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Mi Querido Mafioso

El principio de todo

Seattle - Washington 

El sonido de los puñetazos resonaba en aquel cobertizo abandonado, ir a aquel lugar, sería la pesadilla de cualquiera que se cruzara en el camino de Adam Donovan, un hombre temido por muchos, que sabían lo que sería capaz de hacer, con cualquiera que se metiera en sus asuntos, o se atreviera a traicionarlo.

Adam Donovan, medía alrededor de un metro ochenta, ojos castaño claro, pelo negro pulcramente cortado a un lado, y un poco más alto por encima, treinta y dos años y una complexión atlética que llamaba la atención de cualquiera que lo viera.

En ese momento, estaba ajustando cuentas con uno de sus subordinados, que pensaba que podría darle esquinazo, algo que no sería fácil de hacer, ya que Adam era muy desconfiado, únicamente se fiaba de unas pocas personas, entre las que se encontraban sus dos hermanos y dos de sus hombres.

Adam fue educado en un régimen muy estricto por su padre, porque el entorno en el que se crio era el mundo de la mafia y tenía que seguir las normas impuestas por ellos.

A diferencia de su padre, su madre era cariñosa e intentaba enseñarle valores preciosos, que para la mayoría de los mafiosos no eran tan importantes, como no levantarle la mano a una mujer, o incluso forzarlas en tu cama.

Delante de su padre, Adam seguía las normas de su padre, pero detrás, seguía los valores de su madre, algo que era raro de ver en ese mundo suyo.

Adam tomó el control de una de las mafias americanas a la edad de veintiocho años, cuando sus padres murieron en un accidente de coche, que aun sin pruebas, Adam atribuye ese accidente a la familia Duncan, que era una familia rival a la suya.

Adam terminó de golpear y torturar a aquel hombre, y le dejó el final a Caio, que después de que Adam se diera la vuelta para abandonar el lugar, le disparó, matando al ya muy debilitado hombre.

Adam salió del cobertizo y se dirigió a su coche, necesitaba cambiarse, ya que tenía sangre en la camisa, siempre llevaba alguna muda de repuesto en el coche, para ocasiones como esa, nunca sabía cuando la iba a necesitar.

Caio se acercó a Adam y le preguntó qué iban a hacer el resto de la noche, ya era tarde.

- Puedes tomarte el resto de la noche libre Caio, Sabrina me envió un mensaje, me está esperando en el piso que le di, como hoy es nuestro aniversario, dijo que tiene una sorpresa para mí.

- Vale, me vuelvo a tu casa, no tengo ningún compromiso, si necesitas algo, dímelo.

- ¿No tienes ningún faldero que visitar? - preguntó Adam sonriendo.

- No tengo, sabes que mi vida se trata de la organización Adam, juré lealtad a tu familia y a ti, juré que mi vida sería para protegerte a ti y a tu familia, así que no tengo tiempo para un romance, sin mencionar que es complicado en nuestra vida.

Adam sabía que tenía razón, Sabrina era su novia, pero no tenía intención de casarse con ella, no solo porque el consejo estuviera en contra, aunque para él, no importaba mucho lo que pensara el consejo, sino que ya se había dado cuenta de que Sabrina no era exactamente lo que aparentaba ser.

- Vale, mi teléfono está casi muerto, cuando llegue le pediré prestado un cargador a Sabrina.

Adam terminó de cambiarse y subió al coche, Caio le dijo que le dejaría en casa de su novia antes de dirigirse a la mansión de Adam, este aceptó y se pusieron en marcha, el desorden en el cobertizo, otros hombres se estaban encargando de ello.

Mientras se dirigía al piso, Adam empezó a recordar y a pensar en su relación con Sabrina.

La conoció en uno de sus clubes nocturnos, la forma en que actuaba la hacía parecer muy ingenua e inocente, y en medio de todo el caos y la maldad en la que vivía, parecía muy interesante. Adam poseía además de clubes nocturnos, algunos hoteles y restaurantes, la mayoría de ellos servían de fachada para sus otros negocios ilícitos, necesitaba blanquear el dinero de alguna manera.

El día que la conoció, ella incluso se negó a ir a ningún otro sitio con él, alegando que no lo conocía y que no se acostaría con nadie en la primera cita.

Después de esa noche, los dos se vieron unas cuantas veces más e incluso salieron a cenar, hasta que ella decidió entregarse a él, Sabrina parecía tímida y bastante avergonzada la primera vez de los dos, para Adam, que estaba acostumbrado a las chicas con las que quedaba sólo por diversión, era bastante encantadora.

Al poco tiempo de estar juntos, Adam notó el cambio en Sabrina, la ingenuidad desapareció, empezó a destilar más sensualidad, y actuaba de forma arrogante con sus empleados, dejándolo irritado a veces.

Caio lo sacó de sus pensamientos cuando le informó que habían llegado, revisó su arma y municiones antes de bajar, nunca caminaba sin su arma, aunque fuera a la casa de ella.

Adam subió y tocó el timbre, tenía la llave del lugar, pero no estaba con ella en ese momento, pronto Sabrina ya abría la puerta, con una sonrisa en su rostro.

- Pasa, te estaba esperando", Sabrina le invitó a entrar.

Sabrina era una mujer rubia de 1,60 de estatura, sus ojos tenían el color verde, a los ojos de todos, era una mujer hermosa y atractiva, que llamaba la atención por donde pasaba.

- Pensé que ibas a esperarme vestida con la lencería que me enviaste - dijo esto Adam cogiéndola por la cintura y acercándose más a él.

- Pensé que sería mejor si te esperaba sin ella.

Sabrina llevaba puesta una bata de seda, dijo esto con voz sensual, y tomó la mano que estaba en su cintura y la metió en la abertura de la bata, llevándola a sus partes íntimas, mostrando que estaba sin nada debajo de la tela.

traiciones

Adam solo sonrió y aprovechó para empezar a acariciarla, cuando iba a besarla, vio un reflejo en el cristal de una vitrina que tenía en la habitación, dejó lo que estaba haciendo, y gritó.

 - Agachate. 

 Adam la apartó y sacó su pistola, pero los disparos ya habían comenzado, alcanzando a Sabrina y a él también, se defendió de los disparos y se escondió detrás de un sillón, intentó ver cómo estaba su novia, pero ella se arrastraba hacia quien disparaba. 

 Los disparos cesaron y Adam se miró la herida, por la posición en la que le habían dado, creía que aguantaría un poco más al menos hasta poder salir de allí. 

 - Adam, por qué no sales y hablamos - reconoció la voz, era la de Oliver Duncan.

Adam oyó el gemido de Sabrina y no sabía cómo podía ayudarla.

- Deja ir a Sabrina Oliver, es a mí a quien quieres, está herida. 

 Recibió una carcajada como respuesta a su petición.

- Sigues sin entender Adam, ella está conmigo, en cuanto a su herida, no te preocupes, después de ocuparme de ti, la llevaré para que la traten como es debido. 

 Adam no daba crédito a lo que decía, no podía aceptar que ella le hubiera traicionado y le cuestionara.

- ¿Qué quieres decir con que ella está contigo? 

 - Somos amantes Adam, si querías que te lo deletreara, entonces escucha, ella tomó la excusa de tu aniversario, para traerte aquí y caíste como pato, como siempre, confías en tus habilidades y apenas te juntas con tus hombres, pero hoy vas a caer. 

 Adam no sabía cómo sentirse ante esa información, saber de su traición lo estaba volviendo loco de rabia. Él no aceptaba la traición, ni de sus hombres ni de la mujer con la que estaba, ella conocía bien todas las reglas cuando empezaron a salir, él tenía muy claro lo que pasaría si ella le traicionaba de alguna manera, no solía hacer daño a las mujeres, pero con Sabrina, no lo dejaría pasar.

- Oliver, me duele - refunfuñó ella. 

 - No puedo hacer nada ahora, espera a que me ocupe de él y sólo entonces, podré hacer algo por ti - habló de forma nada amable con ella.

Adam lo escuchó todo y se preguntó, ¿fue por ese tipo de trato que ella lo traicionó? 

 - Si sobrevives, Sabrina, ten cuidado de no volver a cruzarte en mi camino -le advirtió. 

 Estaba cerca de la puerta, por suerte, terminó no entrando tanto, pero no tendría muchas oportunidades de salir, tendría que levantarse rápido y aun así abrir la puerta, aunque se le acabara la munición, tendría que intentar esa maniobra, saldría de allí o moriría en el intento. 

Adam volvió a revisar su arma y sus municiones, sentía dolor al moverse, pero necesitaba moverse, aunque sintiera mucho dolor y sangrara aún más. 

Adam respiró hondo y se movió, empezando a disparar en dirección a donde estaba Oliver, aunque no le diera, Oliver se agacharía, y le daría tiempo a abrir la puerta. 

Adam se agachó y siguió disparando, cuando abrió la puerta, básicamente se tiró, momento en el que empezaron a devolverle los disparos. 

Adam se levantó rápido, aunque sentía dolor, y se dirigió hacia el ascensor, siempre mirando hacia atrás, por suerte cuando estuvo cerca de él, la puerta se abrió y una pareja salió de dentro.

La mujer, al verle armado y ensangrentado, empezó a gritar aterrorizada, pero Adam trató de advertirles.

- Salid del pasillo - dijo y entró rápidamente, pulsando el botón para cerrar la puerta.  

Pronto pudo oír de nuevo los disparos, la pareja se tiró al suelo y Adam apretó el botón con más fuerza, podía oír los pasos en el pasillo y su munición no duraría mucho, la puerta se cerró, se sintió un poco más aliviado, volvió a apretar su herida y miró su teléfono móvil, con la intención de llamar a uno de sus hombres; sin embargo, ya estaba descargado, en ese momento tendría que contar con su propia suerte y esperar que no le alcanzaran en el vestíbulo del edificio. 

Mientras Adam pasaba por todos esos problemas en su piso, en otra parte de la ciudad, Samantha no pasaba por una situación peligrosa como la suya, pero sí por una situación, más que embarazosa. 

Samantha Navarro, tenía veintiocho años, trabajaba como recepcionista en un hotel de cinco estrellas en la ciudad de Seattle, en el estado de Washington, era hija de una mexicana con un americano, tenía unos 1,70 heredados de su padre y una belleza y curvas latinas, que sacó de su madre.

Samantha vivía sola en una pequeña casa en los suburbios, tuvo que aprender a cuidar de sí misma desde los dieciocho años, su padre siempre estaba borracho después de sufrir un accidente de coche y acabó con secuelas, lo que provocó la pérdida de su trabajo. 

Aún con ella y su madre luchando por trabajar y mantener la casa, era difícil, las medicinas de su padre eran caras y todavía existía el prejuicio de ser latinas, terminaron por no conseguir un buen trabajo en la región. 

Para empeorar las cosas, su padre además de beber, era un individuo con el dueño de un casino y usurero, un día al llegar a casa, escuchó dos disparos y vio a unos hombres salir de su casa, cuando entró, la escena que vio nunca salió de su memoria. 

Sus padres estaban muertos en el salón y por suerte casi no la matan ni se la llevan aquellos hombres, fue gracias a un amigo que le impidió entrar en la casa antes de que se fueran todos. 

Ese amigo era Peter, la amistad de los dos venía desde la época escolar, el primer beso de Samantha fue con él, pero él siempre dijo que ese beso, solo le sirvió para asegurarse de que era gay. 

Cuando era adolescente, Samantha pensaba que su beso había sido tan malo, que había hecho que su amigo se volviera gay, pero después de crecer y madurar, entendió que las cosas no funcionaban así.

Discusiones

    Pedro era enfermero en una clínica privada y fue a través de él, que conoció a su novio Douglas, que en realidad era su exnovio en ese momento.

    Douglas era médico en la clínica donde trabajaba Pedro, y ella se enteró por él de que tenía una aventura con una enfermera que trabajaba con ellos en aquel lugar.

     En ese momento, lo único que Samantha quería era irse a casa, ella amaba a Pedro, pero había algo en esa fiesta que la estaba molestando, la música estaba muy alta, y esa gente bebiendo, pasando cerca de ella y tocándola todo el tiempo, esto la estaba enojando.

     Samantha estaba en la fiesta de cumpleaños de Pedro, la celebración estaba ocurriendo en la casa de su novio, y la razón principal de su molestia era el hecho de que Douglas estaba allí con su nueva novia, la enfermera.

     Cuando Samantha se enteró de la traición, Douglas le dirigió un discurso justificándose por la traición y la ruptura.

    Decía que era una mujer guapa, pero demasiado sencilla para un médico como él, que era del tipo hogareño, mientras que a él le gustaba salir y divertirse, a ella le gustaba seguir siempre las reglas, no hacía nada impulsivo y que su forma de ser, no encajaba con la de él.

     Básicamente, Douglas decía que era demasiado callada, que no se arriesgaba, que no se enfrentaba a nadie, incluso decía que ni siquiera parecía tener sangre latina en las venas, esa era una de las cosas que más le dolía, ella estaba orgullosa de su ascendencia, simplemente no creía que tuviera que seguir una norma impuesta por su sangre latina, ella era como era, independientemente de la nacionalidad de la sangre que corriera por sus venas.

     Samantha fue sacada de sus pensamientos por Pedro - Lo siento, no sabía que lo llamarían a la fiesta, incluso le dije a Iván que no lo llamara, lo siento mucho - intentó disculparse con Samantha dándole un beso.

     - No pasa nada, no tienes que privar a tus amistades por mi culpa, tenemos amigos en común, esto siempre puede acabar pasando.

     - En mi opinión, deberías ponerte a la cola, no conozco a tantos heteros, si no te presentaría a un amigo, y tampoco quiero presentarte a alguien que sea un Douglas más, te mereces un hombre de verdad, y que te haga feliz.

     Sabía que los deseos de Pedro para ella eran ciertos y realmente esperaba que se hicieran realidad, quería poder decir que realmente amaba y era amada.

    - Te prometo que cuando llegue la hora de la tarta, mi petición será que encuentres al amor de tu vida, y que sea un tío muy bueno y muy bien dotado", sonrieron las dos ante las payasadas de Pedro.

     Para Samantha, si esa persona realmente la amaba, eso sería suficiente.

     La sonrisa de Samantha se desvaneció al ver a Douglas besando a la mujer que estaba a su lado, él aún miraba en su dirección después del beso.

     - No sé si pueda quedarme aquí más tiempo, voy a coger mi chaqueta y me voy, siento no quedarme a las felicitaciones, podemos hacer una pequeña fiesta por nuestra cuenta.

     - Está bien, pero voy a cobrar por esta fiesta", dijo Pedro sonriendo y alejándose de ella, iba a buscar su chaqueta.

     Samantha esperó un poco, pero terminó yendo detrás de su amigo, Douglas miró un par de veces en su dirección, y ella no quiso enfrentarse a esa mirada.

     Se dirigió hacia la casa, Douglas notó que entraba y fue tras ella disimuladamente.

     Cuando Samantha llegó cerca de la cocina, pudo oír voces alteradas y una de las voces era la de Pedro, al oír la voz de su amigo, fue rápidamente en la dirección de donde venían.

     Cuando entró en la cocina pudo ver a Iván y Pedro discutiendo, no prestó mucha atención a la conversación, pero no pudo evitar darse cuenta de que era por celos.

     Iván empujó a Pedro que se golpeó contra la encimera, en ese momento ella sacó fuerzas y coraje de no sabía dónde, pero salió en defensa de su amigo.

     Samantha empujó a Iván y empezó a hablarle en voz alta.

    - ¿Qué coño crees que estás haciendo? No tienes derecho a tocarle, no eres su padre Iván, solo eres su puto novio.

     No solía enfrentarse a nadie cuando se trataba de ella misma, pero cuando el tema involucraba a quien amaba, las cosas cambiaban muy rápido, ni siquiera era de las que decían palabrotas, pero en ese momento, estaba aprovechando para desahogar todo el estrés acumulado.

     - No te metas Samantha, esto es entre Pedro y yo -dijo seriamente, encarándola después del empujón que recibió.

     - ¿Que no me meta? ¿Crees que me voy a quedar de brazos cruzados viendo cómo le pegas y le maltratas?

     Iván dio un paso hacia ella y en ese momento Douglas también entró en la cocina, interponiéndose entre ellos y defendiéndola.

     - Vamos hombre, cálmate, ¿vas a enfrentarte ahora a una mujer? - Douglas se encaró con él y Samantha arqueó una ceja mirándole.

     Primero, no sabía qué hacía él allí y segundo, nunca la había defendido así.

     Se volvió hacia Peter, que ya sostenía su chaqueta, se la quitó de la mano y habló seriamente mirándole.

     - No tienes por qué pasar por esto, no es amor, no lo olvides -dijo echándole una última mirada a Iván, que seguía mirándola con el ceño fruncido.

     Empezó a salir de la cocina, y Pedro la detuvo - Toma, ya es tarde para que cojas un taxi y te vayas sola, coge mi coche, mañana te lo llevo - dijo esto y le puso las llaves en la mano.

    - ¿Estás segura? - respondió y volvió a mirar a Iván, quería asegurarse de que su amigo estaría bien.

     - Sí, lo estoy, no te preocupes, hablaremos mañana - le dio un beso en la mejilla, después de decir esas palabras.

     Samantha se dio la vuelta para dejar a todos en la cocina y se marchó, siempre estaba preocupada por él, más aún sabiendo cómo era aquella relación.

     Cuando se dirigía hacia la sala para salir de ahí, Douglas fue tras ella y la tomó del brazo, haciendo que Samantha se detuviera y lo mirara.

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