– Duele – Luke, quien en su rostro denotaba dolor, gimió con pesar cuando una nueva onda nació en su vientre y se disparó por el resto de su estómago. La sensación le dejó un estupor que prontamente fue dejado de lado por una nueva oleada de dolor. Cuando supo que estaba embarazado realmente nunca llegó a pensar en cuán doloroso podría llegar a ser el proceso para traer a su pequeño retoño a aquel mundo frío y sin sentimientos.
– Aguanta amor, tienes que ser fuerte – Derek, vuelto un mar de nervios, habló. Miles de emociones pasaban por sus ojos. Sentía una profunda alegría por lo que pasaría a continuación, el surgimiento de una nueva flor que surgiría en sus manos entrelazadas con las de su Omega y sería preparada para poder ponerle cara al mundo y a todos los altibajos de emociones que la vida acarreaba consigo; sin embargo, también percibía un terror inhumano. Se lamentaba mil veces el suplicio por el que su Omega estaba atravesando, punzada tras punzada las sentía él en su corazón.
La expectativa estaba latente, el puro sentimiento del amor acompañado con el terror latía con dolorosa fuerza. Su pecho se oprimía y sentía los latidos erráticos de su corazón emocionado. La sala de hospital se veía lúgubre y demasiado blanca para su pensar, invitaba a una muerte desabrida y eso no le gustaba. Al llegar al hospital, con su Omega adolorido y sangrante en sus brazos, su instinto como Alfa estaba a tope; su lobo rasgaba en su interior pidiéndole que protegiera a su pareja, él mismo se encomendaba a todos aquellos santos a los que nunca les había rezado para pedirles por él, su pareja y su pequeño hijo. Aquel nacido de un amor poco tradicional pero verdaderamente fuerte.
En los pasillos la gente se quedaba viendo al líder de la manada con su pareja en la camilla; al saber del embarazo de su Omega se había encargado de abastecer y preparar el hospital más cercano a la mansión para que el concebimiento de su bebé no fuera demasiado tardado ni se encontrara siendo obstaculizado por alguna situación inesperada. La planta de arriba había sido desalojada desde hacía ya un mes, pues el Alfa se sentía ansioso al saber que otras personas estarían cerca de su pareja.
Puerta tras puerta avanzaban, en su estado actual estaba empezando a odiar a ese establecimiento por lo enorme que era. No se dio cuenta de en qué momento habían llegado a la segunda planta, no le importaba, lo único que quería saber era dónde estaba el maldito médico que había pedido estar libre para cualquier momento. La ira y miedo se mezclaban con su instinto e inestable capacidad de racionamiento.
– Médico – La palabra salió de entre sus dientes apretados y vio al pequeño enfermero hundirse bajo el peso de su voz. La mano que rozó su muñeca le hizo recordarse que no era el momento de perder la cordura, todavía necesitaba que su hijo naciera y que su pareja estuviera bien. Pero maldita sea que si no aparecía ese médico acabaría con ese hospital entero hasta encontrarlo para matarlo de la manera más dolorosa posible luego de hacerle atender a su adolorida pareja. Adolorida~ la palabra resonó en lo profundo de su interior y sus ojos mutaron para dar a conocer lo peligrosamente cerca que estaba de lo salvaje.
Cálmate~ la palabra se abrió paso en la espesura de su descontento con el toque de su pareja. Se calmó, cuando llegaron frente a la puerta de la sala de partos se le impidió el paso, su mano con vida propia agarro la muñeca de la pobre enfermera con demasiada presión, sus ojos observaban el dolor en el rostro de esta y el pesar le hizo soltarla. Más adelante le llevaron una bata, gorro, guantes y tapabocas con el fin de mantener el mínimo contacto con los pacientes en caso de enfermedades contagiosas.
Con rapidez se vistió y se encargó de darle una mirada mortífera al médico cuando este apareció listo para actuar. Ambos entraron a la habitación. No era diferente al resto del hospital, todo blanco e insípido. No le gustó, pero tampoco le puso demasiada atención a su entorno, lo más importante en ese momento era su pareja quien yacía en la cama con una constante mueca de dolor en su bello rostro.
Por otro lado, Luke, en su propia piel, no podía pensar en nada. Su parte animal le decía ~bebé~ hijo~ salvar~ palabras desordenadas y sin coherencia, pero que compartían un mismo sentimiento: miedo y emoción. No sabía cómo sería todo, suponía que su parto sería a través de una cesárea, ya que estaba cien por ciento seguro de que su cuerpo no era acto para un parto tradicional, y lo agradecía, prefería ser rajado y no sentir nada por causa de la anestesia a tener que hacer fuerza para sacar a su bebé de un pequeño hoyo por el que estaba seguro de que no pasaría muy fácilmente. Llámenlo cobarde, pero realmente nunca se preparó psicológicamente para algo como aquello. Él lo único que quería era estudiar y ser alguien profesional, un ejemplo a seguir; simplemente el orgullo de su papá. Pero no, las cosas no salieron como quería y todo había sido culpa del estúpido de su Alfa que en esos momentos sujetaba su mano. Por culpa de aquel hombre que había llegado a trucar su vida, no había podido lograr su objetivo. Pero aun así no se arrepentía y pensaba que aún tenía tiempo para lo demás, lo importante en ese momento era calmar a su corazón, el de su marido y las incesantes lágrimas que no dejaban de caer por su sudoroso rostro.
Al alzar la mirada se encontró con los ojos llorosos de su pareja. La sola imagen le enterneció y con su mano temblorosa alcanzó el rostro de su alfa para transmitirle todo el amor que tenía para darle.
Lo que pasó a continuación fue un borrón confuso, sentía movimiento en la parte baja de su cuerpo. No sintió la afilada lámina al perforar su piel, estaba mucho más entretenido con su propia confusión y el dolor sordo de su Alfa.
Sin embargo, todo sonido falleció al percibir los primeros signos de vida de su pequeño ángel. Al escuchar el llanto de su hermoso bebé todo en él se paralizó, una sonrisa tonta creció en sus labios y su instinto floreció. Sus ojos antes azules ahora brillaban en un tono plateado, su piel blanquecina palideció más de lo natural y todo en él gritaba: DAME A MI BEBÉ. Pero no fue necesaria su intervención, porque al segundo siguiente su retoñito yacía entre sus brazos. Piel con piel, el contacto con el fruto de su amor fue mágico. Ya no se trataba de él, de un hospital o de su estado actual; en su mente solo estaba la sonrisa ardiente de su bebé, los ojos alegres de su esposo, el toque de ambos y la presencia de sus lágrimas. Una felicidad inmensa cayó sobre él y se expandió por toda la habitación. Una en la que solo se encontraban 3 personas, unidas por un lazo inquebrantable, sólido y brillante; capaz de derrumbar los caprichos que el destino en su desdicha podría llegar a abalanzar sobre ellos.
Claro, sin que nadie lo notara, miles de flores nacieron el mismo día. El sol brilló con fuerza y el canto de la naturaleza se intensificó, feliz por la llegada de un nuevo hijo.
...
La naturaleza era rara, o quizás simplemente caprichosa; mientras que muchos sufrían por las pretensiones de esta, otros recibían su favor y vivían como reyes en un mundo que se supone; debía ser despiadado.
Durante siglos el planeta tierra se había encontrado con un sinfín de diferentes “Naturalezas”, era algo raro decir aquello, ya que realmente esta solo encarnaba en una persona y las diferentes etapas por las que pasaba el planeta no eran más que vivencias de aquel ser. Desde que el primer rayo de sol llegó a ese mundo en particular, día y noche se juntaron para dar vida a un solo ser. Sin embargo, grande fue su sorpresa al saber que, del fruto de su amor, miles de realidades nacieron. Montículos de piedra con infinidad de nuevas cosas en ellos, y es así el cómo de una vida nacieron miles más. No hablamos más allá de lo que el desconocido universo traía consigo.
Claro, siempre hay una razón por encima de cualquier hecho, y era ahí cuando el ser superior entraba en juego. De él todo lo existente llegó, su cuerpo albergaba todo lo anterior mencionado, él era vida y muerte, creación u destrucción. Él era todo, pero a la vez nada. Al inicio no era más que solo una conciencia inerte que no sentía ni pensaba, solo existía; pero conforme pasaba el tiempo los sentimientos nacieron en él y la tristeza guiada por la soledad albergó en su alma. Temeroso por su propia soledad, la llamada oscuridad, decidió traer un poco de luz desde sus más grandes anhelos y deseos, y con un poco de esperanza, la luz del sol floreció. Es de esta forma entonces, en la que el primer signo de vida diferente al suyo floreció dentro de él, y era simplemente maravillosa la sensación de calor en su frío cuerpo.
Cuando hablamos de esa entidad no le podemos llamar con un solo nombre, ya que realmente nunca había sido bautizado con uno; aunque, en la necesidad de una raza en particular por nombrar a todo lo conocido y desconocido, nacieron términos para referirse a dicho ser: Cosmos, galaxia, vía láctica eran algunos de estos; sin embargo, el que más se escuchaba era: Universo. En él habitaban un número indeterminado de seres y maravillas, pero había sido un tipo de ser el que más llamaba su atención.
Guiado por su curiosidad, había entrado en su propio cuerpo para explorar aquel lugar. Ya habíamos dicho que del día y la noche miles de realidades nuevas nacieron, pero la verdadera razón de esto se debe a un contacto más cercano de él con su primer hijo.
Cuando entró en el planeta que le llamaba la atención quedó maravillado con las diferentes formas de vida que encontró en su aventura, nunca se imaginó que de un simple contacto se desarrollaría una serie de consecuencias que resultaba ser tan espléndida. De esta forma, sus iris indescriptibles captaron la imagen de pequeños y grandes seres, verdes, amarillos. Un arcoíris de vida se vislumbraba frente a él. Pero su pesar radicaba en que él no era nada, pero lo era todo. No tenía identidad, pero no la necesitaba porque su existencia era única. Tanto así que cualquier ser que lo mirara huía despavorido por el frío intenso que irradiaba su cuerpo, y no era algo que pudiera controlar, se trataba solamente de su propia energía que salía de su cuerpo. O así le llamaba él a su propia extensión, ya que realmente no podría decir que tenía una forma física. Molesto por no poder hacer contacto con nada ni nadie, estaba decidido a acabar con todo y quedar en la soledad en la que estaba anteriormente. Total, si no podía disfrutar de la compañía de los demás, entonces para qué los tenía.
La energía que desprendía prontamente se estaba acrecentando, toda forma de vida cerca de él moría al instante de forma abrupta, él veía como los cuerpos caían y no sentía absolutamente nada. En su mente, si no estaban para complacerle, entonces simplemente no servían para absolutamente nada y debían ser erradicados, todos debía ser eliminados. Sus cuencas oculares reaccionaron ante un dulce tacto en su brazo y tuvo que bajar la mirada para observar a quien le tocaba.
La forma de vida inferior era por mucho muy agradable a la vista, solo un poco más baja que él, pero lo que más llamó su atención fueron sus hermosos ojos azules.
– Deja de hacer eso – le dijo aquel ser inferior.
No pronunció palabra alguna, pero escaneó a aquella figura e imitó de cierta forma su apariencia. No era igual, pero estaba hecho a semejanza del otro.
Cuando su cuerpo dejó de irradiar tanta energía demoledora, el ser inferior quitó su apéndice de su cuerpo y lo extendió hacia donde yacían los cuerpos sin vida. Como si nada estos se levantaron y siguieron su camino, sorpresivamente uno tuvo el valor de olfatearlo, pero cuando él le miró salió corriendo nuevamente. Estaba algo sorprendido por el acto de aquel ser mucho más inferior, pero sabía que todo eso se lo debía al otro ser inferior con capacidades especiales. Al voltear a mirarle se encontró con los ojos cristalinos de este y de esta manera sus primeras palabras abandonaron sus labios.
- ¿Qué eres? – no sabía si el ser inferior sería capaz de entenderle\, pero como el todo que era no tenía forma de comunicación exacta\, ya que\, como lo mencionamos\, él lo era todo.
- Mis hijos me nombraron naturaleza\, o luz también. Pero usted me puede llamar Luke señor universo – no entendió a lo que se refería con universo\, pero por la cara que puso supo que el ser inferior había notado su confusión. Y era sorprendente experimentar nuevos sentimientos y formas de vida en un corto periodo de tiempo\, porque no solo había dicho sus primeras palabras\, también había obtenido su primera forma física\, además de haber experimentado lo que se conoce como expresiones.
- No me gusta ese nombre – habló con toda la autoridad que en él recaía – llámame Derek.
...
Durante el inicio de los tiempos, cuando el planeta era solo un trozo de roca con nada sorprendente en él, las razas existentes salían de su escondite cuando los primeros rayos del sol iluminaban su entorno.
Durante el inicio de la mañana la calma inundaba el cuerpo del Omega. Ese día en específico se había despertado una hora antes para poder contemplar el bello amanecer. Era algo que solía hacer con su padre todos los sábados cuando solían tener los días libres. El fin de semana era sumamente importante para él, ya que podía compartir un momento con su padre. Recordaba que desde que era niño él le había platicado acerca de cómo se sentía con los primeros rayos de sol en su rostro, y fue desde ese entonces que él supo entender por qué el amanecer era tan valioso para su progenitor. Y todo se trataba de algo tan sencillo como un abrazo, con el paso del tiempo él mismo desarrolló aprecio por los primeros rayos del sol que acariciaban su rostro. Era algo como un abrazo cálido.
Desde la casa de su estúpido Alfa el paisaje era simplemente hermoso, podía ver desde ahí las montañas por donde salía el cuerpo celeste. En ese momento deseaba que su padre estuviera ahí acompañándolo, pero sabía que, aunque no estuviera ahí de forma física, muy probablemente estarían haciendo lo mismo y sintiéndolo también.
El cantar de las aves que adulaban sus tímpanos se vio abruptamente interrumpido por un fuerte llanto, extremadamente potente como para venir de un diminuto ser. Y dicho ser se llamaba nada más y nada menos que: Cahya, que había despertado de mal humor como ya era costumbre en él. Sonrió con profunda satisfacción cuando desde su lugar escuchó la voz de su Alfa llamándole desesperadamente, sabía que su Alfa no soportaba los sonidos agudos y Cahya tendía a llorar de una forma aguda y estruendosa. Ja, le daba mucha risa, ya que su marido era el más emocionado por tener un bebé y sabía que había veces en las que no se aguantaba un segundo con él en la misma habitación.
Después de unos segundos más de paz y tranquilidad decidió bajar a la que ahora era la rutina matutina en la mansión, era muy común que su hijo se despertara llorando por una u otra razón, y al entrar en la habitación en la que estaba él y su esposo, supo por el olor en el aire cuál era la razón de su desmesurado llanto.
- ¿Por qué no para de llorar? – preguntó su Alfa con una mueca de enojo\, desespero y preocupación al mismo tiempo-
Sonrió – No sé, adivina – haciendo referencia al olor con sus manos mientras pasaba por su lado para agarrar su toalla y algunos utensilios más.
Al llegar frente a su Alfa y su lloroso hijo, besó la pequeña frente del mismo a la par que ponía los pañales y demás cosas en los brazos de su marido. El último le miró confundido y él sonrió travieso cuando supo que su Alfa pretendía que él limpiaría al llamado fruto de su amor.
- Yo lo tuve meses en mi cuerpo\, le alimenté y llevé a todos lados. Ni siquiera sé si defecó dentro de mí – hizo una pausa en lo que buscaba su ropa interior – Así que mientras tú lo limpias yo me voy a bañar – agregando al final con una sonrisa triunfal.
- Pero tú eres su madre\, tú lo tienes que limpiar – habló el Alfa con el ceño fruncido.
Luke rio
– Tú eres el padre, además, yo nunca te pedí que me embarazaras – sonriendo con maldad pura cuando el ceño arrugado de su Alfa se intensificó.
Sin más que decir, se adentró en el baño, dejando a su lloroso niño en los brazos de su inexperto y desesperado padre. Era algo que los había cogido por sorpresa a ambos y había llegado para cambiar su vida para bien, aunque se despertaban en la noche porque a su pequeño bebé se le daba por despertarse a comer a horas no usuales, todavía podía decir que lo haría toda su vida de ser necesario. Con solo tener a su hijo entre sus brazos se sentía tan feliz, era una sensación tan difícil de explicar, pero podía jurar que sentía su pequeño corazón latir a la par con el suyo y con el de su marido. No lo podía asegurar, pero al tenerlo entre sus brazos, con su Alfa sosteniéndolo por la cintura o en su pecho, sentía una enorme tranquilidad y seguridad que nunca antes había experimentado.
Y era irónico, porque en su vida nunca pensó en llegar a experimentar eso que estaba sintiendo, pero sin dudas estaba feliz de lo que el destino le había preparado.
Y bien, aunque los métodos de su Alfa no habían sido los mejores, hablando de secuestro, podía decir que se dejaría raptar una vez más solo si se trataba de él. Era increíble todo el amor que había albergado en su pecho al cabo de dos meses, sabía la razón y aunque pensaba que todo eso de las parejas destinadas era absurdo y que todo ser vivo merecía el derecho de amar o no amar a quien se le diera la gana, no podía dejar de agradecer a la diosa luna por haberle regalado a una maravillosa pareja. Un estúpido Alfa, pero de sentimientos nobles y corazón de oro, dispuesto a trabajar por y para los suyos. Su manada y su familia.
Como el veneno rosa de su banda favorita, el amor había llegado a él para poseer su alma y alterar por completo sus sentimientos, llevándolo a un espiral de adicciones en donde el olor y contacto de su pareja era el afrodisíaco que su cuerpo pedía a gritos. Como el licor, el mero tacto de su Alfa le hacía querer más y más hasta encontrar el punto de clímax en donde podía decir que estaba ebrio de amor por aquel Alfa de ojos dorados y atributos hipnotizantes.
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