Justo cuando mi único brazo libre impulsa la corrediza puerta metálica una fuerte mordida en mi tobillo izquierdo me obliga a soltarme y caer de espaldas al suelo, a un par de metros de las vías, lo cual consideraría una fortuna pues las ruedas me habría triturado las piernas o la cabeza, sin embargo la breve sofocación y el punzante dolor solo me hacen desear golpear el rostro de quien provoco mi caída.
Luego de toser un par de ocasiones e intentar incorporarme torpemente, el brillo del elegante cable y el húmedo calor de la sangre escucho un suave y fingido silbido de sorpresa con unas firmes pisadas en el pavimento.
-Esa sí que fue una dura caída. No creíste de verdad que el truco de dejarme a oscuras te iba a funcionar en este mundo ¿o sí?-dice una grave voz desde las sombras.
-¡Muestrate!- le ordeno.
De forma veloz y aterradora aquella silueta termina en el suelo con su cuerpo sobre el mío mientras sus ojos y aliento flaquean a mis sentidos siendo envuelta por la sorpresa del movimiento pero siendo sustituido por el miedo debido a que ha atrapado mis muñecas con sus manos.
-No pensé que estuvieras tan desesperada por librarte de mí, ¿acaso ya no te agrado?-pregunta con lentitud y cinismo a mi oído dejando que su respiración acaricie mi pómulo y parte del cuello mientras el cable y el metal aprisiona con mayor agresividad mi piel.
-¿Qué hacemos ahora, señor?- pregunta uno de ellos.
Centinela observa su entorno en silencio para ordenar al grupo que se retiren y suban al resto de presas que han logrado capturar.
-¿Qué hay de ella?
-Súbela- ordena Centinela
Justo cuando las manos del conductor se posan sobre el hombro y cintura de Lyoth, esta comienza a retorcerse de forma instintiva, teniendo la esperanza de defenderse de su agresor pues, si el final era inevitable, ella no se iría sin luchar.
-¡Maldita sea, sigue consciente!- dice el conductor alejándose para no recibir algún nuevo golpe.
Centinela deja escapar un suspiro y con un veloz movimiento logra sujetar la cabeza de Lyoth y colocar el filo de la hoja de su navaja en el cuello de la chica.
-Si quieres volver a ver a los tuyos, será mejor que cooperes con nosotros- le susurra.
Al oír esas palabras, Lyoth detiene su forcejeo, quedando solo la mitad de su rostro a la vista de Centinela aún observándolo de forma desafiante.
Él observa atentamente ese brillante ojo lila que tenuemente es cubierto de lágrimas y envuelto levemente por mechones cafés, sangre y crecientes moretones.
De todas las presas que he cazado, pocos han mantenido aún ese brillo en sus ojos. Piensa.
-¿Y bien?-pregunta Centinela ejerciendo más presión en el cuello de la joven-¿cooperas o no?
Tras un leve silencio Lyoth parpadea un par de veces para evitar que las lágrimas salgan de sus ojos y de forma cansina responde afirmativamente inclinando su cabeza.
-Excelente- dice Centinela guardando su navaja y liberando la cabeza de Lyoth para, seguidamente levantar a la joven y arrojarla a la cajuela.
Derrotada. Lyoth solo puede sentir como es alzada cual costal y visualizar rápidamente como el resto del grupo se dispersa por el lugar, guiando a algunos humanos hacia los otros autos o limpiando rastros de su presencia para luego ser presa del dolor al caer de espaldas sobre el frío metal de la cajuela y vislumbrar a Centinela para quedar en silencio y la oscuridad de la inconsciencia.
Tras aquel golpe, la silueta de Centinela había desaparecido y Lyoth paso a formar parte del océano infinito de oscuridad. Sin ruido, sin forma, sin arriba o abajo y el silencio que en lugar de traer paz a su ser, solo le acompañaba una creciente desesperación.
¿Habré muerto ya? Se preguntaba la joven mientras flotaba sin rumbo en aquel abismo.
De pronto unos murmullos provenientes de todos los lugares y a la vez ninguno se hicieron presentes; en un inicio no entendía lo que decían, pero conforme estos se acercaban, sus palabras fueron poco a poco más entendibles, entre ellas pudo distinguir;
"Bájale" "asegurar" "ingresar"
Y de un momento a otro, aquella oscuridad infinita fue retrocediendo para dar paso a una tenue luz que era acompañada de una silueta y el creciente dolor en su espalda alta y cabeza junto a destellos de luz que lentamente dibujaron el cambiante lienzo de la realidad; un camino de tierra, el aroma a bosque y aire puro seguido del andar de unas botas negras que andaban a su lado y el no tan suave mecer de su persona cuál costal de papas.
Por un breve instante la joven se preguntó si continuaba en el limbo de los sueños provocado ante el "amable" dormitar que le habían inducido tras su captura, pero para su no tan afortunada suerte el golpe que dió su cuerpo contra el frío y duro suelo acompañado por dolor le hizo volver a la realidad.
Lyoth estaba despierta, consciente y extrañamente aún viva pero eso no mejoraba su situación. Después de todo... ¿Que podia hacer?
Desconocía su ubicación, el entorno o al posible número de enemigos que se encontrarán en el perímetro.
quédate quieta.debes ganar tiempo. se dijo mientras intentaba aguzar sus sentidos y percibir sus alrededores.
Los segundos se convirtieron en minutos y Lyoth sintió que los minutos se volvieron horas al no percibir más que el silencio siendo acompañado momentáneamente por su respiración y su ritmo cardíaco luchando por mantenerse en calma al igual que su creciente instinto por desatar sus muñecas para no ser descubierta en caso de estar siendo vigilada pero;¿ y si realmente no había nadie? ¿o quizás...la estarían observando desde algún lugar lejano?
sea cómo fuere, en algún momento tendría que "despertar" de su inconsciencia, no podía quedarse así para siempre.
¿Que puede ser peor? "despertar" en medio de nada? o ser "despertada" por ellos?. Se cuestiono la joven aún en el suelo, pero sea cuál fuera su decisión de todos modos el resultado seguía siendo incierto.
Acabemos con esto.
Lyoth poco a poco abrió sus ojos y los fue adaptando a la tenue luz dando paso a una habitación de lo más sencilla; dos puertas, una por la que seguramente la habían ingresado y la otra (un poco más pequeña) quizás era para hacer sus necesidades fisiológicas en privado, no había ninguna ventana o sistema de aire como en los edificios en los que había entrado tras su llegada a aquel mundo, por ende no podía saber si era de día o de noche. pero a juzgar por la falta de luz artificial, quizás todavía era de día.
La joven se incorporó con dificultad debido a que sus muñecas estaban atadas tras su espalda y sus piernas tenían un ajuste doble en los tobillos y por arriba de la rodilla.
Al descartar la idea de ponerse en pie, Lyoth se sentó con dificultad hasta que pudo recargarse en una pared que le permitía mirar hacia la puerta.
Atrapada como un pez. pensó
Tras lo que pareció un eterno silencio, Lyoth se preguntaba que sería de ella o que habría Sido de su pueblo. en aquel mar de interrogantes, el recuerdo fugaz de la amenaza de Centinela irónicamente le devolvió la esperanza.
si aún siguen vivos...entonces aún hay oportunidad de encontrar a los otros y escapar de aquí. Pensó
De pronto el eco de unos pasos se hizo presente al otro lado de la puerta seguido de un fragmento de sombra.
El cuerpo de Lyoth se tensó e instintivamente invoco una pequeña bruma violeta que evaporó las amarras de sus muñecas para, acto seguido, transformarse en una pequeña daga con una brillante hoja morada.
El chirrido de la puerta y la tenue luz que era eclipsada por aquella sombra que cerraba la puerta tan rápido como la había abierto hizo tensar aún más su cuerpo.
Ante ella yacía un hombre de treinta y tantos de aspecto aparentemente débil, vistiendo una bata blanca que hacía resaltar su oscuro cabello recogido cuidadosamente en una coleta de caballo, pero lo que más llamaba la atención del recién llegado eran sus ojos de un rojo tan intenso como las rosas.
El hombre miro los alrededores de la habitación hasta posar su mirada en Lyoth.
-Oh. ahí estás.- dijo con indiferencia.
-¿q-quien eres tú? ¿dónde estoy?-pregunto ella sin dejar de mirarlo y tensando la daga en su mano.
-Es tu nueva casa. te llevaré a conocer a los demás- respondió el hombre con falsa ternura en su voz y extiendo su brazo para intentar tocarle el rostro
En un veloz movimiento Lyoth saco su daga violeta y apuñaló el antebrazo del hombre al momento que cortaba la amarra que la mantiene inmovilizada de sus rodillas. si tan solo hubiera Sido más rápida en desatar sus tobillos...no habría terminado de cara al suelo retorciéndose como un pez fuera del agua luchando por respirar pues su oponente de alguna manera fue mucho más rápido.
-Gracias. ahora tendré que cambiar de bata.-Dijo él sujetando la cabeza de Lyoth
La joven no dejaba de retorcerse intentando quitarlo de encima maldiciendo por lo bajo y observándolo con todo el odio.
El hombre suspiro.
-Parece que tendremos que hacer esto por las malas. Bueno, mejor para mí. Hace más divertido mi trabajo- dijo al momento que sacaba una jeringa con un líquido negro que inyectó directo en el cuello de Lyoth.
La chica continuo luchando hasta que el creciente ardor que le había provocado aquella inyección hizo que su cuerpo se tensara cuál tabla y perdiera su voz.
una vez el hombre se levantó, la tomo en brazos y coloco en la cama la cuál tras un leve chasquido metálico se levantó e inclinó hasta quedar a la altura de una silla y nuevas amarras envolvieron su manos, torso y tobillos.
-Ven. te llevaré a conocer a los otros- dijo el hombre de ojos rojos mientras empujaba la camilla hacia el exterior de aquel cuarto.
El pinchazo fue rápido, cómo el piquete de un mosquito. Y claro, cuando estás luchando por escapar, ese tipo de cosas no sueles sentirlas hasta que la descarga de adrenalina se desvanece. Por desgracia ese no fue mi caso; el calor y el ardor del líquido que aquel hombre introdujo en mi cuerpo me hizo sentir como si un río de fuego se extendiera por todo mi ser, acompañado por escozor y la rigidez que llegó como un látigo invisible que entumece todo tu cuerpo. Intenté gritar, pero mi voz se había desvanecido.
El hombre de ojos rojos se levantó con calma y celeridad; se acomodo la bata manchada y desato su cabello dejando al descubierto una cascada oscura que le llegaba por debajo del hombro, para momentos después atarlo de nuevo en una cola de caballo se alejo de mi campo de visión durante unos segundos para, seguidamente, teclear algo y tras un bip el sonido de unas llantas acompañados por sus pasos se detuvo a un costado mío.
Intenté mirarlo pero sentía que mis ojos se saldrían de sus órbitas si los movía más de la cuenta debido a la rigidez que me habían provocado, así que solo mire hacia la pared que tenía frente a mi. Gritando internamente por ser tan tonta y no haber actuado rapido. Creo que, tan alto gritaba mi mente que no sentí el momento en que el hombre de ojos rojos me tomo en brazos y con algo de dificultad logro sentarme y atar mis extremidades en aquella silla.
-Ven. Te llevaré a conocer a los otros- me dijo al momento en que empujaba la silla hacia la puerta para salir de la habitación.
Ante nosotros se extendía un largo pasillo cubierto por una fila de luces artificiales que titilaban al ritmo de los pasos de Ojos Rojos y una serie de puertas similares a la mía, bueno, de dónde me habían sacado y de las cuales golpes secos y ecos de gritos lejanos se hacían presentes.
¡Tienen prisioneros!
El miedo a lo desconocido se convirtió en frustración y después en rabia con pequeños matices de esperanza que me género aquella situación.
En lo profundo de mi ser intentaba reunir energía para sacar a mi cuerpo de ese doloroso trance, soltar mis amarras y desaparecer a Ojos Rojos para intentar liberar a los demás. Sin embargo, la voz de la razón (¿o sería la resignación?) junto con el brusco frenar de nuestro avance me hizo volver a la realidad.
Ante nosotros se alzaba una puerta negra, no mayor a dos metros y casi tan ancha como para que entrarán cuatro personas relativamente delgadas.
Ojos Rojos avanzo y quedó entre la puerta y yo.
-Espera aquí.- dijo con su tono indiferente mientras me daba la espalda.
Si mi cuerpo no estuviera rígido y atado, esa habría Sido una buena oportunidad para atacar...
maldita sea ¡¿porque mi energía no fluye?!
Tras unos pitidos y un sonido metálico la gran puerta se abrió, dando paso a un gran cuarto circular, dónde mi pesadilla pronto comenzaría.
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