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Los Guerreros Dragones Elementales

Introducción

Un legado escondido. Un poder que despierta. Una aventura que cambiará universos.

Cuando Xelamg Iván Takeda pierde a su abuelo, el vacío que deja no solo está hecho de dolor: también de revelaciones, de promesas no pronunciadas y de señales que el mundo comienza a desplegar con una intensidad abrumadora. Lo que parecía el inicio de un duelo personal se transforma en un llamado ancestral que lo vincula con el agua, con memorias ocultas, y con un poder que había permanecido dormido… hasta ahora.

Los días que siguen a la pérdida se tornan extraños. Las paredes susurran, los espejos muestran visiones lejanas, y en sus sueños surgen símbolos que parecen más reales que la vigilia. Pronto, Xelamg descubre que su linaje guarda secretos milenarios, y que el dolor que siente es solo la puerta de entrada a un universo más vasto y complejo. Hereda mucho más que recuerdos: hereda una misión que lo supera por completo.

Pero el tiempo no juega a su favor. Sus hermanos han sido secuestrados por fuerzas desconocidas, y cada señal lo empuja hacia un destino que exige más de él de lo que jamás creyó tener. A pesar de no sentirse listo, debe despertar al Guerrero que habita en su interior, y aprender a dominar un poder vinculado al agua, capaz de sanar, transformar y revelar la verdad oculta en cada ser. El viaje no será solitario.

A su lado está Tenshing, su primo marcado por una maldición emocional que se manifiesta en tormentas internas y cicatrices invisibles. Tenshing no solo lucha contra criaturas externas, sino contra memorias que lo fracturan desde dentro. Su presencia es tanto una fortaleza como una advertencia: en este nuevo mundo, no hay batalla más difícil que la que se libra contra uno mismo.

También aparece ella: una presidenta estudiantil que, bajo su apariencia serena, oculta secretos imposibles. Conectada a fuerzas que ningún manual escolar podría explicar, su guía se vuelve indispensable… y peligrosa. Entre ellos tres se forma un triángulo no solo de estrategias, sino de afectos, lealtades y heridas compartidas.

La dimensión que habitan comienza a fracturarse. Portales entre mundos tiemblan, se alteran, y los dragones guardianes —creadores de equilibrio y protectores del flujo emocional— corren el riesgo de desaparecer para siempre. Lo que antes era leyenda ahora respira, amenaza, exige respuestas.

En esta historia, amistades se forjan bajo presión. Los poderes elementales despiertan al ritmo de emociones que antes se ignoraban. El romance no es una distracción: es una chispa que ilumina lo más profundo. Las decisiones imposibles se vuelven cotidianas. Resistir, aquí, no significa únicamente pelear. Resistir es sentir, confiar, perdonar, y transformarse desde las cenizas que el duelo dejó.

Xelamg no solo deberá aprender a dominar el agua como elemento. Deberá entender que el verdadero poder no está en atacar, sino en fluir. Que el agua no solo cura… también revela. Revela verdades, dolores, vocaciones, legados ocultos. Revela quién eres, incluso si aún no lo sabes.

Así comienza esta saga: con un corazón roto, una misión imposible, y un universo que se reconstruye gota a gota. ¿Estás listo para sumergirte?

Prologo

Dicen que cuando el equilibrio se rompe… el alma del mundo llora.

Hace miles de años, la Tierra no era solo roca y agua. Vibraba en armonía con la magia de los elementos, como si cada montaña respirara, cada río cantara, cada árbol guardara un secreto. El planeta era un ser vivo, un corazón palpitante de energía ancestral. Y cuando ese corazón latió con fuerza, nacieron diez seres extraordinarios: los Guardianes Elementales.

No eran dioses, ni simples humanos. Eran híbridos, forjados con espíritu de dragón y alma de estrella. Cada uno custodiaba un poder esencial: fuego, agua, aire, tierra, planta, energía, metal, vacío, luz... y oscuridad. Unidos por un pacto sagrado, vivieron como sabios y protectores. No gobernaban, no imponían. Enseñaban, curaban, equilibraban. Eran leyenda y realidad a la vez. Sus nombres eran susurrados por los vientos, sus hazañas grabadas en las montañas, sus rostros ocultos en los sueños de los niños.

Durante siglos, los Guardianes mantuvieron el equilibrio entre los mundos visibles e invisibles. Su presencia era sutil pero poderosa. Los volcanes dormían bajo el canto del Guardián del Fuego. Los mares danzaban al ritmo del Guardián del Agua. Las raíces crecían con la bendición del Guardián de la Planta. El metal respondía al llamado de su guardián, y hasta el vacío tenía voz en su silencio. Cada uno era un pilar, una nota en la sinfonía del universo.

Pero la oscuridad no se contenta con observar.

Cuando los humanos comenzaron a hundirse en el egoísmo, la codicia y la guerra, el Guardián de la Oscuridad —el más introspectivo y enigmático de todos— perdió la fe en ellos. Su poder, antes profundo y protector, se volvió sombra. Ya no buscaba equilibrio, sino dominio. En su desesperación, selló a la Luz, su opuesto y hermano, corrompió a sus compañeros y desató el desequilibrio. Las dimensiones se fragmentaron. El tiempo se distorsionó. El mundo se quebró.

Las tierras se volvieron hostiles. Las criaturas mágicas se ocultaron. Los portales entre mundos se cerraron. Y los Guardianes supervivientes, debilitados y perseguidos, ocultaron su esencia en artefactos sagrados. Reliquias imbuidas con su poder, esparcidas por tierras olvidadas, esperando que un nuevo linaje —uno puro, uno digno— los despertara. El pacto no estaba roto, solo dormido.

Los siglos pasaron. El mito se desvaneció en los libros olvidados, en las canciones que ya nadie canta. Las ciudades crecieron sobre ruinas sagradas. La magia se convirtió en superstición. El rugido de los dragones se apagó… o eso creían.

Pero el alma del mundo nunca olvida.

En una aldea cubierta de nieve, donde el invierno parece eterno y el silencio guarda secretos, una marca comenzó a brillar. Primero fue un susurro en el viento. Luego, un sueño compartido por los ancianos. Y finalmente, una luz azulada que emergió en la piel de un joven.

Un joven de mirada profunda, de pasos silenciosos y corazón inquieto. Su nombre es Xelamg Iván Takeda. Vive entre montañas heladas, rodeado de leyendas que nadie cree y de un pasado que nadie recuerda. Pero su sangre guarda memorias antiguas. Su alma vibra con el eco de los dragones. Y su destino está escrito en el agua.

Xelamg no lo sabe aún, pero cada paso que da lo acerca al despertar de los Guardianes. A la verdad oculta tras los espejos del tiempo. A la batalla que decidirá si el mundo vuelve a cantar… o se hunde para siempre en la sombra.

Porque cuando el equilibrio se rompe… el alma del mundo llora.

Y esta vez, su llanto ha despertado algo que llevaba siglos dormido.

Su historia apenas comienza.

Dolor del pasado

Hace mucho tiempo, los Diez Guardianes Elementales protegían el equilibrio del mundo.

Pero cuando Oscuridad se alzó contra sus hermanos, selló a la Luz y desató el caos.

Los artefactos sagrados fueron escondidos...

Y el legado quedó dormido.

Hasta ahora.

La nieve caía como un susurro del pasado.

En una aldea olvidada por el tiempo, bajo un cielo gris y silencioso, un niño de diez años abría la puerta de su casa y salía al frío. Sus pasos crujían sobre el hielo, pero su mirada estaba llena de asombro.

-Wow... qué linda está la nieve -murmuró Xelamg Iván Takeda, con los ojos brillando como si viera magia por primera vez.

Detrás de él, una figura anciana se acercó con paso lento pero firme. Su abrigo era grueso, su mirada sabia.

-¿Verdad que sí? -dijo el abuelo Shirou, sonriendo-. Pero escucha, Xelamg... algún día, tú serás quien proteja algo mucho más hermoso que esta nieve.

Xelamg lo miró, confundido.

-¿Más hermoso? ¿Qué podría ser?

El abuelo alzó la vista al cielo, como si recordara algo que ya no existía.

-El equilibrio del mundo. La vida misma. Cuando el legado de los dragones despierte en ti... lo entenderás.

-¡Métanse ya, por favor, chicos! -gritó la abuela Yuri desde la casa.

-¡Siii, Abuela Yuri! -respondieron ambos al unísono, riendo mientras corrían de vuelta al calor del hogar.

Esa noche, el fuego crepitaba en la chimenea.

Xelamg se acostó junto a sus hermanos menores, Jaison y Aiko. La habitación olía a madera y sopa caliente. Pero antes de dormir, una petición rompió el silencio.

-Abuelo... cuéntanos un cuento -pidió Xelamg.

-¡Siii! -gritaron Jaison y Aiko al unísono.

El abuelo Shirou se sentó junto a ellos, con una mirada que mezclaba ternura y gravedad.

-Muy bien... pero no es un cuento cualquiera. Es una historia real.

Los niños se acomodaron, atentos.

-Hace mucho tiempo, existían diez guardianes, mitad humanos y mitad dragones. Cada uno dominaba un elemento: Fuego, Tierra, Aire, Agua, Energía, Planta, Vacío, Metal, Luz... y Oscuridad.

-¿Oscuridad? -preguntó Aiko, con un leve temblor en la voz.

-Sí. Al principio, todos protegían el equilibrio. Pero Oscuridad... se cansó de ver cómo la humanidad destruía el mundo. Se volvió contra sus hermanos. Selló a la Luz, y corrompió a varios guardianes. Los elementos más puros -Agua, Tierra y Energía- fueron ocultados en artefactos sagrados. Tres valientes guerreros intentaron detenerlo... pero fracasaron.

-¿Y qué pasó con los artefactos? -preguntó Jaison.

El abuelo se levantó y abrió un compartimento oculto bajo el suelo. Dentro, tres objetos brillaban con una luz suave: una piedra azul, una esfera terrosa y un núcleo eléctrico.

-Pues... aquí están.

Xelamg se acercó, con los ojos muy abiertos.

-¿Así que... la historia es real?

Pero antes de que el abuelo pudiera responder, la puerta se abrió de golpe.

-¡Shirou! ¡La aldea... tienes que ver esto! -gritó la abuela Yuri, pálida.

El abuelo se puso de pie de inmediato. Afuera, una sombra oscura se aproximaba. El aire se volvió denso. El fuego parpadeó.

-Ya está aquí... -susurró Shirou.

Una figura emergió de la oscuridad. Envuelto en una capa negra, con ojos como abismos, el Guardián Oscuro entró en la casa.

-Cuánto tiempo sin verte, Shirou...

-¡No tendrás estos artefactos, Sombra! -gritó el abuelo, lanzándose al ataque.

-¡Puño de agua!

Una ola de energía azul impactó al enemigo, pero no fue suficiente. El abuelo cayó, herido. El Guardián Oscuro rió con crueldad.

-¿Eso es todo?

-¡Abuelooo! -gritó Xelamg, corriendo hacia él.

-Xelamg... -susurró Shirou, con su último aliento-. Tú eres el elegido. Protege los artefactos. Protege a tus hermanos... No dejes que caigan en sus manos...

-Ahora me llevaré a estos dos niños -dijo el Guardián Oscuro, y desapareció en la oscuridad con Aiko y Jaison.

Xelamg cayó de rodillas. La nieve comenzó a caer dentro de la casa, como si el cielo también llorara.

-¡Voy a acabar contigo! -gritó con desesperación.

Y en ese grito... algo antiguo despertó.

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