—¿Dónde estoy? — dijo Luken.
Glup, glup, clap, sonaban unas gotas de agua caer en algún charco cercano.
—¿Por qué está tan tenue la luz? — decía tratando de incorporarse en lo que parecía una especie de cueva, trataba de ver su cuerpo, pero a duras penas distinguía su propia silueta, sus ropas estaban mojadas y frías, bajo sus pies sentía el agua correr.
«¿Agua de mar?», se preguntó al poder distinguir un sabor salado en su boca, algo un poco desagradable.
Luken sigue caminando, sin saber por dónde va o hacia dónde se dirige. El camino es complicado, ya que, al caminar descalzo, las piedras van lastimando los pies. En momentos siente que ya no puede caminar, hay un dolor intenso en su cuerpo, las plantas de los pies le duelen por el caminar, siente que las piernas están magulladas, tiene un dolor en la espalda y las costillas, como si hubiera sido golpeado. La cabeza le da vueltas, casi no recuerda que le paso y por qué se encuentra en ese lugar.
Llega un momento en que empieza a iluminarse la cueva, sus ojos ya acostumbrados a la oscuridad, le empiezan a molestar, en este momento se siente más animado, que trata de correr hacia afuera, pero al salir, es tanta la luz que debe de cerrar los ojos de inmediato.
Estando afuera se da cuenta de que se encuentra en una playa. No percibe algún sonido familiar, es como si estuviera en un lugar desierto.
—¿Qué hago en este sitio? — menciona Luken, tratando de pensar con un poco más de claridad, por qué se encuentra en ese sitio.
Él sigue caminando, sus pies sienten el calor que emana de la arena, no se encuentra tan caliente, pero al tener los pies lastimados, es más doloroso.
Mientras camina, ve hacia el cielo, tratando de descifrar la hora por la posición del sol.
«¿Serán las once de la mañana o la una de la tarde?», se preguntaba.
Lo que sí es cierto es que su cuerpo le exigía alimento. No tenía idea del día en que se encontraba. Cuánto tiempo estuvo inconsciente, y la principal pregunta… ¿Qué hacía en ese lugar?
Al no tener alimento en su estómago, su mente divagaba más, veía formas en la arena. Algunas piedras se le asemejaban a caracoles gigantes, movidos por el agitar de las olas.
Tampoco veía algún ave en el cielo, se encontraba totalmente solo. No había ni un sonido en el ambiente, a excepción del agua al llegar a la orilla de la arena.
Después de estar caminando por la playa, sus piernas le pedían un descanso, ya no aguantaba el dolor que sentía, y es que él sabía muy bien que había pasado algo grave. Su cuerpo se lo decía constantemente.
Decidió sentarse en la arena, se acercó al agua salada para salpicar su cara, tratando de refrescarse por el calor que hacía en ese momento, cuando de repente le vino a la mente una palabra…
—¡Baile! — gritó con todas sus fuerzas, empezando a recordar fragmentos de lo último que había vivido. Pero necesitaba descifrar qué fue lo que sucedió en los días o las horas que habían pasado desde ese momento.
Su garganta se resintió por el grito, Luken empezó a toser fuertemente, intentando tranquilizarse, ya que le empezó a fallar la respiración. Tenía la garganta seca y lo único que tenía disponible, era agua salada.
Empezó a recordar el baile que había ofrecido el barón Antonio Arlington en su residencia, un sitio muy elegante, casi comparado con el palacio de un rey, no era la típica casa de un barón, al ser un terrateniente muy hábil, había adquirido varias tierras alrededor, llamando a su ciudad “Belden”, trayendo muchas personas que vivieran para trabajar la tierra, otras personas estaban encargadas de ganadería.
Había pequeñas aldeas que se fundaron, siempre con la autorización del barón, ya que de lo contrario enviaba parte de su ejército personal a quemar todo lo que encontraran a su paso.
A pesar de lo sanguinario que se escucha, tenía su lado noble, las personas que obedecían sus reglas podían vivir, por así decirlo, tranquilas. Trabajaban obteniendo parte de lo producido como pago y recibían un pequeño salario.
Había algo en el barón Antonio Arlington que a muchas personas inquietaba, tenía una presencia especial, en ocasiones podía ser amable, pero podría apuñalar por la espalda, en otras ocasiones exigía con fiereza que cumplieran sus órdenes, por más extraña que fueran. Se le podía dar alguna explicación del porqué no era posible realizar alguna actividad, pero si él lo proponía, debía de cumplirse.
El mandato del barón era la ley, no había nadie que le intentara contradecir, y los pocos que lo hicieron sufrían por sus decisiones.
Para expresarse, usaba anécdotas, en ocasiones no tenían sentido o estaban rebuscadas las palabras que utilizaba para hablar. Otras ocasiones se expresaba tan fluidamente, que no dejaba la mínima duda de sus intenciones, más si pretendía tener la razón de todo.
Algunos presentes no podían evitar sentir una inquietud ante la presencia del barón. Su mirada fría y calculadora se posaba sobre ellos en todo momento, evaluando y juzgando cada movimiento. Era imposible saber lo que pasaba por su mente, lo que lo hacía aún más intimidante.
Mientras recordaba esa noche, se preguntó cómo alguien podía tener tanto poder en una pequeña comunidad como Belden. Pero sabía que el barón no era un hombre común y corriente. Había algo en él que lo hacía sobresalir del resto. Tal vez era su astucia para los negocios, su capacidad para gobernar con mano dura, o simplemente su carisma.
A pesar de los rumores que corrían sobre su crueldad, el barón había logrado mantener el control de la ciudad durante años. Nadie se atrevía a desafiar su autoridad, y aquellos que lo habían intentado, habían pagado un precio muy alto. Aun así, la gente seguía trabajando para él, en parte por temor y en parte porque sabían que, bajo su mandato, tenían asegurada su subsistencia.
A medida que se sumergía en sus recuerdos, se dio cuenta de que la presencia del barón en la ciudad era algo mucho más complejo de lo que parecía. Había algo en su forma de gobernar que atraía tanto a sus seguidores como a sus detractores. ¿Sería su autoridad indiscutible o su capacidad para mantener el orden? ¿O acaso había algo más, algo que aún no había descubierto?
Luken miraba hacia el cielo, un espacio muy despejado con un color celeste brillante, casi no había nubes alrededor, hacía un calor… Soportable… Se podía contemplar el brillo del sol, observando de reojo para no quedar sin vista.
Al pensar y tratar de recordar el baile en el que había estado, se sintió mareado, la debilidad de su cuerpo no le ayudaba a estar cuerdo.
Con dolor, desde las plantas de los pies hasta la cabeza, era muy difícil estar tranquilo, sin embargo, la desesperación de entender lo que había ocurrido lo mantenía alerta constantemente, era lo único que tenía en ese momento.
Al mantener la mente con tanto estrés, y estar descifrando si las memorias que le venían a la cabeza eran ciertas o fantasías, sentía un constante mareo y por consiguiente, aumentaba el dolor de cabeza, hasta el punto de nublar la mente. Cuando se empezó a calmar el dolor que sentía, su mente comenzó a trabajar con tranquilidad y fluidez.
Empezó a recordar la noche del baile de gala en la residencia del barón Antonio Arlington había sido una de las más memorables en la pequeña ciudad de Belden. Todos los invitados habían quedado impresionados por la elegancia y el lujo de la mansión del barón. El salón de baile estaba decorado con lámparas de araña y cortinas de seda. La música de la orquesta en vivo llenaba el aire y los meseros servían champán a los invitados.
A la fiesta acudieron bastantes personas, se encontraban personas jóvenes, adultos con sus parejas, había personas ya mayores de edad, acontecía una gran variedad de invitados. Estaba el palacio a reventar y, sin embargo, él no era uno de los invitados… Se encontraba dentro de la fiesta como un informante, trabajaba para un grupo que buscaba encontrar pistas que vinculen al barón con actos delictivos y llevarlo ante la justicia.
Entre los problemas que deseaban encontrarlo culpable era la desaparición de algunas mujeres jóvenes que habían trabajado anteriormente para él, lamentablemente no se encontraron cuerpos con o sin vida. También estaba el detalle que las mujeres no solo trabajaban con él, varias tenían trabajos fuera de horario, y muchas trabajaban en comercios que atendían hasta altas horas de la noche. Por lo que estaban expuestas a cualquier atraco o peligro que pudieran encontrar.
Luken estaba vestido con un traje de color negro, tanto saco como pantalón, chaleco color gris oscuro, camisa color blanco y corbatín color negro, el sombrero de copa color negro.
Camino tranquilamente hacia un caballero solitario, quien se encontraba con la mirada hacia los demás invitados.
—Elegante fiesta… — hizo mención Luken al caballero, esperando que le respondiera, tratando de hacer conversación. — ¿No le parece?
—Así lo parece mi amigo, no hay mejores a las ofrecidas por el barón — mencionó el caballero, una persona alta y delgada, pero sin prestarle mucha atención a Luken.
Ambos se quedaron callados por un breve momento, Luken sabía que si no hablaba, perdería más que tiempo en ese lugar. Tenía que hablar sobre algún tema en particular.
—Cuénteme… ¿Qué piensa de los invitados? — volvió a conversar Luken, tratando de seguir adelante con la plática.
Esta vez el caballero lo ve de pies a cabeza, con una mirada extraña, sus ojos delataron su incomodidad antes la pregunta.
—No lo sé… — fue lo único que respondió el invitado. — Con su permiso, me retiro.
El caballero, dándose media vuelta, empezó a caminar tranquilamente, alejándose de Luken, quien se quedó tranquilamente en el mismo sitio.
A Luken no le pareció extraño su comportamiento. Se dio cuenta de que había formulado la pregunta incorrecta, pero ya estaba hecho. Ahora debía de cambiar su forma de conversar para poder seguir en la fiesta y no levantar sospecha.
En este momento, se dirigió a la mesa de los bocadillos, con la intención de pasar un tiempo tranquilo, meditando que debía de hacer y que debía de preguntar para obtener alguna información.
La mayor parte de los invitados están hablando en grupos tranquilamente, algunos están sentados, observado y disfrutando del ambiente, por más que se esfuerza Luken en buscar al barón Antonio Arlington, este no se encuentra entre los invitados. Es como si el anfitrión hubiera realizado una fiesta, y no estuviera invitado a participar. Era una situación extraña.
La música no paraba de sonar, una melodía para deleite de los oídos, nada estridente, era más que todo, para ambientar el lugar. Entre los instrumentos que más se admiran eran los violines, los cuales llevaban el ritmo de la música.
El ambiente estaba tranquilo, la música invadía el ambiente tranquilamente. De un momento a otro, el sonido de la música cambió hacia una melodía más tranquila y la luz cambio de intensidad. Esto desconcertó a todos los invitados, quienes empezaron a voltear sus cabezas buscando algún motivo para el cambio.
Todos los invitados estaban desconcertados, hasta que en un momento se iluminó una parte del un segundo nivel. Desde un balcón, se asoma el barón Antonio, con expresión desafiante, viendo hacia todos los invitados. Vestía con un pantalón color blanco, al igual que su chaleco y camisa, un saco color negro y un sombrero de copa negro brillante, en su mano tenía un bastón recto color negro, la punta y la empuñadura era color dorado brillante.
Junto a él se encontraba una bella joven dama, tenía puesto un vestido grande color verde, hombros los tenía cubiertos, el vestido llegaba al cuello, en medio era color dorado, en el rostro se veía una mirada penetrante, pero, en cambio, a la del barón, ella trataba de buscar una persona. Por la lejanía en que se encontraba era muy difícil distinguir el movimiento de los ojos, unos ojos cafés claro.
Luken quedó sorprendido por la belleza de la joven, y al mismo tiempo quedó extrañado. Mil y una preguntas le empezaron a dar vueltas por la cabeza. Al igual que muchos jóvenes que estaban en la fiesta, se quedaron con la boca abierta al observar la escena del balcón.
«Pero ¿quién será la joven y por qué se encuentra con el barón?», se preguntó sin saber qué responder.
Todas las personas empezaron a murmurar en ese momento y, lo más seguro es que se preguntaban sobre la dama que acompañaba al barón. Fue una sorpresa muy grande para todas las personas que se encontraban en el salón de la residencia.
Luken empezó a caminar a través de las personas, tratando de escuchar los murmullos que provenían de todos los rincones, de todas las bocas y, especialmente, de lo que hablaban más alto de lo normal, talvez podría juntar las piezas para poder armar un rompecabezas.
Entre los murmullos se podía escuchar sobre la belleza de la dama, la inquietud sobre la procedencia de la dama, se escuchaba decir que no la había visto en su vida, si el barón tenía a la dama por la fuerza o que ella se encontraba junto a él por algún interés tanto económico como político.
Esto último no hubiera sido raro de pensar, ya que el barón poseía muchas tierras, sería algo que atrajera a una mujer con mucha ambición.
A Luken le pasó por la mente olvidar todo y extasiarse de la belleza de la joven dama, la cual no era de alguna región cercana, los rasgos eran diferentes a todas las mujeres de la región.
Era una dama, relativamente joven. Algunas personas murmuraban que posiblemente era su hija, ya que era extraño ver a alguien tan joven junto al barón, siendo alguien que era mucho mayor que ella.
De repente, las luces empezaron a iluminar el salón, dejando mostrar los rostros de los invitados, siendo más fácil reconocer quién se encontraba cerca, quienes estaban aún con la mirada fija hacia la dama y quienes estaban en sus asuntos.
La dama empezó a bajar las gradas del brazo del barón, el cual caminaba a paso lento. Con cada paso que daban, se escuchaba el sonido del golpe del bastón al caer al suelo en cada grada de la escalera.
Al ir descendiendo con lentitud, daba la impresión que ella se imponía ante las demás personas. La mirada desafiante no había menguado, era una pose digna de una reina. Por los ojos de la joven, se notaba que no estaba tranquila en ese momento. Había algo que buscaba, y no la dejaba tranquilizarse. Sin mover la cabeza, la mirada iba y venía, se posaba sobre los invitados, como si los examinara.
Llegó un momento, en que la mirada de Luken y la mirada de la dama se entrelazaron. Fue una mirada que duró unos segundos, pero que se sintió eterna. Una mirada que le quemó el alma y lo dejó marcado. No había sido algo tan grande, pero él ya había quedado prendado de ella.
Luken debía investigar quien era la dama, que hacía en este lugar y, principalmente, porque se encontraba junto al barón Antonio Arlington.
Este momento creó un antes y un después en la vida de Luken, ya que, cambiaría la perspectiva de cómo veía la realidad, y cambiaría lo que creía.
Luken empezó a enfriar su mente, tratando de pensar con claridad. Él tenía un objetivo, investigar al barón. Debía volver al trabajo, tenía que conseguir información. De lo contrario, todo lo que había avanzado, habría sido en vano.
Siguió caminando por todo el salón, buscando un rostro, alguien que se viera extraño, como si buscara a una persona. Como si esperara una señal para realizar una orden.
Mientras deambulaba alrededor de la pared, absorto en sus propios pensamientos, el joven se alejaba cada vez más del barón y su hermosa acompañante. Si hubiera prestado más atención a su entorno, tal vez habría notado cómo la joven dama lo miraba de reojo. Pero en lugar de eso, sus pensamientos lo llevaban a otro lugar, alejándolo del encanto de los grandes ojos café claro que lo observaban con interés. De hecho, si hubiera hecho un plan para alejarse de la joven dama, es muy probable que hubiera caído en la trampa de su mirada.
En este momento se encontraba en una esquina del salón, cerca de una de las salidas, la cual daba hacia uno de los jardines del palacio. Tuvo un alivio al sentir el aire fresco de la noche, el cual lo invitaba a seguir caminando hacia el exterior.
Estando alejado de todas las personas, Luken se quedó observando a la pareja. El barón, rodeado de unas cuantas personas, presentaba a la dama a la multitud. Hubiera querido leer los labios y distinguir las palabras que pronunciaba, solo veía las manos moverse señalando a los invitados y posteriormente a la dama, la cual terminaba haciendo una pequeña reverencia, como saludo.
En este momento, se podía distinguir quienes eran las personas más importantes de la fiesta. Ya que se mostraba más atento a ciertos individuos que a muchos otros. Y principalmente, con quien intercambiaba algunas palabras la dama y con quien no.
Era una escena interesante, puesto que la mayor parte de las personas que saludaba, de las pocas que se acercaron, no eran personas sencillas. Eran dueños de importantes negocios, se podría decir que eran parte de la aristocracia del lugar. Eran personas influyentes, algunas personas con posiciones claves para crear un gobierno y mover a las masas a su antojo.
Hasta cierto punto, la dama era el centro de atención, ya que poco a poco todos se volvían hacia ella, intentando acaparar su atención, intentando hablarle.
En este punto del caos que se había empezado a formar, el barón fue desplazado, poco a poco, de la dama, la cual estaba siendo absorbida por la multitud de personas. Era una situación que se veía preocupante, Luken viendo desde lejos empezaba a tener varios sentimientos, temor que le pasara algo, ira por qué no la respetaran, impotencia por no poder salir corriendo a brindarle auxilio, todos al mismo tiempo, de los que se pudieran distinguir.
¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!
Se escuchó un golpe en el piso, un golpe seco y con furia. Todos los invitados voltearon a ver en dirección de donde provenía el sonido, dándose cuenta de que lo había producido el barón Antonio. Tenía un semblante que daba miedo, su rostro estaba rojo de furia, los ojos tenían un brillo que parecían echar fuego y sus dientes estaban a la vista, apretándolos tan fuerte, que parecía que los rompería.
—¡¡¡Dejen a mi hija en paz!!! — grito el barón con todas sus fuerzas. — ¡Aléjense de ella en este preciso momento!
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