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Memorias Del Mafioso Y La Prostituta.

Presentación.

¿Cuantos han conocido al diablo y han sobrevivido a las llamas de su infierno para contarlo? ¿Quién diría que yo, una prostituta que vive entre los suburbios, pero altamente cotizada entre las alimañas más pudientes de la mafia, podría sobrevivir a él y a la maldición que carga consigo?

Esta es nuestra historia. La del hombre que en nuestro segundo encuentro no me asesinó porque me debía una vida eso dio paso a que terminara entre sus brazos y sus sábanas. Las sábanas de ese mismo que no se inmuta en acabar de la forma más cruel, y sanguinaria a quien estorba en su camino, si es necesario acabar con su propia estirpe, lo hará. No es necesario disfrazar las palabras para hacerlo parecer un hombre que podría ser bueno en el fondo, porque no lo es, él es oscuridad, es la lluvia ácida que acaba el pasto verde y todo aquello que florece. Tanto hombres como mujeres le temen, buscan su favor y huyen de su implacable sentido de justicia. A sus veinticinco años, Andrew Fiore, es el actual líder de la principal organización de mafia que controla el tráfico de armas y estupefacientes en Italia y el mundo, "Cosa Nostra"

Él creció en una familia humilde, pero llena de amor, aun así, solo vive para ser el verdugo de tantos como ha podido, disfruta de serlo, y he ahí la razón por la que lo describo como el hijo de puta más grande que ha podido venir a este mundo lleno de mierda.

Mi nombre es Chiara Giordano, o al menos es como todos me conocen, soy una mujer que se ha ganado la vida como prostituta desde que al cumplir la mayoría de edad, el bastardo de mi padrastro me vendiera al mejor precio posible, no me quejo de mi vida, seria mentir si lo hiciera. Aprendí a vivir con lo que me toco ser, y a sacarle provecho, no regalo mi cuerpo ni mis favores, soy cara, muy cara. Se dar placer y muerte a mis clientes; ese es mi trabajo.

Entre miles de mujeres hermosas, aquel que está conmigo y cree que me ha elegido se equivoca, soy yo quien tiene el control. Me juré a mi misma que nunca un hombre volverá a tener el control de mi vida. Soy mi propia dueña, yo decido como, cuando y donde.

No se confundan, cuando hablo de placer me refiero solo a mis caricias, los tiempos en que algún cerdo podía acceder a mi cuerpo quedaron atrás hace mucho tiempo, el negocio del crimen es mucho más lucrativo dinámico e incluso adictivo, porque sí, soy adicta a la sangre... Me encanta verla correr, en especial si es por mi causa.

Nota Autora: Hola mis amadas lectoras.

Bienvenidas a esta nueva historia, es distinta a todo lo que han podido leer en mis historias, aquí no hay buenos ni malos. Habrá sex* explícito, asesinatos, prostitución.

Por otro lado, nuestros protagonistas son sádicos, pero eso sí, no los voy a defraudar si deciden leer, les confieso que de todas mis historias esta tiene un valor especial para mí.

Sí son sensibles a este tipo de contenidos les pido pasar la página, pues lo que viene es fuerte.

Sin más que decir, empecemos.

La flor en medio del pantano.

— Chiara, mi más preciosa joya. ¿Alguna vez te he dicho que eres invaluable? — Me levanté de la silla en la que me encontraba sentada frente al escritorio del Sarco, así se hacía llamar el que para ese momento fuera mi jefe. Con toda la elegancia que me caracteriza, mis largas piernas caminan hacia él, el sonido de mis tacones de 15 cm hace eco de mi presencia. Sí, si quieres ser exitosa en este mundo, debes ser una puta con ínfulas de dama.

Me siento en el borde del escritorio muy cerca de él, gracias a mi estatura de 1.74 cm. más mis tacones de 15 alcanzó perfectamente el piso de madera, cruzo una pierna por encima de la otra, él se pierde mirándolas. Retiro el cigarrillo que tiene en su boca, lo llevo al cenicero y lo apago posteriormente.

— Esto te matará.

— Si es que antes no lo hacen tus piernas. — Con su dedo índice acaricia una de ellas. Retiro su mano con delicadeza.

— Querido, no me vuelvas a tocar — Él levanta ambas manos y sonríe.

— Está bien. Entonces hablemos de trabajo.

— Eso me gusta más — Me levanto y voy hacia el ventanal, me pierdo por un par de segundos en mis pensamientos. — ¿De quién debo hacerme cargo?

— Ese es un dato que por seguridad en este momento no te daré. — Me giro y camino hacia la puerta.

— No trabajo de ese modo. Busca a alguien más. — Abro la puerta, pero justo antes de salir, Sarco vuelve a hablar. — Te pagaré diez veces más que la última vez, con eso podrías retirarte. — Aún de espalda a él, le respondo.

— No me interesa retirarme.

— ¿Realmente no lo harás? — Aunque no me interesa dejar de hacer lo que hago, la paga es realmente buena.

— Envíame una fecha, hora y coordenadas. Te llamaré una vez esté hecho. — Cierro la puerta tras estas últimas palabras. Atravieso el burdel en busca de la salida.

A mi paso puedo ver la cantidad de mujeres, algunas mayores, otras muy jóvenes que venden su cuerpo a cualquier cerdo infeliz. Todos me miran, me ven como la flor en medio del pantano, lo que no saben es que mi alma está podrida desde ese maldito día. Continuo mi trayectoria y mis ojos se conectan con los de una chica que se nota, es nueva. Su mirada triste me recuerda una vez más ese fatídico día, levanto un poco más el mentón dándole a entender que es su problema y no el mío, una lágrima rueda por su mejilla. "Lo único que puedo hacer por ti es seguir matándolos uno a uno" le digo en silencio aunque ella no pueda escuchar mis pensamientos.

Este es un lugar algo más que tétrico, al salir a la calle lo que encuentras a tu paso es ruina y desolación, mujeres que dan su cuerpo por un poco de droga, para huir de la realidad, hombres perdidos esperando a quien poder robar, de igual manera para poderse drogar. Aquí todos nos conocemos, pero nadie sabe nada, impera la ley del silencio.

Es por eso que una mujer tan bien pagada como yo, escoge vivir a un par de calles de este sitio.

Un taxi me espera, subo y este me lleva a mi destino, un edificio en ruinas que a simple vista está a punto de colapsar, el ascensor hace un par de meses que no funciona, subo hasta el cuarto piso usando las escaleras, al llegar a mi puerta, sentado junto a ella está Matius, mi pequeño vecino de ocho años.

— ¿Qué haces aquí? Deberías estar en el colegio.

— No hubo clases.

— ¿Y por qué no entras a tu apartamento?

— Papá y mamá discuten.

— Ven, acompáñame, te preparé unas ricas pastas. Apuesto a que aún no almuerzas. — Se levantó con una sonrisa y tiró de mi mano.

Luego de entrar prendo la TV y coloco un canal infantil. Mi apartamento humilde, pero bien amoblado, limpio y ordenado, seguro es el sitio más bonito que este niño conoce.

Mientras Matius observa caricaturas voy a la cocina, luego de un rato las pastas están listas, comemos juntos y él se queda dormido en el sofá. Poco después su madre toca a la puerta y se lo lleva.

Voy a mi cuarto y me despojo de todo, incluida la peluca rubia y los lentes de contacto azul, mi cabellera negra cae hasta el inicio de mis glúteos, mis ojos oscuros descansan. Me quito todo el maquillaje y vuelvo a ser yo, atrás queda "el dragón azul."

***********

Han transcurrido varios días.

La inactividad me está matando, en serio creo que tengo un serio problema mental. Necesito ver la agonía en los ojos de esos malditos, esos que se enorgullecen de la mierda que los rodea, es lo único que me brinda calma ¿y por qué no admitirlo?, felicidad.

Mi móvil vibra, es un mensaje de un número desconocido, no lo he visto, pero ya sé que es Sarco, siempre que se lleva a cabo un nuevo trabajo cambia de número, para evitar ser relacionado.

En el mensaje están las coordenadas y la hora.

— Desconocido: hoy es la gran noche.

— Yo: Nombre del cliente.

— Desconocido: Una vez estés en el lugar lo sabrás.

— Yo: De acuerdo.

— Desconocido: Hasta entonces.

Esa noche mi cabello era un tono anaranjado, mis lentes como siempre, azules, vestido largo y negro con la espalda totalmente al descubierto, cuello alto y con apertura en ambas piernas, uno de los trucos para envolver a un hombre está precisamente en ser sexy sin rayar en lo búlgara. Los tacones son infaltables, no se puede ser elegante sin ellos. Solo una joya acompaña mi atuendo, una pulsera de oro blanco con incrustaciones de diamantes. Maquillaje ligero y labios en tono durazno.

El sitio está apartado, podría decir que en medio de la nada. Solo personas con invitación directa de los miembros de Cosa Nostra, pueden ingresar.

Yo voy como acompañante de Frederick, un hombre muy conocido en el bajo mundo, por ser un excelente franco tirador, quien me presenta ante todos como su mujer.

¿Se dejaría seducir por mí?

— Amor, ve y conoce el sitio. Tengo un par de negocios que tratar con los señores. — Me dice delante las personas que en el momento están junto a nosotros. En ese momento recorro el lugar y observo todo y a todos detalladamente, ansiosa por conocer a mi víctima.

El sitio está lleno de hombres con mucho poder, que me desconocen por completo, pero de los cuales sé mucho.

También hay muchas jóvenes, seguramente para ser subastadas. Es algo normal en este mundo; el lugar que por fuera se veía deteriorado como forma de camuflaje, por dentro es majestuoso y hasta presuntuoso. Me aisló de todos ya fastidiada de tanto esperar.

Estoy perdida en mis pensamientos cuando una copa de vino acaricia mi hombro derecho, me giro y de inmediato lo reconozco, es Andrew Fiore.

— ¿Qué hace la mujer más hermosa del lugar sola y apartada?

— Solamente busco un poco de tranquilidad, señor... — Lo observo esperando su presentación.

— Andrew, mi nombre es Andrew Fiore. — Toma mi mano y deposita un beso en ella. Me entrega la copa y bebo un poco. Andrew Fiore es un hombre sumamente atractivo, sus ojos cafés poseen un gran enigma que cautiva, el color bronceado de su piel es un complemento perfecto, que unido a su gran estatura, cabello castaño oscuro y muy definido cuerpo, atrapa la atención y un poco más de cualquier mujer.

— Pensé que hombres como usted venían en busca de jóvenes vírgenes a este tipo de eventos. Sin ánimo de ofender.

— No me ofende. Pero se equivoca, no compro ni abuso de mujeres, prefiero seducirlas y que vengan a mí.

— Y... ¿Trata usted de seducirme, Andrew? - Muerdo mi labio inferior.

— ¿Se dejaría seducir por mí? Señorita...

— Bianca, mi nombre es Bianca. Tal vez en otra ocasión lo haga, hoy estaré ocupada. Con permiso, Andrew — Le devuelvo la copa y me retiro.

Minutos después un mesero se acerca y me entrega una copa junto con un papel, luego se retira. Al abrir el papel hay un nombre escrito.

"Andrew Fiore"

Una sonrisa amplia se dibuja en mi rostro.

— Esto será interesante - Me digo a mi misma.

Mis largos pasos se dirigen hacia mi acompañante, le hablo al oído.

— El objetivo está en mis redes — Mientras le hablo, mi mirada se dirige a Andrew Fiore, quien está a escasos metros dialogando con un grupo de hombres, pero atento a cada uno de mis movimientos. Me separo un poco de Frederick.

Esto será fácil, debo actuar rápido y asegurar el objetivo.

Andrew se acerca a nosotros y saluda a

Frederick, quien intenta darle la mano, Andrew sonríe y niega con la cabeza, saca un guante de su saco y se lo coloca antes de aceptar la forma de saludo de mi acompañante.

— Frederick, tengo trabajo para ti, ¿podríamos hablarlo a solas en otro momento? — Aunque le habla al hombre a mi lado, evidentemente sus palabras van dirigidas a mí. Yo sonrío en su dirección y asiento levemente.

— Por su puesto, señor. Solamente dígame cuando y donde, ahí estaré. — Responde Frederick.

— Lo tendré en cuenta y te lo haré saber. — Hace un gesto a Frederick, para indicar que se marcha y este asiente.

— Esta noche es perfecta para un encuentro furtivo — Dice al pasar a mi lado en un tono de voz que solo yo puedo escuchar, luego se aleja.

Giro un poco la cabeza y le sonrío ampliamente.

— Frederick, es hora de la función. —  Él suspira pesadamente, ya que tampoco sabía quién era la víctima, ahora parece tener miedo, pero ya es tarde para arrepentimientos.

En medio del lugar hay una tarima, la anfitriona sube y da la bienvenida, es una mujer de avanzada edad, rubia de cabello corto, estatura promedio, ojos café. En un intento fallido trata de ocultar los estragos de la edad con una gruesa capa de maquillaje, aquellos que no ha podido borrar con las tantas cirugías que son más que evidentes, por ello trata de desviar la atención a sus extravagantes joyas y lo brillante de su vestido rojo.

— Bienvenidos, damas y caballeros, es de gran orgullo poder contar con la presencia de tan distinguidos personajes en este encuentro que hemos preparado minuciosamente para brindarles solo lo mejor, como es nuestra costumbre.

Sé que están ansiosos y ansiosas, pues sabemos que no solamente los hombres tienen buen gusto en cuanto al placer se refiere, así que no los hago esperar más. —  La mujer, tiende su mano hacia el telón, este se sube y a la vista de todos queda expuesta la figura de varias mujeres, las cuento y son exactamente diez, todas jóvenes y bellas, visten solo diminuta lencería, seis de ellas sonríen ampliamente y tratan de realzar sus atributos, por lo cual deduzco que están aquí por su propia voluntad. Pobres idiotas que no saben en el lío en que se meten. El grupo restante, por el contrario, trata inútilmente de no llamar la atención, lo que no saben es que este modo de actuar las hace más apetecibles a las miradas lujuriosas de esta jauría de lobos hambrientos, que prefieren a la gacela indefensa, ya que les gusta poseer, dominar y doblegar hasta la voluntad más férrea, si lo sabré yo.

La puja empieza, la primera subastada es una chica de tés morena, es alta cabello crespo, piel tersa, ojos rasgados, lo dicho, es bella.

— Ella es Vanesa, es procedente de África, tiene 21 años, estudia derecho...

La mujer continua con la descripción y al final, por un valor de quinientos mil dólares es vendida a un oriental. Así continúa el evento y aunque tengo ganas de vomitar, muestro en todo momento una amplia sonrisa.

— Nuestra joya de la noche es Katherine... — La chica trata de cubrir su cuerpo con sus manos infructuosamente — Dieciocho años, acaba de terminar la secundaria, le gusta la danza contemporánea — Al escucharla decir aquello una lágrima involuntaria se escapa de uno de mis ojos, rápidamente la seco y nadie lo nota — y lo mejor, señoras y señores, conserva su pureza para uno de ustedes ¿Quién será el afortunado? ¡Qué empiece la puja!

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