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Alas Negras

Uno

Brian Doyle y Nora Murphy tenían todo en sus vidas, los dos habían nacido en familias muy ricas de Irlanda, eran muy inteligentes y habían estudiado lo que habían querido y a pesar que su matrimonio había sido pactado desde muy pequeños, se amaban con locura, solo les faltaba para ser totalmente felices un hijo, pero la vida se resistía a dárselos, ya llevaban cinco años de casados y nada.

La madre de Brian, que anhelaba ser abuela, les presentó una propuesta para que fueran a unas largas vacaciones,  quizás solo necesitaban descansar del trabajo en sus empresas, porque aunque vacacionaban a veces, vivían pendientes del teléfono y el ordenador para reuniones y demás,  esta vez sería distinto,  estarían dos meses sin saber nada de trabajo. Y al parecer la idea dio sus resultados.

Ocho meses después de las vacaciones venía al mundo la pequeña Anna Doyle Murphy.

Era la niña más hermosa que habían visto, sus cabellos eran rojos como fuego por su abuelo materno y sus ojos azules como un pedazo de cielo como su abuela paterna. La alegría que trajo esta niña a las dos familias no tenía comparación.

La niña iba creciendo y los padres aprendieron a compartir su vida con el trabajo, habían esperado bastante por la llegada de un hijo y ahora no iban a dejar que nada fuera más importante que este.

Conforme fue pasando el tiempo se dieron cuenta que Anna no era una niña como otra cualquiera en cuanto a su inteligencia,  comenzó a hablar antes de la edad acostumbrada y lo hizo de una manera más fluida, aunque ya tenía dos años cuando sus padres le dieron acceso a la tecnología manejaba su tablet con destreza y tenía una memoria tanto sensorial como fotográfica que a veces daba miedo. Ellos estaban convencidos que su hija no había sido bendecida solo por la belleza por lo que antes de los tres años ya tenía tutores que se encargaran de la enseñanza de la misma.

A los cinco años Anna ya hablaba, además de Irlandés como su lengua madre, inglés y francés de manera fluida,  tenía abundante conocimiento de cultura general y sus maestros la consideraban muy hábil con las matemáticas.

Ya en sus ocho años la niña había adicionado a sus conocimientos el italiano y el ruso y en las ciencias la física y la química eran sus preferidas.

Los padres habían tenido que crear una regla para la pequeña, los estudios solo de lunes a viernes,  el sábado y el domingo serían solo de diversión en familia,  si no la niña no hubiera sabido nunca lo que era divertirse mientras corria entre la hierba del jardín o mojarse con los aspensores que habían en este , o pasar el rato en un columpio o lanzar globos de agua, si ellos la hubieran dejado no saldría nunca de la biblioteca, para ella solo existían los libros.

Esa tarde había mucho calor, estaban los tres jugando cerca de la piscina,  los padres corrían mientras la niña intentaba atrapar a alguno de los dos, cuando repentinamente la madre sufrió un desmayo. Brian y Anna corrieron a su lado y él rápidamente la alzó para llevarla dentro de la casa, una de las criadas trajo un botiquín y lograron reanimarla sin problemas, el incidente quedó como que se había descompensado debido al intenso calor.

No sabían ellos cuan equivocados estaban,  en los siguientes días los desmayos se hicieron continuos lo que obligó a Nora a ir donde el médico dándoles este la noticia más dolorosa que podían recibir. Nora estaba enferma, tenía cancer, y para más pesar era de un tipo muy agresivo  que había estado dentro de ella al parecer desde hacía un tiempo sin mostrar síntomas, para cuando les llegó la noticia no había nada que hacer.

Solo dos meses, en dos meses Brian había visto al amor de su vida perder parte de su memoria y llorar cada día por la familia que dejaba. Dos meses fueron suficientes para que una tarde lluviosa Nora dijera adiós a la vida, dejando un esposo y una niña de ocho años sin consuelo.

Al otro día,  Brian y Anna,  junto a la familia,  amigos y socios daban el último adiós a una madre amorosa,  bajo la lluvia de noviembre.

A esa misma hora, pero en Italia,  los Parisi, más que conocidos por la mafia, también daban el último adiós al patriarca de la familia, que en este caso dejaba de herederos a dos varones, Mattia, con veintiún años, que se encargaba de todo en Italia y Enzo, con dieciocho, que pronto se encargaría de todo en los Estados Unidos.

Andrea Parisi había muerto de un ataque al corazón mientras estaba con una de sus mujeres, en vida no había sido el mejor de los padres, pero tampoco fue el peor, en el entorno en el que se desarrollaba los había peores.

Desde niños les había enseñado que en el mundo no se pueden tener debilidades y menos por una mujer, todos los días se ponía como ejemplo, él había amado a la madre de sus hijos y casi lo destruyen al matarla. Las mujeres eran desechables o se convertirían en tú perdición. Cuando necesitaran tener una descendencia para heredar su poder, con una alianza entre familias se podía resolver todo,  así solo tenían que preocuparse por mantener a salvo a los hijos para no perder el imperio Parisi. Por suerte o por desgracia, su pronta e inesperada muerte no le había dejado tiempo para concertar el matrimonio de sus hijos con el fin de afianzar su apellido.

Lamentablemente las palabras del padre no tardaron mucho en hacerse realidad en la familia Parisi,  ocho años después,  mientras intentaban secuestrar a la esposa de Mattia,  este se puso enfrente de las balas que la iban a alcanzar a ella, dejando así a Enzo con un bebé recien nacido para criar y un imperio de la mafia que gobernar el solo.

Con un pequeño en brazos,  el hombre de veintiséis años, frente a la tumba de su hermano y su cuñada, juró querer a ese niño como su hijo y no permitir que ninguna mujer entrara en su corazón.

Dos

Dos años después.

- Anna cariño- escuchó a su padre parado en la puerta de la biblioteca- Mañana será la cena por tu cumpleaños ¿ No quieres invitar a nadie más? Solo has invitado a tus profesores. ¿ No hay ninguna amiga que quieres que venga?

- No papá,  lo siento pero no hay nadie más,  no tengo tiempo para tener amigas.

- Hija tienes diez años, este es el momento tener amigas y de pasarla bien.

- Yo la paso bien así,  no te preocupes.

- Bien, si tú lo dices. Hija hay algo que quiero hablarte.- le dijo sentándose en la silla que estaba frente a ella- Mañana quiero que conozcas a alguien,  es una persona que me ha acompañado hace un tiempo y se ha vuelto importante para mí y espero que para tí también lo sea.

- ¿Vendrá a la cena?

- Sí.

- Bien, espero que nos agrademos,como también espero que no te olvides de mí .

- Hija, no pienses así,  tú eres y serás lo más importante de mi vida. Te quiero, no lo olvides.

- Yo también te quiero papá. 

Al otro día en la cena, su padre presentó como su novia una mujer muy bella. Se llamaba Sara,  era muy agradable y trató en todo momento de caer bien a Anna. Su padre estaba muy contento y la niña solamente quería verlo feliz otra vez, así que aceptó con gusto a la mujer.

Todo fue de maravilla con la nueva pareja y la hija de él,  ella se desvivía por agradar y la niña se dejaba hacer, hasta que unos meses después Brian le dijo a Anna que se casaría con Sara,  sería una ceremonia privada, solo ellos tres y los testigos, él no quería una celebración,  dijo que no estaba preparado para eso y aunque la novia protestó no le quedó otra que aceptar.

Las maravillas terminaron al momento de regresar de la luna de miel, ella se volvió déspota y tiránica, si el padre no estaba presente la niña no podía ni hablar, los sirvientes pasaron a ser los responsables de la pequeña mientras no estaba su padre pues ella no soportaba ni tenerla cerca, pero al instante de él llegar, ella se convertía en la madre más amorosa. Anna había convertido la biblioteca en su casa pues no podía estar a la vista de su madrastra aunque desde el punto de vista de la niña eso no era ningún problema porque a ella solo le interesaba el amor de su padre y eso no había cambiado.

Así siguió la vida de Anna hasta que se convirtió en una hermosa joven de dieciséis años. Había seguido con sus estudios,  continuaba aprendiendo idiomas como chino y alemán y algo de español y estaba incursionando en algunos aspectos de la medicina, aunque no quería estudiar esa carrera.

- Señorita- entró en la biblioteca una de las mucamas de la casa- El chófer la está esperando para llevarla con su padre.

- ¿Y eso?

- Su padre se sintió mal en la empresa y fue llevado a la clínica.

- ¿ Mal, que le pasó?- dijo Anna poniéndose de pies.

- No lo sabemos, solo eso, la señora está de viaje, así que solo irá usted.

- Gracias, ya salgo ahora mismo.

Fue llevada hasta la clínica donde ya la secretaria de su padre la esperaba.

- Anna querida,  te esperaba,  ven tu padre me dijo entraras nada más llegar.

La llevó hasta una habitación donde estaba su padre en una cama y se veía bastante demacrado.

- Papá.

- Anna,  amor, ven siéntate aquí a mi lado.

- Papá ¿ Que tienes?

- Mi niña, ya te voy a contar, pero quiero que seas fuerte, tú eres lo más importante en mi vida y no quiero seguir engañándote. Hace unos años no me sentí bien, vine a ver al doctor y con las pruebas que me hicieron descubrieron que tengo una enfermedad renal irreversible, para esa fecha conocí a Sara y como vi que es una buena mujer y te quiere,  me casé con ella para que cuando yo no esté tú no te quedes sola. Esto que tuve hoy es el anuncio del final de mi enfermedad,  después de esto ya no hay mejoría y no quiero que estés ajena a la situación.

Anna hubiera querido gritarle lo mala persona que es Sara,  pero comprendió que no podía hacerle eso a su padre, él tenía que seguir pensando que Sara la acompañaría en su dolor, no podía darle una preocupación más.

- Papito.- le dijo llorando en su pecho- No me dejes todavía,  te quiero mucho y te necesito.

- Mi niña, yo haré todo lo posible por seguir a tu lado, pero lamentablemente no puedo prometerte nada, no llores, se fuerte.

- Dejame llorar un poco, solo un poco .

Él la abrazó con fuerza y la dejó llorar un rato.

Ese día fue el primero de muchos de rebeldía y de enfado con la vida para Anna. Comenzó a juntarse con quién no debía y en lugares donde el alcohol y las drogas eran comunes, aunque ella no consumiera ni lo uno ni lo otro para que su padre no supiera donde estaba, se hizo varios tatuajes, su espalda estaba cubierta totalmente por unas alas negras, su brazo derecho con una enredadera de rosas que comenzaba desde la clavícula y su muslo derecho tenía en toda su magnitud una triqueta. Por suerte siempre había usado ropa ancha que tapaba la tinta de su piel, así que no llamaba la atención y su padre estaba feliz pues pensaba que ella había encontrado amigos con gustos similares.

Una noche de las tantas que llevaba cargadas de malas decisiones,  los que la acompañaba,  que ya estaban bastante drogados intentaron violarla. Por suerte cuando ya pensaba que había perdido la batalla escuchó un grito.

- Hey, ella ya les dijo que la dejaran.

Los tres que tenía encima dejaron de manosearla para ver quien era el tonto que gritaba.

- ¿Y tú quién eres, Robin Hood?

- Soy el que va a enseñarles a respetar a las mujeres.

- Eso quiero verlo.

Y los tres se lanzaron sobre él,  pero para su mala suerte el chico sabía lo que hacía y terminaron huyendo para escapar de la paliza que estaban recibiendo.

- ¿ Estás bien?- Anna estaba ida y no contestaba- Te voy a tocar para ayudarte a levantar, no te asustes, me llamo Eric, toma mi mano, vamos a un lugar seguro.- llegaron a la casa de él- Es mi casa, dime si quieres entrar- ella movió la cabeza afirmativamente, entraron y él la ayudó a sentar- Espera aquí que te traigo agua, intenta calmarte.

- Me llamo Anna,  gracias por ayudarme. - dijo mientras tomaba el agua que le había traído Eric y sus manos aún temblaban.

- No te preocupes por eso, solo no debes andar por esos sitios sola.

- Tienes razón,  ya estoy mejor, creo que ya me voy a mi casa.

- Espera, te llevo, no quiero que te suceda nada más.

Caminaron juntos y mientras se iban acercando al barrio donde vivía Anna más se extrañaba Eric.

- ¿Puedes decirme que hace una chica de este lugar en aquel barrio?

- Es una larga historia.

- Pues me gustaría escucharla algún día,  y mientras, si te interesa puedo enseñarte algo de defensa personal,  digo, por si se te ocurre seguir visitando aquel sitio.

- Claro que me gustaría. ¿ Donde nos vemos?

- El gimnasio está al lado de mi casa, así que cuando quieras,  por las tardes.

- Mañana mismo, ya llegamos, gracias Eric,  sin tí no se que hubiera pasado.

- No pienses en eso,  y cuidate, nos vemos mañana.

Tres

Hola- dijo Anna cuando la puerta de la casa se abrió.

- Vaya, viniste, no pensé que lo hicieras.

- Te equivocas,  hablo ocho idiomas, tengo una basta cultura general, tengo grandes conocimientos de ingeniería, informática, arquitectura y medicina entre otras cosas, pero mi cuerpo ya comprobé que no lo tengo suficientemente protegido. - Eric la miraba sorprendido, aquella chica hablaba de sus conocimientos como si fuera lo más normal saber todo eso- Necesito saber defenderme,  puedo pagarte por las clases.

- No necesitas pagar, solo comprarás lo que te haga falta a tí,  como por ejemplo otra ropa más cómoda.

- ¿ Habrán más personas en el gimnasio?

- Por lo general sí.

- Pues esta ropa se queda, no será un impedimento,  cuando estemos solos puedo usar otra, mientras no.

- Bien, si tú estás cómoda así,  por mí no hay problema, los lunes por la tarde cerramos para hacer limpieza,  puedes usar otra cosa ese día. Vamos, estamos hablando mucho, y así no se ejercita el cuerpo.

- Gracias por comprender, lo tendré en cuenta.- y salió caminando al lado del chico al interior del gimnasio.

Él la llevó a recorrer todo,  quería que ella se familiarizara con el entorno.

- Antes de empezar con la defensa debes ejercitar el cuerpo, imagino que con tanto estudio no haces mucho ejercicio.

- Si nadar en todos los estilos o practicar gimnasia rítmica cuenta,  si lo he hecho, aunque lo de la gimnasia hace bastante tiempo.

- Dios Anna,  en que nave espacial viniste.

- Mis padres me obligaban a salir de la biblioteca los sábados y domingos,  en esos días no habían profesores ni libros solo diversión.

- Eres la persona más interesante que he conocido en mi vida, quiero saber todo de tí.

- No soy tan interesante,  algún día te cuento.

Este fue el primero de todos los días de Anna en el gimnasio junto a Eric, ella era una chica inteligente no solo con los libros, aprendió rápido las técnicas de defensa y las mejoraba cada día basándose en sus conocimientos de la física y la anatomía y era muy buena escalando la pared que tenían preparada para eso.

Pero entre ellos eso no era lo único bueno, había crecido un amor, pero no de pareja, era un amor de hermanos. Eric tenía veinticinco años y tuvo un hermano menor que a los diecisiete, que era la edad que casi tenía Anna en ese momento, había muerto en un accidente automovilístico y ella nunca tuvo un hermano que la cuidara y la protegiera como lo hace él,  al parecer el destino los había juntado para completar uno con el otro.

Ya había pasado casi dos años de aquella noche en que Eric la salvó y estaban sentados en una cafetería.

- Anna,  tengo algo que decirte, me iré a los Estados Unidos- aunque él había nacido en Irlanda,  sus padres eran norteamericanos y cuando su hermano murió se regresaron allí- Mi padre está enfermo y mi madre me necesita cerca.

Ella le miró a los ojos y los de ella se empañaron.

- Por favor, no llores, no te puedo pedir que vengas conmigo porque sería injusto, pero en el momento que quieras estaré esperándote.

- Cuando te vas.

- Nada más venda el gimnasio,  quiero abrir otro allá.

- No me olvides por favor.

- Anna,  eres mi hermana,  como se te ocurre pensar que te voy a olvidar, te quiero con todo mi corazón,  aunque tú me digas que esa es función del cerebro.

- Jajajajajaja,  sigues encaprichado con eso.

- Claro, si no te quisiera con el corazón dime porqué me duele el pecho por tener que dejarte.

- Te lo puedo explicar,  pero se que no quieres escucharlo. Te voy a extrañar mucho.

- Y yo a tí,  recuerda que te espero cuando quieras.

- Lo sé.

Faltaba menos de dos meses para que Anna cumpliera los dieciocho años cuando Eric se fue a los Estados Unidos y para más desgracia a los pocos días moría Brian.  Una Anna en soledad despidió a su amado padre en el cementerio, aunque estaba rodeada de gente.

A los diez días de muerto su padre se leyó su testamento.

- Yo Brian Doyle- leía el abogado- en mis facultades plenas, dispongo de mis bienes de la siguiente manera: A mi amada Anna le dejo todo el dinero que se encuentra en mis cuentas bancarias y el que está en la caja fuerte de la casa, ella sabe la combinación,  y todas las propiedades que fueron de su madre, a mi esposa Sara le dejo todas mis propiedades,  mi empresa , la casa donde vivimos y las otras dos de Londres. Mi hija no tomará posesión de sus derechos hasta cumplir dieciocho años, mientras deberá permanecer en la casa con Sara y sus bienes quedarán al resguardo de esta oficina de abogados hasta la fecha dicha.- el abogado levantó la vista del documento y habló mirando a las dos mujeres que tenía delante- Ahora, si me indican donde está la caja fuerte y con ustedes de testigos me llevaré todo lo que esté  dentro.

- Espere- se escuchó una enfadada  Sara- ¿ Eso es todo, y la casa de campo, el club de cricket y los autos? Además yo para que quiero una empresa, eso se lo tenía que dejar a ella y a mí el dinero.

- Señora,  lo que va a hacer con la empresa no lo se y por los bienes que pregunta, todos eran de la señora Nora,  por lo que pasarán a ser de la señorita, usted solo dispone del auto que el señor Doyle usaba para trabajar pues está a nombre de la empresa. Ahora si me acompaña.

- No lo acompaño a ningún lado, me voy a mi habitación. - y salió resonando los zapatos como muestra de su enfado.

- Lo siento abogado,  venga conmigo.

- Pero ahora necesito que alguien de su confianza venga de testigo mientras se abre la caja.

- No se preocupe, la cocinera lo hará,  todos ellos son de mi confianza, espere un momento.

La pobre Anna caminó con su dolor y buscó la cocinera que estaba con la familia antes de ella nacer, se hicieron todos los trámites y vio salir al abogado, custodiado por dos guardaespaldas,  con dos maletas llenas de dinero y documentos, mientras una grúa iba subiendo los autos a un camión para ser resguardados en un garaje hasta que ella los solicitara.

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