Mis ojos se abren abruptamente al sentir que algo oprime mi pecho, la sensación es tan abrumante que me obliga a respirar con agitación, como si hubiese estado a punto de ahogarme.
Miro a mi alrededor o lo poco que puedo, parece que estoy en una habitación mal oliente, con a penas un poco de luz que proviene de una vela sobre una mesa.
Estoy sobre el suelo y por lo que puedo sentir tengo las manos atadas a mi espalda, además de que estoy en una posición incomoda. La cabeza me da vueltas y un zumbido incesante martillea mi cabeza.
Respiro profundamente, pero lo hago por instinto, como si eso pudiera calmar la frustración y el miedo que está comenzando a correr por mis venas.
Me obligo a mi misma a tratar de recordar porque estoy aquí, pero nada se me viene a la mente, pero eso no es el motivo por el que mi piel comienza a erizarse, sino que no logro siquiera recordar mi nombre.
Mis ojos comienzan a llenarse de lagrimas ante la frustración e impotencia de no saber que diablos esta ocurriendo o porque tengo las manos atadas.
Mi cabeza comienza a llenarse de preguntas de las cuales no tengo ninguna respuesta, así que no me queda más que intentar averiguarlo y en el proceso, salir de ahí.
Lo primero que hago es moverme sobre mi sitio con la intención de tambalearme hasta lograr darme la vuelta y quedar boca arriba. Respiro profundamente creyendo que he logrado algo para poder liberarme, pero enseguida se escucha un ruido que me alarma y me obliga a intentar arrastrarme hasta el muro detrás de mi, para luego sentarme.
El ruido parece ser el rechinar de una puerta oxidada o con muy poco aceite sobre sus bisagras, posterior a eso escucho pasos aproximadamente con cierta lentitud que me paraliza y me obliga a guardar tanto silencio como pueda, pero poco después, no muy lejos de mi, observo la figura encorvada de un hombre que viste un pantalón marrón con manchas de lo que parece ser aceite, además lleva puesto una camisa de cuadros mal puesta y un suéter ligero, del cual no dudo que haya sido tejido a mano.
El hombre camina de forma recta hasta una chimenea, luego se inclina y esparce algunos pedazos de madera recién cortada en el interior para después tratar de encenderla. Lo miró desconcertada, porque aquel hombre no parece ser un secuestrador y aunque su apariencia luce bastante rudimentaria y pueblerina e incluso sucia, el hombre es demasiado viejo o al menos eso me parece.
Al lograr encender la chimenea, gira en mi dirección. Cuando la luz del fuego ilumina aún más la habitación, me percató que ese hombre lleva algo en la mano, parece ser puntiagudo y quizás filoso, por lo que trago saliva cuando comienza a caminar en mi dirección.
—¡Deténgase!—le ordenó aunque sé bien que de nada sirve—no se acerque más.
El hombre continúa con su camino y ahora, estando más cerca de mí, puedo ver su rostro, me parece que su mirada está perdida como si estuviese distraído o simplemente dormido o quizás como si estuviese drogado.
La parte blanquecina de sus ojos están en su totalidad rojos, con pequeñas y diminutas venas rojas sobresaliendo como si fueran pequeñas serpientes e incluso sus pupilas se notan rojas, como si alguien lo hubiese golpeado hasta provocarle un derrame en los ojos.
El hombre musita algo entre dientes que no logró captar, para después alzar la mano con lo que parece ser un cuchillo. Esta a punto de atacarme, así que instintivamente grito al ver que aquello será mi fin; sin embargo, un segundo más tarde un ruido me interrumpe, quizás la puerta por donde entró aquel sujeto.
Al levantar la vista en dirección hacia la puerta, veo a un hombre no muy lejos de mí y enseguida el tipo que había intentado atacarme corre con torpeza hacia el otro para hacer lo mismo, pero enseguida se escucha un disparo limpio que causa que el otro caiga hacia el suelo, quizás muerto.
Me quedó en silencio tratando de comprender que ha sucedido, mi pecho duele, aunque quizás sea el palpitar de mi corazón agitado.
Vuelvo la mirada al hombre de pie. Su cabello tiene un tono rubio cenizo, quizás natural, lleva puesto un pantalón negro al igual que sus zapatos y una camisa azul clara y aunque noto enseguida el atractivo de su rostro, lo que más me inquieta son las armas que lleva consigo. Esta armado hasta los dientes.
De pronto nuestras miradas se cruzan y enseguida él frunce el ceño.
—¿Pero qué...?—se detiene y enseguida vuelve a contemplarme— ¿Qué es lo que haces tú aquí?
Me quedo en silencio y quizás impactada por lo que ha dicho, parece conocerme, pero yo a él no lo recuerdo.
Se aproxima mientras guarda su arma y al llegar, se agacha y extiende las manos hacia mí. Me dirige una mirada seria y hasta me atrevería a decir enfadada.
Enseguida saca un cuchillo que lleva colgado en un estuche sobre su pecho, parece ser que es un lugar estratégico para tomarlo rápidamente. Entonces lo lleva detrás de mi espalda y de un tajo corta la soga que me impedía mover los brazos.
—¿Te comió la lengua el gato o simplemente no quieres dirigirme la palabra?—protesta y tal como lo pensé, me parece esta enfadado.
—Tú...—intento decir, pero no sé cómo explicar que no lo conozco o al menos que no lo recuerdo, así que intento ser sutil y directa al mismo tiempo—¿Quién eres tú?
Me mira a la cara mientras frunce el ceño, parece que me analiza mientras devuelve su cuchillo al estuche.
—¿Estás tan desesperada que ahora debes mentir para evitar hablar conmigo? —cuestiona dirigiéndome una mirada mordaz.
Cuando mis manos están liberadas, se levanta y se aleja un par de pasos de mí.
—Pensé que eso no era tu estilo, aunque si eres de las que huyen y no responden las llamadas—réplica, esto parece ser la pelea entre dos conocidos o mejor dicho una pareja, así que siento un poco de esperanza al darme cuenta de que ese hombre me conoce.
—¿Sabes quien soy? —expresó con cierta ansia, pero él no parece comprender mi situación, puesto que vuelve a fruncir el ceño.
—¿Quieres dejarte de estupideces? —cuestiona, esta vez en tono grave—¿Qué diablos haces aquí, Ana?
—Anna—me repito a mí misma, buscando en los restos de mi mente destruida si es que puedo reconocer ese nombre, pero descubro con pesar que no hay nada ahí, ni un solo recuerdo del nombre que al parecer es mío.
—¿Qué diablos te pasa?—dice esta vez algo confundido.
Me levanto de mi sitio, pero mi cuerpo se siente débil y endeble, incluso llego a marearme, intento sostenerme del muro, pero mi mano resbala y entonces siento que voy a caer, pero enseguida él me sostiene de la cintura y se permanece junto a mí.
Desde mi posición puedo ves sus ojos color ámbar y aunque su expresión es seria, algo en ellos me hace creer que no es tan malo como aparenta, sino todo lo contrario. Considero que únicamente está enfadado conmigo, quizás por algo que yo hice.
—¿Qué fue lo que te pasó? —me pregunta, esta vez suavizando su tono de voz, parece preocupado.
—No lo sé—respondo con el corazón desbocado, cosa que me extraña, pero mi cuerpo de algún modo parece reconocer su tacto, la forma en que sus manos envuelven mi cintura para evitar que caiga.
Incluso al mirar sus labios, me parece que si pudiera besarlo, quizás, tan solo quizás podría volver algo a mi mente, pero eso no sucede. Él se aleja de mí una vez que supone me encuentro mejor.
—No podemos estar aquí, debemos irnos—indica algo preocupado, así que de repente vuelvo a la extraña realidad en la que acabo de despertar.
Miro el cuerpo del hombre que intento incrustarme cuchillo, veo que aún lo sostiene en la mano. Sobre el suelo al lado de él, escurre un líquido oscuro, el cual no parece ser sangre, de hecho es bastante espeso. Entonces me pregunto si ese líquido realmente le pertenece a este hombre.
Posterior a eso, otra pregunta me golpea mientras observo el cadáver. ¿Por qué no siento nada al verlo? ¿Por qué no siento algún tipo de impacto o sorpresa al ver su cuerpo? ¿Será porque intentó matarme?
—¿En dónde estamos? —cuestiono al ver ese sitio.
Ahora estando de pie, puedo ver que el lugar está mucho peor de lo que yo había supuesto. Sobre la mesa hay vasos y platos llenos de comida podrida, la cual ya tiene pequeñas larvas encima, huele asqueroso y aunque en apariencia lo demás está ordenado, hay bastante suciedad y moscas.
—En un horrendo pueblo olvidado por Dios—responde mientras su vista recorre el lugar y por cómo observa nuestros entorno, supongo que a él también le causa repulsión.
Avanza a paso lento, tal vez para que lo siga y así lo hago hasta salir de aquel lugar. Enseguida me percató que se trata de una cabaña que está rodeada por un bosque bastante frondoso, pero a pesar de lo horrible que parece ser este sitio, parece ser que hay más casas o cabañas aquí.
Incluso me percató de la existencia de un sendero que lleva hacia algún sitio, quizás el centro de un pueblo o aldea.
—Ve por ese camino—dice aquel hombre del que aún no sé su nombre—encontraras un puente de madera, después tardarás un día en encontrar una carretera, tal vez puedas encontrar alguien que te lleve a Madrid.
—¿Madrid? —cuestiono algo confundida—¿Estamos en España?
—Desgraciadamente—me responde en seco sin siquiera dirigirme la mirada, eso me molesta un poco, pero si es como lo pienso, debe tener alguna razón para ser tan cortante conmigo—ahora vete.
—¡Espera! —alzó un poco la voz, pero ante el silencio escalofriante que se puede percibir en el ambiente me arrepiento de inmediato.
Él se gira un poco hacia mí y alza ligeramente la ceja, pero claro, no dice nada, de hecho, pienso que espera no muy paciente a que hable.
—Dime quien eres, por favor—solicito, esta vez algo avergonzada.
—Sigues con eso...—expresa con molestia, suspira y mira en otra dirección—Liam Kurt.
—Liam—repito, por supuesto, mi cabeza se niega a darme información de este hombre el cual parece tenerme rencor.
—Ahora vete o terminarás muerta—expresa y por lo que acaba de suceder e no dudo que lo que dice sea real.
Comienza a caminar en la otra dirección, pero lo hace con sigilo, sacando su arma, listo para matar.
Lo observo un rato mientras se aleja, me parece que tiene una espalda bastante ancha, quizás por sus músculos, aunque no debería estar pensando en eso en este momento. Debería irme.
Comienzo a caminar en la dirección que me indico, una extraña brisa hacer revolotean mi cabello, el cual no es muy largo.
Me cubro a mí misma con mis brazos, porque el viento es bastante frío y húmedo, quizás va a llover.
Las ramas de los árboles danzan encima de mí, pero el sonido que emiten es bastante extraño, muy tétrico a mi parecer. Continuó caminando mientras miro mis pies al andar.
Llevó puesto un pantalón oscuro y un par de botas sin plataforma, da la impresión de que puede ser un uniforme táctico, tal vez de policía, aunque no lo sé con certeza.
Miro que tiene varios bolsillos, así que intento buscar en su interior a ver si hay algo que me dé una pista de quien soy, pero ahí no hay nada, aunque lo que sí noto, es una especie de funda pegada a mi cintura, tal y como la de aquel sujeto, como si perteneciera a un arma, pero ahí no hay nada, esta vacía.
Continuó mi camino forzándome a mí misma a recordar, así que repito el nombre de aquel sujeto.
—Liam—digo alargando su nombre en mis labios—Kurt.
Cierro los ojos y una serie de imágenes sin sentido aparecen en mi cabeza, es como una ráfaga de luz, como un flash que no logro distinguir en lo absoluto, pero en cierto momento, escucho su voz pronunciando mi nombre con ternura.
«Anna Torres»
Comienza a dolerme la cabeza después de eso, pienso que tal vez no debería hacerlo de nuevo por muy desesperada que esté por entender que diablos estoy haciendo aquí o como es que lo olvidé todo. ¿Qué me paso?
Abro los ojos al escuchar ruido, se trata de algo mecánico. Entonces divisó el puente que Liam mencionó antes, sin embargo, justo en ese sitio se encuentran dos hombres de apariencia sucia y ambos portan dos motosierras que usan para cortar la madera que constituye el puente.
Pienso en esconderme para evitar que esos hombres me vea, pero enseguida escucho disparos a lo lejos. Giro y veo varios cuervos salir huyendo de algún punto en el bosque.
—Liam—musito, pero mi voz se escucha preocupada y no sé exactamente por qué.
Entonces escucho detrás de mí los motores de aquellas cierras a base de gasolina, giro y veo a esos dos hombres sucios aproximándose hacia mí, así que instintivamente comienzo a correr en la otra dirección en la que no debería ir, hacia donde fue Liam Kurt y donde se escucharon los disparos, pero no tengo otra alternativa.
Siento que el corazón se me sale mientras mis pies avanzan. Mis pulmones me duelen debido al aire frío y las piernas me arden después de huir a gran velocidad de esos dos hombres que pretendía atacarme.
Después de tanto correr he llegado a un pueblo para nada pintoresco. Las cabañas miran hacia una fuente vacía en donde hay una fogata y sobre ella el cuerpo empalado de un hombre que tiene un uniforme de policía.
Quiero gritar, pero entonces escucho las motosierras muy cerca, así que continuo con mi camino hasta una de las casas que tiene la puerta abierta. Entro y cierro la puerta para después empujar una cajonera y arrancar la puerta.
Mis manos y pies tiemblan, de hecho, todo mi cuerpo lo hace, incluso parece que mis dedos se están quedando tiesos aunque no sé si se debe a los nervios o simplemente al hecho de que afuera el frío es infernal.
Trato de controlar mi respiración mientras doy varios pasos atrás, rogando para mis adentro no haber sido vista o escuchada, pero entonces al dar otro paso, tropiezo con algo blando, por suerte no me caigo, pero al mirar descubro que se trata del cuerpo de una mujer.
Me tapó la boca al mirar la horrible expresión en su rostro, se ha quedado con los ojos abiertos mirando hacia arriba, como si hubiese querido ver el rostro de quien le quito la vida, pero sospecho que al igual que aquel cadáver que vi antes, este tiene rasgos similares y no me refiero a su rostro, sino al líquido que salió de un agujero en su cabeza.
Supongo que fue Liam quien hizo esto. La sangre de aquella mujer se ve viscosa y espesa, además su color no es natural, es bastante oscura y hasta podría decir que tiene la misma tonalidad que tendría el aceite para autos, sin olvidar que su olor es desagradable.
Mientras sigo observando aquella mujer siento algo sobre mi hombro. Instintivamente, me apartó y arrojó un golpe al aire pensando que mi barricada ha sido vulnerada sin que yo me dé cuenta de ello, pero sin previo aviso, algo toma mi muñeca y la aprisiona, de hecho, es una mano masculina con la suficiente para obligarme a arrodillarme o al menos eso es lo que pienso.
Mi corazón comienza a tranquilizarse al percatarme que se trata de Liam.
—¿Qué haces aquí? —protesta, esta vez con el ceño fruncido y la mandíbula tensa. Me mira con frialdad y crudeza— te dije que te fueras.
Oprime mi muñeca en la suya, demostrándome con ese simple aunque cruel acto cuando furioso está.
—El puente fue derribado—intento explicar mientras jalo mi mano hacia mi pecho y cuando lo logró, la piel de muñeca comienza a dolerme.
—Debiste seguir por el bosque río abajo—impugna y suelta un bufido.
—Lo hubiese hecho si no tratarán de matarme—replicó mientras intento masajear mi piel maltratada, estoy comenzando a cansarme de su actitud.
—¿Qué?—logra decir, pero enseguida se percibe a los lejos, aquellos armatoste con los que esos malditos cargaban consigo mientras me seguían.
Liam camina hasta una ventana que mira hacia la pequeña y extraña plaza donde aún continúa calcinándose el cuerpo de un hombre.
—¡Mierda! —le escucho decir. Gira en mi dirección y encorva los labios ligeramente— tenemos que salir antes de qué...
De pronto se escucha el estruendo de un vidrio quebrándose, sus pedazos caen sobre el suelo del segundo piso y posterior a eso, se escuchan pasos, lo que indica que no solamente alguien sabe que estamos aquí, sino que han entrado a la casa para atacarnos, de todos los lados posibles.
—Maldición, hay que irnos—expresa Liam, tomándose del brazo para arrastrarme precisamente al segundo piso, lo cual me parece una muy mala idea sabiendo que nos están emboscando, pero pronto la puerta de entrada es golpeada por lo que se escucha, varias manos.
Las dos motosierras siguen escuchándose, esta vez más cerca incluso podría apostar que están justo al otro lado de la puerta, esperando a que salgamos. Entonces, comprendo la razón por la que es más viable salir por allá arriba que por la salida más obvia.
Trato de seguir el paso de Liam, él es bastante alto, por lo que sus piernas son más alargadas que las mías, prácticamente tengo que correr detrás de él para no quedarme atrás.
Una vez arriba, nos encontramos con un hombre joven o al menos eso parece, pero tiene ciertas cualidades que me hacen dudar de mi juicio. Lleva puesto un par de pantalones azules, de tela tipo mezclilla de color marrón, un suéter azul y una camisa con los botones mal puesto, lo que me hace pensar que tal vez en ese pueblo de mierda nadie sabe abrocharse un estúpido botón.
El hombre lleva un hacha pequeña, quizás para cortar leña, nos apunta y lanza su arma, pero Liam la intercepta con la mano, la arroja al suelo y luego le dispara en la cabeza como si no le importara en lo absoluto sus vidas y claro, después de amenazarme, yo tampoco habría tenido piedad.
Continúa escuchándose ruido, voces de gente enojada, vidrios rotos, las motosierras y pasos en toda la casa, incluso en el techo a donde Liam quiere llevarme.
—¿Ya has recordado como saltar?—cuestiona al llegar a una de las ventanas, desde ahí se puede observar que varias personas, con la misma apariencia andrajosa que los demás, comienza a reunirse al pie de la casa, justo en la puerta que ya no parece estar cerrada. Solos entonces los malditos de las motosierras entran en nuestra búsqueda.
—¡No! —grito, pero entonces él se aparta de la ventana, se alista y corre hacia ella, sin importar que esta aún dispone de vidrio.
Los fragmentos salen disparados en todas direcciones, pero al fijarme, descubro que él está en óptimas condiciones y sin ningún rasguño. Lo miró desde donde me encuentro, la distancia no es mucha, pero la simple idea me causa vértigo.
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