Lauren, una mujer de 35 años, es madre de dos hijos, Nátali y Santiago. Viven en Medellín, Colombia, y forman parte de una familia de clase media. Hace diez años, su esposo, Juan Pablo, un militar con vocación inquebrantable, murió en una misión en el extranjero. Fue enviado junto con otros quince soldados a un país en guerra, donde un año después, su convoy fue emboscado en una carretera solitaria. No hubo sobrevivientes. El ataque fue devastador: misiles llovieron desde todas direcciones, reduciendo todo a cenizas. Ningún cuerpo fue repatriado.
Para Lauren, la incertidumbre ha sido su mayor tormento. No tener un lugar donde llorar a su esposo, una tumba donde depositar su amor y su dolor, la ha dejado atrapada en un duelo interminable.
Se amaron profundamente desde la adolescencia. Se conocieron al comenzar la secundaria y, cuando ella cumplió 15 años, obtuvieron la bendición de sus padres para estar juntos. Su amor creció con intensidad, y a los 19 años, Lauren se casó con Juan Pablo, quien, con 21, ya era un militar en ascenso. Un año después, llegaron los mellizos, completando la familia que tanto habían soñado.
Cuatro años más tarde, Juan Pablo recibió la propuesta de unirse a una misión internacional. La decisión lo desgarró: su corazón le pedía quedarse, pero su vocación lo impulsaba a cumplir el juramento que había hecho ante la bandera. Lauren se opuso con todas sus fuerzas. Tenía un mal presentimiento, una sensación que le oprimía el pecho. Rogó, suplicó, pero Juan Pablo, aunque también sufría, se mantuvo firme en su decisión.
El día de la despedida estuvo cargado de lágrimas y abrazos desesperados. Lauren, con el alma rota, intentaba grabar cada rasgo de su esposo en su memoria. Sus hijos, de apenas cuatro años, lloraban sin entender del todo el significado de aquella partida. Juan Pablo trató de mantenerse fuerte, pero sus ojos enrojecidos lo delataban. Cuando finalmente abordó el avión, no pudo contener más el llanto. Porque los hombres también lloran, y a veces, las lágrimas son la única forma de purificar el alma.
Exactamente un año después de la partida de Juan Pablo, Lauren recibió la peor llamada de su vida. El repique del teléfono resonó en la casa, y por un instante, su corazón se llenó de esperanza. Pensó que era su esposo, como casi todos los días, llamando para contarle cómo estaba. Pero esta vez, al otro lado de la línea, solo encontró muerte.
La voz al teléfono era formal, distante. Le informaban que su esposo había caído en combate. Que había sido un héroe. Que no había cuerpo que repatriar, pero que se llevaría a cabo una ceremonia en honor a aquellos valientes soldados que dieron su vida por el país.
Pero ¿de qué le servía a ella esa maldita ceremonia? ¿De qué le servía que su esposo fuera condecorado si ya no regresaría? ¿De qué le servían las palabras de aliento, el reconocimiento, los títulos póstumos, cuando su gran amor estaba muerto?
El mundo pareció desmoronarse a su alrededor. Un grito ahogado se formó en su garganta, pero no salió. Sentía que su pecho se desgarraba, que su corazón se rompía en mil pedazos. La rabia, la frustración y la impotencia la invadieron como una tormenta. Juan Pablo se había ido. Y lo peor de todo es que lo había elegido.
Por un instante, lo odió. Lo culpó por haberlos dejado, por haberse aferrado más a su vocación que a su familia, por haber ignorado sus súplicas. Pero ese rencor se desvaneció cuando miró a sus hijos. Nátali y Santiago, con apenas cinco años, la observaban con ojos grandes, buscando en ella una respuesta, una certeza, algo que les hiciera entender por qué su padre nunca volvería.
No podía derrumbarse. Por más que quisiera rendirse, no podía. Sus hijos dependían de ella. Tenía que seguir adelante.
Aún en contra de sus convicciones, asistió a la ceremonia. Se desarrolló con toda la parafernalia esperada: discursos ensayados, rostros solemnes, palabras de honor y sacrificio. Pero para Lauren, todo aquello no era más que una farsa. Un espectáculo vacío. Hablaban altos mandos, funcionarios y políticos, cada uno con su tono afectado, repitiendo frases como "entendemos su dolor", "su esposo fue un héroe", "su sacrificio no será olvidado".
Pero ellos no entendían. Nadie entendía.
Con la diplomacia que se esperaba de ella, aceptó las medallas, el reconocimiento, incluso el título póstumo de general que le otorgaron a Juan Pablo. Pero cada palabra, cada aplauso, cada gesto condescendiente le revolvía el estómago.
Horas después, cuando por fin terminó aquel absurdo circo, regresó con sus hijos a casa. A un hogar que ahora se sentía más vacío que nunca. A un hogar donde Juan Pablo nunca volvería.
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Diez años han pasado, pero el recuerdo de Juan Pablo sigue vivo en Lauren. Aquel hombre al que juró amar y respetar hasta que la muerte los separara aún arde en su alma. Ni el tiempo ni la ausencia han logrado apagar el fuego de ese amor, que sigue doliendo como el primer día.
Mes tras mes, recibe la pensión que le corresponde por la muerte de su esposo, pero nunca ha tocado un solo peso. Para ella, ese dinero es el precio que el mundo puso a la vida del hombre que amaba, y no puede aceptarlo. En su lugar, ha decidido guardarlo para el futuro de sus hijos. Algún día, ellos decidirán qué hacer con él.
Pese al dolor, Lauren no se dejó vencer. Con esfuerzo y determinación, creó su propia empresa de productos capilares, un negocio que con los años ha crecido hasta convertirse en una de las mejores del sector. Más que un éxito personal, lo ha convertido en una causa: da empleo a mujeres cabeza de familia, madres solteras que, como ella, han tenido que enfrentarse solas al mundo. Algunas son viudas, otras cargan con el peso de haber amado al hombre equivocado, pero todas comparten la misma lucha diaria por sacar adelante a sus hijos.
Además, encontró en el yoga un refugio y una forma de sanar. Su antigua flexibilidad como porrista en la escuela le permitió convertirse en instructora, y con el tiempo, cada clase se transformó en una terapia personal, un espacio donde reconstruirse desde dentro.
Con sacrificio y valentía, sacó adelante a sus hijos, superó la depresión y posicionó su empresa entre las mejores. Pero en el camino, dejó atrás una parte de sí misma. Se entregó por completo a su rol de madre y empresaria, cerrando las puertas al amor. Pretendientes no le han faltado, pero a todos los ha rechazado cortésmente, sin darles la más mínima oportunidad de insistir.
Ahora, con quince años, sus hijos la aman y la apoyan incondicionalmente. Han crecido viendo la fortaleza de su madre y la admiran por ello. Pero también desean verla feliz. La animan a rehacer su vida, le dicen que aún es joven, hermosa y una mujer excepcional.
Lauren, sin embargo, se niega. Aun con la aprobación y el aliento de sus hijos, no está lista para dejar entrar a alguien más en su corazón. Porque, aunque Juan Pablo se haya ido, el amor que siente por él sigue tan vivo como siempre.
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Este es mi nuevo proyecto, le voy a poner todo mi empeño, haré lo posible por actualizar todos los días, así ustedes no le pierden el hilo y el interés a la historia y me apoyan más, esta historia estará en un concurso y dependo totalmente de su apoyo, por favor no olviden al final de cada capítulo dar me gusta, claro está, si creen que lo merezco, también pueden dar regalos y votar, todas estas opciones aparecen al final de cada capítulo o en la pantalla de inicio de la novela, pero es menos tedioso al final de cada capítulo. Sin más que decir, les agradezco inmensamente por estar leyendo de nuevo una de mis historias, cada día crecemos más como familia, nuevos integrantes llegan y eso me hace muy feliz.
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Un día a sus clases de yoga llegó un alumno nuevo, un hombre realmente apuesto, pensó ella. Pocas veces alguien llamaba su atención, pero este sin duda lo había hecho. Lauren no ha estado con ningún hombre en ningún sentido desde que enviudó, por supuesto que ha visto hombres apuestos, pero no le interesaba ningún tipo de relación, ni seria y mucho menos ocasional.
Pero este hombre es realmente impresionante, 26 años aproximadamente, alto, quizá un metro noventa de estatura, cabello negro un poco largo, cejas negras gruesas, ojos verdes, unos labios carnosos y sensuales, nariz totalmente simétrica con su rostro, una mandíbula perfecta. Comenzó a bajar con su mirada y notó que la manzana de Adán del hombre subió y bajó, siguió descendiendo con su escrutadora mirada y unos fuertes brazos sobresalen de la playera sin mangas, un torso marcado se deja notar debajo de esa tela, sigue bajando se encuentra con una discreta pantaloneta que tapa un poco más de lo que le gustaría, pero unas piernas bien trabajadas se abren paso por las mangas, regresó su mirada de nuevo hacia arriba y de nuevo ese movimiento de la manzana de Adán se hizo presente, ella inconscientemente, en un acto reflejo, se mordió su labio inferior y subió un poco más, para encontrarse con una descarada sonrisa y unos ojos que la miran sin parpadear, "¡trágame tierra y escúpeme en Inglaterra!" fue lo que pensó al darse cuenta de que el dueño de ese cuerpo al que había estado mirado descaradamente y sin pudor, se había enterado de todo.
En un intento por salir de tan bochornoso incidente, comenzó su clase sin mayores preámbulos, no entiende qué fue lo que le pasó, ella suele ser tan discreta, obviamente no es la primera vez que ve un hombre guapo, "¡pero sí la primera que se lo come con la mirada!", le recrimina su conciencia, es la primera vez que no muestra pudor al observar a alguien.
Desea que a ese hombre no le agraden sus clases para que nunca más regrese, o que se haya sentido tan incómodo que quiera estar lo más distanciado posible de ella, claro que hasta podría denunciarla por acoso y eso sería algo muy vergonzoso de explicarle a sus hijos, pero no quiere tener a ese hombre cerca, el cual sería una deliciosa tentación todo el tiempo, quizá necesita colágeno, pero mejor lo toma en tarro.
Lauren termina su clase deseando con todas sus fuerzas que aquel hombre se marche rápido y no vuelva nunca, pero nada más lejos de la realidad, el hombre no solo piensa seguir tomando las clases, sino que se queda hasta que todos los demás se han marchado, una vez están solos el hombre se acerca, Lauren teme que el hombre le reclame por su descaro, pero se lleva una gran sorpresa cuando sucede todo lo contrario.
–Me gustó mucho la clase, solo que tengo un inconveniente, a veces me queda un poco difícil este horario, ¿será posible que me dé clases privadas? –el hombre habla mirando sin disimulo los labios de Lauren.
Ella está pasmada, ese hombre quiere clases privadas, ¿acaso no le importó que ella le haya hecho rayos x, resonancia magnética y cuanto examen se le ocurra?, no puede aceptar, o mejor dicho, no debe aceptar, no es sano tener esa deliciosa tentación tan cerca.
–No doy clases privadas, de hecho soy una mujer sumamente ocupada, el único espacio que tengo es este, es una pena que no puedas seguir asistiendo –dice Laurent con fingida lástima, realmente eso es lo que más desea, no volverlo a ver nunca, pero las cosas no serán tan fáciles como ella cree.
–¿Quién dijo que no asistiré?, claro que lo haré y me convertiré en un alumno tan destacado que conseguiré esas clases privadas, eso te lo prometo, a partir de hoy las clases de yoga son mi actividad favorita, te lo prometo, hermosa –dice el hombre al tiempo que se retira, un momento después se detiene y se gira hacia Laurent –por cierto, soy Máximo, ¡es un placer... conocerte!, ¡Laurent! __ Laurent no sabe si está enloqueciendo, alucinando, o qué tiene, pero su nombre en los labios de aquel hombre suena... Sexy, tentador y hasta excitante. Y no está equivocada, Máximo deliberadamente puso su voz más ronca para pronunciarlo y provocarla.
Laurent no puede evitar mirarlo mientras se marcha, esos glúteos perfectos y duros son como un imán para sus ojos, así pasa hasta que él desaparece por la puerta, pero el tema no es solo físico, hay algo en él que le llama la atención, emana un aura de seguridad que lo hace endiabladamente interesante, la ha dejado con un problema un poco embarazoso, su cuerpo ha reaccionado ante esta inusual presencia masculina.
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Al día siguiente, Laurent está muy temprano preparando todo para su clase como todos los días, de repente escucha esa sexy voz pronunciar un escueto "buenos días", ella de verdad anhelaba con todas sus fuerzas que él no asistiera, aún está avergonzada, pero ahí está parado, oliendo a jabón de baño y a un masculino champú y con un café en la mano que no tarda en ofrecerle.
Los nervios la hacen actuar torpemente, por lo cual, casi se va de cara contra el suelo, pero Máximo logró atraparla antes de que esto ocurra, el hombre nota lo que causa en ella, así que decide ponerse a ayudarle a poner las colchonetas para los ejercicios, lo que menos quiere es incomodarla, aunque está feliz de darse cuenta de que no le es indiferente.
Laurent hace su mejor esfuerzo para concentrarse en la clase, aunque al principio se le dificulta un poco, luego con una buena técnica de relajación que hace para todos logra dejar las preocupaciones a un lado y da de manera profesional su clase.
Al terminar, nuevamente Máximo se queda esperando a que todos se marchen, Laurent comienza a recoger las colchonetas y él le ayuda, cuando terminan de ordenar todo, Máximo la invita a desayunar, ella trata de negarse, pero de verdad tiene hambre, además las palabras de sus hijos y de su amiga Pilar diciéndole que se abra de nuevo al amor llega a su cabeza, así que contra todo pronóstico acepta la invitación.
Máximo la lleva a un bonito restaurante, al llegar, el dueño sale y lo saluda efusivamente, Máximo los presenta, el dueño del restaurante es un gran amigo suyo, un chico Boyacense de unos 25 años muy amable, les ofrece el desayuno típico de su región y ellos aceptan. Un rato después y con el estómago lleno, salen del lugar despidiéndose de Julián y prometiendo volver.
Máximo se ofrece a acompañarla a su casa, pero Laurent en realidad debe ir a su empresa, así que le pide que la lleve al salón de yoga; en el lugar le agradece por el desayuno y se despide. Cada uno toma su camino, con una sonrisa dibujada en los labios y los ojos iluminados ante las nuevas sensaciones.
Laurent termina un día más de trabajo, es un día pesado, recibieron muchos pedidos, pero extrañamente se siente relajada, sale en su carro y se va a su casa; al llegar saluda a las chicas: su hija Nátali, que se encuentra haciendo tareas con su mejor amiga, Nadia.
- Hola niñas, ¿que tal su día?, las voy a invitar al cine ¿vamos? _ Laurent se acerca a ver qué es lo que hacen.
- Hola mami, muy bien, pero no podemos aceptar tu invitación _ responde Nátali, dándole un beso a su madre.
- Hola Lau, es verdad, tenemos un montón de tareas, es un trabajo larguísimo, pero ya hemos avanzado bastante _ habla Nadia contenta.
- ¡Ah, es una pena!, quería salir a hacer algo, ¿Santiago no ha regresado del entrenamiento? _ Laurent le pregunta a su hija.
- No mami, dijo que se demoraría, porque va a llevar a comer helado a su flamante novia _ Laurent mira a su hija de manera interrogante al escuchar que habla con fastidio sobre la novia de Santiago.
- ¡Uy sí, esa pesada!, no sé Santi que le ve a esa engreída _ añade Nadia con molestia.
- Un momento, señoritas, ¿por qué se expresan así de esa niña? _ Laurent no está de acuerdo en que hablen así de una mujer, quiere saber qué es lo que pasa para que ellas lo estén haciendo.
- Mami, como dirías tú "no nos da buenas vibras", es que creo que mi hermano es su vida, el problema es que tiene más vidas que un gato _ Laurent casi soltó una carcajada ante las palabras de Nátali, pero si eso es verdad le preocupa que su hijo salga lastimado.
- Además, Lau, Patricia es una creída de lo peor, se cree estrato veinte y mira a los demás como si fueran desechos, no me cae nada bien, ojalá Santi abra los ojos pronto y termine esa absurda relación _ Nadia pone sus ojos en blanco al hablar de la novia de Santiago y es que además de que Patricia realmente es como ellas dicen, Nadia tiene un interés especial por el hermano de su mejor amiga, pero él siempre la trata como si fuera una hermana más.
- Niñas, me preocupa lo que me cuentan, voy a hablar con Santi en cuanto llegue y por cierto ¿qué tienen que hacer? _ Laurent decide cambiar de tema, se ha dado cuenta que la conversación es bastante desagradable para las chicas.
- Tenemos que entregar un trabajo escrito en hojas de block con las normas APA sobre el cuerpo humano: sistema linfático, óseo, muscular, circulatorio, reproductor, etc. _ responde Nátali concentrada en su trabajo.
- ¡Qué profesor tan abusivo!, no debería ponerles ese trabajo tan largo, ¿acaso cree que es la única materia que ven? Apenas es la primera semana del año lectivo, no me quiero imaginar los trabajos que les pondrá más adelante, ojalá hagan pronto la primera asamblea de padres para quejarme _ dice Laurent molesta, ella piensa que no deberian poner tanta tarea para la casa, el tiempo libre debería ser para pasar en familia, hacer deporte, o cualquier actividad que a los chicos les guste, pero hay profesores que abusan.
- Lau, por favor no trates mal a mi profesor, yo hago todos los trabajos que sean necesarios, el profe de Anatomía manda y yo obedezco, ese hombre no está como quiere, sino como le da la gana _ Nadia habla con sus ojos iluminados, ¡su profesor es tan sexy!
- ¡Por Dios, Nadia!, ¿qué es esa forma de expresarte?, no deberías hablar así de tu profesor _ reprende Laurent a la chica.
- Mami, Nadia tiene razón, el profesor es guapísimo, hasta a ti te gustaría, está al nivel de Nick Bateman, Chris Evans, Henry Cavill, es como lo describen mis libros favoritos _ Laurent escucha impresionada lo que dicen las "niñas".
- ¡Ustedes y sus hormonas alborotadas!, ya decía yo que era extraño que con semejante trabajo tan largo y ustedes no estuvieran rezongando. El profesor debe ser bastante mayor que ustedes, así que mucho cuidado, uno no sabe con qué tipo de personas pueda estar tratando, no quiero que se arriesguen, mantengan la distancia con ese profesor _ las chicas asienten ante el consejo de Laurent, no son las únicas que están deslumbradas por el atractivo del profe, pero saben que solamente lo pueden admirar de lejos, son conscientes de que aún son unas niñas para pensar en algo con él.
Laurent se retira a la cocina a preparar algo de comer, pone música, un poco de todo: vallenato, pop, rock, popular, merengue, champeta, etc.
Las niñas siguen concentradas en su trabajo, hasta que Nadia es quién se da cuenta de algo y se lo expresa a su amiga.
- Nati, tu mamá hoy está extraña, diferente, está como más contenta de lo habitual, escúchala cantando, creo que algo le pasa _ Nadia mira hacia la cocina, conoce a Laurent desde que tiene uso de razón, su madre es la mejor amiga de ella, así que las dos familias han pasado mucho tiempo juntas, por esta razón siente diferente el comportamiento de Laurent.
- No es la primera vez que la escuchas cantar y además, modestia aparte, lo hace muy bien, igual que bailar, así que no veo lo extraño en eso _ Nátali también mira a la cocina, ella está acostumbrada a ver y escuchar a su madre cantar y bailar mientras hace los quehaceres, pero Nadia logró sembrar una pequeña duda en su amiga.
- Sí, lo sé, pero hoy es diferente, ¿no habrá conocido a un hombre que le hizo latir el corazoncito? _ esta chica no piensa dejar esto por la paz, quiere el chisme completo.
- ¿Tú crees?, nada me haría más feliz, ella se merece un hombre que la ame y la cuide, ya ha sacrificado mucho por mi hermano y por mi, es hora de que viva su vida de mujer, no puede quedarse el resto de la vida llorando la muerte de mi padre _ desea de todo corazón la felicidad de su madre.
Nátali y Santiago han hablado del tema, saben que una de las razones por las que su madre no ha tenido ninguna relación amorosa son ellos y aunque ella se ve feliz con la vida que lleva, sienten que le falta revivir esos sentimientos.
Nadia solo asiente al ver que Laurent ya les trae los sanduches y la leche achocolatada, Laurent pone los refrigerios en la mesa, las chicas se lo agradecen y ella se va a su habitación para dejar que ellas se concentren en lo suyo, la imagen de ese hombre tampoco la deja en paz, quiere volver a verlo aunque no sea lo correcto.
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