Me encuentro en mi mejor momento estudiando en la universidad, soltera, sin nadie que me fastidie y me diga que hacer y que no. Amigas, "las mejores que una chica pueda tener, más que amigas me atrevería a llamarlas hermanas".
Hija única de una pareja muy tradicional, soy la típica hija de papi, la niña de sus ojos. Aunque tenemos un carácter muy fuerte siempre podemos llegar a un acuerdo que beneficie a todos.
Mi nombre es Bárbara Villanueva, (me gusta que me digan Barbie) tengo 21 años de edad. Soy todo lo opuesto a las muñecas Barbie, tengo el pelo castaño oscuro, piel trigueña, ojos color miel y mis medidas no son precisamente del modelo estándar.
1.54 de altura, delgada con cintura de guitarra. Toda mi vida hice actividad física, mi madre, una de mis mejores amigas es todo lo opuesto a mí. Me parezco más a mi padre salvo que mide casi 1.90, mi madre es bajita como yo, pero tiene el pelo negro y unos ojos verde esmeralda.
Pero no todo en mi vida es color de rosas, me costó mucho llegar hasta donde estoy. Es un fastidio que en la vida siempre existan personas con mala voluntad y dedicada a lastimar y de ser posible, a destruir todo a su paso, ya sea por falta de luz o por envidia quizá.
Odio las injusticias, no puedo quedarme callada ante algo que veo o siento que está mal. Nací bajo el fuego de Aries que es mi signo zodiacal, quizá eso les ayude a entender un poco más mi peculiar forma de ser. Soy todo lo opuesto a la clásica mujer sumisa que obedece sin hacer preguntas.
Crecí con mi abuela paterna en un pueblo muy alejado de la ciudad, ya que según mis padres no me faltaría nada y tendría un lugar sano para crecer sin la malicia de las zonas urbanas. Por cuestiones laborales y constantes viajes de ambos fue la mejor decisión, tenía todo, pero no los tenía ellos.
Apenas tenía 8 años de edad cuando me llevaron y entre lágrimas y abrazos nos despedimos con la esperanza de que sería por poco tiempo hasta que se organicen. Lo cierto era que mi padre impuso su voluntad para quedarme con mi abuela, quién recibía una gran suma de dinero de manera mensual por cuidarme. Prefería eso a dejar que me crie una extraña.
Madre: Cariño, sabes que no confío en tu madre. ¿Por qué mejor no dejamos que la niña se quede y contratamos una nana?. Yo podría seguir cuidándola y ayudándola con las cosas de la escuela como siempre lo he hecho.
Padre: ¡Ya tomé la decisión y no acepto quejas! Prefiero que esté con mi madre, a que se la pase con una desconocida que sabrá Dios qué mañas se le pegarían de ella. No confío en las nanas o las niñeras.
Madre: ¡Por favor cariño, tengo un mal presentimiento! Siempre te apoyo y digo que si a todo. Apóyame tú a mí en este momento. No quiero estar lejos de mi hija.
***Carlos entiende y le duele ver a su amada sufrir por no poder cumplir su sueño de ejercer su carrera de Psiquiatra, sabe todo el esfuerzo que les llevo terminar sus carreras. Se habían casado muy jóvenes y en contra de la voluntad de su suegro. Carlos viene de una familia de médicos de alto prestigio y Virginia era la única hija de un gran empresario dedicado a líneas hoteleras en el Caribe y el mundo.
Jamás permitiría que su única hija se case con un estudiante de medicina insignificante, hizo de todo para separarlos pero no pudo. Su amor era más fuerte que se escaparon juntos y gracias al apoyo del difunto padre de Carlos pudieron salir adelante, casarse y terminar sus carreras universitarias.
La madre de Carlos una mujer soberbia que se creía de la alta sociedad nunca aprobó esa relación. Pensaba que Virginia era una cualquiera por escapar de su casa tras un hombre. Nunca se lo mostró a su hijo, pero la odiaba y la trataba mal cuando él no estaba.
(Virginia jamás se lo contó a Carlos por miedo a perderlo). Años pasaron y formaron una familia, Carlos pasaba días en el hospital porque la medicina es una carrera muy demandante. Virginia renunció a todo por su hija, estaba feliz aunque se sentía muy sola.
Al ver todo eso Carlos toma la decisión de llevar a la niña con su madre que para él era una mujer de grandes valores, quién desde que quedó viuda estaba sola en aquel lugar. Creyó que sería buena idea tener a su nieta cerca. Así su amada podría trabajar con él y la tendría más cerca, irían en sus tiempos libres a ver a su hija***
Bajamos del auto y veo a una mujer mayor que se mantenía muy bien para su edad. Mi madre me abraza y me aprieta en su pecho en señal de no querer dejarme en ese lugar, yo la abrazo también.
Barbie: Mami ¿cuándo vendrás por mí?
Madre: En cuanto las cosas y los problemas se solucionen linda, tú no te preocupes. Todo va a estar bien.
Padre: No te angusties mi amor, en cuanto nos instalemos vendremos a visitarte y a hacer las cosas divertidas que tanto te gustan.
Barbie: Está bien, los amo.
Y nosotros a ti cariño. Se abrazan y entran a la casa.
Abuela: Hola mi chiquita, ¿cómo estás, princesa? Ya tengo reservada una habitación solo para ti. Te prometo que vas a estar más que bien y nos haremos compañía.
Barbie: Gracias Abue.
Veo que mis padres se marchan y mi corazón me aprieta, siento ganas de salir corriendo, de llorar, de gritar, pero algo en mí me dice que no lo haga. Por dentro siento que mi mundo se vino abajo, pero por fuera, nadie sospecharía de que estoy sufriendo.
Mi abuela me da un fuerte abrazo y me lleva a conocer mi habitación, podría decir que estaba feliz de verme y de compartir su soledad conmigo. El tiempo pasó y mis padres venían cada 15 días por un par de horas y se iban, viajaban por cuestiones laborales o se la pasaban en el hospital o en las clínicas.
Tenían varios pacientes que atender, ya pronto empezarían su emprendiento y necesitaban dinero para montar sus consultorios, así tendrían más tiempo y podría volver a casa con ellos.
Mi abuela conoció a un hombre mucho menor que ella, se enamoraron y lo llevó a vivir en la casa. Desde ese día mi vida cambió. Nunca más volví a dormir con la puerta sin seguro.
Tenía 11 años cuando una noche en la oscuridad sentí unas manos que me acariciaban las piernas y se dirigían en medio de ellas. Me desperté y estaba él, el marido de mi abuela.
Félix: Ssshhh no digas nada, solo venía a acomodarte la ropa de cama. Hace frío y te puedes enfermar.
Barbie: Por favor señor salga de mi cuarto!
Abuela: Que está pasando aquí?
Félix: Solo vine a arropar a la niña quien en vez de agradecérmelo me está echando como si fuera un perro. Eso me pasa por buena gente. Creo que mejor me voy a dormir.
Barbie: Eso no es verdad. Por favor abuela tienes que creerme. Él no es quién dice ser...
No terminé de formular la oración cuando siento que me arde la cara, y me caigo al suelo. La mujer a la que le había tomado cariño me acaba de dar una cachetada. No sé si me dolía más el golpe, o que no me creyera lo que le estaba diciendo.
Abuela: No te permito que hables así de Félix que lo único que ha hecho desde que llegó a esta casa es estar pendiente de nosotras. La próxima vez que vuelvas a insinuar algo como eso vas a ver como te va.
Félix que miraba desde la puerta, me mira con ojos de lujuria y una malvada sonrisa se dibuja en su rostro, sentía asco de solo verlo y recordar que me estaba queriendo hacer quién sabe qué cosas. Por primera vez en mi vida sentí miedo.
Abraza a mi abuela y se marchan de mi cuarto azotando la puerta. Me dirijo al baño, sentía tanto asco, tanto miedo, me sentía molesta. Maldije a todos hasta a mis padres por no estar aquí.
Sentía que todo estaba mal, en ese momento solo quería morir. Me metí bajo la ducha, sentía que el agua me limpiaba de aquellas manos que invadían mi privacidad. En la escuela me iba mal, tenía compañeras que me trataban mal, me pegaban, me ponían goma de mascar en el pelo y se burlaban. No tenía amigas, me llevaba mejor con los varones y pareciera ser que eso las enfurecía más.
Bajo la ducha lloré, por todas las veces que me sentí mal y no se lo decía a nadie, ni siquiera a mis padres. Sentía que necesitaba sacar todo eso que tenía dentro. Recordaba las palabras de mi madre que siempre me apoyaba en su pecho.
Flashback
Está bien mi amor, llora, saca todo lo que te duele, libérate, que yo siempre voy a estar aquí para ti. No estás sola. Llora, no es malo llorar, alivia el alma. Te amo.
Fin de flashback
Entonces lloré, como nunca antes había llorado, como si no hubiera un mañana. Abrazando mis piernas bajo el agua que caía sobre mí. Deseando con todas mis fuerzas que todo esto solo sea un mal sueño.
Barbie a los 11 años
Barbie a los 21 años
Desde aquella noche pude notar un drástico cambio en la actitud de mi abuela, ya no era mi amiga y compañera. Se había convertido en cualquier otra cosa, menos en la abuela dulce que pensaba que era.
Mis padres venían cada vez menos y cada vez que llamaban por teléfono mi abuela les daba la excusa de que estaba estudiando para no pasarme la llamada. Las pocas veces que me los pasaba, me advertía que no abriera la boca o me iría muy mal.
Se sentaba a mirar que no la desobedeciera durante la duración de la llamada. De a poco su desapego fue más notable, me empezó a dar tareas en la casa que debía cumplir. Me mandaba a hacer la limpieza, lavar la vajilla, cuidar el jardín, mi ropa la lavaba a mano y la de ellos los mandaba a lavar.
Si no obedecía me mandaba a la habitación a encerrarme sin comer, o no me daba dinero para comer en la escuela. Mi aspecto desmejoró notablemente, mi rendimiento en mis clases nunca bajo. En el fondo de mi ser, sabía que mi único boleto a la libertad sería terminar mis estudios, cumplir la mayoría de edad y largarme a donde nadie me pudiera encontrar.
Me convertí prácticamente en la sirvienta de mi abuela y de su querido esposo. Se casaron por todo lo alto. Con el dinero de mis padres y la herencia de mi difunto abuelo pensé.
Félix se la pasaba gastando el dinero de mi abuela, seguramente en cualquier cosa menos en los negocios que decía tener. Se habrá casado por eso, para poder aprovecharse de ella. No digo que mi abuela no merezca ser feliz pero era notable las intenciones de este tipo.
Estaba por cumplir mis 15 años de edad y las cosas seguían igual. Los acosos de Félix cada vez eran más constantes y mi abuela no me creía una sola palabra que decía. Cada vez que intentaba contarle me castigaba según ella por mentirosa.
Félix se encargaba de hacerle creer que yo lo provocaba y que él solo tenía ojos para ella, lo cual ella creía porque en las noches se escuchaban sus aullidos de placer. A veces no únicamente en las noches, hasta de día se podía escuchar como tenían sexo sin importarles que yo estuviera o no en la casa.
Me parecía repugnante oír sus faenas después de que esté siempre al acecho, es como si le excitara verme, luego iba a descargar sus ganas con mi abuela.
Barbie: Ruego al cielo para que este cerdo nunca se salga con la suya. Tengo tanto miedo de que algún día no tenga las fuerzas suficientes para luchar... Siento pánico solo de pensarlo.
Entre lágrimas me preparaba para lo que sería una larga noche. Mi abuela como cada viernes salía con sus amigas, Félix fingía ir con sus amigos para que mi abuela no sospechara nada. Luego volvía para tratar de hacerme daño.
Era habitual, así que ya estaba preparada, sentía miedo pero no tanto como para no defenderme. Félix tenía al rededor de los 30 o 35 años, calvo y de estatura media. No sé que le habrá visto mi abuela, para mí era lo más parecido a un duende.
En este bendito pueblo todos lo conocen como un mujeriego y vividor. Mi abuela no creía nada de lo que decían, ella estaba embrujada diría. Porque no puede ser que no escuchaba nada más que no fueran las palabras de su amado.
La gente siempre me veía como un bicho raro, no tenía amigas y los pocos amigos que tenían no perdían oportunidad de pedirme algo más. Vivía cuidándome las espaldas de día y de noche.
Era desesperante no contar con una mano amiga que te entienda y sostenga. A mi corta edad tenía la mentalidad de una mujer adulta. Tuve que dejar las muñecas por un trapeador. Que hubiera sido de mi vida si estuviera con mis padres pensaba.
Hasta que un ruido me saco de mis pensamientos, ya sabía quién era y estaba preparada para lo que se me venía. La casa de mi abuela es de dos pisos, arriba estaban los cuartos, 4 en total todos con sus baños y amplios ventanales y un balcón central . En la planta baja estaban la cocina, la sala, el comedor y un baño para visitas.
Es un lugar encantador, pero alejado de otros vecinos, tenía un jardín lleno de flores y muchos árboles. Amaba ese sitio, al mismo tiempo lo odiaba porque sentía que era la prisión donde estaba cumpliendo una condena. Cada vez que salían me dejaban encerrada para que no se me ocurriera escapar, no sabía cuando iba a terminar ese horrible infierno.
Oía sus pasos por las escaleras, un escalofrío invadía mi débil cuerpo. Esta noche dejé la puerta abierta. En mis manos temblorosas tenía un pedazo de madera que usaba para cerrar la puerta para más seguridad.
De algo estaba segura, hoy sería una noche diferente, pase lo que pase estaba decidida y no había marcha atrás.
Le encantaba jugar con mi mente, desde las escaleras hacia un silbido que cada vez que lo oía sentía pavor.
Félix: Oh Baaarbieee (silbido)
Mi dulce y tierna Barrrbieee.
No te imaginas las ganas que tengo de saborear ese dulce néctar que tienes entre tus piernas.
Subía lentamente por las escaleras, conocía a la perfección la rutina de mi abuela, sabía que demoraría en llegar. Se tomaba su tiempo y parecía disfrutarlo.
Félix: ¿Dónde estás mi dulce Barbie?
Muéstrate, déjame verte. Yo sé que tú lo disfrutas tanto como yo.
¿Por qué no vienes y nos divertimos un rato? Te encantará tanto que después vas a rogarme que te haga mía una y otra vez como lo hace tu abuela.
El momento por fin llegó, estaba en la puerta de mi cuarto, se disponía a entrar cuando se da cuenta de que la puerta estaba abierta y se escuchaba como caía el agua en la regadera.
Félix: ¿Te olvidaste de cerrar la puerta Barbie? (se ríe efusivamente.) Mejor para mí, así puedo disfrutar de tu cuerpo mojado. De solo pensarlo mi amigo se pone muy duro.
Ingresa y se dirige directamente al baño, miro entre la abertura de la puerta y puedo ver como se saca los pantalones y los deja a un lado de la puerta y se empieza a tocar sus partes.
Tenía en sus manos un sobresaliente miembro, era como un tronco. Jamás había visto uno, pero ese era enorme, me asusté. No pude evitar taparme la boca para que no oyera que estaba por llorar, no quería que me descubra.
Quería que la tierra me tragara en ese mismo momento, muchas cosas pasaron por mi mente. Hasta tenía ganas de ir y pegarle con la madera en la cabeza. Pero eso sería imposible, con mi poca fuerza y mi tamaño no podría lograr nada.
Corría el riesgo de que me atrape. Y todos mis planes se irían a la basura. Preferí respirar profundo y sin hacer ruido traté de relajarme lo más que pude en ese momento, la sensación que tengo es horrible, aun así estaba enfocada en lo que debía hacer.
Solo debía esperar el momento indicado para que no me descubra, y ese momento era ahora. Con su amigo en la mano se dio vuelta con dirección a la perilla de la puerta del baño para abrirla, lo que me daba unos segundos para poder actuar.
De espaldas y completamente embrutecido se disponía a entrar, en ese momento se me nublaron los pensamientos, sentía que me faltaba el aire, tenía mucho miedo. Agarro un pequeño bolso que tenía preparado con algunas cosas que me podrían ser de utilidad y salgo del cuarto lo más rápido que pude.
Sin mirar atrás y sin pensar en lo que podría llegar a pasar cuando descubra que no estoy en el baño como él se imagina, bajo lo más rápido que puedo por las escaleras. El baño es grande tiene de un lado el inodoro y el lavabo, al otro lado tiene una tina y una ducha que están divididos por una pared y una puerta de cristal.
Todo eso me da algunos segundos extra antes de que se dé cuenta de que no estoy ahí. Termino de bajar las escaleras y me dirijo a la salida, estaba feliz, sentía como mi cuerpo de a poco se relajaba y una sensación de paz me invadía.
Tenía tantas ganas de irme, de ser libre, deseaba tanto ser una chica normal y dejar atrás todo lo malo que hasta el momento me había pasado, no sabía a donde iría ni con quien, solo sabía que de ese horrible lugar tenía que irme lo más pronto posible.
Mi corazón latía a mil por hora, como si quisiera salir de mi pecho, una mezcla de adrenalina y miedo que no sabría bien describir con simples palabras. Extrañaba tanto a mi madre, pensar en ella me reconforta y me da las fuerzas que necesito en este momento.
Mientras me dirijo a la puerta de salida decía internamente por favor, por favor, por favor... Agarrando la perilla con mis temblorosas manos y girarla, grande fue mi sorpresa al ver que la puerta estaba cerrada.
Virginia desde que dejó a su única hija en la casa de su suegra no logra dormir sin la ayuda de inductores del sueño. Todas las noches se toma pastillas para poder descansar y al menos dejar de pensar, hay noches en las que surten efecto y otras en las que no.
Las cosas con Carlos ya no son como antes, se siente decepcionada de su esposo por no apoyarla. Entre la rutina y el trabajo ya no hay tiempo (no quiere) para poder compartir momentos de pareja.
Se volvió una mujer fría y distante a la que le arrebataron una parte de su corazón. No siente deseos de salir, ni de comer y mucho menos compartir un espacio con el hombre al que un día juró amor eterno, ese hombre que frente al altar le prometió que estarían juntos en las adversidades.
Carlos no entiende lo que le está sucediendo a su esposa, piensa que a lo mejor dejó de quererlo. Se siente impotente y a la vez enojado. ¿Cómo puede ser que no valore todo su esfuerzo? Pensaba. ¡Vivo por ella y para ella!
Así pasaron los días y también los años, las pocas veces que compartían un momento juntos era para ir a visitar a su hija. Que al principio era constante, pero luego se volvió imposible. Los compromisos eran cada vez mayores y requerían de la presencia de ambos.
Ya no queda nada de aquella mujer con peligrosas curvas y ojos color esmeralda. Es como si la hubieran cambiado por otra, una que estaba muerta en vida, con notables ojeras y gran perdida de masa corporal.
De a poco se estaba apagando, sin darse cuenta, estaba cayendo en una profunda depresión que ya ni los ansiolíticos lograban liberarla de tanta ansiedad y angustia.
Ya no compartían habitación. Las pocas veces que se veían dormían en cuartos separados por lo que ya no sabían nada el uno del otro. Por ese motivo Carlos no se había dado cuenta del estado de salud de Virginia.
Una mañana, antes de comenzar su día el cual prometía ser muy largo decide ir a la habitación de su mujer para desayunar juntos, después de mucho tiempo amaneció con ganas de compartir tiempo con ella, conversar y quizá algo más... (Sacude su cabeza y se ríe de sí mismo)
Carlos: Virginia, ¿estás despierta? - con tono dubitativo.
Golpea la puerta esperando una respuesta.
Como no hay respuesta del otro lado, llama con tono de angustia a la muchacha de la limpieza.
Carlos: ¡Liz, Liz! - desesperado por los pasillos de la planta alta.
Liz: Señor, ¿me buscaba?
Carlos: Necesito abrir la puerta de la habitación de Virginia, por favor busque las llaves.
Liz: En seguida Señor.
Se dispone a buscar el manojo de llaves donde están todas las de la casa, cuando las encuentra van rápidamente a la habitación de Virginia. Empiezan a probar todas las llaves hasta que por fin una logra abrir la puerta.
Ingresan y ven a Virginia inconsciente en el suelo, Carlos de un salto llega y le toma el pulso sosteniendo su mano.
Carlos: Liz, traiga mi maletín por favor.
Liz: En seguida se lo traigo.
Al cabo de unos minutos Liz vuelve con el maletín y se lo entrega a Carlos. Estaba tan tranquilo que cualquiera pensaría que poco le importa la gravedad de la situación. La realidad es que por dentro siente que se le vino el mundo encima al verla tirada.
Saca un estetoscopio entre otras cosas para realizar le el control de sus signos vitales. Al cabo de unos minutos logra constatar de que Virginia sufrió un desmayo y que precisaba derivarla con suma urgencia a la clínica para saber la causa.
Carlos: agarra su celular para realizar una llamada. - tono de espera- Si, con el Dr. Villanueva, mi esposa sufrió un síncope. Necesito que tengan todo listo. Salimos para allá en este momento. Gracias.
El camino hasta la clínica se les hace eterno, se sentía culpable por no prestarle más atención a su esposa, piensa una y otra vez y no encuentra explicación del porqué se alejaron tanto. Una lágrima comenzó a rodar por sus mejillas, algo tenía claro. No quería perderla.
Cuando llegan a la clínica un grupo de médicos y enfermeras los estaban esperando con una camilla, la colocaron con cuidado y de prisa luego se dirigieron a la sala de emergencias.
No permitían el ingreso de familiares, por lo que le negaron la entrada a Carlos quién desesperado decía que tenía todo el derecho de estar al lado de su esposa. Además de ser médico, él trabajaba en ese lugar al igual que Virginia.
Los protocolos son estrictos, por lo tanto, no le permitieron el ingreso a la sala. Enojado y con ganas de matar a alguien decide que lo mejor es mantener la calma y esperar a que lo llamen y le informen el estado de Virginia, ya cuando sea posible le permitirán verla.
Camina por toda la sala de espera para poder calmar su ansiedad, necesita saber como está ella. De repente siente una mano en el hombro, voltea y se encuentra con la cara de su mejor amigo y colega Richard Velarde acompañado de su hijo Iván Velarde; se conocen desde pequeños y estudiaron juntos en la universidad.
Richard: Me acabo de enterar de los últimos sucesos. ¿Cómo está Virginia? - se dan un fuerte abrazo-
Carlos: Todavía no me dicen nada, hace media hora que la traje, tampoco me permiten el ingreso a la sala.
Richard: Déjame a ver que averiguo. A ti no te dirán nada por ser el familiar, en cambio, a mí sí. ¿Te parece?
Carlos: ¡Gracias hermano!
Richard: No te preocupes, te encargo al soquete - señalando con la cabeza a su hijo-
Carlos que no se había percatado de la presencia de su sobrino (le dice así cariñosamente y por la amistad de años con Richard, pero no existen lazos de sangre)
Iván: - dándole un fuerte abrazo- ¿Cómo estás, tío?
Carlos: Para serte franco, no aguanto más esta espera, se me hace eterna.
Iván: Tranquilo tío, no te preocupes, todo va a estar bien.
Carlos: Gracias hijo, y a ti, ¿Cómo te está yendo en la universidad?
Iván: No me puedo quejar, las chicas caen como moscas de solo decir que estoy estudiando medicina - con una sonrisa de picardía-
Carlos: Hablaba de tus materias, y no precisamente la de anatomía, que por lo visto es tu materia favorita.
Iván: Ah! Eso... Claro excelente, excelente.
Carlos: No cabe la menor duda, eres igualito a tu padre en imagen y semejanza - ambos ríen-
Iván Velarde es el mayor de los hermanos Velarde (Daniel Velarde 18 años y Ruth Velarde 15 años) tiene 20 años y está en el segundo año de la carrera de medicina, al igual que sus hermanos se criaron fuera del país, terminó sus estudios y volvió junto a sus padres para comenzar su carrera universitaria.
Las cosas mejor no podrían estar, después de mucho trabajo y sacrificios la sociedad Velarde - Villanueva estaba a punto de comenzar, los amigos en compañía de sus mujeres habían decidido construir una clínica de alta complejidad en conjunto, pensaban que sería buena idea de tener algo propio y poder garantizarle un futuro a sus hijos.
Tenían planeado dirigirla ellos y en un futuro sus hijos quienes ya comenzaron a mostrar interés en seguir los pasos de sus padres. Los tres hijos de Velarde ya tenían decidido estudiar medicina en sus diferentes ramas.
Daniel quiere ser un gran cirujano plástico, desde pequeño le llamo la atención. Iván no se decide todavía, está entre Cardiología o Traumatología y Ortopedia, la menor de los Velarde todavía no lo decide, pero seguro sigue los pasos de su madre que es una gran médica de Terapia Intensiva.
Carlos es el único que no sabe los deseos de su hija, tantas ocupaciones le impidieron estar pendiente de todo lo referido a ella, piensa que no fue buena idea enviarla con su madre y que Virginia tenía razón.
En este momento siente el peso del mundo sobre sus hombros y debía tomar una decisión (¡Después de tanto!) para poder salvar su familia y por sobre todas las cosas, su matrimonio. Las veces que intentaba acercarse a Virginia se encontraba con una pared de hielo que los dividía.
Quizá por eso dejó pasar tantos años y no volvió a insistir, no por falta de interés, sino por miedo a que Virginia le pida lo que tanto teme, (el divorcio)
Ahora solo queda rogar porque la salud de su esposa este fuera de peligro y tomar unas cuantas decisiones radicales y fundamentales para sus vidas.
El escuchar su nombre lo saca de sus pensamientos, estaba sentado en compañía de Iván, no se había dado cuenta de que pasaron casi dos horas y que recién se estaba asomando el médico en compañía de Richard.
Médico: Dr. Villanueva! Un gusto saludarlo
Carlos: Dr. Fernández, el gusto es mío ¿Todo está bien? - preocupado-
Médico: Le traigo buenas noticias colega, si bien es preocupante la situación de la Dra. Virginia, está completamente fuera de peligro.
Carlos: ¿Cuál es su diagnóstico?
Médico: La paciente se encuentra hemodinamicamente estable, si bien sufrió un síncope y al caer de su propia altura, las radiografías, resonancias y el examen clínico descartan la posibilidad de un trauma en el cráneo, y por consiguiente se descarta presencia de hemorragia interna. Lo que si le digo colega, es que los resultados del laboratorio que le hicimos no son muy buenos. Están alterados varios de sus sistemas por falta de alimentación e hidratación correcta. Al ver esta situación procedimos además a hacerle un examen toxicológico el cual nos muestra que había una gran cantidad de benzodiazepinas en sangre. Lo confirmamos realizando un urocultivo y procedimos a realizar lavado gástrico de urgencia.
Carlos: ¿La puedo ver?
Médico: En este momento la están trasladando a la unidad de terapia intensiva, es por precaución. No queremos llevarnos más sustos. En cuanto la terminen de instalar se le avisara para que pase unos minutos a verla. Aunque no le prometo mucho porque la paciente está en estado de sedación. La tuvimos que inducir porque no paraba de llorar cuando despertó, lo mejor es que descanse y quede en observación.
Carlos: ¡Gracias por todo colega! - se dan un fuerte abrazo-
Médico: Es un placer, con permiso. Sigo con mi ronda.
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