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Azul, Sábanas Y Lluvia

LA REALIDAD DEL ALCOHOL EN MI SANGRE

...AZUL, SÁBANAS Y LLUVIA es una historia escrita por IRWIN SAUDADE (CHICO LITERARIO)...

...NOTA IMPORTANTE: Esta obra no se encuentra terminada. Si quieres leer es bajo tu responsabilidad. No planeo actualizar esta obra más. ...

...Checa mis otras obras que ya cuentan con la etiqueta FINALIZADO, tengo varias historias completas. Gracias por tu atención. ...

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© Irwin Saudade

Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial a través de medios impresos, digitales o audiovisuales sin el consentimiento del autor.

...*NOTA DEL AUTOR: **ESTA ES UNA OBRA DE FICCIÓN, AUNQUE SE MENCIONAN NOMBRES DE LUGARES REALES, TODO ES UNA COMBINACIÓN DE LA PERSPECTIVA IMAGINARIA DEL AUTOR. CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES MERA COINCIDENCIA.*...

...¡Gracias por el apoyo a mi trabajo como escritor independiente! No olvides leer, comentar, compartir, votar y seguirme en esta plataforma para leer mas Webnovelas lindas ✨....

***

...*DEDICATORIA: **Para todos los que no sabemos "que onda" con el amor y las relaciones . Para todos los que quieren un amor de novela con toque chido. Para ti, que estas leyendo esto, estas lineas te pertenecen.*...

...***...

...LA REALIDAD DEL ALCOHOL EN MI SANGRE. ...

¿Es mi culpa el no poder encontrar una definición a este sentimiento que me hace desear querer estar contigo?

Domingo por la tarde, hace un calor insoportable y sigo tirado  en mi cama. ¿Como que sigo? ¡Pues si! Es domingo de tirar la flojera, tengo los audífonos conectados a todo volumen y me duele un poco la nariz. ¿Que me pasó?

—¡Que onda bebe! —Me dice Rodrigo.

—Pues nada. Todo aburrido.

—¿No me digas que sigues en la cama?

Me senté de golpe sobre mi cobija del cara de papa.

—La neta si. ¿Tú qué haces?

—¡Voy conduciendo para tu casa!

—¡Que! ¡No manches! No digas tonterías.

—Tonterías las que tienes en la cabeza. ¡Alístate! Paso por ti en diez minutos.

—¿A donde iremos?

—Tú nomas alístate. Ahorita llego.

—Pero mi mamá no me...

—Pues te escapas. Lo bueno que tienes una ventana en la habitación.

—¡Ora! ¡No digas esas cosas! Jamás me he...

—Hoy lo harás. Hoy te escaparás. ¡Necesito que me ayudes! Me aterran los nervios.

¡Siempre me llamaba de ultima hora!

—¿Que es lo que tramas?

El maldito me colgó. Me quedé con el celular a la oreja, en silencio y bien sacado de onda. Rodrigo a veces me sacaba de quicio, siempre andaba haciendo planes a última hora y yo era el que sufría las consecuencias. ¡Pero nadie me estaba obligando! Siempre acabo yendo por voluntad propia.

—¿Ma?

—¿Que?

Ella estaba tirada en el sillón viendo una película. Como bien dije, era domingo y la flojera dominaba en mi casa este día.

—Rodrigo quiere que lo acompañe a ver a su abuelita, ¿me darías permiso ir con él?

Comió un poco de palomitas. Mi hermana estaba bien entretenida mirando a su lado y yo estaba mintiendo.

—¡Ay con ese Rodrigo! ¿A que hora regresas?

—Pues no se. Yo creo que como a las diez.

Apenas eran las seis de la tarde.

—Bueno, ve. Ya no me distraigas que la trama está bien buena. ¡Vete con cuidado!

Era obvio que no me iba a largar sin pedir permiso. ¡No quería manchar mi reputación con mi madre! De alguna forma solíamos llevarnos bien y me gustaba que me tuviera confianza.

—¡Gracias ma!

—Me traes algo —dijo mi hermana.

Subí a mi habitación. Me quité las fachas que traía puestas, corrí hasta mi cajonera y busqué un cambio de ropa. Una playera gris estampada con un televisor viejo y un pantalón de mezclilla. Me arreglé un poco la cara, alboroté mi peinado y puse un poco de perfume en mi ropa.

Mi celular empezó a vibrar.

—¡Ya estoy afuera!

—¡Aún no son diez minutos!

—¡Eso que importa! Órale, ya vámonos.

—¡Voy! No te desesperes.

Agarré un poco de dinero, tomé mi chamarra de mezclilla y salí de mi habitación a toda velocidad.

—¡Nos vemos al rato!

—¡Cuídate hijo!

—¡No se te olvide traerme algo!

—Volvió a insistir mi hermana.

Era obvio que no le iba a traer nada. ¡Sería un hermano cruel! Ni siquiera sabia a donde iríamos.

Frente a mi casa estaba estacionado el Mini Cooper rojo de Rodrigo. ¡Así llamaba la atención de todos! Abrí la puerta del copiloto, sonaba Von Galo a un volumen moderado y sus gafas me hicieron darle un guamazo en la cara.

—Señor narcisista. ¿A donde vamos a ir? —Le di un golpe en el hombro derecho.

—¡Que te pasa Denisse! No me vuelvas a golpear.

—Eso te pasa por no avisarme con tiempo.

—No te pongas de chillona y mejor márcale a Maren. Dile que nos espere afuera de su casa.

No pude evitar abrir los ojos de golpe, los abrí con la misma fuerza que sueles utilizar cuando vas al baño.

—¿Iremos con Maren?

—Iremos a un bar nuevo en San Andrés y Maren nos acompañará.

—¿Por que no me dijiste?

—Que se supone que debía decirte, no eres mi vieja.

—Pues no, pero soy tu amigo. Al menos me hubieses dicho que iríamos...

—Ya, estate tranquilo. ¡Yo voy a pagar todo! ¿Feliz? No pude evitar esconder mi sonrisa.

—¡Feliz! —Un alivio saber que no gastaría dinero.

—Bueno. Ahora te pasas a los asientos de atrás, Maren será mi copiloto.

—Pero...

—Maren está por convertirse en mi chica. Tú no eres mi vieja. Ella debe sentarse como mi copiloto.

Hice una cara de fastidio. A veces solíamos ser demasiado confianzudos entre nosotros y eso había hecho que nuestra amistad fuese cañona. ¡Éramos dos cuchillos enterrados en una misma carne! Dos cerdos egoístas que la pasaban chido.

—¿Y donde dices que queda el bar?

Tardamos como quince minutos en llegar al lugar. Caminamos por el estacionamiento y me sorprendió que a esa hora hubiera gente alocada en un sitio como este.

—¿Trajiste tu identificación? —Preguntó Maren a su amigo.

Este se quedo pensando y reviso todos sus bolsillos.

—¡No puede ser! Se me olvidó.

—¡Ay Luis! Te dije que vendríamos a un bar, a ver si te dejan entrar.

Rodrigo que acercó a mi y me susurró.

—¡Tú puedes ponerte de vieja con este pedazo de baboso!

—¡No digas tonterías! No me gustan estúpidos.

—Yo creo que si. La cara ya la tienes, solo te falta el hombre o la vieja en tu vida.

Le di un golpe en el estómago. ¡Canijo Rodrigo!

—¡Pues ya! A ver vamos a entrar. Si nos ponen peros y no te dejan pasar, pues hay te las arreglas Luis. No te vamos a estar esperando —advirtió Maren.

Lo bueno fue que no nos pidieron identificación y el mentado Luis pudo pasar sin problema alguno. Caminamos por un pasillo hasta llegar a un remolque y nos sentamos ocupando una mesa cerca de la barra. El dichoso bar en realidad era Container City y el ambiente me pareció alucinante. ¡Nunca había venido a un sitio como este! Por eso Rodrigo dijo que era un lugar nuevo.

Mi amigo se encargo de pedir nuestras bebidas.

—Bien. ¿Quieren un poco de shisha? —Preguntó Maren.

—¿Que es la shisha? —Pregunté todo iluso.

—¿Nunca la haz probado?

—No.

—¿Fumas?

—Tampoco.

—Aparentemente es un niño bien —intervino Rodrigo.

¡Y es que era verdad! Podríamos decir que Rodrigo era el lado impulsivo y divertido de nuestra amistad. Yo era el inexperto con ganas locas de sobrepasarse con la diversión de todo esto. ¡Por eso congeniábamos tan bien! No nos aburríamos de estar juntos.

—¡Pues bueno! Esta noche no serás niño bien. ¡Fumaras conmigo! —Dijo ella.

¿Tenía alguna otra opción? Estar lejos de casa no me daba excusa para rechazarla. ¡Igual y solo era una prueba! Un poco de diversión no me iba a matar. ¿O si?

—De acuerdo.

La noche se pasó de forma agradable, suave y con música que prendió las emociones más escondidas de mi ser. ¡Alcohol en exceso para matar la inexperiencia! Mi cabeza daba vueltas, tragué demasiadas papas fritas y la famosa shisha era dulce a mi gusto. ¡Perras ganas de hacer locuras!

—¿Quieren bailar? —Preguntó Rodrigo.

Entre la multitud, la euforia fue el orgasmo de nuestros sentidos tan perdidos. ¡No sabía que pasaba a mi alrededor! El vodka estaba haciendo su trabajo de forma espectacular adentro de mi sangre y todos aquí lo disfrutábamos al mil por ciento.

—¡Necesito ir al baño! ¿Sabes donde está?

—Si, allá afuera hay unos letreros. Sigue las letras y luego... —Maren interrumpió besando a mi amigo con mucha pasión.

¡El clímax estaba por llegar!

Salí de entre la multitud, sonaba una canción de Bad Bunny. Caminaba de forma loca, sacudiendo mi cuerpo al tono del escándalo. ¡Neta que todo me daba vueltas! Era una de mis primeras noches de alcohol intenso.

—¿Donde están los baños? —Pregunté a una pareja que estaba contra la pared besándose. No me respondieron, volví a hablarles—. ¡Hey! ¿Saben donde están los baños?

El hombre alejo la boca de ella y se me quedó mirando de forma seria. Hombre alto, con ojos como de gato y barba atractiva. ¿Por que me miraba tanto?

—¡¿Que carajos?! —Parecía molesto.

—¿Sabes donde están los baños?

—¡Están justo detrás de ti! ¿Eres imbécil o que?

—Un poco nomás. ¡Gracias por decirrrme donde están! Perdón la interrupción, ustedes, ustedeus sigan con lo suyoo. ¡Denle fuerte a la pasióóón! Pedazos de calentura.

Me reía como idiota. ¡Estaba bien borracho!

Entré al baño. Me metí a un cubículo, baje la cremallera y orine. ¡La música se podía escuchar a toda potencia! Salí del sanitario, los lavabos estaban afuera.

Con un poco de dificultad me enjuagué. ¿Por que mi mundo parecía desplomarse? En el espejo podía ver mi reflejo todo marciano, me dio por querer jugar con mis labios y dejé que la euforia dominara mi momento de alcohol.

—¡Oye imbécil! —Escuché su voz detrás de mí. —¡Que ondaaa perrro!

Me pareció que me miraba con curiosidad. Era el mismo chico que estaba besuqueándose con la muchacha esa. ¡Los ojos como de gato!

—¿Perro?

—¡Si! Túú parecees esoo.

Negó.

—Por tu culpa mi conquista de esta noche se fue.

—¡Puees que lastima por tiii! Seguro encuentras a otra chica por ahííí, estas guapo. ¡No pareces ser un tipo feo!

Me acomodé de tal forma que quede recargado contra los lavabos. Sus ojos se clavaron en los míos, la música me hacía sentir perdido y neta que era como si mi cuerpo estuviera, como decirlo, flotando en locura.

—¿Andas solo por aquí?

—¡Noou! Mis amigos están por allá —señalé sin ser específico.

—¿Que edad tienes?

—¿Me estas haciendoo una entreevista de trabajo?

Sonreí de forma tonta, sus ojos se acercaron un poco más a mí.

—No, pero quiero...

Puse mis manos sobre sus mejillas, jugué un poco con su piel, pareció sorprendido con mi gesto.

—Estás muy cerca de mí. ¿Me dirás un secreto?

El alcohol en mi sangre estaba haciendo que el control de mi ser fuera nulo. ¡No iba a ser el chico bien esta noche!

—¿Te gustaría...?

—¿Me vas a besar? ¿O qué onda? Estas cerca de mí solo porque por mi culpa tu chica se fue. ¡Eso no está chido! Yo no tuve la culpa de que ella ya no quisiera estar contigo.

—¿Cómo te llamas?

La vista me daba vueltas, verlo frente a mi era alucinante.

—Denisse. ¿Y tú?

—Christop.

—¡Pues aléjate de mí! —Le empuje con todas mis fuerzas y eché a correr.

Me tropecé a unos cuantos pasos y la risa era inevitable. ¡Me puse a reír a todo volumen! El suelo era cómodo.

—¿Estas bien? —Me miraba de forma chistosa y su mano estaba extendida para ayudarme.

—¡Todou chidou!

Acepte su mano. Quedé frente a él.

—¿Seguro que puedes...?

Me empecé a reír como idiota.

—¿Me quieres besar? Ya te dije que no fue mi culpa que ella se fuera. ¡Solo deja de acercarte a mí! O pensare que quieres...

En ese instante el alcohol me hizo no tener miedo de decir las cosas de forma directa. Su mano seguía unida a la mía y con el escándalo en mi sangre no tuve control sobre...

—¿Quieres que te bese?

No le dije nada y sus labios se unieron a los míos en sabor a vodka y cerveza. Me empujo contra la pared y ocupé el lugar de la chica anterior. ¡Esto era alucinante! Cerré los ojos y quise que su lengua entrara en mi boca. ¡Parecía que encajábamos bien!

PROVOCO UNA AVALANCHA

—¿Dónde estas? —Preguntó Rodrigo.

—Acabo de salir de la escuela. Voy a tomar el autobús. ¿Tú qué onda?

—Ven a mi casa. Necesitamos hablar.

—Hablar. ¿De que o que?

—De lo qué pasó ayer.

¿Qué había pasado ayer con exactitud?

—Bueno. Llego en un rato. No te desesperes.

Crucé la avenida para poder llegar a la estación del metrobús. Pasé la tarjeta de pago, me senté en una banca de metal a esperar que el transporte pasara por mí. Let Go de Von Galo sonaba a través de mis audífonos. De pronto, sentí una vibración de mi celular.

¡Era una estúpida alarma!

A las 3:30 llegué a la casa de Rodrigo. Mi amigo estaba componiendo un detalle de su auto y se veía bien chido debajo del motor.

—¡Ya llegué! ¿Me extrañaste?

—No seas cursi Denisse. Sabes que ahora no tengo ojos para ti. ¡Mi Maren es todo en este momento!

Deje caer mi mochila al suelo.

—Si, bueno. Eso me ha quedado claro.

—Suenas algo aburrido. ¿No te da gusto?

—Si me alegro por ti, pero ¿apoco ya son novios? Se dibujó una sonrisa pícara en sus labios.

—¡Todo se dio ayer! ¿No te acuerdas?

¿Qué se suponía que debía recordar?

—¡Mmmmm!

Pensamientos vagos vinieron a mí y recordé el momento en el que ella nos interrumpió con un beso. ¡Literalmente se tragó su boca!

—Si, la verdad no recuerdo mucho. Pero me da gusto por ti. Neta.

Asintió.

—¿Tienes hambre?

—No. ¿Y tú?

Su mirada se volvió chistosa.

—Acompáñame a la cocina, me haré un sándwich.

Puso una rebanada de pan integral, unto mayonesa, jamón, lechuga, jitomate, queso amarillo, chiles en vinagre. ¡Se veía delicioso su sándwich!

Saboreo la primer mordida.

—¿Y qué pasó ayer? ¿De que quieres hablar?

Sus cejas se enarcaron.

—¡Ah! Cierto. ¿Tu mamá no te dijo nada por llegar demasiado tarde?

—No. Bueno, eran las once de la noche cuando llegué. Ella estaba dormida, no se dio cuenta de la hora. Y además, también le había pedido permiso. Tu idea de salir huyendo no era tan buena.

Note que sonreía.

—¡Genial!

—Pues si. Así me libre de un castigo.

—¡Chido por ti! Y bueno quiero preguntarte, ¿recuerdas con exactitud lo qué pasó ayer?

¿Recordar? Su pregunta me dejo en silencio. En mi mente había fragmentos de ayer, pero todo se volvió confuso una vez que me embriague.

—Pues me puse bien chido ayer ¿no?

—Si, pero a parte de eso, ¿recuerdas algo más?

—Pues no, con exactitud no.

—¿Qué es lo que recuerdas?

—La verdad... te digo que no me acuerdo con exactitud de nada. ¿Hice algo malo?

Volvió a morder su sándwich. Los movimientos de su boca me hicieron pensar en la posibilidad de que mis acciones de la noche fueron algo canijas.

—¡Ayer te besaste con alguien!

¡Mierda!

—¡No digas tonterías! ¿Besar a alguien? Cómo si eso pudiera pasarme.

—¿A no me crees?

—No. Seguro me estás jugando una de tus bromas.

Asintió. Sacó su celular, desbloqueó y buscó en su galería. Me enseñó una foto.

—¡A ver si esto te hace recordar!

Recargado contra el muro estaba yo, acorralado por su cuerpo, mis manos sujetaban sus mejillas y sus brazos se unían a mi cintura. ¡Esto era muy probable!

—¡No manches! ¡Soy yo!

—Ahora lo ves.

—¡Mi primer beso! ¡¿Con un muchacho?!

—Pues eso parece.

—¿Y por qué no hiciste nada?

—Pues hice mucho, cuando fui a buscarte los encontré bien acurrucados contra el muro. Creo que si yo no hubiese llegado, seguramente habría pasado algo más entre ustedes dos. ¡Bola de cochinos!

—En mi defensa solo puedo decir que no estaba consiente de lo que estaba pasando. Es más, ni siquiera me acordaba de que eso había pasado. ¡No te pongas tan intenso!

—¡En mi defensa! —Imitó el tono de mi voz en son de burla—. Tuve que quitarte al tipo de encima y te saqué a rastras de ese lugar.

—¡Ora! ¿Lo dices enserio?

—Por supuesto. Pero como eres un pedazo de basura, no valoras mi amistad y mi protección. ¡Que mala onda! No te acuerdas de nada según tú.

Me reí.

—¡Hey! Yo si valoro tu amistad. Prueba de ello es que ayer te acompañe a tu cita con Maren, aún cuando no fuiste capaz de decirme a donde iríamos. ¡El pedazo de basura eres tú! Siempre me andas arrastrando a donde quieres y ahí voy de perrita detrás de ti.

Le lance una mirada curiosa.

—Solo estaba bromeando, es obvio que no eres un montón de basura literal. Lo de mi perrita, pues si, en parte si lo eres. ¡Pero en fin! Solo quería preguntarte si te acordabas de eso que te acabo de contar.

Dejé escapar un suspiro.

—No, neta que no. Me acuerdo de cuando empecé a beber y que luego probé la shisha esa, pero lo qué pasó después no lo recuerdo.

Terminó de comer. Mi amigo tenía una mancha de aceite automotriz en una mejilla.

—Pues al menos eso es lo chido. Te besaste con alguien y como no lo recuerdas, no puedes sentir remordimiento. ¡Me alegro por ti!

¡Canijas cosas de borrachera!

—¿Cómo van las cosas con Maren? —Quise cambiar de tema.

—Te digo que todo va genial. Estamos por poco de convertirnos en novios oficiales.

¿Pues no que ya eran novios? ¡Quien los entiende!

—¿De verdad te late ella?

—¡Si, no manches! Un buen me late. Neta que, no sé, si tú no nos hubieses presentado, quien sabe cómo andaríamos ahorita.

—No andarían de empalagosos, eso es obvio. Pero lo bueno que es me tienes como amigo, te conviene estar conmigo. ¡Te conseguí novia!

Sus cejas se curvaron de forma curiosa, sonrió. —Ajá, como tu digas.

—Y dices que no valoro nuestra amistad.

***

Mamá me había pedido que estuviera las ultimas dos horas en la mueblería. ¿Qué mueblería? Mi familia tiene una mueblería, papá la abrió hace como diez años, recuerdo que yo tenía como ocho años cuando la inauguraron.

Estaba perdiendo el tiempo viendo videos de TikTok, por la tarde las cosas en la mueblería siempre eran tranquilas. Mi madre me llamó.

—Denisse, ¿Cómo estás?

—Todo en orden ma. ¿Y tú?

—Ando terminando de preparar la cena. Oye Denisse.

—¿Que pasó?

—Me acaba de hablar un cliente, por la mañana un muchacho preguntó por el precio de la recámara. Dice que le interesa mucho.

—¿Entonces la va a comprar?

—Eso parece. Me acaba de hablar y me dijo que ya está por llegar.

En ese instante la puerta del cancel se abrió y lo vi entrar. Era un muchacho alto, tendría como unos veintitantos y vestía con ropa casual cara. ¡Sus ojos! Era como si un gato me estuviera mirando.

—Acaba de llegar.

—¿De verdad? —Mamá parecía no creerlo. —Si, está justo aquí.

El muchacho estaba justo enfrente de mí, de pie, mirándome con mucha atención.

—Bueno, le di los precios, ya negocié con él. Ahorita te envío por mensaje lo que acordamos.

—De acuerdo.

Finalizamos la llamada. El muchacho tenía unos ojos brillantes, como si la luz artificial pudieran crear estrellas en su interior en una linea recta. Ojos de gato, profundo y muy intensos.

—¡Buenas noches! Bienvenido —intenté ser cordial.

Parecía que sus pupilas estaban tratando de descifrar algo en mí. Me veía, no se movía y eso me preocupo un poco. ¿Que buscaba en mi persona?

—¿Te había visto antes? —Preguntó con mucha curiosidad.

—¡Ammm! No creo —dedique unos segundos a observar su rostro—. ¿Es usted el cliente de la...?

—¿Seguro que no nos conocemos?

Su pregunta me saco de onda.

—Pues al menos yo no me acuerdo de usted.

—¿Por que me hablas de "usted"?

—Pues porque así les tengo que hablar a los clientes.

Su ceja izquierda se arqueó un poco.

—¿Te gusta atender a los clientes?

—Si. Bueno, algunos son un poco canijos o luego se quejan mucho y no quieren pagar lo que es.

Pareció sonreír por mi respuesta. No esperaba eso. ¿Estaba siendo demasiado confianzudo con él?

—Entiendo. Pues mira, yo no soy como esos clientes que sueles atender. ¡Yo seré tu cliente especial!

Parecía que el sujeto estaba un poco alocado.

—¿Cliente especial? —Me levante de la silla.

—¿No me crees?

Nos mirábamos fijamente.

—Bueno, como usted diga. Mi mamá me dijo que...

—¿La señorita de la mañana es tu mamá?

—Si, es mi mamá.

—Se ve muy joven.

Asentí.

—¿Se llevará la recámara completa? —Quise cambiar de tema.

—Si. Vine por ella, ya la negocié con...¿de verdad que es tu madre?

—Si, es mi madre. ¿No me cree?

Enarqué mis cejas suavemente y pareció atento a mi movimiento.

—Bueno, ya negocié el precio con tu madre. ¿Me ayudas a subir los muebles? ¿O prefieres que te pague de una vez?

—Por supuesto que primero me debe pagar. Enseguida le haré su nota. ¡Por favor! Tome asiento.

Se puso cómodo frente a mí.

—¿Cuántos años tienes?

—¿Por que la pregunta?

—Tengo un poco de curiosidad por saber de ti.

—De acuerdo. ¿Así piensa convertirse en mi cliente especial?

Apoyó sus manos sobre la cubierta del escritorio, sus ojos no se apartaron de mis pupilas y noté un movimiento en sus cejas. ¡Irradiaba autoridad!

—¡La verdad no! Pero aún no te diré cómo es que pienso convertirme en tu cliente especial.

Dejé escapar un suspiro, su actuación me aceleró la respiración de forma inexplicable.

—¿A nombre de quien hago la nota?

—Christop. Mi nombre es Christop. ¿Y tú?

—Yo solo soy un vendedor —sonreí haciéndome tonto.

—¿No me dirás tu nombre?

—Mi nombre es Denisse.

Mamá había envuelto los muebles con plástico para que no se maltrataran a la hora de transportarlos. Mi celular empezó a sonar cuando estábamos por subir la cama a su camioneta, la verdad es que si nos estaba costando trabajo poder acomodarla en el vehículo.

Contesté su llamada.

—¿Que haces bebe?

—Ando vendiendo muebles. ¿Tú qué haces?

—¿Está vez no me dirás bebé?

—¡No digas tonterías! Primero estás diciendo que solo tienes ojos para Maren y ahora andas de loco conmigo. ¡Pedazo de basura que eres!

Escuche su risa. Christop me lanzo una mirada curiosa.

—¡Lo sé! ¿Terminaste ya? Compré tacos, te llevaré la cena bebé.

—¡Que chido! Estoy subiendo unos muebles, deberías venir a ayudarme bebe.

—Llego en dos minutos.

—Apúrate, aquí te espero.

Guarde mi celular en el bolsillo. Dejé escapar un suspiro y mi cliente parecía observar atentamente mis movimientos.

—Vendrá un amigo a ayudarnos a subir los muebles —dije para informar a mi cliente.

—¡Está bien! ¿Oye?

—¿Si?

—¿Será mucho pedir si también pudieran venir a mi casa? Vivo solo, recientemente me mude y no hay nadie que pueda ayudarme a bajarlos.

No pensé que fuera a pedir algo así.

—Pues, a lo mejor. Sería cuestión de preguntarle a mi amigo.

—Y si tu amigo dice que no, ¿tú me ayudarías?

—Ah pues...

Rodrigo estacionó su auto. Bajo luciendo como todo buen chico engreído. ¡Mi amigo era un narcisista!

—¿Eso es lo que van a subir? Buenas noch... —No fue capaz de terminar de hablar, se le quedó mirando al cliente como si algo malo hubiese pasado.

—¿Que te traes Rodrigo? ¿Por qué las gafas si ya es bien noche? —Dije para que saliera de su bloqueo mental.

Se quitó las gafas y sus ojos tenían una expresión complicada.

—¡Tú! ¡Canijo! ¡Eres tú!

Christop se le quedó mirando, parecía un poco apenado y yo también. ¿Que estaba pasando?

—¡Hey Rodrigo! ¿Que es lo que...?

—¿Que no te acuerdas de él?

Sus cejas irradiaban un poco de enojo y sorpresa.

—¡Ammm! No, la neta no, pero...

—Este fue el tipo con el que te estabas besando ayer.

Se me quebraron los ojos por la sorpresa.

EN MI CORAZÓN

No había podido dormir bien por todo lo que me había pasado. ¡Todos mis pensamientos eran un revoltijo! En clase no fui capaz de terminar las prácticas que la profa nos había pedido y si, también llegué tarde a clase esta mañana. ¡Un poco de resaca emocional nomás!

—¿Te sientes bien? —Aran me miraba de forma curiosa.

—Si. Todo en orden. ¿Terminaste las prácticas de hoy?

—No. Bueno solo me falto muy poco. ¿Y tú?

—No, la neta no, me siento muy despistado.

—¿Y eso? ¿Es por lo de la semana cultural?

—No, nada de eso. Como que no pude dormir y ya sabes, cuando el cuerpo no descansa, casi no se tienen ganas de nada.

—¿Tienes sueño?

—Un poco nomás. Hasta me dan ganas de no ir a la última clase del día.

Sus labios se curvaron en una sonrisa bonita.

—¡Pues no vayas! Es más, si quieres yo me quedo contigo. ¡Hacemos desmadre!

Me reí.

—Suena chido, pero no creo. ¡Tenemos que ir a clase! No me puedo atrasar.

—Bueno. Esta bien.

—Iré al sanitario. ¡Necesito ir a lavarme la cara! Te veo en el salón.

—Va.

Fui al baño, orine, me lave las manos, humedecí mis mejillas un poco y aclaré mis sentimientos. ¡Canijo Christop!

Al volver al salón, me sorprendió mucho ver que estaba sentado detrás de mí.

—¡Ya regrese!

—Genial. Pase a comprarte unos dulces para que no te duermas en clase.

Aran me dio una bolsita de gomitas enchiladas. ¡Manguitos picantes!

—¡Gracias! Que genial de tu parte.

No tarde en abrir el empaque. Tome una gomita y la introduje en mi boca de forma necesaria. ¡El chile sabía bien bueno! Le ofrecí un poco, él estaba por tomar un dulce cuando llamaron mi nombre.

—¡Denisse! Te buscan afuera.

—¿Afuera del salón?

—Creo que si. La profa de educación física me pidió que te avisara. Hay un hombre esperándote en la cancha de basquetbol.

¡Un hombre!  La clase aún no empezaba, faltaban diez minutos.

—Está bien. Gracias por avisarme.

Aran se me quedó mirando de forma curiosa. Como si tratara de descifrar el porqué de mí sorpresa.

—¿Quién crees que sea?

—¡No lo sé! Supongo que tendré que ir. Regreso en un momento.

Ya no le pude dar gomitas enchiladas. Salí del salón masticando dulce picoso. Baje las escaleras y vi en la cancha de basquetbol al equipo. Comencé a caminar un poco despacio, el sabor en mi boca era agradable y el calor del sol era intenso.

Me acerque a la profa de educación física.

—Disculpe profa, un compañero me dijo que...

—¡Que bueno que llegas! Te busca un muchacho con aspecto de caballero.

—¿Así?

—Sí. Está parado bajo la sombra del árbol de los besos.

¿El árbol de los besos? Así le habían puesto a un árbol de flores naranjas que tenía el tronco bien grueso. Lentamente me giré a buscar al famoso muchacho que había venido a visitarme.

¡Me fui de lado cuando pude identificarlo! No lo podía creer. Dude en acercarme pero era demasiado tarde porque él ya me había visto.

—¡Hola! ¿Que estás haciendo aquí?

—¡Buenas tardes Denisse! ¿Te sorprende verme en tu escuela?

—La neta si. ¿Que es lo que...?

—¿Lo que quiero?

—Aja.

Sus ojos se clavaron perfectamente en mí. Sentí mi respiración un poco agitada y en mi boca seguía el sabor del mango enchilado.

—Quiero que me des una gomita.

Su petición me sorprendió. ¡Fue algo autoritario!

—Pues ten, agarra —extendí la bolsa para que pudiera tomar una.

Se negó.

—Quiero que me la des con tus labios.

¡Se me aceleró el pulso!

—¡Estas loco!

—¿Por querer que me beses?

Sus ojos estaban pintados de picardía.

—Ni siquiera soy capaz de recordar lo qué pasó esa noche. Yo...

—¡Yo te bese!

—Aja, bueno, sea lo qué pasó, es pasado. ¡Ahora no digas tonterías! Estoy en la escuela y...

—Te esperaré.

—¿Esperarme?

—Pregunté en la dirección por tu horario y se que tomarás tu última clase.

—¿Preguntaste? ¡A ver! No digas...

—¿Mamadas?

—¡Oye! Yo no iba a decir eso.

Sus labios se dibujaron con una sonrisa.

—Pero si lo pensaste.

—¡Estas bien loco Christop! Ya me voy. Neta no sé qué onda contigo.

Me dispuse a regresar a mi salón, di un par de pasos pero él me lo impidió.

—Denisse —su mano se aferró a mi muñeca.

—¿Que quieres?

—Necesito hablar contigo. ¿Podemos hablar después de tu clase?

—¿Y por qué no hablamos ahora?

—¡Pues porque es importante! Me llevara un tiempo poder explicarte.

Suspiré, moví mis piernas y me metí otra gomita a la boca. ¡Chile delicioso!

—Espero que lo que tengas que decir sea importante. ¡Ojalá no me hagas perder el tiempo como ahorita!

Volví a mi salón.

***

Baje en compañía de Aran. Las clases habían terminado y mis compañeros estaban bien tontos. ¡Yo también estaba tonto!

—¿Que harás esta tarde?

—Lo más probable es que tenga que ir al negocio. El empleado que teníamos se enfermó esta semana y mamá quiere que cubra su turno.

—Suena a algo ocupado.

—Un poco. En realidad no es tan complicado. ¿Tú que harás?

—Yo estaré...

—¡Denisse! —Su voz me hizo buscarlo con la mirada.

En la entrada de la preparatoria había muchos chicos y chicas en alboroto total. Busque por todos lados pero no encontré. ¿Dónde estaba? No tenía duda de que era la voz de Christop.

—Parece que alguien dijo tu nombre —Aran parecía buscar entre la multitud.

—Si, eso parece. Pero. ¿Dónde crees...?

Su mano me arrebató la mochila, rápidamente me giré a mirarlo y sus ojos estaban bien enfocados en mí. ¡Había aparecido!

—¿No me viste? Estaba debajo del árbol.

—No pensé que siguieras allí. La neta creí que estarías afuera.

Sus cejas se enarcaron de forma curiosa.  Aran pasó a segundo plano.

—Pues bueno. Ahora estoy aquí, frente a ti. ¿Nos vamos?

—¿A donde...?

No termine de hablar, tomo mi mano y me jaló para caminar.

—¡Adiós Aran! —fue lo único que alcance a decir para despedirme de mí compañero.

***

—¿Y bien? —Pregunté después de ver cómo Christop terminaba de beber un tarro de cerveza—. ¿Para que me trajo e aquí? ¿De que quieres hablar?

Estábamos en un Macarthy's. En la mesa había cerveza y hamburguesas.

—¿No tienes hambre?

—Bueno, solo un poco, pero...

—Deberías comer y luego ya hablamos de lo que quiero decirte.

Tomó su hamburguesa y entonces la devoró. Una mordida. ¡Y yo como bobo mirando!

Imite su ejemplo. Agarre un poco de salsa y le eché demasiada a mi hamburguesa. ¡Sabía muy deliciosa!  Carne jugosa, sabor a condimentos y lechuga bien sabrosa. ¡Salsa habanera!

—¿Y bien?

—¿Bien que?

Hasta este punto, mi inmadurez era tan grande que no era capaz de reconocer que estaba dando demasiada confianza a un desconocido. ¿Realmente era un descomido? ¡Nuestra bocas se habían unido!

–Quiero conocerte.

¿Conocerme?

—¿Que es lo quieres saber?

—Pues puedes decirme lo que quieras. Que cosas te gustan, tus pasatiempos, tus ideales.

Me quede pensado un poco en todas sus preguntas. ¿Que se supone que debía responder? De pronto no entendía porque estar comiendo en compañía de un desconocido.

—Eso es demasiado ¿no? Claro que me gustaría poder decirte todo lo que me preguntas, pero...

—¿No confías en mí?

—En realidad...

—¿Seguro que no recuerdas nada de lo qué pasó esa noche en Container?

Trate de esconderme entre el sabor de la carne y la cerveza. Lo único que recordaba era lo que Rodrigo me había dicho.

—La neta no. Y estoy siendo sincero. ¡Se me borro el caset!

—¿Era la primera vez que...?

—¿Que iba a un lugar así?

—Si.

—Pues digamos que si. Casi no soy un chico que suela salir de fiesta, ese día...

—¿Eres un chico bien?

—¿Un chico bien?

—Bien portado. A eso me refiero.

—Pues...

—¿Por que estabas borracho? ¿Tus amigos te embriagaron?

—No, nada de eso. Yo quise tomar mucho esa noche.

Sus labios impactaron contra el vidrio del tarro de cerveza. Se veía bien, muy seguro de sí mismo y con autoridad. Encontré un tatuaje en el dedo corazón.   Una especie de raíz que desencadenaba por toda su mano.

—¿Volverías a embriagarte  como lo hiciste esa noche?

—A lo mejor. Puede que sí.

—¿Volverías a dejar que te bese?

—¿Tan traumado quedaste por esa noche?

—La verdad sí.

—Mi amigo me dijo que tuvo que intervenir para que no...

—¿Para que no me hubiese sobrepasado contigo?

Me sorprendió mucho la agilidad que tenía de interrumpirme cada vez que hablaba. ¿Y como era posible que encajara con mis pensamientos? ¡Me jodia la mente!

—¿Te habrías sobrepasado conmigo?

Mi pregunta tenía una buena porción de picardía.

—¡La verdad sí! Me hubiese gustado estar contigo de otras formas. ¡Besas muy rico!

¡Casi me atraganto con la comida!

—¿Tú eres...?

—Bisexual. ¡Me gustan las chicas de la misma forma como algunos chicos me prenden el fuego interior!

—¿Te prendí el fuego interior?

—¡Me incendiaste con tu boca!

La conversión se estaba tornado un poco intensa. ¿A donde podría huir de esto? No me sentía listo para hablar de fuego y deseo con alguien como Christop. ¡Yo nunca había estado con alguien de ninguna forma!

—Pues apaga el fuego con la cerveza. Yo no...

—¿Te gustaría estar conmigo?

—Estoy contigo ahora mismo, ¿no parece? Nomás dices puras cosas tontas.

—¿Te parezco tonto?

—La neta yo soy el tonto por estar aquí contigo. ¡Perdemos el tiempo! Y ya es hora de que vaya a la mueblería, mi madre me espera.

—¿Quieres que te lleve?

—Pues si. Estaría chido que me llevaras porque no tengo para el pasaje de autobús. ¡Me compré unas gomitas enchiladas!

***

Se estacionó justo enfrente de la mueblería.

—¡Gracias por la comida y por traerme!

—Tengo una idea más genial para agradecer en vez de usar solo palabras.

Sus ojos parecían estar pintadas de otra intención.

—¿Que quieres?

Saco una bolsita de gomitas enchiladas. ¡Mangos picantes!

—Quiero verte comer esas gomitas.

Su petición me saco un poco de onda.

—¡Estas bien bobo! ¿Verme comer gomitas? No entiendo.

—Lo entenderás en un momento.

De momento me pareció muy arriesgado seguir allí.

—Ya me voy, no puedo...

—Come las gomitas.

—¿Les pusiste algo?

—No, ¿te gustaría que les pusiera algo?

—Neta que no se que estoy haciendo aquí —y como un impulso lleno de tontería, le quite las gomitas.

Introduje una en mi boca. ¡Sabía tan bien! El chile se expandió por mi lengua y la azúcar viajó a toda velocidad.

—¿Quieres? —Pregunté al ver su atención a mis movimientos.

—Podrías dejar una entre tus dientes.

—¿Cómo? Dejarla entre mis dientes, ¿así?

Y a toda velocidad sus labios se unieron a los míos. Corto la gomita con sus dientes, la suavidad de nuestra unión me hizo temblar y emocionar al mismo tiempo. ¿Que era todo esto?

Me separé rápidamente.

—¡Canijo! ¡No manches! Mi mamá está allí dentro, no quiero que me vea besándome con un hombre.

—¿Te da miedo que...?

—La neta si. ¡No quiero dar explicaciones innecesarias!

—¿Innecesarias?

—¡Innecesarias tus ganas de besarme.

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