Las lágrimas de Lía caían una a una mirando el reloj que se posaba en su muñeca. Sabía que no había vuelta atrás, tenía que marchar pues su padre se lo había suplicado casi de rodillas, sentía como su corazón dolía y se desgarraba era la primera vez que se separaba de su familia.
-Hija, mi pequeña Lía, perdóname porque tú estás sufriendo por mi culpa, soy un mal padre y un mal hijo.
Dijo aquel hombre, Kun Liu era el padre de Lía, él había emigrado de China hacía 20 años atrás, salió de su país con la intención de conocer muchos países, cuando llegó a México conoció a Laura Castillo de quién se enamoro a primera vista, y dejo todo para hacer su vida en ese lugar, incluso a sus padres, él se sentía mal porque sus padres se estaban volviendo viejos y él no podía ver por ellos. Fue así como convenció a Lía de irse a China. Pero aquella decisión estaba matando a la chica por dentro.
Lía miró a su padre que tenía los ojos rojos de tanto llorar, todos estaban sufriendo por aquella separación, era la primera vez que ella los dejaría por un largo tiempo.
Le sonrió a su padre y dijo con su voz quebrada. -No tiene porque llorar, yo estaré bien, prometo cuidar de mis abuelos lo más que pueda.
-Lía debería ser yo quien se fuera.- La chica abrazo a su padre muy fuerte, pues sabía que él se estaba sintiendo culpable, pero no le reprocharía nada, aquel hombre era su padre y lo amaba.
-No te preocupes por mí, yo estaré bien, te lo prometo.- Fingió una sonrisa para que su padre se sintiera más tranquilo.
Lía miró nuevamente las manecillas del reloj y sabía que el momento estaba cerca.
En aquel gran aeropuerto llegó un anuncio que significaba que había llegado el momento de partir.
"Todos los pasajeros con destino a la República China, favor de pasar abordar el avión".
Laura se acercó a su hija y la arrollo con sus brazos, su corazón de madre estaba sangrando de tanto dolor.
-Mi pequeña cuídate mucho, nosotros te esperaremos siempre, no olvides abrigarte, comer bien y estudiar. Mi Lía, mi pequeña Lía.- La mujer la soltó y sus ojos estaban rojos de tantas lágrimas.
-Mamá, solo prométeme que me vas a extrañar.
-Y cómo no hacerlo, si eres mi vida.
Alex Liu el hijo mejor de esa familia, tenía 11 años y entendía perfectamente lo que pasaba, su hermana mayor marchaba por un largo tiempo.
La chica tomo sus maletas y sin mirar atrás camino con pasos firmes pero con el corazón destrozado. Lo hecho, hecho estaba.
Muchos recuerdos aparecieron en su memoria. Incluso una leve sonrisa se mostró en su rostro, al recordar cuando su tía Andrea Castillo hermana gemela de su madre supo que se iba del país, se asombro tanto, y lo primero que le dijo es que jamás se enamorara de un Chino, ya que años anteriores ella lo hizo, lo cual solo fue engañada por aquel hombre y la dejo embarazada.
Lía no pensaba en enamorarse de nadie, ella solo quería enfocarse en estudiar y regresar a su amado País.
Abordo el avión, sin duda su padre le había escogido un excelente lugar. Ella podía observar las luces de su amada ciudad, todo se quedaba en ese lugar, pues ella tenía que partir. Dejar su familia y a su gran amiga Karla la dejaba sin aliento.
Tanto llorar la dejo si energía que después de un tiempo se quedó completamente dormida.
Después de más de 20 horas de vuelo había llegado a su destino, al lugar que sería su ciudad por algunos años.
Tomo sus maletas y camino hacia la salida, cada paso que daba se acercaba a un multitud de gente que estaba esperando a sus familiares.
Cuando su vista se poso en dos ancianos que sostenían un cartel entre sus manos que decía "Bienvenida Lía Liu" aquel cartel estaba escrito con los carácteres del idioma de ese país, lo cual ella entendía perfectamente pues su padre se encargó desde que nació que ella aprendiera el idioma, al final de cuenta su padre la había preparado para ese preciso momento.
La chica corrió con sus maletas y se puso delante de los dos ancianos y una sonrisa se mostró en su rostro.
-Abuela Mei, Abuelo Tao, soy Lía.
La abuela Mei al ver a su nieta sus lágrimas se hicieron presente y la llevo a sus brazos, ella contaba las horas para ver a su nieta desde el día que le habían dado la noticia que se iría a estudiar a China.
-Lía, mira que linda que estás, mi nieta me da tanta alegría que estés aquí.
-Abuela Mei.- Quizás ir a ese país no era tan malo, su abuela mostraba demasiada felicidad al ver a Lía y eso llenaba su corazón.
-Lía, bienvenida, mira que grande estás no pensé que fueras tan linda.
-Abuelo Tao, gracias por venir a recibirme.- La chica lo abrazo, siempre pensó que irse de México era lo peor que le había pasado, pero nunca pensó que estar con sus abuelos no era tan mala idea.
-Vamos Lía a casa. -Lía sonrió a su abuela y asentó con la cabeza.
Lía tenía 18 años, y era la primera vez que veía a sus abuelos en persona, siempre habían hablado por teléfono y luego por videollamadas, pero era muy diferente y aquel recibimiento cálido que le habían dado hacía que su corazón doliera menos.
Ella a pesar de tener sangre china, no lo parecía, todos sus rasgos era de una hermosa latina, ya que tenía mucho parecido a la mamá de su mamá, a su abuela Rocío.
Lía tenía unos ojos grandes expresivos de color café oscuros, sus pestañas largas y quebradas, su nariz pequeña respingada, sus labios no eran gruesos ni delgados con un color rosa carmín, su cabello era de color negro y espeso con unas ondas que se formaban al final de este, medía 1.57 cm de altura, era delgada con una pequeña cintura, pero sus caderas eran de toda una latina.
Los abuelos y Lía se dirigían a la salida del aeropuerto, cuando vieron entrar a una multitud de personas que vestían de negro, en eso ella entendió que eran guardaespaldas.
Cuando vio entrar a un hombre que vestía elegantemente con un traje sastre hecho a su medida de color negro, sus zapatos de cuero, el hombre llevaba unas gafas oscuras que no puedo apreciar bien su rostro, pero sin duda sus facciones estaban muy bien hechas.
La chica lo siguió con la mirada, cuando el hombre se quitó aquellos lentes, se asombro ese hombre era guapo, tenía unos rasgos no completamente chinos, ya que sus ojos no estaban completamente rasgados, de un color avellana y su nariz era perfecta para su cara, sus labios delgados.
En ese momento casi se choca, cuando su abuelo lo evitó. Regreso su mirada al hombre quien ya había desaparecido de su vista.
Ella despertó de su encanto. Cuando subieron a la camioneta blanca de abuelo y se dirigían a la casa de los abuelos.
Tragó saliva y preguntó. -Abuela Mei, aquel hombre que vimos ¿Es una celebridad?
Su abuela lo había visto pero no le había prestado la atención necesaria. -No sabría decirte eso, casi no sé de los famosos.
Lía se sintió decepcionada ante esa respuesta, pero era lógico, su abuela no tenía el tiempo ni la edad para estar enfocada en los artistas de ese país, pero sin duda Lía tendría el tiempo necesario para buscarlo en Instagram.
Iban por el centro de la ciudad cuando un hermoso edificio se hizo presente, sus pisos y estructuras se veían dominantes.
Su abuelo se percató y dijo -Ese edificio pertenece a la familia más poderosa del país.
Lía solo sonrió y no dijo más.
Llegaron a la casa de los abuelos, le dijeron cual sería su habitación, ella se sintió conmovida, el lugar estaba recién pintado de color lila, ya que era su color favorito.
La chica acomodó su cosas en su nuevo espacio. Le gustaba ir ayudar a sus abuelos en el restaurante de comida tradicional que poseían, el jet lag no había sido tan difícil de superar.
Habían pasado 2 semanas de haber llegado a ese país, lloraba a escondidas y trataba de hablar diario con su mamá, el proceso estaba siendo muy duro, pero estaba poniendo todo de ella porque sus abuelos no lo merecían.
Sin darse cuenta era el momento de ir a la escuela, una noche antes se acostó con los nervios hechos un desastre, el día de ingresar había llegado y empezaba la cuenta regresiva para regresar a su país.
Lía se había levantado temprano para arreglar todo antes de iniciar sus clases.
Cuando salió de su habitación su abuela había preparado un rico desayuno para ella, la chica se sintió muy conmovida por ese gesto.
-Ven, desayuna antes de que te vayas. -Dijo la abuela terminando de poner la mesa.
La chica se sentó y se dispuso a desayunar, su abuela la miro muy complacida, a Lía le traía recuerdos, su madre siempre le hacía un rico desayuno para desearle éxito en su primer día de clases, y ahora su abuela había hecho exactamente lo mismo.
-Todo estuvo muy rico, pero tengo que irme.
La chica se despidió de su abuela y salió de la casa.
Su abuelo Tao se había encargado de enseñarle el camino a la escuela con mucha anterioridad. Así que sabía con exactitud cómo dirigirse en esa gran ciudad.
Iba en el autobús y su mirada se poso en que aquel gran edificio, sin lugar a dudas aquel edificio le daba una vista preciosa a toda la ciudad, aunque estaba rodeada de muchos edificios con estructuras fenomenales, no opacaban al que estaba junto en el centro de todos ellos.
Después de un gran recorrido llegó a su destino, la gran entrada de aquella institución era enorme, eran muchos edificios, diferentes canchas para hacer deportes, una gran cafetería. No había dudas porque ese país era tan elogiado en la educación.
Miró su horario y se dirigió al edificio que le correspondía. Cuando caminaba observo un BMW llegar al lugar, de aquel lujoso auto bajo una chica delgada, de ojos rasgados, sus facciones muy lindas y con su cabellera larga, lacia y con un negro intenso. Su ropa se veía muy cara y un bolso de edición limitada.
Lía después de observar siguió su recorrido, cuando llegó al fin al aula que le correspondía entro. Cuando entro aquel lugar todos se quedaron viéndola muy extrañamente, debido a que la chica que acababa de entrar era muy diferente a ellos.
Al notar las miradas de sus compañeros, Lía se sintió muy nerviosa y busco un lugar cerca de la ventana. Estaba ocupando su espacio cuando entro al lugar la misma chica que había bajado del auto anteriormente.
La chica de cabellera negra camino hacia donde estaba ella, y pregunto. -¿Está ocupado este lugar?
Lía miró a la chica quien preguntaba por el asiento que está a justo a lado de ella. -No, no está ocupado.
La chica dejo sus cosas y se sentó, cuando una voz del otro lado del salón se escuchó.
-No lo puedo creer, Miriam Wu y yo seremos compañeras.- En tono de burla se acercó a las chicas, Lía no entendía lo que pasaba, pero esta otra siguió hablando. -No sé que haces aquí, si tú eres una buena para nada.
Miriam puso los ojos en blanco y fingió un sonrisa. -En realidad no se qué haces aquí Hanna, alguien como tú sin cerebro no será capaz de sobrellevar la carrera.
-Cállate Míriam, tú... -En eso entro la maestra que decía buenos días. Hanna no tuvo más remedio que regresar a su lugar.
Las chicas tomaron sus asientos, la maestra pidió una pequeña presentación de cada uno de los alumnos.
Empezaron las presentaciones, Lía al principio tenía mucho pánico el pensar que no le entendería a sus compañeros, pero no fue así, su padre había sido un excelente maestro para ella enseñándole el idioma, y estar con sus abuelos y apoyando en el restaurante le era de mucha ayuda, en ese momento se sintió bendecida.
Cuando llegó el turno de compañera.
-Mi nombre es Miriam Wu, agradezco la oportunidad de estudiar en esta prestigiada institución. Espero cuiden de mi.- Después de decir esas palabras la chica hizo una pequeña reverencia.
Lía miró que era su turno y se puso un poco nerviosa y se levantó de su lugar.
-Soy Lía Liu Castillo, es un placer para mí estar aquí, espero y cuiden de mí.- Las últimas palabras las había copiado de sus compañeros y había hecho la reverencia como todos.
La maestra se le quedó viendo y preguntó. -¿De dónde es usted señorita Liu?
Lía la miró pues se disponía a sentarse pero se quedó parada. -De México.
-¿Qué hace usted aquí? De tan lejano lugar.- Todos sus compañeros la miraban, ahora entendían porque ella no era igual a ellos.
-Soy de padre Chino y madre Mexicana, he venido aquí por petición de mis padres para reconocer mis raíces.
Aquellas palabras complacieron a la maestra, no debía indagar en la vida de los alumnos, pero aquella chica le había causado curiosidad.
Las clases transcurrieron tan tranquilamente, no había nada de que preocuparse, Lía se sentía bien pues hasta ese momento no tenía problema alguno.
Se disponía a salir del edificio cuando una voz sonó detrás de ella.
-Señorita Liu.
Lía volteó y era aquella chica delgada que se acercaba a ella. Cuando llegó delante de ella dijo. -Lía Liu, soy Miriam Wu, somos compañeras de clases.
Lía sonrió y respondió. -Hola Miriam. Claro que te recuerdo.
-Disculpa que te hablé pero me ha causado curiosidad que no seas de aquí.
-Creo que es evidente que a la mayoría le causó la misma sensación.
Miriam ante ese comentario sonrió. -Qué te parece si mañana comemos algo juntas.
-Claro, está bien.
-Muy bien Lía, nos vemos hasta mañana.
Miriam se despidió y se alejo para subir a su auto que estaba justo enfrente de ellas.
Lía se dispuso a ir a la parada para tomar el autobús para ir a la casa de sus abuelos.
Miriam iba en su auto, y pensaba que a pesar de pertenecer a la familia más poderosa del país, nadie la miraba con buenos ojos, todas las personas que se le acercaban y la utilizaban para obtener algún beneficio, y ella se deprimía, quería tener a alguien en quien confiar, tenía a su madre pero ella quería a una amiga que la quisiera por lo que era, no por lo que tenía.
Cuando escucho de Lía tuvo cierta curiosidad, aquella chica era nueva en el país, entonces se quiso acercar, hasta que tuvo el valor necesario para hacerlo.
Iba intentar ser su amiga, pero sin decirle nada de su procedencia. Ella soñaba con una cómplice que la quisiera por ser ella.
Miriam llegó a la mansión Wu y cuando ingreso al lugar, observo a su madre quien estaba sentada en la sala de estar.
-Miriam, que gustó que estés de regreso.- Dijo la mujer cerrando el libro que leía.
-Madre. -Dijo la chica abrazando a su madre. Sandra era muy afectiva con sus hijos, pues ella era Francesa y no era como las madres de ese país. Pero se había casado con un Chino.
Miriam tenía las facciones de su padre, mientras el hijo mayor era más parecido a su madre.
-¿Cómo te ha ido?- Preguntó Sandra de manera curiosa haciéndole señas a su hija que se sentará junto a ella.
-Muy bien. He conocido a una chica, que me agrada mucho.
Sandra sabía que su hija nunca había experimentado la amistad en nadie, y le dolía mucho que siempre sufría. -Miriam, no quiero que nadie más te lastime. Nadie merece tus lágrimas, cuando siempre ha sido muy noble y buena, hija mía.
-Sé que no lo hará, déjame conocerla.
Miriam le explicó a su madre lo que haría, ya que empezaría hablar a Lía, después le diría. Ya que no quería ser utilizada por nadie. Pero primero quería conocerla bien. Sandra no dijo nada más y la abrazó, al final era su hija y estaría para ella en todo momento.
Lía por otro lado había llegado a la casa de los abuelos, el primer día de clases no había sido tan malo. Después de terminar de hacer tarea, se fue ayudar a sus abuelos al restaurante.
Cuando la vieron llegar se sintieron muy felices de verla. Ella los saludos y se dispuso a atender a las personas que llegaban a cenar.
Cuando la puerta se abrió entro un chico que muy alegremente saludo a los abuelos.
-Señores Liu, buenas noches.
-Miguel Man, que gustó tenerte aquí.
-He extrañado su comida Señora Mei.- La abuela sonrió ante ese comentario.
-Ho, Miguel te acuerdas que te dije de mi nieta que vendría a estudiar, ya está con nosotros.
La anciana señaló a Lía quien llevaba en sus manos una orden a una de las mesas del restaurante.
Miguel al verla se quedó sin palabras, aquella chica era muy hermosa.
Lía se acercó cuando terminó de servir.
-Abuela Mei ya casi es hora de cerrar.
-Lía quiero presentarte a uno de nuestros vecinos, Miguel Man.
Lía miró al chico, quien aún la observaba. -Mucho gusto Miguel. Soy Lía Liu.
El hombre la miro y recobró el sentido. -Mucho gusto Lía.- Miguel miró a la abuela y dijo que se tenía que retirar, lo cual lo hizo rápidamente. Ver a Lía le había dado una sensación muy rara.
Lía no presto atención y siguió ayudando.
Una hora después habían cerrado el restaurante y se dirigían a casa, pues tenían que descansar para el día siguiente.
Lía se dirigía a la universidad y como siempre aquel edificio la hechizo. Aquella vista era muy agradable ante sus ojos.
Cuando llegó a la escuela, Miriam se encontraba en la puerta del lugar.
-Buenos días.- Dijo Lía acercándose a la chica.
-Buenos días. Disculpa mi atrevimiento pero te he traído un café, me encanta esta cafetería y como eres nueva aquí, es necesario que pruebes esto.- Extendió su mano entregando aquel vaso.
Lía se sintió muy extraña y le dijo. -No era necesario que lo comprarás. Pero gracias.- La chica tomo aquel café en sus manos.
Amabas entraron al edificio, cuando llegaron a sus lugares Hanna las miró y puso unos ojos en blanco.
-No me digas que ya andas comprando compañía.- Le dijo a Miriam de manera sarcástica.
-Hanna en serio no quiero pelear, mi mañana ha sido agradable para que la quieras arruinar, aunque viendo tu cara todo se ha arruinado.
-Eres una estúpida.
A Lía le molestaba la actitud de Hanna, la miro. -Creo que ya estás demasiado grande para hacer escenas tontas como las que tú estás haciendo.
Hanna la miró y sonrió de manera sarcástica. -¿Quién te crees tú para dirigirme la palabra?
Lía estaba por responder pero la presencia de un maestro se hizo presente, eso significaba que se tenían que calmar, pero para Hanna no había terminado.
Miriam y Lía desde ese momento empezaron hablar, Lía no sabía por qué Hanna había dicho lo de comprar amistad, pero no iba a preguntar esas cosas que no le competían. Desde ese momento las chicas empezaron su amistad, estaban compartiendo clases, tiempo juntas, comían y se apoyaban en lo que no entendían.
Habían pasado ya 3 semanas, y a pesar de todo las chicas lo estaban asimilando muy bien. Miriam llevaba todas las mañana aquel café, Lía se estaba acostumbrando a aquella bebida. Sin duda Miriam le hacía muy agradable la escuela y no se sentía sola.
Un día como siempre Miriam se dirigía a la mansión Wu.
Sandra regaba sus plantas cuando su hija llegó.
-Madre, he decidido decirle a Lía, no sé que ocurra pero no puedo fingir algo que no soy. Sé que ella no es ninguna tonta, pero prefiero ser honesta.
La mujer dejo la regadera y se acercó a ella. -¿Crees que es el momento?
-Si, no quiero que mi amistad crezca con una desconfianza, y pasará lo que tenga que pasar.
-Miriam, soy tu madre, nunca olvides que me tienes a mí.- Abrazo a su hija y ella se sintió bendecida de tenerla.
La noche había llegado para aquel lugar. La chica cenaba con sus abuelos cuando llegó un mensaje a su cel.
Miriam: Lía, me gustaría que mañana vinieras a comer a mi casa.
La chica miró a sus abuelos y la abuela Mei pregunto. -¿Sucede algo?- La mujer esperaba la respuesta de la chica.
-He, una compañera de la universidad me ha invitado a comer.
Los abuelos se quedaron completamente asombrados, ya que creían que Lía no hablaba con nadie, ya que nunca habían escuchado mencionar a alguien.
-Creo que deberías ir Lía. -Dijo el abuelo Tao.
la abuela Mei tomo la mano de Lía. -Me alegra mucho por ti mi niña. Si quieres ir tienes nuestro permiso, solo nos mandas la dirección.
-Gracias, pero no quiero ir.
Aquella respuesta dejo a los abuelos impactados, entonces motivaron a la chica a que fuera. Ella después de tanta insistencia mando su respuesta aceptando ir a comer.
Miriam estaba muy felíz, su madre Sandra quien la veía rogaba con que todo saliera muy bien.
Al día siguiente Lía se despidió de sus abuelos, les recordó que no llegaría a comer debido a la invitación de su nueva amiga.
Miriam como todas las mañanas esperaba a Lía con su café en la entrada.
-Gracias por aceptar la invitación de comer en mi casa.
-Gracias por invitarme.
Las chicas recibieron cada una de sus clases, horas después se sintieron aliviadas de que el día estuviera casi terminando.
Miriam era una chica que lo había tenido casi todo, se dice casi todo porque le habían hecho falta 2 cosas, pasar tiempo con su padre, a quien veía a lo mucho 3 veces al año, y una amistad limpia y sincera.
Su maldición como ella lo llamaba era haber nacido en una familia extremadamente poderosa, lo cual hacía que solo las personas la utilizarán para beneficios propios, pero la llegada de Lía a su vida, había encendido la esperanza de conocer una muy buena persona que viera cada una de sus cualidades.
Ambas chicas se dirigían a la casa de Miriam, Lía le había le pedido la dirección para mandársela a sus abuelos, los cuales al leer la ubicación se asombraron, ya que en ese lugar solo estaban las mansiones de gente poderosa. Pero no dijeron nada, solo le pidieron a la chica que se cuidara.
Lía iba perdida en sus pensamientos, no podía fingir aún el estar separada de su familia era muy difícil. se dejó perder por sus pensamientos, mientras Miriam estaba preocupada por la reacción de su compañera de a lado.
El portón de la gran mansión se abrió, Miriam toco el hombro de Lía y solo pronunció. -Hemos llegado.
Lía regreso a sus realidad, cuando vio estaba delante de una gran mansión. El chófer abrió la puerta y bajaron del auto.
Miriam tragó saliva y dijo muy nerviosa. -¿Estás asombrada?
Lía quien no entendía su pregunta, respondió. -¿Por qué debería estarlo?
-Vamos, entremos.- Miriam dirigió a Lía a dentro de la mansión.
Sandra esperaba a ambas chicas sentada en la sala de estar, cuando escucho la puerta de la entrada principal sabía que habían llegado. Se levantó y camino al encuentro.
-Madre, hemos llegado.- Dijo acercándose a su mujer.
-Bienvenidas.-
-Madre ella es Lía Liu, la compañera de la cual te he hablado tanto.
-Señora Wu, mucho gusto conocerla, Lía Liu. -Dijo la chica mientras se inclinaba.
-Mucho gusto Lía, es un placer conocerte, Miriam me ha contado mucho de tí. Ven pasemos a sentarnos.- Las tres mujeres caminaron a la sala de estar.
Lía observaba que Miriam tenía pequeños rasgos de su madre, pero no muchos, ya que Sandra tenía unos ojos que no eran rasgados y de color avellana, y su cabellera era castaña, quizás ella simplemente se parecía a su padre.
Sandra la miró y dijo muy alegremente. -Me han dicho que no eres de aquí.
-He, bueno mi padre es chino, pero mi madre es mexicana, he venido aquí a reconocer mis raíces, bueno al menos eso dice mi padre.
Miriam se rió y contesto. -Deberia hacer lo mismo que Lía, debería reconocer mis raíces, ya que mi madre es francesa, creo que es evidente que ella no es de este país.- Aquel comentario le daba muchas respuestas a Lía.
Sandra sonrió ante su comentario. -Lía me da gusto que estés en nuestra casa, y me da gusto que tú y Miriam se estén conociendo, espero y logren formar una amistad.
-Gracias señora Wu. Miriam sin duda me ha apoyado.
Sandra observó la sinceridad de Lía en sus ojos así que se sintió más tranquila, la chica no se veía mala.
Las mujeres pasaron a comer al gran comedor, Lía estaba muy cómoda ya que era muy educada. Las horas transcurrieron tranquilas y era momento de marchar a su hogar. Sandra le ofreció mandarla, ella se negó pero debido a la hora y que por ese lugar no pasaba el autobús accedió.
Miriam despedía a Lía y dijo muy preocupada.
-Gracias por venir.
-No tienes que agradecer, gracias a tí por invitarme a comer. Espero que puedas ir a comer a mi casa de la misma manera.
-Claro que sí.
La chica se despidió y subió al auto.
Cuando el BMW salía de la mansión, entraba un Lamborghini negro.
Cuando Miriam vio bajar al hombre del auto se dispuso a ir a dentro de la mansión.
Miriam y el hombre entraron a la mansión, Sandra que aún seguía en la sala de estar, miró que su hijo subía por las escaleras, se levantó y preguntó. -Sucede algo, ¿Por qué estás tan temprano en casa?- Decía temprano, porque el hombres jamás llegaba a esa hora, él se detuvo a mirar a su madre.
-Solo he venido por unos documentos que revisé ayer y se me han olvidado.-
-Gustavo, deberías de descansar, ya ni puedo verte, mi hijo ha cambiado mucho.
-Madre lo lamento, pero sabes que esto es más importante.-
-Somos tu familia, nosotros también somos importante. - Gustavo siguió subiendo las escaleras cuando Miriam hizo que se detuviera.
-Desde que ella se fue te has vuelto un ser sin sentimientos, nada te importa.-
-Miriam.- Gritó Sandra.
-Madre es cierto, Gustavo ha cambiado, eres otra persona, te desconozco por completo.- Miró a Gustavo, que la observaba con furia. -Si ella te hubiera querido, si realmente te amará jamás se hubiera ido, pero no lo hizo, no le importas en lo absoluto.-
Las últimas palabras retumbaron en los oídos de Gustavo, sintió como le hirvió la sangre pero tampoco lastimaría a su hermana. - Miriam espero que sea la última vez que me hablas de esa manera, tengo cosas más importantes que atender que pelear con alguien tan infantil como tú. -
Gustavo subió rápidamente, así como subió, bajo, salió y se marchó.
Ambas mujeres se fueron a la sala de estar, Sandra tomo las manos de su hija.
-Miriam sé que estás molesta, pero debemos de tranquilizar las cosas, es raro el día que Gustavo se queda en casa, no lo alejemos más. -Dijo Sandra de manera preocupada.
-Madre, lo lamento mucho, pero siento mucha rabia que no le importemos a Gustavo.
-Claro que le importamos, solo que ahora está muy ocupado.
-Lamentablemente cada vez se parece a Adolfo Wu.- Dijo Miriam con voz de enfado. Pero ese era el mayor temor de Sandra, que su hijo fuera igual que su padre. El silencio embargo la sala por unos momentos, pero decidieron cambiar de tema.
Las mujeres se pusieron a platicar de Lía, Sandra comento que le había caído muy bien, que parecía ser una buena chica.
Miriam se sentía feliz, no todo el día había sido malo, cuando una idea llegó a su mente, -Madre, será que me podrías dejar ir a la Ciudad P. con Lía- la mujer miro a su hija, era una idea completamente sin sentido.
-¿Pero cómo?
-Si madre, la señora Chani Fu está ahí.
Después de un rato de estar ahí convenció a su madre de ir, pero ahora solo tenía que convencer a Lía.
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