Hola, apreciados lectores. Sé que tengo varias novelas estancadas, me disculpo por eso. El día de hoy les traigo una novela que ya está a unos cuantos capítulos de culminarse, dicha obra, la hice para un concurso de otro plataforma, dónde nos daban el esquema completo. Por cosas equis, la plataforma cerró, así que puedo compartir con ustedes está novela.
No suele escribir mucho sobre este tema (mafia), pero espero que le den una oportunidad. Les agradezco de antemano y muchas bendiciones para todos. 🥰❤️
En una pequeña casa de los alrededores, Julio se encontraba revisando el televisor que un par de horas atrás le llevó uno de sus clientes. Su dolor de espalda era insoportable, y qué decir de su fuerte jaqueca, eso le recordaba que ya no era un jovencito. Su madre, una mujer mayor, le dejó un poco de comida en la estufa, pues salió a comprar algunas cosas para preparar la cena.
Había una lata de cerveza a medio tomar en su mesita.
Entonces, de forma sorpresiva, unos hombres llegaron a su casa, abriendo la puerta de una patada. Uno de ellos agarró un pequeño reloj, que marcaba las nueve de la noche, y la aventó al suelo.
Todo ese ruido hizo que él se asustara mucho.
—¡Sal cucaracha! —exclamó uno de los hombres, sin quitarse el cigarrillo de la boca.
Julio reconoció la voz al instante. Su frente comenzó a sudar de los nervios, su corazón latió con fuerza. Todo el efecto del alcohol había desaparecido.
—¿Si? —dijo en un hilo de voz, después caminó en dirección a los tipos.
El varón más alto se acercó a él y sin pensarlo le dio un fuerte puñetazo en la boca.
—¿Dónde está mi dinero? —cuestionó el otro sujeto de cabello rubio con una serenidad aterradora.
—Lo voy a juntar —respondió, al borde de las lágrimas, las líneas de expresión de su frente se marcaron más.
—Mira imbécil, me has dicho eso por mucho tiempo, yo no soy un juego.
—Lo sé, lo sé, pero por favor… —suplicó Julio.
—¿Por favor, qué? —se burló el tipo más alto.
—No me maten.
—¿Matarte? Eso sería tan fácil y aburrido —dijo el de cabello rubio—, lo que te haremos, si no pagas, va a ser más entretenido que solo acabar con tu mísera existencia. Tienes hasta mañana a esta hora.
El matón de cabello negro soltó tres puñetazos a Julio, dos en el rostro y el último en la boca del estómago.
El agredido cayó al suelo, sin aire, manchando todo a su alrededor de sangre.
El eco de una carcajada resonó en el lugar.
Estaba tan asustado que había mojado sus pantalones, esos tipos no eran de fanfarronear, así que debía ver qué haría para conseguir el dinero.
En ese instante, como una respuesta a todos sus problemas, Emily, su hija, apareció en la entrada de la puerta.
Al verlo tirado en el suelo, lleno de sangre, se acercó a él, intentando auxiliarlo.
—¡Papá!, ¿¡dime quién te ha hecho esto!?, ¿acaso han sido tus amigos del bar? —Emily fue hasta la pequeña cocina buscando algo con qué ayudar a su padre.
Julio se levantó del suelo como pudo. A su mente llegó el recuerdo de una propuesta que meses anteriores le hizo un buen amigo del burdel más “importante” del centro:
—Te doy cinco grandes por tu hija.
—Lo voy a pensar —había respondido Julio.
Lo que hubiera sido una simple broma, para él no. Ahora, ella parecía ser su tabla de salvación.
Emily se las ingenio consiguiendo lo necesario, necesitaba curarlo.
—Debemos ir al doctor —sugirió, limpiando con mucho cuidado la herida que su progenitor.
—No hay dinero —dijo a su hija con molestia. Luego le quitó el trapo y se comenzó a limpiar él mismo.
Emily resopló, incrédula de lo mucho que su padre la despreciaba, hasta en momentos como esos.
Tomó la lata de la mesita e ingirió de un jalón el líquido que aún quedaba. Luego se sentó en el sofá, una parte de él le decía que sería monstruoso entregar a su hija con tal de salvarse el pellejo, pero otra, le recordaba que Emily no le había ocasionado más que desgracias desde que llegó a su vida.
—Tengo un poco de efectivo guardado —confesó la chica. Ese dinero lo estaba ahorrando, ya que su abuela necesitaba medicinas.
El hombre se paró del sofá, le arrebató la bolsita con el dinero y se fue de allí.
Emily no pudo evitar llorar ¿Por qué su padre la odiaba tanto?
La respuesta a esa pregunta se remontaba veinte años atrás, el día de su nacimiento, que a su vez era el día en que su madre murió.
…
Compró otras latas de cerveza con el dinero que le había dado Emily. Caminó de prisa con el pequeño pañuelo color amarillo puesto sobre su herida. Solo le faltaban tres cuadras y al fin llegaría al famoso club 'Perversas', muchos sabían que tras la fachada de un simple centro nocturno, se escondía un burdel de “primera clase”, por así decirse, pues las mujeres que se “vendían” allí eran sumamente atractivas y si querías gozar de sus servicios debías pagar mucho dinero.
Él llegó a duras penas, agradeció el alcohol en su cuerpo, ya que este, lo hacía sentir entumecido.
El hombre de seguridad que resguardaba la puerta la miró con cara de pocos amigos.
—He venido a ver al señor Luigi —dijo con dificultad por la hinchazón de su labio.
—El señor Luigi no acepta indigentes —respondió con dureza.
—Vengo a hacer tratos con él —dijo—. Es sobre una chica que busca trabajo.
El guardia lo miró de arriba abajo.
—Si es así, que venga ella a hablar con el señor Luigi.
El hombre exhaló con pesadez, se quedaría afuera del lugar, sentado en la banqueta a esperar al señor Luigi.
Dos horas después, no había rastro del susodicho, el tipo estaba a punto de levantarse de la acera e irse a su casa, cuando de repente escuchó la voz de su salvador.
—¡No vuelvas a querer pasarte de lista! —Luigi le reclamó a una de sus trabajadoras, ya que un cliente se había quejado de ella.
Julio se puso sobre sus pies.
—Señor Luigi —pronunció con dificultad.
El aludido volteó a ver por inercia. La chica a la que regañaba aprovechó la distracción y entró de nuevo al lugar.
—¿Julio? —cuestionó con sorpresa, pues el hombre frente a él se veía muy hinchado del rostro y en la playera tenía manchas de sangre.
El hombre se acercó a él y le dijo:
—Vengo a pedir tu ayuda, necesito con urgencia cinco grandes.
—Yo no soy beneficencia pública —respondió Luigi con asco.
—Te puedo ofrecer a mi hija —sugirió—. No está tan mal y es virgen.
Luigi bufó algo incrédulo.
—La he visto y sí, es muy linda, pero dudo que le guste mi rubro.
—Te aseguró que lo hará.
Luigi lo pensó por un momento, había hermosas mujeres trabajando en el negocio, Emily no era de una belleza exuberante, aun así su rostro era bastante angelical, su cuerpo delgado le daba la apariencia de una chica de menor edad, ella era perfecta para cumplir el fetiche que querían sus clientes más depravados.
—Quiero a tu hija aquí y te daré el dinero —aseguró
—Mañana mismo —dijo Julio.
Después de eso, Luigi dio media vuelta y se fue de allí. El hombre caminó hasta su casa, la muchacha había preparado la cena, ya que su abuela no se sentía muy bien. Raquel, madre de Julio, era la única razón por la que Emily no abandonaba esa casa.
—Mañana quiero que me acompañes a un lugar —ordenó.
La joven asintió con la cabeza. Antes de irse a dormir, volvió a curar las heridas de su padre.
Al día siguiente, Julio se despertó muy de mañana, fue hasta el cuarto donde dormía su hija.
—No se te olvide hoy a las seis de la tarde.
La chica abrió los ojos y se puso lo primero que encontró, necesitaba preparar el almuerzo de su abuela.
No se le hizo extraña la petición de su padre, pues en ocasiones anteriores lo había acompañado a hacer reparaciones, ya que a este, le fallaba mucho la vista y era tan necio que no quería ponerse anteojos.
Al llegar la hora, juntos se encaminaron al lugar. En cuanto estuvo allí, Julio le dijo al guardia de su cita con Luigi. El hombre miró con asombro a Emily y los dejó pasar. Al entrar se sentaron en un pequeño sofá color negro, el olor a tabaco inundó las fosas nasales de la joven.
—Pasa —ordenó una mujer.
El hombre se puso de pie y fue en dirección a la oficina de Luigi, después de un par de minutos salió de allí.
Se sentó a lado de Emily y le dijo:
—Ayer fueron unos tipos a amenazarme de muerte, tengo que conseguir este dinero, en un rato el señor Luigi te dará indicaciones.
La jovencita no entendía muy bien lo que estaba pasando.
Julio salió de allí y se fue directo a su casa, lo único que quedaba era esperar a que Pietro y sus hombres fueran por el dinero. En cuanto llegó a su hogar le externó la noticia a su madre y esta, cayó al suelo de semejante impresión.
…
Emily se levantó de su asiento e intentó irse del lugar, uno de los guardias la detuvo.
—Tengo que ir a casa, mi abuela…
El tipo no la dejó terminar.
—Es propiedad del señor Luigi y saldrá solo cuando él lo autorice —puntualizó.
Arrugó el entrecejo. No creía lo que ese tipo le acababa de decir.
A los minutos salió, miró de arriba abajo a la chica y dijo:
—Muy básica, pero sé que encontraré quien pague muy buen dinero por ti.
—¿¡Qué!? —cuestionó la joven incrédula.
—¿Acaso no te explicó aquel imbécil a qué has venido? —Una carcajada salió de los labios del hombre—. Tu padre acaba de venderte, necesitaba salvarse el culo, ahora me perteneces.
La muchacha negó con la cabeza. Su padre podía ser muchas cosas, pero nunca creyó que eran tan malo como para hacerle eso.
—Yo puedo hacer aseo, sé lavar ropa a mano, cocinar, hago muchos postres, por favor llegamos a un acuerdo —suplicó ella.
—No me interesa hacer tratos contigo, mocosa, ahora cámbiate que un cliente muy importante ha pedido ver la nueva mercancía. —En sus labios se dibujó una sonrisa torcida.
La muchacha se rehusó a aceptar ese destino tan cruel. Tenía que haber una manera de salir de ese sitio.
—Si sigues así, iré y yo mismo mataré a la rata de Julio —amenazó—. Y deja de llorar que los clientes odian a las chillonas.
A la joven no le quedó de otra que obedecer.
…
Dentro del lugar estaba, Aziel Rinaldi, con un humor de perros, aún no podía creer las estupideces de su gran padre.
Su vista se posó en el montón de rostros de las mujeres que estaban allí.
«Tiene cara de mujerzuela», pensó, cuando una fémina le sonrió coqueta.
«Demasiada silicona»
«Muy corriente»
Y así una a una iba descartando a las chicas, era cierto que todo sería una farsa; sin embargo, no quería ser recordado como el capo que tomó por esposa a una ordinaria. Entre tantas muchacha debía haber una que fuera lo que él buscaba.
Entonces, la vio a lo lejos, una joven muy delgada, cabello castaño, nada voluptuosa, se veía linda, sí, pero muy común. Si la pudiera definir con una palabra sería “simple”. No existía comparación con las modelos con las que solía salir. Aziel Rinaldi se levantó de su asiento y fue hasta dónde habían llevado a la chica.
—Esta área tiene restricción —dijo una persona de seguridad, obstruyendo el paso.
—¿Me hablas a mí? —interrogó Aziel con burla—. No sé con qué derecho te atreves a siquiera dirigirme la palabra.
—Won —pronunció Luigi—. El señor Rinaldi es nuestro mejor cliente y ninguna área está restringida para alguien tan importante como él.
Aziel resopló, molesto. Entonces subió hasta el lugar de las “subastas”.
Se sentó y miró con curiosidad lo que estaba pasando. La chica de cabello castaño no dejaba de llorar.
Aziel de ladeó la cabeza, usando su imaginación dándose una idea de cómo se vería esa mujer con un vestido de novia.
—No está tan mal —pensó en voz alta.
La primera chica fue subastada, entonces, Aziel se puso de pie.
—Quiero a la llorona de cabello castaño —pronunció esas palabras con firmeza.
El corazón de la chica se iba a salir de su pecho.
—Aún no llegamos hasta ella, señor —informó el tipo encargado de la subasta.
Aziel arrugó la frente.
—A mí no me gusta esperar —soltó con molestia.
Luigi apareció de nuevo y aseguró que no había ningún problema, que él podía tomar a cuanta mujer quisiera.
—Solo a esa —dijo con asco.
Emily sentía que sus oraciones fueron escuchadas, pues el joven que la salvó no parecía ser un depravado como esos asquerosos hombres que la rodeaban, más bien, se veía malhumorado, quizá con él si podría llegar a un acuerdo, cómo fuese tenía un poco de esperanza, ansiaba poder librarse de eso. El recuerdo de su abuela inundó su mente, eso que vivía era una pesadilla y pronto iba a despertar.
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