba, que estaba pasando, ¿había soñado todo eso? No le molestaría despertar en su cuarto y darse cuenta de que aun el día de la graduación no había ocurrido. Pero no es así.

Al abrir los ojos, se dio cuenta que se encontraba sobre el suelo, acompañada de grandes cajas de madera llenas de paja. Le dolía la cabeza, suponía que, cuando su vista desapareció, su cuerpo se encargó de utilizar su cráneo como retaguardia contra las cerámicas del suelo.

Pudo lograr sentarse en donde se encontraba. Frunció el ceño por la aparente migraña y la poca luz que entraba al lugar. ¿Se estaban moviendo? Sentía que su cuerpo se abalanzaba, ¿o se trataba de ella?

-Me alegra que sigas viva—escuchó una voz conocida cerca. Al recordar toda la situación, volteó rápidamente hacia la voz masculina, encontrándose con su amigo de toda la vida: Ryan Müller— Ya sabemos que el secuestro no te sienta bien. Personalmente, creo que a mi sí. Mi cutis se siente bien— Lae suspiró, sabía que él estaba lanzando esas idioteces para aliviar la situación en la que se encontraban (y la que acababan de pasar).

-¿Dónde estamos? No, primero: ¿Que rayos ha pasado? — cuando terminó de preguntar, no pudo evitar enviar sus ojos a las demás personas dentro del lugar. No había muchos, pero los conocía. Todos se encontraban separados el uno del otro, tratando de compensarse o manejar sus propias crisis.

-No lo sé, dimelo tu. Te levantaste como una demente de tu asiento y fuiste a... no sé, ¿ir a pelear con los guardias de las siete familias más peligrosas del país?—dijo no tan seguro—Ah, y al perecer quemaste a un tipo, o utilizaste ácido. Sinceramente, ¿qué rayos hiciste?

-¡No lo sé! Por eso te estoy preguntando, idiota—dijo al borde de perder los pocos estribos que tenía—Solo lo toque y él... apareció así.

-Azul—sentenció seguro, haciendo que ella ponga toda su atención sobre él— Azul. Ese era el color en tu brazalete, Laetitia. Era un jodido azul más claro que el del mar—hizo una pequeña pausa—Solo hay dos posibilidades en los exámenes de fin de año, Lae, ¡Solo dos!: Violeta o rojo. ¡Violeta o rojo! ¿Cómo carajos obtuviste azul?

-¿Puedes calmarte un poco?—dijo rápido al ver que no paraba de hablar,

-¡Claro que no! ¿No lo entiendes? ¡Podría pasarte algo peor que a todos los que estamos aquí!—movió su mano indicando a las personas llorando, encorvadas— Eres pura. No entendemos porqué. Pero lo eres. Y, por alguna razón, seguramente más enorme que la Muralla China, te encuentras en una sociedad de simples e inútiles mortales. ¿Comprendes la gravedad del asunto?—quedaron en silencio—¡Lae!

-Cierra el pico un segundo, obstruyes mis pensamientos—Ryan irguió la espalda y se quedó en silencio—Y agravas mi dolor de cabeza—murmuró por lo bajo.

Bajó su cabeza para que pueda ver sus manos. No se había dado cuenta que estaba utilizando guantes, ¿Cuándo se los puso? ¿Se los pusieron? ¿Por qué? ¿Estaba relacionado con el episodio con el guardia? Levantó las manos y miró intrigada a su amigo de cabello oscuro.

-Lord Reinhardt les exigió a los demás que los consigan. Dijo que era un peligro si tocabas algo.

-Entonces, si me los sacó... podríamos salir de aquí.

-Criatura estúpida, estamos en un tren en movimiento. ¿Acaso lo consideras una buena idea?—la chica desvió la mirada y bajó sus manos, colocándolas a los lados—Además, no sabes si funciona cuando quiere. Me refiero a que en el salón no parecía que supieras manejarlo.

-Entre pánico.

-Si, se notó bastante. No eres muy buena fingiendo.

Una fuerte sacada hizo que ambos se movieran bruscamente y se sostuvieran de lo que encontraban.

-¿Sabes hacia donde vamos?

-Sinceramente, no. Pero supongo que serán campos de concentración como aquellos de la Segunda Guerra Mundial—ante la mirada de tristeza de Lae, agregó—: Vale, estamos yendo a Villa Alegría.

-Que gracioso—soltó con molestia y volvió su vista hacia los demás— ¿Has tratado de hablar con ellos?—el chico asintió.

-Es más fácil entablar conversación con Pickles—Lae sonrió ante eso. Pickles era el gato gris de Ryan, el cual era el gato más gordo que había conocido y el que más odiaba la existencia del humano en sí. Un acercamiento al señor Pickles era sinónimo a una visita de emergencia al hospital más cercano— Me he acercado, pero se ponen más nerviosos. Supongo que siguen en shock.

-Tu luces tranquilo.

-Gracias, estoy llorando por dentro—sonrió ampliamente—Traté de mantener la compostura porque cuando despertaras necesitarías un guía cuerdo.

-"Cuerdo"—refutó ella.

Ambos dejaron de hablar (y las demás personas de llorar), cuando el tren se detuvo. Los dos se miraron, muertos del pánico, preguntándose que ocurría. Una de las paredes había desaparecido, el carro había sido abierto y dejaba a la vista un tumulto de guardias de ambos géneros. Las personas que se encontraban resguardadas como si se trataban en insectos fueron los primeros en levantarse y correr preocupados lo más lejos de la salida. Pero aquellos tipos rudos no se dirigían a ellos, se dirigían a nuestro dúo que hace tan solo segundos discutía.

-¿A dónde vamos? ¿Qué es todo esto?—se levantó Lae del suelo, preparada a proteger a su amigo si era necesario. Mientras tanto, Ryan tenía un pensamiento contrario, la observaba como si fuera la persona más tonta con la que se había encontrado. Ante el accionar de su amiga, el chico la tomó de sus ropa y la jaló hacia atrás, quedando a su lado— ¿Qué haces?

-Evitando que nos fusilen antes de tiempo—le regañó por lo bajo. Desvió sus ojos hacia el guardia frente a ellos, el más alto y amplio— ¿Debemos bajar?—el hombre asintió.

-Extiendan sus manos—dictó. Los dos adolescentes le hicieron caso, y en un par de segundos, sus muñecas se encontraban juntas, imposibilitados en hacer cualquier cosa—Sígannos.

El dúo era custodiado por guardias tanto en el frente como en la retaguardia. Lae decidió mantenerse su mirada en alto, analizar en donde se encontraban, a dónde es que llevaban a los chicos que secuestraban de la "fiesta" de graduación. Pero había un detalle que la ponía incómoda, ¿por qué solo ellos? ¿Era porque ella era una azul? Eso no tendría sentido del porqué traían a Ryan consigo.

Miró de soslayo el lugar en el que se encontraba. A diferencia de su pensamiento, estaban yendo por un sendero de piedras adornado con plantas a los costados. ¿Por qué esto estaba conectado con un tren? No parecía un temeroso pasillo oculto y oscuro por donde se llevarían a los presos. Parecía un pasaje romántico salido de un libro.

-Disculpe, ¿podríamos saber a dónde nos llevan?—una de las mujeres le dio una mirada de desagrado—Al menos podríamos saber eso.

-Por Dios, mantente callada—le exigió por lo bajo Ryan, con un tono de miedo.

-Lo sabrán cuando lleguemos—le contestó una de las mujeres de la retaguardia.

Siguieron caminando, manteniéndole los pasos a los tipos que podían llegar a matarlos. Luego de minutos, el camino se abrió, y se pudo presenciar más luz. Ahora se mostraba a la vista un enorme patio más grande que todos los colegios juntos de la zona. Y, a lo lejos, se notaba una casa extensa.

-¿Dónde rayos estamos...?—soltó en un hilo de voz Ryan con su boca abierta de la sorpresa al igual que su amiga. Ambos fueron arrastrados rápido por todo el extenso patio, encontrándose con varias estatuas de marfil, arbustos bien podados, una fuente innecesaria en el medio, y cantones llenos de todas las variedades de flores. Por sus mentes pasaba la idea de que, si estos eran los lugares de tortura, durante toda su vida se habían equivocado por completo. Esto no se parecía a un lugar lúgubre, atestado de gente, lleno de enfermedades y habitaciones dedicadas al asesinato.

Pero cuando fueron llegando a lo que antes era la lejana casa. Los guardias se fueron dispersando y dándoles más "libertad" por así decirlo. Algo que descolocó todavía más al dúo adolescente. Ahora, frente a ellos, y frente a una puerta de dos alas hecha de cristal, se encontraban una especie de mayordomo y una sirviente.

-¿Siguen existiendo?—murmuró Lae por lo bajo.

-Tal vez nos tuvieron compasión y seremos sirvientes de un Lord—la chica le otorgó una mirada de soslayo, preguntándose si eso era una acción que reflejaba compasión.

-Nosotros no haremos cargo desde ahora, puede irse con su grupo, general Berger—habló la mujer. Se trataba de una señora mayor, de alrededor sesenta años, o tal vez un poco menos. Parecía ser jefa de la casa. Mientras que el hombre junto a ella parecía un poco mayor en comparación. ¿Setenta, tal vez? Tenía un mostacho gris con algunos cabellos oscuros, casi inexistentes y su cabeza era brillante, carente de vello.

Cuando el intimidante grupo de guardias se apartó de ellos, ambas personas paradas frente a la puerta se hicieron a un lado, abriéndola.

-Por favor, pasen. El amo Reinhardt quiere verlos.

¿Reinhardt? ¿ Habían escuchado bien? ¿Por qué aquel Lord quería verlos? ¿Qué hacían en sus aposentos? ¿Estaban todos los demás integrantes de su círculo temoroso y cínico? ¿O acaso habían hecho una ruleta rusa y él había ganado el mayor premio: asesinarlos?

-¿Podemos saber que hacemos en los aposentos del señor Reinhardt?—preguntó Lea con delicadeza. No podía quedarse con la duda y, respecto a la respuesta, idearía un estúpido plan para fugarse de ahí.

La señora y el señor simplemente sonrieron.

-Lo sabrán cuando los llevemos a su despacho. Por favor, pasen. Sientanse en casa—habló ahora el hombre que, al contrario de su acompañante, su voz era rasposa.

La sala en la que entraron era lo más costoso que habían visto, si no contaban el extenso e innecesario patio trasero que acaban de cruzar. Si Lae no se equivocaba, los muebles que se encontraban estaban hechos de pino puro; recordaba haber visto uno de ellos cuando era pequeña. El resto de la sala estaba tapizada y varias obras decoraban las paredes junto a candelabros de oro que parecían no haber sido usados nunca. La luz entraba por las ventanas, evitando un aspecto lúgubre a pesar de los colores opacos que coloreaban el lugar.

-Levanta la cabeza—escuchó que su amigo le susurró detrás. Al hacerle caso, se encontró con una enorme araña de techo, adornada con cristales— Vale más que mis dos riñones juntos.

-Vale más que nuestras dos vidas juntas, querido—le refutó.

-Por aquí, queridos—habló con una voz armoniosa, diga de una madre hablando con sus polluelos. Los hombros de la señora se movían hacia delante y atrás, y daba grandes zancadas al igual que el señor, provocando que los chicos tuvieran que acelerar el paso.

-Um, disculpe—la señora se dio vuelta cuando escuchó la voz de Lae— ¿Tenemos que seguir con estas cosas?—levantó sus manos, mostrando las esposas que le habían puesto en el tren.

-Eso. Molestan mi circulación sanguínea—comentó Ryan.

La mujer hizo un paso al frente. Por un momento pensaron que había sentido pena por ellos y los liberaría. Pero en vez de eso, giró su rostro a su acompañante de bigote llamativo. El hombre, que quedó en silencio, respondió luego de unos segundos.

-El amo Reinhardt tendría que habernos dado la orden si los quisiera sueltos—sus ojos se posaron sobre Lae, haciendola sentir incómoda. ¿Por qué la miraba así? Sentía que la estaba analizando, como un animal de caza—Especialmente a ella—los adultos siguieron caminando.

-Al menos te van a matar primero a ti que a mi.

-Eres adorable.

📷

Luego de hacer varios pasos y cruzar varias salas que fascinaron a los jóvenes hasta el punto de pensar en ofrecerse como mascotas con tal de estar en un lugar tan adorable. Ahora mismo, se encontraban frente a una puerta de madera de dos alas. Del otro lado, estaba unos de los cabezales del Círculo, uno de los más jóvenes pero no menos fuerte. No era más que el heredero de una de las familias más fuertes del país, era a quien más debían temerle en estos momentos.

-Tranquilos, el amo Reinhardt es comprensivo—volvió a hablar las mujer con su melodiosa voz. Ryan la miró de soslayo, comenzaba a pensar que tal vez ese era su habilidad pero no quería pensar sobre ello— Que les vaya bien.

Las dos alas fueron abiertas y ellos fueron empujados adentro, a la boca del lobo, sin consideración. Ahora ya no pensaban que aquella mujer fuera una madre adorable hablandole a sus pequeños hijos.

Al instante de pisar la oficina, Ryan y Lae se apegaron, tratando de ocultar su miedo a la situación. Estaban preparados para implorar por sus vidas y pedir por volver con sus familias, a pesar de que antes la joyería los había cautivado.

-¿... Hola?—preguntó temeroso él al ver que nadie se hacia presente y el asiento estaba mirando por la ventana. Esperaba que el hombre girara sobre ésta y apareciera con un rostro poco amigable. Pero no había señales de vida. Los dos se miraron, ¿iba a hacer una entrada épica como villano de película?

Pero luego una de las estanterías de la biblioteca se abrió como si se tratara de una puerta, y ahí fue cuando temieron todavía más por sus vidas. La idea de un calabozo era presente en sus mentes, y la ocasión de ellos metidos ahí por el resto de sus vidas todavía más.

Apareció el famoso Lord Reinhardt de ahí. A diferencia del momento de la graduación, ahora vestía una camisa blanca arremangada hasta los codos con un chaleco azul marino sobre esta, combinándolo con unos pantalones de vestir del mismo color. El hombre los quedó mirando, por su expresión, los jóvenes pensaban que tal vez él no los estaba esperando como habían dicho sus sirvientes. Se acercó al escritorio, abrió uno de los cajones y sacó un reloj de bolsillo bañado en oro. Después, elevó la mirada, con el ceño fruncido.

-Veo que ya son las cinco. Lamento la tardanza—dijo al instante y volvió a guardar el reloj en el cajón. Llevó los puños de su camisa hacia delante y ahora se estaba encargando de abrochar los botones— Por favor, tomen asiento—cabeceó hacia el par de sillas frente a él y, seguido a esto, tomó su silla y la dio vuelta para poder estar cara a cara contra ellos.

Hubo un silencio incómodo hasta que habló nuevamente.

-Laetitia McDonald y Ryan Müller—recitó sus nombres, viéndolos fijamente. No podían decifrar bien que singificaban, ambos se perdían en el fuerte azul de sus ojos que se asemejaba a las fotografías del profundo océano. No estaban seguro cuál era la habilidad de la familia Reinhardt, pero si se trataba de hipnotizarlos, no los sorprendería— ¿Cómo están con el hecho de saber que sus padres no son sus verdaderos padres? —los dos se miraron al simultaneo hasta que Ryan habló.

-En realidad en mi caso sería uno—murmuró.

-Cierto—asintió con la cabeza— Así que tu madre le fue infiel a tu padre—en ese momento ante lo dicho por el Lord, Ryan enfureció su mirada.

-Soy capaz de poner las manos en el fuego de que mi madre no ha hecho algo semejante... señor—dijo lo último con algo de recelo— Para mi es acertado pensar que haya sido...-se detuvo al instante, mordiéndose la lengua y bajando la mirada.

-No es necesario que lo digas, lo he comprendido. Realmente inteligente objetar eso de mi raza—el joven tragó en seco, sentía que había metido la pata— Aunque para nada errado—dijo con una voz lejana, sorprendiendo al dúo—Me disculpo de ante mano si llegara a ser el caso, señor Müller.

Ryan abrió la boca y al instante la cerró. Los ojos azules ahora estaban sobre Lae.

-¿Señorita McDonald?—preguntó con tono de invitación— Aunque ese en realidad no es su apellido, ¿verdad?

-¿Sugiere que yo sabía sobre esto?—soltó de repente, cabreada— En mi defensa, me desmayé en frente de una enorme cantidad de gente, desperté en un asqueroso tren, me encuentro hablando ahora con usted y me encuentro miles de kilómetros lejos de mi familia.

-Recuerde que no es su verdadera familia.

-Un estúpido examen no va a cambiar mi vida pasada—escupió.

Los tres se quedaron en silencio, lo único que se escuchaba es que se había levantado algo de viento. Ante la incomodidad del ambiente, Ryan le dio un codazo por abajo a su amiga y ella rechistó.

-Lamento mi forma de expresar, Lord Reinhardt—mintió. El hombre hizo una leve sonrisa y apoyó su mentón sobre sus manos, analizándola.

-No deberías de mentir—dijo con algo de gracia—Pero agradezco tu falsa disculpa—sonrió— Dejando esto de lado, vayamos al porqué los tengo aquí y no en nuestros... agradables aposentos para mestizos— respiró profundamente— Usted es una situación especial, señorita McDonald. Es el primer caso de una de nosotros conviviendo con una familia común y corriente, y que nadie se haya dado cuenta de ello—pensó unos segundos— ¿Piensa que su familia sabía sobre esto? Tranquila, no le haremos nada dependiendo de lo que diga.

-Absolutamente no. Si fuera así supongo que no me hubieran dejado ir a estudiar al colegio—el hombre asintió.

-Tenía la misma idea—suspiró de forma pesada, extrañando al duo. Se había lanzado sobre el respaldo de su silla, como si estuviera resignado— Les voy a ser honesto, los demás Lores y las Duquesas te quieren ver muerta.

-¿Qué?—soltaron los dos a la vez.

-Espere, ¿cómo es eso posible? Ella podría ser nieta de algunos de ellos—el hombre negó al instante.

-Por lo que llegamos a ver todos, la habilidad de McDonald se trata de la eliminación de partículas. En otras palabras, ella puede desintegrar cualquier cosa—señaló sus manos—Por eso exigí que te pusieran esos. Si hubieras tocado a tu amigo sin ellos, lo hubieras matado al instante—ambos abrieron los ojos de la sorpresa— La desintegración no es una habilidad de las familias alemanas del Círculo. Es decir, serías una intrusa. Vienes de una familia de sangre azul proveniente de otro país, entraste de forma ilegal (seguramente). Y pueden solicitar pedido de fusilación porque podrías ser un arma de guerra o una espía.

-Eso es estúpido.

-Bienvenida al ambiente político—dijo sin más— Los demás Lores y Duquesas te quieren muerta porque representas un peligro para nuestra sociedad...

-¿Y por qué usted no?—interrumpió Ryan, impaciente, estando inclinado hacia el frente.

El hombre sonrió de manera nostálgica. Se reclino hacia el frente y miró a ambos a los ojos.

-Solo les voy a decir que soy el único de ese grupo de ancianos que conoce personalmente tu habilidad. Y sé de donde proviene. Y puedo asegurar, poniendo las manos sobre el fuego, que tu verdadera familia no te envió aquí con intenciones de provocar una guerra—respiró profundamente— Como soy el único que comprende tu situación, me veo obligado a ser quien te tenga bajo la mira.

-No es solo eso, ¿verdad?—soltó Lae. Había algo detrás de aquella media sonrisa.

-Somos parte del mundo político ahora—contestó Ryan, mirando un punto fijo— No volveremos a ver a nuestras familias, ¿no?

-Se podría decir que ahora nosotros somos su familia—sonrió de manera burlona— No se preocupen, procuraremos que se sientan cómodos aquí y que nunca recuerden sus viejos hogares—ambos chicos se estremecieron ante la idea, era cínico, terrorifico, lo que el Lord frente a ellos le dictaba. Sonaba como una especie de tortura en borrar su memoria y hacerlos futuros robots.

En ese momento, sintieron las puertas abrirse y unos pasos conocidos se hicieron escuchar. Cuando se dieron cuenta, ambos sirvientes se encontraban a un lado del otro, esperando órdenes.

-El señor y la señora Banner los llevaran a sus nuevos cuartos y le proporcionaran prendas adecuadas—sonrió— Hasta ahora ya hemos hablado lo necesario, nos vemos a la hora de la cena.

Reinhardt se levantó de su asiento y dejó su oficina. Ahora solo se encontraban los dos adolescentes junto a personas mayores de cuarenta años.

3: Palacio Reindhardt

Laetitia se estaba mirando frente al espejo que era parte de su nuevo escritorio. Cuando la señora Banner la había dejado dentro de lo que era su nuevo cuarto, había caído sobre sus rodillas y se largó a llorar. Según aquel Lord, no volvería a ver a su familia. Ahora su vida se iba a encargar de estar metida en aquella especie de palacio, viviendo codo a codo con personas asquerosas, sanguinarias, insensibles.

Las imágenes de las veces que personas del Círculo habían torturado a compañeros de edades mayores o personas en la calle eran inimaginables. No quería estar ahí, quería estar en su casa con su madre y con su padre.

Pero ellos no eran sus padres.

Respiró profundo. ¿Cómo era posible que todo había cambiado tan drásticamente? Miró sus manos, ahora tapadas por esos espantosos guantes que le recordarían para siempre que ella no era como los demás McDonalds. Ella no era una McDonald. Ella era un bebé dejado bajo su cuidado, por alguna razón de la cual nadie sabía o no querían que ella sepa.

Al mirar hacia un lado se encontró con ropa doblada. Era obvio que ya los esperaban y la idea de que se quedaran en aquella casa era definitiva. El Lord no había dudado ni un segundo en encerrarla a ella y a Ryan en esas paredes.

Ryan.

Trató de quitarse todo rastro de que había llorado, no quería preocupar de más a su amigo. Decidió encerrarse en el baño personal que ahora tenía y cambiarse de ropa. Admitía que parecía una vagabunda con el cabello enmarañado y sus ropas sucias por culpa del tren con paja.

Cuando se preparó, abrió con cuidado la puerta y sacó su cabeza, en búsqueda de aquellos dos vejestorios. Sentía que si notaban que no se encontraba llorando dentro de su "asombrosa" nueva habitación habría problemas. Recordaba que el cuarto de Ryan estaba al principio del pasillo, pero no cual de las puertas era la perteneciente a él.

Siguió caminando de cuclillas, estando alerta todo el tiempo por si aparecían la pareja Banner. Se preguntaba si no tendrían una especie de sensor para saber donde estaban ellos dos. Su cuerpo se erizó, ¿y si abría la puerta y se encontraba con una tétrica versión de la señora Potts de La Bella y La Bestia? Negó rápido con la cabeza, sacando aquella idea.

Al acelerar su paso silencioso, ya se encontraba frente a las puertas de la otra punta. Ahora el inconveniente era saber cuál de ellas pertenecía a Ryan. Tenía temor de abrir la equivocada y encontrarse con algo que no debería, algún secreto o situación incómoda.

Tocó alarmada la puerta de su izquierda, cruzando los dedos internamente de que esa fuera la correcta.

Cuando vio el rostro de su amigo asomarse por la abertura, sintió un enorme alivio.

-¿Lae?

-¿Puedo entrar?

-Claro. Obvio—se hizo rápido a un lado y, cuando ella ya se encontraba dentro, dio un vistazo a los pasillos en busca de la presencia de otras personas. Al volver a su nuevo cuarto, tomó una silla para obstaculizar la abertura de la puerta, por si alguien ajeno quería meterse— Creo que es la primera vez que te veo con falda.

-Cállate—le golpeó levemente y luego le miró de arriba abajo—Los chalecos te quedan espantosos.

-Claro que no, me veo fabuloso. Mira lo tonificado que queda mi pecho—señaló su cuerpo—Envidiosa—hizo una pausa— ¿Cómo estás?

-Horriblemente—contestó al instante mientras se tiraba al pie de la cama—Tuve una crisis.

-Dos crisis en un día, si que rompes tus propios récords—suspiró cansado y tomó asiento junto a ella, mirándola de soslayo— Te mentiría si te dijera que estoy bien—volvió a suspirar y se lanzó al lado de ella, quedando ambos boca arriba—Menuda mierda.

-Menuda mierda—imitó Lae.

Ambos sonrieron con nostalgia.

-¿Qué crees que esten haciendo nuestros padres?—preguntó por lo bajo, inseguro de decirlo. Lae le miró de costado, aunque Ryan era un muro de concreto (no le gustaba mostrar sus verdaderas emociones), pasar años junto a él le había enseñado a ver dentro de sí. En estos instantes, con tal solo ver el brillo de sus ojos, entendía que estaba preocupado por sus padres, de que no estuvieran preocupados por él.

-Ten por seguro que deben estar teniendo una crisis como nosotros—suspiró. Al estar unos minutos en silencio se sentó de golpe, poniendo al joven alerta.

-Lae, ¿qué sucede?

-Debemos exigir respuestas.

-¿Respuestas?

-Sí, conocer a nuestras verdaderas familias.

-Querida, no debo porqué explicarte que es una pésima idea—se incorporó rápido cuando ella se levantó, comenzando a caminar por el cuarto— Lae, quita esa idea de tu cabeza ahora mismo.

-¿Por qué?

-Dudo que quiera conocer al tipo que... -paró de hablar— ... le hizo eso a mi madre—respiró profundo— ¿Y que tal si tu familia no te...?

-¿Si me dejaron aquí porque no me querían? Es una posibilidad. Pero, ¿por qué lo harían en una sociedad de humanos tristes e inútiles? —le señaló—Piensa Ryan, eres el más inteligente de los dos. ¿Por qué mis verdaderos padres me dejarían en otro país con una familia simple? —el joven abrió los ojos.

-¿Política? Digo, ¿qué tal si tu familia iba en contra del gobierno y te resguardaron?

-¿Insinúas que eran perseguidos?—el chico asintió.

-Lo vi en una película.

-Vaya, tus fuentes de saber sí que son fuertes y fiables—el chico puso los ojos en blanco—Dejando de lado tu saber basado en la ciencia ficción, es completamente posible. Pero, ¿por qué los perseguirían?

-Eso debemos averiguarlo—dijo seguro—El señor Reinhardt dijo que entendía tu habilidad y de dónde provenía.

-No lucía como alguien que quisiera compartir esa información—se acompañante asintió.

-Debemos investigar sin levantar sospechas—se llevó la mano al mentón, pensativo— Por ahora tratemos de acoplarnos al ambiente, si ven que nos sentimos cómodos no tendrán sus ojos sobre nosotros. Y entonces tendremos oportunidad de rondar por los pasillos sin problema—la chica asintió.

-Bien, será mejor que vaya a mi cuarto antes de que... -quedó en completo silencio al ver el rostro consternado de Ryan, mirándola fijamente— Oye, ¿te encuentras bien? —el chico parpadeó varias veces, como si estuvieras perdido— ¿Ryan?

-Sí—contestó al instante— Es mejor que vayas... para ... evitar problemas, si—asintió, aun con una expresión aturdida que preocupaba a la chica— Deberías apurarte, seguro vendrán a buscarnos para la cena—ella asintió y salió del cuarto. Ya afuera, mantuvo su ceño fruncido. ¿Qué había pasado? Volteó hacia la puerta del cuarto donde había estado, esperando encontrar alguna respuesta.

Entró en pánico cuando escuchó unos pasos que iban incrementando. Ante la desesperación, entró al cuarto contrario, donde suponía (o deseaba) que no hubiera nadie.

Para su suerte, así fue.

Sacó todo el aire que tenía cuando estuvo adentro. Los pasos se estaban alejando, el peligro se iba.

Miró de casualidad donde se encontraba. Era otra habitación, pero con una cómoda todavía más costosa que la que tenía ella o Ryan en sus habitaciones. Y, además, lucía habitada.

Se acercó con cuidado al baño privado, para asegurarse de que no había nadie. No se encontró con ninguna otra persona, sino con un tocador que triplicaba el tamaño del suyo. Estaba envidiando bastante a este tipo.

Salió del baño y miró con más cuidado los objetos que decoraban la sala. Había varios libros gordos, algunas historias viejas, una cámara y algunas fotos junto al espejo. Al mirar ocn cuidado, pudo ver a una señora, bastante elegante, de cabello rubio y ojos oscuros. ¿Sería ella la dueña del cuarto? ¿Lord Reinhardt tenía una hija?

No parecía una idea alocada. Pero en el caso que fuera así, no se imaginaba que su hija tuviera la misma edad que ellos. Teniendo en consideración su edad en comparación con los demás Lores, pensaba que tendría hijos pequeños.

En ese momento, un pensamiento golpeó su mente: ¿Dónde estaba la esposa? ¿La vería ahora en la cena? ¿Ella estaba de acuerdo con que se quedaran a vivir con ellos?

-"Mi madre no lo permitiría"—pensó para si misma y luego una oleada de dolor llegó al recordar que su "madre" en realidad no era su madre. Suspiró agotada y fue hacia el armario, abriendo ambas puertas, esperando a encontrarse con vestidos y zapatos de tacón.

Pero en vez de eso se encontró con camisas, botas, cinturones, pantalones y chalecos. No era la habitación de una chica hija de un Lord, era la habitación de un hijo de Lord. Y, por el tamaño de las prendas, estaba más que segura que debía tener su edad o hasta mayor. O tal vez era un chico demasiado alto.

Ante la preocupación de que el dueño de aquel cuarto apareciera, cerró las puertas y se fue hacia su cuarto, a la espera de que la llamaran para el horario de la cena.

📷

Ryan la estaba esperando en las escaleras acompañado con la señora Banner, quien lucía sonriente a diferencia del joven. Ambos se dieron una pequeña sonrisa de aceptación a la situación, no había otra manera.

-Espero que no sean alérgicos a la frutilla—dijo divertida mientras los empujaba levemente de la espalda, obligándolos a caminar. Ryan le lanzó una mirada de frustración a su amiga, la cual fue captada e hizo que ella sonriera. Suponía que el humor extraño de Ryan era lo único que mantenía sus cerebros cuerdos hasta el momento.

Bajaron las escaleras, las cuales rechinaban en cada paso que daban a pesar del tapiz que las ocultaba. Lae giró un poco la atención en un cuadro colgado en el trayecto. No se trataba de la chica que había visto en la foto, o de una copia del señor Reinhardt, o al mismo Lord. Sino que era un hombre con los mismos ojos oceánicos que el jefe de la casa. Pero su porte era más rústico y su expresión menos agradable que la del actual Lord.

-Disculpe pero, ¿quién es él? —los tres se detuvieron en su bajada y la señora dirigió su mirada hacia al cuadro.

-Oh, ese es el antiguo Lord Reinhardt. El padre de quien ya conocen—sonrió.

-¿Cenará con nosotros?

-Oh, no querida—dijo con tranquilidad— Sir Reinhardt murió hace muchísimos años. Mucho antes de que ustedes dos nacieran—volvió a darle un pequeño empujoncito para obligarlos a bajar los escalones— Si el estuviera vivo no podrían estar teniendo una cena ahora—soltó una risilla— Agradezcan que ahora esta nuestro Lord—volvió a reír.

Los jóvenes se miraron de soslayo, preguntándose si eso era verdad.

La señora Banner los guio por varias habitaciones, hasta que llegaron a una puerta de doble ala, decorada con macetas a los costados y pinturas de antiguos Lores (o al menos eso pensaban ellos dos). Las puertas fueron abiertas a la par por ella, dejando a la vista un enorme salón con una larga mesa en el medio, decorada con candelabros, canasta de frutas, platos, copas de cristal y cubiertos.

En la punta más lejana a ellos se encontraba una figura sentada: el señor Reinhardt. Aquel "amable" y "generoso" Lord que los había dejado con vida y los mantenía al cuidado bajo su techo. Tenía las palmas juntas y su cabeza sobre ellas. Lanzó una sonrisa que, suponían ellos, mostraba amabilidad. Se levantó de su asiento, haciendose a un lado y comenzó a caminar a su dirección.

-Por favor, siéntense. Pronto vendrá la comida—sonrió. Dio media vuelta y volvió para su lugar— Parece que va a llover. Les recomiendo no salir. Va a ser una tormenta fuerte—suspiró y posó sus ojos sobre ellos cuando se habían acomodado. Lae lo quedó mirando fijamente, buscando si podía sacarle alguna palabra de la boca— Quieren preguntarme algo, ¿verdad?

-No en reali-

- ¿Su esposa no come con nosotros?—interrumpió rápidamente a Ryan, tomándolo por sorpresa y ganándose una patada de su parte por debajo de la mesa. El Lord alzó las cejas y la señora Banner se fue rápido por una puerta que debía estar conectada con la cocina.

-Mi esposa falleció hace ya varios años—dijo seriamente, sin emoción alguna.

-Oh, lo lamento—él sonrió levemente— Entonces, ¿vive solo con ellos dos? —miró hacia la puerta donde se fue la sirviente, para indicar que hablaba de la pareja Banner.

-Algo así—volvió a sonreír— Por un tiempo, solo somos nosotros tres. A veces viene otro personal, pero el señor y la señora Banner ya son parte de la familia Reinhardt—hizo una pausa y bebió del vino de su copa— Y, por otro tiempo, somos cuatro cuando mi hijo está aquí—Ryan le miró de reojo, esperando que prosiguiera— Lo siento, olvido que la información de nuestra familia no es muy relevante en su ambiente—inhaló— Tengo un hijo de aproximadamente su edad. En estos momentos debe estar viajando para aquí. Está de visita en la casa de sus abuelos maternos.

Los dos jóvenes se miraron entre sí, teniendo una conversación silenciosa. ¿Su hijo sabía que dos chicos más invadirían su hogar? ¿Que desde hoy en más va a tener "hermanos"?

-Esperamos no ser una molestia para él—el hombre quedó en silencio con las palabras de Ryan. Miró hacia un lado y parpadeó varias veces.

-Admito que no tuve mucho en consideración eso...-murmuró por lo bajo, pero ellos llegaron a escucharlo. Se miraron en forma de pánico, eso solo significaba problemas— Bueno...—el señor Banner había entrado al cuarto con un carro con comida— Él no es un chico muy sociable que digamos.

-Usted tampoco lo es, señor—contestó rápidamente mientras le servía más vino y dejaba el plato enfrente.

-Como decía—aclaró la garganta— No podría decirles si serán una molestia para él. No es un joven muy... expresivo. Se guarda mucho las cosas para sí. Por lo que, creo, que sí ustedes les cae mal, no lo hará notar y seguirá con ello. Así que no se preocupen—los demás platos fueron dejados sobre la mesa— Pero, dejemos a mi hijo de lado. ¿Qué tal si nos conocemos un poco? —sonrió.

- ¿Podría hablarnos sobre mi habilidad?

-Absolutamente no. Siguiente pregunta—sonrió mostrando sus dientes— ¡Vamos! No sean tan serios, ¿o en realidad son así? Estamos cenando algo sumamente rico y es momento de conocernos mejor y saber que les gusta. ¿Qué les parece si comienzo preguntando? —hubo silencio— ¿Sí? Fantástico.

-Vaya, esa desesperación si se puede ver—comentó Ryan por lo bajo, haciendo reír a Lae.

- ¿Cómo les iba en el colegio? —los dos chicos se miraron entre sí, dudando de quien de los dos debía hablar.

-Bastante bien... ambos—contestó Ryan— Éramos parte del centro de estudiantes.

-Vaya, bastante ejemplares—le dio un bocado a su comida— Yo era presidente de la clase.

- ¿A qué colegio iba?—preguntó extrañada la joven. La duda sobre cómo aprendían aquellas criaturas con formas humanas era muy presente en la comunidad de mundanos. No se sabia sobre la existencia de colegios especiales o algo parecido, por lo que suponían que aprendían dentro de sus casas.

-Oh, al Circulo del Norte—sonrió— Obviamente no lo conocen, nos encargamos de que los mundanos no sepan de su existencia. Sería molesto—volvió a comer.

- ¿Su hijo asiste? —el hombre asintió.

-Está en el último año. A diferencia de ustedes se gradúa dentro de dos meses. Luego de eso tal vez lo mande a estudiar a Inglaterra—contó con tranquilidad, dándole un sorbo a su vino.

- ¿Por qué no aquí?

-Los internados de Inglaterra son más rectos y seguros—tiró de forma seca, asustando a los dos jóvenes. Se miraron nuevamente entre sí, preguntándose si era posible que los demás países fueran peor que Nueva Alemania— Pero en los demás son más libres que aquí. Solo se preocupan por la ética.

-Sí, algo por lo que preocuparse mucho—comentó Lae dándole un bocado a su plato. Ryan la pateó por debajo de la mesa al notar el tono sarcástico que usó. Mientras que el Lord la miraba fijamente con una leve sonrisa. Ryan le miró, en busca de disculparse en su nombre, pero su mirada cambió rápidamente a un ceño fruncido y una expresión de confusión— ¿Te encuentras bien?

-¿Eh? Ah, si—dijo rápido— Debe ser por el cansancio—sonrió— Señor Reinhardt, cuando estábamos bajando las escaleras vimos un cuadro. La señora Banner nos contó que era de su padre. ¿Murió hace mucho? —el hombre alzó las cejas.

-Hace casi treinta años—hizo una pausa y frunció levemente el ceño— No, hace veintiocho en realidad—siguió comiendo.

- ¿Era muy joven cuando falleció? —esta vez se unió Lae, interesada.

-Tenía dieciocho—soltó con rabia— ¿Qué les parece la comida? ¿Necesitan que Banner la caliente? —preguntó con voz animada. Luego de una pausa, siguió— ¿No? Bien, sigamos conociéndonos entonces. ¿Son de dormirse tarde? Porque estoy acostumbrado a descansar a las diez.

Pero cuando alguno de los dos estaba por contestar, la puerta principal se abrió, sorprendiendo a todos. El Lord se levantó primero, poniendose en posición de defensa. Se trataba de la señora Banner, quien parecía agitada y mojada, indicando que estuvo afuera bajo la lluvia.

-Marie, ¿Qué sucede?

-El joven amo esta en la entrada—respondió con la respiración agitada.

-¿Qué hace aquí? Se supone que llegaría dentro de dos días—parecía serio y a la vez enojado. Lae y Ryan se miraron ante el pánico, no estaban preparados para combatir con la posible furia del hijo de un Lord. Además, teniendo en cuenta que tenía una habilidad pero que, a diferencia de Lae, si sabía como dominarla.

-N-no lo sé. No me ha querido responder.

Cuando el hombre de la casa se dispuso a caminar hacia la salida, una voz apareció de fondo.

-Buenas noches, estoy en casa—los dos voltearon hacia la puerta, encontrándose con el famoso hijo de Lord Reinhardt. Detrás de la sirvienta.

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