Desde pequeña siempre me dijeron que guardaba en mi interior un místico poder, que cualquiera que supiera de él lo codiciaba. Jamás me dijeron de que se trataba y tampoco me interesaba mucho, hasta que empezaron a atacarme como si solo fuera un trofeo. Por suerte para mí en uno de esos tantos ataques conocí a mi mejor amigo, un tonto con cara de inocente, muchos le temían y no sabía por qué, me fue fácil identificarme con él, ambos proveníamos de familias poderosas y a ambos nos tenían miedo, por razones diferente. Para mi amigo era más difícil, pues no tenía a su mamá y todos le decían que era un demonio y no por su raza, más bien como insulto, en muchas ocasiones le decían “monstruo” ahora sé que esas no son formas de hablarle a un niño.
Yo permanecí a su lado, al principio era una deuda que tenía, mi orgullo de noble no me permitía deberle algo a otro noble. Luego lo conocí mejor y conocimos a otros dos amigos con algunos problemas similares, sin duda éramos un grupo inusual de amigos, diferentes razas conviviendo y coexistiendo. Éramos felices…
Dicen que la felicidad a veces es tan fugaz, que si no la disfrutas en su momento, jamás volverá. Era tan cierto como mi existencia misma.
Para mi mala suerte, mi felicidad y mi alegría que había conseguido, todas se esfumaron.
Sin dudarlo ni un segundo, devolví el favor a mi amigo y no por orgullo, sino por amor. Quería que fuera feliz, incluso si yo debía sacrificar mi propia felicidad.
No sé quién estará sufriendo más, si yo por tener que dejar a ese guapo chico que llora frente a mí, al cual nunca pude decirle lo que siento o él, quién también sentía algo por mí y ahora debe afrontar la culpa de no haber dicho nada. Supongo que estamos en la misma circunstancias.
-¡Por favor… señorita! -dice mientras me acariciaba el cabello -Resista…
Sé que está tratando de hacer algo, pero soy yo la que tiene poderes curativos, pero ahora no puedo hacerlo.
-Ya te había… dicho que no me llames así.
Incluso para mí, la voz me sonaba rara, por alguna razón me sentía feliz ahora. Él siempre tenía una cara sería, nunca me mostró sus expresiones, cuando estaba feliz, enojado o triste, aunque me hubiera gustado verlo sonreír.
Veo detrás de él y allí está mi amigo junto a la mujer que ama, ambos se veían tristes, más ella, supongo que se siente culpable por no poder hacer nada por mí.
Sentí como mi mano era envuelta en una calidez.
-Yo… debí protegerla mejor… perdóneme.
No podía verlo sufrir de esa manera, me dolía el corazón.
-Oh, mi Lukas… -dije suavemente -Sé feliz y cuida de mis padres, ellos sufrirán mucho… diles que su hija… los ama y fue muy feliz…
Sus lágrimas seguían cayendo y no me permitían ver esos hermosos ojos bicolores. Quería seguir viendo a ese chico por más tiempo, lo deseaba tanto.
-Luna…
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Esta es una nueva novela y espero que la disfruten y como pueden ver esta es la historia de Luna y para los que no saben quién es, les recomiendo leer la anterior novela llamada "En la mira de los villanos" Pero si no quieren, haré los capítulos entendibles...
Debo admitir que me costó mucho tomar la decisión de matar a Luna en la anterior historia, porque me gustaba mucho el personaje, pero al final se me ocurrió darle su propia historia y darle claridad algunos misterios que quedaron pendientes.
Sin más, espero que disfruten esta nueva historia 🤗
Hay una vieja creencia que dice que, antes de ser nosotros mismos, nuestra alma vaga en el infinito hasta que llegamos a nuestro cuerpo y a partir de ahí adquirimos la conciencia.
Era algo que siempre se había preguntado aquella chica que sacrificó su vida para proteger la felicidad de sus seres queridos, pero no pensó en el daño que causaba a quienes la amaban, pues también fue un acto egoísta, ella estaba consciente de que ella no soportaría el perderlos.
Así fue como murió la gran Luna Eliot, Archiduquesa de Macrovk, la chica envidiada y odiada por muchos y querida por muchos otros. Pero quién más sufría era aquel que se había convertido en su sombra, un chico menor que ella, que la amaba profundamente y sin embargo jamás podría confesar su amor.
Al momento que cerró sus ojos, se sintió como flotando, hasta que al fin volvió a sentir la pesadez de un cuerpo y todo se iluminó, sus ojos volvían abrirse, pero se sorprendió al ver un techo de madera y escuchó unas campanas a lo lejos.
Se levantó sobresaltada e inquieta, sus piernas eran demasiado cortas, al igual que sus manos. Busco en su cuerpo las heridas, pero no había nada, tenía tantas preguntas en su mente, no parecía estar en algún lugar conocido, todo parecía tan humilde. Decidió salir a ver o preguntar que ocurre, pero sus movimientos eran torpes y en su camino solo encontraba a niños.
-¿A dónde vas? -se escuchó una voz de niña.
Luna se gira para ver a una niña más grande que ella, con un vestido gastado, pero se veía feliz. Era una pequeña castaña con pecas en toda su cara y ojos marrones.
-¿Eh? -dice dudosa.
-Tranquila hermana, debes estar desorienta. Eres la nueva en el orfanato, ¿verdad? -dice la niña -Soy Clara y llevo diez años aquí, así que considérame tu hermana mayor, ¿Cuál es tu nombre?
Luna no sabía qué pasaba y porque estaba en un orfanato o que le pasaba a su cuerpo.
-Clara -interrumpe una mujer -¿Qué haces aquí? Debes estar con madre superiora ayudando -ve a Clara y luego a la otra niña -¡Ah! Ya veo que conociste a Sol -dice viendo a Luna -Nena cámbiate y acompaña a Clara, aprende mucho.
La mujer se va y deja de nuevo a las niñas, así que Clara acompaña a Sol a cambiarse y luego ambas van a donde la madre.
Luna tenía muchas preguntas, ahora es una niña huérfana llamada Sol o es lo que entiende. Ahora quería saber dónde está y que ha pasado, aún recuerda la mirada triste de todos, en especial la de Lukas, su fiel caballero.
Lo único que puede notar, es que Clara es una humana, pero ahí no puede ver su apariencia, solo su cabello que es largo de color negro, pero su piel es tan blanca que parece enferma.
Al llegar a la oficina de la superiora, Clara llama a la puerta y una voz de mujer les da el pase, cuando entran las niñas, la pequeña Sol se da cuenta exactamente donde está, conocía aquella mujer, hacía constantes donaciones para aquel orfanato de Dalton.
Pero lo que más le sorprende es ver aquella persona, sentada frente a la madre superiora.
Su corazón latía fuerte, jamás pensó volver a verlo, pero ahí estaba, estaba de espalda, pero conocía ese peculiar cabello bicolor.
-Gracias por su compresión -el chico se levanta y se inclina a modo de saludo -Estaré en contacto.
-Claro, sir Lukas y transmítales mis sinceras condolencias a los señores Eliot.
Lukas se gira, parecía haber envejecido, aunque aun estaba como ella lo recordaba, pero estaba demacrado y bastante pálido y su mirada parecía vacía. Él mira a las niñas y les sonríe, pero se sorprende al ver a Sol y enseguida su sonrisa se apaga, desvía la mirada y sale de ahí.
-Pasen niñas -dice la mujer y Clara empuja a Sol -Ya veo que te íntegras rápido a las tareas.
Sol estaba retraída en sus pensamientos y tenía mucha curiosidad, ella nunca fue muy paciente.
-Ese joven… -dice al fin -No es un noble, pero parecía importante.
La superiora se sorprende por la manera tan correcta de hablar de la niña.
-Así es, es importante porque venía de parte de unos nobles muy importantes de otro imperio.
La mujer no quería dar detalles porque las niñas no entenderían.
-Así que murió alguien de esa familia noble y ese joven debió ser cercano a esa persona.
-Si. Es correcto, fue caballero personal de la Archiduquesa de Macrovk.
-Entiendo, su muerte debe estar aún reciente, por su apariencia.
La mujer no podía creer que aquella niña de casi ocho años pudiera estar entablando una conversación tan seria.
-Si. Casi tres meses desde su fallecimiento.
Sol no dijo nada más, ya sabía cuánto tiempo había pasado, ahora tenía que planear que haría de ahora en adelante, quería regresar con su familia y amigos, pero no sabía cómo explicar su regreso y como comprobar que era ella misma. Además de que ahora era una niña y sería peligroso viajar sola.
Durante todo el día Sol pensaba en la forma de regresar a su vida anterior, pero entre más pensaba más complicaciones aparecen.
Ese día la superiora les había encomendado ordenar su librero a excepción de su escritorio, pero Sol ya estaba aburrida de acomodar libros, Clara al notarlo dejó los libros a un lado.
-Ya tengo hambre, ¿Quieres ir a comer? -pregunta la niña.
Hasta ese punto Sol no había notado que ya era tarde y como respuesta su estómago empezó a gruñir.
-Creo que sí -respondió avergonzada, empezaron a caminar para ir al comedor -Hermana Clara, ¿Podemos salir del orfanato?
Clara hace una mueca, pues jamás ha estado fuera del orfanato, pero los nobles que llegan a ese lugar para hacer donaciones, siempre los ven feo, solo hacían esos actos para quedar bien ante el resto y decir que son bondadosos.
-Es mejor no salir de aquí, ahí afuera no es muy agradable.
A Sol le pareció imprudente seguir platicando con Clara, era claro que la niña no quería salir del orfanato.
-¿Qué edad tienes, hermana Clara?
-Um… Ningún niño huérfano sabe con exactitud su edad, al menos que haya quedado huérfano ya grande y recuerde a sus padres, pero yo no se que edad tengo, aquí nos registran con el día que llegamos, asi que puedo tener diez o tal vez más…
-Eso quiere decir que llegaste de bebe.
-Si… ¿Y tú, sabes tu edad?
-No, la verdad no.
-Escuche que tienes siete, pero te ves casi de mi edad, sea cual sea.
Sol no se había puesto a pensar sobre el cuerpo que ahora habitaba, si estaba en un orfanato, era obvio que no tenía padres ni ningún familiar que se hiciera cargo.
-¿Será que me abandonaron unos años después?
Tampoco era que le importara mucho, después de todo, si los viera ni siquiera los reconocería, tal vez así era mejor, no tenía que decir que su hija ya no estaba o la que ellos conocen.
Ahora que lo piensa mejor, no sabía la edad exacta de Lukas, ella supuso que era menor que ella, pero no sabía si se veía menor porque así era o por la mala alimentación que llevaban.
Poco a poco Sol se iba adaptando al orfanato y había averiguado un par de cosas, la primera era que cada tanto las encargadas llevaban a los niños a misa y la segunda es que ahora en su nuevo cuerpo no podía sentir magia ni usarla, era una humana normal, algo que no le desagrada.
Aunque lo que le gustaba era no sentir aquella carga que siempre traía cuando era una noble, ahora podía jugar con los demás niños como si nada y decir lo que le placía, incluso podía andar descalza, esa libertad era gratificante, pero le preocupaba una sola cosa, ¿Cómo regreso a la vida?, y en otro cuerpo, esa era una pregunta que rondaba por su mente.
“Si no fue cosa mía y fue de alguien más… es peligroso regresar a mi vida”
Aunque era algo que le dolía, no podía acercarse a sus seres queridos sin antes investigar, pero se le hacía difícil sin magia y con un cuerpo tan pequeño.
-¿Te encuentras bien, Sol? -Pregunta Clara.
Desde hace días que veía a Sol sumergida en sus pensamientos, como si algo planea.
-Es que… todo aquí es tan tranquilo -no podía decirle la verdad, pues jamás nadie le creería -Por cierto, ¿Aquí hay una biblioteca?
Clara la mira con sospecha, pues nadie preguntaría por libros y más siendo ellos, quienes no sabían leer y jamás lo harían, al menos que alguien los enseñe, cosa que era casi imposible.
-Sí. Hay una en la oficina de la superiora, está allí, ya que nadie más la utiliza.
Sol hizo una mueca, sí estaba en la oficina, sería muy raro que una niña quisiera leer. Así que mejor se dejó caer sobre el piso y miro el techo.
-Quisiera volver a verlo… -dijo sin pensar.
-¿A quién?
-A una persona especial… Lo último que escuche, fue que decía mi nombre.
Para Clara, era confuso que Sol hablara así, no era como los demás niños, ella hablaba de una manera poco común, por lo que le hizo pensar que tal vez Sol era hija de un noble por lo que traía en su sangre ser tan refinada, incluso la vio comer, era como ver a la realeza.
-No entiendo, a veces te comportas raro…
Sol hace un puchero, era cierto que actuaba raro, pero no podía cambiar años de disciplina en etiqueta y buenos modales, en pocos días.
-Tendré que preguntarle a la superiora si puedo tomar un par de libros…
Sol se levantó y se fue, mientras Clara no entendía qué pasaba, esa niña cambiaba de humor muy rápido, le era imposible seguirle el paso, pero aun así fue detrás de ella.
Durante los siguientes días Sol pasaba leyendo libros sobre magia, al principio la superiora no creía que la niña pudiera leer, pero la niña le leyó cada título de los libros sobre su escritorio, aunque le pareció algo extraño que supiera leer, ya que ella había sido transferida de otro orfanato y en su registro menciona que la madre había muerto al dar a luz y una tía la abandonó, pues ya tenía muchos hijos.
Clara también iba con Sol y ella le empezó a enseñar a leer, al principio estaba renuente a aprender, pero poco a poco ella misma se fue interesando.
Pero para Sol, el leer libros de magia era cada vez más frustrante, pues no encontraba nada relacionado con usurpar el cuerpo de otra persona, la única que podía hacerlo ya estaba muerta y ella no recuerda tener esa clase de poder.
Así que poco a poco dejó de buscar y se concentró en enseñar a Clara a leer y luego a escribir, trato de ocuparse en otras cosas, mientras planeaba que hacer, no sabía nada sobre su familia, de sus amigos y de Lukas.
Asistía a los días de misa con la esperanza de ver o saber más de sus seres queridos, incluso llegó a escapar del orfanato, pero era un lugar peligroso y ni bien salía cuando trataron de llevársela, unos bandidos, por suerte Clara la había seguido y fue ella quien avisó a la superiora. Sol fue castigada por salir en la noche y no cumplir con las reglas, pero lo que le afectó más, fue que ya no podía defenderse bien o no podía recurrir a su magia, en su mente ahora era una inútil.
Así que opto por otra alternativa, volver a practicar con la espada, aunque eso también era un problema, ya que no tenía cómo conseguir una espada. Como pudo se construyó una de madera, le llevó más de tres semanas hacerlo, ya que su fuerza era menor y su resistencia era casi nula, sus manos quedaron con callos y unos cuantos cortes por la madera.
Fueron días difíciles para ella, que requirieron de su paciencia y de su concentración, pero día tras día se esforzaba más, contaba con algún día reencontrarse con aquellos de los que no pudo despedirse.
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