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Casada Con El Adonis Enfermizo

Capítulo 1: Terminemos

Correr. Huir. Correr. Huir.

Ese era el único pensamiento que ocupaba mi mente mientras escuchaba con temor los pasos de aquellos malditos hombres que eran más persistentes que aquellos usureros que día a día perseguían a mi padre.

Aún no podía aceptar lo que estaba pasando, realmente no había tenido tiempo de asimilar toda esta situación, sin embargo, estaba malditamente segura que no podía dejar que me atrapen si el destino que me esperaba era renunciar a mi amada libertad.

Pero…

Aunque corrí durante mucho tiempo y logré escabullirme de ellos debajo de unos cartones en alguna fábrica deshabitada, sabía también que aquellos hombres no se iban a rendir hasta atraparme.

Pensando en esto me sentí exhausta.

Realmente mi vida había llegado a un callejón sin salida del que era inútil escapar.

Mientras contenía la respiración esperando que sus pasos se alejen, recordé con aprehensión como la vida que había conocido durante mucho tiempo había sido una mentira de la que incluso en este momento era algo reacia a creer.

Hace dos días llegó a mi casa una señora con ropas de lujo, con una mirada llena de desdén que me hizo suponer que era uno de los tantos usureros que venían a cobrarle a mi padre, sin embargo, mi conjetura estaba realmente equivocada porque cuando mi madre la vio casi se desmaya, era como si aquella mujer era su peor pesadilla encarnada.

Desde ese instante tuve el presentimiento de que algo malo estaba por pasar, algo que cambiaría la vida que solía conocer.

Y no estuve equivocada porque luego de dos tortuosas horas supe una verdad que era algo inaudita para alguien como yo, una verdad que me encerraba en un mundo del que no quería formar parte del que nunca quise ser parte.

En realidad, yo era la hija ilegítima de una de las familias que gobernaban la ciudad, la familia Maxwell, mi madre había tenido una aventura con el jefe de la familia, sin embargo, debido a algunas situaciones tuvo que separarse de aquel hombre aun cuando estaba embaraza y la mujer que se encontraba enfrente de nosotras era la actual esposa de Thomas Maxwell, mi padre.

Esta no era una historia de reencuentro familiar, no siquiera una de arrepentimiento, esta historia no era más que una historia de desesperación y desprecio porque aquella mujer no vino para arreglar nuestras vidas que estaban plagadas de miseria, más bien vino a ofrecernos una propuesta que denotaba desprecio absoluto, era como si para ella fuéramos simples hormigas que podían ser aplastadas en cualquier momento.

La propuesta era simple, debía casarme con alguien y ella se encargaba de cubrir nuestras deudas.

Aunque parecía simple, para alguien como yo que anhelaba la libertad, además de que tenía un novio al que amaba, esto era algo que no podía aceptar.

No quería venderme por dinero, no podía hacerlo, iba en contra de mis principios y los que me habían inculcado mis padres durante mucho tiempo.

Y por supuesto, no solo yo no estaba de acuerdo, mi padre que justo en ese momento había llegado a casa, tampoco lo estuvo, al igual que mi madre, ante sus palabras, no pude evitar sentirme feliz, porque esta era mi verdadera familia.

Luego de aquellas palabras, aunque aquella señora quiso imponer su estatus sobre nosotros, no obtuvo nada más que la corran a escobazos.

Esa sin duda alguna fue una imagen muy divertida de ver.

Cuando todo quedó en orden, no pude evitar suspirar mientras veía a mi madre verme con ojos lastimeros, después de todo, ella se sentía culpable por ocultar mi verdadera identidad, pero, no podía culparla, no era tonta y pude ver qué pertenecer a aquella familia era un infierno, por eso a pesar de que me sentía algo estupefacta, la abrace a ella y a mi padre mientras les decía que ellos eran mi amada familia.

Pero…

Aunque aparentemente todo parecía volver a la normalidad, eso solo fue en la superficie debido a que después de aquel incidente, empezaron a tocar nuestra puerta aquellos usureros que se habían mantenido en el anonimato durante mucho tiempo, no solo eso, mi madre fue despedida de su trabajo debido a su edad y mi padre tuvo un accidente en el trabajo.

Esto sin duda alguna fue obra de aquella mujer, no tenía la menor duda porque supe desde qué se fue que esto estaba lejos de terminar. Sin embargo, lo que no entendía era la razón por la que necesitaba que me casará con alguien del que ni siquiera conocía.

¿Por qué me estaba forzando a casarme?

No creía que fuera porque era bonita.

— Es inútil que huya señorita, de igual forma debe casarse con el joven maestro de la familia Cassano — espetó una voz sacándome de mi ensoñación — Es mejor que sea por voluntad propia, al menos así puede obtener algo, sin embargo, si es por las malas las consecuencias serían mucho más terribles.

Luego de decir aquellas palabras, el sonido de pasos se escuchó como el sonido de tic toc de un reloj, lo que me hacía entender que mi tiempo se estaba acabando, al final, solo estaba retrasando lo inevitable.

Yo sabía muy bien qué era lo que tenía que hacer, a pesar de que intentaba luchar era como un camarón demasiado débil que solo debía dejarse arrastrar por la corriente.

Me levanté del suelo mientras veía los cartones despojados en el suelo con algo más que incertidumbre. Luego con pasos lentos y pesados me aleje de este lugar, en el camino miles de pensamientos acudían a mi mente, aunque trate y trate de encontrar una solución, no encontré ninguna.

Cuando llegué a casa la imagen que vi me dejó en blanco.

Todas nuestras cosas se encontraban desparramadas en el suelo como si fueran alguna especie de basura, mi madre se encontraba abrazando a mi padre mientras sollozaba.

— ¿Qué está pasando? — cuestioné con preocupación.

Mi padre al ver mi llegada negó con la cabeza mientras trataba de ponerse de pie con la ayuda de las muletas.

— No te preocupes, mi cielito — comentó haciendo que me preocupe debido a que él era alguien que solo me llamaba cielito cuando la situación era grave — Ya todo se solucionará — gruñó mientras miraba con saña las bandas amarillas en la puerta de nuestra casa que nos impedía pasar.

Realmente, nos habían arrinconado a un callejón sin salida, la única opción era doblegarse, pero, eso era algo que me haría entrar en un camino sin retorno del que difícilmente podría salir.

Por un lado, estaban mis sueños, mi libertad y mi vida, por el otro estaba la vida de mis padres, sus sueños y futuro.

Estaba entre la espada y la pared, yo no quería sacrificarme, pero esa era la única solución en este momento, porque podía ver que esto no iba a terminar hasta que aquella asquerosa mujer obtenga lo que desea.

— No te preocupes, mi niña, Carla dijo que nos iba a prestar un cuarto, esto, esto terminará pronto — anunció mi madre con la mirada decaída, sus ojos que en el pasado eran tan brillantes como el azul del mar, en este momento se veían opacos, ella parecía alguien que había pasado por demasiadas vicisitudes en la vida, parecía que había envejecido un par de años.

Guardé un suspiro mientras me agachaba a recoger las cosas que había en la calle bajo el escrutinio de los vecinos. Me sentí muy impotente cuando recogí el televisor roto que tanto esfuerzo le había tocado comprar a mi padre.

Negué con la cabeza, como hace tan solo unos pocos días habíamos planeado ir por tres días a las fuentes termales para festejar mi graduación, sin embargo, todos esos planes ahora se veían ensombrecidos bajo una oscuridad permanente.

Yo solo tenía dieciocho años, pero en este instante me sentí como si tuviera demasiados años, que el peso en mi espalda era algo difícil de cargar.

— Frida, ¿qué pasó? — cuestionó una voz sacándome de mis pensamientos.

Suspiré al ver la aparición de mi novio Aegean Stanford.

Él era alto, casi de 180 cm, sus ojos eran de color miel, tan parecido al oro, su cuerpo era fornido, a pesar de que a simple vista parecía alguien del que no te podías acercar, sin embargo, cuando hablabas con él y lo llegabas a conocer, te darás cuenta de que él era alguien dulce y amable.

La expresión en su rostro estaba llena de incertidumbre, Aegean bajó rápidamente de su bicicleta mientras ayudaba a mi padre a levantarse.

— ¿Qué le pasó, señor Alfred? ¿Por qué sus cosas están así?

Antes de continuar con sus otras preguntas, aquel joven de ojos color miel se detuvo como si supiera que con cada palabra que salía de sus labios le estaba echando más sal a nuestra herida.

Cuando llegó a mi lado suspiro por un momento antes de abrazarme, bueno, este realmente se sentía como si fuera nuestro último abrazo.

Él y yo recién habíamos empezado a salir. Aegean había estado persiguiéndome durante el último año de instituto, luego de pensarlo por un tiempo acepte salir con él, aunque lo apreciaba y sentía que lo quería, no podía estar segura de que los sentimientos que profesaba por él sean de amor. Realmente no estaba segura de nada, más que de terminar de una vez con el infierno que estaban viviendo mis padres.

Así que con el corazón palpitando me aleje de aquel chico de sonrisa dulce, después de todo, no podía arrastrar su futuro debido a lo que estaba sucediendo en mi vida, así que cerré los ojos por un momento antes de soltar aquellas palabras que se hundieron en lo profundo de mi alma, debido a que eran una condena para mí.

— Terminemos — solté haciendo que el ambiente se torne silencioso.

El cielo se encontraba nublado, al igual que mis sentimientos llenos de contradicción, realmente, deseaba ser egoísta y dejar que mis padres solucionen sus problemas mientras disfrutaba mi vida, pero no podía hacerlo, me era imposible, no podía hacer la vista gorda como si todo esté desastre en el que se había convertido nuestras vidas no tuviera nada que ver conmigo, quizás si alguna otra persona se encontrará en mi lugar, tal vez podría empatizar conmigo o a su vez solo me dijera lo estúpida que estaba siendo.

— Cariño, no estarás pensando hacer lo que creo que…

Al ver mi mirada decidida detuvo por completo sus palabras porque ella podía ver que esta era una decisión que había tomado y ya no había vuelta atrás, además ella podía ver que esto era lo único que podíamos hacer frente a este abrumador desastre que nos había arrinconado como animales salvajes frente a los inescrupulosos cazadores.

La única opción que teníamos era ceder porque no importa cuánto luchemos, no podíamos ganar, nos era imposible hacerlo.

Aegean me miró como confundido, podía entenderlo, después de todo, hace solo un par de días habíamos planeado irnos a la playa antes de iniciar la universidad, pero ahora todos esos pequeños planes futuros debían cambiar porque entre él y yo ya no había un futuro.

— ¿Por qué dices eso? ¿Qué hice mal?

Aegean me cuestionó haciendo que mi corazón se sintiera sofocado.

— No hiciste nada mal, es solo que…

Guardé silencio mientras pensaba en que decirle, lo mejor era romper sus esperanzas por completo, no podía dejarlo colgando, lo mejor era decirle la verdad.

— Nosotros no podemos estar juntos, debido a que me voy a casar — solté tratando de parecer normal — Tú…

— Sobre mi cadáver — espetó mi padre con la voz quebrada — Cielito, solo tienes dieciocho años, estás, son cosas de adultos en la que no puedes interferir, no debes sentirte culpable, mi pequeña, aunque todo parezca oscuro encontraré una solución así que no tomes está decisión absurda solo porque…

— Lo haré — lo interrumpí haciendo que sus ojos cafés me miren llenos de remordimiento — Lo haré — aseguré mientras me alejaba de ellos con pasos pesados.

Es verdad, solo tenía dieciocho años, aún no había terminado de vivir mi vida e iba a entrar a un mundo al que no pertenecía.

Detrás de mí escuché los gritos de mi padre y de mi madre, así como el suave murmullo de Aegean queriendo que le expliquen lo que estaba pasando, luego, no escuché nada debido a que enfrente de mí se encontraba una camioneta negra con un grupo de cuatro hombres vestidos de negro, los mismos que me habían estado persiguiendo, el que parecía ser el líder se bajó las gafas oscuras haciendo que apreciará el iris verdes de sus ojos tan parecidos a las esmeraldas.

— Esta es la mejor decisión — soltó antes de bajar del auto y abrirme la puerta como alguna clase de caballero de la edad media.

Suspiré antes de entrar.

Bueno…

Esta historia recién acaba de empezar.

Nota de autora.

He estado desaparecida por algún tiempo, sin embargo, aqui les traigo una nueva historia llena de giros y drama. Les comento que ya está completa y que estaré subiendo cinco capítulos por día, como son menos de 30 la acabaremos rápidamente, por favor dejen comentarios debido a que esos me animan a seguir escribiendo ~

Recuerden mis pequeñas hadas que está historia es de mi propia autoría así que todos sus derechos son reservados ~

PD: Empezaré a actualizar las otras novelas que tengo pendiente, estoy llena de energía ~

Capítulo 2: ¿Por qué debo ser yo?

Me senté en el auto sin hablar con nadie, solamente me dediqué a mirar por la ventana como si fuera de paseo y no a entregar algo más que mi libertad. Aunque me sentí algo intimidada, no era algo que no podía manejar, después de todo, siempre he sido alguien valiente, dispuesta a enfrentar el futuro de frente. Mientras contemplaba con aprehensión como el paisaje se desdibujaba, pensé en el rostro demacrado de mis padres y la mirada conmocionada de Aegean.

Lancé un suspiro al reflexionar que la próxima vez que los vea ya nada será igual.

— Señorita, ya llegamos — anunció alguien tocando mi hombro.

Cerré los ojos mientras bajaba del auto y contemplaba con sentimientos complicados la mansión que tenía enfrente de mis ojos, la cual se parecía a las mansiones que había visto en las películas que tanto me gustaba observar, muy diferente de mi pequeña casa envejecida y ventanas rotas debido a los niños a los que les gustaba jugar con la pelota.

La casa enfrente de mí era inmensa, con un jardín encantador que me gustaría explorar, mientras caminaba pude ver que había mucho movimiento como si se estuvieran preparando para alguna gran ocasión, lo que me hizo pensar en el motivo de mi llegada.

Cuando estaba a punto de tocar la puerta se abrió revelando la presencia de un hombre de unos cincuenta años con una pequeña barriga que lo hacía parecer algo cómico debido a su altura que era mucho más baja que la mía, al notar sus ropas pude ver qué él era alguna especie de mayordomo.

Aquel hombre me evaluó de una manera no tan discreta antes de sonreír, haciendo que notará sus dientes, los cuales eran de un color blanco demasiado cegador, lo que me hizo pensar en mi futuro que no era tan brillante como sus dientes, más bien oscuro.

Cómo no sabía cómo dirigirme hacia esta persona, quise preguntarle a alguno de los guardaespaldas que me habían traído, sin embargo, no sabía en qué momento se habían ido.

— Señorita Maxwell, bienvenida, los señores la están esperando en la sala — comentó permitiendo que pase.

Traté de no dejarme cegar con los lujos que había alrededor y lo seguí, después de todo, no estaba aquí de visita, estaba aquí para cambiar mi vida a cambio de la de mis padres, al pensar en aquello me sentí melancólica.

Cuando llegué a la sala de estar, noté la presencia de tres personas que se encontraba tomando té como si para ellos fuera normal todo lo que estaba pasando, mis ojos primero divisaron a aquella mujer que se había ido de la casa con el rostro enfurruñado luego de que mi padre la había echado a punta de escobazos, al pensar en esa escena todos aquellos sentimientos deprimentes se vieron algo aligerando.

Aunque ahora aquella mujer se veía más digna y algo asequible, no podía dejarme cegar por las apariencias, después de todo, en esta vida nada es como parece. Luego, tal vez sin querer, mis ojos se dirigieron hacia aquella chica de ojos azules que se veía demasiado angelical debido a la manera como le sonreía a aquel hombre que se supone que es mi padre.

Thomas Maxwell.

Él tenía un aura fría, al menos, así lo sentí en este instante, sus ojos eran de un color negro tan parecido a los míos, al menos pude ver qué las palabras de aquella mujer no eran inventos, aquel hombre realmente era mi padre, pude ver qué era verdad al ver nuestro parecido. Sin embargo, no me atreví a emitir sonido alguno, contemplé con una sensación de desapego la armonía de esta familia a la que no pertenecía.

Pero, aunque sabía que este hombre era mi padre, no podía sentir ningún cariño por él, ni siquiera el anhelo de conocerlo, era más bien alguien desconocido para mí, después de todo, nunca me había faltado el afecto familiar, así que no estaba emocionada por esta reunión, además teniendo en cuenta la manera en la que resultaron las cosas, estaba segura de que él no me tenía en su corazón, después de todo, ni siquiera me buscó, así que no tenía ningún ideal en mi corazón.

Más bien sentía un desprecio infinito por estas personas que irrumpieron en mi vida y ocasionaron todo el desastre que estaba viviendo.

Realmente, no deseaba romper su pequeño mundo de tres personas, cuando sabía que mi presencia no era bienvenida. Solo el cielo sabía que era lo que pasaba por sus cabezas para irrumpir en mi vida.

Empecé a carraspear un par de veces debido a que aunque el cuadro familiar que se encontraba enfrente de mí se veía armonioso, ciertamente las personas en medio no eran buenas, así que a pesar de que por un momento me sentí confundida, al final, no pude tolerar está situación, no, hasta conseguir lo que quería, además…

¿Acaso ellos no fueron lo que hicieron de todo para tenerme aquí?

Bueno, ya estaba aquí.

Entonces, este era el momento de poner las cartas sobre la mesa.

— Frida — anunció aquella mujer con voz imponente — Te estábamos esperando.

Luego de decir aquellas palabras, las otras personas que se encontraban presentes me miraron con fijeza, se había roto por completo la armonía que hace menos de cinco minutos habían compartido, bueno, no me importaba.

— Tal como usted lo esperaba — señalé mientras me sentaba al frente de ella, sin querer mis ojos se arrastraron hacia aquel hombre de aspecto frío que era mi padre, cuando nuestras miradas se encontraron no sentí ninguna conexión más que un frío que se adhería a mis huesos.

Él estaba serio como si la persona que estaba enfrente de él no era su hija, sino una don nadie que no merecía ni siquiera que le dirija una palabra.

— Papi, me iré a mi habitación — comentó con una voz mimada aquella muchacha de apariencia angelical mientras se levantaba.

Aquel sujeto asintió mostrando una mirada llena de cariño y mimo, muy diferente a su actitud llena de frialdad hacia mí. Esto hizo que me pregunté cómo fue que fui concebida por este témpano de hielo, realmente no me podía imaginar a esta persona enamorada de mi madre, quizás la historia detrás de mi nacimiento no estaba relacionada con el amor sino con algo más de lo que no tenía ni la más mínima idea.

Cuando nos quedamos solos, la atmósfera se volvió algo sutil, descendió un silencio algo incómodo.

— Quiero que dejen de hacerle la vida imposible a mi familia — espete con la voz grave — Quiero que se detengan.

Ante mis palabras aquella mujer sonrió como si hubiera esperado que le diga aquellas palabras.

— Eres una chica lista — alabó — Digna de la familia Maxwell.

Me contuve de poner los ojos en blanco mientras esperaba sus próximas palabras.

— No voy a andar por las ramas, Frida, conoces muy bien tu origen familiar y puedes ver qué todo conlleva sacrificio…

He aquí el meollo del problema.

— ¿Por qué debo sacrificarme? ¿Por qué debo ser yo? — cuestioné interrumpiendo sus palabras — Nunca he estado en esta familia, tampoco me interesa pertenecer, tampoco deseo casarme con nadie, estoy feliz viviendo mi vida, así que, ¿pueden, por favor, dejarnos ir a mis padres y a mí e ir con su drama familiar a otra parte?

Aquella mujer de la que desconocía su nombre negó con la cabeza como si lo que dijera fuera ridículo, aunque sabía que este sería el resultado, no pude evitar sentirme angustiada, al menos necesitaba luchar por un momento.

— Frida, no es tu decisión si puedes acatar nuestras órdenes o no, el solo hecho de que dentro de tus venas corra la sangre Maxwell te obliga a responder a nuestros mandados sin negociación alguna, por esto, sin importar los medios, ahora estás aquí en esta habitación dispuesta a escuchar lo que se te ordene.

Ella realmente se creía alguna especie de realeza, me estaba tratando como un sirviente, sin embargo, aunque deseaba explotar y convertir mi yo actual en alguna especie de loca defensora de los derechos humanos, no pude hacerlo, en mi mente siempre me llegaba el recuerdo de mi madre sollozando mientras recogía nuestras cosas desperdigadas, así como a mi padre mordiéndose los labios mientras miraba con impotencia su herida.

No podía actuar según mis principios, no podía hacerlo, no era una persona inconsciente que no sabía cuándo bajar la cabeza y cuando alzar la mirada, después de todo, la vida a veces se tornaba algo injusta, así que solo había cosas que se debían aceptar mientras se buscaba el bien común.

Después de todo, si me negaba a sus peticiones, la vida de mi familia corría peligro, si para que todo se solucione debía atenerme a sus órdenes, eso era algo que podía hacer.

Yo después de todo era una sobreviviente.

He sobrevivido al acoso de mis compañeros, a la persecución de los usureros, he estado luchando terriblemente para mejorar mi vida, así que esto era algo a lo que no temía.

Pero…

No pude evitar sentirme reacia.

— Al menos debe explicarme qué es lo está pasando, porque desea que me case, realmente no puedo entender, así que si mi vida está en sus manos, al menos debe explicar qué hará con ella.

La señora Maxwell miró hacia aquel hombre antes de hablar.

— Lo único que debes hacer es casarte con el joven de la familia Cassano — explicó — Él ha sufrido un accidente que lo ha hecho perder la vista y parte de su rostro está desfigurado, su hermano al ver su estado deprimido decidió unir nuestras familias por medio del matrimonio debido a que su joven hermano ha tenido una impresión positiva de Leila…

Espera.

¡Leila!

— Entonces la persona que debería casarse es ella, ¿por qué debo ser yo la que se case? — señalé.

Aquel hombre que durante todo el intercambio se había mantenido en silencio por primera vez habló, pero, no para refutar este comportamiento irrazonable, sino por algo más.

— Leila ha sido mimada, además de que no está de acuerdo con casarse con aquel muchacho — dijo antes de darme una mirada — Hemos hablado con el joven mayor de la familia Cassano y le hemos explicado la situación, sin embargo, se negó rotundamente e incluso amenazó con anexar nuestra empresa, después de deliberar durante algún tiempo pudimos llegar a un acuerdo, en el que la única opción viable era que alguien de nuestra familia se case con su hermano como sustituta de Leila.

Al escuchar sus palabras no supe qué pensar, me sentí ridícula, el hombre enfrente de mí también era mi padre, pero en su corazón solamente existía Leila, no había lugar para nadie más.

No esperaba nada de él, pero aun así logró que me sienta decepcionada.

Para proteger a su adorada hija de un matrimonio forzado, se vio obligado a bajar su orgullo y buscarme a mí, la hija ilegítima. Quizás si hubiera sido otra y estuviera loca por escalar, esto sería una bendición para mí, pero yo no era así.

Estaba realmente feliz con mi vida.

— Así que por eso me buscaron, para ser la sustituta de su hija y casarme con ese tipo, ¿acaso pensaron en mis sentimientos? Claro que no, mientras su adorada hija no sea la que sufra, todo está bien. Yo también soy su hija, no un objeto, es necesario tratarme así.

Aquella mujer levantó una ceja ante mis palabras, era como si se estuviera burlando de mí. Después de todo, ante sus ojos yo era una broma, un mal chiste que no era bien visto a sus ojos debido a mis orígenes.

— Entonces, no piensas cooperar…

Rápidamente, hablé interrumpiendo sus palabras.

— No importa si me niego, ustedes encontrarán la forma de que coopere, inventaran mil formas de destruir mi vida, así que, ¿puedo negarme?, de lo contrario, lo haré en este instante.

Después de todo, es solamente casarse, además la otra parte es una persona enferma, sin embargo, al ver los verdaderos colores de esta familia sentí náuseas.

¡Qué terrible!

Ellos podían disponer de las personas a su antojo como si no valieran nada.

— Bueno, ya que estás de acuerdo…

Aquella mujer empezó a hablar, sin embargo, antes de entrar en detalle tuve que detenerla, porque esta discusión aún no había terminado.

— Espera, al menos si debo vender mi vida, debo obtener algo a cambio — argumenté — Mis padres perdieron su casa, mi madre fue despedida de su trabajo y mi padre debido a su lesión también fue despedido, exijo que todo lo que le fue quitado le sea devuelto — pedí con voz seria — Está es mi única solicitud — dije haciendo que me miren con fijeza.

El desprecio en sus ojos era demasiado, pero al final aceptaron mi petición haciendo que guarde un suspiro.

Capítulo 3: ¿Dónde está, Leila?

Cuando llegué a casa ya era de noche, en mi mano se encontraba un papel que no tenía ningún valor legal, pero al menos para mí lo significaba todo. Mientras veía las luces encendidas de mi casa, apreté aquel documento contra mi pecho.

Sin querer cerré los ojos por un momento tratando de encontrar el valor para enfrentar a mis padres, pero antes de que arregle mi semblante, una voz que creí no llegar a escuchar jamás me sacó de mis pensamientos.

— Estás aquí.

Era la voz de Aegean.

Antes de que pudiera decir algo sentí como aquel chico fornido de ojos dorados me arrastró a un abrazo.

— Aegean…

Negué con la cabeza mientras trataba de alejarme de sus brazos.

— Lo sé todo — comentó con la voz grave — Tus padres me lo contaron todo, Frida.

Bueno…

Esto complicaba un poco las cosas, porque realmente me sentí fatal al arrastrar a este buen chico a esta agua fangosa de la que no sabía cuándo iba a poder emerger.

— Aunque lo sepas todo, eso no cambia nada — dije mientras miraba sus orbes — Tú y yo no tenemos un futuro, Aegean, así que es mejor que te alejes de mí.

Aegean negó con la cabeza mientras me estrechaba entre sus brazos, haciendo que por un momento pensé que iba a morir sofocada.

— No tienes que sacrificarte, Frida, tus padres dijeron que ellos buscarían una forma…

— ¿Acaso su forma, es escapar como si fuéramos unos criminales? No soy tonta, Aegean. He estado reflexionando durante unos días alguna solución, pero, esta que he tomado, es la mejor, la más factible. En la vida real uno debe saber cuándo someterse.

Aegean me contempló con la mirada herida como si mis palabras le dolieran.

Y lo entendía.

Porque al final estaba renunciado a él sin siquiera luchar debido a que esta era una batalla perdida dónde el ganador ya se había decidido desde el principio.

— Frida, por favor…

Antes de que terminará de hablar, coloqué un dedo sobre sus labios con la intención de que guardara silencio.

— Aegean, nuestra relación apenas estaba comenzando — empecé a hablar con la voz suave — Tú y yo nos gustamos, pero aún no nos amamos, Aegean, esta hermosa relación que empezó, debe terminar ahora, mereces a alguien mejor, alguien que no tenga tanto equipaje como yo. Así que es mejor cortar estos sentimientos de raíz porque no puedo ser egoísta, Aegean, no puedo serlo para pedirte que te quedes junto a mí.

Aproveche el momento en el que estaba distraído para alejarme de sus brazos, tratando tan jodidamente de mantener mi expresión calmada para que no se dé cuenta de cómo mi corazón se rompe en pedazos debido a su expresión llena de dolor.

— A veces, realmente deseo que seas egoísta — susurró antes de cerrar los ojos y apretar los puños — Está bien, respetaré tu decisión, Frida, sin embargo, debo corregirte porque tú no solo me gustas, yo te amo, te he amado durante mucho tiempo, más del que te puedes imaginar.

Tras decir aquellas palabras se alejó de mi lado dejándome con el corazón roto.

Aunque traté de ser fuerte y de aparentar que ninguna de sus palabras me afectaron, no podía seguir fingiendo, porque al final y al cabo no era un robot sin sentimientos y realmente me gustaba Aegean.

Cerré los ojos mientras me sentaba en el suelo, lágrimas de impotencia salían de mis ojos, mi corazón me dolía, todo el estrés que había sentido estos días, el dolor y el desamor me golpearon en una avalancha de emociones que me hicieron sentir morir.

El papel que tenía en mis manos se sentía como una burla.

De un momento sentí como alguien me abrazaba, quise escapar, pero al oler el aroma a jazmín que me había acompañado desde la niñez hasta la adultez solo opté por acercarme más a aquel aroma familiar.

— ¡Mami! — exclamé como alguna especie de animal herido.

— ¡Lo siento! — murmuró mi madre mientras me abrazaba — Todo es culpa mía.

Ella siguió repitiendo aquellas palabras como alguna especie de mantra, mientras me abrazaba como si no quisiera soltarme nunca jamás.

Ciertamente, todo lo que nos estaba pasando era como alguna especie de maldición de la que no podíamos escapar.

No sé en qué momento salió mi padre de la casa, tampoco sé cómo fue que entre debido a que lo último que recuerdo fue llorar en los brazos de mis padres durante mucho tiempo hasta quedarme dormida.

A la mañana siguiente, me desperté como si todo lo que había vivido la noche anterior solo fuera un mal sueño, el sol que entraba por mi ventana brillaba de una manera deslumbrante casi cegando mis ojos, aunque deseaba que este día tuviera mal clima parecía que mis deseos eran infructuosos.

El día de ayer era como un recuerdo lejano para lo que debía hacer en este momento.

Yo sabía muy bien lo que debía hacer, así que solo por una vez dejé que todas aquellas emociones negativas salieran a flote antes de encerrarlas en una caja fuerte para nunca más abrirla.

Después de todo, hoy era el día de mi boda. Aunque si era sincera así no era como imaginaba casarme algún día.

Al final ni siquiera sabía el nombre de la persona con la que me iba a casar, no sabía si era joven o viejo, no sabía nada más que un apellido que era bien conocido en la ciudad debido a que la mayoría de las industrias, cadenas hoteleras, restaurantes, entre otros negocios pertenecían a esa prestigiosa familia.

Después de asearme y vestirme con lo que supuse que era mi mejor ropa, además de arreglar una pequeña valija, bajé las escaleras con el semblante serio, sin embargo, no pude evitar soltar una carcajada al notar como mi padre hacía unos movimientos que supuse que eran de yoga, sin embargo, debido a su complexión se veía demasiado llamativo y algo gracioso.

— Buenos días, cielito — saludo con una sonrisa un poco triste.

Él, después de todo, siempre nos había protegido, así que ahora que las cosas resultaron así, debía sentirse triste al ver que no podía protegerme, ni siquiera podía protegerse así mismo.

— Ya despertaste — comentó mi madre, sin embargo, al ver mi maleta detuvo sus pasos por completo — Frida, no es necesario que hagas esto…

Rápidamente, detuve sus palabras antes de arrojarme a sus brazos.

— Lo sé, pero es lo mejor — dije antes de depositar un beso en su mejilla — Solo será por un par de años — comenté, aunque más que convencerla a ella, quería convencerme a mí misma.

Mi madre negó con la cabeza mientras miraba a mi padre que tenía la cabeza gacha.

— Esta es tu vida, mi cielito, no puedes arrojar tus sueños a la basura solo…

Suspiré mientras lo abrazaba a él esta vez.

— Esto es lo mejor, además no estoy botando mi vida a la basura, ya sea aquí o allá, de igual manera lucharé por mis sueños — dije — No pensemos en cosas tristes, mejor imaginen cómo todo esté mal periodo que hemos tenido llegará a su final.

Mi padre al escuchar mis palabras se alejó de mis brazos mientras resoplaba.

— ¿A qué costo? Nunca fue nuestra intención aceptar la oferta de esas personas, es verdad que eres su hija biológica, pero yo he sido tu padre durante más tiempo y te he amado con cada ápice de mi ser, que el ver como aquellas personas te tratan me parte el corazón, además de que al final y al cabo tu madre nunca quiso involu…

— No digas más — interrumpió mi madre — Es mi culpa — susurró mi madre — No hay ninguna excusa para lo que pasó en ese…

Mi padre interrumpió a mi madre con los ojos llorosos.

— No es tu culpa — murmuró haciendo que quisiera preguntarles la historia de fondo sobre mi origen porque estaba segura de que no fui concebida por amor.

Tal vez haya un gran malentendido detrás que pueda justificar la conducta fría de mi procreador, pero ciertamente no excusara sus acciones. Sin embargo, antes de que siquiera pueda preguntar algo al respecto, el sonido de un claxon me distrajo.

Ellos estaban aquí.

— Ya es hora de que me vaya — les dije a mis padres, los cuales se vieron desconsolados — Los vendré a visitar pronto, esto no es un adiós, solamente un hasta luego, no se preocupen por mí, van a ver qué después de esta tormenta saldrá el arcoíris.

Mi mamá me abrazó rápidamente bajo la insistencia del claxon.

— No te olvides de llamar, mi pequeña — sollozó haciendo que mi corazón se sienta herido.

Miré a mi papá que negaba con la cabeza mientras colocaba en su rostro una expresión fría, como si esta fuera su última lucha.

— No hagas esto, Frida — habló con voz fuerte — Hazme caso si aún me consideras tu padre, porque si sales por esa puerta voy a pensar que todos estos veinte años que hemos estado juntos no significan nada para ti, que soy insignificante en comparación con ese de apellido Maxwell.

¡Cielos!

Él prácticamente me estaba dando dos opciones, en este momento me sentí como si estuviera entre la espada y la pared, porque si elegía alguna de sus opciones tenía algo que perder.

Al final, si me quedaba, solo entraríamos en otro bucle sin fin, en dónde nuestra integridad se veía asediada, haciendo que nos convirtamos en lo que odiamos, perdiendo nuestros caminos debido a la desesperación que podíamos llegar a tener, en cambio, si elegía la otra opción, de igual manera sería una perdedora, aunque con mi sacrificio podía salvar a mi familia, pero al final también los perdería, pero preferiría eso a verlos con aquellas miradas vacías y llenas de desesperación.

Eso era mucho mejor.

Así que con el corazón en la mano y el dolor en la otra sonreía tratando de contener las lágrimas mientras me alejaba de mis amados padres, aunque sabía que mi padre estaba preocupado por mi futuro, no pude evitar sentirme herida porque sabía muy bien que aquellas palabras que él me había dicho le dolían más a él que a mí.

Había renunciado a mi novio, ahora a mis padres, no sabía a qué más debía renunciar.

Cuando salí de la casa aquella camioneta negra se encontraba estacionada, algunos vecinos curiosos sacaban su cabeza por la ventana mirando lo que estaba ocurriendo, ya podía imaginar los chismes que se crearían en torno a este acontecimiento, al final podían divulgar lo que quieran, ciertamente ninguno de ellos sabrá la verdad sobre lo que estaba ocurriendo.

— Señorita, buenos días — saludó aquel guardaespaldas de ojos verdes que más que un guardia parecía alguna especie de mafioso — La señora la está esperando para que firme los papeles junto con el joven maestro de la familia Cassano.

Asentí ante sus palabras antes de entrar en el auto, en el trayecto hasta el lugar acordado cerré los ojos mientras me repetía a mí misma que todo esto solo era momentáneo, que en algún momento iba a llegar a su final.

Pero…

Aunque me dije, no pude evitar sentirme nerviosa.

Cuando llegamos al sitio acordado, debido a los nervios, ni siquiera me fijé que estaba caminando como alguna especie de robot hasta cuando escuché la risa no disimulada de aquel guardaespaldas que parecía un mafioso. Sin embargo, no tuve tiempo suficiente para sentirme avergonzada debido a que ahora me encontraba enfrente de aquellas personas que detestaba.

Aquella mujer llamada Verónica me dio una mirada despectiva al ver mi aspecto antes de estampar una sonrisa estándar en su rostro para luego arrastrarme hasta donde se encontraba mi no tan glorioso padre, él cuál se encontraba conversando con un hombre de unos 30 años.

¿Ese era el hombre con el que me iba a casar?

Si lo era, entonces, no podía entender por qué alguien como él necesitaba realizar un matrimonio arreglado debido a que con su apariencia muchas chicas estarían dispuestas a arrojarse a él.

Después de todo, él era la definición de hermoso, sus ojos tenían una forma afilada que junto con el iris gris lo hacían ver frío, sin duda alguna era una belleza con un rostro y cuerpo exuberante.

— Ella es Frida, mi hijastra y la persona que se casará con su hermano menor — me presentó aquella mujer haciendo que me diera cuenta de que este hombre delante de mí no iba a ser mi esposo.

Aquel hombre antes sus palabras endureció la mirada como si estuviera insatisfecho con algo, como si hubieran hecho algo que no podía ser aceptado.

— ¿Dónde está Leila? ¿Por qué me presentas a esta niña?

Al escuchar sus palabras, la expresión de aquella mujer se tornó oscura antes de empezar a explicar cómo alguna especie de zorro astuto.

Nota de autora

Recuerden que todo es ficción, así que no se tomen enserio algunas situaciones, al final está historia solo es para entretenimiento, por cierto, los primeros capítulos serán algo dramáticos luego serán más ligeros y sin tanto drama.

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