Sigo trabajando hasta tarde, mi vida no puede ser más aburrida, es fin de mes y la empresa está en modo alerta. Solo quiero terminar rápido para regresar a mi cuarto y descansar para retomar mi más reciente novela.
Desde que tengo memoria me han encantado los libros hasta que a la edad de nueve años escribí mi primer cuento para el periódico escolar, cuando salió no dejé de leer mi nombre Penélope Pinheiro dos santos. Desde allí comencé a soñar con ser una escritora famosa que llenaría de fantasía a sus lectores, pero eso con los años se convirtió en un simple pasatiempo que escondí con recelo. Mi madre Ofelia dos santos condicionó mi futuro desde que termine la secundaria, ella una abogada frustrada, me impuso seguir la profesión de mis parientes más cercanos, ser contador es una especie de tradición en la familia pinheiro así qué por ser la mayor debía cumplirlo y olvidarme de ese sueño.
Aquí estoy en la empresa familiar quemándome las pestañas con estos cálculos, gracias a Dios que heredé la inteligencia numérica de mi padre, de lo contrario estuviera golpeándome la cabeza contra la pared. Ya son las nueve de la noche y he terminado recojo mis cosas y al levantarme de mi silla soy interceptada por mi odioso primo, Maximiliano.
–¡Oh!, querida primota, creo que deberíamos comprar sillas más grandes.
–¿Sigues intentando intimidarme con mi estatura?. (Lo miro fijo).
–Solo quiero ser amable con la prima solterona.
–Maximiliano, déjame recordarte que gracias a mi estatura puedo golpearte, pues tu cabeza me llega a los hombros.
–¡Qué pesada!.
–Debes ser más precavido a la hora de meterte conmigo, muchacho.
Bajó al estacionamiento para entrar en mi auto y manejar por las calles de Brasilia hasta llegar a casa de mis padres, ¡sí!, vivo con mis padres, no es por gusto, es por presión de mi madre, una creyente de que debo salir de su casa con un anillo de bodas de lo contrario debo seguir bajo su techo.
Mientras escucho un poco de música de Juan luis Guerra, pienso en la continuación del siguiente capítulo de mi novela, es irónico esmerarme tanto en ello para solo guardarlo en mi estante junto a los demás manuscritos, pero no pienso mucho en ello, tal vez cuando tenga treinta y me liberé del yugo de mi madre tendré las agallas para publicar alguno, mientras eso pasa seguiré con esta rutina.
Al llegar a casa siento más presión y mucho dolor de cabeza, más al entrar y ver a mi madre sentada en el sofá con una expresión que asustaría a muchos.
–Buenas noches, madre. Me acerco y le doy un beso en la frente.
–Buenas noches, ¡fin de mes!
–Sí, señora. Por qué no se acuesta ya mañana es sábado.
–No, puedo estoy algo enojada.
–¿Por qué?.
–Siéntate primero, Penélope.
Sentía escalofríos, sabía que su enojo era hacia mí, pues ella me llamaba Penny la mayoría del tiempo, cuando me decía mi nombre completo era señal de problemas.
–Dígame, señora.
–¿Por qué cancelaste la cita con el hijo del amigo de tu padre?.
–Madre, es que... no tengo tiempo, recuerde que estoy en un curso de inglés y con el trabajo. Es mejor no hacerse ilusiones.
–¡Eso no es excusa!, ya tienes veinticinco años y pronto se te irá el tren. Así que llama al hombre y planea una nueva cita.
–¡Madre!, yo no estoy lista para casarme, aún tengo cosas que ver y experimentar.
–Eso lo puedes hacer con tu esposo, a tu edad ya estaba casada. ¡Quiero nietos!.
–Está bien, lo llamaré. Me iré a dormir.
–Eso es lo correcto, penny. Dios lo dicta así, el destino de cualquier mujer es ser esposa y madre.
–Sí, señora.
Derrotada por la imposición de mi madre, me arrojé en mi cama para morder mi almohada, quería huir de esto, pero no tengo las agallas. Lo que más me molesta es que a mi hermano lo dejan tener "un libre desarrollo de la personalidad", él decidió la mayoría de las cosas que quería hacer y eso incluyó la carrera e independizarse a pesar de ser menor que yo. El argumento de mi madre es qué "él es hombre y punto", ¡qué argumento de mierda!".
Me levanté con una cara muy hinchada, pasé llorando toda la noche, parezco más una niña que una adulta sigo siendo manipulada, lo peor es que debo llamar a ese tipo que no conozco solo por capricho de mi madre.
Valla vida que llevo y lo peor es que me quejó, pero no hago ni mierda. Necesito salir de aquí antes que termine golpeando a alguien.
– Penny, ¿Por qué te demoras tanto?. Levántate que tienes que ayudarme con el almuerzo.
– Sí, señora. Salí de mi cueva arrastrando mis pies, aunque sea sábado no tengo tiempo de descansar, la señora Ofelia se enfrasca en que debo aprender a ser una buena esposa. — Pon la cara de ponque, Penny. (Me digo a mí misma).
— ¡Dios mío, qué cara!. Te compré muchas mascarillas para evitar un rostro demacrado. — Madre, por favor. Podemos pasar a lo de la comida.
— Casi se me olvida, hablé con ese lindo muchacho, Santiago. Esta noche vendrá por ti.
–¡¿Qué has hecho?!.
– ¡Lo necesario para que te cases!, Crees que no me doy cuenta, que te quieres rebelar. ¡EN ESTA CASA MANDO YO!.
Mire a mi madre con horror, eso era cierto, ella es la cabeza de la familia, ni siguiera mi padre, Marco se atreve a contradecirla, el único que tiene los pantalones para hacerlo es su niño. Lo peor del regaño es que ella cambia su enojado rostro automáticamente por una sonrisa, eso es de horror.
De manera inmediata me puse a preparar los alimentos para el almuerzo, a pesar de mis quejas internas le tengo mucho miedo a ella, siempre he tratado de hacer todo lo que me pide para ver si algún día dejará irme y abrir mis alas, pero las esperanzas se me van cómo agua entre los dedos.
Sin perder tiempo termino el almuerzo y esperó la aprobación de mi madre, ella de manera delicada prueba cada cosa y no se guarda ninguna crítica.
— Esta vez te has superado. Por lo visto que necesitabas era más motivación. Llama a tu padre mientras pongo la mesa.
Salí en busca de mi padre el cual se encierra horas en su pequeño estudio, desde su jubilación se ha dedicado a leer los libros que nunca pudo y a pasar tiempo con sus viejos amigos evitando lo más posible a mamá.
– Padre, el almuerzo está listo.
— Gracias hija.-- grita desde adentro del estudio. Cuando regreso al comedor escucho gritar a doña Ofelia, solo pienso que fue algo que hice mal, pero me doy cuenta de que no. Le gritaba a su sobrina, a la cual no soporta por tener actitudes deplorables.
— Hola, mi maltratada prima. --- me abraza.
— Martina, me asfixias.
— ¡Oh!, lo siento. Bueno, Penny siéntate a mi lado.
La cara de mi madre era un poema, sí fuera un animal, ya le hubiera mordido el cuello a Martina, la odia profundamente. Esa pequeña mujer de cabello corto rosa con cuerpo curvilíneo es un espíritu libre, hace y dice lo que quiere, no tiene ningún filtro a la hora de dañarle el día a su "querida tía".
– Vete a tu casa, solo vienes a importunar en la mía.
— Tía, debería poner en práctica sus valores cristianos, al parecer debe cambiar de religión, esa no la ha cambiado, es nada.
—Martina, por favor. Puedes comer, pero trata de no discutir con tu tía.
— waou, tío Marco, por fin lo escucho. Creí que no tenía voz en esta casa.
Al ver la escena me dieron ganas de reír, mi prima estaba lanzando dardos mientras se servía, por eso me gusta pasar tiempo con ella aunque sea a escondidas de mis padres.
—Penny, iremos a un bar muy bueno en el centro, allí conocí una banda superbuena. Los integrantes están para morirse.
— Ella no saldrá contigo. Penny tiene un compromiso.
— No me digas que conseguiste el yerno perfecto. Entonces me quedaré para verlo.
— Tú te irás después de comer, no te quiero merodeando por aquí. ¡Qué vergüenza!.
— Tía querida, debes cambiar tu repertorio, por eso mi abuelo no te dejo toda la herencia.
Eso fue suficiente para que mi madre pasará de rojo a negro, esa mujer se había pasado, había escarbado en la herida que no se había cerrado a pesar del tiempo. Mi madre sigue resentida por ese día cuando se leyó el testamento de mi abuelo y solo le dejo el diez porciento, el resto pasó a mi tío Heráclito.
Mi padre y yo esperábamos la hecatombe, pero no llego, en cambio, ella se retiró al jardín en completo silencio.
–Parece que gane esta batalla. La comida está rica, Penny.
— Gracias, Martina.
— Tienes buena sazón, así que no te cases nunca. Ja, ja, ja.
— ¿Cómo sabes que yo cocine?.
— Eso es obvio, siempre le echas cilantro, aunque la receta no lo lleve. Te conozco muy bien, niña.-- me guiña.
Los tres seguimos comiendo sin la presencia de mi madre, todos sabíamos que sí, ella no grito, debe estar haciendo pedazos el jardín. — ¿Tienes algo importante en el jardín?-- preguntó papá.
— No, creo que está tu sillón.
— ¡Mierda! --- grito, papá.
El escuálido hombre se levantó corriendo, pues sabía que si no llegaba a tiempo la señora Ofelia sería capaz de quemar su preciado sillón.
Martina al ver a mi padre correr estalló en carcajadas, esa pequeña mujer sabía cómo dañarle el día a mi madre a pesar de los desplantes nunca dejaba de ir a la casa, así ha Sido desde que tengo memoria.
— Te pasaste esta vez, Martina.
— Cariño, tía Ofelia es muy engreída, racista y hasta narcisista, ella merece que le dé un poco de realidad. Así que sigue comiendo o vas a ir a ver el desastre que hizo.
— La verdad quiero es salir corriendo.
— Eso es un inicio, mírame Penny ya estás lo suficientemente grande para tomar la vida por los cuernos y salir a explorar el mundo, te estás perdiendo mucho.
— Creo que la frase era "tomar al toro por los cuernos".
— Como sea, pero entendiste. Estás desperdiciando tu vida al lado de esto, sé que así te han criado, pero mierda la vida es una sola y si no la vives para que estás viva.
— Martina, ¿estás fumando otra vez?.
—¡No!. Ya lo dejé.
— Es que es raro escucharte decir cosas coherentes. Por eso pensé que te habías fumado un porro.
Después de su cuota de sabiduría seguíamos comiendo y riendo hasta que mi padre entro con la cara manchada de negro completamente cansado.
—Niña, tráeme un vaso con agua que estoy que me desmayo. Estoy muy viejo para estas rabietas.
—Ja, ja, ja. ¿Con qué se desquitó?.
— Mira, ni me lo recuerdes, casi no salvó a mi querido sillón.
— ¿Entonces que fue lo que quemó?.
— Tu madre, quemó sus cojines. Los que lavo ayer. Definitivamente, necesito unas vacaciones de mi mujer, ella va a terminar matándome un día de estos. Mejor nunca me hubiera pensionado.
Mi pobre padre estaba agotado por las rabietas de su Ofelia, cada día desde su retiro se veía más demacrado, por eso aprovechaba cualquier cosa para escaparse de ella y tener un poco de tranquilidad.
— Papá, bebe despacio. Pronto se calmará.
— Eso es lo que menos me preocupa. Lo único que rescato es que Martina tiene razón, ella debe cambiar por qué ya no creo poder seguir viviendo así.
Después de auxiliarlo recogimos los platos para tratar de evitar otro estallido de ira por parte de ella.
— Niñas, por qué no van al cuarto a pasar el rato, yo iré a encerrarme al estudio.
— Está bien, papá. Si necesitas algo me llamas.
— Gracias, mi niña. Ve con tu prima, ella solo viene por ti.
Al entrar a la habitación nos arrojamos en mi cama viendo el techo lleno de pegatinas de planetas. Me gustaba tanto que con los años no las he quitado. Mientras las miraba mi prima solo hacía muecas, eso significaba que quería decir algo, pero lo estaba organizando un poco.
—Suelta de una vez. Puedo con el regaño.
Ella solo se sentó y peino un poco su cabello y soltó su palabrería.
—Tienes tantos manuscritos de tus historias, los terminas con alegría para guardarlos en un estante por miedo a mostrarlos al mundo, he leído algunos y son excelentes, debes buscar y salir al mundo para que conozca tu genialidad. Sé que odias tu trabajo se te nota. Así que levanta tu trasero y envía alguno de ellos.
–Es fácil decirlo cuando no tienes a cargo una responsabilidad familiar.
–¿Y eso qué?, debes desprenderte, libérate de eso, ya pasó mucho tiempo y te aferras como garrapata a perro callejero.
—Odio tus analogías.
—pero las entiendes que es el caso, pronto estarás en los treinta sin novio, sin hijos y haciendo una trabajo que te hace miserable.
—Borra eso de los hijos, sabes que les caigo mal a los niños.
—Bueno, eso puede cambiar cuando hagas los tuyos, el punto es que es tiempo de dejar de pensar en los demás y pensar en ti. Cómo individuo imagínate las maravillas qué te esperan allá fuera. Lo que alegraría la vida de quienes compren tus libros. Solo visualízalo y ya.
—Sabes a veces creo que sigues drogándote.
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