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DEPRESIÓN.

Depresión.

No puedo contar las veces que hice esto. Estoy arrepentido realmente ¿Pero, no es está mi única solución?

Apoyo mi espalda en la pared del baño «El espacio es amplio, parece más una habitación que un baño en sí». Miro mis manos llenas del líquido rojo viscoso, se escurre por mi brazo poco a poco. Tengo ganas de vomitar.

Estoy solo en casa como de costumbre. Hace poco, unos veinte minutos talvez; estaba viendo vídeos de misterios y esas cosas, sin poder impedirlo de repente vinieron esos pensamientos negativos a mí. El cúter está en mi mano izquierda, soy zurdo. Está llena de sangre y gotea poco a poco manchando el piso de cerámica blanca. «Necesito vendas». Me levanto algo débil, abro primero la llave del lavamanos y limpio la sangre de mi brazo. Luego me quito la camisa manchada, con ella limpio la sangre del piso y después la tiro en el bote de basura del baño.

Salgo del baño y directamente entro a mi cuarto. De los cajones tomo varias vendas y las pongo sobra las heridas de mi mano derecha. Me agacho justo al lado de mi cama y recojo la botella de vino. Saboreo todo en mi boca, cada trago se siente tranquilizador y caliente. «Necesito ver eso, deseo verlo» En ese estado ansioso tomo mi celular y abro en búsqueda. Mi comic favorito, más bien uno de ellos y el único que puede calmarme y por lo menos quitarme el aburrimiento. «Esto es… emocionante».

—¡Oye! ¡Despierta Al!

Con cuidado abro mis ojos, siento todo pesado, mis párpados son pesados. Una cabellera rubia tapa un poco mi vista, la observo y veo sus cejas arrugarse como si estuviera molesta por algo. La luz apunta a un lado de la cama y su reflejo produce en mí un gran dolor de cabeza, sostengo la parte donde siento más dolor.

—¿Bebiste anoche? —Asiento confundido. —Maldición… te dije que no volvieras a beber.

—Estuve un poco cansado y aburrido. —Rasco un poco la punta de mi nariz.

—¿Otra vez te cortaste? —Me mira más molesta que antes. —¿Sabes lo triste que estarán nuestros padres si lo saben?

—¡No les digas por favor! —Me levanto con prisa para detenerla, pero mis piernas fueron débiles y caigo al piso chocando en el acto mi preciado rostro.

—¿No les diga? ¡Sabes el daño que te haces! ¡Mira lo flaco que estás, tus manos están llenas de cicatrices y tu piel luce tan pálida…! ¡Por favor para…!

En todo ese ambiente triste, mi vientre ruge hambriento. «Tengo hambre; sin embargo, no tengo ganas de masticar». Intento levantarme de nuevo, pero caigo nuevamente y está vez siento toda la resaca por todo lo que bebí anoche «llegó tarde ¿No?».

Arrugo mis cejas y cierro los ojos por unos segundos, los cuales parecieron eternos. Suspiro y abro la boca para tomar aire y así también soltarla como si se fuera una gran carga.

—Ve a lavarte. El desayuno está hecho. –Se acerca a mí y me da una mirada de regaño.Másas te vale comer, porque si regreso y no lo has tocado aún, te mataré de la forma más dolorosa. —Sonríe de lado mientras mira mi rostro todo asustado. —Te quemaré vivo y luego le serviré tu carne a todos los vecinos.

—¡No, por favor! —Intento pararme del piso, sin embargo mis piernas son flojas y vuelvo a caer.

Mi mayor miedo es morir con sufrimiento, lo sé; suena estúpido viniendo de alguien que le causa placer y tranquilidad cortarse la piel. Pero hay una razón, he vivido todo este tiempo porque sí y es doloroso solamente vivir de esa manera, entonces para morir al menos quiero que sea algo que ni siquiera pueda sentir. Quiero morir con una paz y un corazón contento. No es mucho pedir ¿No?

—Ahg… estúpido. Bueno, nos vemos más tarde. —Camina y cuando está en el umbral se despide nuevamente con su mano, agitando está de un lado a otro. En respuesta solamente asiento y después cierra la puerta cuando se retira.

«Menuda mierda de vida».

«Me siento como un pedazo de caca. ¿Los pedazos de mierda pueden sentir?».

Niego con la cabeza, así expulsando esos pensamientos estúpidos. Intento pararme otra vez, agarro una esquina de la cama para sostenerme y poder pararme del maldito suelo. Aún me siento mareado, pero, está vez mis piernas son más firmes que antes y no caigo.

Tomo del armario una camisa de cuadros, me visto con ella y bajo a comer lo que dejó mi hermana. En el pasado ella era una gran amiga para mí, no pienso que ha dejado de serlo, pero no se siente igual que en ese entonces. Hablar con ella no calma mi dolor por completo, y desde que se fue con su novio le perdí mucha confianza. Se supone que ella estaría siempre para mí, sin embargo; se va con el primer chico que le parece guapo y según ella ama. No la culpo, es mi culpa por creer que no estaba solo. Jah, es obvio que estoy solo en esto.

Llego a la mesa y destapo lo que estaba cubierto. Arroz con guiso de habichuela rojas y de compaña carne frita de pollo y un caldito en un platico al lado.

—Hay jugó en la nevera. —Dice en un papel que está sobre la mesa. Cuando pruebo un poco del jugo tuve la necesidad de vomitar. —¡Maldición Cristal! Odio el jugo de chinola. —Arrojo el vaso de vidrio, estalla en el muro de enfrente y escucho sus pedazos esparcirse por el suelo.

«Lo hiciste de nuevo ¿Por qué no vas al psicólogo? Algún día de estos matarás a alguien y como no sabrás salirte de ese problema, te suicidaras ¡Oh es cierto! La única salida existente para ti es la muerte».

—¡Cállate, cállate! ¡Haz silencio de una maldita vez!

Tomo el plato de arroz y lo arrojo también a la pared.

«Es lo único que haces cuando no quieres escuchar algo. Arrojas uno que otro objeto y luego te cortas la piel ¿Es divertido? Afirmas eso al decir —no quiero estar aburrido—. Jamás pensé que matarse fuese divertido, pero vamos, no importa toda la mierda que te diga tú no me escuchas».

—¡No existe, solamente eres una voz en mi cabeza!

«¿Solo una voz?».

Frente a mí aparece un sujeto, vestido de negro y sus pupilas rojas destacan de gran manera. Camina hasta llegar tan cerca de mi rostro, no hay más espacio para continuar.

«¿No me ves?».

Asiento con miedo a la pregunta de ese chico pálido. Mis piernas se sostienen a la fuerza, porque desde hace rato están superdébiles y tal vez es el mismo miedo que las mantiene estables. Alguna especie de parálisis debido al pánico.

«¿Por qué luces asustado? No soy nadie ajeno a ti». Señala mi cabeza con su dedo índice.

Mi cabeza empieza a doler, un dolor inusual parecido a cuando alguien martilla un clavo en la pared. Mis ojos vuelven a pesar y solamente puedo escuchar como mi cuerpo cae al suelo, mi respiración se vuelve pesada, mi pecho duele y el maldito dolor de cabeza es insoportable.

—Ayúdame por favor…

«No puedo hacer nada Alex, después de todo simplemente soy algo *** ******* *** ******** *** ****.

¡No me digas! ¿Acaso no ereconscientete de tus problemas mentales? Hahahaha». Mientras pierdo él poco de conciencia que me queda, puedo escucharlo reírse sarcásticamente de mi situación.

Hospital

Siento este horrible pesar, esa carga tan pesada sobre mi pecho, así también el zumbido que retiembla en mis oídos. Todos son molestos. Mientras despierto tengo algo así como una visión; estoy en una gran cima, tengo alas y dentro de mi pecho hay una luz que brilla de una manera tan atractiva.

—¡Hijo! ¡Oh por Dios! —Lo primero que veo al abrir mis ojos, es a mi madre llorando y sonriendo porque no me he muerto. O tal vez porque vivo aún.

—Tienes un terrible desorden alimenticio. —El doctor dice mientras escribe en una hoja, tal vez medicamentos que me iban a recetar. Los odio, odio beber tantas pastillas simplemente para mantenerme vivo, odio depender de esas porquerías.

—Señora. —Se dirige a mi madre. —Su hijo necesita un psicólogo urgentemente, las terapias le ayudarán bastante y si su caso es más grave lo mejor serán los antidepresivos.

—Tan mal está mi hijo… —Llora desconsolada. Pésima atención. —N-Nunca pude ver el comienzo de este problema, soy una mala madre…

—Le haremos más exámenes, luego podrá llevárselo a casa. —Mi madre asiente al doctor. El sonríe y se despide de nosotros con un balanceo de su mano.

—Perdón hijo, perdóname por no darme cuenta.

—No importa, jamás te darías cuenta. Seguro si fuese Alexander lo habrías notado. Pero no he hecho esto por tu atención, solamente estoy harto de tener una vida de mierda.

—¡Alex! —¿Por qué le molesta? Solamente estoy siendo honesto—.

—Hasta mi nombre… Hubieras sido más creativa. —No hay que fingir, soy el hijo no deseado.

—¡Alex! —Se levanta de su asiento. —Iré a llamar a tu padre. Cuando dejes de hacer berrinches vendré a verte. —Sale y cierra la puerta detrás de ella. Lo mismo de siempre.

«Te acaba de evadir, ósea te dejaron en visto».

—Cristal es una mentirosa. —Unas lágrimas resbalan por mi mejilla. Me hizo tener esperanzasése qué no debí haberlo tenido. Conozco a mi madre desde que tengo memoria y sé que jamás se procurará por mí seriamente.

«Lo dices por lo de la mañana: Nuestros padres estarán triste si se enteran». Me río un poco por la forma en que ese sujeto imita la voz de mi hermana. «Si quieres puedo hacer desaparecer a todos los que te molestan, así puedes sonreír como lo has hecho ahora».

—Cállate estúpido. Suenas como un asesino.

«Solo trato de protegerte».

—No pedí tu protección. Y ahora sal de mi vista, quiero pensar con calma.

«Si lo dices. Hablamos luego».

Me acuesto en la cama y descanso un poco mis ojos.

Tuve un sueño, uno extraño y estúpido desde mi punto de vista. Dos lunas azules iluminado toda la tierra, estaba en una especie de campamento, sentado en unos troncos cortados, seres desconocidos a mi alrededor tocaban guitarras y uno cantaba. Sentí gran necesidad de correr, sin embargo, mis piernas estaban enterradas en el suelo, solamente pude escuchar el horrible canto del ser desconocido, y ni hablar del sonido de las guitarras, esos fueron escalofriantes cada vez que uno tocaba una cuerda del instrumento.

—Alex despierta. —Es Cristal. Consigo llevaba una bolsa blanca, por lo que observo parece ser aquello comida que trae para mí. No tengo ganas de comer.

«Parece que no te dejará en paz». —El sujeto aparece nuevamente y se sienta en la camilla dónde me encuentro.

—Te traje esto. El doctor dijo que necesitas comer algo antes de tomar las pastillas recetadas. —Saca de la bolsa un plato reciclable acompañado con una botella de jugo.

—Gracias Cristal. —Mi voz suena baja y con cansancio extremo, parecida más a la de esas personas que están en el lecho de su muerte y dicen sus últimas palabras. –Sin embargo, no hace falta todo esto, no tengo hambre.

—No comas por tener hambre, hazlo para estar saludable. —Su mirada es suplicante. Por un momento pensé que me gritaría e iba a forzarme a comer; sin embargo, ella parece rogarme hacerlo. Me siento culpable por alguna razón.

—«¿Sientes culpa?». —El sujeto acaricia su mentón y después suelta una risita sarcástica. —«No pensé que tuvieras el corazón tan blando». —Se levanta de la camilla, camina hacia la puerta y se apoya en esta. –«Los hospitales son demasiados aburridos» —Suspira y luego desaparece frente a mis ojos.

—¿Alex?

—¿Eh? —Me centré tanto en el sujeto que olvidé si mi hermana estaba en la habitación. —¿Qué miras en la puerta? —Mira curiosa el lugar donde fijé mi vista antes. —¿Viste algo o alguien? Escuché que es frecuente ver fantasmas en estos tipos de lugares, ya sabes, como hospitales, escuelas o lugares abandonados… —Olvidé que mi hermana cree en estos tipos de cosas, como fantasmas, demonios y tercer ojo oculto.

—No nada. Solamente me distraje un momento. —Tomo la comida, destapo el plato y tomo un bocado. «¿Ese sujeto es un fantasma?». Sacudo la cabeza por mi estúpido pensamiento. «No. Los fantasmas no existen, mejor dicho no creo en fantasmas, esas cosas existen para tipos de personas como mi hermana».

—Madre dijo que te convenciera para que hicieras eso, ya sabes. —Dejo de masticar cuando escucho aquello. —Sé que no quieres hacerlo, pero para mantenerte en buenos términos con ella, inténtalo ¿Sí?

—Olvídalo. No lo haré ni muerto. —Sonrío con la menos gracia del mundo y sigo masticado. De vez en cuando siento que masticar es una de las cosas que para hacerla necesitas mucha energía, porque cada vez que mastico un bocado siento que toda mi fuerza se drena.

—No te voy a presionar más. —Dicho esto hubo un silencio entre nosotros. No intento interrumpirlo solamente me dedico a comer toda la comida que hay en el plato. No recuerdo desde cuando comí tanto como hoy, creo que por esa razón siento ganas de vomitar luego de haber terminado de comer.

—Toma. —Me entrega una pastilla rosa y una amarilla. —Bebe este primero. —La trago con el mayor miedo. Cada vez que trago una pastilla siento como si alguien soltara una roca por el tubo de mi garganta, porque es un martirio para pasar y además me pone ansioso porque pienso que puede atorarse en esa parte y matarme de asfixia. Escuché que una de las peores formas de morir es por asfixia y dijeron que es muy, pero muy doloroso.

Después de pasar por ese horrible sentimiento, tuve que forzarme a repetirlo. Luego Cristal se despide, según lo que dijo tiene algunas cosas que hacer y también me dijo que mañana me dan de alta, además de que tengo que ir a una consulta y conocer a quién desde mañana será mi psicólogo, como dijo ella: mi guarda secretos y un buen consejero.

—«Será difícil para ti hablar». —Aparece tan cerca de mí que me hace sobresaltar del susto.

—¡No hagas eso estúpido! —Pongo una mano sobre mi pecho e intento controlar los latidos intensos.

—«Oh… por fin hablas, por un momento pensé que te habías vuelto mudo o que un gato te comió la lengua». —Se sienta sobre mis piernas y puedo confirmar que ese sujeto no es ningún fantasma. Pesa muchísimo.

—Dios, eres muy pesado. ¿Quién eres? —Cuando pregunto su rostro parece transformarse a una cara un poco sombría. —¿Qué eres? ¿Fantasma? ¿Demonio?

—«Preguntas demasiado. No recuerdo tener un nombre, tampoco soy fantasma o demonio. Pero por lo que puedes notar soy un hombre, aunque pensándolo bien puedo nombrarme a mi mismo…». —Acaricia su mentón de forma pensativa. «¿Cero? Sí, llámame así desde a partir de ahora».

—¿Cero? ¡Por Dios, que nombre! —Empiezo a reír a carcajadas. —Eres terrible poniendo nombre. Cero… No suena tan mal tampoco. —Hizo una extraña mueca que a mí parecer se vio como un intento de sonreír con más sentimiento.

Una ayuda

Al día siguiente temprano mi madre vino recogerme del hospital, en todo el camino para ir a la cita con el psicólogo, entre nosotros no hubo conversación, solamente había un silencio superincómodo. La mayor parte del tiempo me dediqué a ver los árboles y las rayas dibujadas en la carretera. De vez en cuando Cero decía algo en un intento de romper el hielo; sin embargo, lo ignoré todo el camino y ni siquiera recuerdo alguna de las cosas que decía.

Después de una hora en auto, llegamos al psicólogo. El lugar desde afuera es increíble, los letreros de colores me atraparon por unos diez minutos y el olor me agrada bastante.

—Espero que te comportes. Y cuidado con guardarle cosas al psicólogo, dile todo. Quiero que esté problema se resuelva lo más pronto posible. —Mi madre está a dos pasos delante de mí, como siempre está ordenando las cosas que tengo que hacer. —Escuché que volviste a negarte sobre ese asunto. —No le respondo. —Alex no quiero volver con lo mismo, no me hagas enojar que sabes que eso no te beneficia. —No doy repuesta. —¿Acaso hablo con una roca? ¡Responde! —Detengo mis pasos un poco sorprendido, no esperaba que me gritará en medio del pasillo de un hospital psiquiátrico. Ella es de las típicas personas que quieren mantener la apariencia frente a la sociedad.

—No quiero ir a esa fiesta estúpida, mucho menos de esa chica. —Bajo la mirada, no me atrevo a hacerle frente. —Ella no me gusta. —Digo con sinceridad.

—No importa si te gusta o no, lo único que debes hacer es ir a la fiesta, la conoces y siguen saliendo a citas… luego lo demás sucederá porque es lo que tiene que pasar. —Realmente odio mi vida, estamos en el siglo XXI y mi madre sigue con esas mierdas de matrimonio arreglado, además ni siquiera sé si soy gay, bisexual o hetero. Y lo peor es que apenas tengo dieciséis años.

—Pero no quiero estar con alguien que no me gusta, además soy muy joven, solamente tengo dieciséis años. —Respondo aún con la vista en mis zapatos.

—¿No escuchaste lo que dije? No te tiene que gustar, y estás cerca de cumplir los diecisiete, no creo que seas joven. Yo a tu edad hasta tenía trabajo, a ti solamente te gusta encerrarte y jugar a esos juegos estúpidos. —Siento su mirada fija sobre mí. —Deja tus excusas y ponte en marcha, y por último quita esa cara de perro abandonado.

Hago lo que dice, finjo la mejor sonrisa y me aguanto las terribles ganas de llorar. Seguimos caminando hasta que llegamos a una puerta blanca igual que todas las demás. Mi madre toca dos veces, un hombre de mediana edad vestido con una camisa y pantalón formal abre la puerta.

—Buenos días ¿Es usted el Dr. Santos? —Pregunta mi madre y el hombre asiente dos veces.

—Marco Santos. Pasen. —El hombre se hizo a un lado y nos permite entrar. —Es una pena que hoy los de la recepción no estén, la señorita Diana siempre suelta un mal chiste a los pacientes. —Sonríe un poco. Su intento de aliviar el ambiente funciona, ya que mi madre sonríe un poco y de cierta forma no siento incomodes. —Tomen asiento. —Nos sentamos frente a él. —Entonces… ¿La cita es para el chico? —Me señala con el lapicero y mi madre asiente en respuesta. Él me mira. —¿Qué tienes? ¿Te sientes incómodo con algo de tu vida?

—Esta mañana fue dado de alta, estuvo en el hospital por desnutrición y por los horribles cortes que se hizo. —Cuando escucho la respuesta de mi madre intento esconder más mis brazos por debajo de las mangas largas de la camisa que visto. Es la primera vez que me siento avergonzado de esa forma. —El doctor que le atendió le recetó lo necesario; sin embargo, determinó que mi hijo padece de depresión y recomendó este lugar y específicamente a usted Dr. Santos.

—Entonces puede irse usted y regrese a buscar al chico en una hora. —Mi madre mira al hombre confundida, pero se levanta y se va sin despedirse de mí. —Bien chico, para empezar preséntate, tu nombre, tus gustos, pasatiempo y cosas que no te gustan. —Miro al hombre con algo de timidez. Soy pésimo para hablar cosas sobre mi persona.

—Este… Mi nombre es Alex… —Me quedo un rato en silencio, pero el hombre me da mi tiempo no me apresura. —Me gustan los videos juegos… ¿Pasatiempo? Creo que ver videos… y ¡Jugar! —Tapo mi boca debido a que elevé de más mi voz. —No me gusta el dolor y la oscuridad.

—Eres bastante peculiar. —El hombre se levanta del asiento y empieza a caminar a pasos lentos, eso me alarma un poco. —Veamos esas heridas. —Se acerca y me pide destapar mis brazos. Nunca me gustó mostrarlas desde que empecé a dañarlas. —No tengas miedo, solamente miraré un poco, pero si no te sientes con seguridad lo dejaremos para cuando estés listo para mostrarlas. —En eso recuerdo las palabras mi madre, sobre que tengo que decirle todo al psicólogo y portarme bien. Y creo que se refiere a hacer todo lo que el psicólogo me diga.

—¡No! Lo haré… —Digo dudosamente.

—Está bien, dejemos eso para otro momento. Hoy no tengo ganas de verlo. —De la nada el hombre cambia de opinión y vuelve a su asiento. —¿Algún talento que tengas? —Pregunta mientras escribe algo en la libreta.

—No creo que sea un talento. El año pasado gané un premio en escritura y en un futuro pienso ser escritor. —Sin darme cuenta le conté uno de mis secretos a alguien desconocido. Mi sueño de toda la vida y la meta que siempre quise alcanzar, pero me rendí hace mucho y para mí no hay ninguna esperanza, por mucho que quiera cumplirlo es imposible.

—Es un gran talento. ¿Has tenido algún diario antes? —Sigue anotando en su libreta, pero presta atención a todas mis respuestas. Eso me hizo soltarme un poco más.

—No… Es que las que más tienen diarios son las niñas, y mi madre no quiere que sea un… —Bajo la cabeza un poco avergonzado.

—Un diario no es para niñas ni niños. Un diario es para alguien que desea desahogarse, el diario es un guarda secreto, secretos los cuales no quieres compartir con nadie. —Escucho atentamente sus palabras. Luego levanto la vista y veo sus ojos avellanas observándome de una manera en que busca comprender todos mis pensamientos. —¿Quieres tener uno?

—¿Un diario? —Asiente mientras regresa a los apuntes de antes. —Sí, quiero hacerlo. —Respondo sonriendo.

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