La primera vez que vi un desfile de modas quedé fascinada, todo ese glamur, el brillo, las luces, la ropa, tacones, joyería. Todo. Todo eso me dejo alucinada.
Desde pequeña, supe cuál sería mi destino, pero mi padre, ese era el verdadero problema. Porque según el yo sería una buena agente.
A mi hermano no le costó nada convencerlo, ya que con los otros no pudo se agarró de nosotros. Y si soy buena en eso del espionaje, recolectar datos y lucha, porque defenderse es lo primero.
Nunca deje que vean ese lado de mí. Siempre mostré mi lado divertido y brabucón, pero una mujer no puede dar todo de sí, siempre debe guardarse algo para ella.
Ni siquiera mis amigas lo saben a ciencia cierta.
Todo esto comenzó en un desfile, como antes lo mencioné, al que acudí con mi madre. Obvio que para ayudar a mi padre que por lo que ahora entiendo sabia como convencerla de hacer estas cosas.
Ahí fue cuando me enamoré de este mundo y comencé a querer saber todo de él, solo con ocho años y yo ya me imaginaba mi futuro.
Por años mi padre tiene en el ojo a unos mafiosos que dentro de todo lo que puede llegar a estar en manos de la mafia, este en particular tiene un gusto exquisito por las piedras preciosas. El problema radica en que nunca se pudo acercar a estos malhechores. Siempre ellos estaban a diez pasos de mi padre, que siendo el agente prestigioso que es, lo tenían mal.
Con el correr de los años se me había hecho costumbre asistir a este tipo de eventos, más que nada porque quería saber más y más de este mundo.
Así fue como me termine graduando de diseñadora de moda y como “premio”, según mi padre, me mando a un desfile en Francia, París. Si chantaje, eso estaba claro. Todo para espiar a los mafiosos que lo tenían como si fuera un juego al que cada vez que le estaba por morder la cola desaparecían.
Ahí entre yo, novata he ilusionada por querer entrar de lleno a este mundo, me mandaron al epicentro de la moda donde mi decepción fue grandísima.
Amo la moda, pero no la exageración y mi primer batallón debía librarlo con un diseñador que ama lo extravagante. Extravagante y ridículo, diría yo.
Yo soy más de lo sensual y delicado, pero como dicen por ahí, trabajo es trabajo y junto con todo esto venia de la mano un enorme cheque a mi nombre que pagaría por completo la renovación de mi armario.
Así fue como termine trabajando para la agencia de encubierto. Se supone que debo averiguar cuál de toda esta gente adinerada pertenece a una mafia italiana asociada con una china.
¿Cómo carajo voy a hacer eso? No lo sé, solo sé que mientras este en este país, podré disfrutar de este momento.
Mis amigas, mis locas amigas las tengo lejos y quisiera que me acompañen, pero no todo es dulce en la vida y este trabajo tiene ese toque amargo en el que no pienso involucrar a mis seres queridos.
Mi trabajo al mando del diseñador extravagante es colocar botones. Si botones. Pero ese trabajo hace que tenga un perfil bajo y no colocar en riesgo cualquier cosa que pueda llegar a averiguar. De paso aprendo algo de esta gente glamurosa.
El lugar donde trabajo es enorme, y el personal que trabaja para este diseñador es impresionante. También es impresionante la cantidad de gente famosa que lo visita y más cuando se acerca la temporada de premiaciones.
Mi nombre de encubierto es Suzata, una mierda. Al parecer no había disponible un nombre más sexy.
Como sea, acá me tienen, toda recién graduada, deseando que el mundo vea mis maravillosos diseños, pero no, en vez de eso estoy confinada en un cuchitril pegando botones.
Suspiro y mientras sigo con la maravillosa tarea, parando la oreja para escuchar cualquier cosa que me den algún indicio de la cochina mafia que tiene a mi padre estresado y a mí en unas vacaciones para nada cómodas, mi trasero pide que un asiento más mullido.
En eso se arma un murmullo entre todos los trabajadores y veo entrar al diseñador que camina junto a una mujer muy hermosa. Van hablando en italiano y eso hace que trate de prestar atención a las palabras que dicen. Detrás de ellos un sequito de hombres con trajes los siguen guardando una distancia acorde, pero uno de ellos, uno más joven con claros rasgos asiáticos está caminando detrás de la mujer, mirando su celular con suma concentración.
La extravagante mujer menciona algo de una fiesta y yo aprovecho para disimuladamente tirar una caja de botones justo en el momento en el que pasan cerca de mí.
Se arma un escándalo, el diseñador, prácticamente me quiere matar. La mujer no hace nada solo mira, y el muchacho que miraba su celular lo deja en su bolsillo y se acuclilla para ayudarme a recolectar los botones.
Levanto la mirada para encontrarme con esos ojos entre chocolate fundido y una mescla de caramelo que me quita el aliento. Claramente sus rasgos asiáticos son muy marcados pero el color de sus ojos son un espectáculo. Comunes, pero distintos a la vez.
—Merci —murmuro y su mirada seria se conecta con la mía.
—Prego, bella donna —responde cortando el curso de mis pensamientos.
Luego de ese espectáculo en el que tuve que comenzar de nuevo, aprendiendo a respirar primero y luego serrando la boca para que la baba no haga un charco, mi nuevo “jefe” por llamarlo de alguna manera me suspendió una semana por “arruinar su mercancía” y juro que se lo agradecí, de no ser así etaria buscando algún brujo, curandero o algo para que me borre la memoria o haga lo que sea para no sentirme culpable al ver de nuevo a mi novio.
Eso de andar engañando no es lo mío, y engañarlo con el pensamiento es todo un acontecimiento y una catástrofe, tenía que estar tan lindo ese poste de luz.
¡Piensa en Gastón! ¡Piensa en Gastón! Me regaña mi mente, pero ni modo, esa mirada chocolatosa y deliciosa me persigue.
Que es lo peor que no debo decir nada.
Ni siquiera mi novio sabe lo que hago, se supone que estoy haciendo una pasantía, por llamarlo de alguna manera.
Me estoy dando cuenta que la mayoría de las cosas que hago las llamo “por llamarlo de alguna manera”. Parece excusa para no pensar en ese chico, hombre, bombón, caramelo, chocolate, helado. ¡Mierda, ya me lo quiero comer!
Volviendo a lo importante, mientras la caja de botones caía al piso pude alcanzar a escuchar a alguien decir la mujer de la mafia.
Mientras el palito helado me ayudaba a recolectar los botones, mi mente analizaba los cintos de fotos que tuve que memorizar buscando un parecido y tuve que agradecer al incidente que me mando a mi casa por una semana.
Al llegar al departamento lo primero que hice fue sacar la carpeta que tenía bien escondida, con todas las fichas informativas sobre las distintas mafias que estaba investigando mi padre.
Tomo en mi mano la que en su portada dice “Napolitano”. Al abrirla lo primero que veo es la ficha informativa del líder, un hombre de sesenta y cinco años, viudo. Conocido por torturar a sus víctimas con electrochoques y luego destrozarlos y mandárselos a los familiares de las víctimas en bolsas de residuos.
Escalofriante.
Si única hija, Laura Greco. Una hermosa mujer que no es tan malvada como su padre, ella prefiere torturar a sus víctimas con drogas y luego envenenarlos para dejarlos morir lentamente.
La imagen de la mujer muestra la misma mujer que tuve a solo pasos de mí. Sigo leyendo el informe, descubriendo que la mujer se casó a los cortos quinces años, en un casamiento de alianzas para unir fuerzas con la mafia china “lirio negro”.
Enseguida busco la carpeta que reza “Lirio negro” en su portada, pero al abrirla descubro que no contiene absolutamente nada.
Mierda.
Tengo que hablar con mi padre para saber qué pasos seguir. Luego de cerciorarme que mi suspensión cubrirá toda la semana, me dirijo al aeropuerto con la sensación de que alguien me sigue.
Luego de un
vuelo para nada cómodo, porque la sensación de estar siendo vigilada me persigue,
llego a la ciudad y mi novio me recibe en el aeropuerto.
Al verlo no
puedo evitar en pensar en ese helado napolitano que desee lamer en Paris y la
culpa invade mi sistema.
—¡Amor! —grita
Gastón, levantando su mano.
—Cariño —digo
y me siento una bruja infiel, pero trato de que mi sonrisa sea genuina.
—No puedo
creer que te hayan suspendido por unos cuantos botones —dice él mientras
conduce a nuestro departamento—. ¿Cómo te sientes?
—A decir
verdad, me siento cansada, el vuelo fue largo y casi no dormí —Pensando en el
helado napolitano, mierda la culpa golpea mi corazón.
—No te
preocupes que cuando lleguemos ya tengo todo listo para que cenemos y luego descanses
—soy una maldita, es un dulce y yo una embustera.
Llegamos al
departamento y comimos lo que había preparado, algo sencillo, pero rico. Luego
olvidándome un poco del malestar que sentía al serle infiel con el pensamiento
pasamos un momento agradable en la bañera y ya más relajada pude dormir toda la
noche.
A la mañana
siguiente me reuní con mi padre, temprano.
—Papa, esta
es la mujer que hablaba con el diseñador —digo mostrando la carpeta donde está
la foto de Laura greco, hija de la mafia napolitana.
—Creo que
eres la primera en estar tan cerca de esa mujer —dice pensativo—. Tienes que
encontrar un punto débil, no sabemos nada de ella y su supuesto matrimonio con
Yang Si Chang líder de la mafia china “lirio negro”.
—Pero la
carpeta informativa de ese grupo de mafiosos no dice nada, ¿Cómo puedes saber
que es el líder? —pregunto mirando la foto de la mujer luciendo un vestido de
novia junto a un hombre alto de rasgos asiáticos muy parecido al helado
napolitano —¿De dónde salió esta foto? —pregunto a mi padre, mientras el me la
muestra.
—Hay muchas
cosas que estoy averiguando, por eso esa carpeta está vacía, pero este —dice
señalando la imagen de la foto— es el líder de “Lirio negro”.
—Se parece
mucho al joven que acompañaba a la mujer —digo mirando las otras fotografías
que tiene mi padre y la última es una de ese helado napolitano con doble capa y
una rica cobertura de chocolate, ¡Hay mi Dios! ¡Necesito ver un cura y que
exorcice el demonio que me poseyó!
—¡No me
digas que estuviste cerca de su hijo! —dice exasperado mi padre, como si no lo
creyera. Lo miro asombrada esperando una explicación—. Lo que pasa es que lo
resguardan como si fuera una joya, sobreprotegido a full.
Lo veo
moverse y tomar el teléfono que lo comunica con la base habla de todo lo
ocurrido. Yo aprovecho para dirigirme a la cocina y saludar a mi madre.
—Hola ma —digo
al verla preparar el desayuno.
—Hola hija,
¿Café? —pregunta y asiento sentándome en una de las banquetas cerca de la mesa
desayunador.
—¿Gastón? —pregunta
y suspiro—. Epa ¿Qué fue ese suspiro? ¿Discutieron?
—No, solo
que me siento una infiel —murmuro y mi madre deja de hacer lo que estaba
haciendo para mirarme con la clara intención de que me esplique.
—¿Qué has
hecho Sylvanas? —pregunta apuntándome con una espátula.
—Nada, solo
que vi un chico en Paris y casi me meo encima de lo bueno que estaba y bueno
como que no dejo de pensar en ese chocolate fundido —murmuro siendo sincera con
mi madre, ella suspira y suela una risita.
—¿Chocolate
fundido? —pregunta divertida— ¿Es una comida o una persona? —pregunta
burlándose de mí, ruedo los ojos y tomo la taza de café que me tiende.
—Cualquiera
de las dos, podría definirlo como una persona que se ve como comida —digo en un
suspiro luego de tomar un sorbo de café.
—Hay hija,
tu sí que estas en un lio, si solo con verlo te quedaste así de idiota —dice mi
madre y se coloca al lado mío mirándome con expectativa—. Vamos anda suelta
todo el royo que con eso de chocolate fundido no tengo nada.
Me rio y
comienzo a narrarle el desastroso encuentro con ese helado napolitano. Lo que
más le causo gracia a mi madre que solo lo vi ese instante y ya me dibujé una
historia.
—Mama, deja
de fantasear, yo ya tengo mi historia acá, mi novio esta acá, eso solo es algo
pasajero que en esta semana desaparecerá —digo tratando de convencerme.
En eso
entra mi padre con cara de hambre, estos hombres se la pasan comiendo. Toma a mi
madre de la cadera y literal le come la boca.
—Amor, Que
no estamos solos —dice mi madre y me rio negando.
—Lo sé,
pero es que eres tan deliciosa —responde el y rio por lo bajo—Bueno hija,
cambio de planes —dice y creo que ante ese anuncio mi cerebro se pone
inmediatamente en modo alerta.
—¿Qué
planes? —pregunto casi con miedo de escuchar la respuesta.
—Tendrás
que acercarte al chico —dice el como si nada y yo siento que desfalleceré—. Es
la vía más rápido para obtener más información de su padre y del grupo “Lirio
negro”.
—¿Estás
loco? —pregunta mi madre alarmada— esos mafiosos la pueden matar —dice alterada
mi madre.
—Tranquila
mujer —dice mi padre restándole importancia, creo que confía mucho en mí, no
tanto como yo—. Esta semana serás preparada para estar cerca de él, mientras
vuelves al trabajo luego de la suspensión, pero tendrás que buscar la manera de
acercarte más al chico.
Casi lloro
al escuchar sus palabras. No solo debía prepararme para esta misión, sino que
tendría que prepararme mentalmente para verlo como un objetivo y como como un
helado napolitano al que mi lengua desea saborear. ¡Mierda! ¡Piensa en Gastón!
¡Él también es un helado que puedes saborear cuando quieres! Me regaño
mentalmente y nos marchamos al despacho de mi padre luego de desayunar junto a
mi madre.
—Te voy a
ser sincero —comienza mi padre— No sabemos nada del chico, en ese sentido las
cosas irán cambiando sobre la marcha, pero sabiendo quienes son sus padres
tendrás seguridad constantemente, claro sin que lo notes.
Mientras me
explica los pasos a seguir asiento como loca y luego me dirijo al gimnasio de
mi novio, necesito desconectar un rato.
Llego y
sorpresivamente el lugar esta desolado, me dirijo a los vestidores para
cambiarme y ponerme ropa acorde para ver si consigo un contrincante y practicar
un poco de lucha cuerpo a cuerpo. Debo estar preparada para cualquier cosa que
se pueda presentar.
Salgo de
los vestidores y veo que Gastón sale de su oficina y al verme me sonríe.
—¿Amor?
¿Vienes a entrenar un rato? —pregunta acercándose a mí.
—Si,
necesito descargar el humor de mierda que me dejo esa suspensión —miento con
algo de verdad, él me sonríe y nos dirigimos a la zona dispuesta para la
lucha—. Vamos nena, lanza el primer golpe —me alienta y sonrío para lanzarme a
por él.
Mas que luchar
nos la pasamos carcajeándonos, así no se puede. Con cada puñetazo que yo
lanzaba el me hacía cosquillas y así estuvimos hasta que terminamos en los
vestidores recordando viejos tiempos.
Un poco más
relajada luego de una pausa en la que pedimos comida y comimos en su oficina,
volvimos hacer un desastre en su escritorio y luego continuamos con mi practica
de lucha, pero esta vez con algo más de seriedad.
Por la
tardecita volvimos al departamento y luego de una ducha rápida mientras mi
novio se encargaba de elegir una película y yo cocinaba algo rápido, ensalada y
bife de pollo, mi celular suena y al ver el mensaje que acababa de entrar leo
que mi amiga Briza consiguió trabajo en una empresa importante de juegos virtuales.
Debe estar cachonda sabiendo lo viciosa que es.
Termino de
cocinar y me acerco a la sala donde mi novio ya me espera con la película elegida
y mientras cenamos vemos la peli, pero me quedo dormida antes de que termine.
La alarma
de mi celular suena, gracias a Dios que la programe antes de cenar, a mi lado
mi novio duerme amarrado a mi cintura. Me quedo observándolo por un rato, es
lindo el desgraciado.
Es como mi
Ken personalizado, con los músculos justos en cada parte de su trabajado
cuerpo, un importante amigo entre las piernas, unos ojazos que dejan bizca y un
pelo tan rubio que da envidia.
Al parecer
estar comiéndolo con la mirada hace que se despierte porque sonríe y abre un
ojo para ver como lo estoy comiendo con la mirada.
—Buenos
días —murmura con la voz enronquecida por el sueño, sonrió y sí, estoy lista
para recibir el día con un fantástico mañanero.
—Buenos
días —respondo colocándome a horcajadas sobre él.
—Mmm…
—murmura tomando mis caderas— Si que amanecimos bien hoy —gime mientras hago a
un lado mi ropa interior para sentirlo como se desliza lentamente dentro de mí.
—Si… ho… —gimo
de placer y sigo con los suaves movimientos que nos lleva a la gloria.
Desayunamos
hablando de tonterías y mirando la hora en mi celular, calculo que me queda
poco tiempo para ir a ayudar a mi amiga a maquillarse y vestirse para su nuevo
empleo. No puedo permitir que empiece su nuevo empleo luciendo como una
pordiosera.
Tomando un
bolso que utilizo cada vez que viajo, coloco en el todo lo que necesito para
ayudarla. Guardo varios conjuntos que yo misma hice, maquillaje y ya con todo
listo salgo disparada al departamento de mi amiga.
El tráfico
a esta hora del día es una locura y casi vomitando una enorme lista de insultos
llego al departamento de la susodicha luego de cortar la llamada en la que le
hago saber que estoy llegando.
Luego de
casi derribar su puerta golpeándola entro cuando ella me abre, como si fuera la
reina de Inglaterra y rápidamente la conduzco a su dormitorio para sentarla en
un taburete para maquillarla.
—Bien,
pongámonos manos a la obra para que tu jefe te quiera dar en todos lados —le
digo sacando de mi portafolio un líquido que utilizo para preparar la piel y
luego maquillarla.
—Yo creo
que lo único que me dará es trabajo al rolete —dice ella cerrando los ojos.
—Ayer
dijiste que casi te besa en el ascensor.
—Si, pero
creo que fue para ver hasta donde llegaba. Se dice que es un mujeriego de
primera —murmura pensativa.
—Como sea,
si esta tan bueno como se dicen yo me dejaría dar donde él quiera —digo y
enseguida la mirada del helado napolitano se hace presente en mi memoria.
—No creo
que Gastón crea lo mismo —ruedo los ojos porque estoy muy segura de que el no
pensaría igual que yo y más si supiera lo que pasa por mi mente y mis bragas
cada vez que recuerdo al helado napolitano, debo buscar un cura con urgencia,
ella solo se ríe.
—Si bueno
—digo sintiendo como mis mejillas arden por lo mentirosa que soy ¡Hay Dios
persona a esta pecadora! —, eso tengo con él por eso lo digo —voy a arder en el
infierno.
—Tu y Amy
son la envidia del grupo —dice haciendo un puchero, plantando la duda en mí.
¿Enserio merezco ser la envidia de alguien?
—Ya
encontraras a tu dulce para comer como te dé la gana —digo aleándome un poco
para ver como quedo su maquillaje, como siempre soy tan genial—. Perfecta,
ahora miremos que te colocaras.
Volteo y
tomo el bolso que traje con varios modelos que yo misma diseño. Son todos
trajes de oficina, finos y sexis a la vez. Los acomodos sobre su cama para ver
cuál sería el más conveniente para que use en su primer día laboral en una
empresa que ella misma cataloga como la mejor en juegos virtuales.
Tomo el que
me parece el más apropiado y se lo tiendo mencionando que comience con ese
primero.
Se dirige a
su baño con todo lo que le mencione, obvio que también incluí la lencería,
porque no puedo permitir que mi fina ropa sea desvalorada con esa ropa interior
de nonita que suele utilizar.
Al verlas
salir del baño con todo colocado en su lugar le doy una leve inspección notando
lo agraciada físicamente que es y lo buena modelo que sería si tuviera las
agallas de modelar. La animo por cómo se ve.
Recoge
todas sus cosas y salimos de su departamento, subimos a mi coche y la acerco al
gran edificio donde comenzara su nuevo trabajo. La veo suspirar pensativa.
—Valla, sí
que es grande —murmuro mirando por la ventanilla de mi coche el imponente
edificio —. ¿Así de imponente se ve tu jefe? — indago.
—Mmm... yo
creo que más —responde a mi gesto picaron — Gracias por traerme y mmm... por la
ropa también y el maquillaje...
—Si, ya se
soy genial —me alago mientras con mi mano despeino mi cabello —. recuerda, este
finde tenemos que celebrar tu nuevo trabajo.
—Si,
seguro, hace mucho que no nos divertimos juntas las cinco —menciona saludándome
mientras baja del coche.
La veo
saludar al de seguridad y luego adentrarse al edificio, pongo en marcha mi
coche y me dirijo a la oficina de mi padre, tengo que ponerme a estudiar a mi
nuevo chocolatoso objetivo.
La semana
paso volando y acá estoy nuevamente presentándome en este trabajo de mierda
junto a un gran diseñador parisino que te dan ganas de coserle botones en los ojos
como si fuera la otra madre.
Lo primero
que me escucho cuando llega la hora de la comida es que este fin de semana será
la dichosa fiesta de la gran señora. Con eso quiero decir Laura Greco dará una
fiestecita por su cumpleaños número 44. La cifra me deja desconcertada. Sabía
que era joven pero no me esperaba que lo fuera tanto.
Eso me deja
saber que fue madre desde muy temprano. Habiéndose casado a los quince años no
me extrañaría que al poco tiempo tuviese a ese chocolate napolitano.
Sacudo la
cabeza para concentrarme y prestar más atención y tratar de descubrir algo más,
pero justo se arma un jaleo en la entrada del taller y todas las ratas salen
espavoridas.
Tratando de
saber qué es lo que altera tanto a la comunidad femenina me acerco, pero la
columna humana que tengo en frente no me deja ver nada. Miro a un lado donde
hay una mesa y decido que ese sería un buen lugar para subir o pasar debajo de
él y ver que es lo que tanto conmociona a las mujeres.
Me acerco a
la aparatosa mesa y trato de subir, pero alguien me gana en idea y trepa sobre
ella dejando poco espacio para luego ponerse a gemir como loca al ver lo que
hay en frente. Esto parece el campo de una preparatoria donde todas las
hormonales adolescentes están viendo como los jugadores se sacan las camisetas
exhibiendo sus físicos todos sudorosos y atléticos.
Bien,
cuerpo a tierra. Me tiro en cuatro patas para tratar de sobrepasar la estrecha
mesa y rogar que mi trasero no quede atrapado en ella para ver como unos buenos
traseros enfundados en bóxeres blancos son el campo de mi visión. Uff, como no
gritar con semejante mercancía.
¿Alguien
necesita que le coloque algún botón?
Relamo mis
labios mientras trato de salir de debajo de mi escondite justo en el momento en
el que el flash de una cámara casi me deja siega y estrepitosamente tropiezo
con algo y me voy de jeta al piso, pero antes de llegar a siquiera besarlo unos
brazos me acorralan impidiendo la caída.
No sé si
fue el movimiento o qué, pero mis ojos arden y noto que me falta una lentilla. Abro
el ojo que todavía conserva la lentilla para encontrarme con un nuevo helado.
Mierda este lugar está lleno de sabores y eso que no estamos en Italia.
—Lo siento
—le digo en una mala pronunciación de mi francés y el tipo que tengo enfrente
me sonríe mostrando unos hoyuelos encantadores.
—No pasa
nada cariño —dice en un claro tono afeminado que juro que le rompió el corazón
a más de una. Sonrió y miro hacia el piso buscando mi lentilla, cosa difícil si
tenemos en cuenta el público escandaloso a mi lado, los cables y todo lo que
hay alrededor montado para la clara sección de fotografías de la colección de
ropa interior del diseñador.
Ahora me
pregunto ¿Sera que no tiene un lugar más acorde para esto que usar el taller
lleno de mujeres necesitadas? Necesitadas y hambrientas.
¡Dios!
Grita mi mente exasperada.
Al no
encontrar mi otra lentilla busco una excusa para ir por mi bolso y colocarme
una de repuesto. Pero como siempre mi suerte no está de mi lado y justo en ese
momento llega el encargado y amante en mi opinión, del diseñador y manda a cada
mujer hormonal a su puesto de trabajo y como yo ya no quiero más problemas en
este sitio además de que deseó seguir pasando desapercibida, me hago la loca y
me saca la otra lentilla dejando mis raros ojos al descubierto rogando que
nadie me mira o me pregunte algo.
Por suerte
el asunto de los tipos carentes de vestimenta y el acontecimiento de la reina
de la mafia tenía a todo el mundo envueltos en murmullos en el que yo no pincho
ni corto; eso me dejo libre para terminar mi trabajo con contratiempo y sin que
nadie se diera cuenta de mi repentino cambio de color en mis ojos.
Al salir
del taller lo primero que hice fue mandarle un mensaje a mi padre con la nueva
información, respecto a la dichosa fiesta. Pero no obtuve respuesta hasta casi
llegar el fin de semana donde me llego un sobre a mi deprimente departamento
con una nueva identificación y los pasos a seguir.
Disfraz
para la misión: mesera.
Que
original.
Me cago en
el cochino dinero.
Me pongo en
contacto con los organizadores del evento en el que seré participe como la
mesera de semejante demostración de lujo, derroche y poder. Mi horario será dos
horas antes del evento por lo que debo presentarme a las seis de la tarde y no
tengo horario de salida. La paga será al día siguiente donde deberé pasar a
buscar un cheque a la oficina del servicio de catering.
Si sigo
así, necesitare una pala para todo el cochino dinero que estoy juntando.
Como sea,
llego a la hora asignada e inmediatamente me dan una bolsa con la ropa que debo
usar para el evento. Sigo a las demás mujeres que se adentran por una puerta
hacia una sala que parece ser un cuarto de servicio y hago cola para poder
entrar al baño y cambiar mi ropa.
Esta vez
tuve que colocar en mi cabeza una peluca de cabello corto pelo rojizo. Los
lentes de contacto son marrones y ruego todos los santos que no se me salgan
porque no traje repuesto.
Al llegar
mi turno para cambiarme, rápidamente abro la bolsa y saco el contenido. Una
falda negra, camisa blanca, cofia del color de la falda. También hay unas
medias de licra blancas que me llagan a las rodillas y unos zapatos tipo
Guillermina negros.
Parezco una
colegiala sacada de una revista de anime o más bien hentai. Solo me faltan las
dos coletas y listo, actriz anime porno al servicio.
Salgo de
ese cuartucho porque para mí desgracia, no soy el único personaje en toda esta
historieta que debe cambiarse con este minúsculo atuendo. Al salir del cuarto
me percato que hay más chicas que antes. ¿Tanta gente acudirá que requiere de
tanto personal?
La
respuesta viene de la mano de una las protagonistas de esta encantadora
historieta.
—Espero que
el cuarto para servicios privados sea amplio y cómodo —le dice una chica rubia
a otra—. La semana pasada estuve en un evento de este estilo y los cuartos eran
pequeños.
—No me
importa como sea el cuarto siempre y cuando sea el niño bonito quien me invite
—responde su amiga con una sonrisa en el rostro.
—Sueña
querida, el niño bonito nunca elige a nadie para pasar el rato y más cuando
sabemos que esta fiesta es de su madre —ahí es cuando me percato de que hablan
de helado napolitano.
Haciendo de
cuenta que no escuche nada y que en esta fiesta no se arman orgias, me
concentro en terminar de arreglarme para comenzar la ardua tarea de servir a
ricachones, famoso, mafiosos y todo lo que termine en oso.
Cuatro
horas más tardes y estoy segura de que nunca serviría para trabajar de esto.
Mis pies duelen y ruegan descanso de los zapatos colegiales que calzo. Mi
trasero me duele del frio que siento, debí colocarme un short y no una tanga de
encaje.
Mirando que
nadie se percate, me escabullo entre la gente que ríe, beben, comen, bailan y
si, tienen sexo, algunos en frente de todos y otros en las habitaciones
dispuestas para ello. Como dijo la chica anteriormente, mucha de las que
servimos somos solicitadas para servir en los cuartos y apuesto que no es
explícitamente servir tragos lo que se hace allí.
E tratado
de escuchar conversaciones, pero la mayoría se lleva en italiano o chino y no
entiendo ni J de lo que dicen, la próxima tendré que ver la forma de poder
grabar todo.
Llego a un
extremo de una larga mesa llena de comida y me escondo detrás de una columna
para descansar un rato. Pero me distraigo viendo la vestimenta de la gente. Algunos
como me gustan y otros muy llamativos para mi gusto, pero lo que más me gustan
son los zapatos. Dios bendiga la dichosa mente que diseño esos zapatos que
calaza esta gente. La mayoría llevan piedras o pieles extravagantes. Eso me
lleva a pensar que el material con los que son fabricados no debe ser muy
legales que digamos.
Siete horas
más tardes y acá me encuentro gimiendo.
—¡O por
dios! —exclamo en un susurro— Mmm... divino... esplendido —digo sorprendida—.
No puedo creer que luego de siete horas todavía siga tan firme y duro —gimo al
sentir la resistencia de la escultura de hielo que se plasma frente a mi sin
siquiera gotear—. Esto es maravilloso —digo admirada.
—¿Qué haces
que no trabajas? —me sobresalta una voz femenina y ruego a todos los ángeles
que no sea la anfitriona. Volteo sin mirar— Ve al sector de las habitaciones,
estoy segura de que allí podrás ser de utilidad.
—Vai nella
mia stanza, mamma (que valla a mi cuarto, mama) —escucho que dicen a mi
espalda.
Siento como de pronto unos fuertes brazos me
arrastran hacia el interior de la casa. Pasando por unos pasillos, me da miedo
levantar la mirada. Trato de resistirme, pero no me dejan, me siguen guiando y
estoy segura de que esta será mi última noche.
Al llegar
al dichoso cuarto, abren la puerta y prácticamente soy lanzada dentro. Caigo de
rodillas dentro y cuando levanto la mirada me encuentro en la penumbra del
cuarto. Se que es amplio, pero claramente puedo distinguir que no está vacío. A
mi alrededor puedo ver que hay varias chicas que visten como yo. Algunas lloran
y otras solo están acuclilladas en un rincón.
—¿Qué
hacemos aquí? —pregunto en francés y solo escucho sollozos.
Gateando me
acerco a una de las paredes y me encuentro con la chica que antes menciono lo
de las habitaciones. Me acuclillo al lado suyo y vuelvo a preguntar, ella me
mira con los ojos cargados en lágrimas.
—Fuimos
seleccionadas —dice esta y me quedo pensativa.
—¿Seleccionadas
para qué? —pregunto y solo me responde con más lágrimas.
Mierda
quien me manda a aceptar esta misión fallida solo por codiciosa.
Lo peor de
todo que seguro terminare siendo follada por algún viejo gordo repugnante y no
por algún Dios griego. Suspiro.
Las horas
pasan y casi me quedo dormida de tanto enrollar y desenrollar las ridículas
medias que tengo puestas. La noche fue trayendo más chicas llorosas que no
tenemos la menor idea de lo que hacemos aquí, en total ya somos diez y estoy
rogando porque esto termine pronto.
Ni siquiera
un poco de agua, comida o un baño. Ya registré el cuarto y no hay nada más que
una pequeña ventanilla en lo alto de la pared y otra puerta del lado posterior
a la que entramos. Esto es denigrante.
Pasa otra
hora más o eso creo y la puerta que permaneció cerrada se habré y los mismos
gorilas que nos trajo a esta pocilga aparecen en nuestro campo de visión.
Detrás de
él hay como una furgoneta donde una a una somos subidas en ellas, algunas
lloran desenfrenadas y otras solo lo hacen sumisas. Lo raro es que no nos dicen
nada, solo nos empujan y nos meten dentro.
Cuando la
última ya está dentro el vehículo se pone en movimiento y por una ventanilla
que comunica con la cabina del coche nos tiran botellas de agua y una bolsa con
galletas.
Genial,
comida.
Tomo una
botella de agua que bebo de un solo trago y me quedo esperando que pasara de
ahora en más.
El vehículo
se mueve, pero no puedo ver nada, ni escuchar nada. Al parecer es blindado he
insonorizado. Cuando parece que la cosa no se detendrá más de golpe se detiene
y al cabo de unos minutos la puerta por la que subimos es abierta y se arma un
revuelo de gritos.
—¡Ya!
¡Dejen de gritar! —dice una voz masculina, fuera de la furgoneta—. Vallan
saliendo una a una.
De a poco
vamos saliendo, crispando los ojos por la claridad. Me percato que estamos en
una zona abandonada, apuesto que muy lejos de la ciudad. Genial, mejor
imposible.
—Dentro de
cada bolsa que se le entregara a cada una, hay ropa y un cheque por los
servicios prestados —dice otra voz masculina en un claro francés, pero con un
acento que juro haber escuchado.
Los gorilas
van repartiendo las dichosas bolsas mientras yo me concentro en ver al dueño de
esa vos. Recibo la bolsa justo en el momento en que la mirada del desconocido
hace contacto con la mía. Lleva un notable traje sastre hecho a la medida, pero
su rostro esta parcialmente cubierto por un barbijo que deja ver sus ojos.
Esos ojos
que reconocería donde sea que valla.
Sonrío al
ver al helado napolitano. Frunce el cejo al ver mi sonrisa, pero le resta
importancia porque voltea y se sube a un costoso auto negro que enseguida
memorizo su patente. K14- Y27. Los demás gorilas hacen lo mismo subiendo a la
furgoneta y es ahí donde caigo en cuenta de que nos han dejado en medio de la
nada.
Claramente
deberíamos estar agradecidas de que no nos mataran o algo por el estilo, pero
no podrían ser más considerados y dejarnos más cerca de la urbanización.
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