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El Amor Del Nazi

Bar

Sé que no debería estar aquí, debería estar en casa a estas horas para prepararme para mañana y hacer el rezo, pero tenía ganas de estar con mi amigo un rato.

-"Sabes una cosa Daniel? No eres un buen judío". -- Abraham ya está ebrio. ¿Y qué día no está así?.

-"No, no lo soy. Aún me queda un rezo y a mi mamá no le gusta que esté aquí". -- Tomo un trago largo del refresco. -"Vayamos, te acompaño a casa".

"Aún no. Espera dos minutos, que mañana ya desapareces para centrarte en vuestros asuntos. ¿Dime una cosa, no es aburrido? ¿Tenerlo todo tan bien escrito? Qué si el viernes y, y...".

-"Desde la puesta del sol del viernes hasta la noche del sábado, no trabajo y tenemos prohibido encender fuego, y la prohibición incluye la electricidad. O sea, que las luces deben quedar encendidas –o funcionar con un reloj automático–, y que no debo usar ningún tipo de dispositivo electrónico. A no ser que una vida corra peligro y sí, es un momento para pasar tiempo con la familia y la comunidad, para rezar, para estudiar y para descansar".

-"¡Lo ves! Desapareces en tus asuntos, y a saber cuándo regresarás aquí de nuevo". - Pago la cuenta, y él se ofende aún más al escuchar los sonidos del billar. -"Esos tipos de allá son callados y ruidosos a la vez". - Los miro, los miro yo también.

"Un grupo de chicos jóvenes pasando el rato, en un rincón jugando al billar. ¿Cuál es el problema?". - Se acerca a mi mejilla, oliendo a mucho alcohol, pero no me alejo por no ser mal educado.

-"Son muy raros, con ropas tan oscuras, a lo heavy metal antiguo y encerrados allá, con tan solo la luz que alumbra al billar y... Hay más de uno que no se mueve de su asiento". - Los miro sin que se note demasiado.

-"Pues eso, gente jugando al billar y otros que no deben querer hacerlo y están a sus asuntos, mirando como juegan".

-"¿Para ti no hay nadie mal, verdad?". - Se aleja y pide un vaso de agua al barman, Jack.

-"Disculpe Jack, ¿puedo hacerle una pregunta?". - Se queda fijo mirándome mientras Abraham bebe como si no hubiera bebido en días. -"¿Ves algo raro en esos tipos tú que eres un hombre con experiencia?". - Ni los mira.

"Tipos sin nada que hacer en la vida, de esos que la poca plata que ganan se la gastan en divertirse y sin saber a qué se dedican. ¿Sabes? ¿No necesitáis a alguien de ayudante en vuestro taller de maderas? Podrías llevarte a uno de esos".

-"Por ahora, tan solo trabajamos la familia y por tu comentario, parece ser que no te agrada que estén aquí".

-"Jack, no hables mal de nadie, que para él todo el mundo es buena gente, incluso si lleva un cartel con el eslogan de... de... soy un asesino".

-"Mandamiento número 9: No hablarás contra tu prójimo falso testimonio". - Siento la mirada de los dos como siempre lo hacen.

-"Te veo otro día Daniel, me llaman". - Su linda mujer le hace señales desde la entrada a la cocina, tras el final de la barra.

-"Hace años que nos conocemos y, a decir verdad, no sé cómo tu familia dejó que vinierais a la escuela tú y tu hermana, pero... ¿Podrías dejar los mandamientos por un rato? Solo era una opinión sobre esos tipos".

-"No ofendo a nadie con los mandamientos ni con mi forma de opinar. Además, ya sabes de qué condición somos los judíos y si mi familia me dejó ir a la escuela con vosotros, fue para integrarnos en la sociedad y poder ser útiles el día de mañana".

-"Sí, sí, servicio al prójimo o algo así". - Uno de esos tipos, bajito, con ropas como de cuero, se acerca a la barra al lado mío y llama a Jack. -"Vámonos, no quiero que tu familia me llame para darme la charla".

-"¿Cuándo han hecho eso?" - El tipo pide una copa de no sé qué y se queda al lado tomado en pequeños sorbos.

-"¡Oh! ¡En la fiesta de mi cumpleaños del año pasado!".

-"Solo querían asegurarse de que la comida era la adecuada, que el ambiente estaría bien....".

-"¿Qué eres, un bebé? Una cosa es que no sea igual a ti y otra es la cantidad de preguntas que me hicieron, la cantidad de llamadas a mi familia, el venir a buscarte... Tienes ya 24 años, ¿no se supone que ya eres mayorcito?".

-"Sí. Ya hablan de matrimonio, y no lo tengo claro".

- "¿Escuchas lo que digo? ¿Y qué matrimonio? Sí, a ti las mujeres....".

- "¡Cállate! Ese tema no es bien visto para mi comunidad. Es una abominación pensar más allá de sentir y hacer, y ya me entiendes. Solo te hice un comentario una vez de un tipo bien arreglado".

- "¿En serio, Daniel?" - Golpea mi hombro y camino tras él dejando a ese tipo pidiendo una copa más. Su cabello es curioso: lo lleva bien fijado como si tuviera pequeños pinchos con esos cabellos bien cortos.

- "Olvidemos el asunto. ¿Te acompaño a casa?".

- "¿Qué soy, una damisela? Adiós, Dani, que reces bien". -- Se aleja algo tambaleante.

Este chico no cambia en beber demasiado y mientras lo veo alejarse, han salido dos tipos de esos a fumar, al igual que una pareja de enamorados.

Mala gente dice... Simplemente, son algo peculiares, están con sus asuntos. ¿Para qué criticar y pensar mal?

Todos somos puros, y tan solo Dios es quien puede juzgarlos.

Camino por las calles de este gran pueblo alejado de las grandes ciudades, donde mi familia llegó hace años para unirse a la comunidad judía, pequeña, pero con un buen Rabino.

La humedad hace mella mientras camino por la larga calle hacia mi casa, donde seguramente estará mi mamá con mi hermana leyendo y esperando a que papá llegue, si no es que ya haya llegado.

Miro la fachada de los pisos: piedra como hace años, parecen viejos, pero la mayoría por dentro están reformados, seguro.

Varios pasos más allá, llego al pequeño descampado que separa los pisos de la casa familiar: con dos plantas, un gran jardín donde plantamos para tener verdura fresca, aunque hay quien hace de las suyas y se lleva algo de la cosecha. Si necesita para comer, bienvenido sea. Y el taller está en la parte de atrás: un gran cobertizo donde se talla la madera para hacer muebles, figuras,....

Mi abuelo enseñó a mi papá, y mi papá a mí; aunque recuerdo cuando era más pequeño que el otro taller olía diferente, como a madera mojada y acá, aunque hay humedad, la madera huele más fría. Es algo raro.

Entro en casa y las veo a ellas mirándome seriamente. Seguramente me darán una charla.

Cuidado

"¿Sabes qué hora es?" - Mi mamá me mira seriamente mientras mi hermana hace lo mismo de reojo para seguir tejiendo.

- "Lo sé, mamá. Estaba con Abraham un rato". - Suspiro y me siento en el sofá al lado de ellas. - "Tenéis la luz demasiado baja".

- "Queda poco aceite. Mañana podrías ir a por más, antes de ir a ver al rabino".

- "¿No vamos todos juntos? Ha parecido como si tuviera que ir yo solo". - Mi hermana parece murmurar algo.

- "Hay una chica que ha preguntado por ti mucho en sus reuniones; sería una buena oportunidad para conocer a gente nueva".

- "¿Ha llegado alguien más acá? Pensé que a nadie le interesaba estar en este lugar tan alejado, sombrío, con humedad y lluvia". - Mi hermana me está poniendo nervioso con sus caras. - "¿Ocurre algo, Carmela?".

- "Muchas cosas y no ves nada tú". - Deja la tela que estaba cosiendo y se marcha de la sala.

- "¿Ha tenido un mal día, cierto?" - Mamá deja de coser y me dice que le sirva un vaso con agua de la jarra que hay cerca de la ventana que da a la calle. Miro al agarrar la jarra. Llueve y la calle está más oscura que de costumbre.

- "¿Puedes sentirlo?" - Mi mamá me ha asustado y he derramado el agua por el piso.

- "Disculpa..." - Saco un paño del pequeño mueble que sostenía la jarra y limpio el piso.

- "Han llegado rumores de que ellos están por acá". - Se sirve un vaso con agua, suspira y mira a la calle tras colocar bien la cortina azul oscuro semitransparente por dentro, pero no por fuera.

- "¿Ellos?" - Su cara seria asusta. - "¿Mamá?".

- "¿Te acuerdas de la familia que vivía al lado nuestro en la antigua casa, cuando eras más pequeño y jugabas con el hijo mayor?" - Asiento. Jugábamos a correr, hasta que un día, no lo volví a ver. - "Ellos los atacaron cuando regresaban de viaje, y sus cuerpos... quedaron destrozados".

- "Mamá, creo que es tarde para recordar viejos tiempos. Además, vinimos acá, a un pueblo tranquilo gracias al Rabino, que se preocupó de hacer que cada uno de nosotros tuviera un lugar seguro en diferentes pueblos. ¿Por qué habla de esto ahora?".

- "Los rumores dicen que debe de haber alguno de esos tipos por aquí. Quizás estén de paso, quizás estén buscándonos a cada uno de nosotros para hacernos lo mismo que a esa familia, o quizás... Tan solo deseen pasar el rato sembrando el caos. Dios sabe lo que deben de querer hacer..."

- "Hablas de rumores, nada más. ¿Alguien los ha visto? Si nadie supo quién fue el que les hizo eso a esa familia, ni cómo eran, ¿cómo vamos a juzgar a nadie?" - Ella bebe a sorbos el agua, sin dejar de mirar afuera.

- "Son los que manda el diablo, los que parecen tipos corrientes, como buenas tranquilas esperando a que su presa sea lanzada por ese león que no desea comer más carne y ellas, despellejan los restos de lo que un día fue un bello animal en vida".

- "¿Debemos preocuparnos por cualquier persona que haya llegado al pueblo, sea bien vestido? ¿Vamos a juzgar a la gente así, por habladurías sin fundamento por algo que sucedió?"

- "El Rabino nos ha dicho que estemos atentos ante cualquier cambio que nos llame la atención".

- "Ahora mismo parece que esté escuchando a Abraham sobre los tipos con imagen de Heavy metal del bar de Jack".

- "No me agrada que vayas a ese lugar, pero... Y ellos no se dejan ver cómo para que hablen de ellos como esos... esas personas que cuentas".

- "Mamá, tan solo... era una comparación. Está bien, yo estaré alerta por si alguien quiere... ¿qué se supone que debo de hacer?"

- "Aquí, salvo a familia más íntima, amigos más íntimos... pocos saben que hay judíos aquí, por eso el Rabino habla de que estamos a salvo, en principio. Si alguien desea saber algo más de lo normal, si te hacen demasiadas preguntas, si quieren ser muy amistosos..."

- "Hace años que no nos dejamos el cabello como muestra nuestra cultura, ni siquiera un mísero mechón ondulado para no levantar sospecha con estos peinados tan cortos, flequillos como esos famosos de la televisión y con ropas casuales sin ningún tipo de adorno como los sombreros. ¿Quién pensaría que somos judíos? Si incluso en la sala no hay nada que lo demuestre y... ¿tienes intención de que alguien entre al interior de la casa? ¿Que suba al segundo piso? Creo que... te estás dejando llevar por el pánico, mamá". - Acaricia mi cara suavemente.

- "Ten cuidado, ¿sí?" - Asiento. No hay más remedio que hacerlo hasta que el Rabino nos diga que no hay peligro. -- "Sobre Carmela..."

- "Ha discutido con su amigo. Deberían hablar en serio".

- "Oh, ya veo. Cuando tenga algo en claro, traerá a su amigo a casa para hablar de boda. Por la calle, no se los ve juntos".

- "Siguen bien las normas. Pero espero que no tarde mucho en casarse y dar nietos pronto. Y sobre ti..."

- "Nada, mamá. Hay chicas bonitas en la congregación, pero no me generan interés más allá de la amistad". -- Este es uno de esos temas que menos me gusta hablar con ella. Desde hace mucho, las mujeres no llaman mi atención. Y pensar en otro tipo de relación es ir contra las normas, las reglas de nuestro señor de poder procrear y dar descendencia a nuestra familia para poder seguir con su palabra. Aunque he visto algún chico guapo, he mirado... Pero no he pecado.

- "¿En qué piensas?"

- "En tus palabras, mamá. Iré a darme un baño, hacer el rezo y descansar".

- "Buen chico. Descansa bien". -- Me sonríe, hago lo mismo y la alejo hacia la planta de arriba. Debo enfriar mi cabeza tras tener por unos segundos pensamientos impuros.

Descanso?

El día de descanso de los judíos comienza con la caída del sol del viernes y se prolonga hasta la caída del sol del sábado, es lo que llamamos Shabat.

Tampoco se cocina, ni prendemos la TV ni nada eléctrico, aunque el teléfono queda prendido por si hay alguna urgencia.

Pasamos el día en familia y la hora en la que comienza el día de descanso (con la caída del sol del viernes) encendimos dos velas, conocidas como Nerot, mientras las mujeres de la casa recitan una oración: “Bendito sea el Eterno, Rey del mundo, que nos santificó con sus preceptos y nos ordenó encender las velas del Sabbat”.

Una de las cosas que más me gusta es el Vino kosher que está presente tanto en la oración del Kidush, con la que se da comienzo a la celebración del Shabat, como en la bendición de cierre del día de descanso, que se llama Havdala.

El vino kosher con el que comienzan la celebración del Sabbat simboliza la alegría y se da a probar a todos los presentes. Los panes simbolizan el maná que Yahvé envió dos veces al pueblo de Israel durante su travesía por el desierto. La oración del Kidush recuerda que Dios descansó el séptimo día e hizo que su pueblo elegido observara el sábado “con amor y gracia”.

Como el Sabbat es un día de alegría y celebración, la música está presente aunque en casa poco cantamos pero sí en la sinagoga, pese a que mucha gente hace uso de ella durante la cena familiar, durante la que se deben recitar los Zemirot, unos himnos contemplados en las normas del Shabat. Pero nosotros tan solo recitamos.

Mi padre, al llegar a casa, bendice de forma especial a nosotros, sus hijos. También hay una oración especial para las mujeres, que rememora a las “madres” de la comunidad judía: Sara, Raquel, Lea y Rebeca. A continuación, la familia canta el salmo Shalom Alejem y el padre recita la oración Kidush sobre una copa de vino kosher y dos panes (Halot).

La cena de Shabat es uno de los grandes momentos del día de descanso nuestro. Los platos, mayormente, son recetas tradicionales a base de pescado, carne y ensaladas y durante la misma se cantan los Zemirot.

Cómo decía, es un momento de encuentro familiar en el que prima la alegría y la charla. En algunas comunidades también se invita a amigos, pero en nuestro caso, solo somos nosotros porque, aunque nuestros amigos pueden ser no judíos, nunca hemos hecho algo parecido.

En el Shabat también se comienza en la sinagoga el viernes por la tarde con la oración conocida como Leja Dodí, con la que se da por iniciado el día de descanso. Pero yo hay días que no he estado. Mi mamá me ha dejado algún día libre para estar más rato con Abraham. Supongo que me deja ser algo libre, antes de que algún día deba casarme.

El sábado por la mañana se realizan las lecturas correspondientes. Las normas del Shabat también indican cómo se termina el día de descanso y, de nuevo, sobre una copa de vino kosher, se realiza la bendición de Havdala, con la que se dan por finalizadas las prohibiciones del Sabbat y se desea una semana de salud y paz con la ayuda del Señor.

Si lo analizo, para ser un día libre, hay más obligaciones que el resto de la semana. No es que me desagrade mi comunidad, mi familia, la congregación, pero a veces pienso en cómo sería ser alguien neutral, sin tener que atender a lo que manda Dios nuestro Señor, es decir: seguir la fe y sus normas a mi manera sin necesidad de hacer tantas cosas, sin necesidad de estar pendientes de cómo hacer los rezos, ir a la sinagoga y más, cuando tenemos que hacerlo a escondidas y en una plaza de garaje. Sí, para no llamar la atención, parece que vamos a una reunión de amigos por turnos para no levantar sospecha.

¿Somos muchos judíos por acá?

En un pueblo de poco más de 4000 habitantes repartidos en el pueblo central y vasas por los alrededores y caminos secundarios, somos unos 300 judíos. Separados, no parece que seamos muchos, pero ir todos juntos a un mismo lugar, eso sí es llamativo.

Por eso, el Rabino hace excepción para estar por turnos con él, para celebrar la Shabat de una forma más ligera. Porque la seguridad es la seguridad. Y para él, mientras se sigan las normas, es lo que cuenta.

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