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CUANDO LAS ROSAS SE MARCHITEN [OMEGAVERSE]

1.

El Omega:

El Alfa:

—De acuerdo, aquí están los papeles de divorcio. Necesito que firmen aquí y aquí.

Prince se puso de pie para tomar un lápiz y firmar de manera rápida para poder terminar todo, pues lo único que deseaba era dejar de verle el rostro al Alfa egocéntrico, moreno, pelinegro y fuerte.

Al hacerlo, regresó a su asiento y el Alfa se puso de pie para hacer lo mismo. No le tembló la mano en lo absoluto y dejó el lápiz al lado. Le dio una breve mirada al Omega para verlo de brazos cruzados, rostro serio y mirando hacia el lado demostrando el hecho de que no quería verlo ni en pintura ni mucho menos en sus sueños. Lo conocía bien, así que sabía que solía ser caprichoso, dar demasiadas órdenes y tener siempre todo controlado, así que estaba seguro de que todas esas cosas lo tenían cansado y habían sido el motivo de aquel engaño.

El hombre que estaba sentado en la cabecera de la mesa, aclaró su garganta porque el ambiente estaba para cortarlo con un cuchillo y tenía miedo de decir algo y que ambos lo golpeen.

—Bien —susurró con una sonrisa, pero ninguno de los dos ni lo miro —. En los próximos días les estarán llegando sus documentos donde saldrán divorciados legalmente. Sin embargo, ustedes se habían casado sin separación de bienes, así que...

—No quiero nada de él —habló el Omega con tono serio —. Tengo todo lo que quiero y puedo tener más. Que todo lo usado se lo dé al otro, me gusta ser caritativo de vez en cuando.

El hombre tragó saliva sin saber como Prince tenía tantas agallas para hablarle de aquella manera y sin quitarle la mirada o titubear en algún instante.

—De acuerdo —dijo riendo por el nerviosismo y se aflojó un poco la corbata —, pero me temo que es la ley, así que deben decidir quién se queda con la casa, con dos de los cuatro autos, con la cabaña del sur y con el cincuenta por ciento de lo que hay en el banco. Además, tengo que recordarle, señor Maiston, que usted puso a nombre de su esposo uno de los Hoteles Delta.

—Es una lástima, es demasiado para él, no podrá manejarlo jamás —se burló mirando a Prince con una sonrisa.

—Justo como tú no fuiste capaz de manejar tus enredos de una noche.

El hombre volvió a tragar saliva viendo que casi se ponían a pelear encima de él.

—Bien, entonces el Nissan y el Chevrolet serán de usted, joven Prince, ¿le parece bien?

—No, quiero el Camaro y el Ferrari.

—Esos me gustan a mí —habló Maiston.

—Mala suerte. Tú no me preguntaste si te podías acostar con alguien más, así que no pienso preguntar ni considerar ninguna de tus objeciones. Quiero esos y punto —dijo mirando al hombre.

El tipo nada más asintió.

—Me tengo que ir, cualquier problema que ocurra, se queda mi abogado para resolverlo. Tengo un hotel del cual hacerme cargo.

—No, espere, joven Prince, tiene que escuchar lo que voy a leer aho...

Lo vio salir por la puerta y soltó un suspiro porque nunca le habían asignado un divorcio tan difícil como el de ellos dos. Cada vez que los veía nada más imaginaba que uno de los dos iba a terminar muerto con un cuchillo clavado en el cuello.

—Bien, entonces se lo voy a leer a su abogado —anunció mirando al hombre que había estado sentado a su lado todo el tiempo, al igual que el abogado que estaba al lado de Maiston.

El Alfa se quedó otro poco para luego simplemente irse.

Prince, al llegar al hotel donde se estaba quedando, soltó un suspiro porque estaba cansado. Pensó en encender la televisión un poco para distraerse y se arrepintió al segundo porque nada más estaban hablando de su divorcio. Eran dos personas poderosas que tenían sus propios negocios, inversiones y reconocimientos, así que les era imposible que sus nombres no estuvieran en las portadas de revistas o periódicos.

Maiston era reconocido por sus empresas de petróleo donde se hacían envíos a todo el mundo. Era la número uno y la preferible por todos los compradores que pudieran haber. Su abuelo había comenzado con el negocio hace muchos años y luego todo había sido traspasado a su padre para luego quedar todo a su nombre cuando su padre falleció hace diez años. La empresa Petrolera Infinite, era la líder de la industria de aquel ámbito y había estado en primer lugar más de treinta veces durante treinta años seguidos sin que nadie pudiera quitarle aquel puesto. Además de eso, también tenía experiencia en Hotelería, así que tenía Hoteles Delta por muchas partes de la ciudad y en tres países diferentes. A sus treinta años era un hombre respetable, a excepción por la noticia de su engaño a su, ahora, ex esposo.

Prince tenía una marca de ropa: Unicx, y tiendas de la misma en diez países diferentes donde sus prendas eran las más vendidas. Él mismo creaba diseños que luego eran elaborados por los mejores modistas, sastres y costureras del mundo. La mayoría de su ropa era de algodón y con tallas para todas las personas. Además, de tener una línea de lencería, con el mismo nombre, altamente costosa, llamativa y preferida por hombres y mujeres. Tenía solo veinticinco años y mucho poder en la palma de su mano. Su nombre, al igual que el de Maiston, había estado en lo alto por cinco años seguidos.

Ninguno le podía sacar en cara nada al otro porque ambos tenían dinero, fama, poder y sus logros propios.

Entonces, dos meses transcurrieron luego de la separación cuando Prince llevaba una semana sin sentirse bien. No importaba si comía o no, pues todo le daba náuseas y los mareos ni siquiera lo estaban dejando trabajar de manera correcta. Debía presentar una nueva línea de ropa a fin de mes y las cosas no estaban saliendo bien debido a sus malestares.

—Es como le dije por teléfono, doctor, estoy bastante cansado y no he hecho mucho.

El hombre de bata blanca asintió mientras tecleaba en el computador anotando los síntomas.

—¿Es con alguna comida en especial o con todo?

—Es con todo, sobre todo si huelo el pollo. Eso no lo tolero —dijo sintiendo ganas de vomitar solo por pensar en ello.

—De acuerdo, pasa a la camilla para que podamos revisarte. ¿Hay alguna parte del abdomen que te dé molestia?

Prince negó porque no era dolor lo que sentía, sino que asco a toda comida y mareos sin cesar.

El hombre se quedó tocando su abdomen un poco y verificando algunas cosas para ir descartando ciertos temas e ir tomando en cuenta otros porque su barriga estaba dura. Al terminarlo todo, se quedó anotando en un papel y le preguntó:

—¿Qué tal tu ciclo de calor?

—Normal, la última vez fue hace tres meses.

—¿Lo pasaste con tu pareja?

—Ah, sí —dijo de mala gana por recordar cosas que más ganas de vomitar le daban —. Con ese maldito.

Dijo por lo bajo lo último, pero el doctor lo escuchó más que claro.

—No estoy muy seguro, pero es posible que estés en etapa de embarazo. Te voy a enviar con la matrona para que quede todo confirmado.

Prince lo quedó viendo y tomó el papel para ponerse de pie, entonces todo se le puso negro, borroso y un silencio eterno se formó.

**********

Holi, ¿qué tal? Habrá una nueva historia pronto, así que dejo este cap de muestra mientras tanto porque la empezaré en un tiempito más. Espero que les guste igual que mis otras historias, los entretenga un poco, se diviertan con los personajes y la trama.

Así que eso es todo por hoy, al igual que con las otras, me esforzaré en que quede bien elaborada, que no tenga muchos fallos y que tenga un lindo final❤.

Nada más por dejarlo, el nombre de Prince se escribe de esa manera, pero se pronuncia Prins.

2.

Prince abrió los ojos de forma lenta creyendo que nada más había sido una pesadilla. Tuvo la intención de acomodarse para poder seguir durmiendo plácidamente cuando notó la cama demasiado dura, fría y extraña, cuando la suya era cálida, suave y perfecta.

Escuchó pasos y se quedó mirando a los lados viendo todo ajeno a lo que era su habitación y se sentó se golpe.

—Tranquilo, muévase con cuidado —le sugirió una enfermera.

La quedó mirando porque nunca la había visto y tuvo miedo de preguntar, pero, de todos modos, lo hizo:

—¿Qué me pasó?

—Se desmayó, estuvo inconsciente dos horas. Debe hacer movimientos lentos. Los mareos en el embarazo son complicados y…

Dejó de oír cuando todo le comenzó a dar vueltas de nuevo y regresó la oscuridad para volver a abrir sus ojos pestañeando un par de veces. Tragó saliva y llevó su mano a su frente porque le dolía a los lados. Soltó un quejido y escuchó una voz masculina.

—¿Se encuentra bien?

—Dígame, por favor, que fue un sueño —rogó porque no podía estarlo.

Se negaba totalmente a estar embarazado en una situación como esa. Pensó que estaba casi a nada de poder tocar la fama para que un bebé llegara a complicarle todo y más cuando llevaba dos meses divorciados y no había cruzado ni una sola palabra con el moreno de su ex marido.

Se sentó en la cama soltando un suspiro.

—Bueno, me gustaría decir que soy bueno haciendo bromas, pero mentiría. Definitivamente, está embarazado —dijo mostrándole un papel que lo comprobaba.

—¿Cómo fue que sucedió todo esto?

—Bueno, ya sabe, cuando dos personas se aman, suelen mostrarse el amor haciendo…

—¡Sé como sucedió! —exclamó mirando furioso al doctor que dio un respingo.

—Claro, por eso digo que lo sabe.

—Todo estaba bien —murmuró más para él —. ¿Cómo se supone que voy a salir de todo esto?

—Es mejor que vaya a casa a descansar, tiene una hora agendada para mañana donde podrá saber cuántos meses tiene, pero, por lo que me dijo, debe tener dos.

No quiso moverse y quiso quedarse en esa camilla para siempre sintiéndose miserable. Había evitado pensar en aquel Alfa durante los dos meses que habían transcurrido y sintió que lo estaba llevando todo más que bien, pero ahora se daba cuenta que, aparte de haberlo dejado engañado, con su reputación manchada y viendo como miles de personas hablaban de los cuernos que le habían colocado, también lo había dejado embarazado.

Salió del hospital y se puso unos anteojos de sol y un jockey para cubrir su cabello castaño. Lo que menos deseaba era que algún paparazzi lo viera y comenzaran a hablar sobre algo.

Se subió al auto, se quedó mirando al frente y pensando a donde ir y a quién poder contarle todo lo que estaba ocurriendo. Cerró sus ojos para poder pensar en la última vez que habían estado juntos porque estaba seguro de que habían usado condón. Comenzó estando seguro en un cien por ciento para luego ir bajando a un noventa, a un ochenta y cinco, a un setenta, a un cuarenta y luego quedarse con un diez por ciento de seguridad.

Y quiso llorar porque no podía estar embarazado cuando tenía tantos planes que lograr. La frustración lo dominó y cerró sus ojos pensando en que iba a estar solo. Iba a tener a su madre y a su mejor amigo, pero seguía estando sin esa persona que lo hiciera sentir seguro.

Se sintió estúpido después de unos segundos y nada más encendió el auto.

Manejó hasta el centro de la ciudad dejando el auto estacionado en la acera. Se bajó cubriendo su rostro y miró a ambos lados antes de cruzar la calle, pues lo que menos deseaba era ser atropellado como un remate de la vida de todo lo que le estaba ocurriendo.

Vio una florería que se llamaba:

Rosas de amor.

Al abrir la puerta, vio a una mujer castaña arreglando unas rosas. Se veía con algunas canas en su cabello que caía por su espalda. Sus manos tocaban con delicadeza las rosas que tenía y alzó la mirada viendo a su hijo entrar. Sonrió porque justo había estado pensando en él. Caminó para abrazarlo y acariciar sus mejillas con ternura.

—Cariño, justo estaba pensando en ti —murmuró feliz hasta que notó su rostro.

Él se quitó las gafas de sol dejando ver sus ojos rojos e hinchados por haber estado llorando.

—¿Qué pasó, Prince?

—¿Podemos hablar, mamá?

La mujer asintió sin duda alguna y se apresuró a cambiar el letrero de “abierto” a “cerrado”. Ambos caminaron hasta el final para sentarse y lo vio preocupado y pálido. No supo lo que le ocurría, pero tenía claro que no estaba llevando la separación del todo bien. Solía verse fuerte, independiente y feliz, sin embargo ella lo conocía demasiado bien para saber que era una fachada.

No había dudado en separarse del Alfa tras enterarse por las noticias y los periódicos del engaño, pero eso no significaba que el amor por él se había esfumado de un segundo a otro con solo chasquear los dedos.

—Que pasa, mi príncipe.

Miró a su mamá y soltó un suspiro largo para decir:

—Estoy embarazado, mamá.

Ella quiso ponerse feliz, pues es la reacción que, en cualquier otro momento, habría tenido. No tenía más hijos y siempre había deseado ser abuela, pero veía en el rostro de Prince que él no estaba feliz, sino que estaba asustado. Deseó decir algo, mas nada se le ocurrió porque no sabía qué decir en un momento como ese.

—Ay, cariño…

—¿Qué voy a hacer? —preguntó y sus lágrimas cayeron por sus mejillas otra vez.

—Tranquilo, mi príncipe. Sabes que estoy contigo siempre. Somos un dúo imparable.

Acarició sus mejillas secando esas lágrimas y se acercó para abrazarlo. Él se aferró a ella porque tenía un lío en su cabeza. Sabía que un embarazo era complicado, pero que todo era más fácil cuando se estaba con esa persona especial y él no la tenía. Cerró sus ojos con fuerza y las caricias de la madre en la espalda eran más que perfectas porque le calmaban mucho la angustia.

Ella intentó pensar en una forma de ayudarle y hacerle saber que no estaba solo jamás, pero era complicado cuando se estaba pasando por situaciones como las de su hijo. Se sintió triste y cerró sus ojos sintiendo su cuerpo casi temblar. No le gustaba verlo así y quiso absorber todo su miedo y darle toda su fuerza.

Cuando se alejó, tomó un pañuelo para secar sus lágrimas y le regaló una sonrisa esperando que se sintiera mejor.

Sabía que un embarazo no era algo sencillo como sumar uno más uno y que, naturalmente, el estar solo lo hacía mucho más complicado. Ella había tenido a su pareja al lado y, a pesar de que ambos habían sido Betas, el acompañamiento para un embarazo era algo primordial.

—Tengo miedo. Yo creí que todo estaba bien, sentía dolor en mi interior, pero supuse que todo se estaba calmando y ahora me entero de esto. ¿Qué se supone que haré ahora?

Ella tomó sus mejillas.

—Escucha, cariño, no debes tener miedo porque te conozco muy bien y sé que eres fuerte. ¿Qué importa si no tienes a ese Alfa de cuarta a tu lado? Tú no pierdes nada porque él lo ha perdido todo.

—Pero él tiene a alguien ahora, yo no tengo a nadie —murmuró.

—¿A nadie? Me tienes a mí, tienes a tu mejor amigo y más.

Prince cerró sus ojos y soltó un suspiro.

—No quiero…

—No, no digas eso, Prince. No digas que te quieres deshacer de ese bebé.

Podía ver en su rostro, en sus ojos verdes, que estaba desesperado.

—Estaré solo, mamá, ¿qué quieres que haga?

—Que luches. Eres fuerte y has logrado miles de cosas. Tienes la inteligencia de tu padre y mucho de mi carácter determinante. ¿Acaso necesitaste a alguien para volverte famoso? ¿Necesitaste a alguien para aprender a dibujar? Todo lo has logrado solo y, ese Alfa, fue un estúpido. Escucha, sé que no te puedo obligar a que lo tengas, pero debes pensar en que tienes la capacidad para muchas cosas.

Prince se quedó pensativo al oír aquellas palabras. Sabía que no estaban ligados y que mucho menos había una marca de por medio que lo tuviera atado a Maiston. Sabía que las decisiones sobre el matrimonio habían sido apresuradas e imaginó, igual que todos los días anteriores, que Maiston nunca lo había amado ni mucho menos querido y que, el único que sí había sentido algo, era él.

Quiso mantener la frente en alto, su cabeza libre de malos pensamientos y ponerse de pie.

Sabía que el tiempo iba a seguir avanzando y que su cuerpo iba a ir cambiando. Las cosas se iban a saber e iban a comenzar las noticias por todos lados que no iba a poder sacar ni parar. Y pensó en una cosa: que no quería que Maiston supiera.

Inhaló profundo y secó sus mejillas para mirar a la mujer que estaba frente a él haciéndole saber que ella siempre iba a estar a su lado sin importar nada. Y pensó que eso era suficiente y sonrió.

—Entonces, ¿estamos juntos?

—Claro que sí, mi príncipe —aseguró sonriendo —. Éramos un trío imparable con tu padre, pero ahora somos un dúo imparable.

—¿Qué haré cuando se note? No quiero que Maiston sepa nada.

—Claro que no, si no tienes nada que pedirle ni en sus sueños. Tienes el dinero suficiente para ser una madre soltera sin miedo o falta de lo más mínimo.

Él sonrió sabiendo que era verdad, pero nunca se había preparado para pasar por una situación como aquella. Nadie se preparaba para ser padre y ocurría que, en muchas ocasiones, los bebés llegaban de la nada.

Bajó la mirada viendo su vientre y no se notaba nada aún, sin embargo eso iba a cambiar porque había alguien ahí. Su pensamiento sobre abortar había dominado su mente, no obstante se fue dando cuenta de que, aunque hubiese sido pobre, no habría sido capaz de eliminar una vida pequeña, pura e inocente respecto a todo lo que estaba sucediendo. No se sentía feliz, estaba triste por muchas cosas, su corazón no estaba al cien por ciento y tenía la mayoría de las heridas vivas que le dolían a diario.

Intentó respirar profundo un par de veces y abrazó a su mamá nuevamente.

—Extraño a papá si él estuviera aquí todo sería más sencillo, ¿verdad?

—Desde luego que sí, cariño, pero mientras estemos felices y unidos, entonces él también estará feliz. Siempre nos hemos ayudado en todo, así que no hay nada que podamos hacer. Sabes que te ayudaré en todo y que tienes un amigo que también te ayudara en todo.

—Mañana tengo una hora a la matrona, no quiero ir solo.

—Entonces, ahí estaremos los dos —aseguró ella sonriendo —. Veremos que tal viene ese pequeño bebé.

Prince se puso de pie y eran del mismo tamaño.

—Tengo que entregar un nuevo conjunto de ropas a fin de mes, necesito poder concentrarme y encontrar algo que me pueda ayudar a inspirarme. Tengo todo casi listo, pero aún me faltan algunos.

—Tranquilo, cariño, siempre encuentras la forma de inspirarte. Tienes las ropas más hermosas y brillantes de todas. Por eso has estado en la pasarela de la moda tantas veces.

—De acuerdo —dijo tomando una de las rosas que habían para olerlas y sonrió porque siempre lo hacían sentir mejor. El simple hecho de ver una rosa le alegraba los días —. Me tengo que ir. Tengo algunas reuniones y más, pero mañana te paso a buscar con mi chófer a casa a las nueve.

Ella asintió y lo vio salir. Soltó un suspiro y sabía que su hijo era fuerte y esperaba que se mantuviera de aquella manera.

Prince se subió al auto. No lo pensó mucho más y solo encendió el auto para comenzar a moverse por la carretera hasta llegar a su lugar de trabajo. Era donde pasaba la mayor parte del tiempo verificando que todo estuviera bien. Habían otros encargados, pero él era el jefe de todos. Siempre deseaba que la ropa fuera creada con delicadeza y amor, así que revisaba todo minuciosamente. Las tiendas donde se presentaban las ropas eran todas las Unicx, pero donde se creaban era en una fabrica de ropa llamada Ecuación unisex. Se encontraba no tan cerca del centro de la ciudad, pero era reconocida mundialmente y las entradas siempre estaban resguardadas por personal de seguridad donde solo podía entrar personal autorizado.

3.

La industria petrolera incluye procesos globales de exploración, extracción, refino, transporte normalmente a través de buques petroleros, oleoductos y mercadotecnia de productos del petróleo. Los productos de mayor volumen en la industria son combustibles y gasolina. El petróleo es la materia prima de muchos productos químicos incluyendo productos farmacéuticos, disolventes, fertilizantes, pesticidas y plásticos.

La industria del petróleo se divide normalmente en tres fases:

Upstream: Exploración, extracción y producción.

Midstream: Transporte, procesos y almacenamiento.

Downstream: Refino, venta y distribución.

El petróleo es un producto esencial para muchas industrias, y es de vital importancia para el mantenimiento de la misma civilización industrializada, por lo que se considera una industria crítica en la mayoría de las naciones. Maiston pasó mucho tiempo repitiéndose esas cosas en su cabeza. Desde muy pequeño vio a su abuelo y luego a su padre encargado de grandes cosas. Ambos le hablaban sobre lo que significaba aquel trabajo y de los beneficios y desventajas que podía tener. Sin embargo, ambos siempre se refugiaban en los beneficios e ignoraban las desventajas porque las evitaban a toda costa.

Su industria jamás tenía bajas y simplemente iba subiendo sin parar y obteniendo muchas ganancias. Las distribuciones se hacían en enormes cantidades y las ventas cada día se iban disparando más y más alto.

Las tres fases era lo primero que había aprendido cuando tenía diez años y le gustaba. Siempre le había gustado el poder ir aprendiendo sobre todo porque admiraba a su abuelo y a su padre. La mayoría del tiempo había sido un chico amable y bueno. La primaria, secundaria y universidad habían sido pan comido para un Alfa dominante como él porque jamás había repetido un curso y siempre había obtenido las mejores notas.

Para él todo era sencillo y todo se resumía al bienestar de su familia, el poder y el dinero. En pocas palabras, era la clase de persona que tenía el pensamiento de que el dinero hacia la felicidad y que, si se tenía dinero, entonces se podía tener lo que fuera sin mayores dificultades..

Sabía muchas cosas porque, para él, el conocimiento lo era todo. El tener una mente llena de información sobre hasta lo más mínimo era lo primordial. Una persona inteligente lo era todo, alguien que sabía defenderse con buenos argumentos y sin necesidad de recurrir a insultar a la otra para poder ganar, era alguien que se iba a ganar su respeto sin duda alguna.

Sin embargo, llegó un momento en que, el ser inteligente y tener dinero, dejó de ser importante. Estaba acostumbrado a conseguir todo con dinero, pero un día aquello cambio. Al conocer a cierto Omega de cabello castaño, ojos verdes y piel totalmente blanca, le complicó la existencia como nunca. Era hermoso y vanidoso. Controlador y seductor. Inteligente y dulce.

No fue necesario el sorprenderlo con cosas caras porque él podía tener todo solo. Por primera vez, había conocido a alguien que no se deslumbraba por el dinero porque poseía dinero por montones, solo que en un poco menor cantidad que él. El conquistar a Prince le había tomado meses de esfuerzo, cinco meses para ser exactos, cuando a otros Omegas lo lograba tener en la cama a la semana.

No recordaba muy bien cuántas cosas había hecho por él, pero sí recordaba que lo habían dejado cansado y agotado. Había estado seguro que lo amaba y por eso se había casado con él. Cuando el tiempo fue transcurriendo, se fue dando cuenta de que las cosas no eran como él imaginaba.

Prince no era sencillo y no se mostraba igual que todos los demás Omegas porque él demostraba el hecho de que quería respeto, igualdad, libertad de expresión y tener todo siempre controlado, ordenado y sumamente limpio.

Mientras leía un periódico donde hablaban de un desfile que se iba a realizar a fin de mes, soltó un suspiro.

De solo leer su nombre o ver su rostro, le provocaba dolor de cabeza. Pasó las manos por su cabello sintiéndose libre después de tanto tiempo. Siempre había estado con el pensamiento de que el Omega lo controlaba mucho y lo mandaba para todos lados como si fuera un simple perro o, al menos, de aquella manera era que él lo veía. Tenía una junta en unos minutos, pero le pareció extraño el hecho de que, hace meses, no se mostraba en ninguna foto ni entrevista. Solo era su nombre y algunas fotos viejas. Habían pasado cinco meses desde el divorcio y le pareció mucho más extraño el que nunca lo hubiera llamado o enviado algún mensaje para fastidiarlo.

Miró cuando la puerta fue abierta.

—Vamos, Maiston, tienes la junta con las persona de Francia. No te tardes tanto que luego nos van a estar insultando en francés y luego me darán ganas de insultarlos también. Levanta ese culo rápido.

Asintió sabiendo eso, pero no se puso de pie de inmediato porque estaba muy concentrado viendo otra cosa.

—¿Qué te pasa? Te ves raro —preguntó el Alfa.

Eran amigos desde pequeños, habían ido a la misma primaria, secundaria y universidad, así que se conocían todos y cada uno de sus secretos más oscuros y vergonzosos. Tenían la misma edad, pero la diferencia es que él tenía su piel más clara. Habían pasado una buena niñez, haciendo miles de travesuras juntos y también salvando al otro de los problemas en los cuales se metía.

—Nada, Jim, solo estaba viendo la revista de los famosos más ricos del último tiempo. Y, cuando hablan de Prince, tiene una fotografía vieja.

El otro soltó una carcajada.

—¿Y eso que importa?

Maiston sabía que daba lo mismo si era una foto vieja o nueva, pero el problema iniciaba debido a que conocía lo suficientemente bien a ese Omega para saber que odiaba cuando fotografías sobre él se repetían en algún lado. Era algo que detestaba y lo ponía de mal humor.

—Parece que todavía te sigues preocupando cuando lo único que deseabas era ser libre para irte con ese Omega que conseguiste. ¿Qué le vas a comprar hoy? ¿Un helicóptero para que no se te escape?

—No sé de qué hablas —soltó poniéndose de pie.

—De que vas a aprender a la mala que las personas no se compran con dinero o cosas materiales.

Ignoró a su amigo y salieron de la oficina principal para ir a la sala de juntas. El camino no era largo, pues nada más estaba al final del pasillo. Las puertas se abrieron de forma automática y entraron acomodándose sus corbatas.

No eran muchas personas, con ellos dos eran seis. Llevaban un tiempo hablando sobre unas inversiones y más, así que ya estaban a solo dos reuniones más de poder hacer el trato y obtener una mayor expansión y más ganancias. Maiston tomó asiento en la cabecera y su amigo a la derecha mientras los demás solo estaban en silencio luego de saludarse todos.

Estaban esperando viendo como el moreno revisaba algunos papeles que se les había dejado a todos. Eran algunos gastos, algunos papeles que debía firmar y otras cosas que dejó para seguir revisando en otro momento porque no era nada urgente.

—Alors commençons la réunion (así que, comencemos con la reunión) —habló mirando al frente y todos asintieron.

—Comme stipulé, ces secteurs de vente (según lo estipulado, estos sectores de venta) — dijo unos de los hombres que se ponía de pie para caminar hasta donde se estaban proyectando unas imágenes.

Era algo didáctico y nada difícil de poder comprender, así que todos fueron asintiendo viendo los puntos positivos, pero también algunos negativos. Maiston asintió mientras le pasaba unos papeles a su amigo para que los vieran por mientras.

—La chute de ces secteurs ne nous concerne pas (la caída de estos sectores no nos preocupa) —mencionó Jim con voz autoritaria, pues era el vicepresidente de la empresa y quien, en la ausencia de Maiston, solía estar a cargo de todo —. C'était un pour cent, ce qui n'est rien pour nous, messieurs. Nous gagnons un milliard de pesos chaque mois, un million de pesos perdus est quelque chose d'insignifiant pour l'entreprise (Era el uno por ciento, que no es nada para nosotros, señores. Ganamos mil millones de pesos cada mes, un millón de pesos perdidos es algo insignificante para la empresa).

—Nous ne voulons pas perdre un seul poids (no queremos perder un solo peso) —advirtió uno mirando a Maiston con rostro serio.

El moreno nada más asintió tomando unos papeles que le entrego.

—Sur cette feuille, que je veux que tout le monde voie, vous pouvez vérifier les gains de cette semaine. Les niveaux ne font que monter. Ne pensez pas que nous faisons affaire avec n'importe qui. Je prends toujours le temps de voir combien vaut l'entreprise avant tout et combien d'actions elle possède (En esta hoja, que quiero que todos vean, puedes consultar las ganancias de esta semana. Los niveles siguen subiendo. No creas que hacemos negocios con cualquiera. Siempre me tomo el tiempo para ver primero cuánto vale la empresa y cuántas acciones posee) —explicó con voz calmada, pues estaba más que acostumbrado a hacer tratos con muchas personas.

Se quedaron en silencio mientras los hombres revisaban los papeles y conversaban entre ellos. Jim y Maiston se miraron soltando una sonrisa porque sabían que iban a tener un nuevo trato que nada más les iba a dar más dinero.

Los hombres verificaron todo y, cuando la reunión terminó, todos se pusieron de pie agendando otra para la próxima semana. Se despidieron con un apretón de manos y se fueron. Los Alfas chocaron los cinco para irse a la oficina del moreno y sentarse totalmente relajados, como si no tuvieran ni un solo problema sobre sus hombros y la vida totalmente resuelta.

—¿Viste la cara de los tipos? Estoy seguro que nunca habían visto tantos ceros en su jodida vida —habló Jim riendo.

—No te emociones tanto, aún faltan dos reuniones.

—Maiston, esos tipos no son estúpidos, no se van a negar ni en sus sueños.

Él no dijo nada, tomó asiento en su silla y se dedicó a revisar algunos papeles para luego pasarlos a su secretaria y que termine de ordenar todo.

Jim, minutos después se fue a su propia oficina para realizar sus labores también y se quedó solo. Estaba revisando algunos asuntos en el computador. Le dolía el cuello, pero era lo último para luego ir a verificar otros temas que requerían su presencia. Se reojo, vio la revista que había estado viendo hace unas horas atrás.

Se quedó viendo a Prince en esa foto vieja que sabía que era de hace un año atrás. No pudo evitar tomarla de nuevo y quedarse viendo su rostro.

Entrecerró sus ojos porque algo no le cuadraba. No le cabía en la cabeza que hubiese aceptado que colocaran una foto vieja de su persona cuando él sabía que odiaba eso. Tragó saliva y su teléfono comenzó a vibrar viendo el nombre del nuevo Omega con el cuál estaba y por quién se había divorciado. Sonrió para tomarlo y contestar la llamada creyendo que era el perfecto para él.

Quedaron de ir a comer en la noche y eso lo puso feliz. No recordaba cuando había sido la última vez que había ido a comer con Prince, pero sabía que, la mayoría de las veces, había sido un desastre.

Era tan famoso como él y los paparazzi siempre estaban cerca sin dejarlos hacer nada en paz. A veces pensaba que eso había sido otro punto que lo había llevado al cansancio, pues casi nunca tenían vida privada.

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